7 minute read

XLII - “Hermanita”

XLII -“Hermanita”

No se cómo pero al momento de estar acomodando la caja roja, de entre ella, una hoja azul, con letras casi borradas resbaló y terminó su travesía frente a mis pies. Era una hoja en donde estaba escrito un número telefónico del que sólo pude distinguir algunos números, pero lo que sí se lograba distinguir eran cinco palabras:

Advertisement

“Te quiero mucho. Tu hermanita”.

En eso pasó por mi mente como secuencia de película, la imagen nítida de su rostro, la cual comenzó a tomar forma, y gracias a recuerdos difusos muy pocos, pero consistentes, fue como pude ver sus ojos, su sonrisa, su forma de ser, mientras tanto, mi rostro no se cansó de sonreír, mí corazón de latir aceleradamente, y mi mente de llorar; mientras preguntaba constantemente, ¿Qué habrá sido de ella?, ¿Por qué me distancie de ella?, ¿Algún día la volveré a ver?

Siendo sincero esa tarde sólo me senté en el viejo sofá que encontré al centro de mi sótano, traté de recordar algún momento agradable que hubiese vivido a su lado, como su “hermano mayor”, y para mi sorpresa me di cuenta de una realidad difícil de aceptar: No encontré mayor recuerdo que cuando le dije: “Elisa, eres como la hermana menor, que siempre quise tener” Por más de tres meses estuve repasando mentalmente, la fotografía de su rostro, de su bella sonrisa y el brillo en sus ojos, mientras tanto pedía constantemente a Dios una oportunidad aunque fuese la más mínima, para volver a verle y poder decirle “Hola Hermanita”. Y he de confesar que desde el primer día sin verla, comencé a recordarla; jamás la extrañé pues la vida me ha demostrado, que sólo se extraña, a quien se olvida, y sólo se recuerda, a quien sabes que algún día volverás a ver. De ahí que a los seres queridos que ya no están aquí físicamente, en este momento siempre los recuerdo. Grandes e increíbles son los caminos de Dios, que logran que a su debido tiempo, todos los seres queridos de ayer, hoy y siempre, concuerden; espero con esto no confundir, pero quiero relatar lo siguiente:

Cierta tarde de la Semana Santa del año 2010, y deseoso agradecerle a Dios, por el regalo de la vida fui a la Parroquia de mí comunidad: La Santa Cruz. Deseoso de formar parte de algún grupo apostólico comencé a buscar entre los salones parroquiales algún responsable o coordinador de algún grupo apostólico para solicitarle información. Al asomarme a uno de los tantos salones de esta Iglesia, con voz entre cortada y tímida, irrumpí en una reunión y diciendo: “Disculpen, quisiera saber...”, En ese momento mis ojos centraron su mirar en una silueta conocida, que, en ese momento se encontraba de espaldas, al darse la vuelta pude reconocer ese rostro familiar, al ver su sonrisa y escuchar su voz, mis ojos se cargaron de lágrimas mientras ella me dijo:

“¿Qué, acaso no me recuerdas?”, al escucharla sólo le respondí: “¿Cómo no acordarme de ti, pequeña?, sí sigues siendo mi hermanita”. Después de más de siete años no supe de ella, estaba estupefacto, y a su vez, en mi mente decía: “Vienes a Agradecerle a Dios, por la vida y Él te regala esta magnífica oportunidad”. Conversamos esa tarde por un buen par de horas, en eso, ella me comentó, que trabaja en NEORIS, dos pisos arriba de GSC, y reconocí que ella está trabajando, en el mismo edificio, donde yo trabajo. ¿Curioso?, más bien hermoso y fascinante. Dios me ha vuelto a demostrar que Él es quien sabe, cuándo, cómo y para qué, quiere que las cosas sucedan así. Elisa, “mi hermanita”, me comentó que está en un grupo carismático llamado Nazaret que estaba cordialmente invitado a asistir. Ahí he sentido que Jesús, se ha manifestado de mil maneras, muy especiales y únicas, demostrando con hechos, el amor fraterno.

Tan feliz estaba de volver a verla que le escribí lo siguiente:

“Hermanita:

Son tan curiosos y sumamente especiales los designios de Dios todopoderoso, quien, por su infinito amor nos concede el perdón sincero de Padre, cuando por nuestra debilidad humana le hemos fallado, eso sé de antemano que tú lo has de saber mejor que yo. En este momento no encuentro la forma y modo de decirte esto, pues en mi corazón siento una profunda alegría que en ocasiones se confunde con dolor o angustia, pues cuando alguien me ve llorar, no llegan a comprender que las lágrimas, que brotan de mis ojos son de felicidad; y acepto que antes fueron de dolor pues no entendía los designios de Dios en mi vida. Ahora entiendo que Dios, el dueño absoluto de nuestra vida, quiere que continúe esforzándome para cumplir con un propósito, para “algo especial”. Sé muy bien que El me necesita. A partir de aquel momento, no le he de fallar. Bien sabes por mí testimonio que Él me otorgó otra segunda oportunidad de vida justo en el momento en que salí sin rasguño alguno de mí destrozado carro, comprendí que sí no hubiera sido por su inmenso amor, yo no estaría respirando el aire de aquella región, ni mucho menos sentiría el frío congelante por la temperatura oscilante entre uno y tres grados Centígrados, jamás tendría vida, sí Él hubiera apartado su mirada por lo menos en un parpadear. Y la hermosa verdad es que no lo hizo... Sabes no puedo expresar la alegría que sentí en ese momento la cual se acrecentó cuando vi mi reflejo y pude ser testigo y testimonial de su gran amor de Padre. Y debo confesar que tiempo atrás, había renegado de Él por un sinfín de problemas que se suscitaron en mi vida pasada. En noviembre del año pasado recibí una noticia que me congeló, eso también lo sabes pues también te lo hice saber cuándo recién nos reencontramos. La Esclerosis Múltiple, mi nueva enfermedad sin cura, me destrozó sólo por un instante y antes de volver a renegarle a Dios, fui al Santísimo.

Y como pude me puse de rodillas frente a Él, antes de soltarme a llorar solo le dije a Dios: “Tú me diste una nueva oportunidad de volver a vivir, aquí estoy, como meses atrás para darte gracias por esta oportunidad, más ahora, lo hago por todo esto que me está pasando”. Y proseguí diciéndole: “Gracias por esta prueba. Sí éste es el precio a pagar, por la oportunidad, que me has regalado, con gusto, cubriré el monto de mi deuda, más sólo te he de pedir una cosa: derrama en mí una simple gotita de tu Fortaleza para soportar todo lo que tenga que hacer, para preservar mi salud; un granito de Sabiduría para aceptar todo, absolutamente todo, lo que me llegue a pasar; un vaso de Humildad para aceptar con Fe y Esperanza mí enfermedad, sin menospreciar a quienes me brinden su cariño.” Acto seguido te confieso que mi vida comenzó a cambiar, y el desenlace que tuvo ese cambio a favor, fue la fractura de una hermosa relación, que por seis años estuvo alimentada de sueños tangibles y en ocasiones decepciones amargas. Esta fractura no la sentí pesada, pues antes de ir a su casa por última vez, como su novio y prometido me encerré en mí cuarto, y tras una oración sincera y profunda, sólo le pedí a Él, a nuestro amadísimo Señor, que sus palabras llegaran a mis labios para defender, mi religión y mi fe. Después de esto volví a buscar a todos los amigos que por seis años olvidé por “seguir sueños de oropel”. De tal manera, que preguntando en la Iglesia, te volví a ver y me comentaste de un grupo llamado Nazaret al cual pienso entrar pasando esta Semana Santa, pues estoy sumamente motivado a ofrecer mi servicio y experiencias de vida. Algo que te deseo y quiero comentar, es lo feliz que me hizo reencontrarme contigo, volver a ver tu rostro, tus facciones y esa sonrisa que, tal vez para otros, sea nada más una sonrisa, para mí es especial, es la sonrisa con la que te conocí y que nunca en el tiempo que estuvimos en el grupo La Salle San José Obrero, te negaste a mostrarme. Y te lo puedo decir hermanita sin ser muy poético: “Tu lindo rostro me transportó al pasado, tu bella sonrisa al presente y el brillo de tus ojos al futuro”.

Como lo comenté al iniciar esta carta, “curiosos y sumamente especiales son los caminos de Dios” “¡Gracias a Él! , he podido reencontrarme contigo”. Quisiera continuar compartiendo tantos momentos que tal vez he olvidado relatarte en esta carta, pero prefiero sinceramente poder verte de nuevo y platicar todo eso. Nuevamente te comento querida hermanita mía, que solamente agradezco la magnífica oportunidad que Dios ha permitido que nuestros tiempos y caminos colapsen para nuestro bien. Sólo te he de pedir lo siguiente Elisa, hermanita mía: Sigue sonriendo, soñando, amando, luchando y esforzándote siempre por salir adelante

Recuerda siempre que te quiero mucho y que siempre estuviste en mi corazón en un lugar muy especial. Con cariño. Tu Hermano mayor. Jorge, “Jorgito”, “Cometín” o cómo tu decidas llamarme.

This article is from: