CUESTIÓN DE MEMORIA N°3

3 Julio 2019

Parque 17 de Febrero

Un pedazo de historia Jorge Malan Ricca

Sumario Editorial: Libertad página 2

«El templo y la escuela»: una relectura

En aquel 1848

Miradas cercanas al 17 de Febrero páginas 3 -7

páginas 8-9

Historias de nuestra historia páginas 10-11

El 24 de mayo de 1963 me casé con Margot Bertinat Garrou en el juzgado de La Paz (CP).

Nuestra boda fue bendecida por el pastor Wilfrido Artus al día siguiente. Fuimos a pasar nuestra «Luna de Miel» al Parque. Me corrijo: nos fuimos a vivir al Parque.

Desde el entorno de 1960 concurría a los «campamentos de trabajo» en vacaciones de julio, especialmente para proveer de leña a la voraz cocina de entonces. Alguien voluntario, amigo del Parque ponía a disposición una sierra circular accionada por un tractor y con ayuda de todos se lograban varios metros de astillas. No faltaba algún aventurero que pelaba una naranja con la sierra. Se agregaban además varios trozadores que manejaban los menos expertos. La mayoría de los rolos eran demasiado grandes por lo que se necesitaba de hachas, marrones y cuñas para reducirlos.

A tales efectos se me contrataba.

Mi relación con el Parque se remonta a años anteriores. Había participado en campamentos de jóvenes y como líder en los de niños. En campamentos de verano fui contratado para tareas de mantenimiento.

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Libertad

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Carlos Delmonte Pons ¡Libertad!, palabra fascinante que despierta en cada ser humano un eco inspirador y profundo. Despierta la necesidad de hacerla realidad. Se puede explicar toda la historia de la humanidad como la historia de la lucha por la libertad. Muchísimos seres humanos murieron con esa palabra en sus labios.

Porque para ellos la libertad valía mucho más que su misma vida. La libertad es vital, esencial en la vida del ser humano, pero no le hace la vida más fácil.

No puede vivir sin libertad pero muchas veces muestra que no sabe qué hacer con ella. Ama la libertad y al mismo tiempo la teme. Por eso después de una larga y cruenta lucha que ha costado tantas víctimas, la libertad sigue siendo escasa y precaria en nuestro mundo. ¿Dónde está hoy el hombre libre? ¿Qué país es libre?

Tomamos por descontado que en nuestro país, en nuestra iglesia, somos libres. En nuestra Iglesia Valdense celebramos cada 17 de febrero como símbolo de la libertad. Una lucha de siglos que finalmente trajo como resultado el reconocimiento de nuestra identidad valdense. El rey Carlo Alberto lo proclamó en un edicto y eso provocó un cambio sustancial en la mentalidad, en la situación que vivía esa comunidad tantas veces perseguida y esclavizada.

Era la reivindicación de un derecho perseguido durante siglos en una cruenta lucha. La sensación, ahora somos libres, era la que dominaba los espíritus. ¿Pero eran realmente libres?

En la carta a los Gálatas Pablo usa una expresión que nos muestra que no vivimos la libertad como algo finalmente conseguido, que podemos dar por descontado. Dice Pablo: “ustedes fueron llamados a ser libres” (Gálatas 5:13) Si es cierto que somos “llamados a ser libres” es sencillamente porque en realidad no lo somos. No somos tan libres como creemos. Vale la pena plantearnos algunas preguntas. ¿Somos libres en la sociedad? En cierto sentido sí porque nuestra sociedad es un mercado de libertad en el que podemos comprar todo lo que queremos. Pero lo que compro es producto de un mercado decadente, porque nuestra sociedad es producto de un mercado decadente. Es una libertad limitada y lo reconocemos. ¿Soy libre en mi trabajo? ¿Soy libre en mi matrimonio, en mi familia? ¿Soy libre en mi iglesia? ¿Mi trabajo, mi familia, mi iglesia, me liberan o me esclavizan? ¿Mi iglesia, responde a mis necesidades? O se hace la distraída y mira para otro lado y me abandona como diciéndome: yo estoy para que me sirvas, no para servirte. Muchos hombres, especialmente los que se han

dedicado a la política, grandes instituciones, solemnes declaraciones internacionales me dicen que soy un ser humano libre. Que ellos garantizan mi libertad. La Biblia es más realista y me dice: “fuiste llamado a ser libre”, no te engañes porque todavía no lo eres plenamente. La libertad es tu meta, tu futuro. La libertad no es tu herencia es tu destino. Estás llamado a ser libre. ¿Y quién te llama a la libertad?

La Biblia dice: Dios. Y estamos sorprendidos porque nos han dicho de tantas maneras que Dios es el límite de nuestra libertad. Que Dios castiga justamente cuando sobrepasamos los límites que a su voluntad nos impone, que nos sorprende que se nos diga justamente que Dios es la fuente de la libertad. Dios ama nuestra libertad porque desea que seamos libres como él. Por eso nos llama a la libertad. Es un llamado, una invitación. ¿Resuena ese llamado en nuestra iglesia hoy? ¿O más bien resuena un llamado a la obediencia, al orden, a la obligación? Como si se tratara de adormecer el deseo de ser libres. Queriendo encauzarlo se lo sabotea. De modo que el llamado a la libertad no es vano, es urgente.

Jesús es el que nos llama a la libertad. Él podría perfectamente decirnos: los llamo a la libertad porque soy el único

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realmente libre. Pero eso nunca lo dijo.

Los Evangelios nos enseñan que Jesús nunca habló de la libertad; la vivió hasta sus últimas consecuencias pero nunca habló de ella. Ésa es la diferencia. Hay muchos que hablan de libertad, prometen dar libertad, trabajo, bienestar, salud, pero la verdadera libertad no la viven y sus palabras con el tiempo se vuelven un discurso hueco, una proclamación vacía. Jesús muestra su libertad en confrontación con el poder político y está bien ilustrado en su diálogo con Pilato.

Parecería que el que es verdaderamente libre tuviera un cierto pudor al hablar de libertad. Que Jesús no habla de libertad porque sabe que el único libre realmente es Dios, y todos nosotros somos “llamados a ser libres”. Y entonces podemos preguntarnos: ¿Si solamente Dios es libre, qué es mi pequeña pero irrenunciable libertad?

Una libertad que con todas su limitaciones me es tan importante, tan querida.

La Biblia nos enseña que la libertad, más que una condición es una vocación.

Un llamado a buscar la libertad en el servicio a los demás. Servir a los otros para que todos seamos verdaderamente libres. Vivir juntos buscando que la verdad sea lo que nos hace realmente libres. Lo que quiere decir que no le tenemos miedo a la libertad de los otros y por eso nos ponemos a su servicio.

Jesús nos llama a servir a la libertad de los demás. No gozar la libertad en forma privada y egoísta, considerarla y vivirla como el servicio que damos a los que nos acompañan en esta vida.

Las páginas que transcribimos y que nos recuerdan todo lo que sucedió aquel 17 de Febrero de 1848, escritas por los propios protagonistas, son un estímulo actual para responder a ese llamado.

Vivir la libertad como una vocación de servicio. Porque todos somos llamados a una libertad que solamente es perfecta cuando nadie se siente excluido.

(1) Basado en Paolo Ricca "Alle Radici della Fede", Claudiana, Torino

En aquel 1848

Miradas cercanas al 17 de febrero Oscar Gilles Bertinat ¿Cómo imaginamos lo acontecido en esos días? ¿Nos pusimos a pensar qué pasó realmente? Cuando los valdenses se enteraron que habían sido emancipados, ¿qué hicieron, qué pensaron? Algo sabemos: su alegría inmensa al oír la noticia, cómo corrió la voz en los Valles, en las aldeas, cómo se prendieron fogatas en las montañas para anunciar y celebrar espontáneamente el acontecimiento. Sabemos también que en Turín, capital del Reino de Cerdeña y Piamonte, hubo otros festejos y celebraciones, y también actos especiales. Oímos tal vez alguna vez hablar de un desfile. Pero… ¿sabemos algo más concreto, algo más detallado? ¿Tenemos algún testimonio ocular directo? Y por otro lado, ¿qué hizo, qué expresó por su parte la sociedad de entonces, en Turín, en el resto de Italia, en el resto de Europa? ¿Alguien se enteró? ¿Alguien festejó también?

Tenemos algunos escritos -gracias a Dios-. Se descubrió hace poco una carta escrita hacia 1890 por Juan Pedro Baridon -el pionero de nuestra inmigración- dirigida desde su hogar de entonces en Rosario de Tala (Entre Ríos), a su amigo Juan Daniel Revel en Colonia Valdense. En ésta, entre otros asuntos desarrollados describe lo que él vio -literalmente- el domingo 27 de febrero de 1848 en la ciudad de Turín cuando se llevaron a cabo los festejos por los acontecimientos que se habían ido sucediendo en fechas anteriores. También en el Boletín número 16 de la Sociedad Sudamericana de Historia Valdense (SSHV) hay una relación de artículos periodísticos aparecidos en diversos medios de prensa europeos, mayormente protestantes, en donde se menciona, se explica y se describe parcialmente lo sucedido. Y en el número 14 dedicado justamente a conmemorar el centenario de la Emancipación de 1848, en uno de sus artículos, se hace una descripción muy detallado de los acontecimientos.

Baridon había llegado a la ciudad a trabajar en el Hotel Feder, uno de los más importantes de Europa de esa época. Desde el balcón del hotel, presenció el desfile de homenaje efectuado ese día y lo cuenta con detalles que nos acercan íntimamente a ese momento. Así pues lo describió:

Bandera que los valdenses portaron durante el desfile efectuado en Turín el 27 de febrero de 1848.

Luego fue ofrecida al rey Carlo Alberto como obsequio.

Dice "A Carlo Alberto, los valdenses agradecidos".

Actualmente en el Museo Valdense de Torre Pellice

«El rey emancipó a los Valdenses, a los Judíos y a la prensa libre. Hizo esto para despertar a la gente. He aquí el gran júbilo de todas las personas que acudieron a Turín, todos los hoteles estaban colmados. Se celebraron grandes banquetes en los que los grandes oradores se distinguieron por sus personalidades.

Y nosotros servimos a estos últimos, sabiendo quiénes eran.

¿Los valdenses? Los Alpes resonaron de alegría por sus antiguos habitantes: ‘El Eterno reina sobre todas las naciones, Él se sienta sobre el trono de Su Santidad’. Ellos rindieron gracias a Dios y vinieron a Turín para agradecer a su rey y a todas las personas generosas que contribuyeron a su libertad.

Marcharon marcialmente con el estandarte del Evangelio a la cabeza,

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así como con la bandera de la Patria, cada compañía con su porta-insignia pasaron por la calle Eugenio cerca del barrio de los judíos quienes estaban todos alineados para saludar a la Israel de los Alpes con grandes aclamaciones: ¡Viva el Rey, Vivan los Valdenses, Viva la libertad!

Doblaron luego en la calle San Francisco de Paula, al otro lado de la calle del hotel donde yo estaba en el balcón como espectador. Doblaron otra vez por la calle del Po para ir a la Plaza del Castillo y desfilar frente a su príncipe que los esperaba. Toda la gente presente aplaudía: ¡Viva el Rey, Vivan los Valdenses!

El pueblo Valdense podrá proclamar como en el Salmo 53-6: ‘Señor, Tú has sacado nuestras almas del sepulcro, Tú nos has dado la vida para que no descendamos a la tumba’. El 17 de febrero».

La visión europea Por otro lado, de la prensa de la época, según lo transcripto en el Boletín 16 de la Sociedad Sudamericana de Historia Valdense (SSHV), se conocen los siguientes testimonios.

En aquel 1848 En «Le Semeur» (El Sembrador) de París, Revista filosófica y literaria, publicada en su número del 1º de abril de1848 leemos: «El 21 de febrero, el día siguiente en que la República fue proclamada en Francia, el edicto de la Emancipación civil y política de los Valdenses apareció en el diario oficial del Piamonte: La villa de la Tour (Torre Pellice) fue iluminada y fogatas de júbilo, prendidas sobre la cumbre de los Alpes, anunciaron a lo lejos el gozo de los habitantes de los valles. El domingo siguiente, como ya se mencionó en esta hoja, una gran fiesta nacional fue celebrada en Turín. Los valdenses figuraron en primera plana con sus banderas, y fueron acogidos con las más cálidas aclamaciones. Llegando a la Plaza del Castillo, en donde sus antepasados tantas veces habían expirado en las llamas de las hogueras, hallaron una muchedumbre inmensa que gritaba de una voz y como un solo hombre. ‘Vivan los her manos valdenses’. Al fin son hermanos ahora, hermanos de los católicos, hermanos de sus conciudadanos. La herejía ya no es considerada un crimen por la ley, cada uno puede invocar y adorar a su Dios según su conciencia. Viendo estos progresos, es dable consolarse de las calamidades que acompañan siempre las revoluciones políticas. Sin dudas las penas son grandes hoy, tanto en el bajo como en lo alto en casi todas las regiones de Europa, pero tengamos buen ánimo y confianza. Dios preside los destinos del mundo, y guía la humanidad hacia días mejores.

En «L’Ami du Pays» (El Amigo del País), diario de los intereses nacionales de Ginebra y de Suiza, segundo año, se publicaba el martes 22 de febrero de 1848: «Italia – Carlos Alberto, haciendo justicia a las reclamaciones de los reformados de Piamonte, acaba de otorgarles una casi-emancipación política y civil: les es concedido gozar de todos los privilegios conciliables con las máximas generales de la legislación sarda. Los Valdenses de los Valles

Italia en 1843. División Política

gozarán de los mismos derechos civiles y políticos de todos los sujetos sardos; podrán frecuentar todas las escuelas y conseguir los grados académicos.»

Del mismo diario, del martes 29 de febrero de 1848: «El 19, todas las iglesias de los valles valdenses de Piamonte han celebrado un servicio de acción de gracias hacia Dios por la emancipación civil y política que Carlos Alberto acaba de otorgarles. El domingo 27, delegados de esos valles hubieron de asistir con sus banderas a una gran fiesta a la que han sido convocadas todas las comunas del reino.»

En «Archivos del cristianismo en el siglo XIX». Diario religioso de Paris, del día 11 de marzo de 1848: «Valles Valdenses – ¡Alabado sea Dios! Nuestros hermanos de los Valles Valdenses del Piamonte, luego de siglos de horribles persecuciones, acaban de obtener justicia y libertad de conciencia y de culto. Una fiesta religiosa solemne de acción de gracias ya ha sido celebrada en los Valles.»

De una carta que acabamos de recibir de esos Valles, no hace mucho tiempo todavía tan oprimidos, hoy libres y felices, entresacamos: «Marzo 3 de 1848 - He asistido hace algunos días,

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en Turín, a una magnífica fiesta, celebrada en honor de la constitución liberal concedida por el rey de Cerdeña a sus súbditos en general, y de la emancipación de los protestantes en particular, redactada por el Marqués d’Azeglio, gran amigo de los valdenses. Debían de haber, creo, cien mil personas congregadas en la plaza de armas: cada comuna tenía su bandera.

El marqués había hecho colocar a los Valdenses al lado del cuerpo municipal; eran unos quinientos o seiscientos.

El rey permaneció a caballo durantes varias horas, hasta que todo el cortejo desfilara delante de su palacio. Fue uno de los espectáculos más imponentes que yo haya visto. La alegría era inmensa. Los gritos de: ‘Viva el rey! ¡Viva la emancipación de los Valdenses! ¡Viva la libertad!, retumbaban con mucho poder. Por la noche, la ciudad fue magníficamente iluminada.

Parece soñar, leyendo estas cosas; pero alabado sea Aquel para quien nada es imposible: «Aquel que alegra a sus hijos al precio de los días en que los ha afligido, y de los años en que han soportado muchos males, son ahora confortantes realidades».

De «Le Journal de Genéve» (El Diario de Ginebra), del martes 22 de febrero de 1848. «Últimas noticias – ¡Nos apresuramos a comunicar que el rey de Cerdeña acaba de otorgar emancipación completa, política y civil a los protestantes! He aquí los mismos términos con los cuales están concebidas las cartas patentes, de las que una carta desde Turín nos transmite un resumen: «Les es concedido (a los Valdenses) gozar de todas las ventajas conciliables con las máximas generales de esta legislación.

Por cuanto a los valdenses de los Valles, se les permite gozar de los derechos civiles y políticos de nuestros súbditos, frecuentar las escuelas fuera y dentro de la Universidad y conseguir los títulos académicos. Nada es cambiado por cuanto se refiere al ejercicio de su culto y a las escuelas que dependen del mismo».

En aquel 1848

Y nuevamente «Le Journal de Genéve» el martes 28 de febrero de 1848 se publican partes de una carta del 20.2.1848 firmada por «Un valdense de los Valles»: «Piamonte – La Tour – Valles Valdenses.

Señor: por medio de los diarios habrá sabido sin duda las importantes reformas que acaba de realizar nuestro augusto soberano Carlos Alberto y el entusiasmo llevado hasta el delirio que ha causado en los corazones. Lo que todavía ignora, tal vez, es la hermosa parte que tomaron en ese entusiasmo nuestras queridas iglesias evangélicas valdenses.

Hasta la fecha hemos estado encerrados en algunos angostos valles, sin podernos extender libremente por las fértiles y alegres llanuras de Piamonte. Muchas profesiones públicas nos estaban vedadas por motivos de religión. Desde algunos años, a la verdad, los edictos dirigidos a nuestros padres habían caído en desuso. Sin embargo cada día temíamos verlos renovados y puestos en vigor. Pero la mirada de Dios ha estado sobre nosotros y sus oídos han estado atentos a nuestras oraciones. La aurora de una santa libertad ya brilla sobre la patria de los antiguos testigos del Señor. Sea bendito el Dios de misericordia. La puerta de todas las carreras civiles está pues por abrirse para los hijos de valdenses. Las creencias religiosas ya no serán un obstáculo insuperable para subir los peldaños de la escala social. ¡Ojalá fuera Ud. testigo, señor y querido hermano, del gozo que brilla en la cara de nuestros queridos hermanos valdenses! Desde lo alto de sus áridas montañas, tienden las manos a sus hermanos católicos del Piamonte y les mandan con efusión del corazón un ósculo de paz y de amor. Con alegría inefable, se estremecen pensando que con el sol de las libertades políticas, se levantará sobre el horizonte el son del Evangelio, y que uno y otro pasearán radiantes bajo el hermoso cielo de Italia.

Ya les parece contemplar a lo lejos esas casas del Eterno que están por levantarse, como por encantamiento, en las villas y en las ciudades más populosas.

Se abre por lo tanto una nueva era para nosotros y para las iglesias evangélicas en Piamonte y en casi toda Italia. Con la libertad civil, tendremos la más extensa libertad religiosa. ¡Cuántas acciones de gracias hemos de elevar al Señor! Cuánto bien haremos con la ayuda y el generoso aporte de nuestros queridos hermanos de Ginebra, París, Londres y Berlín. ¡Qué hermosa obra la de evangelizar la tierra clásica del catolicismo, predicar la palabra de Dios, acá a una pobre familia, acullá a un rico propietario, más lejos a un gran señor, a una aldea entera!»

Y «L’Espérance» (La Esperanza) de París, del jueves 2 de marzo de 1848 decía: «Han escrito desde La Tour (Torre Pellice) al «Courier Suisse» (Correo Suizo) con fecha 19 de febrero, que en ese mismo día las iglesias de los valles han celebrado un culto solemne de acción de gracias hacia Dios, por el señalado favor por el que su rey bienamado, Carlos Alberto, acaba de otorgarles su emancipación civil y política.

En la historiografía valdense Por otro lado en el Boletín número 14 de la SSHV vemos una descripción paso a paso de lo acontecido en esos días: desde la firma por el rey del decreto con fecha 17 de Febrero, cómo eso fue publicado, cómo llegó primero la noticia a los valdenses de Turín, luego a los Valles, la reacción jubilosa -por decir lo menosde los valdenses del pueblo todo, y todos los festejos en la capital del reino: Con fecha 17 de Febrero de 1848 fueron firmadas como ley especial las Patentes Reales, por las cuales el rey Carlos Alberto ordena que los Valdenses sean admitidos a gozar de todos los derechos civiles y políticos, y deroga toda ley en

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contrario. El Decreto pudo ser recién publicado en la Gaceta Oficial el día 25 porque debía tener previamente el Visto Bueno de los tres abogados generales, residentes uno en Turín, el segundo en Niza y el tercero en Génova. Pero la noticia cundió rápidamente en la capital piamontesa suscitando gran entusiasmo en la mayoría de sus habitantes, de tal modo que en la noche del 24 una muchedumbre rodeó el domicilio del pastor Bert, vivando a los nuevos her manos y cantando himnos patrióticos. Esa misma noche dos jóvenes valdenses alquilaron un carruaje y salieron para llevar la buena nueva a los Valles, portadores de una breve carta circular dirigida a todos los hermanos emancipados, exhortándolos a festejar al día siguiente con cultos especiales de acción de gracias y de intercesión por el rey, y con fogatas de regocijo en las alturas. Pedía además que bajaran muy numerosos y con banderas a Turín el sábado siguiente para concurrir en la mañana del domingo a la gran demostración proyectada con el fin de agradecerle al rey por las libertades conseguidas.

El programa propuesto encontró una aprobación general en los Valles y se llevó a cabo en cuanto lo permitió la estrechez del tiempo restante. La juventud entusiasta exteriorizó su júbilo en cantos y vítores a la luz de las fogatas; y el profundo agradecimiento a Dios y a los hombres se manifestó especialmente en los cultos improvisados a los cuales concurrieron muchedumbres nunca vistas en los cultos ordinarios. Nos ha sido trasmitido el texto de una de esas sentidas alocuciones de carácter tan particular: en el templo de Les Coppiers, en la parroquia de Torre Pellice el pastor J. P. Meille, uno de los mejores predicadores de la época, predicó sobre las palabras de 1 Samuel 2,6-8: «Jehová mata y Él da vida; hace bajar al sepulcro y hace subir; Jehová empobrece y Él da riqueza; Él abate y también ensalza. Levanta del polvo al desvalido y del muladar ensalza al menesteroso para hacerlos sentar entre

En aquel 1848 los príncipes, y los hará heredar un trono de gloria; porque de Jehová son las bases de la tierra, Él ha asentado el mundo sobre ellas». ¡Regocijo santo de un pueblo agradecido! En algunas de sus manifestaciones exteriores se unieron a ellos hermanos de la otra comunión que alcanzaron a comprender que el acto llevado a cabo por el rey y sus consejeros no era sólo un acto de bondad, sino más bien de estricta justicia hacia aquellos que hasta entonces habían tenido que soportar una posición social de inmerecida inferioridad. En Torre Pellice y San Giovanni y hasta en Pinerolo se iluminaron a la par de las valdenses las viviendas de muchos católicos simpatizantes, y un buen número de éstos participaron de los banquetes públicos que se celebraban en las comunas de los Valles.

No se olvidaron nuestros compatriotas de la apremiante invitación que les hiciera el pastor Bert a trasladarse en buen número a la capital el sábado 26 para concurrir a la gran demostración que debía realizarse el día siguiente. El fin que se proponían los organizadores de ese acto, entre los cuales ocupaba uno de los primeros lugares nuestro benefactor el marqués Roberto d’Azeglio, no era algo programado de modo especial para los habitantes de los Valles, pero ciertamente hubiera sido muy lamentada la ausencia de ellos. La proyectada demostración debía ser una prueba tangible del agradecimiento y la devoción de toda la población del Estado hacia el rey por haberle concedido, mediante el Estatuto promulgado a principio del mes, mayores libertades en su vida política y civil. Acudieron pues de todas las regiones del reino delegaciones populares más o menos numerosas, a las cuales se había dado cita en la plaza de armas o Campo de Marte, en las inmediaciones de Turín, para la mañana del domingo 27 de febrero.

Tenemos a la vista la descripción que de esa fiesta nacional de tan profunda significación hiciera un testigo presencial:

el entonces Candidato en Teología J. S. Parander, que la publicó 50 años más tarde en el «Boletín del Cincuentenario», y no resistimos la tentación de reproducirla textualmente en sus partes esenciales, es decir, en las que se refieren a la delegación valdense.

«Grande fue el sábado 26 la afluencia de Valdenses de los tres Valles que quisieron unirse a sus correligionarios de Turín para gozarse el día siguiente por el triunfo de su causa y para fraternizar con sus conciudadanos católicos. Una comisión de turineses tuvo a su cargo recibir y alojar a los numerosos visitantes, muchos de los cuales traían sus provisiones: por ejemplo los de Prarostino que llegaron acompañados por un barril de su buen vino. La tarde fue dedicada a dar todos juntos una ovación al marqués Roberto d’Azeglio.

A las ocho de la mañana del domingo los Valdenses reunidos en la capilla de la embajada de Prusia cantaron el Te Deum y escucharon las oraciones a favor del rey y de la nación.

Luego se formaron en columna para ir al Campo de Marte y participar del majestuoso desfile de todas las delegaciones de las provincias y de las corporaciones de la capital. Esa columna de valdenses, de alrededor de 600

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personas, entre ellas una decena de pastores y algunos alcaldes, se dividía en cuadrillas -cada una con su jefe- y marchaban en el siguiente orden: ante todo, como vanguardia, una docena de muchachitos, siendo el mayor de unos diez años, todos vestidos a la italiana; los cuales llevaban una bandera y lucían sobre el pecho la escarapela tricolor. Los seguía el gran estandarte y tras de él las cuadrillas cuyo número ya está olvidado, así como los nombres de los improvisados capitanes que dirigían la marcha, con excepción de los estudiantes de entonces: Juan Gaydou, Juan Ribet y el autor de este artículo. Digamos de paso que el gran estandarte, obsequio de la colectividad valdense de Turín, tenía dos caras distintas, una hecha de seda, con la cruz de Saboya sobre fondo rojo, la otra de terciopelo azul con esta sencilla dedicatoria debajo del escudo de armas real recamado en plata: A Carlos Alberto los Valdenses agradecidos. Dicho estandarte fue entregado al día siguiente por intermedio del marqués d’Azeglio al monarca, a quien agradó este homenaje respetuoso y lo agradeció a los Valdenses mediante una carta firmada por el benefactor de ellos.

Pero volvamos a hablar de la fiesta.

A las nueve horas se veían desembocar de todas las zonas de la ciudad en dirección al Campo de Marte las numerosas compañías que iban a formarse en el cortejo que debía desfilar ante el rey. Era un hermoso espectáculo que nunca podrán olvidar quienes fueron testigos. En el desfile de esas columnas… todas las provincias del Piamonte siguieron a la gran bandera, con centenares y millares de banderines, al compás de una música marcial y cantos patrióticos, y en medio de vivas delirantes de todo un pueblo. Las calles por donde debía pasar el cortejo estaban adornadas como para un triunfo. Un sinnúmero de banderas mecidas por el

En aquel 1848 viento, ricas colgaduras, letreros, guirnaldas en todo los frentes de las casas, y una muchedumbre incontable a los costados, tan notable por la expresión radiante de sus caras como por la infinita variedad de sus trajes.

La escena era todavía más impresionante en la plaza del Castillo: ahí estaba realmente el centro de la fiesta.

En el balcón de palacio la reina rodeada de sus damas y algunos oficiales; de frente, en un semicírculo, entre el balcón y el castillo, el rey a caballo, a su lado los príncipes, y un cerco de generales y de grandes del reino…

Pero se hizo realmente sublime el espectáculo cuando hubo empezado el desfile: Al paso de cada delegación estallaban vivas sin fin de la muchedumbre y respondían otros vivas de lo alto de las casas y de los balcones; de la calle se simulaban abrazos, se agitaban banderillas y se asomaban lágrimas en muchos ojos; un espíritu de fraternidad bajado del Cielo parecía alentar sobre esa inmensa muchedumbre e inspirar un mismo sentimiento en esas gentes hasta entonces extrañas las unas a a las otras cuando no enemigas. En cualquier lugar adonde apareciera el estandarte valdense suscitaba gran entusiasmo y manifestaciones de viva simpatía.

La suerte decidía la colocación de cada grupo en el cortejo; empero el Comité Organizador, presidido por el noble marqués d’Azeglio, decidió por aclamación que los Valdenses liderarían el desfile de las corporaciones de la ciudad (en número de 60). «Bastante tiempo han sido los últimos -se decía¡que sean ahora los primeros!»… Y entonces, en esas largas calles adonde el nombre de ellos no se oyera antes sino acompañado de insultos, se hacía oír ahora el grito continuo: ¡ Vivan los hermanos Valdenses! ¡Viva la Emancipación de los Valdenses! Las aclamaciones se hacían aún más expresivas y clamorosas al paso de la bandera valdense entre las delegaciones que integraban el cortejo y al llegar frente al Cuerpo de Estudiantes se hicieron

realmente frenéticas: ¡Viva la libertad de conciencia! ¡Viva la libertad de cultos!

Estos eran los gritos que se agregaron al grito ya mil veces repetido... Al pasar, las manos se buscaban y estrechaban; algunos de esos jóvenes, de corazón ardiente y generoso, salían de las filas para dar un abrazo a esos graves montañeses que, asombrados y emocionados, tenían que llorar. Pero, ¿quién podrá describir jamás la emoción que se apoderó de ellos cuando al llegar a la plaza del Castillo célebre por el martirio de tantos hermanos suyos- en vez del griterío de antaño: ¡Muerte al Valdense! ¡Muerte al hereje! , oyeron salir de la inmensa muchedumbre que los rodeaba en medio de demostraciones de las más

cordial simpatía, este grito de tanta dulzura para sus corazones: ¡Vivan los hermanos Valdenses!»…

Fue aquello un verdadero triunfo, una real rehabilitación frente a todo su pueblo que hasta entonces desconocía a los Valdenses. Para éstos empezaba una nueva era en que tendrían que demostrar no sólo que eran dignos del afecto y del aprecio que en ese día memorable se les había manifestado de un modo tan impresionante, sino también que sabrían honrar, como lo hicieron sus padres durante siglos, la religión evangélica que había sido para aquellos la fuerza que los sostuviera en todas sus luchas y les diera la victoria en las circunstancias más apremiantes de su existencia»

Diez años después Informe de la Mesa(1) al Sínodo de la Iglesia Valdense Torre Pellice, 18 de mayo de 1858 A pesar de la caída en el precio de las mercaderías, la emigración, que comenzó en pequeña escala, ha adquirido grandes proporciones: más de 200 Valdenses, de diferentes parroquias, se encuentran ahora en América del Sur, a cierta distancia de Montevideo2. Este hecho nuevo y grave ha preocupado enormemente a esta Administración; y el Sínodo fijará su atención, estamos seguros, en esta cuestión tan importante. Los colonos, al comunicarse con nosotros, nos pidieron que no los olvidáramos, y expresaron el deseo de tener un líder espiritual lo antes posible, prometiendo permanecer fieles a la religión de sus antepasados. ¿Pero cuál será su destino si son abandonados a sí mismos por mucho tiempo? El capellán de la Embajada inglesa en Montevideo3, con quien hemos estado en correspondencia y que ha tenido la amabilidad de cuidar de nuestros hermanos, nos dice en su última carta: «Es muy necesario para la felicidad espiritual y temporal de vuestros valdenses que tengan un pastor. Sin vigilancia todo degenera en este país, y en poco tiempo, a pesar de las buenas intenciones que se hayan tenido al principio, se toman a pesar de nosotros mismos los hábitos del lugar. Repito: es necesario un pastor para vuestros emigrantes”.

Cualquiera que sea nuestra opinión sobre este tema, ya sea que consideremos la emigración como un evento afortunado o como una desgracia, los hechos están ahí: cientos de nuestros compatriotas están privados de toda ayuda espiritual en un país donde están expuestos, más que en cualquier otro lugar, a influencias perjudiciales. ¿Los abandonaremos? ¿O más bien, les tenderemos nuestras manos en ayuda más allá del mar?

Notas: 1 Table en el original en francés.

2 Florida.

3 Rev. Pendleton.

Traducción del francés

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Oscar Gilles Bertinat

El templo y la escuela

Una bienvenida relectura Leer es necesario. Releer es imprescindible. Y cuando en la relectura se produce el encuentro de la palabra del texto con la palabra de la vida, suele darse una íntima revelación.

Susana Negrín Benech

Hace muchos años leí “El Templo y la Escuela”. Entonces las res ponsabilida des laborales y familiares no me per mitieron una lectura muy profunda.

Hace unas semanas compré la edición ampliada y mi situación actual me permitió una lectura tranquila y reflexiva. El prólogo, del Profesor Gerardo Caetano invita a disfrutarlo, más aún cuando el relato confronta la historia personal: religión y educación fueron factores determinantes en la conformación de una identidad valdense en la mayoría de los lectores.

Mi generación nació alrededor de los años 50 del siglo XX en pleno desarrollo de la fase de asimilación y reorganización, (la cuarta de las etapas en que el autor ordenó la información sobre la historia de los valdenses en el Río de La Plata). Esta fase estuvo presente, en general, en la evolución de todas las iglesias protestantes de inmigración y posibilitaron su super vivencia. La urbanización creciente, la secularización de la vida social (que quitó el centro exclusivo a la iglesia) y fundamentalmente, el activo compromiso político de muchos feligreses, fueron cambios generadores de problemas inéditos que hubo que afrontar, no sin grandes dificultades.

Nuestra infancia transcurrió sin sobresaltos en una típica colonia piamontesa, precisamente en torno y bajo la influencia directa de la iglesia y la escuela. Estaba garantizada además ya que el pastor era el esposo de una de las maestras: el Sr. Mario y la Sra. Violeta como los llamábamos en un trato respetuoso y deferente considerado

adecuado por nuestras familias. Esto demostraba la importancia de sus cargos en la comunidad.

En la adolescencia comenzamos a participar en el grupo de intermedios de reflexiones que apuntaban a una visión diferente de la tradicional respecto a la “misión”. Ésta consideraba que la tarea fundamental, prácticamente única, de la iglesia era predicar el Evangelio sin entrometerse en cuestiones económicas y sociales de otra índole. Algunos líderes tenían posiciones renovadoras que adherían a una profunda revisión de los fundamentos en los que se había basado el protestantismo históricamente. En una apretada síntesis Roger Geymonat expresa en su libro: “la nueva postura teológica partía de la óptica de que Cristo vino al mundo, no a salvar a los suyos, sino a los “perdidos”, no vino a transformar a su grupo sino a todos. La confesión de Cristo debe hacerse en el mundo, y en consecuencia Iglesia y creyente deben comprometerse en él y en su historia” (pág 278) Esta postura renovadora por supuesto que no era exclusiva de un grupo de valdenses, se fundamentaba en un fuerte movimiento continental que desde fines de los años 50 y durante la década del 60 del siglo XX originó fuertes cambios en el protestantismo latinoamericano no sólo en la especulación intelectual sino en la acción.

Personalmente encontraba atractiva esa visión renovadora, que por otra parte, no era compartida en muchas de nuestras familias. No es sencillo aceptar los cambios desarmando estructuras mentales que se han construido complejamente a lo largo de la vida.

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Aquellos sesenta Los sesenta fueron años de fricciones dentro de la comunidad de fe, en las familias, en los grupos de amigos y otros, ya que las posturas opuestas se radicalizaron y se hicieron muy visibles a partir de los 70 con la crisis de las instituciones y la llegada de los gobiernos dictatoriales. El profesor Geymonat transcribe citas textuales de actas, informes y publicaciones de la época que muestran claramente hasta qué grado llegaban las discusiones entre la postura conservadora y la renovadora en el seno de la iglesia.

Muchos de los que éramos jóvenes, más si éramos estudiantes, estábamos alineados con la postura renovadora a la que nos habíamos acercado mediante la palabra y el ejemplo de nuestros líderes y pastores.

Recuerdo esos años con pena por los parientes y amigos que se iban o estaban presos. Pese a haber crecido en la misma “iglesia y escuela”, si estábamos en posturas ideológicas diferentes, ahora nos mirábamos con desconfianza, nos criticábamos inmersos en una rispidez que se acrecentaba. Líderes, pastores e instituciones eran obser vados, cuestionados y amenazados por la autoridad secular generando otro ámbito de tensión.

Como muchos de mi generación, desarrollé la vida laboral y familiar lejos de la “colonia.” Me casé con alguien que no era “delli nostri”; desempeñamos con él una tarea intensa en la educación pública; me integré a las actividades de la Congregación Evangélica en Nueva Helvecia. Nuestras hijas se bautizaron y confirmaron allí y con la conducción de un matrimonio de pastores que todavía hoy son referentes en sus vidas, desarrollaron una extensa labor de integración de la iglesia a la comunidad.

Pero lo valdense está ahí, subyacente, y se comunica sin darnos cuenta. Nunca

El templo y la escuela

«La búsqueda de lo símbolos religiosos en los hospitales y maravilloso; San Cono y otras otras cuestiones. Ellas tienen que ver con devociones populares» , «La la defensa de la libertad y la justicia de secularización en Uruguay», todos los ciudadanos y vaya si este «Las religiones en Uruguay», «El pueblo-iglesia valdense Uruguay laico», son algunas de había sufrido en sus 800 ¿Cómo termina las obras de las que el profesor años, persecución, Algunos líderes esta historia?

Roger Geymonat es autor o e n c a r c e l a m i e n t o, La viví a través de tenían compilador junto a otros silenciamiento, injusticias. los contactos famiinvestigadores.

Todo ello por ser fieles liares y de amigos. Lo posiciones a una convicción cuenta el Profesor R renovadoras que GEYMONAT, Roger cristiana que promovía Geymonat en las «El templo y la escuela, los la paz, el amor, la páginas 284 y 285 de adherían a una valdenses en el Río de la Plata» verdad y la fe en un su libro: “La injerencia profunda Planeta, Montevideo, 2008, 390 Dios de amor y en su de las autoridades pp hijo Jesús. Ejemplo, éste, militares en las revisión de los hasta la muerte más cuestiones internas, en fundamentos en humillante y dolorosa, la vida misma de la Creo que las crisis y dificultades en lo de solidaridad con los iglesia, unificó las los que se había personal o/y en lo social permiten pobres, las mujeres, los posturas por encima aprender. basado el enfermos, los diferentes, de las diferencias Transcribo como cierre, la cita bíblica los que para la sociedad ideológicas. protestantismo que R. Geymonat eligió para el final de no eran nada ni nadie.

Replegada sobre sí su libro históricamente.

Se siente bien ser misma pero siempre valdense pero no por ser dispuesta a defender mejores, ni más «Ensancha el sitio de tu tienda y las sus intereses y los de las comunidades, la Iglesia Valdense virtuosos, ni más poderosos, ni más ricos, cortinas de tus habitaciones sean procuró sobrevivir a estos oscuros años sino simplemente porque Dios es el extendidas; no seas escasa; alarga tus volcando sus actividades hacia la centro de nuestra vida y le dio a nuestros cuerdas y refuerza tus estacas. Porque te asistencia social (yo agregaría como lo antepasados y a nosotros la gracia de una extenderás a la mano derecha y a la mano había hecho tradicionalmente) (…) La fe que se manifiesta en todos los contextos izquierda; y tu descendencia heredará iglesia que surgió después de la dictadura y en todas nuestras acciones sean naciones y habitará las ciudades asoladas» fue, en muchos aspectos, diferente. El religiosas, políticas, laborales.

Isaías 54: 2-3 discurso ideológico (…) moderó Y seguramente aprendimos significativamente su tono. Obviamente la búsqueda de mantener la unidad Que pensar diferente no implica ser enemigos. conseguida durante el período anterior Que las diferencias, si se manejan adecuadamente, siempre enriquecen. jugó un papel determinante en esa Que las cuestiones que nos afectan a todos hay que considerarlas desde la razón actitud. Pero además la Iglesia repetía pero también desde alma, desde los afectos. en su microcosmos, una actitud Que tenemos un modelo maravilloso en el cual mirarnos para actuar, que es Jesús. generalizada de la sociedad uruguaya Que tenemos la Biblia para leer y reflexionar sin perdernos en la vorágine de estos post-dictatorial” tiempos de inmediatez.

La historia valdense revela desde Que tenemos la oración para comunicarnos con Dios en todo momento principios del siglo XX laicos y pastores Que un valdense formado en una familia con los pilares de la fe y la educación, abogando por la participación en lo será para siempre aunque esté solo, esté lejos, porque lleva consigo la comunidad cuestiones políticas. El pensamiento y la de fe y el ADN de sus antepasados que durante siglos lucharon por la libertad, la acción del batllismo en sus inicios fue justicia, los derechos de todos a una vida digna. apoyada significativamente en cuestiones Que esta formación nos obliga a abrir nuestra mente y nuestro corazón de la como: la separación de la Iglesia y el misma forma cuando nos desempeñamos como miembros de la comunidad de Estado, la defensa de los trabajadores, fe, como en el rol de ciudadanos. Una iglesia que sigue el ejemplo de Cristo sólo a la enseñanza del catecismo católico fuera la interna de la iglesia pero no en el seno de su vida ciudadana no entendió el del horario escolar y no obligatorio en mensaje. la escuela pública, el retiro de los 9 dejé de sentir agradecimiento por el valor de lo vivido en aquella iglesia y aquella escuela de la niñez con el ejemplo de sus pastores y sus maestros.

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«La Gotera»

Carlos Delmonte Pons

La vocación periodística parece estar en el ADN de la comunidad valdense tanto aquí en el Río de la Plata como en Italia. Allá desde 1848 «L’Eco delle Valli Valdesi», fundado en 1848 sigue apareciendo hoy como suplemento mensual del semanario «Riforma». Aquí ya a principios del siglo XX «La Unión Valdense» dio cuenta de que la misma vocación había cruzado el Atlántico. De esa vocación da cuenta esta nota. La tecnología cambia y de ella aprovecha esa necesidad casi compulsiva de comunicar que es también un ejercicio de libertad.

«La Gotera» se llamó un periódico que se editó en los años cincuenta en Cosmopolita. Una experiencia breve de la que seguramente quedan recuerdos y quizás algún número en la cocina de alguna de nuestras casas.

“La Gotera” nació por impulso de un grupo de escritores jóvenes que guiados por Nelson Oudrí se lanzó a esa aventura. El equipo de redacción lo integraban: Nelson, el indiscutido director, Omar Héctor Pons (el Nito), Héctor Pons (el Rata), Lilio Pons y el que firma esta nota.

“La Gotera” se editaba a mimeógrafo. Un extraño aparato que hacía de impresora. Era un ingenioso invento de Nelson. Un balde de diez quilos de yerba Livre, acostado, con un mecanismo que lo hacía girar y una palanca que lo dirigía. El stencil se pegaba al balde y así se imprimían las hojas. El trabajo de picar las matrices y dibujarlas, como la posterior impresión era una obra de Nelson apoyado por Umbel y nosotros que le ayudábamos con la tinta y las hojas.

El esquema del periódico, que salía una o dos veces por mes de acuerdo con el material que se podía reunir, seguía el patrón de los diarios de campamentos. Tapa, editorial, cartelera de cine donde se mencionaban las películas que se daban en Montevideo copiándolas de un diario, La Mañana o El Día, pero poniéndole como actores a personajes locales.

Terminaba con una nota especial de contratapa cuando habíamos logrado llenar más de dos páginas.

Los temas eran muy variados, algunos referidos a lo que nos sugerían las clases del liceo. La casualidad era que tanto director y redactores viajábamos juntos todos los días en un auto propiedad de Nelson que la APAL (Asociación de Padres de Alumnos

la nuestra de tener un héroe que le diera identidad y carácter. “No hay pruebas contundentes de su existencia, ni una foto, nada, sólo los cuadros de Blanes y el testimonio de la gente y eso no alcanza”. La tesis de Don Luis era que en realidad históricamente Artigas no había existido nunca.

La idea no dejaba de ser seductora para sacar en La Gotera un artículo revolucionario: “Artigas De izquierda a derecha: Omar Pons (Nito), Carlos Delmonte, Umbel Oudrí y Héctor Pons no existe”. Pero ante la negativa cerrada de nuestros padres a tomar Liceales) ponía a nuestra disposición en cuenta esa idea que todos consideraban pagando el viático todos los días una locura, no nos animamos a tratar el tema desde Cosmopolita a Juan Lacaze ni en broma. Sin embargo por un tiempo donde estaba el centro de estudios. nos quedó flotando esa duda. ¿Será cierto?

Durante los viajes, o en los ¿El padre Artigas, una ficción? Finalmente encuentros en la Unión Cristiana lo olvidamos pero tuvo su efecto en los que local se gestaban los números del en la adolescencia dudábamos de todo. periódico, se fijaba el día de su ¿Nuestros padres, serían realmente los que impresión y doblado aprovechando nos habían dado la vida? para disfrutar del vino dulce que hacía No obstante el tema del bicentenario estuvo el papá de Nelson, que muchas veces en nuestras páginas.

Pero los temas más sabrosos eran los que intervenía dándonos ideas para se referían a acontecimientos locales. nuevos artículos. Se llamaba “La Gotera” porque decíamos que una Y vamos a poner solo un ejemplo, entre los gotera es tenaz y molesta al mismo varios que podríamos citar.

En 1951 se estrenó con mucho éxito una tiempo. película argentina titulada “Los árboles mueren de pie”. Una obra basada en un ¿Y si Artigas no existió? drama escrito por Alejandro Casona un En el año cincuenta se festejaron dramaturgo español. En esos momentos con mucha publicidad los cien años había gran propaganda de la película en todos los diarios de Montevideo. del fallecimiento de Artigas.

Coincidiendo con esto se produjo en Don Luis Oudrí el papá de Cosmopolita un acontecimiento que Nelson, en algunas charlas que mantuvimos con él con motivo de conmovió a todas las familias. El perro de tantos festejos, nos había metido en Joaquín Hernández cruzó la calle y encontró la cabeza la idea de que Artigas era que alguien había dejado entornada la puerta nada más que un invento producto de la despensa de la casa de Don Elías Ganio. de la necesidad de una nación como Atraído por el olor de los chorizos recién faenados entró y se dio el gran festín.

Don Elías se enteró cuando entró en la despensa y supo que el autor de ese prejuicio era el perro del vecino. Fue a su casa empuñó 10

historias de nuestra Historia

Testimonio y gratitud El domingo 9 de junio Silvia Tron presentó su libro sobre Ana Armand Ugón. Para ella seguramente testimonio y gratitud en relación a la vida de su madre.

Para nosotros la posibilidad de aproximarnos al pensamiento y la acción de una mujer que vivió su tiempo con una mirada que lo trascendía; la posibilidad de acercanos a una comunidad valdense y una sociedad uruguaya en construcción. En ambas la educación tenía un papel protagónico y en ella Ana puso su corazón, sobre todo pensando en las mujeres.

Silvia ha donado la edición para que quien quiera adquirir el libro lo pueda hacer en el Hogar para Ancianos, le ponga un precio y el dinero quede como ofrenda para el propio hogar. su escopeta calibre 16, esperó con paciencia y cuando el perro, seducido por los chorizos quiso repetir su fiesta, le disparó un cartucho de su arma y hasta ahí fue un perro vivo.

Enterada la redacción de La Gotera comentó el acontecimiento luctuoso con un título que decía: “Los árboles mueren de pie, y los perros en las despensas”.

Este ejemplo entre tantos marca el perfil de los artículos de nuestro periódico que buscaban referirse a los acontecimientos que se producían en el pueblo, contándolos en el estilo que Julio Suarez –Peloduro- había llamado en sus caricaturas (él las llamaba “caricapturas”) del Semanario Marcha: “el mundo en calzoncillos”. Es decir, se referían a lo que acontecía más íntimamente sin agredir a nadie, y menos herir a los lectores que eran al fin de cuentas los verdaderos protagonistas, con el ingrediente en la mayor parte de sus comentarios de una chispa de humor que alegraba la vida o por lo menos intentaba provocar una sonrisa.

Después del tiraje de unos pocos ejemplares «La Gotera» desapareció por la dispersión del equipo de redacción y especialmente el alejamiento de su Alma Mater el Director Nelson Oudrí para continuar sus estudios de agronomía, preparatorios en Valdense y en Montevideo después. No obstante la famosa Gotera dejó su huella en la tranquila Cosmopolita.

Paraje Santa Emilia, en Piedra Espinosa

Una escuela dominical de 1939 Vivían Pablo Allío y su señora Paulina Berger, Felipe Pilón y su esposa Amelia Rostagnol, Flora Rostagnol y flia, Mamerto Rodríguez y su esposa Clementina Bridón, y unos cuantos matrimonios más.

Tenían varios niños, pero Colonia Miguelete les quedaba bastante lejos y pésimos caminos para ir a la Escuela Dominical. Decidieron hacer una.

Don Allío y sra y Lilia Artus vivían en Piedras Blancas que queda en el límite de Colonia y Soriano, les separa un camino vecinal donde cruza Cuchilla de San Salvador. Vivían también Emilio Lautaret y Ester Bertinat, tenían un almacén que proveía a toda la zona.

También Alfonso Wirth y Ema Pontet que tenían una herrería y en la zona había muchos caballos para herrar.

Fueron unos años muy lindos pero… Allío y sra se mudaron a San Roque cerca de Ombúes de Lavalle, así que quedaron menos para enseñar a los niños la Palabra de Dios. A los años Don Felipe Pilón y Flia se mudaron a Sauce cerca de Miguelete, también Flora Rostagnol y la familia Ferrerira. Entonces Enrique Pilon y su señora Josefina Rostagnol ofrecieron la casa que quedaba cerca de la carretera que llegaba a Cardona o la Lata Vieja como la llamaban entonces que estaba en el departamento de Colonia. Don Carlos Gilles y su señora Ema Gonnet y Ricardo Gonnet y su esposa Blanca Griot, Omar Gonnet y Ema Barolín su esposa vivían en San Salvador o Santa Emilia. Don Carlos Gilles tomó la dirección de la Escuela Dominical y Dina Artus era instructora. Venían de Piedras Blancas en charret al cual subían todos los niños que cabían. Dina, “Tota,” me dijo que llevaba siete niños. Fueron años hermosos aprendiendo la Biblia, cantos, acrósticos, poesías… uno nunca olvida las primeras enseñanzas

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Vilma Artus Avondet

de la Escuela Dominical. En nuestras casas teníamos la enseñanza del Evangelio. Cuando se hacía la fiesta de fin de año nos juntábamos las Escuelas Dominicales en Miguelete en la quinta de don Jerah Jourdan. Pero otra vez a los años se fueron familias, Carlos Gilles y flia, Omar Gonnet y familia a San Pedro, Ricardo Gonnet y familia a Colonia Valdense, quedó Dina a cargo de la Escuela Dominical.

Esos campos eran propiedad de Karlen y Peirano que arrendaban a familias, pero con los años tenían que salir, el precio era muy elevado, entonces se dispersaron para varias colonias. Esos chicos se hicieron grandes e iban al catecismo a la Iglesia de Miguelete que pastoreaba el pastor Carlos Negríin.

Quedaron unos pocos niños, Yolanda Félix y Nelson Artus se hicieron cargo, en Colonia Larrañaga pero por pocos años, porque ya tenían edad para ir al catecismo. Fueron años muy hermosos pero no era fácil por los caminos y transportes, en charret y a caballo. Dios los bendijo y pudieron enseñar su Palabra.

Otra historia de la zona Me acuerdo cuando salieron las primeras radios a la venta. Mi padre compró una y era la única en la zona, los viernes de tardecita se hacía un culto por radio Colonia. Venían los vecinos para escuchar, pero como éramos muchos niños mi hermana “Tota” nos llevaba a una pieza al fondo, ahí cantábamos, nos hacía juegos para que no molestáramos a los padres que escuchaban el culto. Me acuerdo que esos días eran muy hermosos, deseábamos que llegara el viernes para juntarnos con los vecinos y jugar un rato.

Mi madre, Alejandrina Avondet., era “madam” de la zona y recibió muchos niños. A Odina Pilon que vive en Valdense y Estela Talmón en Miguelete, muchos más pero no me acuerdo de sus nombres. Desde luego si alguno “venía complicado”, llamaba al médico.

viene de página 1 Una de las cocineras era la mencionada al comienzo de este relato de la cual contaba con anterior amistad. Fácil es deducir lo que nos lleva a aquella fecha del principio.

El 17 de febrero, de extensión bastante menor que la actual, poco se parecía a un parque. Era necesario que alguien lo acondicionara y mantuviera al menos a tiempo parcial. Un integrante de la Comisión Directiva, Alberto Ar mand Hugon, me sugirió si le sería posible asumir la tarea. Luego de un ameno cambio de ideas se concretó la propuesta. Con mi esposa nos radicaríamos en el Parque con una dedicación horaria de medio día de trabajo de lunes a sábado. Pero, ¿dónde? Nuestro «cuartel» sería lo que entonces formaba la cocina despensa y enfermería. La dificultad radicaba cuando todo ese ámbito se necesitaba para campamentos, que entonces incluían prácticamente sólo enero y febrero. Solución: trasladarse al «puntiagudo rancho» ahora inexistente, muy próximo al viejo puente del «Ceibalito». La situación se mantuvo unos años, pero no era muy práctica.

Presenté la propuesta de construir una casa para el cuidador y su familia precisamente casi en el lugar que ocupaba el mencionado «rancho», que dicho sea de paso, se ubicaba estratégicamente cerca de la entonces entrada desde Playa Fomento. Se consideró, se dialogó, pero surgía «un pequeño» inconveniente. La situación económica no era la apropiada para una erogación de esa magnitud. Habíamos logrado unos ahorros por lo que presentamos una posible salida al tema: adelantar vía préstamo sin intereses y a una fecha de devolución que fuera posible al Parque, una suma de dinero para concretar el asunto. Con manos propias, las de mi esposa, mi suegro y un cuñado se llevó a cabo la obra: dos dormitorios, un porche amplio con vistas a un tercero que se realizó poco después, living, cocina, comedor y despensa. En 1967 otra hija, pero ahí ya no estábamos en el Parque.

Algo del 17 de febrero y su entorno Por esos tiempos la extensión del Parque era menor que la de hoy. Iba desde sus límites este y norte hasta el «Ceibalito» donde se encuentra el viejo puente entonces entrada de autos y peatones del lado de Fomento. Después se adquirió una franja más hacia el norte de la entrada.

Limitaba al oeste con «Casa Tron», la que después sería anexada y el gran salto fue la compra del parador Los Ceibos.

La parte norte estaba cubierta por chilcas y carquejas más altas que una persona. Los alambrados exteriores prácticamente desaparecidos, incluso el límite con la playa cubierto de candelas.

Respecto a «edificaciones», referí al principio con relación a nuestro estar, la ubicación de la cocina junto a ella, aún se conserva el piso, un «quincho» servía de comedor. No tenía paredes, por lo que en cuanto refrescaba, había viento o lluvia, se cubría lateralmente con una lona.

El dormitorio de las cocineras, una pieza con paredes de ladrillo techo de paja a pocos metros de la cocina le decíamos «La Ostra» porque alojaba «las perlas».

Sección Los Ceibos Se fue adecuando para uso campamentil.

Se alambró el terreno. Había que dejar una calle de comunicación como vía pública. Se hizo un cerco vivo.

En la Unión Cristiana en Colonia Valdense se proyectaban películas

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comerciales los viernes a la noche. A la noche siguiente se exhibían en «Los Ceibos» bajo la responsabilidad del suscripto con la valiosa colaboración de su esposa. En verano muchos domingos se pasaban documentales al aire libre en la ex pista de baile.

Creo que fue la única época en que Fomento y aledaños contó con un cine.

No había teléfonos particulares en la zona. Debía recurrirse a una cabina de ANTEL ubicada en «Parque Fomento» al lado de la actual rotonda y un monte de eucaliptus lleno de nidos de loras que parloteaban casi continuamente. El servicio de ómnibus era irregular o inexistente. Para proveer al Parque concurría algún mayorista o bien una administradora, recuerdo a Agustina Geymonat, me dejaba su auto Ford Prefect 51 para ir a Valdense, o lo hacía en el propio Hilman del 50.

Un año después de nuestra instalación en el Parque, merced a gestión realizada por el entonces secretario del Liceo DAU, el señor Víctor Geymonat, fui designado funcionario administrativo de dicho centro en reemplazo de Hugo Gonnet que se trasladaba con su esposa a Ecuador. Concurría en las mañanas y completaba el medio tiempo por las tardes. Una «Hondita» era mi locomoción. Confiar en ómnibus era imposible.

Pasó el tiempo, los hijos se hicieron grandes, debían estudiar, mis horarios se hacían difíciles, dejamos con una extraña mezcla de alegría y tristeza «nuestro» Parque 17 de febrero. Nos radicamos en Valdense.

Habría innumerables anécdotas y situaciones que aún tengo en mente pero sería demasiado extenso expresarlas y quizás de interés para pocos.

Sólo deseo agregar y perdóneseme el carácter personal, un homenaje a mi amada esposa que, pese a una difícil afección visual, trabajó duro, especialmente en una tarea no específica del sexo femenino: en el otro extremos del «trozador» con que realizamos un sin número de rolos y troncos para la insaciable cocina.