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valdenses y educación “El recuerdo es más que una grata evocación. Conlleva la exigencia que nos viene del pasado…” “Desdichados los pueblos que pierden su memoria. Esa experiencia fue dada también a los hijos de Israel, y por similitud con la instancia actual, vienen a nuestra memoria estos textos bíblicos, que sin duda habrán estado en las mentes de los fundadores del liceo y de esos hombres y mujeres que los acompañaban: “Acuérdate que el Señor te ha bendecido y te trajo aquí, a vivir en esta tierra en la que fluye leche y miel…” Que Colonia Valdense tenga hoy la alegría de conmemorar este centenario, no se debe a la casualidad, sino a que, inmerecidamente, gratuitamente, ha contado con hombres y mujeres que supieron que en esta vida estamos llamados a construir para otros, a educar inculcando en la mente y el corazón de todos, que lo fundamental es dar y darse en beneficio de los que nos rodean.” Fragmentos del discurso de la profesora Neris Bonnet de Abelenda en ocasión de los 100 años del liceo (11 de junio de 1988) Tomado de “Mensajero Valdense” julio 1988
La enseñanza del idioma Si bien en el proceso de asimilación los valdenses adoptaron rápidamente el castellano como lengua, el Consistorio durante muchos años apoyó económicamente a las escuelas, ya oficializadas, para que fuera enseñado el francés de forma extracurricular, convencido de la importancia de este idioma.
Editorial Mayo y junio nos traen a la memoria dos hechos muy importantes en la vida de la comunidad en general y de la valdense en particular, y sobre todo este año que celebramos en mayo un siglo de la fundación de la primera Escuela del Hogar, hoy presente en todo el departamento de Colonia, y en junio los 130 años del liceo Daniel Armand Ugón, el primer liceo del interior del país, abierto desde el punto de vista confesional y económico y mixto veinte años antes de la creación de la “Universidad de mujeres” en Montevideo. El cultivo de la nostalgia es inconducente y muchas veces añora una realidad “que nunca jamás existió”. Mirar el pasado para cultivar el orgullo corporativo es además de inconducente, peligroso. Pero mirar nuestro pasado con ojos y corazón agradecidos es absolutamente necesario y comprometedor. Sólo si somos conscientes y agradecidos por esa “inmensa nube de testigos”, para decirlo en el espíritu de la carta a los Hebreos, que nos hicieron el camino, podremos correr con paciencia y entrega el que nosotros tenemos por delante. La realidad es otra por lo que forzosamente serán otros los desafíos, pero la vocación es la misma: vivir una vida cuyos frutos alimenten la vida de los demás. Reconocer que otros lo han hecho por nosotros y agradecer a Dios por ello, es condición necesaria. Esta edición especial de “Cuestión de memoria”, dedicada a recordar los orígenes de estas dos instituciones hoy con plena vida, quiere ser una pequeña contribución en ese sentido.