SEGUNDO DOMINGO DESPUÉS DE EPIFANÍA I. APERTURA Preludio Saludo: Nuestra ayuda procede de Dios, quien desea que todos los hombres y las mujeres sean salvados y lleguen al conocimiento de la verdad. Amén. Respuesta: Canto Salmo 146: 5-10. Oración: Dios nuestro, nos dirigimos a ti y te alabamos por todas tus obras. Las maravillas de la creación nos hablan de tu gloria, pero ésta resplandece de un modo más vívido en las maravillas de tu amor infinito para todos los seres humanos y para cada uno. Tú has liberado a tu pueblo de la esclavitud, y en Jesucristo quieres liberar a toda la humanidad, quieres derribar todo muro de separación, quieres que aprendamos a considerar no sólo el hoy sino también el mañana, en el que harás todas las cosas nuevas. Gracias por tu fidelidad en el obrar y mantener tus promesas. Por el poder de tu Espíritu transfórmanos en testigos activos de tu reino que es justicia, liberación y paz en Jesucristo. Amén. Canto Confesión de pecado: Dispongámonos a la confesión de nuestro pecado, escuchando, como dirigida a nosotros, la severa palabra de juicio que el Señor dirigía a su pueblo en tiempos del profeta Jeremías: “Pero mi pueblo me ha dejado a mí, que soy su gloria, por ídolos que no sirven para nada. ¡Espántate, cielo, ante esto! ¡Ponte a temblar de horror! Yo, el Señor, lo afirmo. »Mi pueblo ha cometido un doble pecado: me abandonaron a mí, fuente de agua viva, y se hicieron sus propias cisternas, pozos rotos que no conservan el agua.” (Jer.s 2: 11b, 13b) Confesión silenciosa Oración: Señor, también a nosotros, como a las generaciones pasadas, nos ha sucedido el abandonarte a ti, que eres la fuente de agua viva, para ir tras espejismos de los chorritos de agua que aparecen día a día pretendiendo darnos la renovación definitiva. También a nosotros nos ha sucedido el dejar de lado tus promesas para construirnos refugios ilusorios. También a nosotros nos ha sucedido el abandonar tus caminos por lo que no es más que vanidad y un correr tras el viento. Te lo confesamos, porque tu palabra pone a la luz, las grietas dramáticas y destructivas de nuestra vida. Te lo confesamos con confianza porque tu palabra nos dice que tú juzgas con amor, tú eres el Dios de la gracia. Sé paciente con nosotros, escucha nuestra oración, Señor. Te la presentamos en el nombre de Jesucristo, nuestra salvación y nuestra única esperanza. Amén. Canto Anuncio del perdón: El Señor ha anunciado su victoria, ha mostrado su justicia a la vista de las naciones; ha tenido presentes su amor y su lealtad hacia el pueblo de Israel. ¡Hasta el último rincón del mundo ha sido vista la victoria de nuestro Dios!” (Salmo 98,2-3) La salvación nos es anunciada, a nosotros y a la humanidad entera. Con alegría en la esperanza, alabamos al Señor. Canto II. LIURGIA DE LA PALABRA Oración: Señor, te inclinas hacia nosotros y con tu gracia nos elevas desde nuestras miserias. Tú eres el que da la luz: haz que podamos recibirla. Tú eres el que habla: haz que podamos escuchar. Tu Espíritu ilumine nuestras mentes, santifique nuestra voluntad y fortalezca nuestra fe. Amén. Lectura bíblica (Antes de la lectura): Escuchemos la Palabra de Dios, leyendo (indicación del texto) (Después de la lectura): Oh Dios, santifícanos en tu verdad: tu palabra es verdad. Interludio