En Bogotá Nos Vemos

Juventud, paz y política pública Una propuesta de Bogotá para el país

EN BOGOTÁ NOS VEMOS

Juventud, paz y política pública Una propuesta de Bogotá para el país

Alcaldía Mayor de Bogotá Gustavo Petro Urrego Alcalde Mayor

Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud - IDIPRON Roberto Antonio Contreras Mora Director

Martha Yaneth Sandoval Salazar

Subdirectora Operativa y de Métodos Educativos

Diego Edixon Karachas Rodríguez Segura Subdirector Técnico de Desarrollo humano

Sandra Liliana Chaves Rodríguez

Subdirectora Técnica Administrativa y Financiera

Ligia Stella Rozo Reina Jefe Oficina Asesora de Planeación

Mónica Constanza Guerrero Zambrano Jefe Oficina Asesora Jurídica

Diana Rodríguez Rojas Jefe de oficina Asesora de Comunicaciones

Publicación Roberto Antonio Contreras Mora Director

Martha Yaneth Sandoval Salazar Coordinadora Jóvenes en Paz

Carolina Rodríguez Lizarralde Ruth Vargas Rincón Coordinación de la publicación

Luis Enrique Almonacid Quintero Integrante Equipo de Investigación

Luis Vicente Bermúdez Santaella Coordinador Economía para la Vida

Felipe Chica Jiménez Coordinador PAT Gestión del Riesgo y Cambio Climático Jóvenes en Paz

Cristian Camilo Cuervo

Coordinador Académico Escuela Pedagógica Integral

Idelmeyer Cuesta Rodríguez Integrante Equipo de Investigación

Jorge Enrique García Londoño

Coordinación Convivencia Jóvenes en Paz

Ana Dolores Gómez Romero

Coordinadora Escuela Popular Itinerante

Kelly Johanna Gómez

Coordinadora Armemos Parche

Manuel Herrera Rodríguez PAT Producción y Gestión Cultural Jóvenes en Paz

Diego Edixon Karachas Rodríguez Coordinador Misión Bogotá Humana

Harrison López Cuartas

Integrante Equipo de Investigación

Sandra Martínez Murillo

Integrante Equipo de Investigación

Néstor Eduardo Mateus Oficina Asesora de Planeación

Sandy Biviana Morales Serrato Coordinadora PAT Jóvenes en Paz

José Arles Nova Villanueva

Coordinador Proyecto Justicia Juvenil

Andrés Pedraza Tabares

Integrante Equipo de Investigación

Érika Paola Ramos Mora

Coordinadora Módulo Introductorio y Campañas de Pares Jóvenes en Paz

Valentina Restrepo Ospina

Coordinadora Justicia Restaurativa

Carolina Rodríguez Lizarralde Coordinadora Equipo de Investigación

Diana Rodríguez Pesca Coordinadora ESCNNA

Hernán David Rodríguez PAT Logística y Producción de Eventos Jóvenes en Paz

Polivio Leandro Rosales Cadena Integrante Equipo de Investigación

Giovanny Salcedo García PAT Patrimonio Jóvenes en Paz

Victoria Sánchez Calderón

Integrante Equipo de Investigación

Mónica Fernanda Sánchez Rosas Rectora Escuela Pedagógica Integral

Judith Valencia Aparicio

Coordinadora Formación Técnica

Ruth Vargas Rincón Integrante Equipo de Investigación

Diana Elizabeth Viancha PAT Gestión Comunitaria Jóvenes en Paz

Layda María Zuluaga Rivera Coordinadora Talleres Economía para la Vida

Colaboración en la publicación Leonardo López Ríos Diagramación

David Melendro Suárez Diseño de portada

Oficina Asesora de Comunicaciones Equipo de Investigación Armemos Parche Fotografía

Registro ISBN 978-958-99226-9-9 Impresión: Editorial Scripto S.A.S. Primera edición: Bogotá, diciembre de 2015

Agradecimientos especiales a: Del IDIPRON: Unidades de Protección Integral Oficina Asesora de Planeación Oficina de Comunicaciones Equipo de la Escuela Popular Itinerante Equipo Armemos Parche Equipo ESCNNA Equipo de Pedagogía Equipo de Justicia Juvenil Equipo de Prácticas de Apropiación Territorial - Jóvenes en Paz Equipo de Investigación

Programa Colombia Joven - Presidencia de la República La Legión del Afecto Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico - IDEP Instituto Distrital de la Participación y Acción Comunal - IDPAC Policía Metropolitana de Bogotá Secretaría de Gobierno Subdirección para la Juventud - Secretaría Distrital de Integración Social Consejo Distrital de Juventud Mesa Distrital de Jóvenes Étnicos Mesa Local de Música - Localidad de San Cristóbal Festival ENTEPOLA Movimiento Animalista Agencia de Medios Techotiba Familia Ayara Jaguar Rojo La Redada Miscelánea Cultural Jóvenes participantes en los grupos focales Édgar Ardila Fabián Acosta María Teresa Salcedo Jaime Rendón Martha Lucía Gutiérrez Juan Cristóbal Restrepo Félix Peña Sebastián Rivera Ricardo Garzón Camilo Bogotá Álix Sierra José Miguel Sánchez Giraldo Fabián Romero Paulo Alberto Molina

Juventud, paz y política pública

Tabla de contenido La apuesta

9

Prólogo

18

Introducción Construyendo una ciudad justa con y para la población joven

22

Capítulo 1 La juventud bogotana: entre estereotipos y luchas por el reconocimiento

28

1.1. Seguridad, riesgo y juventud

29

1.2. Visibilidad / invisibilidad juvenil y justicia social

32

1.3. Enfoque de juventud y política pública en la ciudad 1.4. “Buscando a quienes están bajo las piedras”. La Bogotá Humana y su propuesta de paz

34 40

1.5. El IDIPRON: por la libertad, contra la invisibilización y trabajando en medio de la exclusión

42

Capítulo 2 Construyendo con la población joven una ciudad para la paz. Experiencias del programa Jóvenes en Paz

46

2.1. Focalización y caracterización en los territorios: el primer paso

49

2.2. La justicia restaurativa y el acompañamiento psicosocial: apuestas transversales

54

2.3. Pedagogía para la paz y la convivencia. El módulo introductorio del programa

60

2.4. Restituyendo el derecho a la educación

63

2.5. Habitando y re-significando los territorios de la ciudad: prácticas de apropiación territorial, campañas de pares, intervenciones y prácticas productivas

68

2.6. Aprendizajes del programa Jóvenes en Paz para la ciudad y el país

96

Capítulo 3 La atención de niñas, niños y adolescentes víctimas de explotación sexual comercial

102

3.1. El debate sobre la explotación sexual comercial de niñas, niños y adolescentes en el contexto global

102

3.2. El debate sobre la explotación sexual comercial de niñas, niños y adolescentes en Colombia

105

3.3. Explorando la problemática

107

3.4. La apuesta de atención del IDIPRON

111

3.5. Retos para la ciudad y la política pública

119

Capítulo 4 Aportando a la incidencia política juvenil

123

4.1. “Armemos parche”: de la participación al ejercicio de las libertades y el trabajo en red para la incidencia política y territorial

126

4.2. Semilleros Juveniles de Investigación: apropiando el carácter político del conocimiento desde la cotidianidad

138

4.3. Reflexiones para las políticas públicas de juventud

153

Capítulo 5 Visibilidad, restauración y apropiación territorial: ejerciendo el derecho a la paz

157

5.1. La educación popular como apuesta educativa en los territorios de la ciudad: la Escuela Popular Itinerante

158

5.2. La justicia juvenil será restaurativa, o no será. Aprendizajes del Centro de Atención a Adolescentes y Justicia Juvenil - CAAJJ

166

5.3. Las y los jóvenes como constructores de paz: uno de los grandes retos de la política pública de juventud

185

Capítulo 6 Narrando las experiencias del IDIPRON desde las voces de sus gestoras y gestores

193

6.1. Más allá de las cifras: una apuesta para que las y los jóvenes construyan paz

193

6.2. La experiencia de Jóvenes en Paz: otra mirada a la delincuencia

197

6.3. La Escuela Popular Itinerante - EPI: territorialización afectiva de la política pública de infancia y de juventud infancia y de juventud

209

6.4. Alternativas para la no criminalización de los adolescentes y la apertura de oportunidades para sus proyectos de vida ciudadanos: justicia juvenil restaurativa y mitigación del policonsumo en Bogotá

213

Juventud, paz y política pública

6.5. Construyendo nuevas experiencias juveniles a través de la formación para el trabajo

224

6.6. Misión Bogotá Humana: inclusión y formación para el emprendimiento

228

6.7. La estrategia de procesos sociales Armemos Parche

234

6.8. Experimentando nuevas posibilidades para producir conocimiento en la ciudad: la estrategia Semilleros de Investigación

242

6.9. Luchas y retos de lo institucional a lo internacional: Explotación Sexual Comercial de Niñas, Niños y Adolescentes

245

Capítulo 7 El IDIPRON un proyecto pedagógico para la restitución de derechos y la inclusión social

252

7.1. Contexto: las ciudades, la garantía de derechos y el ser humano una urgencia mundial por la justicia social

254

7.2. El enfoque de goce efectivo de derechos en las políticas públicas

257

7.3. El proyecto pedagógico del IDIPRON

259

Conclusiones Puntadas generales para la política pública de juventud

268

Bibliografía

284

FotografĂ­a: Edna Higuera

8

Juventud, paz y política pública

La apuesta Nos buscaban por debajo de las piedras, recuerdo la canción “y rasguñan las piedras” de Charlie García, porque nos buscaban hasta en las alcantarillas, en una me encontraron a mí, porque queríamos cambiar el mundo y porque nos íbamos hacia esas clandestinidades y rebeldías con armas en las manos no solamente a aprender matemáticas, filosofía, sociología, como en mi caso, sino a aprender a hacer una guerra.

Entre otras anécdotas, yo me acuerdo que jóvenes como nosotros, que estaban luchando en el Vietnam, aprendieron a cómo tumbar un helicóptero sin disparar. No me pregunten cómo, pero esa época nos trajo una juventud profundamente politizada, que sabía cambiar la música -los Beatles- que sabía cambiar el arte, la ciencia…De allí salió el computador, la programación, de allí salieron los ricos de hoy, Bill Gates, Jobs, tiraban piedra en sus universidades, allá en Berkeley.

No era una juventud propiamente excluida pero era una juventud que no se aguantaba el mundo en que vivía y lo cambió de una manera u otra, incluso nosotros cambiamos a Colombia porque pusimos al país a hablar de democracia, de qué es la democracia. Nos tenían bajo el Estado de Sitio. Hoy se quejan los ciudadanos porque hay grafitis en las paredes. Cuando salíamos a pintar una consigna, si nos cogían era, si sobrevivíamos, era Consejo Verbal de Guerra, La Picota, no nos dejaban expresarnos, este país no tenía una democracia, 25 años de estado de sitio.

Hoy tenemos algo en qué pensar de una manera diferente. Nuestra juventud terminó por allá en el año 89, yo tenía 29 años y puedo decir que en ese entonces terminó mi juventud propiamente, haciendo una propuesta de paz, armados, uniformados, endurecidos por las resistencias de la clandestinidad, por haber pasado por cárceles, por torturas, por innumerables sustos, en muchos rincones del país, por haber sobrevivido, literalmente. Muchas y muchos de nosotros no pudieron lograrlo. Están por ahí todavía enterrados en caminos recónditos, en trochas, sus familias buscan a muchos de nosotros, que desparecieron. Pero de una manera u otra, nuestra juventud terminó con una propuesta de paz y se hizo una paz y de allí nació una Constitución que en lugar de hablar de Estado de Sitio habla de derechos, una Constitución de derechos, vivir es un derecho, educarse es un derecho, la salud es un derecho, no se imploran, por el hecho de ser seres humanos tenemos derecho a la dignidad, a no ser excluidos, a participar, a construir el presente y el futuro, así nos equivoquemos. Allí surgieron otros procesos, otras cosas propias de la vida y la historia, los que sobrevivimos nos volvimos políticos devotos y por alguna razón a veces terminamos siendo gobernantes y hoy gobernamos.

Quienes gobernamos en Bogotá venimos de esa generación, con vidas diferentes pero con historias parecidas. Esta generación que fue joven ayer y que hoy gobierna, y que luchó por cambiar el mundo, ¿qué puede plantear hoy? Ya no tan jóvenes, relativamente jóvenes. ¡Qué podemos plantear hoy si no es otra propuesta de paz!.

9

Y quiero que la profundicemos para saber qué es lo que queremos transmitirle a la sociedad hoy. El pasado fue el pasado y de eso tenemos que aprender, pero estamos en un hoy. Si hoy fuéramos a recorrer esa juventud, la de hoy en el mundo, como lo hicimos antaño, ya no encontraríamos a los jóvenes vietnamitas, ni a los chinos hablando de una revolución cultural, ni a los ingleses y europeos hablando de cambiar la música, cantando las canciones de los Beatles. Ya no encontraríamos a los jóvenes tira piedra de los Estados Unidos, inventándose un computador, ya no encontraríamos a los jóvenes colombianos pensando en cómo cambiar el mundo. Otras cosas están pasando, de las que tenemos que darnos cuenta para bien o para mal.

Juventudes en la ciudad de Estocolmo, de otro color, del color tradicional de los vikingos en su piel, queman miles y miles de carros en esa ciudad, juventudes excluidas y populares de París ya no salen con la bandera tricolor a pedir la revolución, la igualdad, la fraternidad y la solidaridad; se van a los barrios populares y queman miles y miles de carros, y aunque hablan francés no son blancos, son árabes excluidos. La policía francesa los mira por encima porque ve en cada joven árabe un enemigo.

Y entonces, cuando abrimos las pantallas de televisión para ver la París de hoy no es el mayo del 68 que nosotros vivimos para hacer una revolución, y no es el filósofo Sartre al que guardan en sus libros los jóvenes debajo del brazo. Debajo del brazo hay fusiles apuntando a la propia sociedad francesa y en nombre no de Marx ni de la revolución sino en nombre del Corán, de Alá, y se visten de negro y se van con un nuevo fachismo y no por la religión sino por las maneras de pensar, a dominar, a esclavizar mujeres, a destruir la palabra democracia o la ilusión de la democracia en Siria, en Irak.

Hoy millones de personas y de jóvenes, de muchachos y muchachas, se escapan de sus países tratando de ir a Europa, cruzan el Mediterráneo, una de ellas murió ahogada embarazada, dio a luz debajo del agua y el feto también murió ahogado decía la alcaldesa de la Lampedusa ante el Papa.

Hoy las juventudes en los Estados Unidos queman media ciudad y tienen un color diferente, no digo al del presidente que por primera vez en su historia es negro, y la policía los asesina en cada esquina porque son negros y las cárceles de los Estados Unidos tienen la población más numerosa de toda la humanidad encarcelada y son negros, y los miran mal, y los excluyen y no viven como viven los blancos en los Estados Unidos. Y hoy las juventudes centroamericanas aprendiendo de lo que fue el narcotráfico colombiano y construyendo sus redes incluso al interior de la ciudad de Washington, de Nueva York, de los Ángeles; salvadoreños, mejicanos, nicaragüenses, latinoamericanos, puertorriqueños…se desocupa la isla de Puerto Rico…van a esas ciudades vendiendo droga para sobrevivir, consumiendo droga hasta la locura, hasta la muerte, construyendo los ejércitos armados más poderosos del mundo, porque ni siquiera el ejército de los Estados Unidos puede derrotarlos en los barrios populares de las ciudades norteamericanas: los maras.

10

Juventud, paz y política pública

No es a la revolución a lo que temen, es robar al vecino, es tratar de sobrevivir, es tratar de hacer de la vida propia lo que se ve en los comerciales de la televisión blanca, tener una modelo al lado, ir en un Ferrari y hacerlo rápido cuando se es joven, así todo esté en contra para hacerlo, el gran modelo de la sociedad occidental.

Aquí en Bogotá lo encontramos. De la inseguridad hablan, esta mañana escuchaba, a propósito del cumpleaños de Bogotá, en las emisoras, gente hablando. ¿Qué le regalaría a Bogotá? era la pregunta. Muchos dijeron, pues un alcalde diferente al que hay; pero escuché a una señora, o joven no sé, por la radio que decía: “yo le regalaría una gran limpieza social”. No cogí el nombre propio pero me puse a pensar qué significaba eso: la mentalidad paramilitar en la cultura política colombiana, la incapacidad de asumir la diferencia, pensar que, la pared gris es más bonita que la pared multicolor del grafiti, pensar que la ciudad solo llega hasta la calle 72, pensar que las formas de cultura urbana son exclusivamente las que se viven en el parque de la 93 y que se irradian a partir de los medios de comunicación como una cultura homogénea, generalizada para toda la sociedad como si la sociedad fuera igual, esa cultura anti democrática que excluye, que es de doble moral porque, por una parte, dicen hay que darle la mano a las víctimas y por otra parte cuando el alcalde dice que las victimas vivan en la 85 entonces se levantan despavoridos porque no pueden vivir al lado de una víctima de la violencia simplemente porque es más pobre que ellos.

Esa sociedad depredadora que entonces quiere que el habitante de la calle no esté en la calle sino confinado en el Bronx en donde las nuevas esclavitudes modernas se hacen presentes. No les importa que las niñas que han llevado a la prostitución terminen gratuitamente y esclavizadamente en las calles del Bronx, en manos de hombres que llegan a consumir y a usarlas sexualmente porque ellas no pudieron pagar la deuda de la droga. Esa esclavitud no les importa porque está escondida, porque está entre las grietas, debajo de las piedras, en esas mismas piedras por donde por debajo, nos movíamos nosotros cuando éramos jóvenes; mientras este excluida, mientras este clandestinizada, mientras esté invisible para la sociedad bogotana, las miserias de hoy no importan; si un alcalde muestra esas miserias, si las visibiliza entonces al alcalde hay que destituirlo, a través de los medios hay que decirle a la gente que es un alcalde loco y bruto y que no sabe nada de lo que es la ciudad, porque la ciudad es aquella que construye grandes autopistas para los carros y no aquella que levanta las piedras, visibiliza y saca la miseria humana para dignificar al ser humano.

Es esa juventud que en una sociedad depredadora como la sociedad bogotana ha sido también excluida y destruida, a esa juventud que la han llevado al consumo esclavizante de la droga, que la han llevado a la ausencia absoluta del saber y la educación, que la han llevado a la esquina sin parque y gris, que la han llevado al sitio donde no se puede jugar, que la han llenado de prohibiciones continuas como rejas, como cárceles, que van haciendo que una calle entonces tenga que ser disputada a sangre y fuego o a cuchillo porque no hay más espacio; a esa juventud que le han quitado cualquier posibilidad de decisión, de ser.

11

Decía algún alcalde de Medellín, antes de ser alcalde, que no nació para ser semilla. A esa juventud victimizada no la quieren ver cuando reacciona con la violencia que hemos visto en todo el mundo, con la violencia despierta en Washington, o en París o en Estocolmo, no la pueden entender como el protagonista central de lo que pudieran ser las nuevas guerras, las nuevas violencias, los nuevos conflictos, no la ven como en potencia la formación de las nuevas guerras y violencias en la historia de Colombia.

Por eso este programa y esta reunión aquí es una propuesta de paz porque aquí les estamos enseñando y es una apuesta en la que pusimos el corazón y aun no podemos decir que tenemos razón porque este programa comenzó en diciembre del año pasado, es el que más peligro tiene de ser cerrado el año entrante dependiendo de los cambios de política, este programa que tuvo más pasión que razón…La mitad de mis funcionarios no creían en esto, algunos hasta lo demoraron en el tiempo para que no empezara, hubiéramos podido empezar antes, este programa que es una apuesta de gente que hizo la paz y la guerra cuando era joven, que sabe qué es la guerra, que sabe lo que es estar debajo de las piedras y las alcantarillas, lo propuso aquí como una propuesta de paz. ¿Por qué? porque creemos que si se sigue excluyendo a la juventud tendremos de nuevo la guerra, pero no bajo la forma de las banderas revolucionarias de antaño, sino formas todavía más violentas, más pasionales, más irracionales, más incontenibles, como lo que estamos ya viviendo en el mundo, menos manejable si se quiere, con una peligrosidad que no es la de antaño que solo quería construir una democracia sino con la peligrosidad que es que no quiere construir nada, solamente reaccionar, la barbarie podría ser.

Nosotros hicimos entonces una apuesta: ¡y que pasa si a los excluidos, a los débiles, a las débiles, a quienes la sociedad quiere esconder bajo las piedras los incluimos, les damos poder, qué pasa en una sociedad! ¿Esa sociedad derivará hacia la violencia o disminuirá su violencia? Se puede medir hasta en estadísticas, todas las semanas lo hacemos, a ver si esto está funcionando, si le podemos decir al mundo que aquí tenemos un programa capaz de solucionar problemas en Washington, en París, en Pekín, en Tegucigalpa o donde quieran.

Pues apostamos a ustedes jóvenes, 10 mil fue la meta, y “que loco el alcalde ¿10 mil? si hasta ahora Bogotá ha podido si acaso con mil que era Misión Bogotá”, mil tenían.

Yo dije, agreguémosle un cero, debería tener dos ceros más, si realmente quisiéramos impactar cien mil, salieron las voces en el Concejo a decir, “uy, van a armar es un ejército, a armar un ejército, no, van es a organizar para que pongan los votos para no sé qué candidata o candidato, es la politiquería de Petro”. No, no podían entender lo que nos proponíamos aquí; pues hoy hay nueve mil de los diez mil, nueve mil de los diez mil, se decía que no íbamos a alcanzar la meta, “¿nueve mil de dónde”? De debajo de las piedras, del gueto, de las zonas más violentas por homicidio, las de mayores riñas, que coinciden con las de las mayores carencias en la ciudad.

12

Juventud, paz y política pública

Allá junto a Corabastos, allá en el Perdomo, allá en el Lucero, allá en Usme, en la frontera con los Llanos, allá junto al humedal Tibanica en Bosa, en Mártires, acá en el centro en Belén y Egipto, en lugares en donde ninguno de nuestro dirigentes políticos críticos de la administración de la Bogotá Humana se atreve a ir, no los conocen, no tienen ni idea de la Bogotá profunda y de los problemas que en esas esquinas encuentran…allá fue el IDIPRON, allá fue la Secretaría de Gobierno, allá llegó este Estado de la Bogotá Humana a levantar la piedra, fuimos al Bronx, a la esquina donde estaba la esclava sexual, el viejo muriéndose de hambre, la travesti con el Sida entre las venas a punto de morir, allá donde la joven y el joven rumiaban su odio por la exclusión; en todos esos lugares fueron apareciendo los 10 mil jóvenes y hoy, miren, 162 de ellos reciben su grado. ¿Qué es una revolución? Podría preguntarnos alguien de nuestra generación. Nosotros pensábamos, Cuesta (José), filósofo de la Nacional y exguerrillero del M-19, que era llegar en tanques de guerra, capturar al enemigo, llegar al Palacio de Nariño y cambiar el Presidente, con el pueblo rodeando los tanques, en una inmensa marea humana. Así era Cuba, así era Nicaragua: 1979, salió corriendo el dictador Somoza, los jovencitos de 17 años entraron con sus fusiles al Palacio de Gobierno a hacer la revolución. ¿Qué es hacer una revolución? Pues yo pienso que esto. Yo pienso que esta es la revolución.

Yo pienso que cuando cada una de ustedes muchachas, muchachos, decidieron salir de debajo de las piedras y venir aquí y entrar a la dificultad de abrir un libro, de volver a escribir, de volver a leer, de estar en la rutina de escuchar a un profesor, a una profesora, hasta el momento de venir aquí a recibir un diploma, cuando nadie apostaba por esto, cuando nadie ha contado esto al resto de la sociedad bogotana. Yo creo que aquí lo que hubo fue una revolución.

Y son ustedes los combatientes de esa revolución, ustedes van a salir de aquí a continuar esa lucha, la vida es una lucha permanente, el único momento en que uno deja de luchar es cuando se muere y ya pa´que. Lucha y vida son sinónimos. La vida es una lucha contra la muerte.

Ustedes van a salir de aquí a buscar otro diploma, el de técnico, el de poeta, el de artista de la calle, el de pintor, el de cantante, el de ingeniero de sistemas, el de matemático o matemática. Me gustaría tener aquí a los matemáticos que van a tratar de enseñarme qué es la matemática del caos porque yo no pude aprender qué es eso, los filósofos, los constructores y las constructoras de una nueva sociedad, porque ustedes tienen una experiencia, la de debajo de la piedra y la del saber juntas. ¡Qué peligrosos son! Pero ya no con la peligrosidad del que actúa para destruir, sin nada más que destruir, incluso a sí mismo…No, con la peligrosidad del que actúa conjuntamente para cambiar el mundo. Ustedes son dirigentes políticos. Político es pensar en los demás.

Uno de mis desesperos por tratar de que este programa permanezca y ustedes permanezcan en él, es los resultados. ¿Es una propuesta de paz? Pues miremos si en los 13

barrios donde estamos hay más paz. Ese es el primer hecho, si donde vivimos, donde andamos por las calles el joven, que antes era mirado por el viejo de manera desconfiada, o rayado, ahora es mirado con cariño y afecto. Miremos si este programa es capaz de derribar, de rasguñar las piedras. Miremos si en la zona de Corabastos disminuyó la riña, la lesión personal y el homicidio. Miremos si eso mismo pasó en el Lucero o en Ismael Perdomo. Miremos de dónde salimos con el programa Jóvenes en Paz y cómo estamos hoy. Y eso lo hacemos rutinariamente, y Roberto puede tener las cifras, ha dado un resultado que aún a final de año veremos si se refuerza. ¿Cuál es el resultado? En todas las zonas donde el programa Jóvenes en Paz actúa el número de riñas, el número de lesiones personales y el de homicidios ha disminuido. Esta es una propuesta de paz.

Es decir que la propuesta de la señora, que tiene voceros políticos y poder: “hagamos una limpieza social”, es una propuesta estúpida, sanguinaria, bárbara. Y aquellos que llenaron de fosas comunes La Escombrera, allá en la Comuna 13 de Medellín, de jóvenes descuartizados, y lo hicieron en las montañas en el sur, y lo hicieron en las planicies del Caribe, y lo intentaron hacer en Bogotá, porque en Bogotá salieron, y en Soacha, los jovencitos que llevaban en los camiones militares para después fusilarlos y vestirlos de guerrilleros… ¡para que un presidente pudiera decir que estaba ganando la guerra!...

Y lo hicieron con jóvenes nuestros, de los barrios populares…Ahora se los llevan a los camiones para hacer la guerra clandestinamente.

Que ese método que llaman de paz no es más que barbarie. Porque esta propuesta de paz que es completamente diferente, que no se basa en matar, sino en educar, y en sostener económicamente al más excluido, está dando muchísimos mejores resultados en reducción del homicidio, de la violencia, en las localidades en las cuales muchísimos de ustedes nacieron. Esta es una propuesta de paz.

Por eso la respuesta a la pregunta de la compañera es: Lo vamos a mostrar como la principal propuesta de la seguridad humana de Bogotá Humana porque ha demostrado su eficacia. Si es eficaz, permanecerá. Y la eficacia no solo está en los números de las frías estadísticas; la eficacia está en la lucha, alístense porque hay que seguir luchando, no solamente para conseguir el siguiente diploma, sino que hay que alistarse para que ningún inteligentísimo alcalde o alcaldesa se le vaya a ocurrir acabar con el programa.

Hay que salir, porque el camino es demostrarle al mundo que la nueva paz, eso que llaman los expertos el postconflicto en Colombia, la nueva paz, es la inclusión de la juventud en el poder, en el espacio y en la educación. Ese es el mensaje que estamos dejando aquí: poder para la juventud, que es saber, que es logros, es educación y es espacio físico…eso es lo que estamos dejando aquí. ¿Vamos a dejar morir este programa si hay un cambio político el año entrante? Ni de vainas, ni de vainas. Igual que cuando nosotros éramos jóvenes y nos decían ¿y vamos a 14

Juventud, paz y política pública

bajar la bandera por la democracia? Primero morimos, decíamos nosotros, y no dejamos.

La bandera de la democracia sigue ondeando, así digamos que falta mucho por hacer, la bandera no está enterrada debajo de las piedras, la bandera está ondeando, y ustedes son hoy la fuerza fundamental para que esa bandera se clave en el corazón de este país que se llama Colombia. ¡Nosotros no vamos a dejar que este programa se acabe. Ha dado sus resultados, es magnífico!.

Tienen que invisibilizarlo, no contarle a la sociedad bogotana lo que estamos haciendo… algunos muy interesados en que sea la electricidad contra los jóvenes, en que sean los cañones, los tanques de guerra, los ejércitos uniformados los que dominen a la juventud popular bogotana.

Ese tipo de experiencia de Estado de Sitio y de dictadura que cree que la libertad es pecado. No. Esto que hicimos aquí es demostrar que la libertad no es la pecadora, que los pecadores son los que matan la libertad. Y por tanto, pues alistarnos a la lucha, que la lucha es pacífica decimos nosotros, pero es lucha.

De aquí, el siguiente grado tiene que ser el técnico o la universidad. De aquí, la siguiente lucha es el crédito para hacer emprendimiento, para crear, de aquí la lucha es que los grandes líderes, o grandes o medianos o pequeños, personas que deciden en la política en la ciudad tendrán que hablar con su juventud permanentemente, porque la juventud, a partir de este programa es hoy una fuerza y un poder en la ciudad de Bogotá.

Cada vez que la juventud está al frente de la sociedad hay revoluciones, cada vez que la juventud está escondida en la retaguardia, de la sociedad, hay fachismos y dictaduras.

Nosotros hemos recogido una juventud de la retaguardia de la sociedad y la hemos puesto en la vanguardia. Luego, lo que aquí existe es una revolución pacífica y democrática: la revolución del saber, la de los jóvenes con poder, la de los jóvenes con poder para crear, la de la libertad finalmente, la que alguna vez como jóvenes nosotros también ansiamos.

GUSTAVO PETRO URREGO Alcalde Mayor de Bogotá Discurso inaugural de los grados de Jóvenes en Paz de IDIPRON

15

Fotograf铆a: Javier G贸nzalez

Prólogo Cada vez más se hace imperativo, contar con propuestas, estrategias y políticas públicas para la población joven, que no solo reconozcan en ellos su enorme potencial para crear, transformar y sostener los cambios de paradigmas que la sociedad reclama, sino que también reconozca por un lado, los obstáculos que enfrentan, la enorme deuda social que aún se tiene para con ellos; y por el otro, el lugar que reclaman “ellos y ellas” no el que el conjunto de la sociedad se ha imaginado pueden ocupar como agentes transformadores.

Se trata de hacer lecturas completas de los factores de exclusión vigentes hoy. Si bien es cierto, el país ha tenido avances en materia de garantía de derechos a la educación, la cultura y a la salud de los y las jóvenes, también es cierto que se han creado nuevas barreras de acceso relacionadas con la permanencia en el sistema educativo, el ingreso al sistema de salud, el uso de lo público; se trata de hacer visible los efectos que sobre ellos tienen realidades como el microtráfico, la trata de personas, la explotación sexual y comercial, el consumo de sustancias sicoactivas, aspectos que deben ser abordados no sólo desde las implicaciones que la ley demanda sino también -sobre todo si hablamos de jóvenes- en un sentido ético y humano desde la incidencia negativa que sobre sus cuerpos, mentes, amor propio, los mismos ejercen; ver a los y las jóvenes no sólo como actores generadores de violencias, sino reconocerlos como seres humanos excluidos de la educación, de la salud, de ingresos dignos, de familias, de territorios, de lo público.

Se trata de redimensionar la “calle”, la cual indudablemente ha cambiado sus dinámicas, redefiniendo para los y las jóvenes conceptos como habitar en calle o habitante de la calle y replanteando el cómo unos y otros se apropian de ella. Este reconocimiento de las nuevas dimensiones de la calle, resultan vitales en un marco de posconflicto, en el cual las ciudades se convierten en receptoras de diversa población del país y el quehacer en el IDIPRON tristemente ha demostrado que para los y las jóvenes sin oportunidades, ni redes familiares y sociales protectoras de ellos, al momento de abrir horizontes, sin el acompañamiento adecuado los caminos de la calle conducen al Bronx.

De igual forma se trata de hacer visible que persiste la deuda con estrategias efectivas para la generación de ingresos de los y las jóvenes, en primera instancia para suplir bienes básicos de su núcleo familiar desde tempranas edades, que deriva en su deserción del nivel escolar, para desplazar su acción buscando los ingresos requeridos para la manutención de su familia.

Un punto de reflexión importante frente a las dinámicas juveniles y la generación de ingresos, desde la experiencia del quehacer en el IDIPRON, es el consumismo. El consumo de la marca de ropa, de la última tecnología en celulares, de la moda, de accesorios, como configurador de identidades juveniles; consumo que en nada se restringe por la capacidad adquisitiva de los jóvenes o su estrato social y más bien se constituye en una presión más para la consecución de recursos financieros.

18

Juventud, paz y política pública

Para los y las jóvenes, el consumo de algunos bienes e incluso servicios, más allá de la utilidad práctica de los mismos –abrigarse del frio, comunicarse, caminar cómodamente; etc- tiene una significación que los diferencia y clasifica socialmente acorde con las categorías que ellos mismos han creado. Dicho de otra forma, les da un estatus y una identidad frente a sus amigos, su pandilla, su parche, su familia; los objetos consumidos son portadores de mensajes y de valores que nada tienen que ver con su uso real y más bien responden a un valor social acorde con su entorno construido social, cultural e incluso políticamente, que les permita reconocer a sus iguales y ser reconocido como igual, sentirse parte de. El consumismo de los y las jóvenes les permite dar un sentido a su realidad, configurar su identidad personal y lograr un lugar social.

Finalmente frente al lugar que ocupan y al que reclaman en los cambios sociales, es importante reconocer que las dinámicas de organización juvenil, las formas de acción colectiva, la concepción de lo público, de la cultura, del arte han cambiado, se trata de reconocer que para los y las jóvenes, ser parte de la transformación no solo pasa por los escenarios y formas tradicionales, sino que más bien le abre paso a diversas expresiones como el hip-hop, el RAP, el grafiteo, redes juveniles como expresiones y formas que van más allá de lo artístico, constituyéndose en nuevos activismos políticos, otras formas de mayorías sociales con otros sentidos comunes y políticos. Si se reconocen estas nuevas formas, entonces la relación de lo público en general y de lo público estatal no puede ser las que se ha construido históricamente con ellos y ellas.

Todas estas reflexiones son importantes en el ahora del país, en el que estamos viviendo un momento crucial para la construcción de la paz, en el que el debate público se concentra en la definición de mecanismos adecuados para asumir el posconflicto como oportunidad para el fortalecimiento democrático. En este marco, se reconoce la centralidad que tiene y tendrá la población joven en la construcción de una sociedad más equitativa, más inclusiva, más justa.

Lo anterior señala la urgencia de seguir luchando contra la injusticia y la exclusión para garantizar el bienestar y el goce pleno de los derechos de todas y todos los ciudadanos, especialmente de los más jóvenes. La ciudad nos demanda, entonces, enfrentar aspectos históricos y estructurales que han puesto en desventaja a la población joven, prestando igual atención a problemáticas contemporáneas y características del mundo globalizado.

Dentro de este contexto se enmarca el trabajo de IDIPRON, el cual se ocupa de población entre los 8 y los 28 años, hoy mayoritariamente la institución cuenta con población entre los 14 y 28 años, en una Bogotá que tiene cerca de 2.000.000 de jóvenes, lo que significa que de cada cuatro personas, una es joven. Esto, tal y como sucede en el resto del país, pone a la ciudad en una situación de bono demográfico que representa una oportunidad única de desarrollo y que se ve magnificada por las capacidades de las y los jóvenes como sujetos activos de cambio social.

19

En la Bogotá Humana asumimos la responsabilidad que tenemos con la juventud de la ciudad, movilizando acciones creativas y novedosas que aportan a la trasformación de las condiciones que hacen posible la exclusión, prestando especial atención a quienes han sido tradicionalmente invisibilizados y trabajando de manera colaborativa con las y los jóvenes y sus procesos organizativos. Esto, con el horizonte de renovar las formas estereotipadas como se suele representar a la juventud en nuestra sociedad, de avanzar en la incidencia política de sus demandas y propuestas, y de ampliar su visibilidad en la esfera pública.

En este marco, “En Bogotá nos vemos. Juventud, paz y política pública” presenta las experiencias y aprendizajes que el IDIPRON ha ganado durante cuatro años, a través de estrategias y programas anclados en diferentes territorios de la ciudad para movilizar el ejercicio ciudadano de las y los jóvenes, y construir redes protectoras de sus derechos.

Se trata de experiencias y aprendizajes que dan insumos para enfrentar los retos antes señalados, por medio de una política pública de juventud acorde con las necesidades y potencias de la población joven del Siglo XXI. En esta publicación se relevan problemáticas juveniles que hasta ahora no habían tenido suficiente visibilidad en la agenda pública de juventud de la ciudad, como la explotación sexual y comercial; se posicionan los enfoques de la seguridad humana y la justicia restaurativa para re-orientar el trabajo con jóvenes en alta vulnerabilidad, como lo hacen el programa Jóvenes en Paz y el Centro de Atención Adolescente y Justicia Juvenil; se proponen estrategias de redistribución de los ingresos como un paso clave para la equidad y la justicia social, como lo hacen Misión Bogotá Humana y Economía para la Vida; y, de manera especial, se presenta el hacer en los territorios como una apuesta posible para la transformación de los entornos de vida de niñas, niños y jóvenes, como lo hacen la Escuela Popular Itinerante, Armemos Parche y los Semilleros de Investigación.

El IDIPRON en la Bogotá Humana es una entidad revitalizada y fortalecida que acoge en su interior una experiencia histórica de trabajo con la niñez y la juventud, así como nuevas agendas y metodologías acordes con la Bogotá del Siglo XXI; una entidad que será capaz de liderar las acciones requeridas para enfrentar los retos que demanda el momento actual; y una entidad que ha tomado el riesgo de innovar su forma de trabajo con la población joven y que aporta estas experiencias a la ciudad para el diseño de una política pública de juventud que también deberá ser arriesgada.

Finalmente, hoy la “Bogotá Humana” puede decir con certeza que con lo hecho en estos cuatro años en materia de juventud, es posible optar por otras alternativas, es posible construirse otro mundo, otra realidad, y que “Bogotá Humana” ha estado allí para acompañarlos en estos nuevos derroteros. Hoy día, la Bogotá humana le pidió al IDIPRON trascender a ser un proyecto pedagógico y lo hicimos. Este proyecto, ha tocado y modificado las vidas de jóvenes menores de 28 años pero también las vidas de quienes hemos sido parte en el IDIPRON, de este proyecto, y estamos convencidos que Bogotá le dice al país que es posible proponer y hacer cosas por los y las jóvenes que están en 20

Juventud, paz y política pública

riesgo de estar en conflicto con la ley, por los y las jóvenes que sin ningún norte salen del sistema de responsabilidad penal adolescente. Estamos convencidos que Bogotá le dice al país, que si es posible diseñar y ejecutar acciones para que los y las jóvenes no solo reciban asistencia sino herramientas que les permitan modificar sus condiciones de vida.

Con convicción quiero señalar que detrás de este importante logro, hay una entidad como el IDIPRON que tiene una trayectoria, experiencia y experticia en atención a población joven altamente vulnerada. Igualmente hay un gran trabajo de todo un equipo de directivos, maestros, facilitadores, gestores, coordinadores, funcionarios y contratistas, que hicieron posible la concreción de una estrategia pedagógica de inclusión social de la “Bogotá Humana”, que empieza a dar sus frutos.

ROBERTO ANTONIO CONTRERAS MORA Director Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud - IDIPRON

21

Introducción

Construyendo una ciudad justa con y para la población joven La Bogotá Humana ha sido un proyecto político que le ha apostado a la consolidación de un modelo de ciudad centrado en los seres humanos y en su relación armónica con su entorno y con la totalidad de formas de vida. Ha sido también, en el mismo sentido, un proyecto crítico de aquellas condiciones que históricamente han sostenido la exclusión y la desigualdad en la ciudad y, en consecuencia, un proyecto político de transformación que propende, de manera especial, por la justicia social.

Para comprender cómo ha caminado la Bogotá Humana hacia la construcción de una ciudad justa, podrían elegirse diferentes rutas y enfoques, tantos como la misma noción de justicia demanda. Aquí hemos seleccionado el reconocimiento como encuadre porque uno de los asuntos que más ha concentrado la atención de esta Administración ha sido la inclusión en el orden sociocultural de aquellos sujetos a quienes, por diferentes razones siempre ligadas a prejuicios y estereotipos, la sociedad ha invisibilizado de la esfera pública, quitado y callado la voz, casi negado la posibilidad de existencia.

En el mundo de hoy, el enfoque del reconocimiento para acercarse a la justicia social es especialmente importante cuando se habla de jóvenes. Esto, porque las desigualdades sociales, económicas, políticas y culturales que caracterizan sus experiencias de vida en el marco del actual sistema capitalista, se sostienen y potencian, en gran medida, en las representaciones e imaginarios sociales que identifican a la juventud –especialmente a ciertos jóvenes ligados con la pobreza y la marginalidad- con el riesgo y la peligrosidad.

De hecho, es difícil pensar en la transformación real de las condiciones de vida precarias que afectan a los y las jóvenes del planeta, sino no se atienden con profundidad aquellos factores de la dimensión simbólica que producen su exclusión y que, en consecuencia, inciden negativamente en sus interacciones con otros actores sociales.

No obstante lo anterior, la Bogotá Humana ha entendido que al lado de esta apuesta por el reconocimiento, es vital desarrollar acciones para la redistribución del ingreso, el fortalecimiento de la incidencia política de las y los jóvenes, y el posicionamiento de un enfoque de justicia restaurativa que enmarque los procesos de justicia juvenil. Esto ha hecho posible mantener nuestro compromiso político con una justicia multidimensional. Así, lo que el proyecto Bogotá Humana propone es que la garantía plena de derechos, el bienestar y la inclusión efectiva de las y los jóvenes, requieren, ante todo, tratarlas y tratarlos con igualdad, logrando, a la vez, que ellas y ellos se sientan iguales y libres en la sociedad.

22

Juventud, paz y política pública

La labor del Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud – IDIPRON durante los últimos cuatro años ha sido, entonces, garantizar las condiciones necesarias para que esto sea posible, trabajando con la población joven hacia el reconocimiento y aportando a la consolidación de prácticas sociales acordes con la idea de justicia social.

Por ello, en nuestro trabajo ha sido vital la puesta en marcha de nuevas formas de vernos y relacionarnos intersubjetivamente; formas que al cambiar la manera como percibimos al otro, han movilizado la consolidación de escenarios públicos donde todas y todos podamos tener cabida, y de condiciones de vida en las que nos podamos sentir bien. Las experiencias ganadas en este trayecto y los retos que desde allí proponemos a la ciudad para pensar las políticas y problemáticas de juventud, son lo que integra este libro.

Los procesos que aquí recogemos no han sido fáciles y no tenemos en este momento fórmulas mágicas. Más bien, hemos ido enfrentando obstáculos y asumiendo apuestas con la certeza de que es en la práctica donde se van viendo con claridad los éxitos y fracasos de las decisiones tomadas. Creemos, en este sentido, que trabajar de la mano con las y los jóvenes de la ciudad y sus procesos organizativos, ha sido uno de nuestros mayores aciertos. De hecho, ha sido con ellas y ellos que hemos ido identificando los asuntos clave para la construcción de una ciudad justa desde el reconocimiento y que proponemos como rutas orientadoras de la política pública de juventud del Distrito.

Por un lado, la gestión pública participativa, entendida como instrumento de incidencia política que fomenta y se sostiene en un relacionamiento entre la población joven y las entidades del Estado marcado por la horizontalidad. Con esta perspectiva, el IDIPRON ha desarrollado estrategias que han hecho de la política pública un acuerdo que opta por la gestión de las agendas de los procesos juveniles –que son agendas de ciudad-, así como por asuntos en torno a los cuales giran las experiencias y proyectos vitales juveniles –los cuales le competen a toda la sociedad-.

Por otro lado, la territorialización de la agenda juvenil de la ciudad, asumiendo que es en sus territorios donde las y los jóvenes viven sus vidas y apropian, mientras transforman, el mundo social. En este marco, para el IDIPRON ha sido fundamental poner en discusión y re-construcción su agenda con las y los jóvenes en sus espacios cotidianos, aportando a sus propios liderazgos e involucrando en ello a la comunidad local como agente cogarante de las condiciones de posibilidad para el ejercicio de los derechos por parte de la juventud bogotana.

También relevamos la importancia de contar con una política pública de juventud que aborde al menos dos dimensiones de atención: la prevención y la reparación. En el primer caso, hablamos de incidir en las condiciones de posibilidad de las situaciones de exclusión para que éstas no sucedan y actuando antes que ello pase. En el segundo caso, en el que se ha centrado el accionar del IDIPRON, hablamos de actuar cuando el hecho de la exclusión ya ha sido producido para reparar los daños generados y restaurar los derechos vulnerados, siempre con un horizonte de transformación.

23

Y, por último, la consolidación de un enfoque de juventud en la agenda de ciudad que acoja las problemáticas que afectan a las y los jóvenes en sus múltiples dimensiones, respondiendo a la complejidad de sus experiencias vitales y articulando miradas que superen las nociones de riesgo y peligrosidad para procurar, más bien, el buen-vivir o bien-estar juvenil. En este sentido, a través de sus diferentes estrategias, el IDIPRON ha fomentado acciones intersectoriales que, en conjunto, aportan a la garantía plena de los derechos de las y los jóvenes, así como diálogos con diferentes actores sociales para que asuman la transversalidad que tienen los asuntos juveniles en los asuntos de la sociedad.

Teniendo en cuenta lo anterior, las páginas que siguen abordan tres grandes temáticas que hemos identificado como cruciales en la ciudad actual y que consideramos deberían ser motivo de reflexión en la política pública de juventud. La primera de estas temáticas es la relación entre juventud y paz; lo que aquí proponemos es pensar la construcción de la paz desde y en los espacios cotidianos de las y los jóvenes y como posibilidad de ser quien se quiere ser, haciendo de la esquina, del parque, del barrio, de la calle, escenarios de transformación política y para la tramitación de los conflictos sociales de formas no violentas. Esto parte de entender que es allí donde la juventud bogotana sufre gran parte de los daños que la afectan y que es también allí donde ésta cuestiona, resiste y modifica esas prácticas de daño. Para el desarrollo de esta temática se recogen experiencias de tres estrategias institucionales: Jóvenes en Paz, la Escuela Popular Itinerante – EPI y el Centro de Atención Adolescente y de Justicia Juvenil – CAAJJ. La segunda temática que estamos relevando es la incidencia política juvenil en relación con las luchas por el reconocimiento, a través de la exploración de dos estrategias del IDIPRON: Armemos Parche y Semilleros de Investigación. Aquí se enfatiza es la necesidad de otorgar nuevos contenidos a las nociones de participación y organización para dar cuenta del carácter político de las prácticas juveniles, de los escenarios diversos en los que se desarrollan y las motivaciones que las impulsan, y de las afectividades que les van dando forma más allá del Estado o, incluso, sin él. Teniendo en cuenta esto, nos interesa visualizar el efecto movilizador de estas prácticas, asumiendo que la participación y la organización juvenil tienen sentido en tanto logran una real incidencia política. Cómo definir si esto se logra o no y cuál debe ser, en este marco, el papel del Estado, es parte de lo que reflexionamos.

La tercera temática propuesta es la explotación sexual de niñas, niños y adolescentes – ESCNNA, con el interés de posicionarla en la agenda de juventud de la ciudad. Es que si bien se trata de un conjunto de problemáticas que afectan a muchos y muchas jóvenes bogotanas, hasta ahora no se ha incluido de manera decidida dentro de las prioridades de atención para garantizar los derechos de la juventud. El programa del IDIPRON que se presenta en este aparte ha recogido varias de las experiencias desarrolladas por la sociedad civil en torno a esta temática; sin embargo, también se ha encontrado con más de un reto dibujado cuando la atención recae en el Estado y en su responsabilidad como garante de derechos. Reflexionar frente a esto, asumiendo la priorización de la infancia y la juventud promovida por la Bogotá Humana, es nuestro principal objetivo.

24

Juventud, paz y política pública

Además de los capítulos descritos, este libro esboza en la primera parte un contexto de ciudad con enfoque de juventud, que permite otorgarle un sentido profundo y de largo alcance a las temáticas que estamos enfatizando y a los programas del IDIPRON que aquí presentamos. Se trata de una lectura que hacemos bajo la lupa del reconocimiento y que traza un marco de análisis de apuestas y experiencias institucionales que hemos llevado a cabo con la convicción de que resignificar el cómo nos relacionamos, respetando la especificidad de la experiencia de juventud y potenciando el ejercicio de la autonomía y la libertad juvenil, es fundamental para el fortalecimiento democrático y la construcción de la paz con justicia social. Para aproximarnos a esto desde las voces de sus gestoras y gestores, el libro recoge en el último capítulo sus narraciones.

La primera parte se entrelaza con las conclusiones, en el donde dibujamos algunas ideas a tener en cuenta en la política pública de juventud del Distrito. Así, retomando asuntos que han sido perfilados en esta introducción, optamos por una política pública en la que la represión y las miradas de riesgo y peligrosidad con las que se suele representar a la juventud en la sociedad actual, le cedan el lugar a la autonomía y la libertad.

Somos conscientes de que una sociedad no cambia profundamente en cuatro años y que el nuestro es sólo uno de los aportes de la Bogotá Humana a la ciudad. Lo que dejamos son, entonces, puntadas para una agenda pública de juventud que nos ayude a caminar, cada vez con mayor firmeza, hacia una ciudad justa; una ciudad en la que las y los jóvenes no sean excluidos por discursos y prácticas que los marcan mientras les quitan densidad; una ciudad en la tengan cabida, tal y como son o como quieren ser, y con la opción de cuestionar el poder que se ejerce sobre sus cuerpos y subjetividades desde el mundo adulto y los modelos de ciudadanía vigentes. Estas han sido las apuestas del IDIPRON.

25

FotografĂ­a: Edna Higuera

Capítulo 1

La juventud bogotana: entre estereotipos y luchas por el reconocimiento La ciudad puede ser entendida, entre otras formas posibles, como un espacio físico y simbólico donde se despliegan dispositivos de la sociedad del control para gobernar a los ciudadanos, a través de la instauración e interiorización, por parte de los sujetos, de comportamientos adecuados a un orden social de exclusión e inclusión. La población joven es, por definición, uno de los grupos sobre los que se despliegan con más fuerza estos mecanismos disciplinarios, en tanto se trata de subjetividades en formación. Son muchas las formas como puede operar este control sobre los cuerpos jóvenes. Una de ellas es lo que denominamos el enfoque del riesgo y la peligrosidad, el cual se refiere a un conjunto de representaciones sociales dominantes que definen a la juventud como un borde, como una población ubicada en el límite de la vulnerabilidad y lo potencialmente peligroso, y sobre la cual deben operar medidas de contención.

En este marco, la población joven de la ciudad, especialmente quienes se encuentran en situación de pobreza y de marginalidad, suele aparecer en las representaciones sociales dominantes como sinónimo de delincuencia, de consumo, de peligro, de amenaza al orden social. Por ello, en Bogotá se han construido políticas públicas para jóvenes -no políticas públicas de juventud- que priorizan a ciertos grupos marginados planteando necesidades como la contención de la pobreza, la criminalidad y la violencia (Entrevista con Fabián Acosta, 2015). Lo anterior ha llevado a que en la ciudad el tema juvenil suela aparecer asociado a la seguridad, transformando a las y los jóvenes en una tipología de “lo otro”, de “lo inseguro” (Entrevista con Édgar Ardila, 2015).

Dada esta estigmatización, la interacción de la población joven con la institucionalidad y con el resto de sectores poblacionales no resulta nada fácil. El constante señalamiento a las dinámicas, prácticas, expresiones y lógicas de las juventudes de la ciudad, no permite en muchas ocasiones un diálogo intergeneracional, ni tampoco un trabajo conjunto para resolver los asuntos que afectan a toda la sociedad. Así las cosas, para un o una joven desarrollar su proyecto de vida desde el graffiti, la educación popular, la comunicación comunitaria, el circo o el teatro, por ejemplo, es todo un reto. Y desde aquí, de nuevo, las y los jóvenes son considerados como un “otro” que no se comprende del todo desde la familia, la comunidad y, menos aún, desde el Estado.

Existen también otras formas de exclusión y conflicto social que afectan a la población joven de la ciudad como su cooptación por parte de las redes de las violencias urbanas, la opresión ejercida en ocasiones por la Fuerza Pública, la ausencia de condiciones para 28

Juventud, paz y política pública

el desarrollo de sus capacidades y la insatisfacción de sus necesidades básicas. Desde los enfoques vigentes antes señalados, las respuestas sociales y estatales en torno a estas problemáticas suelen privilegiar acciones institucionalizantes basadas en el castigo, la caridad, el asistencialismo y, en general, el control social. Se constituye así un sistema de “protección” que opera con apuestas resocializantes e integradoras en aras de evitar que el joven sea conflictivo con el sistema social, pero fortaleciendo la estigmatización de quienes se encuentran en situación de pobreza y marginalidad.

Con una lógica de exclusión, estas dinámicas generan obstáculos de acceso económico, social y cultural para la población joven, además de limitar su capacidad de incidencia política desestimando sus deseadas posibilidades de estar, hacer y ser en una ciudad que no los reconoce. No obstante, también movilizan acciones juveniles de resistencia y de ejercicio de la autonomía; luchas por ser vistos y escuchados en los propios términos y con la certeza de que lo dicho y hecho tiene efectos. Esto configura un escenario de constantes tensiones en el que, a pesar de la opresión, las subjetividades y los mundos juveniles pueden ser producidos con rasgos de libertad. Es allí donde debería enfocarse la política pública.

1.1. Seguridad, riesgo y juventud Las ciudades latinoamericanas viven actualmente un creciente protagonismo de las preocupaciones por la criminalidad y la inseguridad, sustentado en la idea de una “violencia difusa” que atraviesa la cotidianidad (Borja y Muxí, 2000). En este marco, ha cobrado relevancia pensar lo que genéricamente se conoce como “seguridad ciudadana”, desde aspectos variados como la segregación o fragmentación urbana (asociada a un capitalismo con enfoque neoliberal), el aumento de la violencia (especialmente entre y contra grupos vulnerables), y la precarización y estigmatización de territorios y grupos sociales (en asocio con las representaciones dominantes sobre la pobreza). Lo que se esperaría para superar estas problemáticas sería la puesta en marcha de políticas que concentren su atención en la transformación de las dinámicas estructurales de exclusión y desigualdad, expandiendo de esta forma la noción de seguridad bajo un principio de universalidad (Dammert, 2004).

Pero, ¿cómo se están tramitando en realidad estas situaciones? Borja (2003) plantea que en el marco de las políticas públicas se pueden identificar al menos dos formas: por un lado, aquella marcada por acciones positivas hacia los grupos vulnerables y sus procesos de inclusión, lo que supone reformas importantes de la policía y de la justicia para que sus operaciones no se concentren solamente en la prevención o represión de hechos violentos o delictivos; en este marco, se hace vital el compromiso y la participación de la sociedad civil en la gestión de programas con vocación social y cultural, así como en la reparación de los daños producidos en el marco de las violencias.

Por otro lado, se encuentra una forma de respuesta ligada al paradigma de la “tolerancia cero”, entendida ésta no como la prevención, tramitación y sanción de cualquier tipo 29

de agresión contra cualquier ciudadano, sino como una estrategia inmediatista y casi siempre elitista que opera a través de acciones represivas contra territorios y grupos considerados peligrosos y, por ello, marcados homogéneamente por la sospecha. En este sentido, uno de los aspectos a los que se le ha otorgado alta relevancia es el miedo, al cual asumimos acá como una construcción social, cultural y política (Dammert, 2004; Reguillo, 2000; Rotker, 2000) que instaura la seguridad de la defensa como prioridad. El miedo siempre se orienta hacia un objeto conocido y define los lazos de una comunidad emocional, el “nosotros” que se articula contra la percepción de amenaza y contra aquél que la representa, esto es, un “otro” (Dammert, 2004; Reguillo, 2000).

Lo anterior, siguiendo a Borja (2003), estimula una organización de la ciudad bajo la ecuación conocido=seguro y desconocido=inseguro, incluyendo en el primer término aquellos lugares donde el espacio se percibe como bonito, bien cuidado y, desde una perspectiva moral, bueno. La comunidad de la que hablamos, entonces, va adquiriendo unos límites claros: el “nosotros” aparece en las representaciones sociales asociado a lo ordenado, lo deseable y lo seguro, mientras que el “otro”, foco de inseguridad, se imagina como feo, caótico, malo y, por ello, anulable. Así, las representaciones de miedo e inseguridad se van vinculando a ciertos territorios y a sus habitantes, sobre los cuales opera un doble mecanismo de exclusión, ya que aparecen visibles en tanto sus carencias económicas y conflictos sociales circulan públicamente, pero no de la mano de preocupaciones éticas, sino como causalidad de la inseguridad que los signa.

Es posible plantear que en Bogotá sigue primando el primer enfoque de seguridad. Por ello, no es extraña la profunda percepción de inseguridad que atraviesa la cotidianidad urbana y que se expresa, entre otras cosas, en el riesgo que se siente al transitar por ciertos lugares de la ciudad; en la solicitud ciudadana de una vigilancia permanente del espacio público; en el poder (a veces ilimitado) que ejercen las instituciones policiales; en las numerosas historias que circulan sobre experiencias de terror vividas por propios y extraños; y en la estigmatización de ciertos sujetos o grupos sociales que la sociedad y/o el Estado consideran especialmente “peligrosos”. En este escenario, las prácticas de seguridad ciudadana han ido centrándose, cada vez más y con cierta legitimación social, en medidas policivas y acciones de corte represivo que afianzan discriminaciones y exclusiones de nueva y vieja data1.

Bajo en el enfoque del riesgo y la peligrosidad, la juventud está socialmente situada en la tipología del “otro”, de lo inseguro y, por ello, “se les ata las manos, se busca dejarlos quietos, bien sea a una guitarra o a unas esposas, porque se trata de evitar que se involucren en los escenarios del delito; así, las entidades terminan subordinadas a la idea de que los jóvenes pueden ser criminales. Lo que habría que ver es qué está pasando en Bogotá y por qué este tipo de lógicas son predominantes; es decir, por qué se prefiere 1 Estas ideas han sido desarrolladas por diferentes autores en sus lecturas sobre las ciudades latinoamericanas. Ver, por ejemplo: Alda, E. y Beliz, G. (Eds.). (2007); Alpizar, L. y Bernal, M. (2003); Dammert, L.; Karmy, R., y Manzano L. (2004); Lindón, A. (2005); Reguillo, R. (2000; 2000b; 2000c; 2003); Rotker, Susana (ed.). (2000); y Sarro, B. (2002).

30

Juventud, paz y política pública

aumentar la policía a desarrollar procesos de negociación con las barras futboleras o ejercicios de meditación con los jóvenes. Lo que priman son las medidas represivas, aunque se llamen preventivas, y se les reprime a los jóvenes por ser jóvenes, por tener la tipología” (Entrevista con Édgar Ardila, 2015).

Juventud y seguridad son, entonces, dos asuntos ligados en las representaciones sociales y en las prácticas ciudadanas e institucionales. Hay al menos dos formas de comprender esta relación: por un lado, desde un paradigma de la seguridad asociado con la defensa, según el cual la ciudadanía se siente segura si se siente defendida; esta perspectiva, que se basa en la exclusión y el rechazo, configura un “nosotros” estrecho en oposición a ese Otro que la sociedad identifica como amenaza potencial o real. Por otro lado, desde una apuesta por la confianza, gracias a la cual la ciudadanía se sentiría más segura en tanto más confíe en su entorno y en quienes lo habitan; este escenario, que está sostenido en la inclusión y en el reconocimiento, sería posible la apropiación de un “nosotros amplio” que asume la diferencia como parte constitutiva (Entrevista con Édgar Ardila, 2015).

En relación con la juventud, lo anterior ha producido cuatro efectos principalmente. Por un lado, la consolidación en las representaciones sociales de ciertos territorios de la ciudad como lugares del crimen sobre los cuales se espera que se concentre la atención del Estado, en los términos de seguridad de defensa antes señalados. Desde esta mirada y en el marco de unas políticas de seguridad que, a pesar de los esfuerzos de diversos actores, aún aportan a tales representaciones, estas zonas de la ciudad van siendo “limpiadas” de lo no deseable, o recuperadas, como suele presentarse, mientras siguen viviendo las condiciones de vulnerabilidad que históricamente las han caracterizado. Esto, además de quedar signadas con un rótulo de peligrosidad que oculta el hecho de que en ellas la vida cotidiana, con todo lo que implica en términos culturales y sociales, sigue llevándose a cabo.

El segundo efecto producido tiene que ver con la estigmatización de las y los jóvenes que habitan esos territorios signados y que en las representaciones sociales dominantes aparecen, entonces, con una doble marca, en tanto son jóvenes y en tanto viven en esos espacios. Tal señalamiento se traduce en una hostilidad creciente que les dificulta la movilidad libre por la ciudad, implicando, incluso, que para conseguir un trabajo o acceder a los bienes y servicios urbanos tengan que vérselas, primero que todo, con esa marca que las y los excluye. La confinación territorial termina asumiéndose como una estrategia de supervivencia que reduce la vida diaria de tales jóvenes a sus propios barrios, sin que ello signifique, no obstante, que allí las cosas operan necesariamente de otro modo cuando sus vidas transcurren entre conflictos con los vecinos por el uso del espacio público, tensiones con otros jóvenes y el poder ejercido sobre ellos por parte de los poderosos locales.

El tercer efecto es la homologación directa entre seguridad y justicia que se expresa en las representaciones sociales dominantes, en la medida en que la primera se asume en términos represivos, mientras que la segunda se enfoca en orientaciones judiciales. Bajo esta perspectiva, las y los jóvenes –especialmente quienes están en situación de pobreza 31

y marginalidad- suelen representarse como pre-criminales o criminales de facto, sobre los que se espera que recaigan medidas de “mano dura” y “tolerancia cero”2. Entonces, socialmente no sólo se le termina otorgando más poder a las instituciones policiales, sino que se suelen justificar las prácticas violentas ejercidas sobre estos jóvenes. En este marco de sentido se instauran aquellas políticas y acciones que buscan contener a la juventud, bien sea para evitar su introducción en los círculos de la delincuencia o para proteger a la sociedad que se siente amenaza por ella.

Finalmente, el cuarto efecto que nos interesa señalar tiene que ver con la homologación simbólica que se termina estableciendo entre juventud y cierta “condición de riesgo” permanente que hay que intervenir y reacomodar, por un lado; y entre las y los jóvenes y un “aura de peligrosidad” que se debe disciplinar y normalizar, por el otro. Estas dos caras de la misma moneda dan lugar al enfoque de riesgo y peligrosidad que señalamos antes, que suele empapar las agendas de juventud y las políticas públicas de la ciudad.

En este escenario, van siendo opacadas socialmente las miradas sobre la juventud que privilegian su carácter creativo y transformador.

De hecho, más que construir agendas y políticas con un enfoque de juventud que propendan por el bienestar de todas y todos los jóvenes, se siguen privilegiando acciones de contención enfocadas en ciertos jóvenes que están en “riesgo”. Estas políticas inciden en las condiciones urbanas de violencia, pobreza y criminalidad, pero no logran asumir estratégicamente a la juventud como experiencia y como campo; por ello, asuntos clave para las y los jóvenes de hoy, como el acceso a la educación superior y al trabajo, siguen sin ser tocados estructuralmente (Entrevista con Fabián Acosta, 2015; Entrevista con Jaime Rendón , 2105).

1.2. Visibilidad / invisibilidad juvenil y justicia social Retomando las ideas planteadas, se podría decir que la juventud es altamente visible en la esfera pública en tanto imagen de inseguridad y, por ello, en tanto cuerpos sujetos de control. No obstante, la pregunta que queremos subrayar en este punto es ¿cómo está apareciendo la juventud en lo público y es esa forma de aparición efectivamente una forma de visibilidad? Tal vez, en la medida en que lo que se hace visible en lo público es un estereotipo, una idea preconcebida, no existe una real visibilidad de la juventud. Es decir, de ellas y ellos no aparecen sus historias, ni sus percepciones, ni sus perspectivas; al contrario, en tanto aparece como una imagen (en riesgo y de peligro) es vaciada de experiencia particular, lo cual potencia el miedo difuso y la percepción de inseguridad que atraviesa la cotidianidad urbana, y es útil para justificar acciones opresivas sobre los sujetos que la habitan. Por ello, “es importante hacer una pedagogía social que debilite estos imaginarios sociales excluyentes y los estigmas de consumidor, peligroso y promiscuo (…) porque hasta ahora no hemos tenido la creatividad suficiente para generar estrategias de integración de los jóvenes en Bogotá” (Entrevista con Martha Lucía Gutiérrez, 2015).

2 Además de los autores antes señalados, este tema en particular ha sido desarrollado por Borja, J. (2003).

32

Juventud, paz y política pública

Teniendo en cuenta lo anterior, proponemos atender ese marco de sentido que, en el escenario de las representaciones de seguridad y de juventud dominantes en la ciudad, promueve la configuración de una dinámica de visibilidad / invisibilidad que va dando forma a una esfera pública excluyente y a una ciudad injusta para la juventud, en tanto su bienestar es afectado por los estereotipos y estigmatizaciones que recaen sobre ella. La propuesta, desde aquí y con base en la experiencia del Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud – IDIPRON, es aportar a la construcción de una ciudad justa para la población joven –y, en general, para toda la ciudadanía atendiendo en la política pública el reconocimiento, la redistribución, la incidencia política y la justicia restaurativa.

La política del reconocimiento, implica entender que lo que está siendo dañado por medio de las representaciones de la juventud que hemos señalado es la comprensión de sí mismos que tienen las y los jóvenes, así como su capacidad para actuar (Honneth, 2010). Lo que estamos enfatizando, entonces, es la importancia de acoger una noción de justicia que se define incluyendo las injusticias culturales que se arraigan en modelos sociales de representación, asumiendo que el remedio para esto es, ante todo, el cambio simbólico o cultural (Honneth, 2010). La política de la redistribución, por su parte, se ubica en el plano socioeconómico, dando especial importancia a las condiciones de vida materiales que le corresponden a las y los jóvenes; en su articulación con las políticas del reconocimiento, se trata de entender que “suele ocurrir que quien es excluido culturalmente sea desfavorecido económicamente. Además, no existen zonas puramente económicas o espacios exclusivamente culturales; cualquier práctica social es simultáneamente económica y cultural, aunque no necesariamente en las mismas proporciones” (Fraser, 2003: 63).

Por otro lado, la incidencia política nos remite a una dimensión política y se orientaría hacia el fortalecimiento de la capacidad de la población joven de incidir en las políticas públicas. Siguiendo a Innerarity (s.f), decimos que el reconocimiento consiste, sobre todo, en respetar la capacidad de cada quien para participar en los procesos en los que se definen sus condiciones de vida, con la oportunidad, legalmente asegurada, de hacer parte de las acciones de formación de la voluntad política y de la democracia deliberativa; en este sentido, la responsabilidad del Estado incluye tanto la garantía de las libertades personales, como la posibilidad de dar forma a las normas que garantizan la libertad.

Finalmente, la justicia restaurativa, en tanto una visión diferente a la promovida por el derecho penal tradicional, se concentra en la reparación del daño causado a las personas y a las relaciones sociales, más que en castigar a los delincuentes. Se trata, desde esta mirada, de movilizar procesos donde las partes involucradas en los efectos causados por un delito, resuelvan los conflictos con soluciones acordadas que incorporen no sólo el pasado sucedido, sino también sus implicaciones futuras. De manera especial, se espera que estos acuerdos logren la reintegración de la víctima y del infractor a la comunidad, atendiendo las necesidades y responsabilidades individuales y colectivas para avanzar hacia la restitución y la reparación (Márquez, 2007).

33

Pensada de esta forma, una ciudad justa para la juventud sería aquella en la que la población joven no se representa como peligro, sino como conjunto de posibilidades de transformación, al igual que lo son los conflictos que ella vive; una en la que se creen oportunidades para que las y los jóvenes construyan sus apuestas de ciudad, sin que la idea básica sea retenerlos para que no cometan más delitos; una en la que ellas y ellos decidan autónomamente sobre sus vidas, bloqueando las nociones vigentes que las y los asumen como sujetos en riesgo a los cuales hay que proteger o como sujetos peligrosos de los cuales la sociedad se debe proteger; una en la que fortalezcamos habilidades para el debate y construyamos escenarios donde nos sintamos seguros para participar libremente; una en la que la igualdad de oportunidades y de movilidad social sea una prioridad; una en la que la juventud no perciba al sistema institucionalizado como enemigo represor de sus libertades y su desarrollo, sino como aliado que potencia su capacidad de agencia. Cambiar perspectivas, luchar contra los prejuicios y desarrollar acciones articuladas entre actores que se reconocen mutuamente como diversos es, así, una forma de caminar hacia una ciudad justa (Entrevista con Julián Maldonado, 2015).

1.3. Enfoque de juventud y política pública en la ciudad Existen diferentes maneras de entender las nociones de juventud, juvenil y joven en las cuales no nos detendremos (Sandoval, 2002; Bourdieu, 1990; Margulis y Urresti, 1998; Reguillo, 2000). Por ahora, basta con entender la juventud como una construcción histórica y, por lo tanto, situada en tiempos, espacios y contextos socioculturales específicos, que se expresa de diversas formas y en el marco de experiencias concretas, y que se realiza entre diferenciaciones permanentes con quienes se ubican en otras categorías sociales. En este sentido, nos interesa enfocar la experiencia de juventud, entendiéndola como una configuración identitaria y de subjetivación que deviene en las diversas expresiones del ser joven, sobre la cual se ejercen múltiples formas de socialización --que son formas de control y disciplinamiento, generalmente ejercidas desde el mundo adulto -- y desde la cual se demandan y se van inscribiendo ejercicios de autonomía y de libertad (IDIPRON, 2015).

No obstante lo anterior y como lo hemos expresado a lo largo de este documento, en las ciudades latinoamericanas el enfoque del riesgo y la peligrosidad es dominante, bien sea para determinar la inviabilidad social de la juventud (“jóvenes vulnerables”) o para signar su carácter amenazante (“jóvenes peligrosos”) (Elizalde, 2013). Así, como lo plantea Reguillo (2003), el protagonismo de los jóvenes en América Latina ha crecido en las últimas décadas por medio de un proceso estigmatizador que los posiciona como los principales operadores de las violencias sociales, mientras los excluye de las posibilidades de incorporación productiva en la sociedad. Pero, ¿cómo se tramita social e institucionalmente esta relación o, en el marco de lo posible y desde la pluralidad que define a la esfera pública y a una ciudad justa, cómo se debería tramitar? Aunque existen varios caminos teóricos y políticos para desentrañar esta pregunta, acá avivaremos uno: el enfoque de juventud.

34

Juventud, paz y política pública

Posicionar un enfoque de juventud en la agenda pública de la ciudad requiere, primero que todo, la “culturalización de la política” (Reguillo, 2003), esto es, mirar y hacer política desde la cultura, en sentido amplio, cambiando las certezas, la institucionalidad y el lenguaje de la política, y haciendo de la dimensión cultural y de su transformación un aspecto clave en la búsqueda de una ciudad justa (Honneth, 2007; 2010). En este sentido, habría al menos tres claves para tener en cuenta: por un lado, la reconfiguración de las representaciones sociales que asocian de manera directa juventud – riesgo / peligrosidad, que legitiman prácticas represivas que operan sobre los cuerpos juveniles y sus subjetividades consolidando un escenario de desconfianza y de visibilidad / invisibilidad; por otro lado, poner en el centro de la mirada tanto los procesos estructurales como los “territorios de la vida cotidiana”, entre ellos sus cuerpos y el espacio público, donde las y los jóvenes van desplegando un conjunto de estrategias performativas para resistir, impugnar o negociar el orden estructural (Reguillo, 2003); y, finalmente, la comprensión de la juventud como “sector socialmente significativo” sobre el cual se debe incidir desde saberes específicos, hacia problemáticas poblacionalmente identificadas y con con-centrándose en el bien-estar, no en la periferia establecida por el enfoque del riesgo y la peligrosidad (Entrevista con Fabián Acosta, 2015). ¿Cómo se aterriza lo anterior en el contexto actual de nuestra ciudad? Un primer asunto a tener en cuenta es que en Bogotá la juventud es difícil de leer por su heterogeneidad; así, podemos categorizar a las y los jóvenes por tipo de territorio, por etnia, por género o por condiciones socioeconómicas, entre otras posibilidades, pero, dado que ninguna de estas categorías es totalmente incluyente, siempre será necesario abrir más ramas.

Quizás, entonces, la pregunta que debemos hacer es “¿qué es lo propio de ser joven hoy?, entendiendo que el mayor reto radica en que sean las y los jóvenes quienes se lean a sí mismos” (Entrevista con Martha Lucía Gutiérrez, 2015). Habría, no obstante, algunas claves de comprensión que pueden orientar el debate3 y, desde allí, la construcción de la base de la política pública de juventud, teniendo en cuenta que, para ser realmente incluyente y transformadora, ésta no puede enfocarse más sólo en ciertos jóvenes (a modo de “políticas para jóvenes”4), sino que debe centrarse en la experiencia de juventud.

Un primera clave tiene que ver con la lucha contra la desigualdad, ya que aún no contamos con una política de juventud que enfrente la pobreza y la exclusión de forma articulada con problemáticas y capacidades específicas de la experiencia de juventud. En este sentido, es importante visibilizar cómo la pobreza afecta de manera específica a las y los jóvenes de la ciudad, o cómo la reducción de la pobreza general de la ciudad se traduce de manera 3 Las claves de comprensión que aquí presentamos articulan algunos de los planteamientos que escuchamos en las conversaciones con académicos, jóvenes y servidores públicos. No pretendemos ser exhaustivos, sino mostrar algunos puntos de encuentro que se dibujan cuando se piensa la experiencia de juventud desde diferentes perspectivas.

4 Fabián Acosta (2005) propone una distinción interesante entre políticas para jóvenes y políticas de juventud; desde su perspectiva, las primeras se concentran en ciertos jóvenes (los más vulnerados, los más marginales) con un enfoque de riesgo, mientras que las segundas atienden las especificidades definitorias de la juventud en tanto categoría social densa y profundamente significativa. Esta distinción, que estamos siguiendo en gran parte para dibujar lo que llamamos enfoque de juventud, no implica desatender a los más vulnerados y más marginados, sino definir acciones estructurales que toquen el centro de las problemáticas que afectan a la juventud en tanto juventud. Desde aquí, sería la juventud y lo que le es propio, esto es, la experiencia de juventud, el objeto de la política pública, no los sujetos.

35

concreta en la reducción de la pobreza juvenil. En términos de acción, es fundamental posicionar en la agenda pública la responsabilidad que todas y todos tenemos como sociedad en la transformación de las brechas actualmente existentes y en sus efectos.

Asumir como sociedad y desde el Estado que la población joven siente y vive la política de diversos modos que pasan, de manera especial, por la expresión artística y cultural, es otro asunto relevante. Esto, potenciando la incidencia real de tales prácticas en la agenda pública de la ciudad y dando cabida, desde allí, a la transformación de aquellos lenguajes, espacios y mecanismos tradicionalmente asociados con la participación política. Desde aquí se dibujaría una ciudad con enfoque de juventud, donde las y los jóvenes podrían construir su autonomía en libertad. El problema a enfrentar, en este sentido, es que socialmente se reconozca a las y los jóvenes como sujetos que construyen experiencias de vida significativas, complejas y novedosas, que se acepte –no que se reprima- la movilización juvenil, y que sus propuestas y análisis sean integrados de fondo en la política pública5.

Estar vinculados en redes de consumo tecnológico es una de las características actuales del ser joven, porque las tecnologías hoy son parte de sus cotidianidades. Aunque esto no tiene un carácter universal, sí impacta profundamente la experiencia juvenil y su visión de realidad, así como la demanda del mercado hacia la juventud. Traducir esto en la política pública y aprovecharlo para la construcción de saberes y el bienestar de las y los jóvenes, son dos asuntos importantes6.

La política pública también debe asumir la tarea de construir una moratoria social con bienestar, indicando la responsabilidad intransferible que el Estado tiene en esta tarea.

Esto implica definir acciones para que la inclusión de la población joven en el sistema y ciclo educativo no se trunque, prestando especial atención a la educación superior7.

Así mismo, requiere la construcción de espacios de autonomía donde las y los jóvenes puedan discutir lo que les interesa, incidiendo en las decisiones colectivas y con las condiciones necesarias para construir sus proyectos y experiencias de vida.

Es también importante que la educación afronte las necesidades juveniles que insertan a las y los jóvenes al mundo laboral y que les impiden construirse como sujetos de conocimiento con autonomías sensibles. Desde esta perspectiva, no sólo se trata de definir una política educativa acorde con la experiencia de juventud, sino también de poner 5 Según lo encontrado por el Estudio Distrital de Juventud – 2014 (IDIPRON, 2015), el 94% no participa de las y los jóvenes de la ciudad no hace parte de una organización social juvenil o política. En este sentido, solo el 37,9% cree que este tipo de participación incide en las políticas públicas, frente a un 68,5% cree que sirve para desarrollar sus aspiraciones personales. No obstante, el 65,6% dice buscar espacios para desarrollar sus propuestas o tratar de concertar cuando sus intereses entran en conflicto con los de otras personas.

6 El Estudio Distrital de Juventud – 2014 (IDIPRON, 2015) muestra que el 87% de la población joven de la ciudad dice usar Internet. Su mayor uso se concentra en los hombres jóvenes (51,2%), en el grupo de edad de 24 a 28 años (42,7%) y en el nivel socioeconómico bajo (49%).

7 Según datos del Estudio Distrital de Juventud (IDIPRON, 2015), el 61% de la población joven de la ciudad tiene la básica secundaria y media como máximo nivel educativo alcanzado, mientras que sólo el 5% tiene la educación universitaria completa.

No obstante, al 34% le gustaría alcanzar el nivel universitario y al 19,7% un doctorado.

36

Juventud, paz y política pública

en su centro la simultaneidad entre trabajo y educación que muchos y muchas jóvenes quieren o deben asumir8: la ausencia de oportunidades para quienes egresan del sistema educativo y de políticas de primer empleo9; y las diversas formas de emprendimiento y generación de ingresos que ellas y ellos van creando en su cotidianidad10.

Temas como la movilidad y la migración juvenil deben ser asumidos como estratégicos en un mundo globalizado como el actual y en el marco de la precariedad que caracteriza las condiciones de vida de gran parte de las y los jóvenes bogotanos. Hablamos acá de movilidad y migración producto de diferentes factores como las violencias, la ausencia de oportunidades o los deseos de vida juveniles, incluyendo en la mirada los trayectos intra-ciudad, hacia Bogotá y hacia otras ciudades o países.

Es vital movilizar una “coalición por la juventud”, integrando a diversos actores sociales, económicos, políticos, académicos, institucionales. Esto porque los temas de juventud competen a toda la ciudad, no solo a la población joven, y porque se debe lograr una crítica de fondo al consentimiento social de asuntos que son intolerables y frente a los cuales hay que ofrecer oportunidades distintas. Tal propuesta es especialmente importante en relación con las entidades distritales, dado que la ausencia de un ente coordinador de los temas de juventud pone en riesgo la continuidad e integralidad de las políticas y acciones.

En relación con lo anterior, la integralidad de una agenda pública de ciudad con enfoque de juventud es central para superar el carácter limitado del actual enfoque poblacional.

Esto implica, además de lo que ya fue señalado, movilizar desde las y los jóvenes mismos alianzas reivindicativas con otros grupos poblacionales y sociales, mediante la identificación de peticiones, proyectos y capacidades compartidas. Se trataría de crear un bloque de transformación social, dado que el enfoque poblacional “no sólo aniquila la fuerza social sino que, además, pulveriza los recueros; esto, entendiendo que trabajar colectivamente no significa desaparecer las diferencias pero sí encontrar puntos en común” (Entrevista con Martha Lucía Gutiérrez, 2015).

Es fundamental transformar la mirada prohibitiva y punitiva que el Estado sigue teniendo frente a la juventud y desde la cual se orientan programas para evitar el riesgo y controlar la amenaza, más que para empoderar a la población joven y aportar a su autonomía. Se trata, en este sentido, de reflexionar en torno a los enfoques éticos que queremos en la política pública y como guías de intervención, y que, desde un enfoque de juventud, se esperaría sean transversales a la totalidad de políticas del Distrito.

8 El 64,2% de las y los jóvenes bogotanos creen que un joven debe trabajar y estudiar al mismo tiempo, aunque solo el 14,2% lo hace, según datos del Estudio Distrital de Juventud – 2014 (IDIPRON, 2015).

9 El Estudio Distrital de Juventud – 2014 (IDIPRON, 2015) muestra que el 47,4% de la población joven de la ciudad dice haber tenido un trabajo remunerado en el ultimo año, principalmente para apoyar a su familia (el 24,3%) y para ser independiente (el 19,5%). El 52,2% considera que la experiencia es el factor que más incide en la consecución de un trabajo satisfactorio.

10 Según datos del Estudio Distrital de Juventud – 2014 (IDIPRON, 2015), el 45,6% de jóvenes entre 24 y 28 años han emprendido proyectos e iniciativas propias para la generación de ingresos, frente al 34,5% entre 19 y 23 años y el 19,9% entre 14 y 18 años que dicen lo mismo. En el nivel socioeconómico medio se encuentra el mayor porcentaje (44%) seguido por el bajo (39,3%) y por el alto el (16,7%).

37

Fotografía: Sergio Cárdenas

Finalmente, fortalecer los canales comunicativos e informativos del Estado debe ser un tema importante en la política pública, como estrategia de acercamiento de éste con la población joven de la ciudad y de identificación por parte de ellas y ellos de los servicios ofrecidos por la institucionalidad. Haciendo uso de los lenguajes y formas de expresión juveniles, esto aportaría a la visibilidad y apropiación de lo público y, a su vez, al compromiso de las y los jóvenes con la política y acciones de la institucionalidad. En igual sentido, es de destacar que la formación política de la ciudadanía es responsabilidad estatal y que ello también puede ser un punto nodal de las políticas de juventud.

1.4. “Buscando a quienes están bajo las piedras”. La Bogotá Humana y su proyecto de ciudad Un proyecto de izquierda no debe buscar acabar con las instituciones de la democracia pluralista o la democracia liberal, sino buscar su radicalización. Si entendemos que los principios éticopolíticos de la democracia pluralista son libertad e igualdad para todos, encontramos que esos son principios bastante radicales; un proyecto progresista debe forzar a que las sociedades que profesan tales principios los pongan realmente en práctica y se extiendan a los más diversos aspectos de las relaciones sociales, no sólo frente a la economía, pues tanto la redistribución como el reconocimiento son importantes (Palabras al Margen, 2015).

Hablar de jóvenes y ciudad es hablar de la génesis misma de la Bogotá Humana, un proyecto político que, con una nueva mirada de orden estratégico y situada en el mundo globalizado, propone otras formas de relacionarse con el Estado, de interpretar y representar la ciudad, y de vivirla generando apropiación territorial. Son tres las apuestas centrales de este proyecto: la primera, una adaptación al cambio climático a través de la construcción de “un pacto inteligente con la naturaleza” en el que el agua sea el elemento ordenador territorial y político de la ciudad; la segunda, una reducción de la discriminación existente en la ciudad, con una opción preferencial por los sectores poblacionales que siempre han sido excluidos; y la tercera, un modelo de gestión pública centrado en los seres humanos y de cara a la ciudadanía que se sostiene en la pulcritud del manejo de los recursos públicos (Entrevista con José Miguel Sánchez, 2015). Todo esto ha dado forma a un modelo de ciudad centrado en la inclusión y en la justicia social.

El enfoque de derechos ha sido el nodo articulador de la Bogotá Humana y el horizonte de construcción de una ciudadanía con sentido de justicia y libertad. En relación con la juventud, esto ha implicado luchar por una esfera pública dispuesta en su totalidad a la vida juvenil, donde las intervenciones espontáneas y organizadas de las y los jóvenes no se satanicen, y crítica de la asociación entre miedo, inseguridad y juventud. Ha sido con esta perspectiva que el proyecto ha optado por reconocer a las y los jóvenes como aliados estratégicos en la gestión del modelo de ciudad propuesto y no sólo como usuarios de los bienes y servicios del Estado; la apuesta ha sido, entonces, por trabajar 40

Juventud, paz y política pública

con ellas y ellos en la apropiación territorial y del espacio público, respetando el ejercicio múltiple de sus ciudadanías y apoyando sus luchas por la no estigmatización y contra la violencia (Entrevista con Félix Peña, 2015; entrevista con Camilo Bogotá, 2015).

El concepto de “ciudad de derechos” establece el ejercicio y la garantía de los derechos humanos como uno de los caminos vitales para que la población joven apropie su lugar en la sociedad, desde el reconocimiento de sí mismos como sujetos políticos y de las expresiones culturales y políticas que les son propias y que se manifiestan en múltiples practicas estéticas, en escenarios no formales y en las interacciones que establecen entre sí y con otros grupos poblacionales. Es que los y las jóvenes vienen construyendo en la ciudad diversas formas de ser y estar que, en muchas ocasiones, son desconocidas, estigmatizadas o invisibilizadas por el conjunto social. Por ello, por ejemplo, para la comprensión de la juventud y su relación con la ciudad, es necesario asumir que las lecturas de la condición de ser joven no se pueden limitar ya a la familia o a la escuela, sino que deben incluir las relaciones que las y los jóvenes definen con sus semejantes, así como los lazos de identidad que trazan con el territorio (Barbero, 1998). Así, el “parche “ o “el combo” son escenarios donde la juventud encuentra hoy sus mayores referentes de identidad, mientras que la calle y el barrio van operando, cada vez más, como contextos de social y de expresión, resistencia, conflictos y afectos.

Retomamos en este punto la noción de ciudadanías juveniles, para resignificar la idea de la política desde un enfoque de juventud. Esto supone entender que, más allá de sus definiciones formales, ser ciudadano consiste en el acceso a un conjunto de garantías sociales que ofrezcan un marco mínimo de seguridad y de justicia, mediante la implementación de “políticas niveladoras” y no de “políticas compensatorias”. Así mismo, implica asumir que hoy en día las expresiones juveniles desafían los modos tradicionales de comprensión de los estandartes de la ciudadanía (esto es, participación, organización social y representación), reconociendo sus formas específicas de inserción en la esfera pública y potenciando nuevos escenarios en los que las necesidades de las y los jóvenes sean definidas por ellos mismos y no por quienes los piensan “desde arriba” (Reguillo, 2003).

Retomando las ideas antes planteadas, poner en marcha el enfoque de derechos de la Bogotá Humana con la población joven de la ciudad no ha radicado en la disposición de mecanismos de control social que la mantengan bajo un régimen de vigilancia, sino en su reconocimiento como sujetos de derechos, sociales y políticos con participación e incidencia en las decisiones y transformaciones de la ciudad, y con capacidad de impulsar procesos autónomos no dependientes del Estado.

Los avances obtenidos en el camino han sido significativos. En la Bogotá de hoy el ejercicio político de la juventud está en efervescencia y sus prácticas, antes ocultas, se pusieron en primer plano. Esto manifiesta un fortalecimiento del reconocimiento de la población joven, por parte de sí mismos y de otros, como potencia y constructores de ciudad, así como la expansión de sus libertades y de sus lenguajes políticos, y del ejercicio 41

de sus ciudadanías (Entrevista con Félix Peña, 2015; entrevista con Camilo Bogotá, 2015).

No obstante, uno de los retos que queda propuesto para las y los jóvenes es acercarse, con sus propias formas de ser y hacer, a otros ciudadanos, impulsando procesos de formación política y de reconocimientos que incidan en la transformación de imaginarios negativos y de estigmatizaciones aún vigentes.

1.5. El IDIPRON: por la libertad, contra la invisibilización y trabajando en medio de la exclusión En 2012 el IDIPRON inició un proceso de redefinición política, organizativa y misional acorde con el marco de sentido de la Bogotá Humana, que lo llevó a identificarse como un proyecto pedagógico que, desde un enfoque de derechos, trabaja con la niñez y la juventud de la ciudad para la transformación social y la formación de sujetos críticos11.

Aunque no de una manera explícita, en este proceso de cambio el Instituto logró poner en marcha diferentes estrategias que, en conjunto y en relación con la juventud de la ciudad, abordan las tres dimensiones del reconocimiento que Honneth (2010) propone para avanzar hacia la dignidad y la justicia. Así, podemos hablar hoy del IDIPRON como un proyecto que potencia el auto-reconocimiento por parte de las y los jóvenes como personas cuyas necesidades y deseos son tan importantes como singulares; que establece y moviliza en los entornos juveniles relaciones horizontales en las que las y los jóvenes son respetados como iguales; y que procura que las capacidades de la población joven sean valoradas como constitutivas de lazos comunitarios y de agendas colectivas. ¿Cómo se ha logrado esto? Lo primero fue reconocer que la mayor parte de la población con la que trabaja el IDIPRON es joven y que, aunque la juventud ha sido prioridad para la Bogotá Humana, no se cuenta con metas concretas que permitan evaluar los avances en la garantía de sus derechos y en su bienestar. La tarea consistió, entonces, en armar los propios derroteros institucionales, articulando el enfoque de derechos, la política de juventud del Distrito, el Estatuto de Ciudadanías Juveniles y las apuestas de la Bogotá Humana para desplegar su proyecto político en las agendas juveniles de la ciudad (Entrevista con Martha Yaneth Sandoval, 2015). Con esto en mente, centramos las rutas de acción institucionales en tres grandes apuestas frente a la forma de hacer y ejecutar política pública: la territorialización de la política pública de juventud, la gestión pública participativa con procesos juveniles y un particular enfoque de juventud.

La primera apuesta se hizo clara porque al imprimir el enfoque de derechos en el proyecto del IDIPRON, se hizo claro que también era necesario reformular la práctica institucional; se trataba, así, de transitar desde un enfoque puramente asistencial que había sido tradicional en el Instituto y desde el cual se trabajaba en el territorio con el propósito de buscar jóvenes que se atendían en las instalaciones de la institución, hacia un trabajo 11 El proceso de transformación desde el IDIPRON anterior hacia el actual fue narrado en el libro “Niñez juventud y derechos”, por ello aquí no nos detendremos en ello. Basta por ahora con señalar que el paso transcendental fue la incorporación del enfoque de derechos en el accionar institucional.

42

Juventud, paz y política pública

que, en el territorio mismo, construyera las condiciones de posibilidad para el ejercicio de los derechos por parte de las y los jóvenes de la ciudad. Para ello, se trazó una noción política y cultural del territorio que lo comprende como productor de subjetividades y de órdenes del mundo, y, a la vez, como producto de las prácticas de quienes lo habitan.

Esto nos enseñó la importancia de que la política pública tenga en cuenta las tensiones, pugnas, disidencias e incluso incomprensiones que operan en los territorios.

Teniendo en cuenta lo anterior y atendiendo la importancia de “construir condiciones o nichos de eco-habitabilidad social en los que niñas, niños y jóvenes tengan derecho al territorio, es decir, derecho a la ciudad” (Entrevista con José Miguel Sánchez, 2015), así como la centralidad que tiene para la juventud tener espacio, disputarlo, significarlo como recurso, como fuente de poderes (Lacarrieu, 2012), el IDIPRON hizo del territorio un instrumento político para la transformación. Para lograrlo, trabajó mano a mano con los procesos juveniles locales y articulando esfuerzos con entidades y actores barriales, entendiendo que quienes habitan los territorios son quienes mejor conocen tanto las problemáticas que los afectan y sus potencias. Esto dio forma a la segunda apuesta institucional, es decir, la gestión pública participativa, la cual parte de entender que aunque en la ciudad operan ciertas representaciones sociales de juventud excluyentes, éstas no son homogéneas y son impugnadas de manera permanente en las prácticas juveniles cotidianas.

Por ello, es más que necesario acercarse a las y los jóvenes reconociendo su capacidad de agencia y transformación, y articulando con ellas y ellos agendas que orienten la gestión del Estado hacia la realización de sus proyectos de ciudad; que fortalezcan sus propios procesos y autonomías; que creen otras formas de leer a la juventud; y que fracturen el enfoque de riesgo y peligrosidad que los excluye de la esfera pública. Así las cosas, han sido las agendas concertadas localmente las que han guiado, en gran parte, el accionar del IDIPRON. Lo anterior ha permitido incidir en diferentes frentes. Por un lado, en la transformación de las representaciones locales sobre las y los jóvenes, gracias a la cual “ahora se ve con menos sospecha que los liderazgos juveniles territoriales se apropien de los espacios de participación y de las políticas locales, con una cualificación política que se ha ido ganando desde el hacer” (Entrevista con José Miguel Sánchez, 2015). Por otro lado, ha fomentado una relación menos tensa y más colaborativa entre las y los jóvenes –y, en general, la ciudadanía- y el Estado, a la vez que ha fortalecido en ellas y ellos tanto en conocimiento de la institucionalidad y su oferta como de sus derechos y mecanismos de exigibilidad.

Esto, en una lógica de no competencia, de no cooptación y de no burocratización, pero sí de respeto absoluto hacia su autonomía desde la colaboración. Con el IDIPRON, entonces, “no se pelean presupuestos, sino que se discuten agendas” (Entrevista con José Miguel Sánchez, 2015).

Pero quizás el efecto más importante de esta forma de hacer política pública es que estas agendas acordadas territorialmente nos han permitido detectar asuntos vitales que la 43

política pública ha dejado por fuera. Es esto, en gran medida, lo que ha dado forma a nuestro particular enfoque de juventud. En el marco de la Bogotá Humana, una de las principales apuestas del IDIPRON ha sido “hacer visibles a las y los jóvenes que no han sido mirados ni tocados por una política pública que suele trabajar siempre con los mismos y que han sido vulnerados históricamente en todos sus derechos. Se trata incluso de jóvenes que ni siquiera han sido censados y que, por ello, no pueden ser objeto de la política, pero que se ven cuando se levantan las diferentes capas de la ciudad. Lo que esto nos muestra, en primera instancia, es que la política de juventud se está aplicando sobre unas realidades que no son las que son y que ello debe ser tenido en cuenta en su reformulación. Dado esto, la decisión institucional, que es una toma de conciencia de algo que ya estábamos haciendo en la práctica, ha sido actuar cuando el hecho de la exclusión ha sido producido y con las y los jóvenes que ya han sido dañados” (Entrevista con Martha Yaneth Sandoval, 2015).

Lo anterior nos distancia del enfoque del riesgo y la peligrosidad que ha caracterizado a la política pública de juventud y nos lleva más allá de la prevención, la cual suele ser el foco de atención institucional. Lo que nos interesa, al contrario, es encontrarle salidas al hecho que produce la exclusión, enfrentándolo para transformarlo, no sólo evitando de esta forma que más jóvenes lleguen a esa situación, sino también aportando a la movilización de modificaciones estructurales y de largo aliento que impidan la exclusión.

Se trata, entonces, de incidir en los aspectos culturales que fomentan y sostienen estas dinámicas y de cuestionar con acciones al orden social que, aunque las produce, sigue sin hacerse responsable, enfocándonos en las víctimas de las injusticias sociales y enfatizando soluciones, no problemas.

Lo que desde aquí se propone para la agenda pública es la inclusión y priorización de asuntos de juventud que aún no han sido tocados de fondo, con la respectiva asignación presupuestal, otorgando el mismo nivel de debate a temas generalmente resaltados –como la promoción cultural, el acceso a la educación, la generación de empleo y el emprendimiento– y a temas usualmente relegados -como la lucha contra la explotación sexual y la construcción de alternativas de vida para quienes salen del Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente.

Con esto en mente, el IDIPRON ha optado en su enfoque por la libertad y la autonomía, en contravía del proyecto de corrección, sanción y readaptación que promueve el enfoque del riesgo y la peligrosidad. Por ello, las estrategias institucionales proponen la construcción de contextos de vida y de relaciones distintas desde el afecto, la asunción de responsabilidades y la construcción de acuerdos, a través de metodologías centradas en la reflexión, la creación y el pensamiento crítico; así entendido, el del IDIPRON “no es un proyecto justiciero, aunque sí optamos por la justicia porque sabemos que el Estado está en deuda con los jóvenes de la ciudad, no al revés. Intentamos, entonces, ser una forma de ser distinta” (Entrevista con José Miguel Sánchez, 2015).

Teniendo en cuenta lo anterior, creemos que la crítica a la violencia y la transformación de los marcos de sentido que la sostiene pasa por la comprensión de las formas de 44

Juventud, paz y política pública

regulación del afecto y por la incidencia que éste tiene en nuestra lectura del mundo social. La tarea consiste, entonces, en ofrecer las condiciones necesarias para impulsar respuestas afectivas y morales diferentes, asumiendo la responsabilidad que tiene el Estado, pero también logrando que las y los jóvenes entiendan a los otros y se acerquen a ellos; esto permitiría trazar nuevas relaciones intergeneracionales y también nuevas lecturas sociales frente a la juventud.

Consolidar el proyecto de la Bogotá Humana en las agendas juveniles de la ciudad ha sido un proceso difícil e inacabado que, no obstante, le deja un gran legado a la ciudad. Es importante resaltar, en este sentido, que el enfoque de juventud del IDIPRON entiende que la experiencia de juventud sólo puede ser vivida a plenitud y en bienestar si hay garantía efectiva de derechos y, ante todo, si hay reconocimiento. “Esto le propone retos a las políticas públicas distrital y nacional, y a la Ley de Juventud porque la ciudadanía juvenil supone para su ejercicio que las y los jóvenes se reconozcan como ciudadanos; y ¿qué es lo mínimo requerido para que esto suceda?, que te reconozcas o te reconozcan como parte del territorio. No obstante, muchos de las y los jóvenes con quienes trabajamos no se sienten parte de algo y han sido tan excluidos que este mundo les importa nada. Que ellos nos digan esta la primera vez que me miran, es la primera vez que me siento como un ser humano para alguien, es algo que, sin duda, nos debe poner en cuestión la idea misma de ciudadanía” (Entrevista con Martha Yaneth Sandoval, 2015).

45

Capítulo 2

Construyendo con la población joven una ciudad para la paz. Experiencias del programa Jóvenes en Paz Jóvenes en Paz es una apuesta por encarar el tema de seguridad, convivencia y marginalidad desde la justicia social y la seguridad humana. Es un reto, no solamente de orden institucional sino también de orden político, al construir y adelantar una propuesta para la seguridad que lea a nuestros jóvenes desde la solidaridad y no desde el miedo, que supone las acciones de corto plazo pero sobre todo requiere de disponer de una visión de largo plazo que no sólo permita su continuidad sino las reales transformaciones de los conflictos. Jóvenes en Paz ha requerido de una contribución más activa y conjunta tanto de las miradas globales de la seguridad como de los lugares e interacciones entre marginalidad, territorio y conflictos y ha exigido al IDIPRON que desde lo pedagógico el programa sea a la vez medida de intervención y estrategia de prevención. Finalmente, el concepto de seguridad humana, sobre la que se fundamenta Jóvenes en Paz, muestra no sólo las debilidades y vulnerabilidades del ser humano sino también sus potencialidades, y ese es nuestro principal reto pedagógico, la construcción de apuestas de políticas públicas para los jóvenes desde lo humano. (Roberto Contreras, 2015)

El programa Jóvenes en Paz inició su implementación el último trimestre del año 2014, en el marco de un convenio interadministrativo entre la Secretaría Distrital de Gobierno, la Secretaría Distrital de Educación y el IDIPRON “para brindar acceso y promover la permanencia en el sistema educativo de jóvenes en alto riesgo de vincularse a actividades en conflicto con la ley o vinculados a escenarios de violencia en la ciudad” (IDIPRON, 2014). Su objetivo es reducir el riesgo de vinculación de las y los jóvenes en situación de vulneración a actividades en conflicto con la ley y de violencia individual y/o social por medio de la inclusión social, la restitución del derecho a la educación y el ofrecimiento de una garantía a la permanencia.

Jóvenes es Paz es un proyecto pedagógico, que vincula jóvenes menores de 28 años, el cual les permite mejorar su calidad de vida, prepararse para la vida productiva y resignificar su relación con el entorno inmediato, su familia, su territorio y consigo mismo. Con el fin de lograr que el chico o la chica permanezca y culmine los objetivos propuestos en el programa, ellos y ellas cuentan con una garantía de permanencia, que corresponde a 30.000 pesos diarios para su transporte, alimentación y vestuario, cuya entrega está sujeta a la asistencia del joven a las ofertas de formación que integran el programa y está respaldado por un acuerdo de corresponsabilidad que es firmado por el Director del IDIPRON y cada joven.

Sin embargo, más allá de la prevención del riesgo y como programa para la inclusión social desde lo pedagógico, lo académico y lo psicosocial/afectivo, sus horizontes de sentido 46

Juventud, paz y política pública

son disminuir los conflictos territoriales motivando otras relaciones comunitarias12, garantizando el ejercicio ciudadano por parte de las y los jóvenes, y transformando sus condiciones de vida para abrir nuevas oportunidades y aportar herramientas que les permitan construir, con bienestar y dignidad, los proyectos de vida que desean. De esta forma, “la acción del Estado no va hacia la conducta del individuo, sino a garantizar que ese individuo pueda optar, elegir, desarrollar y crecer en dinámicas de territorio propicias para la vida” (García, 2015, 10 de agosto).

El programa recoge gran parte de la experiencia histórica del IDIPRON y despliega en su totalidad el proyecto pedagógico institucional, presentándose, a la vez, como un gran experimento de gestión pública que ha requerido la construcción de nuevas metodologías, enfoques y agendas para la inclusión de la población joven en una ciudad del Siglo XXI. Desde esta perspectiva, Jóvenes en Paz ha permitido pensar otras formas de habitar la ciudad, transformando el espacio público en un lugar de aprendizaje y reconociendo a jóvenes que no aparecen en ninguna estadística: El Programa Jóvenes en Paz levanta capas de la ciudad y entonces uno se pregunta: ¿dónde estaban estos jóvenes? No estaban. No había un censo de ellos y no eran objeto de política pública, pues hay realidades que ésta no contempla. La política pública de juventud se limitaba a procesos organizativos y Jóvenes en Paz empieza a trabajar con otros jóvenes, quienes estaban en lo residual de la política, estos jóvenes que habían sido segregados e invisibilizados (Sandoval, 2015, 3 de agosto).

El programa articula tres estrategias del IDIPRON en las que participan jóvenes víctimas del conflicto armado, vinculados a pandillas, en ejercicio de prostitución, en situación de vida en y de calle, o en conflicto con la ley, entre otras condiciones de vulnerabilidad. Éstas son: Jóvenes en Paz, que se centra en la formación para la vida y la apropiación social del territorio, sustentándose en el proyecto histórico de los externados del IDIPRON; Misión Bogotá, que hace énfasis en la formación para la vida económica y en competencias laborales y Economía para la Vida, que se orienta a la formación en competencias laborales de jóvenes que priorizan la formación productiva que brinda el IDIPRON en los talleres productivos, retomando el proyecto histórico del IDIPRON de prácticas productivas. Desde Octubre de 2014 a Noviembre de 2015, se vincularon al programa 10.064 jóvenes, de los cuales el 42,85% son mujeres y el 57,15% son hombres.

Según líneas de trabajo, del total, 6.600 se vincularon a Jóvenes en Paz, 2.866 a Misión Bogotá y 598 a Economía para la vida.

El programa se desarrolla en las Unidades de Protección Integral – UPI del IDIPRON13, las cuales, en consecuencia, se definen como territorios de paz donde las y los jóvenes se sienten tranquilos, queridos, valorados y apoyados. La definición de reglas de juego 12 El programa ha priorizado 17 localidades de Bogotá: Bosa, Ciudad Bolívar, Usme, La Candelaria, Mártires, Fontibón, Kennedy, Puente Aranda, Rafael Uribe Uribe, San Cristóbal, Santa Fe, Suba, Teusaquillo, Tunjuelito, Usaquén, Barrios Unidos y Engativá, de acuerdo a los altos índices de violencia y delincuencia en la ciudad.

13 Las UPI donde se implementa el programa son: La 32, Perdomo, Molinos, Luna Park, Bosa, Santa Lucía, Servitá y Arborizadora Alta, ubicadas en las localidades de Puente Aranda, Ciudad Bolívar, Rafael Uribe Uribe, Antonio Nariño, Bosa y Usaquén.

47

compartidas ha sido vital para el funcionamiento de esta apuesta de bienestar colectivo; para ello, se ha puesto en marcha una triada de “inamovibles”: 1) no consumimos sustancias psicoactivas durante las actividades de formación; 2) no portamos armas en ninguno de los espacios del programa; y 3) no discriminamos a nadie por ninguna razón.

Estos acuerdos promueven, además, el autocontrol y la autorregulación.

Dada su magnitud, el desarrollo de Jóvenes en Paz no sólo ha requerido que el IDIPRON se reacomode pedagógica, logística, técnica y administrativamente, sino que, sobre todo, ha movilizado la articulación de una amplia red interinstitucional. Así, además del trabajo conjunto llevado a cabo desde el inicio con la Secretaría de Gobierno y la Secretaría de Educación, a lo largo del camino se han vinculado otras entidades como la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte; la Secretaría de Integración Social; la Secretaría de la Mujer; la Secretaría de Salud; la Secretaría Distrital de Planeación; la Secretaría de Ambiente; IDIGER; la Empresa de Renovación Urbana; la Empresa de Acueducto y Alcantarillado; y el Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA).

Jóvenes en Paz se presenta, entonces, como una muestra de la importancia y la posibilidad de articular esfuerzos intersectoriales para que la política pública asuma el carácter integral y complejo de la población joven, sus derechos y su experiencia de juventud: “se podría decir que éste es un piloto que da línea sobre la manera de implementar el modelo ideal de trabajo con jóvenes en alto riesgo y vulnerabilidad.

Pilotaje que ha demostrado que las metodologías, deben ser dinámicas capaces de transformase, adecuarse y crecer cuando el proceso lo requiere y que más allá de ser decálogos para repetir paso a paso, son la concreción de apuestas políticas y humanas” (Contreras, 2015, 6 de agosto).

A continuación se presenta un recorrido por los componentes del programa, los cuales siendo un proyecto pedagógico para la construcción de oportunidades para la vida, su concreción se aborda desde cinco componentes: 1. componente pedagógico académico, 2. el componente pedagógico para la vida, 3. Componente prácticas de apropiación territorial, campañas de pares, intervenciones y prácticas productivas y 4. El componente sicosocial, sociolegal y justicia restaurativa, este último desde el cual se abordan las realidades territoriales, familiares, económicas, sociales, jurídicas y emocionales como condicionantes necesarias para la comprensión y 5. configuración de un proceso pedagógico exitoso que le permita transformar y dignificar su entorno. El proceso inicia con la focalización, posterior caracterización y según sean los resultados de la caracterización inician sus estudios en primaria, bachillerato y/o técnica y se elaboran las agendas sicosociales y sociolegales.

El objetivo es narrar las experiencias -que se han ido (re)construyendo en el camino- para identificar principios orientadores, problemáticas de atención, metodologías de trabajo, actores involucrados, obstáculos, aprendizajes y retos. Estos son parte de los aportes del IDIPRON a la discusión de la próxima pública de juventud de la ciudad, desde un ejercicio de visibilización de sujetos y realidades que la actual no tuvo en cuenta.

48

Juventud, paz y política pública

2.1. Focalización y caracterización en los territorios: el primer paso Partiendo de la experiencia de los equipos territoriales de las entidades vinculadas desde el inicio a este proceso y con el propósito de evitar conflictos con los actores de los territorios, la focalización se desarrolló de la siguiente manera: “La focalización14 es un proceso de identificación en los barrios, apelando a la experiencia de los profesionales que desarrollan un trabajo cotidiano en los territorios, principalmente de la Secretaría de Gobierno y el IDIPRON. De igual forma, fue importante contar con redes de apoyo local, líderes de las diferentes expresiones juveniles de los barrios” (IDIPRON, 2014).

Para garantizar el adecuado desarrollo de este primer momento se creó un Comité de Focalización15 integrado por representantes del IDIPRON y de la Secretaria de Gobierno, cuya tarea principal fue recibir y evaluar la información de las y los jóvenes focalizados por los equipos territoriales para determinar si cumplían con los requisitos para participar en el programa16: En lo socioeconómico, la mayoría de estos jóvenes provienen de escenarios de periferia o de alta vulneración por sus prácticas violentas de relación; de barrios construidos por la necesidad de habitar una vivienda en las condiciones que sean, que al pasar del tiempo han crecido y han visto instaladas varias de las ofertas de servicios públicos más como una lucha que como la garantía de un derecho; o de barrios que se han impactado con procesos migratorios que los empujan cada vez más hacia la condensación de conflictos sociales y choques culturales que obligan a los residentes iniciales a buscar otro lugar para vivir. Su producción económica familiar proviene en la gran mayoría de trabajos en la informalidad y el rebusque, existiendo una gran presencia de una jefatura de hogar femenina, con ausencia paterna, o la permanencia de nuevas uniones conyugales que generan acuerdos económicos de convivencia. Así, se presentan casos de vivir en pareja para la subsistencia familiar, sobre todo de los más pequeños del hogar. Algunos de estos jóvenes comparten historias familiares de desplazamientos por el conflicto armado, otros de desplazamientos internos por un conflicto económico que cada día aleja más la posibilidad de un trabajo y un salario en dignidad. La mayor demanda de estos territorios es la vinculación laboral.

Políticamente tenemos, entonces, territorios de vida como escenarios de exclusión y discriminación continua por parte de quienes se otorgan el derecho a la justicia, pero, al mismo tiempo, una creencia firme en la necesidad de sobrevivir decentemente por el bien de los hijos. Se contrarresta de esta manera la construcción de un ser ciudadano con la de un ser para la sobrevivencia en la que se desarrolla la vida de mujeres y hombres padres de los jóvenes vinculados al programa; se reproduce sistemáticamente la ambivalencia entre el ser y el tener, dejando a estos jóvenes en la posibilidad de tener claro que son víctimas, principalmente económicas, de un Estado ineficaz, 14 La focalización incluye las siguientes actividades: realizar recorridos en los territorios priorizados para identificar a jóvenes que cumplen con los criterios del programa; presentarles la finalidad pedagógica de Jóvenes en Paz; y diligenciar el formato “datos de focalización”.

15 Entre las actividades realizadas por el Comité se encuentran: verificar si los jóvenes identificado cumple con los requisitos para participar en el programa; en caso afirmativo, convocar la respectiva jornada de caracterización; generar reporte del SIMI –el sistema de información del IDIPRON- con el listado de los jóvenes caracterizados y remitirlo a la Secretaría de Educación para que ésta valide el criterio de escolaridad.

16 En términos técnicos, el programa está dirigido a jóvenes entre los 18 y 28 años,; con más de un año desescolarizados/as; o que no tengan ningún nivel de formación o tengan un nivel incompleto; que habiten los territorios del Plan 75/100 o sus áreas de influencia; y que estén en alto riesgo de vincularse a actividades en conflicto con la Ley o vinculados a escenarios de violencia.

49

pero con la sensación de no querer el sufrimiento que da el esfuerzo para conseguir su bienestar material. La noción de lo político se centra en el abandono y en la focalización de leves programas para la integración social: los mínimos derechos, los mínimos accesos, las mínimas capacidades, y su relación más cercana en el ámbito político está muy relacionada con el escenario electoral, del que como comunidad saben sacar ventaja para la inmediatez.

En el desarrollo emocional y físico de los jóvenes esto hace mella, generando una cultura de la carencia, lo que les permite tomarse por mano propia lo que se considera propio, pero al tiempo estirar esa misma mano para solicitar la ayuda de entidades públicas cuando se necesita paliar alguna necesidad: salud, alimentación, educación, vivienda. Nada diferente de las prácticas sociales de sus mayores. Ser pobre es una profesión para la mayoría de estos jóvenes, quienes desde aquí responden por sus acciones, justificándolas en una historia que muchas veces no les pertenece, pero de la que se aprovechan. A esta dimensión cultural se le suman los estragos del narcotráfico en su amplio panorama y con sus diferentes consecuencias: los diferentes consumos, tanto los mediatizados como la imagen del “duro”, de que se es más feliz si se tienen las zapatillas, las gorras, el celular, como también las relaciones hombre-mujer que pasan por una estética preconcebida sobre la belleza y por la posesión; o esos otros consumos para la autodestrucción, como el abuso de sustancias psicoactivas, que disparan en el imaginario de los y las jóvenes una sensación de tengo el poder, hago lo que quiero, consumos que han generado en los jóvenes una identidad del “no copeo de nada” pero sigo el patrón impuesto para ser como la mayoría. La violencia entonces surge como una escena de lo cultural, la relación desde la agresividad y el demostrar que yo gano.

La violencia como factor de la dominación (Viancha, 2015, 13 de julio).

Después de la focalización de jóvenes y de su aprobación por parte del Comité, se desarrollan las jornadas de caracterización en los territorios y en cabeza del Área Psicosocial del IDIPRON, entendidas éstas como procesos mediante los cuales se produce información relevante sobre las y los jóvenes, identificando, de manera especial, factores de vulneración y factores protectores de sus derechos: El instrumento de caracterización está dividido por ejes de derechos. En el primer eje se encuentran el derecho a un nombre y a una identidad: nombre, apellidos, apodos, sexo, género, RH, edad, fecha de nacimiento, documento de identidad; y el derecho a una familia: con quién vive, datos de su composición familiar, si es una familia monoparental o una familia extensa.

También si pertenece a algún grupo especial de población: cabeza de familia, desplazado, mujer embarazada, habitante de calle, trabajadora sexual, relacionados a la delincuencia y /o violencia, etc. El segundo eje de derechos se refiere a la vivienda: en qué lugar está ubicada; si es propietario o vive en arriendo o invasión; el barrio y la localidad a la que pertenece, la dirección, el estrato; el tipo de vivienda, si es apartamento, lote, finca, rancho. El tercer eje de derechos se refiere a la salud: si está afiliado a un régimen especial de salud; tipo de afiliación, contributivo, subsidiado o ninguno; si tiene alguna discapacidad física o mental, si usa algún método anticonceptivo, si es voluntario o no. El cuarto eje de derechos se refiere a la educación: si sabe leer y escribir, si actualmente está estudiando, cuál es su nivel de escolaridad, el último año aprobado y cursado, desde hace cuánto tiempo dejó de estudiar y si tiene certificados del último año de escolaridad; también se pregunta por las actividades de mayor interés, si le interesa estudiar, o emplearse, aprender un oficio, fortalecer saberes y habilidades, o realizar un proceso de recuperación frente al consumo de sustancias psicoactivas o tener un negocio, así se parametriza el perfil vocacional de los jóvenes.

50

Juventud, paz y política pública

Otro ítem se refiere a las actividades de permanencia en calle: cuánto tiempo al día permanece en la calle, menos de 6 horas o más de 6 horas, las actividades que realiza en su tiempo libre, si practica algún deporte, baila, mira televisión, duerme, si pertenece a algún grupo, tribu, pandilla, parche o barras bravas y si en algún momento ha estado privado de la libertad. Así se indaga si el joven está en el Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente o ha estado vinculado, si ha sido aprehendido cuál fue la conducta motivo de aprehensión, hurto, lesión, homicidio, y se le pregunta si está cumpliendo alguna medida pedagógica o no. Hay un aparte sobre el consumo de SPA, edad de inicio y cuántos años lleva consumiendo, frecuencia de consumo, diario, semanal, quincenal, e intensidad de consumo diario (veces), de 1 a 4, de 5 a 10 o más de 10, tipos de SPA, entre otras, tabaco, alcohol, chamber, marihuana, bazuco, heroína y opiáceos, cocaína, perico, inhalantes, gasolina, pegante, poper, anfetaminas, etc.

El quinto eje de derechos se refiere al derecho al trabajo y empleabilidad; aquí se intenta averiguar si el joven ha estado empleado, cuánto tiempo ha estado empleado, si tiene trabajo en la actualidad tipo de vinculación laboral, por días, independiente, informal, fijo o contratista, en qué jornada trabaja mañana, tarde, noche o por turnos; cuánto suman sus ingresos. Finalmente se hace la pregunta si ha recibido algún apoyo por parte de alguna entidad: IDIPRON, familias en acción, etc., qué tipo de servicio ha recibido, durante cuánto tiempo, y cuál es el motivo de atención o ingreso. Si ha tenido algún contacto con IDIPRON, se le consulta cómo se puso en contacto o cómo hicieron relación con él o ella. Si ha sido enviado por una institución para protegerlo, etc. (IDIPRON, 2015e).

Este procedimiento de caracterización se realiza en dos momentos: primero, en las jornadas de valoración inicial y vinculación a la estrategia convocadas por el IDIPRON y la Secretaría de Gobierno para diligenciar las fichas de ingreso de las y los jóvenes focalizados e iniciar la recolección de los documentos requeridos para participar en el programa; y segundo, en el plan de acompañamiento individual que orienta el proceso de cada joven y que se elabora interdisciplinariamente a través de una serie de valoraciones personales durante su tiempo de permanencia en el programa.

Una vez cumplida la primera fase de caracterización relacionada con las jornadas de valoración y de ingreso, los y las profesionales del equipo psicosocial, continuarán con el abordaje individual, familiar y social, haciendo un seguimiento permanente con el o la joven teniendo como referencia el Plan de Acompañamiento Individual que guiará el proceso de cada joven.

Este acompañamiento permitirá evaluar y definir las respectivas recomendaciones. En caso de requerir la caracterización domiciliaria, se identificarán aspectos relevantes del contexto con el fin de direccionar el proceso de atención en cuanto a expectativas y construcción de proyecto de vida, identificando los derechos vulnerados del o la joven, y de esta manera orientar acciones frente al goce efectivo de derechos (IDIPRON, 2014).

Entre octubre de 2014 y noviembre de 2015 el IDIPRON realizó 257 jornadas de caracterización17 en los horarios acordados con los parches, combos, barras, pandillas y 17 Las dinámicas por localidad fueron las siguientes: Ciudad Bolívar, 80 caracterizaciones y 4.320 jóvenes caracterizados; Rafael Uribe Uribe, 36 caracterizaciones y 1.087 jóvenes caracterizados; Usme, 26 caracterizaciones y 1732 jóvenes caracterizados; San Cristóbal, 17 caracterizaciones y 843 jóvenes caracterizados; Santa Fe, 17 caracterizaciones y 583 jóvenes caracterizados; Kennedy, 13 caracterizaciones y 622 jóvenes caracterizados; Suba, 11 caracterizaciones y 488 jóvenes caracterizados; Bosa, 8 caracterizaciones y 311 jóvenes caracterizados; Usaquén, 8 caracterizaciones y 175 jóvenes caracterizados; La Candelaria, 5 caracterizaciones y 56 jóvenes caracterizados; Los Mártires, 5 caracterizaciones y 56 jóvenes caracterizados; y otras localidades, 31 caracterizaciones y 617 jóvenes caracterizados.

51

FotografĂ­a: Edna Higuera

otros grupos juveniles, especialmente en las noches (después de las 6:00 p.m.) y los fines de semana, lo que implicó esfuerzos institucionales adicionales.

2.2. La justicia restaurativa y el acompañamiento psicosocial: apuestas transversales 2.2.1 Acompañamiento Psicosocial Una vez surtida la fase de caracterización y vinculados las y los jóvenes al programa formativa, se continúan las valoraciones personales que se mantienen durante su tiempo de permanencia en el programa, con el fin de implementar un Plan de Acompañamiento que guía el proceso de cada joven; el desarrollo de estos planes cuenta con el apoyo de un equipo interdisciplinario, encargado de hacer seguimiento a objetivos, actividades, tiempos y avances, así como de evaluar y definir las respectivas recomendaciones. En caso de requerir la caracterización domiciliaria, se identificarán aspectos relevantes del contexto con el fin de direccionar el proceso de atención en cuanto a expectativas y construcción de proyecto de vida, identificando los derechos vulnerados del o de la joven, y de esta manera orientar acciones frente al goce efectivo de derechos.

La agenda psicosocial permite reconocer la particularidad de los y las jóvenes, entender sus múltiples contextos barriales, familiares, económicos, sociales, culturales y políticos que le determinan su identidad, su mundo emocional y la forma de relacionarse consigo mismo y los demás. Con esto en mente, para el quehacer del IDIPRON, el acompañamiento psicosocial es eje central y vital en los procesos con ellos y ellas; este acompañamiento tiene tres objetivos fundamentales: el primero, crear las condiciones para que accedan a distintos servicios de la red distrital que les permiten ir hacia la garantía de sus derechos, tales como documentación, afiliaciones a salud, ingreso de sus hijos e hijas a los jardines infantiles, así como, el restablecimiento de sus redes de apoyo. El segundo, acompañar a las y los jóvenes en la elaboración de un plan de corto plazo que garantice el buen uso de la garantía de permanencia. Y el tercer objetivo, construir un proceso reflexivo-vivencial, sobre sus redes sociales, familiares y de apoyo para que estas le contribuyan a la resignificación de su realidad, a reconocerse como sujeto de derechos y a vivirse como actores de su propia vida.

(Martha Yaneth Sandoval, 2015)

De otra parte, se hace seguimiento, especialmente cuando se ha encontrado inasistencia permanente de los jóvenes de acuerdo con las acciones que se le hayan programado, para lo cual, el equipo psicosocial establecerá las causas que motivaron la inasistencia y en consecuencia realizar el abordaje oportuno para analizar con él o la joven si se continúa o no a su vinculación al programa.

Para el cumplimiento de los objetivos propuestos, a manera general se abordan individualmente los siguientes aspectos:

54

Juventud, paz y política pública

Valoración y agenda social Refleja los acontecimientos y hechos significativos en ámbitos relevantes como el socio familiar, el educativo, el de salud, etc. Se trata de acontecimientos que el o la joven va describiendo durante la entrevista. En este aspecto, se indaga por la situación actual, en aspectos como con quién vive y los años escolares que ha cursado, además de identificar aspectos relacionados con lo convivencial, situación económica y laboral, vivienda, salud, hijos y ocupación del tiempo. A modo de síntesis esta valoración social nos da cuenta que del total de jóvenes vinculados: • El 96% está afiliado al sistema de salud, y cerca de 200 jóvenes no cuentan con esta afiliación. Para esto, con el decidido apoyo de la Secretaría Distrital de Salud, se ha trabajado para garantizar que los y las jóvenes se afilien al sistema, y con la Secretaría Distrital de Planeación, para avanzar en la sisbenización, según sea el caso.

• El 91,39% vive en arriendo, el 8,28% en vivienda familiar y el 0,15% es cuidador.

• El 53,36% cuenta con secundaria completa, 10,80% secundaria básica, 23,31% secundaria incompleta y cerca de 200 jóvenes no terminaron su primaria. Estos datos determinan la oferta académica que durante su permanencia en el programa desarrollan.

• El 60,39% de los y las jóvenes no tienen hijos, 268 jóvenes tienen 3 hijos, 46 jóvenes son padres de 4 hijos y 2 jóvenes tienen 6 hijos. Datos que develan la realidad sobre la paternidad y maternidad a tempranas edades, pero también de las dinámicas económicas y familiares que ellas suponen, una explicación a la deserción escolar y a desplazar todas sus agendas por priorizar la consecución de recursos económicos para sí mismo y sus hijos.

Estos resultados, determinan agendas puntuales con la Secretaría de Integración Social, para el ingreso a jardines infantiles por ejemplo, pero también agendas de largo plazo relacionadas con un proyecto de vida que les permita- en sus palabras- sacar adelante su familia. Finalmente pero no menos importante, el IDIPRON ante esta realidad, también desarrolló un capítulo pedagógico relacionado con planificación familiar junto con la entidad ORIENTAME. Una de las razones para la paternidad y maternidad a tempranas edades, según el estudio “Sexualidad, fecundidad y paternidad en varones adolescentes en América Latina y el Caribe”, es que los jóvenes no usan métodos anticonceptivos, a pesar de conocerlos: “En la vida sexual activa de los jóvenes la posibilidad de que se produzca un embarazo está presente, aunque en general no se cuiden haciendo uso de anticonceptivos. Pese a que saben como usarlo, una proporción importante no los utiliza ni en la primera relación ni en las siguientes; aunque algunos toman precauciones para evitar un posible embarazo. Desde que se inician en la sexualidad activa, muchos estiman que la responsabilidad de las consecuencias de la intimidad sexual corresponde a la pareja, ella se debe ‘proteger’. Ellos son más bien incontrolables, su cuerpo se los pide”18.

18 Olavarría, José; Madrid Sebastián. Sexualidad, fecundidad y paternidad en varones adolescentes en América Latina y el Caribe, FLACSO, 2005, Pág.100.

55

Valoración y acompañamiento psicológico Se evalúan de manera permanente los contextos en los que se desenvuelven las y los jóvenes y las diversas problemáticas que en ellos pueden surgir. El constante seguimiento permite que surjan cambios significativos en sus comportamientos, así como en las diversas variables que influyen en su correcto desenvolvimiento.

Se identifican y evalúan las diversas áreas de ajuste (cognitivo- afectivo- motor, entre otras); luego se elabora un concepto de los distintos contextos (familiar, pareja, laboral y escolar) en los que el o la joven se desenvuelve, y de sus problemáticas. El resultado de esta valoración, determina en las situaciones que se requiere, remisión a áreas cómo terapia ocupacional, fonoaudiología, psiquiatría, entre otros.

Valoración en terapia ocupacional Se indaga las aptitudes y actitudes del o de la joven en los espacios en el que se desarrolla a nivel escolar, laboral, familiar y cotidiano, brindado herramientas para la inclusión y adaptación al medio. De igual forma, se recoge información relacionada con su perfil ocupacional, si su expectativa es el emprendimiento productivo o emplearse. Frente a este aspecto, la actividad laboral de mayor desempeño cerca del 85% de los y las jóvenes cuentan con una experiencia laboral en actividades como servicio al cliente, empacadores, auxiliares en construcción, auxiliares en general, operarios, distribuidores y mensajeros, archivos, sistemas y secretariado.

El consumo de sustancias psicoactivas Finalmente, pero no menos importante, es la agenda de trabajo frente a la prevención y/o mitigación del consumo de sustancias psicoactivas. La valoración permite conocer el diagnóstico del consumo de los y las jóvenes, el tipo de sustancia, la frecuencia del consumo, la edad, el género, entre otros. A partir de esta valoración se define el seguimiento pertinente o acciones de prevención para el NO consumo. Cerca del 70% de los y las jóvenes presentan algún tipo de consumo, siendo las de mayor consumo heroína, mezclas, opio y sus derivados, ansilan, flutin, rohypnol, éxtasis, basuco, inhalantes o disolventes, cocaína, tabaco, alcohol y marihuana. Frente a esta realidad, el IDIPRON cuenta con la Unidad de Mitigación del Consumo y convenios con entidades externas para desintoxicación, así como una agenda permanente con la Secretaria Distrital de Salud para su manejo.

2.2.2 Justicia Restaurativa Este componente del programa se creó en julio de 201519 para trabajar con jóvenes que 19 Las apuestas del componente jurídico de justicia restaurativa son: propiciar que los jóvenes comprendan los procesos penales que se están llevando en su contra; estudiar las diferentes posibilidades que trae la ley, ayudar a los jóvenes a encontrar la solución jurídica más benéfica para que pueda continuar con un proceso que realmente lo aleje de los conflictos con la ley; buscar que los conflictos que tienen los jóvenes con la ley sean resueltos por medio de la justicia restaurativa y no sólo por medio de la justicia retributiva o punitiva; crear rutas jurídicas sobre las situaciones que se presentan con mayor frecuencia entre

56

Juventud, paz y política pública

tienen procesos penales en curso. Parte de reconocer que el lenguaje jurídico suele ser excluyente para quien no es abogado y que, por ello, muchas veces las personas no entienden lo que ocurre en un proceso penal. Se trata, entonces, de que las y los jóvenes comprendan y apropien el proceso en el que están inmersos, conociendo los derechos que tienen y las decisiones que pueden tomar; sólo así podrán asumir que han causado un daño y que eso genera una responsabilidad. De lo contrario, el proceso penal les resultará ajeno y no causará nada diferente a temor por recibir una pena o al malestar de recibir una sanción sin entender muy bien las razones que la produjeron (Restrepo, 2015, 2 de agosto).

Con una perspectiva de prevención, este componente también se dirige a jóvenes que se encuentran en riesgo de entrar en conflicto con la ley, con la premisa de que una persona reconocerá los derechos de los demás si primero reconoce los suyos y, en consecuencia, se empodera frente a ellos usando los mecanismos que pueden activar para defenderlos y atendiendo la importancia que éstos tienen en la vida de cualquier ser humano. Asimismo, se ha realizado un trabajo con aquellas personas que se encuentran próximas a cumplir una sanción privativa de la libertad en el Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente (SRPA). En el trabajo realizado en estos centros se ha percibido un vacío frente a la necesidad que tienen los adolescentes y jóvenes de recibir apoyo al terminar de cumplir su sanción. Para los adolescentes y jóvenes salir de uno de estos centros no sólo es un momento de felicidad, porque recobran la libertad; también es un momento cargado de angustia, incertidumbre y confusión. La mayoría no sabe qué le espera a su salida y siente preocupación de que la falta de oportunidades y la vuelta a la realidad de sus vidas los lleve nuevamente a cometer un delito (…) El joven que regresa a la vida en sociedad, tras haber cumplido una sanción privativa de la libertad en el SRPA, requiere de un proceso de atención integral, en términos de acompañamiento y oportunidades, que continúe y garantice su reingreso a la dinámica familiar, social y comunitaria de la cual forma parte, en condiciones de respeto, garantía y promoción de sus derechos20 (Restrepo, 2015, 2 de agosto).

En todos los casos, uno de los objetivos centrales del componente es transformar los estigmas y estereotipos que recaen sobre los jóvenes: Jóvenes en Paz reconoce la necesidad de restituir los derechos sociales por las vías educativas de jóvenes que en su ‘habitar la ciudad’ han encontrado resistencias y violencias que los ha moldeado como sujetos del derecho y no sujetos de derechos. Buena parte de ésta realidad cabalga sobre el estigma social del ‘pandillero’, el ‘vicioso, el ‘ladrón’, el ‘ñero’, que es reconocido en las calles en tanto es fuente de males y temores (Chica, 2015, 19 de julio). los jóvenes del IDIPRON con el fin de que puedan ser usadas en diferentes situaciones y tengan utilidad a futuro; y mostrar la importancia de crear una política pública Distrital por medio de la cual se atienda y se brinden oportunidades a los jóvenes que terminan de cumplir una sanción en el SRPA (Restrepo, 2015).

20 Se trata de una población en la que existen altísimos niveles de reincidencia. Sin embargo, el escenario de post medida aún está en construcción, dado que la Ley 1098 de 2006, encargada de regular la materia, no lo contempla como estrategia de seguimiento a los procesos de los adolescentes que han sido sancionados dentro del SRPA. Desde hace un tiempo, la academia y la investigación han dado especial relevancia a la necesidad de implementar esta estrategia como método de prevención de reincidencia en adolescentes y mayores de edad. Hoy en día, desde diferentes entidades públicas y privadas, ya se habla de la necesidad imperiosa de la post medida para lograr una verdadera prevención de la delincuencia de las personas que pasan por los sistemas penales. La experiencia del IDIPRON es, entonces, un aporte importante en la materia.

57

Para que lo anterior se haga efectivo, el equipo jurídico de Jóvenes en Paz tiene una interacción permanente con las entidades que participan en los procesos penales de las y los jóvenes, asumiendo la necesidad de salir de los estigmas de ‘ñero’, ‘ladrón’, ‘rata’, ‘delincuente’ y empezar a tener en cuenta que se está juzgando a un ser humano que proviene de un contexto y de una historia, para que se empiecen a contemplar las diferentes opciones que trae la ley para sancionar a una persona y no sólo aquellas que usualmente son utilizadas, pues de esta manera se podrá buscar soluciones apropiadas para recibir una sanción pero también evitar su reincidencia y una adecuada resocialización, aspectos que son convenientes para todos los que hacemos parte de la sociedad (Restrepo, 2015, 2 de agosto).

Es en este marco que se entiende por qué el IDIPRON ha asumido un enfoque de justicia restaurativa para orientar sus estrategias, incluido el programa Jóvenes en Paz. Estamos ante un sistema penal que en la teoría plantea diferentes opciones de sanción, pero que en la práctica suele optar por la privación de la libertad. Por las condiciones del sistema penitenciario de nuestro país -cárceles hacinadas, con altos niveles de consumo de sustancias psicoactivas, cupos para estudiar y trabajar restringidos y una supervivencia basada en la ley del más fuerte-, esta medida termina incentivando una carrera criminal y alejando a las personas de cualquier proceso de cambio. Al contrario, en el escenario ideal, la justicia restaurativa busca generar un espacio en el cual la víctima y el ofensor participen de forma activa en la resolución de los asuntos generados como consecuencia de un delito, con el fin de reparar el daño causado en la forma en que las partes lo consideren conveniente. En muchos de los casos, ese escenario ideal no es posible por diferentes factores, por ello también se toma una noción más amplia de la justicia restaurativa, por medio de la cual se intenta que el ofensor entienda que ha causado un daño, las implicaciones legales que esto tiene y las importancia de reparar, aún sin la presencia del afectado, tomando posibles acciones en pro de la comunidad a cambio de indemnizar directamente a la víctima (Restrepo, 2015, 2 de agosto).

Las principales actividades desarrolladas por el equipo de abogados han sido: Asesorías Jurídicas: se realizan bajo un esquema que además de preguntar sobre los hechos que llevan al joven a realizar la consulta, busca indagar las causas que lo llevaron a cometer esos hechos y la posibilidad de iniciar algún tipo de proceso de justicia restaurativa. Se da una orientación jurídica sobre lo que está ocurriendo y las acciones que el joven puede tomar dentro de su proceso, y, en la medida de lo posible, se busca que esta información sea conocida por los operadores que están a cargo del mismo.

Rutas jurídicas: se han diseñado rutas jurídicas sobre los temas que se presentan de forma más frecuente al interior del IDIPRON. Acompañamiento en capturas ilegales o detenciones arbitrarias: al saber de una captura ilegal o una detención arbitraria se intenta ir al lugar de los hechos para conocer la versión del joven detenido, así como la de la autoridad que llevó a cabo la detención. Al ver que 58

Juventud, paz y política pública

existe una irregularidad, se intenta que la persona sea puesta en libertad o se pongan en marcha las rutas legales pertinentes para el caso. Esto se realiza en Estaciones de Policía, CAI, Unidad Permanente de Justicia (UPJ) y Batallones del Ejército.

Proceso de post medida con el SRPA: se busca entrar en contacto con jóvenes que están a 4 meses de cumplir una sanción privativa de la libertad en el SRPA, con el fin de vincularlos a algún programa que les permita realizar un proceso de post sanción, y que les brinde oportunidades diferentes a la delincuencia como modo de subsistencia.

Esto se realiza en el Hogar Femenino Luis Amigó (HOFLA), el Centro de Internamiento Preventivo (CIPA), la Escuela de Trabajo el Redentor (ETER), el Centro Transitorio Amigoniano (CETA), el Centro de Atención Especializada BOSCONIA y el Centro de Atención Especializada BELÉN. El principal logro de este componente de Jóvenes en Paz ha sido la construcción de espacios de confianza con los y las jóvenes, lo cual ha permitido realizar asesorías jurídicas provechosas para sus procesos, aportando soluciones a la vulneración de sus derechos, ayudándolos a comprender su situación jurídica, motivándolos a pensar en términos restaurativos y logrando que ya no se vean a sí mismos como una “rata” o un “peligro para la sociedad”, sino como parte activa y transformadora de la misma21: Jóvenes en Paz es un modelo innovador para combatir la delincuencia como un fenómeno social.

Ha sido la presentación de un modelo opuesto al que se ha usado tradicionalmente para combatir la delincuencia por medio de respuestas puramente punitivas que nos han llevado a altísimos niveles de reincidencia de quienes han pasado por el sistema penal o incluso al hacinamiento desmedido que viven las prisiones en Colombia. Jóvenes en Paz ha evidenciado que el joven que comete un delito, por lo general proviene de un contexto, de unas circunstancias y de una historia marcada por la pobreza, la marginalidad, la falta de oportunidades y la violencia, y cuando alguna de estas condiciones cambia también es posible lograr cambios en las personas. Se ha demostrado que castigar no es suficiente y que si se quiere hacer una verdadera transformación hay que cambiar las condiciones de vida que tienen las personas en conflicto con la ley. Se ha demostrado que frente al crimen es más importante la construcción de una excelente política social que cualquier política criminal. Se ha demostrado que un derecho abstracto no sirve para nada, que es necesario un derecho que la gente pueda comprender y aceptar. Se ha demostrado la importancia de pensar en las personas como seres humanos al interior de un proceso penal y que si bien cometieron un error que produjo un daño, también sienten, viven y tienen capacidad de transformar. Se ha hecho énfasis en procesos restaurativos que se considera que traen más aspectos positivos que el castigo (Restrepo, 2015, 2 de agosto).

Finalmente, entre los obstáculos enfrentados por el componente el más visible ha sido la alta reincidencia en conductas delictivas por parte de los jóvenes que salen del SRPA. 21 Desde el 1 de julio hasta el 10 de septiembre de 2015 se trabajó con 137 jóvenes con procesos penales en curso por: debido proceso militar, 15%; problemas de convivencia, 1%; porte, tráfico y producción de estupefacientes, 4%; fabricación, tráfico, porte o tenencia de arma de fuego, 2%; violencia intrafamiliar, 2%; familia (alimentos, custodia, etc.), 8%; abuso de autoridad, 10%; lesiones personales, 10%; tentativa de homicidio, 1%; y delitos sexuales, 3%. Así mismo, se trabajó con 26 jóvenes privados de la libertad en el SRPA que se encontraban a 4 meses de cumplir su sanción y se apoyó el ingreso de 55 jóvenes egresados del SRPA al programa Jóvenes en Paz.

59

Por ello, es necesario realizar un acompañamiento y seguimiento mucho más riguroso, movilizando redes interinstitucionales y un sistema de información específicamente orientados hacia acciones de postmedida.

2.3. Pedagogía para la paz y la convivencia. El módulo introductorio del programa El módulo introductorio “Pedagogía para la paz y la convivencia”, el cual es visto por todas y todos los jóvenes que participan en el programa Jóvenes en Paz, opera desde octubre de 2014 con el objetivo de impactar el pensamiento de las y los jóvenes desde procesos críticos y reflexivos, partiendo de la identificación de sus problemáticas y construyendo colectivamente conocimientos que recojan sus experiencias en el territorio, así como los conceptos y temáticas que como equipo se han construido, partiendo del reconocimiento de las realidades de las y los jóvenes pertenecientes al programa. Es decir, en la fase inicial se trata de que las y los jóvenes se escuchen entre ellos, que tanto el docente como los jóvenes lean críticamente sus territorios y que de manera colectiva se logren identificar problemáticas que cada uno de ellos ha normalizado a tal punto de no generar un cuestionamiento frente a ello (Ramos, 2015, 27 de agosto).

Inicialmente, este componente preparaba a las y los jóvenes para las prácticas de apropiación territorial del programa e incorporaba temáticas sobre cultura de paz, gobierno y democracia, comunicación, lenguaje audiovisual (video y fotografía) y género; luego se añadieron ciudadanías juveniles, medio ambiente y comunidad, y formulación de proyectos sociales, también con el propósito de construir reflexión y herramientas para la exigibilidad de derechos y la asunción de responsabilidades sociales. A partir del desarrollo de estas temáticas, se ha identificado que una problemática que afecta de manera cotidiana la forma de relacionarse entre los jóvenes son las practicas violentas, desde el relacionamiento con su amigo, su familia, su vecino, hasta con la sociedad en general; los jóvenes no logran distinguir el conflicto de la violencia y no aceptan ni ven cómo los problemas pueden solucionarlos de otra manera que no sea a través de las múltiples formas de violencia. También encontramos que existe dentro de los grupos juveniles un rechazo hacia identidades sexuales diferentes, por eso es constante el matoneo hacia chicos y chicas con orientaciones sexuales no normativas.

En el ámbito cultural se identifica la criminalización directa de la sociedad hacia la y el joven y la re-afirmación negativa de ellas y ellos hacia sí mismos, por ejemplo, priman los estereotipos del “barrista”, el “rapero”, el “marihuanero” ligados desde el imaginario social a “los malos”, los que “roban”, “los vagos” (...) También se puede identificar que desde sus condiciones familiares y territoriales están directamente relacionados a redes delincuenciales; es decir, por un lado encontramos cómo las identidades juveniles son criminalizadas y, por el otro, cómo en ciertos casos los jóvenes reafirman dicha criminalización. Se debe resaltar que los barrios de los que provienen los jóvenes tienen presencia de grupos armados al margen de la ley, quienes determinan un control territorial que va desde el manejo del microtráfico hasta la reorganización

60

Juventud, paz y política pública

de las relaciones dentro del territorios. Esto se ve reflejado en prácticas como la “limpieza social”, a partir de la cual generan miedo, desplazamientos y la vinculación de los jóvenes a estos círculos delincuenciales (...) No se debe olvidar que gran parte de la población que conforma estas zonas de periferias vienen de diferentes zonas del país y que dichos barrios iniciaron su formación como invasiones; no es raro así encontrar que el control territorial lo tengan grandes familias asentadas allí, aunque con la desmovilización son nuevos agentes los que entran en pugna por el control territorial.

Con relación al ámbito político existe una desconfianza hacia la institucionalidad, por ello cuando la o el joven tiene algún problema en su territorio lo primero que piensa y hace es tomar justicia por su propia mano antes que acudir a instancias como la policía, fiscalía u otras entidades.

Esto, teniendo en cuenta, además la estigmatización, criminalización y, en algunos casos, la judicialización de los jóvenes por parte de estas entidades. Lo que se hace evidente es que en las periferias de la ciudad no ha existido una atención efectiva por parte de las instancias distritales y de ello se deriva un desconocimiento de los derechos y deberes como ciudadanos, lo cual se refleja en falta de apropiación de lo público y de ver la ciudad como un espacio para todos; se generan así procesos de territorialización localizados que, en algunos casos, se relacionan con la formación de “combos”, “parches” o “pandillas” centralizadas en un espacio físico que, como en el caso específico de las “pandillas”, reflejan dicha defensa territorial en la instauración de fronteras invisibles que en la ciudad ha dejado una gran cantidad de jóvenes muertos. (Ramos, 2015, 27 de agosto)

En la actualidad, el módulo introductorio del programa Jóvenes en Paz aborda las problemáticas señaladas a través de siete temáticas: tramitación no violenta de conflictos; género; ciudadanías juveniles; gobierno y democracia; formulación de proyectos sociales; medio ambiente y comunidad; y tráfico y consumo de SPA. Con excepción de la última, cada temática se aborda en cuatro sesiones en las que las y los jóvenes van proponiendo soluciones en sus territorios para las problemáticas identificadas, reconociéndose así como actores de transformación. Así, el módulo total se desarrolla en 25 sesiones22 de dos horas semanales y ofrece 50 horas de formación23, teniendo como eje transversal el concepto de territorio: La apuesta principal del módulo ha sido identificar las problemáticas de las y los jóvenes, entendiendo cómo el entorno impacta sobre ellos y, sobre todo, cómo muchas cosas parten también desde sus prácticas cotidianas; lo que buscamos es impactar sus pensamientos naturalizados partiendo de la reflexión crítica de sí mismos y sus territorios. A nivel cultural, se trata de comprender los imaginarios y representaciones juveniles, y de relacionarlos con sus contextos y la forma cómo los habitan a partir de los mismos. Se busca que los jóvenes reflexionen sobre su acción en el territorio y cómo lo afectan de manera positiva o negativa para que se piensen y asuman como actores transformadores de realidades problemáticas territoriales.

En el nivel socioeconómico, el módulo brinda algunas nociones de formulación de proyectos sociales con el fin de que en las prácticas de apropiación territorial profundicen dichos 22 Cada sesión tiene una ficha metodológica que puede ser consultada en la página web del IDIPRON. 23 Teniendo en cuenta que, por diferentes razones, algunos jóvenes no logran participar en las 25 sesiones, se ha propuesto un camino alternativo para desarrollar los conceptos imprescindibles del módulo y que incluye una serie de talleres que giran en torno a los principios inamovibles del programa, la tramitación no violenta de conflictos, el género, los derechos humanos y el consumo de SPA.

61

conocimientos y logren emprender iniciativas para la solución de problemáticas de orden social, ambiental, patrimonial, entre otras, que, además, puedan representarles ingresos económicos.

En el nivel político, la intención principal ha sido dar a conocer los derechos que tienen como ciudadanos y como jóvenes, lo cual está atravesado por el reconocimiento de sus problemáticas y cómo pueden acceder a la garantía de sus derechos. Esto tiene como finalidad que al término del proyecto cada uno pueda, de manera autónoma, exigir sus derechos y cumplir sus deberes desde la participación y apropiación de lo público como principal apuesta de construcción de nuevas ciudadanías (Ramos, 2015, 27 de agosto).

Este componente de Jóvenes en Paz ha sido posible por la red de actores públicos y privados que aportan a su desarrollo. En este sentido, se puede mencionar, por ejemplo, la alianza establecida con la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte por medio de su programa “Multiplicadores de cultura para la vida”, gracias al cual las y los jóvenes reconocen y fortalecen sus habilidades creativas y capacidades ciudadanas24; el trabajo mancomunado con la Secretaria de Gobierno -Dirección de Seguridad-, la Secretaria Distrital de Integración Social -Subdirección LGBTI-, la Secretaria Distrital de Planeación -Dirección de Diversidad Sexual- y la Secretaria de la Mujer, con el fin de realizar circuitos formativos en las diferentes sedes del IDIPRON en torno a las diversidades sexuales y de géneros; y el apoyo brindado por la Organización Oriéntame en la formación del equipo de trabajo del IDIPRON en torno a los derechos sexuales y reproductivos de la población joven25.

Es importante resaltar que las diferentes alianzas que el IDIPRON ha establecido en el marco del programa Jóvenes en Paz son necesarias, en tanto gran parte de las problemáticas juveniles identificadas desbordan nuestra misionalidad y capacidad institucional, pero no nuestro compromiso con la garantía de los derechos de las y los jóvenes. En cuanto a la articulación interna, se puede decir que los logros y avances de Jóvenes en Paz han sido posibles por la sinergia de los equipos: es que aún cuando se han tenido muchos problemas, se debe reconocer que lo que nos mantiene fuertes es el proceso del día a día, con la pedagogía de la presencia, mostrándole al joven que hay alguien interesado en él, pero que de ella o él depende su propia transformación. Cada una de las personas ha recibido una atención lo más personalizada posible, pues creemos que con nuestro acompañamiento estos jóvenes pueden cambiar su rumbo de vida para no terminar en un cementerio o una cárcel.

Así, la transformación de tantos jóvenes dentro de esta estrategia se ha logrado gracias al trabajo que desde cada componente se ha llevado a cabo (Ramos, 2015, 27 de agosto).

No obstante lo anterior, también se ha evidenciado que falta un mayor apoyo por parte del sector productivo, de la academia y de la Fuerza Pública. Esto, teniendo en cuenta 24 Las líneas de formación de este programa son: reconocimiento y disfrute de la diversidad cultural e interculturalidad; no segregación y equidad social; participación ciudadana, apropiación de lo público y control social; cultura de paz, sostenibilidad y cultura ambiental. Entre marzo y septiembre de 2015 se formaron más de 1.000 jóvenes y el 14 de septiembre de 2015 se graduaron 200 jóvenes y facilitadores de Jóvenes en Paz como Multiplicadores de Cultura para la Vida 25 La alianza con Oriéntame ha sido de gran importancia para el trabajo con las y los jóvenes padres que participan en los programas del IDIPRON, especialmente en relación con el reconocimiento de sus responsabilidades paternas en entornos de vida difíciles. Adicionalmente, se han realizado talleres con más de 300 jóvenes sobre a prácticas sexuales responsables y se han atendido más de 1.000 jóvenes brindándoles pruebas de embarazo, métodos anticonceptivos y, en algunos casos, interrupción voluntaria del embarazo - IVE.

62

Juventud, paz y política pública

que ampliar la red de actores vinculados en el programa es importante no sólo para aportar a su carácter integral, sino también para que la ciudadanía, en general, conozca y entienda la propuesta, y participe en ella.

Otros obstáculos identificados tienen que ver con el alto consumo de SPA por parte de las y los jóvenes, con la ansiedad que ello les genera y con la falta de confianza en la institucionalidad. Todo esto se ha tramitado de diferentes formas, pero lo más importante ha sido contar con el apoyo de los equipos de trabajo de las UPI para tramitar las situaciones problemáticas y que los docentes del programa construyan confianza con las y los jóvenes, siempre con autoridad. Esto ha permitido que el desarrollo de las diferentes actividades sea óptimo, haciendo del aula un escenario de construcción y de respeto. Así, “aunque las relaciones suelen ser tensas en el inicio del módulo (teniendo en cuenta que la violencia es un factor determinante en el relacionamiento de estos jóvenes), con el pasar del tiempo se gana confianza y cada clase o taller van generando sinergia y afecto” (Ramos, 2015, 27 de agosto).

2.4. Restituyendo el derecho a la educación Jóvenes en Paz cuenta con una oferta educativa formal que se desarrolla a través de tres estrategias: educación primaria y secundaria en la Escuela Pedagógica Integral; formación en talleres productivos del Instituto; y programas de formación técnica laboral con el SENA mediante convenios que ha establecido el IDIPRON. De esta manera, se trata de garantizar todo el ciclo educativo a quienes han optado por seguir el camino académico y de brindar oportunidades similares a quienes no desean hacerlo, preparándolos, en los dos casos, para su vida productiva y laboral.

La Escuela Pedagógica Integral del IDIPRON26 Para el IDIPRON la educación es un elemento primordial de transformación social que el Estado debe garantizar a la población joven en un marco de ejercicio pleno de derechos.

Con esta perspectiva, se busca construir escenarios pedagógicos para formar un sujeto consecuente con sus derechos y responsabilidades, con sentido crítico y, a la vez, resolutivo; capaz de hacer uso de su facultad propositiva como piedra angular en la definición de su proyecto de vida y como factor esencial para la transformación de su realidad social. Un ser consciente de la necesidad de incorporar la paz y la convivencia como ejes constitutivos de su formación integral, que es respetuoso consigo mismo, con los demás y con el entorno ambiental, y que comprende el valor de todas las formas de vida y de la diversidad humana27(…); 26 La Escuela Pedagógica Integral está normada a través de la Resolución 10-272 del 14 de febrero de 2014, con la que se cambia su anterior nombre -Centro Educativo San Juan Bosco- por el actual; la Resolución 21191 de 19 de noviembre de 1980, por medio de la cual se aprueba su Plan de estudios; y la Resolución 09555 de agosto 11 de 1987, con la cual se reestructura su plan de estudios.

27 En correspondencia con la normatividad nacional, en particular el artículo 67 de la Constitución Política de Colombia y los numerales 2 y 10 del artículo 5°, Fines de la educación, de la Ley 115 de 1994 o Ley General de Educación.

63

que es creativo, innovador y recursivo, un artífice dinámico de proyectos de emprendimiento, productividad y creación del conocimiento, y que, a partir de estrategias como el arte, el trabajo en equipo y el juego, refleja en su proyecto de vida los elementos fundamentales de nuestra formación pedagógica (Cuervo, 2015, 10 de julio).

Para lograrlo, asumimos que el conocimiento no es un conjunto de datos estériles y ajenos, sino que construye la comprensión del mundo a partir de la cotidianidad, de su sentido práctico y de su relacionamiento concreto con las realidades. Por ello, proponemos un modelo pedagógico que articula tres dimensiones de la subjetividad: la afectiva, que incluye lo espiritual, lo político y lo social; la cognitiva – metacognitiva, que da cuenta de lo cognitivo, lo laboral y lo comunicativo; y la físico – creativa, que tiene que ver con lo corporal, lo estético y lo ambiental. En este marco, las asignaturas académicas básicas28 se organizan en torno a la convivencia, la cultura política, el enfoque de género, la resolución de conflictos y los valores, a través de estrategias pedagógicas y metodologías que involucran el arte, el juego, el trabajo en equipo, la creatividad y la imaginación como guías de aprendizaje.

Entendemos la vulnerabilidad del derecho a la educación como resultante de la desvinculación de las y los jóvenes del sistema educativo29, lo que desencadena una situación de irregularidad académica inmediata o permanente que puede ser resultado de las siguientes condiciones (Cuervo, 2015, 10 de julio): situaciones de segregación social, discriminación cultural o falencias por parte de las instituciones educativas en el desarrollo de estrategias de atención a problemas convivenciales, al consumo de sustancias psicoactivas o a episodios de conflicto con la Ley; problemáticas familiares de abandono, maltrato o trabajo infantil, entre otras; condición de extraedad o desescolarización prolongada30; y frustración ante los modelos pedagógicos imperantes en el sistema educativo tradicional, los cuales suelen estar y alejados de las necesidades y realidades familiares, sociales, académicas y laborales del o de la joven.

La Escuela Pedagógica Integral se vinculó a Jóvenes en Paz en agosto de 2014 a través de la elaboración de un currículo integrado específico para el programa, que permitiera a jóvenes extra-edad terminar primaria o culminar sus estudios de secundaria básica y media, según fuera su caso. A partir de los diagnósticos iniciales elaborados, y teniendo en cuenta el Proyecto Educativo Institucional, que se enmarca en el modelo pedagógico del IDIPRON, se definieron como actividades principales: implementar un 28 Las contempladas en la Ley 115 de 1994, artículo 23. En el modelo pedagógico del IDIPRON éstas se articulan en tres áreas: el área 1 se enfoca en el desarrollo de competencias comunicativas en español e inglés; el área 2 en el fortalecimiento de destrezas matemáticas para la contabilidad, el manejo de herramientas informáticas y la solución de problemas; y el área 3 en la dimensión corporal, entendiéndola como un constituyente esencial del ser humano en su relación sostenible con el medio ambiente. En Jóvenes en Paz las y los jóvenes abordan estas áreas en clases que se llevan a cabo en todas las Unidades de Protección Integral durante tres días a la semana, entre 8 a.m y 3 p.m.

29 De acuerdo a datos de la Secretaría de Educación Distrital, en promedio “37.000 estudiantes abandonan los colegios oficiales cada año. Desde el año 2012 esta cifra descendió a 28.000, lo que permitió que la educación oficial retuviera a 877.000 estudiantes” (Secretaría de Educación).

30 Según lo estipulado por el Ministerio de Educación Nacional, la extraedad es la diferencia de dos o tres años entre el grado y la edad promedio que habitualmente corresponde a dicho grado. Ver portal institucional oficial: http://www.mineducacion.gov.co/1621/article-82787.html

64

Juventud, paz y política pública

Plan de Fortalecimiento de Habilidades Lectoescritoras y un Plan de Fortalecimiento en Habilidades Lógico Matemáticas; implementar un calendario matemático en las UPI; realizar Jornadas Pedagógicas para la producción de propuestas innovadoras de construcción del conocimiento, de formas diferentes de entender la enseñanza y el aprendizaje más allá de la noción tradicional de cátedra en el aula y de mecanismos alternativos de evaluación que respondan a las necesidades particulares de la población joven; y fortalecer procesos colectivos e individuales de aprendizaje, así como la gestión de los procesos pedagógicos y académicos de la Escuela.

Además del desarrollo de lo relacionado con la educación básica primaria, la educación básica secundaria y la educación media31, entre marzo y agosto de 2015 la Escuela se encargó de las Sesiones de Fortalecimiento Pedagógico para el Componente Técnico.

Esta fue una estrategia para el desarrollo de habilidades académicas, convivenciales y humanas en la que participaron las y los jóvenes que ya habían culminado sus estudios de bachillerato, pero estaban desescolarizados y se encontraban próximos a iniciar su formación técnica en el programa Jóvenes en Paz. Entonces, se buscaba fortalecer sus capacidades para la inserción efectiva en procesos educativos formales y en el mundo laboral, desarrollando habilidades lectoescritoras y lógico – matemáticas, dinámicas de cuerpo, deporte y salud, relaciones de convivencia y ejercicio de derechos, un vocabulario técnico en inglés y el manejo de sistemas e Internet.

Uno de los principales retos del programa Jóvenes en Paz ha sido motivar en las y los jóvenes el interés por la educación como una posibilidad de transformar sus condiciones de vida y la de sus familias. Para ello, se ha diseñado un currículo integrado32 que asume que el aula no es simplemente un espacio físico limitado, sino un escenario susceptible de ser construido desde la cotidianidad, el territorio y la realidad de los jóvenes. Desde aquí, el aprendizaje constituye un proceso de construcción colectiva del conocimiento que se torna continuo, dinámico y multidireccional, es decir, que no se restringe a la noción tradicional maestroestudiante y que busca ser coherente con las necesidades que le impone el contexto social, educativo y laboral a los jóvenes (…) El esquema curricular integrado se enfoca en la interacción dinámica y eficiente de las áreas de estudio, en tanto entiende que en la academia, en el trabajo y, en general, en cualquier interacción social, las distintas habilidades y conceptualizaciones desarrolladas no se presentan de manera aislada, sino que se concatenan armónicamente en un entramado holístico que trasciende las barreras teóricas para consolidarse en la cotidianidad como un espectro de actividades práctica, relacionadas y con significado (Cuervo, 2015, 10 de julio) 31 Las decisiones frente a las promociones de curso y las graduaciones se toman en las comisiones de evaluación y promoción de Jóvenes en Paz, lideradas por el Área de Pedagogía del IDIPRON y en las cuales se analizan casos individuales y se identifican fortalezas, debilidades y propuestas de mejoramiento para cada uno de los jóvenes del Programa.

32 De acuerdo a lo estipulado por el artículo 77 de la ley 115 de 1994, “las instituciones gozan de autonomía para organizar las áreas fundamentales de cada nivel, introducir asignaturas optativas y adaptar las áreas a las necesidades de la comunidad en la cual se encuentra inmersa”. En virtud de lo anterior la Escuela Pedagógica Integral estructura un marco curricular integrado que permite dar cumplimiento a los lineamientos normativos en la materia, estimando un progreso académico por grados y adaptando de manera cohesionada las asignaturas al esquema de tiempo propuesto para cada componente académico del programa Jóvenes en Paz. Igualmente, propicia la articulación de énfasis temáticos en concordancia a los requerimientos que en materia laboral su ejercicio cotidiano les demanda.

65

Gracias a esto, se ha logrado la implementación de estrategias formativas que responden a las necesidades de los y las jóvenes de Bogotá, en un marco que posibilita la culminación exitosa de sus estudios de educación básica y media, y que los impulsa a seguir con una preparación de índole técnica. Esto le ha permitido a 216 personas acelerar primaria, a 1.819 continuar con estudios de secundaria básica y a 581 de secundaria media; para un total de 2.616 jóvenes matriculados en la Escuela Pedagógica Integral IDIPRON, con mayores posibilidades de ampliar sus horizontes, facilitando su vinculación a la vida laboral y mejorando sus condiciones de vida y la de sus familias, con el impacto que ello implica para el resto de la sociedad33.

Alcanzando la educación superior técnica Uno de componentes centrales de Jóvenes en Paz que, además, alimenta el modelo pedagógico del IDIPRON, es la oferta de formación técnica que desde abril de 2014 se le brinda a jóvenes bachilleres o con estudios de noveno grado finalizados. En el año 2015 se encuentran matriculados 4.615 jóvenes, gracias a convenios establecidos con el Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico (IDEP), la Secretaría General de la Alcaldía –a través de la Alta Consejería de las TICs- para la formación en tecnologías de la información y las comunicaciones, TICs34-, el SENA35, Colsubsidio36, y la Escuela Gastronómica “El pequeño trabajador37.

Los convenios establecen número de cupos, y a partir de ellos se asignan las Instituciones Educativas certificadas por el SENA. Actualmente, 23 Instituciones brindan la oferta de formación técnica para los siguientes programas: sistemas; pre prensa digital; diseño e integración multimedia; programación de software; instalación de redes de computadores; mantenimiento de equipos de cómputo; asistencias administrativa; recursos humanos; mantenimiento de motores de gasolina y gas; desarrollo de operaciones logísticas; contabilización de operaciones comerciales y financieras; expresión y lenguaje escénico; carpintería; ejecución musical; gestión de diseño gráfico; gestión de mercado y ventas; auxiliar en jardín infantil; mantenimiento eléctrico y electrónico; auxiliar en diseño de modas; servicios hoteleros; cocina; y reparación de motores diesel. Las sedes de las Instituciones están ubicadas en las localidades de Ciudad Bolívar, Kennedy, Chapinero, Suba, La Candelaria, San Cristóbal y Antonio Nariño.

Las y los jóvenes que participan en estos procesos deben cumplir los requisitos generales establecidos por las instituciones educativas –como la entrega de la documentación 33 Su tiempo de desescolarización se encontraba entre 1 y 20 años –dado que algunos no han estado nunca escolarizados, el 6 de agosto de 2015, en el Auditorio Huitaca de la Alcaldía Mayor de Bogotá, se celebró la primera ceremonia de graduación de grados 5º, 9º y 11º del Programa Jóvenes en Paz, con un total de 162 jóvenes graduados: 44 en 5°, 85 en 9° y 31 en 11°.

34 Con corte el 10 de septiembre de 2015, el convenio se ejecutaba en 5 instituciones, a través de 8 programas.

35 Con corte el 10 de septiembre de 2015, el convenio incluía una cobertura básica (en la que se desarrollaban 7 programas) y una cobertura ampliada (en la que participaban 7 instituciones, se desarrollaban 11 programas).

36 Este convenio, en el que también participan la Secretaria Distrital de Integración Social y la Secretaria Distrital de Gobierno, involucraba, con corte el 10 de septiembre de 2015, a 3 Instituciones a través de 12 programas.

37 En septiembre 10 de 2015, 29 jóvenes habían sido vinculados a la educación superior técnica a través de este convenio.

66

Juventud, paz y política pública

completa para la inscripción y la matrícula, y la presentación de algunas pruebas-, lo cual en ocasiones opera como un obstáculo para la inclusión, por la dificultad de cumplirlos y la desmotivación consecuente. En este sentido, es importante avanzar en la comprensión por parte de las entidades aliadas en los convenios de las particularidades de la población joven que participa en Jóvenes en Paz, para así poner en marcha estrategias de vinculación más flexibles y acordes con la realidad.

Otro obstáculo identificado en el desarrollo del componente tiene que ver con la oferta de contratos de aprendizaje y vinculación laboral para las y los jóvenes, pues aunque en principio el desarrollo de los convenios con otras entidades incluía la posibilidad de brindarles oportunidades en el sector productivo de la ciudad, tal promesa no se ha cumplido. En este sentido, los estereotipos que marcan socialmente a estos jóvenes han tenido un profundo impacto en el funcionamiento del programa, dado que han sido los esgrimidos por las instituciones educativas para explicar por qué no se ha avanzado en su vinculación laboral. Así, los y las jóvenes se han tenido que enfrentar a otro escenario de discriminación que limita el mejoramiento de sus condiciones de vida por medio del trabajo digno. Esta situación es preocupante y hace preguntarnos por la preparación de la sociedad para construir la paz y asumir el posconflicto.

Finalmente, es importante mencionar que entre enero y junio de 2015, previo a la entrada en vigor de los convenios para la formación técnica, los equipos territoriales y pedagógicos del IDIPRON ejecutaron una estrategia llamada Pre-SENA, enfocada en fortalecer las habilidades académicas y las capacidades críticas de las y los jóvenes que se vincularían en el componente de formación superior técnica. Esto mostró la necesidad de apoyar pedagógicamente a la población joven en la construcción de condiciones que garantizaran su ingreso exitoso a la educación superior, sobre todo cuando han pasado largos períodos de tiempo desescolarizados.

Talleres técnicos vocacionales y ocupacionales Este componente está inscrito en las estrategias Economía para la Vida y Jóvenes en Paz, también acoge a jóvenes del CAAJJ y de las UPI que atienden a jóvenes habitantes de calle, así como a madres del proyecto Mujeres para la Vida38. Su objetivo es “fortalecer la autonomía de las y los jóvenes, y propiciar su inclusión social” (Zuluaga, 2015, 28 de agosto) a través de una amplia oferta de talleres que tienen un carácter formativo, al complementar las actividades pedagógicas, y un carácter productivo, aportando a las necesidades de otros procesos del IDIPRON – a modo de producción de eventos, reparaciones y dotaciones. Para reforzar los aprendizajes y difundir los resultados de los talleres, se motiva la participación de las y los jóvenes en muestras, brigadas, ferias, entre otros, que promueven la conformación de unidades productivas.

Los talleres que ofrece actualmente el IDIPRON son: motos; serigrafía, cerámica, vitrales, bicicletas, ebanistería, electricidad, metalistería, belleza, gastronomía, panadería, 38 Para 2015, los talleres cuentan con un total de 1020 cupos.

67

marroquinería, y confección39. Entre los avances de este componente se encuentran la adecuación física de las instalaciones donde se desarrollan las clases de formación y producción, así como la gestión, a partir de la revisión y el rediseño de módulos, para la certificación técnica de los talleres ante el SENA. Asimismo, se debe reconocer la cualificación del proceso pedagógico, lo cual ha implicado el fortalecimiento del equipo de trabajo, la medición de conformidad de las y los estudiantes a través de diferentes instrumentos, y el incremento de la participación en escenarios tanto nacionales como distritales para la visibilización del carácter productivo de los talleres.

En un sentido similar, se ha asumido el reto de promover iniciativas productivas y de emprendimiento entre las y los jóvenes como proyectos de vida que aporten a un egreso óptimo del programa. Para ello se han articulado algunas alianzas con la Cámara de Comercio de Bogotá, para la formalización de empresas, y con el SENA, para la gestión de financiamiento a mediano y largo plazo mediante el Fondo Emprender.

2.5. Habitando y re-significando los territorios de la ciudad: prácticas de apropiación territorial, campañas de pares, intervenciones y prácticas productivas Las diferentes prácticas40 que conforman el programa son escenarios de pedagogía no académica que, cada una con su especificidad pero que en conjunto tienen un triple propósito; el primero, entendido como la retribución que las y los jóvenes le hacen a la ciudad frente a la inversión social que reciben por medio de la garantía de permanencia, se trata de construir con ellos y ellas, la noción y práctica de corresponsabilidad; el segundo, que los y las jóvenes a través de estas resignifiquen su relación con el territorio y finalmente, se constituyan en aprendizajes sobre temas de ciudad y agendas juveniles. Por temas de ciudad entendemos gestión ambiental, derechos, investigación, de patrimonio, logística, transporte público; sobre agendas juveniles hablamos de animalismo, géneros y diversidades, trámite no violento de conflictos, consumo responsable, entre otras.

Es importante precisar, que los énfasis de las prácticas de apropiación territorial y las campañas de pares son fortalecimiento de habilidades para la vida y el ejercicio de la ciudadanía, y están dirigidas principalmente a quienes son parte de la línea jóvenes en paz y el énfasis de intervenciones y prácticas productivas es la creación de competencias laborales y están dirigidas a quienes son parte de Misión Bogotá y Economía para la Vida.

39 Los talleres se llevan a cabo de manera permanente en las UPI Perdomo, Servitá, La 32 y Bosa, y de forma itinerante por diferentes territorios de la ciudad y otras Unidades del IDIPRON. 40 Hablamos de las tres estrategias del programa Jóvenes en Paz: Misión Bogotá -intervenciones-, Economía para la Vida -prácticas productivas- y Jóvenes en Paz y campañas de pares. Estas actividades también se conocen como “extramurales”.

68

Juventud, paz y política pública

Estás practicas pedagógicas no académicas se realizan de lunes a sábado e implican un sistema tres por tres41, para quienes son parte de la escuela pedagógica IDIPRON y un esquema de cumplimiento de horas para quienes están en estudios técnicos en el SENA. La razón para esta diferenciación, radica en los horarios de la Escuela y del SENA, mientras con la primera se logran agendar horarios de tres días completos estudiando, con el SENA los estudiantes deben estudiar todos los días en las instituciones técnicas o bien por la mañana o bien por la tarde. En el marco del modelo pedagógico del IDIPRON, esto ha posibilitado crear un escenario flexible de formación académica formal que reconoce las condiciones particulares de las y los jóvenes participantes; además, ha permitido involucrarlos en la construcción de ciudad, haciéndolos sentir parte de ella, como ciudadanas y ciudadanos, y no sólo como sujetos de intervención de una política o un programa.

Las prácticas se crearon como una alternativa para reducir los índices de deserción de los jóvenes en espacios de formación académica, permitiendo así fortalecer la apuesta pedagógica de IDIPRON a través de aprender desde el hacer, de la intervención en los territorios y desde el diálogo de saberes. Responden, en términos generales, a problemáticas ligadas a estigmatización de la población juvenil que se refuerza a través del asistencialismo estatal, ofreciendo a esta población unas opciones limitadas de formación específica en oficios que en muchos casos no son de su interés. Podría pensarse que existe una formación limitada para jóvenes con escasos recursos, que continúa la segregación. Las prácticas de apropiación territorial, por ejemplo, le apuestan a jóvenes informados y formados en temáticas de ciudad que les permiten desarrollar procesos de conocimiento, apropiación y transformación desde el hacer. Otra problemática ha sido el déficit en el acceso a la infraestructura y servicios públicos de la ciudad, evidenciando nuevamente la segregación socio-espacial que tienen los jóvenes del programa.

Se ha buscado promover el derecho a la ciudad, desde el reconocimiento de los espacios físicos, y la identificación y uso de servicios públicos de la ciudad, hasta la exigibilidad de derechos de los jóvenes. Otra apuesta importante ha sido ofrecer a los jóvenes una información y conocimiento específico al interior de sus prácticas para potenciar indirectamente sus habilidades para la inserción laboral o el desarrollo de procesos independientes de emprendimiento (Morales, 2015, 15 de julio).

Jóvenes en Paz ha asumido el compromiso histórico con las y los jóvenes en los territorios de la periferia -barrios con carencias ubicados en localidades en proceso de consolidación-, proponiendo nuevos roles y formas de relacionamiento con sus comunidades. Esto ha implicado preguntarnos, entre otras cosas, ¿qué debe hacer la política pública con las expectativas (otras formas de hacer incidencia política e integrarse) que se están construyendo entre las y los jóvenes? (Rivera, 2015). Sin duda, esta reflexión va dirigida de manera directa a las prácticas que conforman el programa, dado que éstas han motivado otras formas de habitar la ciudad, mientras relevan la necesidad de construir pensamiento crítico desde y sobre la vida cotidiana.

41 Es decir, tres días se dedican a educación formal (primaria, secundaria, talleres y, en algunos casos formación técnica), y otros tres días a intervenciones, acciones en los territorios, y prácticas productivas.

69

FotografĂ­a: Gabriel PĂŠrez Castellar

Agua y ambiente en el centro del ordenamiento territorial: la práctica de apropiación en Gestión del Riesgo y Cambio Climático El objetivo de esta práctica es formar pensamiento crítico a partir de procesos de formación realizados en el territorio que se habita y de cara a la comunidad a la que se pertenece. Para ello, se han movilizado escenarios de diálogo que permiten a las y los jóvenes transitar hacia identidades proactivas con la gestión de los riesgos y las problemáticas ambientales presentes en sus comunidades. Así, esta práctica42 pretende “transformar actitudes y pensamientos hacia el territorio y las lógicas de la naturaleza, generar habilidades para la gestión de recursos alrededor de iniciativas autónomas e incentivar la participación de las y los jóvenes en las decisiones que los afectan” (Chica, 2015, 19 de julio).

Para lograr el nivel de apropiación territorial esperado se planificó y desarrolló una amplia gestión interinstitucional, no sólo limitada a los entes del Distrito sino también inclusiva del amplio patrimonio de organizaciones sociales que hacen presencia en los territorios. El primer paso consistió en reconocer y analizar las apuestas del Plan de Desarrollo Bogotá Humana como direccionamiento estratégico para el diálogo con las distintas entidades distritales43 implicadas en temas ambientales, gestión del riesgo de desastres, ordenamiento territorial y gestión ambiental urbana. Así, con la Secretaría de Ambiente, la Secretaría de Cultura, el Instituto Distrital para la Gestión del Riesgo, Universidades, Alcaldías Locales, el Acueducto de Bogotá, el Jardín Botánico y la Secretaría de Integración social se han creado múltiples escenarios teóricos y prácticos.

En cuanto a organizaciones no gubernamentales, procesos organizativos, colectivos juveniles, casas culturales y líderes comunitarios participantes en la práctica, la relación se ha tejido por medio de la articulación de intereses. Entre este grupo de actores se resaltan la Casa Cultural del barrio Potosí, el colectivo de jóvenes Poder Natural, el Colectivo La Redada, El Mute y Golpe de Barrio. Igualmente, el papel de líderes como “Salado”, en el barrio Ramírez, “Blacky”, en Potosí, “Don Alex”, en la Paz, ha sido clave para la construcción de puentes entre el programa y los distintos territorios (Chica, 2015, 19 de julio).

Desde esta práctica de apropiación territorial (PAT) también se ha promovido la formulación, gestión y ejecución de proyectos desde las propias iniciativas juveniles, todas abocadas a la recuperación de espacios públicos y/o de referentes ambientales en sus espacios. Entre estos proyectos se encuentran la construcción de un aula ambiental en el barrio Ramírez y la producción de un parque infantil en el barrio La Paz-Danubio, entre otros.

42 En esta práctica han participado cerca de 450 jóvenes, de los cuales se calcula que el 30% pertenecen a la localidad de Ciudad Bolívar mientras que el restante pertenecen a las localidades Bosa, Kennedy, Rafael Uribe Uribe, San Cristóbal, Santa Fe y Usaquén.

43 En ese camino las reflexiones han sido múltiples y diversas. El interés de articulación con otras entidades distritales estuvo inicialmente motivado por el cumplimiento de metas (cifras), instrumentalizando la participación de los jóvenes. Dicha situación implicó explorar nuevas negociaciones que reivindiquen lo formativo y lo pedagógico como elemento estructural del esperado proceso de “resocialización de los jóvenes”. Es así como se ha logrado vincular jóvenes a procesos de investigación y capacitación, por ejemplo.

72

Juventud, paz y política pública

La apropiación territorial desde una mirada transformadora de los lugares y las relaciones sociales es un reto de la práctica. Para ello se busca encaminar el potencial creativo de los jóvenes hacia un ejercicio cuyo resultado final sea la transformación de espacios concretos que representen espacios para pensarse nuestra relación con el territorio. Las actividades puestas en marcha nacen de una mezcla entre intereses de docentes y estudiantes, y oportunidades del contexto institucional y social del proyecto. Desde allí se vienen desarrollando talleres de formación en temas básicos para la gestión del riesgo, recorridos de reconocimiento territorial y apuestas de apropiación territorial en cinco localidades de la ciudad. El componente teórico se desarrolla a partir del diálogo entre jóvenes y quienes acompañan el tema (Chica, 2015).

Una vez que los jóvenes ingresan a la práctica, se inicia un proceso de formación en conceptos básicos que van desde el riesgo como categoría de análisis territorial, hasta la política pública como referente clave para la toma de decisiones y el ordenamiento territorial. Todo en clave de responder las preguntas sobre el papel de los jóvenes en el devenir del territorio urbano. El proceso de formación tiene lugar en los espacios ambientales y comunitarios donde el riesgo y el cambio climático se pueden interpretar a través del análisis del paisaje y el testimonio de los habitantes. Visita a humedales, cerros orientales, barrios de periferia y zonas de interés ambiental son los principales espacios en los cuales se desarrolla el proceso pedagógico.

Esta PAT ha logrado consolidar procesos de contrapartida territorial en varias localidades de la ciudad. Los más destacados son tres44: Aula Ambiental Ramírez: ubicada en la localidad de Santa Fe, sobre los Cerros Orientales.

Ramírez es una barrio de recicladores con una evidente manifestación de la problemática ambiental típica de asentamientos informales: viviendas en condiciones de riesgo y en mal estado, ausencia de servicios públicos y graves problemas de convivencia. Gracias a la estrategia Armemos Parche, la cual recoge procesos sociales juveniles de La Redada, El Mute y Golpe de Barrio, se logró ingresar en este territorio con miras a participar en la elaboración de una huerta comunitaria. La experiencia ha contado con la participación de jóvenes de todas las Unidades de Protección Integral que acogen la estrategia Jóvenes en Paz. En ella se da forma a una suerte de espacio público para que los habitantes del barrio se relacionen mientras el trabajo físico sobre la tierra y la transformación del espacio canaliza energías en los jóvenes. Así lo ha manifestado un joven: “a mí me gusta venir a Ramírez porque acá dejo toda la mala energía dándole duro a la tierra”.

Por otro lado, en la localidad de Rafael Uribe Uribe, en el barrio la Paz-Danubio, un grupo de jóvenes se dio a la tarea de construir un parque infantil con materiales reciclados, culminando un proceso de apropiación territorial articulado con líderes comunitarios.

Finalmente, los humedales del Distrito también han sido un escenario fundamental de apropiación territorial con la estrategia “la gente de los humedales”, la cual se desarrolla 44 Estas tres experiencias se presentaron en el marco la Cumbre de las Américas por la Justicia Climática, a través del foro “Jóvenes en paz frente al Cambio Climático”, en el cual jóvenes líderes asumieron la vocería de las experiencias.

73

de la mano de Secretaria Distrital de Cultura y Secretaría de Ambiente. El resultado de esta apuesta ha sido formar a 30 jóvenes como promotores en la recuperación y re-significación de humedales en la ciudad. Uno de los logros de este proceso ha sido construir de forma colectiva identidades proactivas alrededor de la cultura del agua y lo comunitario como claves para un abordaje integral de lo ambiental.

Con el fin de resignificar el papel de los jóvenes en sus comunidades, también se han diseñado instrumentos para la construcción de Planes Barriales de Gestión del Riesgo, a partir de los cuales se propicia ejercicios de observación en los barrios, interlocución con líderes comunitarios, levantamiento de cartografía social, ubicación de viviendas en alto riesgo de desastres naturales, fuentes de agua, niveles de contaminación, entre otras actividades. Este trabajo se ha propuesto como una alternativa al cumplimiento de penas para jóvenes en conflicto con la ley, mediante la prestación de un servicio social comunitario.

Los principales obstáculos de esta PAT se resumen en dos dimensiones: la primera tiene que ver con la lenta generación de una afectividad de los jóvenes para con la ciudad y la gestión del riesgo, lo cual se manifiesta en actitudes de resistencia y conflicto; la segunda dificultad está relacionada con la complejidad de los territorios en términos de seguridad y estigmatización de los jóvenes, lo cual impide una aceptación de las iniciativas juveniles y genera resistencias por parte de líderes comunitarios, así como acciones coercitivas por parte de algunos agentes del Estado. Si se rompiesen los prejuicios, la contrapartida territorial de los jóvenes para con la ciudad podría alcanzar altos niveles de contundencia.

Investigación en la acción y para la transformación: la práctica de Semilleros La estrategia Semilleros de Investigación, que es parte del Área de Investigación del IDIPRON y una metodología de investigación territorial en la ciudad, se involucra en Jóvenes en Paz como una práctica de apropiación territorial que busca aportar a la transformación de los territorios que habitan las y los jóvenes45. Desde noviembre de 2014, el equipo de investigación del IDIPRON asumió el acompañamiento del módulo introductorio y propuso el Seminario Cultura, Territorio y Sociedad; en cada sesión se invitaba a un experto/a frente a temas de juventud y ciudad (justicia juvenil, artes, participación, trabajo, educación, género, medio ambiente), y se presentaban los resultados de las investigaciones realizadas por el IDIPRON en 2013 y 2014 bajo la vocería de jóvenes que habían hecho parte de los Semilleros de Investigación.

Desde la práctica de apropiación territorial Semilleros de Investigación se pretende construir procesos de investigación social desde, con y para jóvenes, potenciando la mirada y el pensamiento crítico a partir de los saberes de las juventudes y desde sus vivencias; despertando la sensibilidad frente a las problemáticas que les afectan y que también afectan al otro/otra; 45 Semilleros hace presencia en los barrios Altos de Cazuca y Compartir de la localidad Ciudad Bolívar; Bosa Santa Fe y Metrovivienda de la localidad Bosa; San Bernardo y Ramírez de la localidad Santa Fe; Aguas Claras, Laureles y Sociego de la localidad San Cristóbal; Restrepo y Ciudad Jardín de la localidad Antonio Nariño; y Palenque de la localidad Kennedy.

74

Juventud, paz y política pública

elaborando preguntas, a través de las cuales se interpele y confronte lo que sucede en los territorios desde argumentos que parten de la experiencia juvenil en la ciudad; y visibilizando prácticas disidentes que construyen ciudad (Martínez, 2015, 30 de julio).

Las principales actividades que se han promovido en la práctica Semilleros son: construcción de conocimientos a partir del diálogo de saberes; apropiación de conceptos clave para el desarrollo de proyectos de investigación; diseño de proyectos de investigación desde los intereses de las y los jóvenes; construcción de productos de investigación a partir de sus lenguajes y habilidades; recorridos46 por los territorios que habitan, visita a exposiciones, museos, bibliotecas, universidades; y participación en eventos académicos47.

Los procesos de investigación desarrollados con y desde los mismos jóvenes les han permitido reconocerse como sujetos, apropiar conocimientos útiles para sus vidas y construir relaciones distintas con otros, tanto en los territorios como en espacios de la ciudad que no conocían. La construcción de relatos ha sido una herramienta fundamental para propiciar reflexiones desde las historias de vida de las jóvenes y desnaturalizar violencias de género con mujeres jóvenes víctimas. Un grupo de ellas tuvo la iniciativa de compilar varias historias frente a la violencia de género y publicar el libro “Mujer maltratada, flor marchita”, el cual fue presentado en la Feria del Libro Independiente y Alternativa (FLIA) 2015. Por medio del reconocimiento, diálogo y amor se han construido relaciones de confianza que permiten potenciar habilidades e intereses presentes individual y colectivamente. En ese camino de aprendizaje nos hemos repensado y re-inventado.

Algunos de los procesos de investigación impulsados por esta práctica han sido: Niñez en Altos de Cazuca: es un proyecto que se pregunta ¿cómo se experimenta la niñez en un contexto de violencias y vulneraciones a los derechos?. Los jóvenes que lo lideran han desarrollado diferentes actividades lúdicas para niñas y niños a partir de sus experiencias de la infancia. En este proceso también se ha gestionado un espacio de práctica investigativa con una ONG que permitió a los jóvenes alimentar la problematización de su proyecto de investigación, trabajando directamente con niñas y niños.

Niñez en Compartir: este ejercicio, que se desarrolla en articulación con la Escuela Popular Itinerante del IDIPRON, emerge del interés de algunas jóvenes frente a cómo se 46 Se ha hecho presencia por medio de recorridos en los barrios Egipto, La Macarena, Santa Rosa, Las Cruces y San Bernardo de la localidad Santa Fe; 20 de Julio y Altamira en la localidad San Cristóbal; Arabia, Arborizadora Alta, Quiba, Cazuca y Sierra Morena de la localidad Ciudad Bolívar; Usme Pueblo, Pasquilla y Alfonso López de la localidad de Usme; El Corzo, El Anhelo, La Alameda, El Recreo, Santa Fe y La Libertad en localidad Bosa; Las Lomas y Resurrección en la localidad Rafael Uribe Uribe; y La Merced en la localidad Teusaquillo. También se han visitado humedales, páramos, parques, museos, bibliotecas y otros espacios distritales.

47 Entre diciembre de 2014 y agosto de 2015 Semilleros ha convocado a 657 jóvenes. A septiembre de 2015 cuenta con 223 jóvenes participantes, organizados en 8 grupos de la Escuela de Lenguajes del Área de Investigación y en 5 proyectos desarrollados en alianza intra e inter institucional. Las actividades programadas se desarrollan en los tres días de práctica, así: primer día, apropiación de conceptos desde el diálogo de saberes; segundo día, aplicación de saberes construidos y/o reconocidos; y tercer, día producción a partir de lo construido y aprehendido.

75

comunican niñas y niños con sus padres. Para su desarrollo, se han propuesto una serie de actividades lúdicas con un grupo de niños y niñas entre los ocho y los quince años de edad que suelen venir de contextos familiares conflictivos.

El proyecto de participación juvenil Z19: se propone identificar las formas de participación política juveniles. Una de las principales intervenciones ha sido una toma cultural en la cual se mostraron las prácticas a través de las cuales las y los jóvenes construyen y apropian el territorio, a pesar de las violencias que son ejercidas por grupos armados ilegales y por el Estado mismo.

Participación en escenarios académicos de la Pontificia Universidad Javeriana: las y los jóvenes en paz (15 aproximadamente) que participan en este escenario han compartido discusiones sobre el derecho a la ciudad y la construcción de paz con estudiantes de últimos semestres de carreras como Ciencias Políticas, Psicología y Derecho. Las actividades que han realizado son: reuniones semanales para discutir lecturas, videos y noticias; preparación y desarrollo del Foro “Próxima Parada: jóvenes en la Ciudad” (realizado en mayo de 2015); multiplicación de sesiones sobre conflicto y paz con jóvenes de la UPI Perdomo del IDIPRON; y elaboración del video “¿En qué estamos? Percepciones juveniles, conflicto y paz”.

Investigación sobre Mujeres y Calle, con la Secretaría Distrital de la Mujer: como aporte al plan sectorial de transversalización del enfoque de género en el IDIPRON, se ha trabajado con mujeres habitantes de calle de la ciudad que asisten a los centros de atención del IDIPRON y de la SDIS. Las jóvenes que desarrollan los procesos de investigación han recibido capacitación continua en derechos humanos de las mujeres, política pública de mujer y equidad de género, y rutas de atención frente a violencias contra las mujeres, y han promovido talleres en artes y escritura de relatos de vida en Luna Park, El Camino, Bacatá y el Centro de Acogida Javier Molina.

Procesos de formación en radio y prensa, con la Agencia de medios alternativos Techotiba: la idea de vincular jóvenes a los procesos de la agencia emerge de la necesidad de potenciar sus múltiples habilidades, así como de propiciar escenarios de participación que les permitan ampliar la mirada y los conocimientos sobre herramientas investigativas en la praxis. El diseño y ejecución de programas, la producción documental, el reportaje y la escritura de artículos han sido claves para aprender a investigar en la acción. Los jóvenes adelantan su investigación a partir de preguntarse por el arte callejero como ¿arte degradado? Y proponen como producto final un audiovisual de tipo documental sobre las distintas prácticas artísticas que se desarrollan en la calle.

Procesos de indagación y aplicación de encuestas, en alianza con Secretaría Distrital de Planeación48 y la Empresa de Renovación Urbana (ERU): la participación de jóvenes en 48 Los jóvenes que participaron como encuestadores en el proceso de investigación recibieron certificación, teniendo en cuenta su importante labor para la sistematización de información. Sin duda, esta es una forma útil para los jóvenes entiendan que la investigación contribuye a mejorar sus condiciones de vida.

76

Juventud, paz y política pública

paz en la fase de recolección de información de la investigación para la recuperación del río Fucha, y la revitalización del centro, les permitió acercarse a diferentes comunidades y fortaleció sus habilidades para relacionarse con otros.

El principal logro de la práctica Semilleros ha sido el reconocimiento por parte de las y los jóvenes como sujetos de conocimiento y de transformación, lo cual abarca la construcción de habilidades para relacionarse con otros en los territorios que habitan; la desnaturalización de las violencias: la potenciación de los saberes propios y la escucha de los saberes de otros; la aplicación de técnicas de investigación para cuestionar escenarios de violencia y vulneración, así como para proponer acciones de cambio; la apropiación de diferentes territorios de la ciudad por medio de actividades lúdicas, recreativas y artísticas; y la participación en escenarios de práctica a nivel interinstitucional por medio de alianzas.

Por su parte, entre los obstáculos se puede señalar las dificultades de concentración y atención manifestadas por parte de algunos jóvenes, relacionadas, especialmente, con su desconexión con los hábitos de estudio requeridos para hacer investigación, con limitaciones como no saber leer ni escribir y con los efectos causados por el consumo de sustancias psicoactivas. También es importante señalar que en ocasiones los jóvenes usan el discurso de su vulnerabilidad para justificar acciones que van desde llegar tarde/ irse temprano de una clase, hasta consumir sustancias psicoactivas en las clases. No obstante, enfatizando especialmente los aprendizajes, creemos que Semilleros de Investigación tiene el reto de hablarle al Programa Jóvenes en Paz desde la cotidianidad de las y los chicos que hacen parte de él para plantear y replantear, cuantas veces sea necesario, sus acciones (…) Sobretodo, tiene el reto de hacer realidad que las voces de jóvenes tengan incidencia política en el marco de la discusión de la política pública de juventud a partir del 2016, en la que será clave recoger las experiencias de jóvenes que no han sido tenidos en cuenta para el diseño ni la implementación de planes y programas públicos (Rodríguez, 2015, 2 de agosto).

Reconocimiento y empoderamiento: el paso a paso de la Gestión Comunitaria como práctica territorial La práctica de apropiación territorial Gestión Comunitaria49 se orienta hacia la prevención y protección de los derechos desde el fortalecimiento y empoderamiento de liderazgos juveniles. Inicialmente se denominó Promotores de Paz, como una propuesta acorde con el escenario nacional de los diálogos de La Habana y la terminación de un conflicto armado que atraviesa de manera directa la vida de los jóvenes en la ciudad; sin embargo. a medida que se avanzaba en la construcción pedagógica y en conjunto con los jóvenes, la discusión frente a la noción de paz se fue transformando y, con el ello, el objetivo y el nombre de la práctica. En su fundamento, esta práctica parte de reconocer que los sujetos ocupan posiciones. No existe un único modo de ser sujeto, ni de subjetividad. Los sujetos se diferencian por sus funcionalidades y el sistema los organiza. Sin 49 A lo largo del proceso se han inscrito en la práctica de Gestión Comunitaria 218 jóvenes y han ingresado al Sena un promedio de 60.

77

embargo, somos mucho más que superposiciones y enunciados, por ello aprender a redescubrir nuestra esencia es el primer paso de cualquier transformación. Con la noción de lo joven resulta igual, no hay una sola manera de ser joven ni una concepción única para serlo.

La idea central es fortalecer las habilidades y capacidades descubiertas en el transcurso del proceso formativo, para que sean éstas, en procesos dialógicos, las que generen las correlaciones de fuerza y cambio, y no las manifestaciones degradadas de un sistema capital que ubica a los jóvenes en un lugar de consumo, impidiendo su propia acción consciente en sus dinámicas vitales. Si las y los jóvenes tienen a mano la información y la claridad de los marcos de acción en diferentes dimensiones, si se genera la posibilidad de re significar sus historias y territorios, si se posibilita el acceso a escenarios antes invisibles o inexistentes, si se les confronta con otras historias, alternativas y consecuencia, donde deban generar la reflexión acerca de sus propias acciones y decisiones, si se permite un acompañamiento íntimo del ser, y no sólo una relación profesor-alumno, adulto-joven, saber-ignorancia, lo que se denomina juventud, pasa de ser una acepción nominal a convertirse en experiencias vivenciales de alto impacto positivo para las relaciones humanas (Viancha, 2015).

Teniendo en cuenta lo anterior, esta PAT articula tres dimensiones de la subjetividad: una dimensión política, desde la cual se propone relacionar los temas abordados con las diferentes realidades de los territorios; se trata de fortalecer el reconocimiento de otros y otras como parte del reconocimiento individual de los jóvenes, la solidaridad y la organización en beneficio de terceros como acción política. Una dimensión cultural que se orienta hacia la formación de una imagen ajustada de sí mismo en la que se valoren el esfuerzo y la superación de las dificultades; el propósito es acompañar la construcción de un auto-relato desde el cual se reconozca la propia responsabilidad en el curso de la historia.

Y, por último, una dimensión socioeconómica enfocada en la identificación y solución de problemas mediante diversas alternativas y en diferentes escenarios; así, a partir de aterrizar las diferentes herramientas brindadas en la práctica, se logra que la gestión comunitaria sume en la cualificación económica y social de los jóvenes (Viancha, 2015).

Atendiendo estas dimensiones, la práctica desarrolla una formación teórico práctica que contribuye a adelantar procesos de organización comunitaria, a través de dinámicas para la participación y el acceso de los jóvenes en paz a escenarios institucionales, organizativos, territoriales, en el marco del conocimiento y defensa de los derechos, fortaleciendo las capacidades y talentos individuales, y estimulando el trabajo en colectivo en beneficio de terceros. Así, esta práctica se ofrece como una alternativa formativa en el análisis de realidades, siempre haciendo ancla en lo propio (en el territorio y en la vida), en la construcción conjunta de conocimientos y saberes, y en la apropiación de lo público, y considerando que cualquiera es un escenario potencial para el aprendizaje, desde una metodología de la pedagogía de la presencia que permita no solo compartir información teórica o práctica con los jóvenes, sino también acompañar los aprendizajes en sus propias vidas. Esto significa generar confianzas más allá de la relación profesor – alumno, reconociendo sus propias sabidurías y desconociendo los prejuicios, como parte del proceso formativo; por ello, al ingresar a la práctica queda como acuerdo explícito que cada uno y cada una somos vitales para el proceso y somos vitales para lo que queramos producir con él.

78

Juventud, paz y política pública

La estrategia parte de un enfoque de sujeto de derechos que busca generar y fortalecer un compromiso propio con el desarrollo de diversas acciones que se orienten a la convivencia y a un proyecto social más humano y justo, un esfuerzo consciente para la generación de conocimientos, con metodologías combinadas, sistematizaciones, discusiones temáticas con enfoque reflexivo, conversación para la construcción de iniciativas conjuntas y competencias para potenciar habilidades y saberes, que produzcan nuevas e innovadoras rutas para la acción comunitaria y social, liderada por nuestros jóvenes. De igual manera, se han desarrollado procesos de referencia y acción inmediata en dificultades individuales con los jóvenes, sobre todo en temas como violencia contra las mujeres y detenciones arbitrarias.

Desde el enfoque de análisis del discurso y del pensamiento decolonial, comenzamos a abordar los temas clave de lo que será a lo largo la Práctica Gestión Comunitaria, esto con el fin de unificar el lenguaje, ampliar los marcos de comprensión de temas y contextos, generar permanentemente la crítica y la reflexión, que son el primer camino para construir rutas de corresponsabilidad y acción en los jóvenes, hombres y mujeres, que permitirán beneficiar a la comunidad de sus barrios y territorios (Viancha, 2015).

La propuesta formativa se desarrolla por medio de un ciclo que le permite al joven suscribirse de una forma participativa, a partir del acceso a diferentes escenarios, el desarrollo de temáticas clave, la conexión con otras propuestas juveniles, el desarrollo de ejercicios de multiplicación y la reflexión para potenciar transformaciones sociales en beneficio de las comunidades. En este marco y durante 5 semanas, los jóvenes participan en los siguientes módulos: reconocimiento de problemáticas y riesgo, de posibles soluciones, de vínculos afectivos y redes de apoyo, y de rutas para el restablecimiento de derechos; empoderamiento en habilidades e intereses, en construcción de alternativas y elaboración de propuestas, y en la capacidad de transformación y de liderazgo; y anclaje al territorio, entendiéndolo como escenario de acción, reflexión, producción y transformación en donde se hará la multiplicación de saberes e informaciones y se restablecerán vínculos afectivos y redes de apoyo alrededor de la familia, los amigos, los vecinos, las entidades distritales y las organizaciones comunitarias.

Las actividades se construyen siempre a partir de estas cuatro premisas: Del saber: antender, comprender, tener claridad en conceptos a través de la introducción clara y concisa de temas básicos, y ejemplos cotidianos y panorámicos contextuales. Del investigar: aterrizar todos los contenidos a las realidades y contextos propios a través del diálogo de casos, la elaboración de cartografías y la formulación de preguntas. Del participar: capacidad de involucrarse en las actividades propuestas, disposición a nuevos conocimientos, liderar discusiones constructivas, desarrollar rutas de investigación, hacer parte, colaborar, fortalecer la atención en ventanas de experiencias, ferias de creatividad, foros y seminarios, entre otros. Del empoderar: generación de espacios y acuerdos para la construcción de alternativas e iniciativas propias y colectivas, fortalecimiento de discursos en clave de sujetos de derechos, y asunción de responsabilidades, corresponsabilidades, autonomías y libertades (Viancha, 2015).

En cuanto a las características de los jóvenes que participan en esta práctica, se puede decir que la mayoría

79

provienen de barrios con alta presencia de microtráfico y de violencias ocasionadas por la presencia de actores armados. Algunos de ellos, si bien no la mayoría, han hecho o hacen parte de estas maneras de organizarse. Solo un porcentaje menor ha estado vinculado a organizaciones de “alto calibre” en el escenario de la delincuencia. Paradójicamente estos son los que mejor se han adaptado a la construcción de la práctica formativa, tanto en su participación activa como en su interés por el conocimiento y el aprendizaje.

Contamos con un alto número de mujeres, la mayoría con jefatura de hogar, y un porcentaje alto de víctimas de violencia de género, en donde el principal agresor es la pareja. Las mujeres han desertado del sistema escolar porque se convirtieron en madres muy adolecentes, y debieron asumir la carga económica de la maternidad casi que en exclusivo. De hecho, la escolaridad de los jóvenes es más alta en los hombres que en las mujeres, existiendo un abandono casi similar en ambos géneros en los primeros años del bachillerato. Por lo general los hombres han recurrido a la deserción escolar a partir de la expulsión a causa de comportamientos agresivos o violentos, o porque los descubrieron consumiendo sustancias psicoactivas. Algunos simplemente se fueron del colegio, porque no se creyeron capaces de aguantar la monotonía y el aburrimiento que eso significada, en estos casos lo que se ha visto, es que esa sensación de “no me gusta el colegio” está muy asociada con consumo de SPA a muy temprana edad.

Casi que el total de los jóvenes, incluso aquellos que lograron terminar el bachillerato, manifiestan que en los colegios no hay mayor importancia a las personas, que a la primera lo sacan porque es lo más fácil, no existe un pensamiento donde ellos son los importantes, cosa que no comprenden, porque en sus palabras los maestros están para enseñar, pero es lo último que hacen. Se suma a una completa desconexión de las prácticas pedagógicas con respecto a sus realidades, lo que genera en ellos una completa falta de apropiación por la importancia de permanecer y asumir con reflexión sus procesos escolares. Existe una decepción hacia el ámbito escolar manifiesta en lucha de poderes con los maestros, no presentación de trabajos, no reconocimiento del proceso escolar con procesos de bienestar social e individual.

Incluso en las actividades en terreno se agobian muy fácil cuando hay que cumplir la jornada completa, generando interrupciones frecuentes en el desarrollo de las actividades, un porcentaje considerable siempre está en disposición de confrontar lo que ellos ven como autoridad, haciendo caso omiso de las orientaciones. En general, las dificultades con los aprendizajes se relacionan con dos factores importantes: el primero niveles de consumo de SPA que no permiten proceso de atención y concentración y el segundo el tiempo de ausencia de procesos escolares que les ha dificultado la continuidad de la formación. (Viancha, 2015)

A través de esta práctica, que considera que cualquiera es un escenario potencial para el aprendizaje, se han desarrollado los siguientes procesos de gestión de derechos: trabajo con comunidades en situación de desplazamiento en el Barrio Montebello, Localidad de San Cristóbal; multiplicación de formación en gestión de derechos sexuales, reproductivos y recreativos; multiplicación de la campaña “Desde el vientre se invierte”, para una paternidad y maternidad libre de violencias; y multiplicación de formaciones contra la militarización de la vida.

En la implementación de la práctica se han identificado como obstáculos reconocer la noción de “víctima” como significante en las maneras que los jóvenes se ubican en el espacio y se reconocen sujetos de derechos o carentes de ellos, pero con el horizonte 80

Juventud, paz y política pública

claro de asumir la responsabilidad que tal apelativo conlleva; así mismo, reconocer la posibilidad que existe en diferentes escenarios de la ciudad para potenciar un proceso de transformación del ser que beneficie a otros procesos comunitarios o acciones solidarias desarrollados con otros y otras en escenarios de exclusión o abandono más evidentes que el de los propios jóvenes con quienes trabajamos (Viancha, 2015, 13 de julio).

Así mismo, se plantea la necesidad de contar con el apoyo de otras entidades del Distrito en el desarrollo de esta práctica, ya que la población joven percibe la soledad en su trabajo y, por ello, su entusiasmo termina debilitándose. Esto, además, legitima su molestia con el Estado y su sentirse importantes no más que para el cumplimiento de las metas institucionales, mientras obstaculiza la transformación y la construcción de sujetos políticos que trabajan de la mano con la institucionalidad.

Construyendo memorias desde la otra ciudad: la práctica de Patrimonio Esta práctica de apropiación territorial50 tiene dos propósitos fundamentales: el primero tiene que ver con el reconocimiento y la apropiación de la ciudad por parte de los y las jóvenes vinculados a la práctica, desde su componente patrimonial, territorial y de memoria; el segundo busca brindar a los jóvenes elementos básicos de trabajo en grupo, y de identificación de situaciones problemáticas y de posibles soluciones en torno a situaciones relacionadas con sus territorios, desde un punto de vista del patrimonio cultural. Con estas apuestas se busca abrir escenarios a los jóvenes para que construyan una relación distinta con la ciudad. En tanto la experiencia de ciudad –trayectorias, historias, construcciones políticas desde lo cotidiano y la institucionalidad- los ha encasillado como jóvenes ‘problemáticos’, su forma de relacionarse con la ciudad se construye desde esas mismas coordenadas, es así que la intención de la práctica es poder mostrar a los jóvenes lugares, prácticas y escenarios que si bien se encuentran por fuera de su cotidianidad, hacen parte de la ciudad que habitan (Salcedo, 2015, 20 de agosto).

La metodología de trabajo se desarrolla a través de dos componentes: Componente formativo: con una duración aproximada de dos meses y medio, desarrolla tres ejes conceptuales (patrimonio, memoria y ciudad) mediante clases de apropiación conceptual y de recorridos de apropiación territorial por diferentes zonas de la ciudad, enfatizando el centro tradicional de Bogotá debido a su importancia patrimonial.

Componente práctico: éste tiene una primera dimensión en la que se ponen en marcha iniciativas territoriales mediante acciones de apropiación, divulgación y recuperación de elementos significativos de los territorios que habitan los jóvenes o de los espacios que ellos han seleccionado; entre las acciones desarrolladas se encuentran recorridos territoriales, exposiciones e intervenciones en la ciudad. Una segunda dimensión hace referencia a las prácticas interinstitucionales gestionadas para que los jóvenes apoyen el desarrollo de las actividades de los planes institucionales; en este marco, por ejemplo, 50 La práctica ha contado con la participación de cerca de 550 jóvenes. De ellos más de 200 se han vinculado a la formación técnica que se brinda en el marco del programa Jóvenes en Paz.

81

se trabajó con la Empresa de Renovación Urbana (ERU), la cual acogió a un grupo de 25 jóvenes que acompañó la reapertura del Hospital San Juan de Dios y la formulación del Plan Parcial San Bernardo – Tercer Milenio.

Teniendo en cuenta lo anterior, las principales actividades que se han realizado en el marco de la PAT Patrimonio son: Recorridos de reconocimiento: para la identificación de conceptos de patrimonio, ciudad y memoria. Los lugares visitados han sido el centro histórico (Barrios Belén, Egipto, la Candelaria y Bosque Izquierdo), el Cementerio Central, el Parque Entre Nubes, el Cerro de Monserrate, el 20 de Julio, la Estación de la Sabana, La Perseverancia, la Universidad Nacional, el Centro de Memoria Paz y Reconciliación Distrital, y la Plaza Los Luceros de Ciudad Bolívar.

Visitas a Museos: para la identificación de objetos e historias significativos para el país.

Los museos visitados han sido el Museo Nacional, el Museo de Arte del Banco de la República, el Museo del Oro, el Museo de la Policía, el Museo Casa Botero, la Casa de la Moneda, el Museo de Bogotá y el Planetario Distrital.

Realización de exposiciones y presentaciones: a partir de las temáticas de ciudad, patrimonio y memoria profundizadas en la práctica, los jóvenes realizan exposiciones sobre temáticas y territorios específicos como, por ejemplo, los lugares emblemáticos del centro histórico, el Cementerio Central y las comunidades Indígenas que habitan la ciudad.

Elaboración de cartografías sociales: en los territorios cotidianos de los jóvenes; entre los lugares trabajados se encuentran el Parque y Biblioteca El Tunal, el Portal Usme, la República de Canadá, Los Luceros, México – Las Quintas, Arabia – Ciudad Bolívar, las Cruces – Santa Fe, Juan Rey, Santa Librada, Arborizadora Alta y Juan Pablo II. Recorridos juveniles: se trata de recorridos temáticos liderados por parte de los jóvenes.

En éstos se pueden mencionar aquellos realizados en el centro de Bosa, en los teatros de la Candelaria, en la ruta de la Chicha, en Usme Pueblo, en Usaquén, en Villa Javier (San Cristóbal) y en el centro de Fontibón.

Para el desarrollo de esta práctica se ha establecido una alianza con el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación para la realización de recorridos de reconocimiento de experiencias de memoria y la apropiación del material trabajado por ellos sobre memorias de la zona aledaña (parque Renacimiento, Cementerio Central y Carrera 26). También se ha establecido un trabajo mancomunado con la Secretaría Distrital de Cultura, Recreación y Deporte (SDCRD) en torno al Patrimonio en Bici y al acompañamiento del plan lector desarrollado en las plazas de mercado de la ciudad.

Y, como ya se anotó, con la ERU se construyó un acuerdo que vinculó un grupo de jóvenes en: 82

Juventud, paz y política pública

•

Apoyo al proceso de recuperación Hospital San Juan de Dios: se ha avanzado en la articulación para trabajar con un grupo de chicos en las actividades de recuperación y reapertura del Hospital San Juan de Dios. Es así que en el marco de la Cumbre Mundial de Arte y Cultura para la Paz se realizó la capacitación de un grupo de 10 jóvenes de las UPI Perdomo y Bosa para apoyar con las actividades de guía patrimonial en el Hospital, en el marco de una intervención artística organizada por IDARTES. El grupo duró hasta el día 2 de mayo. Dicho grupo realizó alrededor de 30 recorridos, atendiendo a más de 400 personas durante el mes de visitas al Hospital.

•

Apoyo a la estrategia social del proceso de Revitalización del Centro Histórico y tradicional de Bogotá: se realizó desde el mes de marzo y hasta el mes de junio de 2015 la formación en herramientas y aplicación del censo de población del barrio San Bernardo por parte de un grupo de 13 Jóvenes de las Prácticas de Patrimonio y Semilleros de Investigación. Se realizó la aplicación del censo. Un grupo de tres jóvenes apoyó la realización de la sistematización del mismo en la ERU. De la misma forma el grupo apoyó el desarrollo de convocatorias a propietarios, arrendatarios y vecinos del barrio a las actividades promovidas desde la ERU para el desarrollo del Plan Parcial. Por último un grupo de tres jóvenes ha venido apoyando el proceso de organización de la información recolectada por el equipo social de la ERU en éste componente.

•

Levantamiento del inventario patrimonial del Hospital San Juan de Dios (HSJD): a partir del mes de agosto de 2015 un grupo de 6 chicos de la práctica han apoyado el desarrollo de las actividades de levantamiento del inventario patrimonial del HSJD en el marco de las acciones de recuperación y reapertura del hospital (Salcedo, 2015).

Entre los avances de la práctica se destaca la apropiación de los elementos de patrimonio y ciudad por parte de la mayoría de los jóvenes participantes, así como el desarrollo de habilidades de expresión oral, escrita y de investigación. Además, se destaca haber dado el chance de que los jóvenes reconocieran partes y aspectos de la ciudad que se encontraban por fuera de su experiencia cotidiana. Las visitas a museos, parques, centros tradicionales e históricos hacen que los jóvenes se apropien de manera diferente de una ciudad que siempre se planteó como un escenario de exclusión y segregación. Otro logro es la vinculación con la historia de la ciudad y la historia de sus barrios, permitiendo un reconocimiento diferente de los problemas de estos espacios y la posibilidad de pensar formas de actuar sobre estos problemas identificados (Salcedo, 2015, 20 de agosto).

Por su parte, entre los obstáculos identificados se resaltan “el manejo de la convivencia, el consumo de sustancias psicoactivas y el porte de armas por parte de los jóvenes, debido a que no se tiene una hoja de ruta clara para la solución de dichos problemas, en especial en actividades realizadas en los territorios, en las cuales éstos se hacían más difíciles” (Salcedo, 2015, 20 de agosto). También se señala que las instituciones con las cuales el IDIPRON se ha articulado no saben cómo trabajar con estos jóvenes, por lo cual asumen de manera poco asertiva las relaciones con ellas y ellos, olvidando las condiciones que les hacen partícipes del programa Jóvenes en Paz; así, por ejemplo, “existen problemas en cierto tipo de actividades –encuestas, embellecimiento de fachadas, entre otras- en las que los jóvenes requieren ARL, la cual no pueden tener debido al tipo de vinculación que tienen con 83

el IDIPRON; esto se ha convertido en un obstáculo insalvable para avanzar en proyectos con algunas entidades distritales” (Salcedo, 2015, 20 de agosto). ¡Todos los días pasan cosas!: la práctica de Logística y Producción de Eventos El objetivo de la práctica51 es brindarle herramientas a las y los jóvenes para que se constituyan en ciudadanos socialmente activos y transformadores de los contextos en los que habitan. Las y los jóvenes que participan en ella están en capacidad de desarrollar la logística de los eventos desarrollados en el Distrito Capital52 y las bases conceptuales que reciben están relacionadas con la administración de las emergencias, la prevención del riesgo y la atención de eventualidades en escenarios para diferentes públicos. En términos generales, esta práctica permite que jóvenes que han crecido en escenarios de conflicto, beligerancia y violencia sean reconocidos como seres que necesitan la posibilidad de ser visibilizados, mostrando sus saberes cualidades y destrezas. Las apuestas que hemos desarrollado para nuestros jóvenes van gestadas desde la posibilidad de que ellos sean actores locales y socialmente activos, participando como gestores de políticas de prevención y, a su vez, ganando el reconocimiento social dentro de acciones más concluyentes y participativas en los planes de contingencia y emergencias (Rodríguez, 2015).

En esta PAT han participado jóvenes que viven situaciones de gran vulnerabilidad y que, en general, desconocen las reglas, lo cual es un aspecto a tener en cuenta cuando se piensa en la organización logística de eventos. Sin embargo, gracias a los aportes pedagógicos de la práctica, estos jóvenes han participado en el desarrollo de eventos deportivos, culturales, académicos y religiosos, entre otros, así como en el equipo de los recursos humanos que son requeridos para las actividades de aglomeración de público en los diferentes escenarios distritales, tales como el Auditorio Huitaca, las Aulas Barulé, el Parque del Renacimiento, el Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, parques y plazoletas del Distrito, la Biblioteca Virgilio Barco y la Biblioteca el Tintal. No obstante, “la deserción está presente, pues pese a recibir la garantía de permanencia, ciertos hábitos mantienen excluidos a los jóvenes, debido a que sus anteriores experiencias de aprendizaje les han creado taras y limitaciones” (Rodríguez, 2015).

El logro más importante de esta práctica se manifiesta en el testimonio de jóvenes que ahora se sienten parte de una sociedad que, pese a su ritmo lento, les ha empezado a aceptar. Esto ha facilitado un cambio de hábitos, que se ve reflejado en la esperanza y expectativa por soñar. Dentro de los avances se encuentra contar para el segundo semestre del año 2015 con un equipo idóneo, motivado y dispuesto a afrontar el reto de la logística del Distrito; una opción más para el emprendimiento y generación de ingresos entre las y los jóvenes.

51 La práctica ha logrado convocar el mayor número de inscritos desde el inicio del Programa, con un total de 700 jóvenes entre diciembre de 2014 y septiembre de 2015.

52 El desarrollo de esta práctica de apropiación territorial se enmarca en el Decreto 599 de 2013 “Por el cual se establecen los requisitos para el registro, la evaluación y la expedición de la autorización para la realización de las actividades de aglomeración de público en el Distrito Capital, a través del Sistema Único de Gestión para el Registro, Evaluación y Autorización de Actividades de Aglomeración de Público en el Distrito Capital –SUGA y se dictan otras disposiciones”, normatividad que orienta la misionalidad del IDIPRON en relación con la producción de eventos a nivel distrital.

84

Juventud, paz y política pública

El principal obstáculo que se ha enfrentado, por su parte, es la falta de voluntades por parte de algunos de los componentes del Sistema Único de Gestión para el Registro, la Evaluación, y la Autorización de Actividades de Aglomeración de Público en el Distrito Capital (SUGA), ya que en este escenario se ha venido dilatando la fase de capacitación para el ejercicio de las labores de logística y se le obliga al IDIPRON a cumplir con una serie de tramitología interna y se han perdido algunas gestiones.

Parece haber un desinterés, ya que a pesar de mantener un considerado número de jóvenes inscritos, y pese a la importancia que tenemos misionalmente, carecemos del suficiente recurso humano. Progresivamente hemos sorteado por gestión e iniciativas propias algunas alianzas para lograr capacitaciones, aceptación de nuestro apoyo y el debido reconocimiento a las mismas (Rodríguez, 2015, 18 de agosto).

No obstante lo anterior, seguimos convencidos de que Jóvenes en Paz es el acercamiento más directo que tenemos al post conflicto, es la esperanza de poder devolverles los sueños y esperanzas que les fueron arrebatadas en su adolescencia. Es la ruptura del ordenamiento establecido para ellos, es la posibilidad de ser visibilizados, aceptados y respetados. Debe seguir porque en nosotros está la posibilidad de rescatar y brindar una opción a otros tantos que la merecen y la necesitan. Es nuestra nueva generación la que revolucionará y hará un cambio drástico en la sociedad (Rodríguez, 2015).

Sobre la necesidad de abrir escenarios para los artistas: la práctica de Gestión y Producción Cultural Al igual que la práctica anterior, Gestión y Producción Cultural surgió a partir del Decreto 599 de 2013 en el cual se establece que “el Distrito Capital implementará a través del Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud - IDIPRON los servicios de logística general, para cubrir la demanda de las entidades distritales que realicen espectáculos públicos y/o aglomeraciones de público, para el efecto se suscribirá el convenio interadministrativo correspondiente, salvo que IDIPRON certifique que no cuenta con la capacidad para atender el evento”.

En este proyecto se empezaron a capacitar jóvenes que venían trabajando temas culturales en otros proyectos del IDIPRON, ya fuera en los territorios o en las UPI. Inicialmente se brindó teoría de producción, logística y derechos humanos para que ellas y ellos pudieran realizar sus prácticas. A la vez, se realizaron articulaciones con colectivos, organizaciones, asociaciones y/o fundaciones culturales, y con entidades distritales como la Unidad Administrativa Especial de Servicios Públicos (UAESP) y algunos colegios. Con estas prácticas se empezó a dar cumplimiento al Decreto antes señalado. Al finalizar este pilotaje, los jóvenes capacitados fueron contratados por el IDIPRON para ser operadores logísticos y ejecutar el proyecto a cabalidad.

Posteriormente, en el mes de noviembre de 2014, este proyecto se propuso como una práctica de apropiación territorial dentro de Jóvenes en Paz. Un mes después se 85

FotografĂ­a: Edna Higuera

empezaron a realizar las actividades y acompañamientos logísticos y de producción artística en diferentes localidades con los jóvenes participantes en la PAT “Producción Cultural y Logística”, nombre que recibió la práctica antes de dividirse (en marzo de 2015) en Gestión y Producción Cultural, y Logística y producción de eventos.

Actualmente, la práctica busca incentivar el acceso de la población vulnerable a los diferentes escenarios culturales, eliminar la segregación cultural sin importar los estratos o niveles de educación y capacitar para gestionar espacios culturales en cada uno de los barrios o localidades donde viven los jóvenes inscritos al programa Jóvenes en Paz. La mayoría de artistas de las diferentes ramas (artes plásticas, música, teatro, danza, visuales, etc.) se han descubierto o han surgido en la juventud. En trabajo con los jóvenes de las unidades del IDIPRON se identificó que entre la población juvenil vulnerable de la capital hay muchos artistas empíricos o muchas personas que realizan festivales en sus barrios, que les gusta la producción, entre otros, pero no tienen los conocimientos específicos y expertos sobre el tema; esto se debe a que acceder a educación formal, ya sea técnica o profesional, en estos temas es muy costoso, por lo tanto aproximadamente de cada 1.000 muchachos 1 surge en este campo, los demás desisten para dedicarse a trabajos de esfuerzo físico o meterse en temas delincuenciales para poder conseguir el sostenimiento económico (Herrera, 2015, 1 de septiembre).

La metodología implementada inicia con la formulación de proyectos culturales territoriales; después se desarrollan los proyectos formulados por los estudiantes, estableciendo articulaciones con entidades distritales y haciendo presencia en diferentes escenarios culturales como la Cinemateca Distrital, el Museo Nacional, el Museo del Banco de la República, la Red de Bibliotecas Distritales, Cultura en Común, Indiebo, Casa de las Moyas y Casas de la Juventud.

La práctica desarrolla cuatro líneas de proyecto, de acuerdo a la empatía y el conocimiento de cada estudiante: audiovisual e imagen, transformación de material en instrumentos musicales, puesta en escena y producción artística, y producción y dirección musical.

Como producto final del proceso se propone la realización de un evento donde se articulan todas las líneas de proyecto y se le hace una retribución a la sociedad, en especial a los y las niñas de zonas vulnerables.

Como propuesta de acción e intervención en los territorios que habitan las y jóvenes que ingresan al programa, la práctica ha realizado las siguientes actividades: El mes TIC’s con el Ministerio de TIC’s: se llevó a cabo en diferentes puntos Vive Digital de la ciudad, en la Plaza de los Artesanos y en la biblioteca de la Universidad Distrital.

La formación académica de Rock al Parque 2015: estas sesiones de formación académica se llevaron acabo en la Escuela de Música y Audio Fernando Sor, utilizando equipos de última tecnología.

88

Juventud, paz y política pública

La apropiación de espacios artísticos y la participación en talleres de “Cultura en común” con Idartes: los demás talleres y actividades se desarrollaron en el CDC de Timiza, en el PAS de Victoria, en el Pas de Usme, en el PAS de Kennedy, en el PAS de Ciudad Bolívar y en el PAS de San Cristóbal, entre otros.

Talleres de cine alternativo “Indiebo”: se llevaron a cabo en la Cinemateca Distrital, en la Universidad Jorge Tadeo Lozano y en la Universidad Nacional.

Dinámicas con la Secretaría de Gobierno sobre derechos humanos expresados a través del arte: se desarrolló un ejercicio de formación en derechos humanos con los jóvenes que expresaban los derechos humanos a través de la música y el grafiti, entre otros.

Recuperación y creación de espacios culturales: se realizaron mesas de trabajo con diferentes grupos culturales y juveniles, dando lugar a proyectos de recuperación e intervención de parques, canchas deportivas, etc. Esto se ha realizado en Bosa –Porvenir y en el barrio Ramírez, ubicado en el centro de la ciudad.

Las problemáticas juveniles que más se han evidenciado en esta práctica tienen que ver con estigmatización de los y las jóvenes por su forma de vestir, hablar, pensar; la consideración por parte de los familiares de la cultura y el arte como un hobbie y no como un trabajo que pueda ser bien remunerado; la carencia de recursos para acceder a educación privada, que es donde se encuentra la mayoría de programas de formación; el sistema patriarcal que caracteriza a la sociedad y que lleva a que se piense, por ejemplo, que “si un hombre se dedica al arte es porque tiene una orientación sexual no normativa” (Herrera, 2015, 1 de septiembre).

Entre las experiencias a resaltar se pueden mencionar la intervención “Barco Pirata”, con la cual se buscó brindarle a niños y niñas del barrio de invasión Ramírez un lugar donde pudieran jugar y compartir como comunidad. Así, con llantas, madera y material reciclado se construyó un parque con forma de barco. Esta labor, liderada por la estrategia del IDIPRON Armemos Parche, fue respaldada por el equipo de la práctica y por los jóvenes inscritos a ella.

De igual manera, se recuperó un espacio en la localidad de Bosa, el cual se convirtió en un parque de deportes urbanos para jóvenes, niños y niñas de la localidad. En esta gestión también participó todo el equipo de la práctica. Allí se desarrollaron actividades que requirieron de esfuerzo físico y compromiso incondicional hacia el proyecto, por lo cual había momentos en los que los jóvenes se sentían agotados, exhaustos, malhumorados, sucios y demás: pero la recompensa fue el agradecimiento de todas y todos los ciudadanos que se beneficiaron de la intervención.

Por medio de esta práctica de apropiación territorial se han recorrido varios puntos de la ciudad ubicados en las diferentes localidades, lo cual ha permitido que los y las jóvenes inscritos se desplacen y aprendan a “moverse” por la ciudad. Muchos de ellas y ellos 89

no habían asistido a un museo o una biblioteca, por lo tanto las experiencias que han vivido en la práctica han sido extraordinarias y se han mostrado asombrados con todo lo que han conocido y aprendido. Entre los sitios re-conocidos se encuentran la Biblioteca Luis Ángel Arango, el Jardín Botánico, el Parque Timiza, el Parque Simón Bolívar, la Cinemateca Distrital, el Teatro Jorge Eliecer Gaitán y el Parque de los Novios.

Dentro de los obstáculos identificados para el desarrollo de la práctica se señala que aunque se han realizado acercamientos con Alcaldías Locales, organizaciones culturales y colectivos juveniles, a veces existen dificultades de articulación; en este sentido, es vital hacer una mayor difusión del programa Jóvenes en Paz para comprometer a toda la sociedad e institucionalidad en su desarrollo. Por su parte, los logros tienen que ver con la apertura mostrada por espacios como museos y centros culturales, entre otros, donde les ha gustado la participación de los jóvenes; por ello, ahora entregan la programación a los profesores y coordinador de la práctica para que sigan asistiendo a estos espacios. Así se han roto estigmas que eran evidentes en las primeras visitas. En el mismo sentido, por medio del acercamiento en las diferentes localidades y de las intervenciones que se han hecho se ha logrado reducir un poco la percepción que tienen los familiares y la comunidad sobre que el arte es una perdida de tiempo. Se han realizado también articulaciones para brindarles acceso a clases y formaciones con expertos en el tema y con equipos de última tecnología, así como de enfoque diferencial y diversidad cultural. Finalmente, por medio de realizar recuperaciones o intervenciones de espacios en barrios de invasión o de estratos 1 y 2 se han conseguido proyectos y festivales con enfoque social en los territorios donde viven los y las jóvenes inscritos a Gestión y Producción Cultural (Herrera, 2015).

Campañas de pares: de los y las jóvenes para los y las jóvenes El sentido de las Campañas de pares es construir conocimiento a partir de los saberes, lenguajes y prácticas de los y las jóvenes con necesidades y objetivos afines. De los jóvenes para los jóvenes, trata de construir a partir del ser de cada uno y no desde el discurso del deber ser.

Es una apuesta pedagógica en la que los diálogos sobre agendas juveniles escogidas y desarrolladas por ellos y ellas, a diferencia de lo que comúnmente se cree, demandan mayores niveles de profundidad y análisis para justamente a través de estos diálogos entre pares poder realizar transformaciones de sus realidades.

La pedagogía entre pares supone una mayor valoración de la práctica vivencial cotidiana que personifica el conocimiento, lo que hace que quienes participan del diálogo y reflexión reconozcan al otro como legítimo para aprender de él, en tanto es un par, aunque éste otro tenga diferentes experiencias, vivires y sentires para quienes lo escuchan, se convierte en un experto en el tema a quien vale la pena escuchar.

Estamos convencidos que con esta metodología, es más efectivo el abordaje de temas como la resolución pacífica de conflictos, el respeto por las diversidades sexuales y de los géneros,

90

Juventud, paz y política pública

el consumo responsable, agendas animalistas, el uso adecuado de lo público, debido a que son desarrollados desde un saber práctico y experiencial que no necesariamente y exclusivamente es potestad del saber erudito de lo académico disciplinar. Se trata de reconstruir su saber o deconstruir según sea el caso, sobre conversaciones periódicas entre ellos y ellas, con lenguajes visuales, sonoros, en movimiento, para analizar sus experiencias de trabajo, poner sobre la mesa creencias, escuchar nuevas formas, otras voces que permitan la reflexión crítica y no las críticas a la reflexión, así como ampliar la acción colectiva sobre asuntos comunes entre los y las jóvenes.

(Martha Yaneth Sandoval, 2015)

Esta agenda es desarrollada por los y las jóvenes que cursan sus estudios de técnica, y se implementa en medias jornadas durante tres días a la semana. Los temas son escogidos fundamentalmente por ellos y ellas, incluso han propuesto temas nuevos logrando un conjunto de acciones alrededor de la tramitación no violenta de los conflictos, el consumo responsable, el respeto por las diversidades sexuales y de géneros, animalismo, barrismo social.

Aunque con el acompañamiento de los profesionales del IDIPRON, los contenidos, los métodos, los mensajes, las formas, son todas iniciativas de los y las jóvenes, y su concreción puede ser en las Unidades de Protección Integral, en las instituciones técnicas e incluso en barrios o territorios escogidos por los y las jóvenes.

El ambiente de confianza, las empatías que se van creando durante el desarrollo de las campañas de pares, contribuye a que los y las jóvenes se sientan tranquilas, cómodas para dejarse ver, narrar sus experiencias, expresarse, frente a las temáticas propuestas en situaciones determinadas pero en contextos sociales comunes, favoreciendo conjuntamente, imaginar y concretar cambios frente a sus percepciones y prácticas de situaciones problemáticas entre los jóvenes Por una Economía para la Vida: las prácticas productivas para la población joven, en el marco de convenios distritales La estrategia Economía para la Vida tiene como propósito “ofrecer oportunidades de generación de ingresos a juventud en situación de vida en calle y pandillera o en condiciones de fragilidad social y ofrecer al segmento mujer joven (en condición de vulnerabilidad económica y social) capacitación en actividades productivas, académicas y de emprendimiento” (Bermúdez, 2015). De igual manera, le apunta a cuatro objetivos específicos: Primer objetivo. Este se encuentra dirigido a mejorar las condiciones de empleabilidad de jóvenes en estado de vulnerabilidad, mediante procesos de fortalecimiento y desarrollo de competencias ciudadanas, generales y específicas laborales; desde donde el proyecto apunta cabalmente al compromiso trazado en generar procesos educativos que inviten a comprender y considerar elementos en torno a la empleabilidad de jóvenes en estado de vulnerabilidad. Esto supone dos variables. Una ligada a generar un conjunto de acciones de carácter específico, que propicie la reflexión ante las circunstancias de vida reales de las y los jóvenes, brindándole elementos que fortalezcan la capacidad de visualizar campos y esferas sociales que ellos aún no han visualizado.

Y dos aquellas actividades que determinan el estado de una persona joven para fortalecer

91

habilidades, actitudes, experiencias, conocimientos y valores sociales que brindan elementos para que el o la joven supere el estado de indefensión física o moral, generado por condiciones económicas, emocionales, materiales o la reunión de todas en circunstancias adversas de vida.

Para el segundo objetivo, en el que se establece generar condiciones para el mejoramiento de la empleabilidad hacia el emprendimiento, se ha consolidado una serie de esfuerzos en un escenario de formación, que a través de módulos de aprendizaje dinamiza la reflexión en torno a los proyectos de vida, los sueños y las formas de proyectarlos; donde además se enseña el manejo del dinero, el valor (no solo económico, sino fundamentalmente social), el propósito de saber planificarlo e identificar una economía individual y familiar. Todo esto direccionado a consolidar una serie de motivaciones y acciones individuales y colectivas que cambien la incertidumbre económica que presentan muchos de los-as jóvenes beneficiarios. Y así, lograr posesionar a él o la joven vulnerable como ciudadano. El restablecimiento de derechos, a partir del empoderamiento, ha brindado confianza para la toma de decisiones, cuando aprende a tomar distancia ante la esfera hostil en la que creció, donde se identifica como rasgo general la inmediatez que ha apuntado a la marginalidad y la delincuencia; caminos cada vez más filiales en la vivencia de los jóvenes que cuentan con entornos de alta pobreza y desigualdad social.

Respecto al tercer objetivo, el cual propone gestionar oportunidades de generación de ingreso a jóvenes con vulneración de derechos, que permita la práctica temporal de su competencia y de esta manera su inserción al mercado laboral, se ha consolidado un proceso formativo denominado práctica productiva, la cual establece unos acuerdos de procedimiento y compromiso de formación para lograr consolidar una práctica formativa que se recrea como un escenario que permite a las-os beneficiarios adquirir habilidades y hábitos correspondientes al ejercicio del ámbito laboral, pero que además le permite recibir un apoyo económico de sostenimiento para realizarlo.

Para el cuarto y último objetivo. Se propone, gestionar con entidades públicas y privadas, oportunidades de generación de ingresos; se han consolidado convenios interadministrativos y de cooperación entre diferentes entidades del Distrito;, esto como parte de la correspondencia social, puesto que logra el encuentro de un campo productivo Distrital con las dinámicas de formación misional del IDIPRON. Es necesario aclarar que las entidades con las cuales se suscriben los convenios cuentan con una postura social en concordancia con las dinámicas de formación propias del Instituto (IDIPRON, 2015d).

Partiendo del modelo pedagógico del IDIPRON y con el propósito de construir pensamiento crítico y reflexivo, la estrategia Economía para la Vida se articula en cuatro ejes: potencial afectivo, potencial creativo-comunicativo, potencial ético- moral y potencial democrático – participativo. El trabajo territorial se denomina práctica productiva y, centrándose en el emprendimiento y la empleabilidad, busca el desarrollo de los-as jóvenes, la adquisición de habilidades sociales y técnicas, así como también la construcción y fortalecimiento de hábitos sociales y culturales, desde un proceso que permite experimentar un escenario laboral como dinámica pedagógica para enriquecer su integralidad y su perspectiva de vida. Por esto, los beneficiarios se encuentran con un proceso educativo, desde lo académico, el taller y las labores de productividad, que se engranan al desarrollo de habilidades y hábitos con el fin de incentivar y fortalecer procesos para el ámbito laboral y social en los individuos (…) El desarrollo de este proyecto contribuye a potenciar líneas

92

Juventud, paz y política pública

humanistas dentro de las lógicas del establecimiento de una sociedad que ha desprotegido a los sujetos, dejándolos configurar desde elementos apolíticos y ahistorizados, que sólo han dado cabida a entornos llenos de anti-valores sociales como la facilidad, la rapidez y el despropósito (IDIPRON, 2015d).

El desarrollo de las prácticas productivas está sujeto a los convenios que establece el IDIPRON con otras entidades distritales53. Actualmente, se mantienen los siguientes: Empresa de Acueducto, Alcantarillado y Aseo de Bogotá – EAB. Entre 2013 y 2015 se han vinculado a 485 jóvenes, y las principales actividades desarrolladas han sido la limpieza de 107.725 sumideros convencionales, y 72.179 metros de sumideros laterales y transversales. De esta manera, se ha aportado al buen funcionamiento del sistema de alcantarillado de aguas lluvias y a reducir la posibilidad de inundación en el Distrito Capital.

Instituto Distrital para la Gestión del Riesgo – IDIGER. A este convenio se han vinculado entre 2014 y 2015, 211 jóvenes del IDIPRON, en actividades como adecuación y recuperación de predios, intervención de quebradas y canales, obras de Bioingeniería y construcción Colchogavión en sector de Caracolí. De esta manera, se fortalecen los procesos de sensibilización y mitigación del riesgo, teniendo presente que gran parte de los jóvenes vinculados a los convenios viven en zonas consideradas de alto riesgo. De igual forma, se ha aportado al buen funcionamiento del sistema de drenaje de la ciudad.

Secretaría Distrital de Movilidad - SDM. Vigente desde 2015, cuenta con 56 jóvenes vinculados, quienes han realizado el mantenimiento a 4.100 señales de tránsito. También se ha llevado a cabo la poda y el cerramiento de predios. De esta manera, se aporta a mejorar la movilidad y a la reducción de accidentes en la ciudad y a evitar que los lotes destinados para el trazado de la avenida longitudinal de occidente sean invadidos o convertidos en basureros.

Secretaría Distrital de Ambiente - SDA. En 2015, la vinculación ha sido posible para un total de 35 de jóvenes, quienes tienen la labor de desmontar elementos de publicidad ilegal y hacer visitas a comerciantes como Promotores Ambientales. Gracias a estas actividades, la ciudad puede disfrutar de espacios que ofrecen un mejor ambiente a sus ciudadanos y se aporta a crear conciencia entre los comerciantes sobre las normas de publicidad que los regula.

Gestión Documental. 34 jóvenes han sido vinculados a labores de archivo en diferentes entidades distritales, así como en las oficinas administrativas del IDIPRON. El ingreso de las y los jóvenes se establece a través de las UPI y de las estrategias de abordaje en territorio, según el perfil estipulado para las labores solicitadas en cada convenio. Antes de iniciar la práctica productiva, el joven presenta una prueba de ingreso 53 En términos de participación por sexo, las mujeres jóvenes vinculadas representan un 12%, mientras que los hombres jóvenes un 88%.

93

que permite al equipo social analizar su perfil ocupacional. Dicha prueba se realiza como un proceso de selección y de análisis de reciprocidad, entre la formación del joven y el cumplimiento de procesos, que minimice los riesgos o contratiempos que puedan presentarse en el desarrollo operativo de la práctica.

Es claro que la práctica productiva debe permitir que el joven descubra o encuentre opciones que le representen un panorama acogedor, de aprendizaje y proyección.

Si esta experiencia se consolida de forma negativa o con la presencia consecutiva de problemáticas desbordantes, el proceso se dará con mayor dificultad.

Por eso es importante para el proyecto 968 encontrar lugares y escenarios de practica productiva que presenten un grado de correlación, entre los gustos, intereses y expectativas de las o los jóvenes y el desarrollo y cumplimiento de metas del convenio, puesto que esto no solo permitirá la terminación a buen término de los convenios obtenidos, sino dará apertura a nuevos y más escenarios a concebir para estos propósitos formativos (IDIPRON, 2015d).

La práctica productiva cuenta con un seguimiento pedagógico, basado en las etapas de los convenios: suscripción de Convenio y solicitud de jóvenes en las UPI de Santa Lucia, Perdomo, Bosa, La Favorita, La 32, Servitá, La Rioja, Proyecto Mujeres para la Vida, CAAJJ, Escuela Popular Itinerante, y Emprendimiento Cultural; inducción y firma de acuerdo de corresponsabilidad y permanencia en la práctica productiva; e inicio de actividades en campo y acompañamiento social y técnico “in situ”. La permanencia de cada joven depende del tiempo de duración del convenio, del seguimiento social que se lleve a cabo con él/ella, o de la culminación de su práctica (que tiene una duración máxima de 18 meses).

Las actividades de seguimiento social son: mitigación del riesgo y reducción del daño por consumo de sustancias psicoactivas; adquisición o fortalecimiento de hábitos formativos para la vida laboral; sensibilización frente a violencias y desaprendizaje de prácticas inadecuadas; fortalecimiento de habilidades sociales, técnicas y proyecto de vida; y apropiación como sujeto de derechos. Asimismo, se reconoce la necesidad de construir pedagogía crítica como parte del modelo pedagógico del IDIPRON, por ello, el espacio formativo de la práctica productiva se desarrolla en el marco de una perspectiva socio-política marcada por procesos pedagógicos críticos y no por una mirada punitiva.

Como logros de la estrategia se resaltan los avances en el uso favorable de vocabulario, minimizando jerga de calle, la adquisición gradual de hábitos de puntualidad, manejo de horarios, adaptación a diferentes ambientes laborales, adecuadas relaciones interpersonales con pares y figuras de autoridad,concientización frente a la importancia del ahorro, priorización de necesidad básicas con enfoque de consumo cuidado, disminución gradual de prácticas inadecuadas tales como hurto y consumo de SPA; generación de espacios de auto reflexión frente a la necesidad de capacitarse, calificar y cualificar para eventuales ofertas de tipo laboral y lograr finalmente ubicarse dentro de entornos laborales públicos y privados.

94

Juventud, paz y política pública

Los-as jóvenes han asumido prácticas de ciudadanía, tales como el porte de documentos de identificación, lo anterior hace parte del seguimiento diario que se realiza en cada una de las “cuadrillas” o grupos de jóvenes por parte de inspectores, profesionales sociales y técnicos.

La garantía de permanencia recibida por la práctica productiva les posibilita reparar los lazos familiares, proyección futura (vinculación a educación formal y cursos) y pertenencia a la ciudad, como ciudadanos activos y con derechos.

Son reconocidos en sus actividades sociales y técnicas desarrolladas en el cuidado y protección de la ciudad, por parte de los habitantes de Bogotá; por lo cual los/las jóvenes mejoran su autoestima al identificar que su actividad es importante para la ciudad. Los/las jóvenes han accedido a los equipamientos sociales y oferta cultural de la ciudad principalmente en las Localidades de la Candelaria, Teusaquillo y Chapinero. También se ha dado acceso a la oferta EcoTurística ofrecida por la ciudad, realizando visitas a museos y parques naturales con el propósito de sensibilizar a los-las jóvenes sobre el Turismo en Bogotá; a su vez conocer otros espacios para el uso del tiempo libre (Bermudez, 2015).

Finalmente, como retos de la estrategia Economía para la Vida se ha planteado que es necesario que en la suscripción de futuros convenios se tengan en cuenta las características de las y los jóvenes vinculados al IDIPRON. De manera particular frente al avance en términos de equidad de género se considera necesario “generar políticas como entidad que permitan la suscripción de nuevos convenios (estrategias, objetos), que fortalezcan los intereses de la práctica productiva y amplíen la posibilidad de vinculación de mujeres jóvenes” (Bermúdez, 2015, 29 de agosto).

Intervenciones de ciudad en Misión Bogotá Humana Estas intervenciones se definen como acciones que desarrollan los y las jóvenes para formar y fortalecer sus competencias ciudadanas y laborales e incentivar la apropiación de la ciudad en temas como movilidad, logística, cultura entre otros. Se trata de reconocer y apropiar las calles de la ciudad desde grandes temas que les permita crear identidad pero también entender las dinámicas urbanas.

Estas intervenciones de ciudad son el marco de convenios que para tal efecto se realizan con Transmilenio S.A, SITP, Secretaria de la Mujer, Secretaria Desarrollo Económico, Secretaria de Cultura, Recreación y Deporte. Como guías de Misión Bogotá, como les reconoce la ciudad, realizan las siguientes actividades Convenio Transmilenio S.A. 1. Brindar información a los usuarios del sistema sobre las rutas de los buses articulados y servicios de alimentadores en estaciones y portales.

2. Brindar información a los usuarios por medio del altavoz en los portales del sistema.

3. Distribución de publicidad, periódicos, volantes, información de rutas a los usuarios del sistema.

95

Convenio SITP. 1. Socialización de rutas en diferentes estaciones del Sistema Integrado de transporte.

2. Distribución de publicidad, periódicos, volantes, información de rutas a los usuarios del sistema.

Convenio Secretaria de Cultura, Recreación y Deporte.

1. Recolección de información por medio de encuestas en toda la ciudad de la Encuesta Bienal de Culturas para el Observatorio de Cultura Para los y las jóvenes, la grarantía de permanencía recibida posibilita reparar los lazos familiares, proyección futura y pertenencia a la ciudad, como ciudadanos activos y con derechos.

2.6. Aprendizajes del programa Jóvenes en Paz para la ciudad y el país El programa deja a la ciudad la posibilidad de pensarse intervenciones que superen miradas cortoplacistas y coyunturales frente al abordaje de los problemas que presentan los jóvenes en la ciudad. Si bien ha sido una iniciativa de inicio y desarrollo complejos, muestra que el Distrito tiene la capacidad de coordinar acciones en pro de un objetivo común y que los esfuerzos sostenidos brindan resultados que se pueden medir en el largo plazo. Es por esto que el programa debería continuar invirtiendo recursos para garantizar que el desarrollo supere los problemas e inconvenientes planteados y permita un trabajo entre los diferentes tipos de jóvenes que se encuentran, garantizando así que sea la mayoría de ellos quienes puedan aprovechar el programa. Uno de los retos más grandes que tiene el programa y el distrito es construir diálogo interinstitucional para adaptar las ofertas a las necesidades de los territorios y que sean los jóvenes en paz los mediadores de estas ofertas, fortaleciendo los ejercicios de corresponsabilidad y apuntando a la construcción de escenarios de autonomía (Salcedo, 2015).

Cuando se habla de una apuesta que tiene como propósito central disminuir índices de violencia y delincuencia en la ciudad, brindando una oferta institucional masiva, se plantean varias dificultades frente a la evaluación de sus resultados y de sus impactos en términos de política pública. Tal vez por ello Jóvenes en Paz ha tenido que enfrentarse al rechazo por parte de la ciudadanía y de comunidades específicas que no aceptan la operación del programa en sus barrios (o alrededores); situación que profundiza la estigmatización de la población participante y que lleva a reflexionar sobre la falta de compromiso de la sociedad frente a las problemáticas que existen en las periferias de la ciudad. También es relevante mencionar que en ocasiones ha sido la institucionalidad la que no ha permitido un desarrollo óptimo del programa, afirmando que “se están botando los recursos de la ciudad” en una población que no va a cambiar; de esta forma, por ejemplo, se han desestimado los alcances de Jóvenes en Paz con relación a la construcción de paz en medio del panorama nacional de posconflicto (Ramos, 2015, 27 de agosto).

96

Juventud, paz y política pública

Tal vez lo primero que hay que señalar, teniendo en cuenta lo anterior, es que no estamos hablando de eliminar la violencia en la ciudad de Bogotá porque no es eso… pero si estamos generando procesos muy puntuales, en territorios muy puntuales, y eso me parece sienta precedentes en términos de cómo podría construirse esa política de juventud en los territorios con estos jóvenes. Porque la pregunta no es solo qué vamos a hacer con las expectativas de estos jóvenes que están dentro del proyecto, sino qué vamos a hacer con esta juventud, con esta categoría de juventud que hay en el Distrito de Bogotá, que no son diez mil sino muchos, muchos, más, frente a quienes la ciudad no había hecho nada (Grupo Focal, 16 de julio de 2015).

Por ello, Jóvenes en Paz es, ante todo, una apuesta por el reconocimiento de otros jóvenes, aquellos con quienes ninguna entidad desea trabajar y que, por ello, no son tenidos en cuenta en el diseño de las políticas públicas ni considerados como sujetos activos en la ciudad. Hacer “visible lo invisible” e ir transformando imaginarios y representaciones sociales frente a estos jóvenes ha sido una tarea central.

Dentro del proceso jóvenes en paz creo que los aciertos tienen que ver sobretodo con esas micro políticas de los jóvenes que terminan construyendo paz dentro de territorios concretos.

No es una construcción de paz global o general si no que es la construcción de paz en la cuadra, en el barrio, en la localidad, alrededor de un parque o alrededor de distintos elementos de territorio que los pelaos han ido reconociendo y de los que se han ido apropiando (Grupo Focal, 16 de julio de 2015).

Jóvenes en Paz también le aporta a la ciudad en la redistribución de la riqueza, dando posibilidades de ingresos dignos a jóvenes que nunca los han tenido. La entrega de recursos, que reciben la denominación de garantía de permanencia, ha hecho posible que los procesos de formación académica y no académica se mantengan, pues la deserción es muy baja (menor al 5%); así mismo, ha promovido condiciones de vida dignas para los jóvenes y sus familias, y, de manera particular, ha permitido las mujeres vinculadas obtengan niveles de autonomía y sostenimiento económico.

Los logros del Programa se relacionan con la vinculación y sostenimiento de un gran grupo de jóvenes de barrios periféricos a un programa educativo que les permite no sólo ponerse al día en su educación básica (primaria o secundaria) o avanzar en la educación técnica, sino también les permite acceder a una serie de conocimientos, experiencias y aprendizajes que no se encuentran usualmente en las ofertas escolares y les permiten relacionarse con la ciudad de una manera diferente. Otro logro es la posibilidad de mostrar que a través de un esfuerzo institucional sostenido, con recursos, y pensado a mediano plazo se puede intervenir de manera positiva en distintos jóvenes que habían sido condenados a permanecer en los cinturones de miseria y en las periferias de la ciudad sin posibilidades reales de integrarse al sistema educativo y mucho menos de tener la posibilidad plena de disfrutar la oferta que la ciudad tiene para ellos en arte, cultura, ambiente, servicios y derechos (Salcedo, 2015).

97

Posicionar agendas de trabajo al interior de las UPI y en los territorios también ha hecho posible construir opciones para que los jóvenes se reconozcan como sujetos políticos transformados y transformadores, capaces de promover iniciativas, de liderar procesos y de garantizar su proyecto de vida con o sin el IDIPRON. Este programa le deja a la ciudad más de 9.000 jóvenes formados académicamente y también en temáticas que son pertinentes en la sociedad bogotana, frente a la recuperación de la memoria, el cuidado de los espacios naturales, en el uso efectivo de mecanismos de garantía de derechos.

Le deja una población que cuestiona y exige cumplimiento a las instituciones públicas. Así mismo le deja una lectura de las problemáticas juveniles y territoriales de las periferias, lo que permite generar de manera efectiva programas, planes y proyectos que sean acordes a las necesidades de esta población. Además de lograr que ellas y ellos estén interesados en participar en acciones que les permitan transformar sus realidades problemáticas. Se le deja a la ciudad jóvenes que han estado al margen de la institucionalidad a los que se les ha mostrado que se puede confiar en la misma, esto aunque es un logro para IDIPRON, es un reto para la ciudad (Ramos, 2015).

Esto se ha logrado a través de procesos autónomos y auto-gestionados, así como de alianzas con líderes barriales y organizativos, y con otras entidades distritales. De hecho, un importante avance de Jóvenes en Paz es la instalación de agendas y redes para que las y los jóvenes potencien sus iniciativas, y se propongan habitar la ciudad como ciudadanas/ciudadanos que ejercen derechos, hacen veeduría frente a la administración de lo público y aspiran a escenarios de incidencia política: Todo lo que se ha hecho con Jóvenes en Paz y que le ha aportado a la institución empieza a abrir la mirada de lo que significa ser joven y de lo que significan un montón de jóvenes camellando en el entorno de lo juvenil, generando procesos, más que organizativos, procesos pedagógicos que les permiten potenciar y apoderarse de ciertos escenarios para que si se quieren organizar pues se organicen y si no se quieren organizar no hay video, pero ya conocen los escenarios donde se pueden meter y a donde pueden acceder, que también es un tema muy fuerte de abrir la ciudad a quienes definitivamente por X o Y razón no querían ingresar ella, o no se les permitía (Grupo Focal, 16 de julio de 2015).

Siguiendo los aprendizajes del programa, habría que entender que no es lo mismo ejecutar una inversión de 38 mil millones de pesos en procesos juveniles organizados o en los mejores bachilleres de la ciudad, que hacerlo en jóvenes como los que participan en Jóvenes en Paz. Por ello, las experiencias narradas plantean el reto de atender los siguientes asuntos: • El consumo de sustancias psicoactivas. Se considera que cerca del 70% de las y los jóvenes vinculados al programa consume al menos una sustancia psicoactiva, lo cual exige estrategias de consumo responsable y de mitigación del daño.

• Escenarios de educación formal con metodologías alternativas. Se deben pensar modelos pedagógicos flexibles y acordes con las realidades de la ciudad, marcadas por violencias, marginación y (auto)segregación.

98

Juventud, paz y política pública

• Vinculación laboral y garantías sociales. Si bien la educación técnica ha sido un avance importante en términos de oferta pública de educación superior, aún quedan dudas frente a la inserción al mercado laboral por parte de la población joven y frente a la existencia de un sector productivo capaz de abrirle espacios a los jóvenes que hacen parte del programa.

Parte del legado de Jóvenes en Paz está en la infinidad de experiencias ganadas de cara a la política social. Los presupuestos metodológicos con los que se pensó cada uno de sus procesos son caminos andados que la ciudad puede reconocer como conocimiento práctico. Sin embargo, Siguen habiendo retos ya que este programa no logró abarcar toda la población juvenil que hoy en día no tiene acceso a sus derechos ni a una economía que les permita por sus propios medios acceder a educación media, técnica o profesional. Así mismo se debe entender que un programa como estos debe estar en constante relectura y construcción ya que en la cotidianidad las problemáticas varían por lo tanto la forma de tramitarlas debe estar acorde a la necesidad.

El reto más grande es sensibilizar a los bogotanos frente a la responsabilidad que todas y todos tenemos con estos jóvenes y con las problemáticas que viven, son esos estados de guerra a los que esta ciudadanía le ha huído o ha ignorado, creyendo que la guerra sólo se vive en los campos del país y que no afecta de manera directa, o no es “mi problema”. Es necesario que haya una responsabilidad de todos para acceder de manera efectiva a un trabajo, lo cual las instituciones públicas no pueden brindar en su totalidad (Ramos, 2015).

A la ciudad, a la política pública y a la administración distrital, entonces, le quedan muchos retos, entre ellos: • Garantizar la continuidad del proceso de reconocimiento y redistribución brindado a jóvenes excluidos y marginados, buscando alternativas frente a sus condiciones de vida, pero, sobretodo, viabilizando escenarios de incidencia política de esta juventud en la política pública.

• Promover la incidencia política de las y los jóvenes implica reafirmar sus luchas ambientales, animalistas, participativas, organizativas, artísticas, entre otras, como formas legítimas, y con alcance en las políticas, programas y proyectos distritales.

• Comprender que la educación superior universitaria sigue siendo un tema huérfano en la ciudad y que la oferta educativa debe ampliarse a jóvenes que aunque han perdido sueños y esperanzas de “ser alguien en la vida” han demostrado que pueden sobrellevar los procesos de formación técnica, con compromiso y entrega.

• Promover programas de primer empleo, en los que los compromisos del sector económico empresarial se hagan realidad sin excluir a jóvenes desde estereotipos y prejuicios.

99

Finalmente, es importante señalar que las miradas sobre las y los jóvenes a quienes beneficia el Programa siguen siendo disímiles y que se ubican de manera distinta en un contexto de ciudad y en un enfoque de juventud. En este sentido, se reconoce que la estigmatización de la juventud sigue presente y esto dificulta proponer y retomar las iniciativas juveniles, mientras bloquea el apoyo incondicional de la ciudad hacia ellas y ellos. Es el momento de superar esto para empezar a decirle sí a estas propuestas de ejercicio de nuevas ciudadanía. Darles incidencia política a las y los jóvenes es la apuesta por construir un país distinto, donde quepamos todas y todos, y donde no haya eliminación del otro por diferencias políticas, sociales, económicas y/o culturales.

A este programa debe dársele continuidad ya que de manera innovadora se ha salido de las lecturas y acciones históricas de la población juvenil54, se ha logrado identificar las realidades de esta población y con su participación activa se les ha enseñado cómo pueden entender la ciudad como propia. A partir de la garantía de derechos y de la exigibilidad de un cumplimiento de deberes, se ha logrado que jóvenes que solo pensaban en la guerra y el presente, hoy se proyecten y piensen en un futuro para ellos y sus familias.

Los jóvenes que históricamente han sido vistos como ladrones de busetas, como los marihuaneros, ya están repartiendo volantes en las casas y hablando de la cultura del agua o haciendo una huerta comunitaria, están moviendo cosas y canales, o están ayudando a la recuperación ambiental. Son cosas que realmente son importantes porque hacen que se transiten esas identidades de violencia a identidades más proactivas, diferentes. No se sabe qué va a pasar al finalizar el Programa, pero lo importante es que va haber mucha gente pensándose la ciudad, pensándose su juventud, pensándose su ciudadanía desde una experiencia diferente.

En contexto de paz, de posconflicto y post acuerdo, la primera pregunta que formula Jóvenes en Paz es qué brechas hay al abrirle las puertas a estas personas con las que no se ha construido sociedad, en el caso de la paz, y a estas personas que han sido excluidas de la sociedad, en caso también de todos los territorios que quedan y que van a quedar; y qué diálogo les vamos a proponer desde la sociedad a esas personas. Un poco ese es el ejercicio que hemos tratado de hacer con estos chicos y estas chicas… Eso también pasa por la posibilidad de generar pedagogía de la presencia y reconocimiento porque en tanto esas lecciones que aquí desde lo pequeño y lo poquito estamos proponiendo no se comprendan y no se aprendan vendrán en formas de demandas más fuertes en un proceso de desarme, desmovilización y reintegración (Grupo Focal, 16 de julio de 2015).

54 Vulnerable, en riesgo, de riesgo, excluida, empobrecida, etc.

100

FotografĂ­a: Edna Higuera

Capítulo 3

La atención de niñas, niños y adolescentes víctimas de explotación sexual comercial La explotación sexual comercial de niñas, niños y adolescentes – ESCNNA se configura como una más de las expresiones dramáticas de la injusticia social que vive nuestra sociedad porque afecta todas las dimensiones de su reconocimiento y, en consecuencia, de su dignidad. Afecta la esfera del cuidado, dañando su autoconfianza y demandando acciones de reconocimiento a sus círculos de relaciones más íntimas –familiares y de amistad– para la reconstrucción de vínculos afectivos. Afecta la esfera de los derechos, quebrantando su auto-respeto y demandando al conjunto de la sociedad acciones de reconocimiento que potencien su autonomía, su libertad y el desarrollo de sus capacidades. Y afecta también la esfera de la solidaridad, quebrantando su autoestima y demandando un cambio cultural que las y los visibilice como subjetividades particulares de alto valor para la comunidad (Honneth, 2014). Sobre todo, desde el enfoque de derechos, se debe resaltar que niñas, niños y adolescentes víctimas de este delito han sido violentados y que sus derechos han sido vulnerados; por ello, deben ser reparados y sus derechos restituidos.

En 2014, en el marco de la Bogotá Humana, el Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud – IDIPRON asumió la atención de niñas, niños y adolescentes víctimas de explotación sexual comercial, integrándose de esta forma al Modelo de Atención existente en la ciudad. Con el fin de incidir de manera efectiva sobre esta problemática y, sobre todo, enfocándose en quienes han sido vulnerados, el IDIPRON busca, entre otros, dar continuidad a dos asuntos: por un lado, al reconocimiento de niñas, niños y jóvenes víctimas desde un enfoque psicopedagógico de atención integral que articula diferentes dimensiones de la subjetividad y del entorno cultural; y, por el otro, a la gestión interinstitucional para aportar a la visibilización y priorización de esta problemática en las agendas y políticas públicas de la ciudad. A continuación se recogen algunas de nuestras experiencias en estos sentidos.

3.1. El debate sobre la explotación sexual comercial de niñas, niños y adolescentes en el contexto global La lucha mundial por prevenir y erradicar la explotación sexual comercial de niñas, niños y adolescentes ha pasado por diferentes momentos que se pueden rastrear en las temáticas de diferentes congresos y en la evolución de las normativas internacionales y 102

Juventud, paz y política pública

nacionales. En el marco internacional uno de los instrumentos que permitió las primeras delimitaciones del delito y que propuso lineamientos para atenderlo fue la Convención de los Derechos del Niño, la cual se formuló en el marco de la Asamblea General de las Naciones Unidas en 198955; en su artículo 34 la Convención declara: Los Estados Partes se comprometen a proteger al niño contra todas las formas de explotación y abuso sexuales. Con este fin, los Estados Partes tomarán en particular todas las medidas de carácter nacional, bilateral y multilateral que sean necesarias para impedir: a. La incitación o la coacción para que un niño se dedique a cualquier actividad sexual ilegal; b. La explotación del niño en la prostitución u otras prácticas sexuales ilegales; c. La explotación del niño en espectáculos o materiales pornográficos. (Organización de las Naciones Unidas, 1989; 24).

Asimismo, se han llevado a cabo varios encuentros internacionales con el propósito de visibilizar y definir estrategias de lucha contra el delito de la ESCNNA desde diferentes frentes que comprometen tanto al Estado como a la sociedad civil. En 1996 se llevó a cabo en Estocolmo el Primer Congreso Mundial contra la Explotación Sexual Comercial, donde se la definió como: Toda situación en la cual una persona menor de 18 años es forzada a ejecutar actos que involucran partes de su cuerpo, para satisfacer deseos sexuales de una tercera persona o de un grupo de personas, sin que sea necesario que este intercambio reporte algún tipo de remuneración para el niño o adolescente. […] Esta forma de explotación y manipulación incluye la prostitución en negocios y callejera, la utilización de niños para producir material pornográfico, el ofrecimiento de servicios sexuales de niños dentro de planes turísticos y el tráfico de niñas y niños entre ciudades o países para vincularlos a cualquier otro sistema de explotación sexual (Cárdenas & Rivera, 2000; Pág. 41).

El principal objetivo de ese primer Congreso fue llamar la atención de los gobiernos y la Comunidad Internacional frente a la existencia de la explotación sexual comercial y sus impactos en niñas, niños y jóvenes, pues aunque ésta se había hecho medianamente visible, no era claro su diferenciación con otro tipo de delitos cometidos contra los menores de edad. El énfasis de la lectura de este fenómeno se puso, entonces, “particularmente en los niños, niñas y adolescentes, ya que ellos requerían programas de atención urgentes y porque eran la cara visible y vergonzosa de una sociedad que no había logrado protegerlos” (Organización Internacional del Trabajo & Instituto Costarricense Para la Atención, Educación e investigación de la Masculinidad, Pareja y Sexualidad, 2004).

Gracias al impulso dado por la Convención de los Derechos del Niño y por los debates que la precedieron, se asumió la necesidad de hacer profundas revisiones conceptuales y adecuaciones normativas que permitieran atender la problemática de manera decidida.

55 Este instrumento se vería complementado con otros protocolos facultativos que, para el caso de la ESCNNA, profundizaría la necesidad de luchar contra el delito. Por ejemplo, el protocolo sobre los Derechos del Niño relativo a la venta de niños, la prostitución infantil y la utilización de niños en pornografía, que entró en vigor el 18 de enero de 2002.

103

Por ejemplo, empezaron a gestarse en los países latinoamericanos políticas de niñez y adolescencia para la protección integral de sus derechos, mientras que la comunidad internacional solicitó a los Estados acciones de redistribución para que las familias de escasos recursos económicos lograran garantizar el bienestar de sus hijos e hijas, evitando que fueran blancos fáciles para los explotadores (Organización Internacional del Trabajo & Instituto Costarricense Para la Atención, Educación e investigación de la Masculinidad, Pareja y Sexualidad, 2004).

Posteriormente, en el Congreso Mundial de Yokohama del año 2001 se hizo énfasis en los “factores que generaban la ‘demanda’ de niños, niñas y adolescentes para el comercio sexual y se llegó a la conclusión de que sin la sanción efectiva de las redes que lucran con la explotación de niños, niñas y adolescentes, no iba a ser posible protegerles” (Organización Internacional del Trabajo & Instituto Costarricense Para la Atención, Educación e investigación de la Masculinidad, Pareja y Sexualidad, 2004). Allí se definió que la ESCNNA abarca el abuso sexual por parte del adulto, y remuneración en dinero o en especie para el niño o para una tercera persona o personas. El niño es tratado como objetivo, como objeto sexual y como mercancía. La explotación sexual comercial de la niñez constituye una forma de coerción y violencia contra esta, equivale al trabajo forzado y constituye una forma contemporánea de esclavitud (Díaz, 2006).

En dicho congreso se abogó por mejorar los códigos penales de los países, tipificando conductas relacionadas con la explotación sexual comercial y orientando la respectiva investigación policial y judicial. Así mismo, se concluyó que para combatir la ESCNNA es fundamental la sanción efectiva de los adultos y las redes que se lucran con ella, poniendo en relieve que se trata de un delito y que, en consecuencia, se debe sancionar a quienes la promuevan.

Finalmente, en 2008 se llevó a cabo el Tercer Congreso Mundial sobre la Explotación Sexual Comercial con el fin de evaluar los avances y retos de los países en la lucha contra la ESCNNA. Los principales resultados fueron: •

•

•

104

Entrada en vigor de los principales instrumentos internacionales relacionados con la ESCNNA y la adopción de medidas legislativas por parte de los Estados para fortalecer la protección de los niños contra la Explotación Sexual en el cumplimiento de las obligaciones internacionales; Concreción de acuerdos bilaterales y multilaterales entre los Estados, con el fin de establecer una cooperación eficaz en los esfuerzos para prevenir y combatir la trata transfronteriza y la Explotación Sexual de niños/as y adolescentes, así como para la detección, investigación, enjuiciamiento y castigo de los responsables, y Aumentar en algunos países, tanto los esfuerzos dedicados a la formación dirigida a los profesionales implicados en la prevención y protección de los niños contra la explotación sexual y el apoyo a las víctimas, como a las campañas de sensibilización (III Congreso mundial ESCNNA, 2008)

Juventud, paz y política pública

La evolución de la comprensión de la ESCNNA en el contexto internacional pone de manifiesto lo difícil que ha sido posicionarla como un tema prioritario en las políticas de niñez y juventud. Muchos de los debates iniciados décadas atrás aún siguen vivos y la ausencia de una agenda común que oriente las políticas y acciones a desarrollar es un punto crítico. A pesar de haber ciertos acuerdos generales a nivel internacional, siguen existiendo debates teóricos acerca de la naturaleza del fenómeno. Para algunos, es una forma de violencia sexual cuya atención requiere un énfasis en lo judicial y en la relación víctima/victimario; otros, como la Organización Internacional de las Migraciones, lo abordan como parte de la “trata de personas”; e incluso hay quienes lo asumen no como explotación, sino como una forma de trabajo. Además, la prevención y la erradicación de la ESCNNA, y la atención de las víctimas, están atravesadas por posturas institucionales, lenguajes y enfoques que marcan distintas rutas políticas (Díaz, 2006).

3.2. El debate sobre la explotación sexual comercial de niñas, niños y adolescentes en Colombia Dado el carácter vinculante de la Convención de los derechos del Niño, Colombia asumió como un mandato constitucional la protección de los derechos de niñez y la “lucha contra toda forma de abandono, violencia física o moral, secuestro, venta, abuso sexual, explotación laboral o económica y riesgosos” (Constitución política de Colombia, Artículo 34). Asimismo, en la década de los noventa varios estudios y monografías de grado promovidos por el Ministerio de Salud, el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar –ICBF–, las universidades Nacional, Central y de Los Andes y entidades privadas como la Fundación Renacer y las Religiosas Adoratrices de Colombia, profundizaron en el análisis de la ESCNNA (ICBF, UNICEF & OIT, 2006).

En este escenario, diferentes organizaciones sociales e instituciones públicas encargadas de velar por los derechos de niños, niñas y adolescentes, impulsaron la formulación de políticas públicas relacionadas con la ESCNNA y medidas específicas para su atención.

Por ejemplo, en 2006 se elaboró un primer Plan de Acción Nacional para la Prevención y Erradicación de la Explotación Sexual Comercial de Niños, Niñas y Adolescentes, buscando “reforzar y fortalecer las acciones de todas las entidades del orden nacional, regional y local, involucrando a su vez a la sociedad civil, y en especial a la familia, haciendo efectivo así el principio de corresponsabilidad que consagra la Constitución Nacional, para enfrentar y abordar la problemática” (ICBF, UNICEF & OIT, 2006) .

Para activar de manera eficaz este plan de acción se definieron acciones prioritarias y se otorgó a cada institución un rol a desempeñar y una misión que cumplir. Las acciones identificadas fueron: análisis de la situación para producir conocimiento sistemático sobre la ESCNNA en Colombia; desarrollo y aplicación de las normas en materia penal, administrativa y policiva; atención, restitución y reparación de los derechos vulnerados a las víctimas; prevención, con medidas de protección y de disminución del riesgo; 105

fortalecimiento institucional, mediante la articulación de las acciones del Estado, la sociedad civil y organizaciones de cooperación internacional; y participación autónoma de niños, niñas y adolescentes en la formulación de las políticas, programas y proyectos.

Se planteó, además, que estas acciones debían desarrollarse con un “enfoque de derechos complementado por los enfoques de equidad de género y equidad entre etnias y grupos culturales, considerando además las etapas del ciclo vital y las particularidades de las diferentes regiones del país” (ICBF, UNICEF & OIT, 2006).

Luego, con base en los lineamientos de carácter nacional, se elaboraron planes locales para ejecutarse en al menos quince ciudades del país. En Bogotá existía el Plan Distrital para la Atención Integral a Niñas, Niños y Adolescentes Víctimas de Abuso y Explotación Sexual, como parte del desarrollo del Acuerdo 12 de 1998 que creó el Consejo Distrital con el mismo fin y que fue reformado por el Acuerdo 152 de 2005 para la atención integral a víctimas de violencia intrafamiliar, violencia y explotación sexual. Esto definió el marco de acción de las organizaciones y las entidades públicas del Distrito.

La ESCNNA también gana visibilidad en la ciudad el año 2008, cuando en el marco de los debates de las políticas públicas de niñez y juventud se identifica que aún primaba su lectura como prostitución infantil y, por tanto, como una consecuencia del desempleo y de la situación económica precaria de las familias. Gracias a las reflexiones propuestas por algunas organizaciones no gubernamentales, se empezó a comprender la ESCNNA desde sus dinámicas particulares y complejas, poniendo en el centro del debate a los niños, niñas y jóvenes como víctimas de un delito que, en consecuencia, requieren un tratamiento específico y especializado (CODIA, 2015).

En el marco de una política pública que reconoce a niños, niñas y adolescentes como sujetos plenos de derechos y con el propósito de avanzar en la construcción de una ciudad protectora de la niñez, la Secretaría Distrital de Integración Social asumió la puesta en marcha de un Modelo de Atención Integral a niños, niñas y adolescentes víctimas o en riego de explotación sexual comercial. Este instrumento fue concebido como “una propuesta metodológica de carácter multidisciplinario que da cuenta de la estructura conceptual y operativa que orienta las acciones de prevención, atención, seguimiento e inclusión, a implementar para la garantía y restablecimiento de derechos de Niños, Niñas y Adolescentes” (Secretaría Distrital de Integración Social , 2011) Este Modelo de Atención Integral, al igual que el Plan Nacional contra la ESCNNA, pone de manifiesto la necesidad de luchar desde varios frentes contra este flagelo; por ello, propone articular con los diferentes sectores y entidades acciones integrales para su atención y prevención. No se trata, entonces, de un modelo atado a una entidad, sino de un instrumento que debe ser apropiado y ejecutado por los diferentes actores sociales e institucionales. Así mismo, entendiendo que la atención y la prevención de la ESCNNA sólo son dos de las acciones definidas en el Plan Nacional, es fundamental desarrollar líneas claras de acción para la investigación y la aplicación de normas, por ejemplo.

106

Juventud, paz y política pública

A pesar de los avances en la atención de la ESCNNA por parte de la sociedad y el Estado, aún no se poseen “estadísticas sobre su número de víctimas en el país ni en el mundo y por ello, el subregistro se ha convertido en uno de los problemas más alrededor de este fenómeno y ha impedido conocer el verdadero impacto de las acciones que a todo nivel se han implementado para combatirlo” (Grajales, 2009). Suplir este vacío, que tiene que ver con que se trata de un delito ocurrido en la clandestinidad, requiere una mayor integración y un mejor flujo de información entre los diferentes actores vinculados en su atención, así como la gestión de políticas públicas específicas que se articulen con los instrumentos y escenarios judiciales.

3.3. Explorando la problemática En principio, cualquier niña, niño o joven, sin importar su nivel socioeconómico, raza o identidad sexual, puede ser víctima de explotación sexual comercial. Sin embargo, factores como el abandono o la violencia intrafamiliar, el abuso sexual, la extrema pobreza económica y el consumo problemático de sustancias psicoactivas, pueden predisponer y precipitar la situación. Sobre todo, la explotación sexual comercial es posible porque ciertas representaciones sociales transforman en tolerables prácticas que no deberían serlo; por ello, enfocar la dimensión simbólica de la problemática es importante para entender por qué la sociedad sigue consintiendo que niñas, niños y adolescentes sean obligados a realizar actividades que afectan su dignidad.

Las dinámicas culturales permiten que dentro de las redes de la explotación, tanto “clientes” como proveedores de servicios sexuales (proxenetas, dueños de establecimientos, entre otros), recreen una taxonomía compartida de las lógicas sociales, es decir, que para ellos se trata de un negocio (en el cual se ofrece un servicio atendiendo a una demanda sexual y donde la participación de NNA con el fin de satisfacer dicha demanda se percibe como natural/normal) (Rodrigez, 2006).

Son varias las representaciones sociales que sustentan la ESCNNA, especialmente las vinculadas con una sociedad de consumo que les pone precio a las personas. Por ejemplo, para los “clientes” y los “proveedores de servicios” (explotadores) que se benefician con esta práctica los cuerpos infantiles tienen un “valor agregado” frente a los cuerpos adultos en tanto están “limpios” de enfermedades de transmisión sexual, no han sido comercializados por otros explotadores y tienen una mayor “demanda”, especialmente si se ofrecen bajo el rótulo de la primera relación sexual.

En el marco de la desigualdad y la precarización de la vida existente en la ciudad, la explotación sexual se presenta, en muchos casos, como una fuente de ingresos y como una forma de trabajo que abre oportunidades de vida para niñas, niños y adolescentes, y para sus familias. Esto, en un contexto capitalista donde las imágenes publicitarias y el consumo desmedido regulan las aspiraciones económicas y los deseos sexuales de la población, crea un nido de cultivo para que la ESCNNA se entrecruce fácilmente con actividades legales, como el turismo, e ilegales, como la trata de personas y los 107

matrimonios serviles. Es en este punto donde se hace importante articular acciones de transformación cultural pero también acciones de redistribución económica. Dado que éstas no dependen solamente de los entes encargados directamente de la ESCNNA en la ciudad, es fundamental incluir esta problemática en otras políticas sociales, educativas y económicas.

Reflexionar sobre los efectos que tienen en la ESCNNA los valores sostenidos por el sistema patriarcal y heteronormativo dominante en nuestra sociedad, es también importante. En este sentido, por ejemplo, aquellos cuerpos que son identificados como femeninos se asumen como objetos dispuestos para el placer –de quienes son leídos como masculinos- o, en el mejor de los casos, como objetos por conquistar. Más aún si sobre ellos recaen otras identificaciones como “niña” o “pobre”, ya que éstas suman a la subordinación que sostiene la posibilidad de la explotación. En el caso de quienes se asumen con una orientación sexual o una identidad de género diversa se suman otros factores. Por ejemplo, el rechazo y expulsión de sus familias; la discriminación social y la consecuente ausencia de oportunidades vitales diferentes a la comercialización del cuerpo; y el uso comercial de aquello que se considera “raro” como activador del deseo de consumo. Todo esto da cuenta de un marco simbólico que excluye aquello que no cumple con la norma heterocentrada.

Yo comencé a trabajar en esto porque mi mamá murió cuando yo tenía como 10 años. Entonces vivía con mis tías porque papá no tengo, pero ellas se enteraron que era homosexual. Desde el momento en que ellas se dieron cuenta de eso comenzaron a mandarme a donde una prima, a donde una tía, después a donde mi hermana y a lo último fui a parar a la casa de mi madrina.

Entonces yo ya sentía que nadie quería responder por mí, así que decidí irme por mi lado.

Una amiga de mi madrina dijo “venga para acá y pues vemos qué hacemos”. Ella era lesbiana y vivía con su pareja. Yo no sabía, pero la pareja trabajaba (ejercía prostitución) y ella fue la que me fue metiendo en esto. Me decía “vea, cóbrele tanto o haga esto o lo otro. Eso es para que usted pueda comer y pagar su pieza y eso”. Yo ya en eso tenía quince años. En ese momento era tonto porque con lo que yo trabajaba tenía que pagar la pieza, la comida, yo era casi el responsable de ellas. La mujer que me invitó no trabajaba y la pareja sí trabajaba, pero nunca llegaba con plata, supuestamente porque le iba mal, pero ni sé en qué se la gastaba.

Cuando empecé a trabajar yo sentía que no era obligado, pero me sentía abusado. Fue muy duro porque me acostaba con personas que no quería, pero bueno, ya después como que tocaba. De allí empecé a salir a otros pueblos (…) Hubo un tiempo que para salirme del “trabajo” me fui a vivir con un señor como de 50 años. Al inicio era muy bonito con uno, lo cuidaba y eso, pero a lo último era muy celoso, yo era como si fuera el hijo o como un objeto para él, es como decir “usted es mío”. Allí empecé nuevamente a trabajar a escondidas de él para no depender de lo que él quisiera. Duré como seis meses con él, pero al final yo me volé porque me intentó pegar y me fui para otra ciudad (Anónimo, 2015).

Este joven nos llama la atención frente al hecho, central y complejo, de que muchas veces las niñas, niños y adolescentes víctimas de explotación sexual comercial no se perciben a sí mismas como víctimas, ni saben que contra ellas se está cometiendo un delito. Para 108

Juventud, paz y política pública

ellas, lo que hacen es, ante todo, una forma de trabajo y aunque no se sientan cómodas, lo van asumiendo como normal. Finalmente, ellas y ellos son parte de la misma comunidad cultural de quienes los explotan, así que sus representaciones sociales no tendrían por qué ser tan distintos. Entender por qué víctimas y explotadores normalizan estas prácticas sobre los cuerpos infantiles implica superar respuestas rápidas que las asocian con desviaciones mentales –en el caso de los segundos- o con una incapacidad de decisión –en el caso de las primeras-, para enfocar, mejor, los sentidos que allí están operando y que son también lo que sostiene la aceptación social –aunque velada- de la ESCNNA. No obstante lo anterior, el relato antes narrado también nos muestra que la propia subjetividad no se anula, aunque haya sido profundamente dañada, ni tampoco la capacidad de agencia. Es importante, entonces, que la noción de “víctima” que usemos en la atención de estas niñas, niños y adolescentes no desconozca su autonomía y su libertad. Lo contrario sería otra forma de victimización. Esto, además, fortalecería no sólo su reconocimiento por parte de otros y de sí mismos, sino también la posibilidad de su incidencia política, que es algo que solicita el Plan Nacional en una de sus acciones priorizadas.

Del juego al “rato” Las dinámicas a través de las cuales niñas, niños y adolescentes terminan siendo explotados sexualmente son diversas, pero muchos de ellas y ellos suelen referirse a un inductor inicial -que puede ser un adulto o un par- con quien crean algún tipo de lazo y dependencia del cual luego es difícil desprenderse. Por otro lado, los escenarios en los cuales se llevan a cabo los contactos para la explotación sexual son variados: Yo empecé a farriar desde los trece años. Iba a las fiestas que hacían amigos en las casas. Esas fiestas eran chiquitecas. En esas farras conocí a una amiga que me empezó a llevar a la Primero de Mayo. Ella tenía como diecisiete años, pero ya conocía todos esos lugares. Ella me decía “venga, hoy vamos a la Primera o vamos a la Perse o vamos a las Cruces” y pues yo le seguía el paso. Nos guastaba ir sobre todo a la Primero de Mayo porque nosotros al inicio íbamos a las farras de grandes era porque íbamos a robar. Para entrar, como éramos menores de edad, debíamos dar algo a cambio. Nosotros escogíamos a una chica y nos rifábamos a ver quien lo hacía. Nosotros escogíamos en la banda a la más bobita o a la más nueva. Y pues a la que le tocó se quedaba con él y nos dejaban entrar. Él llamaba a otro man para que lo remplazara y se iba.

Ella volvía callada, toda achantada, pero entonces se echaba una pepa y ya y se ponía a farriar con nosotros. También veíamos a cuáles manes podíamos tomasiar, porque había hartos manes que les gustaba que los acompañen. Nosotros nos sentábamos con ellos y les hablamos y los manes gastaban. De allí las chicas que ya trabajaban o hacían ratos cuadraban con los manes y las demás hacíamos otras vueltas (Anónimo, 2015).

De este relato es importante resaltar la dificultad de visibilizar las dinámicas de la explotación sexual cuando se ocultan entre prácticas socialmente aceptadas, como la fiesta. De hecho, en la interpretación social de esta problemática suelen primar los discursos del explotador o agresor –a modo de él o ella se lo buscó-, así como ciertas representaciones de la juventud que la asocian con la promiscuidad y el “libertinaje”.

109

El tema fundamental, en este sentido, es que sean cuales sean los justificadores que se esgriman frente al hecho de la explotación, la ESCNNA es un delito y, como práctica de opresión, produce daños en quien se ejerce.

Posicionar lo anterior en la sociedad para que se reconozca a las víctimas de la ESCNNA como niñas, niños y adolescentes sobre quienes se ha producido un daño, requiere la puesta en marcha de un ejercicio pedagógico profundo y de largo alcance. En este marco, un punto clave es dar a conocer las diferentes modalidades de la explotación sexual comercial, así como las rutas de acción que se deben activar cuando ésta se presenta, resaltando no sólo su definición sino, especialmente, los daños que éstas producen: Utilización de niños, niñas y adolescentes en actividades sexuales: esta modalidad hace referencia a todo contacto de índole sexual con niñas, niños y adolescentes a cambio de dinero u otro tipo de bien o servicio. Es la modalidad más visibilizada en tanto se lleva a cabo en lugares públicos y de diversión adulta como discotecas, bares show, etc.

Pornografía infantil: alude a toda imagen presentada en televisión, Internet, fotografías o cualquier otro medio que se concentre en el cuerpo, los genitales o las relaciones sexuales con niños, niñas y adolescentes para cualquier fin. Se incluye aquí no sólo la producción del material sino además su distribución, comercialización, tenencia, divulgación, intercambio y almacenamiento.

Turismo sexual infantil: se refiere a la dirección, organización, promoción o participación por parte de nacionales y/o extranjeros en actividades turísticas que incluyen la utilización sexual de niñas, niños y adolescentes.

Trata con fines sexuales: es la captación, transporte, traslado, acogida o recepción de niñas, niños y adolescentes para actividades sexuales.

Matrimonio servil: consiste en la venta o autorización en forma de matrimonio o convivencia actual o futura de niñas, niños y adolescentes por parte de sus padres, cuidadores o de sí mismos a individuos representativamente mayores a él/ella, ya sea por necesidad económica u otras razones que, de cualquier modo, terminan estableciendo una relación explotativa entre esos terceros y la víctima (Grajales, 2009).

Y, finalmente, fundaciones como Renacer han identificado que en el contexto Colombiano existe una modalidad específica de explotación que es la que se lleva en el marco del conflicto armado. Que son los niños, niñas y jóvenes “forzados-as a sostener relaciones sexuales con adultos en las unidades militares y obligadosas a realizar actividades de inteligencia mediante intercambios sexuales con grupos contrarios; en otros casos los niños y las niñas son trasladados por proxenetas a campamentos donde permanecen por días o semanas sometidos-as a violaciones múltiples y sucesivas; otras veces los GAI controlan las zonas de prostitución donde les exigen impuestos para transitar o permanecer en algunas zonas o los someten a hostigamientos y abusos sexuales” (Fundación Renacer, 2015).

110

Juventud, paz y política pública

Debido a la necesidad de vislumbrar la complejidad de cada una de las modalidades de explotación sexual comercial, el IDIPRON, en convenio con otras entidades públicas y privadas, lleva a cabo algunas investigaciones que profundizan el fenómeno y, a la vez, dan pistas para una política pública adecuada a la prevención y atención de la ESCNNA.

3.4. La apuesta de atención del IDIPRON Desde la perspectiva de la Bogotá Humana y, específicamente, desde el proyecto del IDIPRON, la explotación sexual comercial es un intolerable social en tanto vulnera los derechos y la dignidad de los niños, niñas y jóvenes víctimas, quienes son reducidos a través de esta práctica a mercancías y propiedades que pueden ser compradas o vendidas: La Explotación Sexual Comercial de Niños, Niñas y Adolescentes (ESCNNA) es “una forma de aprovechamiento, dominación, coerción, manipulación y en algunos casos de sometimiento a servidumbre de NNA, pero que se ejerce primordialmente sobre el cuerpo de las víctimas, asumido como un objeto para proporcionar placer, excitación o gratificación. También es comercial porque implica una serie transacciones económicas, que buscan generar ganancias para terceras personas” (IDIPRON, 2015).

El IDIPRON comparte la idea de que la ESCNNA es una problemática no sólo de la niñez y la juventud sino de todo el conjunto social, que está atravesada por la desigualdad socioeconómica económica y por representaciones sociales vigentes; por ello, su atención debe ser multidimensional, integral y con enfoque de derechos y de desarrollo humano.

Esto, que nos pone de frente, como ya hemos dicho, en la dimensión cultural de la problemática y en el marco de un contexto capitalista de consumo y desigualdad que requiere, con urgencia, medidas efectivas de redistribución socioeconómica con enfoque de niñez y de juventud, llama la atención frente a un intolerable estructural: la forma como hoy están siendo representados los cuerpos infantiles y juveniles en nuestra sociedad.

Es importante, primero que todo, la comprensión y visiblización de la problemática y, específicamente, de la forma como ésta vulnera los derechos y daña a niños, niñas y jóvenes, así como de las mejores formas de restitución de derechos, reparación de los daños y eliminación de las condiciones de posibilidad de la explotación sexual comercial.

En este orden de ideas, es claro que niñas, niños y jóvenes no pueden ser asumidos como el problema y que, por ello, es importante concientizarlos del abuso y la explotación, visibilizando ante ellas y ellos, así como ante los adultos, la sociedad y las entidades, esta práctica como un delito que debe ser tratado como tal. Las dos cosas implican un trabajo profundo de desnaturalización de ciertas representaciones sociales, dado que, una y otra, tienen que ver con prácticas y discursos que han sido normalizadas como patrones culturales.

El IDIPRON asumió la atención de la ESCNNA a través del proyecto de inversión 960 “Protección integral a niñez y juventud en situación de vulneración de derechos” que

111

tiene como objetivo “facilitar el acceso a niños/as, adolescentes y jóvenes en situación de vulneración de derechos de supervivencia y desarrollo pleno a oportunidades para mejorar su bienestar y calidad de vida en Bogotá, D.C.” En este marco, los objetivos específicos que guían la estrategia de atención de la ESCNNA son: (…) Acoger sin límite de horario a los niños, niñas y adolescentes identificados a través de la estrategia de intervención pedagógica en calle o remitidos por autoridad competente, que en ambos casos deberán contar con medida de protecciòn, emergencia o proceso de restablecimiento de derechos, adoptada por Comisarìa o Defensorìa de Familia. Restablecer los derechos vulnerados a los NNA, a través del Centro de Atencion Especializada para Victimas de ESCNNA modalidad Centro de Acogida y Desarrollo, mediante la atención nutricional, apoyo escolar, atención psicosocial a las familias, atención terapéutica,empoderamiento y asistencia jurídica. Fortalecer los vínculos y redes sociales activas de los NNA, que contribuyan desde acciones de corresponsabilidad a su inclusión social y a la disminución de los factores de riesgo que los expone a la ESCNNA (IDIPRON, 2015).

Recogiendo la experiencia de diferentes organización es que han trabajado esta temática, el IDIPRON aborda la explotación sexual comercial como violencia física, psíquica y sexual que afecta de manera particular el desarrollo psicosexual de niños, niñas y adolescentes víctimas, ya que integra diferentes formas de manipulación que distorsionan la noción que ellas y ellos puedan tener de su cuerpo y de su persona; ellas y ellos desarrollan así una visión negativa de su cuerpo como un objeto y se ven forzados a disociarlo como un componente menos valioso de su “self” (IDIPRON, 2015). Teniendo en cuenta esto, el Instituto tiene la responsabilidad de aportar al reconocimiento de niñas, niños y adolescentes víctimas que, como tales, demandan una reparación de sus daños y la restitución de sus derechos vulnerados.

Esto se hace en dos escenarios: por un lado, en un Centro de Atención Especializada a Víctimas de Explotación Sexual Comercial, enfocado en la restitución de derechos, que recoge la experiencia de las fundaciones e instituciones que han hecho prevención y atención de la problemática y la experiencia de internados del IDIPRON que han operado durante décadas, a la vez que aporta, desde la práctica, conocimiento especializado a al modelo pedagógico del Instituto. Por otro lado, en dos externados enfocados en la prevención que operan como centros de acogida y de la mano con la Fundación Renacer.

3.4.1. El Centro de Atención Especializada a Víctimas de Explotación Sexual Comercial del IDIPRON El modelo de atención de víctimas de la ESCNNA puesto en marcha en el internado del IDIPRON está basado en el enfoque sistémico del construccionismo social, el cual toma forma a través de la terapia narrativa. Por ello, el horizonte de nuestra acción parte de reconocer las historias de vida de niñas, niños y adolescentes, motivando su capacidad de relatarlas y recrearlas en un escenario colaborativo entre ellas, ellos y sus terapeutas.

Asimismo, mediante ejercicios de comprensión conjunta de las historias, éstas se vinculan con el contexto sociocultural en las que se viven y elaboran (PAI, 2015).

112

Juventud, paz y política pública

Este modelo es resultado de un proceso de reflexión y trabajo interinstitucional que está en constante revisión y ajuste para adaptarse a lo que la realidad y la acción nos van enseñando, especialmente por el corto tiempo que lleva su ejecución. Entendiendo la particularidad de la atención que requiere la ESCNNA y el carácter multidimensional de la problemática, reconocemos la importancia de introducir modificaciones en el accionar histórico del IDIPRON, así como de gestionar un profundo compromiso interinstitucional e intersectorial. Por ello, el marco de acción incluye56: Atención integral: es el conjunto de acciones y respuestas pertinentes, suficientes y oportunas ejercidas por el Estado, la familia y la sociedad, y construidas a partir de la identificación de los intereses, necesidades y demandas de niñas, niños y adolescentes para garantizar su pleno desarrollo y el ejercicio de sus derechos. Tiene dos ejes trasversales, la inclusión y la participación, entendiendo la primera como: “la capacidad del Estado y de la sociedad para generar las condiciones de desarrollo social que permitan a los ciudadanos y las ciudadanas ser parte de una colectividad y de una organización social en condiciones de garantizar sus derechos de forma integral. Al mismo tiempo, la inclusión supone el ejercicio de una ciudadanía activa” (Consejo Distrital de Política Social, 2004); y la participación como la escucha de las voces de niños, niñas y adolescentes como una forma privilegiada para la construcción de la identidad, la seguridad y el sentido de pertenencia (IDIPRON, 2015).

Atención especializada: se refiere a un modelo de atención basado en un proceso terapéutico articulado en cuatro fases, en las cuales niños, niñas y adolescentes avanzan de forma activa en su desarrollo personal y construcción de su proyecto de vida en un entorno positivo y a través de metodologías que, a la vez, permiten transformar su red afectiva y social. Así entendida, la atención implica una permanente interrelación entre fases y un enfoque personalizado; por ello, no es homogénea, lineal ni unidireccional.

Enfoque diferencial: se refiere al reconocimiento de la pluralidad de niñas, niños y jóvenes como base de un trabajo que permita identificar sus necesidades particulares para incluirlas en las acciones propuestas, dándoles así una respuesta integral y no discriminatoria.

Por su parte, la modalidad de atención del internado del IDIPRON, llamada “de acogida y desarrollo”, se implementa en un ambiente afectivo y protector y tiene como propósito brindar a niñas, niños y adolescentes una experiencia abierta y voluntaria de resignificación y reorientación de sus historias personales, a partir de procesos de desarrollo personal, reconstrucción de vínculos afectivos y sociales, y acceso a los servicios y oportunidades que requiere la restitución de los derechos vulnerados y la reparación de los daños. Para lograr esto, la modalidad integra tres dimensiones que guardan una estrecha relación con las dimensiones del reconocimiento señaladas en la introducción de este capítulo: 56 Es importante aclarar que no cualquier persona está preparada para desarrollar estas acciones y participar en la atención de la explotación sexual comercial, pues ésta requiere conocimientos, sensibilidades y experiencias específicas que hagan posible enfrentar la complejidad de la problemática y de sus efectos. Entendiendo la especificad de perfiles y capacidades profesionales que se requieren, es fundamental que las entidades responsables, como el IDIPRON, realicen procesos de preparación, capacitación y escucha con sus equipos de trabajo.

113

Dimensión individual: se enfoca en la forma como se perciben a sí mismos niños, niñas y adolescentes, impulsando trasformaciones en sus representaciones a través de la comprensión de situaciones, conductas o creencias directamente relacionadas con las valoraciones que ellas, ellos y quienes los rodean hacen de la explotación sexual comercial. Asimismo, se abordan eventos que han marcado sus vidas y los roles que ellas y ellos asumen en sus diferentes entornos cotidianos, enfocando de manera especial las percepciones, sensaciones y reflexiones que tienen frente a esto; en este escenario, es fundamental brindar herramientas para que la forma como lo hacen no les produzca más daño y les permita reparar los que ya han sido producidos.

En aras de avanzar en la prevención y desvinculación de la ESCNNA, esta dimensión le da un lugar central a la identificación de pares significativos de niñas, niños y adolescentes que también puedan integrarse al proceso del IDIPRON. A la vez, a partir de sus deseos, necesidades y capacidades, se dibujan proyectos de vida que incluyen educación, formación productiva y emprendimiento, y se impulsan escenarios para el fortalecimiento del ejercicio de su ciudadanía y del derecho a la participación.

Dimensión familiar: articula el trabajo con los grupos familiares de niñas, niños y adolescentes desde acciones que permiten conocer sus características, conformación, imaginarios presentes, formas de relación y aspectos protectores o vulneradores de su dignidad, autonomía y construcción como sujetos de derechos, sociales y políticos.

En este sentido y con un principio de corresponsabilidad, el objetivo es fomentar el bienestar general del grupo familiar gestionando las acciones interinstitucionales que se requieran y brindar orientación jurídica, especialmente cuando se debe iniciar o apoyar un proceso judicial.

En general, se trata de promover la participación de las familias en la atención y prevención de la ESCNNA, aportando a la eliminación de sus condiciones de posibilidad en este entorno íntimo. Esta dimensión, al lado de la primera, ubican parte del trabajo del IDIPRON en la reconfiguración de la esfera del cuidado, que opera como una de las bases del reconocimiento, y, en consecuencia, en la reconstrucción de la confianza en sí mismos y en otros por parte de niñas, niños y adolescentes.

Dimensión social – comunitaria: se trabaja en los vínculos sociales y comunitarios de niñas, niños y adolescentes, leyendo con profundidad estos entornos y con el propósito de impulsar, con el liderazgo infantil y juvenil, trasformaciones culturales en estos entornos. Además de cartografías dibujadas por el equipo del IDIPRON, en colaboración con otras organizaciones y entidades, para identificar actores y espacios protectores y vulneradores, se busca fortalecer las habilidades sociales y de interacción de niñas, niños y adolescentes. También es importante el desarrollo de procesos territoriales que visibilizan la ESCNNA como un delito; por ello, esta dimensión aporta de manera directa a la reconstrucción de la esfera de la solidaridad que fundamenta el reconocimiento y de la autoestima de niñas, niños y adolescentes.

114

Juventud, paz y política pública

El modelo de atención puesto en marcha por el IDIPRON se desarrolla en cuatro fases. Aunque se estima que el proceso tiene una duración de mínimo 1 mes y máximo 18 meses, esto depende del trabajo requerido con cada niño, niña o adolescente, así como del tiempo de respuesta en los requerimientos interinstitucionales que se necesitan57. Las fases son las siguientes: Fase I – Acogida: tiene una duración ideal de máximo tres meses y se inicia con un proceso de inducción que incluye un acercamiento al niño, niña o adolescente, registro en el sistema de información del IDIPRON, conocimiento del manual de convivencia, recorrido por el espacio, presentación del equipo de trabajo, entrega de dotaciones y una calurosa bienvenida. Luego se va realizando la valoración diagnóstica personal, articulando las áreas de atención integral; a partir de ésta y mediante un trabajo interdisciplinario, se traza el plan de intervención individual y familiar. Las áreas de atención integral que se deben abarcar son: • Bienestar: o promoción de la salud y prevención de la enfermedad a través de un plan de alimentación balanceada, capacitación, desintoxicación y deportes.

• Socio familiar: enfocada en la interacción con los grupos familiares para fortalecer factores de resiliencia y protección.

• Terapéutica: a través de procesos psicoterapéuticos individuales y sistemáticos, y la participación en grupos ayuda mutua.

• Vida cotidiana: para la formación de niñas, niños y adolescentes como sujetos sociales, políticos y de derechos.

• Académica: mediante un plan pedagógico que incluye, entre otros, la remediación y el reintegro escolar.

• Ocupacional: mediante un plan de desarrollo de capacidades que incluye, entre otros, la exploración y orientación pre y vocacional, y la capacitación pre laboral.

• Representación legal y empoderamiento jurídico: enfocada en la ESCNNA como delito y, en consecuencia, en la interacción con las autoridades competentes para apoyar procesos de investigación judicial. Esta se desarrolla en coordinación con la Defensoría de Familia del Instituto Colombiano de Bienestar Familiar – ICBF. Fase II - Resignificación de vida: tiene una duración ideal de máximo 9 meses y aborda la recuperación interior de niñas, niños y adolescentes a través de un proceso de atención terapéutica especializada que promueve y potencia su desarrollo personal, facilita el acceso a servicios, recursos y oportunidades, y contribuye a la reconstrucción de redes 57 El internado del IDIPRON funciona desde junio de 2014, así que, dado el corto tiempo de ejecución que ha tenido este modelo de atención, a la fecha sólo se han activado las dos primeras fases. Las otras dos están aún por explorar. Todas, sin embargo, se ponen para discusión ante la ciudad. Hasta julio de 2015, se habían atendido 63 niños, niñas y jóvenes.

115

afectivas, familiares y sociales. Estos aspectos se articulan en las áreas de atención integral de la siguiente forma: • Bienestar: formación nutricional, jornadas deportivas y vinculación a programas y campañas de promoción y prevención en salud.

• Socio familiar: encuentro con los grupos familiares, capacitación en competencias ciudadanas y vinculación efectiva a los servicios sociales de la ciudad.

• Terapéutica: fundamentación del proyecto de vida.

• Vida cotidiana: formación ciudadana para la autonomía y motivación para la participación en grupos y redes infantiles y juveniles.

• Académica: vinculación al sistema educativo, seguimiento y apoyo pedagógico.

• Ocupacional: evaluación, exploración, orientación, capacitación técnica, formación para el trabajo.

• Representación legal y empoderamiento jurídico: formación en mecanismos para la denuncia y judicialización de los responsables de la ESCNNA, coordinación con autoridades para la reparación integral y acompañamiento a procesos de demanda y restitución de derechos.

Fase III - Inclusión social y desarrollo de competencias para la vida: tiene una duración ideal de máximo 6 meses y tiene como propósito fortalecer la autonomía y capacidades de niñas, niños y adolescentes, así como construir con ellas y ellos herramientas para la inclusión social. Aquí se da continuidad a lo que se ha trazado en las fases anteriores y, de manera especial, se inicia un proceso de formación para el trabajo con jóvenes mayores de 15 años y de vinculación laboral con jóvenes de 17 años.

Fase IV – Seguimiento: el propósito de ésta fase, que tiene una duración ideal de máximo 6 meses, es verificar el estado de derechos de niñas, niños y adolescentes que ya han culminado el proceso en el Centro de Atención del IDIPRON. Esto se desarrolla a través de visitas domiciliarias, sesiones terapéuticas y un contacto permanente con las instituciones que durante el proceso fueron vinculándolos en sus acciones.

3.4.2. El modelo ambulatorio de los Centros de Acogida Con el fin de brindar atención integral especializada en modalidad ambulatoria a niñas, niños y adolescentes víctimas de explotación sexual comercial, el IDIPRON llevó a cabo en 2014 un convenio de asociación con la Fundación Renacer para desarrollar acciones de prevención, atención e investigación de la ESCNNA. Los dos centros de acogida que operan con Renacer están ubicados en las localidades de Mártires y 116

Juventud, paz y política pública

Rafael Uribe Uribe58. En ellos se desarrolla un plan de atención que tiene en cuenta lo individual, lo familiar y lo socio-comunitario, a través de los procesos que se describen a continuación.

Proceso de acercamiento y enganche: se abordan niños, niñas y adolescentes víctimas o en riesgo de explotación sexual comercial, poniendo en marcha varias metodologías. Una de ellas, por ejemplo, se basa en el contacto directo con quienes han sido identificados a partir de una observación participante en los territorios de la ciudad donde más se presenta la problemática; en esos acercamientos se empiezan a establecer confianzas, se indagan situaciones particulares y se realizan jornadas de sensibilización y prevención. Otra metodología utilizada se pone en marcha en los establecimientos educativos presentes en los mismos territorios; allí se exploran casos de posible explotación sexual comercial y, de resultar verificados, se inicia la interacción con los referentes familiares. En los dos procesos, la vinculación a los centros de acogida sólo se lleva a cabo cuando se tiene un conocimiento profundo de la situación de vulneración.

Procesos de intervención terapéutica y de salud-nutrición: al inicio del proceso se realiza una valoración psicológica para identificar el estado emocional y cognitivo del niño, niña o adolescente, así como para detectar precedentes de vulneración y factores de riesgo. Luego tienen lugar las intervenciones terapéuticas individuales para definir el plan de intervención. De acuerdo con cada caso, estas intervenciones pueden incluir: recuperación emocional, confrontación emocional, movilización de emociones, terapia racional emotiva, musicoterapia, historias de vida, terapia de respiración y relajación, recuperación biográfica y / o procesos de re significación. En estos planes se incluye de manera especial asuntos relacionados como la alimentación y el estado de salud de niñas, niños y adolescentes.

Proceso de orientación y seguimiento: se trata de procesos de intervención breves que tienen el objetivo puntual de avanzar en la superación inmediata de las situaciones de daño. Para ello, se utiliza el diálogo no estructurado en un espacio de escucha de niñas, niños y adolescentes y, a partir de esto, se definen las estrategias a desarrollar. Son cuatro las posibles acciones de intervención: • Terapia familiar: con uno o varios de los referentes familiares para detectar factores tanto vulneradores como protectores y fortalecer las habilidades necesarias para la prevención y superación de la explotación sexual comercial y de otras situaciones de daño. Además, se busca confrontar sus formas de relación de manera asertiva y motivar decisiones para la transformación de prácticas y conductas de protección y contención.

58 Durante el 30 de octubre de 2014 y el 21 de mayo de 2015 el número de niñas, niños y adolescentes atendidos en los dos centros de acogida, según localidad, fueron: 2 en Santafe; 107 en los Mártires; 2 en la Candelaria; 51 en Rafael Uribe Uribe; 20 en Usme; 92 en San Cristóbal; y 16 en Puente Aranda. De estas niñas, niños y jóvenes atendidos el 11% era víctima de explotación sexual comercial y 89% se encontraba en alto riesgo. En cuanto a los grupos familiares, la distribución por localidades es la siguiente: 63 en Santafe, 58 en Mártires y 1 en la Candelaria, para un total de 122 núcleos familiares atendidos.

117

• Intervención en crisis: se lleva a cabo en situaciones de alteración fisiológica, comportamental y emocional, en las cuales el niño, niña o adolescente, debido a un conflicto externo o interno, manifiesta conductas de ira, agresión, llanto o autolesión.

• Intervención grupal: son espacios donde se manejan temáticas comunes para brindar herramientas de prevención de los diferentes riesgos psicosociales que afectan a niñas, niños y adolescentes. También permiten movilizar emociones e identificar imaginarios que median estados de vulnerabilidad e indefensión ante los riesgos de la explotación sexual comercial.

• Intervención en domicilio: el propósito es ganar un conocimiento amplio sobre la dinámica familiar y condiciones de bienestar del niño, niña o adolescente para consolidar la valoración inicial y lograr un acercamiento más asertivo a cada situación de riesgo.

Proceso de intervención familiar y multifamiliar: además de lo expresado en los procesos anteriores, en el ámbito familiar se utilizan técnicas para clarificar, apoyar, informar, educar, persuadir e influir y se elaboran estudios sociales de caso que permiten evaluar los resultados de la intervención. Las familias también participan en talleres terapéuticos que, mediante el uso de herramientas lúdico pedagógicas, permiten identificar capacidades físicas, afectivas, cognitivas y sociales que puedan operar como factores protectores.

Proceso de empoderamiento en derechos y atención psicojurídica: desarrolla el componente jurídico de la intervención y se caracteriza por su adaptabilidad a las especificidades de los casos, las situaciones personales de niñas, niños y adolescentes y grupos familiares, las articulaciones requeridas con otras instancias y el alcance de las acciones. La intervención incluye la representación judicial y una gestión permanente en diferentes espacios interinstitucionales para visibilizar la ESCNNA como un delito, promoviendo la movilización de políticas públicas acordes. Estos espacios también son aprovechados con fines analíticos y de producción conceptual y jurídica.

Proceso de intervención pedagógica: parte de valoraciones individuales de niños, niñas y adolescentes para identificar su desarrollo académico y sus capacidades, y elaborar, en consecuencia, planes de trabajo más efectivos. Estos planes se articulan en torno a actividades de nivelación escolar, cuidado personal y del entorno, habilidades sociales, autorregulación, autonomía y autoestima. Se busca que ellas y ellos expongan en grupo los aprendizajes adquiridos para favorecer el trabajo en equipo, la autoimagen y el respeto entre pares. Las metodologías utilizadas son lúdico-recreativas, lo cual es útil para estimular su interés en la formación académica, y se acompañan con salidas pedagógicas que reducen su estrés y ansiedad.

La formación y sensibilización de niñas, niños, adolescentes y grupos familiares frente a la explotación sexual comercial es un punto fundamental de este proceso, ya que aportan a la generación de cambios en las relaciones familiares, a la reducción de los 118

Juventud, paz y política pública

factores de riesgo y a la potenciación de los factores protectores existentes en las familias. Otra estrategia importante son los Espacios para Crecer – EPC, donde niños, niñas y adolescentes desarrollan actividades acordes a su edad y estado de desarrollo cognitivo, y enfocadas en lecto escritura, pre matemáticas y lógica. Esta estrategia, además, impulsa acciones para que ellas y ellos se reconozcan como partícipes de un espacio social y familiar, y como agentes transformadores de su realidad, facilitando la expresión y el manejo de emociones, el análisis de sus contextos de vida y la construcción de soluciones a sus problemas.

Proceso de formación para la convivencia y la ciudadanía: las actividades de los Espacios para Crecer se complementan con talleres de auto cuidado que buscan potenciar el reconocimiento de sí mismos por parte de niñas, niños y adolescentes, y fortalecer su autoestima. Adicionalmente se trabaja con ellas y ellos la gestión del riesgo y el cuidado del medio ambiente, se revisa conjuntamente el manual de convivencia para generar compromiso y responsabilidad con el Centro de Acogida y se promueve su participación activa en las decisiones cotidianas que los afectan de manera directa.

Proceso de desarrollo personal: el propósito es vincular a niñas, niños y adolescentes a actividades deportivas y artísticas para fortalecer sus capacidades corporales, sociales y creativas; estas actividades son programadas con base en los resultados de test físicos aplicados de manera individual e incluyen rondas y juegos, gimnasia básica y teatro.

Adicionalmente, se llevan a cabo eventos recreativos, lúdicos y culturales como salidas pedagógicas y celebraciones colectivas de fechas emblemáticas, y se estimula la lectura e interpretación de textos.

3.5. Retos para la ciudad y la política pública Aunque ha pasado poco tiempo desde que el IDIPRON asumió la atención de niñas, niños y adolescentes víctimas de explotación sexual comercial en Bogotá han sido varios los retos que hemos ido identificando. En primer lugar, si bien entendemos que la problemática aquí analizada es multicausal, nos hemos centrado en la dimensión cultural porque creemos que si no avanzamos en la crítica y transformación de las representaciones sociales del consumo y de la niñez que legitiman y naturalizan la explotación sexual comercial, nos quedaremos en la mitad del camino y sin tocar sus fundamentos estructurales. A la vez, reconociendo el sustrato socioeconómico de la ESCNNA, es central que su prevención y atención se articulen con acciones de redistribución impulsadas por diferentes actores en la ciudad.

Hablar de lo cultural nos pone, como se dijo al inicio de este capítulo, en el marco del reconocimiento, entendiéndolo no solo como el acto de “ver” a otro y de ser “visto” por otro, sino como un acto de “ver” sin prejuicios, sin representaciones que estigmaticen y produzcan daño, con la posibilidad de ser como quiera ser y con formas de relacionarnos que sean, en sí mismas, reparadoras. Reconocer-se es, en estos términos, avanzar hacia 119

una sociedad justa porque vemos respetando a los otros, siendo solidarios con ellos y construyendo confianzas, mientras evitamos dañarlos. Con este horizonte, en el IDIPRON se ha seguido avanzado en un camino que articula lo personal, los entornos de afectos, lo comunitario y lo social en la atención de niñas, niños y adolescentes víctimas o en riesgo de explotación sexual y comercial, mientras se movilizan redes para la prevención, la restitución de derechos, la reparación del daño y la erradicación del delito.

La pregunta que nos debemos hacer como sociedad es a quién estamos otorgando vulnerabilidad y, en ese sentido, la posibilidad de ser dañado; no se trata, entonces, de definir cuáles son las prácticas de abuso que estamos tolerando, sino, sobre todo, sobre quiénes las toleramos y cómo respondemos frente al daño. Butler (2004) plantea que nuestra capacidad de respuesta ante el daño no es tanto un acto espontáneo, como una manera de poner en juego los recursos que tenemos a disposición; por ello, la crítica a la violencia y la transformación de los marcos dentro de los cuales ciertas vidas no son visibles en su vulnerabilidad, debe pasar por establecer modos públicos de mirar y escuchar que despierten al sentido de la precariedad de la vida del “otro”, ofreciendo las condiciones necesarias para una respuesta afectiva y moral diferente.

Por supuesto, esto no lo puede hacer el IDIPRON en solitario, por ello consideramos que es fundamental abordar la ESCNNA con una perspectiva global y de ciudad que movilice la política pública, impulsando el debate en diferentes escenarios, especialmente en los que ésta sigue siendo invisibilizada y produciendo conocimiento actualizado frente al tema. La pregunta que queda abierta es: sí se necesita una política pública específica para la ESCNNA o si se transversaliza ésta en el conjunto de políticas públicas de la ciudad, teniendo en cuenta que el reto es trascender la defensa de los derechos vulnerados de algunos para pasar a garantizar la vigencia universal de dichos derechos, en una ciudad donde coexisten múltiples formas de ser y de vivir como niños y niñas. Por ello, no sólo es necesario reparar los daños que se ocasionan sino también prevenirlos, promoviendo cambios culturales y velando porque se den todas y cada una de las condiciones necesarias para una niñez plena y feliz.

Es también importante reflexionar sobre la forma como estamos entendiendo a niñas, niños y adolescentes víctimas y cómo ubicamos tal comprensión en el escenario sociocultural complejo que sostiene las condiciones de posibilidad de su victimización.

Se trataría, en este sentido, de nunca perder de vista su autonomía y de preocuparnos por garantizar que la vivan a plenitud y en libertad. En este marco, es clave re-pensar la división entre ‘ellos’ y ‘nosotros’ que se establece cuando hablamos de las víctimas y que está naturalizada, ya que cuando lo hacemos corremos el riesgo de transformarlas en un ‘ellos’ separado del mundo cultural de los agresores e incluso de ‘nosotros’, quienes las atendemos. Esto puede establecer una distancia moral que nos impide conocerlas y comprenderlas, en tanto perdemos la oportunidad de interpelarlas y, a la vez, de ser por ellas interpelados (Butler, 2009). Todas y todos habitamos el mismo 120

Juventud, paz y política pública

mundo cultural, por ello las representaciones que operan niñas, niños y adolescentes víctimas sobre sus cuerpos, por ejemplo, no son muy diferentes de las que operan quienes las dañan o agreden.

Desde esta perspectiva, es importante el enfoque narrativo que el IDIPRON ha retomado en su modelo de atención, entendiendo que la posibilidad de narrar la propia historia ante otros es central en la reconstrucción de subjetividades que han sido dañadas y que, por ello, demandan reparación porque esos relatos que contamos dan forma a nuestra identidad, es decir, a lo que somos y a lo que otros reconocen en nosotros: “no podemos vivir sin historias. Nuestra necesidad de ellas es tan grande, tan intensa, tan esencial, que perderíamos nuestra condición de humanos si dejáramos de contar historias sobre lo que creemos que somos” (Behar, 2009: 39).

Por otro lado, retomando la centralidad del fortalecimiento de la autonomía en la reconstrucción de estas subjetividades, es importante pensar los efectos que una modalidad de atención tipo internado tiene en niñas, niños y adolescentes víctimas de explotación sexual comercial. Esto, reconociendo que para algunos de ellas y ellos el acogimiento es un factor central ya que han sufrido abandono o violencia intrafamiliar, o que están en habitabilidad de calle, pero que para otros el internado puede terminar adquiriendo características de un encierro forzoso, especialmente cuando son remitidos por instancias del Estado. De hecho, algunos y algunas ven los internados como un tipo de castigo a un “delito” que cometieron.

En esa medida se hace necesario debatir nuevos escenarios de atención que operen en sus territorios de vida y que en todo caso respeten sus libres decisiones. Quienes defienden la idea de nuevas formas de atención en el territorio argumentan que al internar a un niño, niña o adolescente éste es aislado de la comunidad, de la familia y del contexto que conoce y al cual al final del proceso de atención volverá, con herramientas para superar la explotación sexual comercial pero también más vulnerable ante algunas situaciones que produjeron, en algún momento, su victimización. Aquí las experiencias del IDIPRON con las estrategias territoriales son fundamentales, sin embargo, también la revisión de las dificultades que ello ha implicado cuando se trabaja con sujetos que ya han sufrido el hecho de injusticia.

Finalmente, ya que uno los obstáculos para la visibilización plena de la ESCNNA ha sido la falta de conocimiento sobre el tema, es clave avanzar en la construcción de un sistema de información que, además, permita hacer seguimiento y evaluación de la atención a niñas, niños y adolescentes víctimas, identificar a quienes están en riesgo y evaluar la transformación cultural de las acciones y políticas emprendidas. Desde un enfoque de derechos, implica relacionar esta información con una más amplia sobre la situación de derechos de la niñez en la ciudad. En este sentido, por ejemplo, es importante lograr que la ciudadanía y las entidades del Estado reconozcan las diferentes modalidades de la explotación sexual comercial.

121

En relación con lo anterior, la mayoría de víctimas atendidas en los centros de acogida proviene de la modalidad de utilización de niños, niñas y adolescentes en actividades sexuales, debido a que ésta es la forma más visible en las comunidades y para las autoridades. Por ello, es importante pensar en metodologías de búsqueda que permitan atacar otras modalidades que son de más difícil identificación y comprensión. Aquí puede ser útil el trabajo articulado con los procesos sociales en sus territorios pues ellos conocen mejor que nadie las dinámicas que allí operan.

122

Juventud, paz y política pública

Capítulo 4

Aportando a la incidencia política juvenil El Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud - IDIPRON ha asumido una profunda reflexión sobre cómo relacionarse con la población joven de la ciudad y, de manera específica, con sus procesos organizativos, desarrollando acciones que pueden ser normalizadoras –en tanto acciones institucionales- pero que se sostienen en el respeto y la promoción de la autonomía. En este sentido, el Instituto, en el marco de la Bogotá Humana, ha optado por hacer del reconocimiento de las y los jóvenes como sujetos de derechos, políticos y sociales un asunto central, partiendo de las formas como ellas y ellos actúan y se organizan en sus espacios de vida y territorios para aportar a la transformación social. Este capítulo recoge dos estrategias del Instituto que dan cuenta del trabajo desarrollado.

Con el horizonte de política pública en mente, la narración de estas experiencias busca comprender cómo están entendiendo hoy en día las y los jóvenes la participación y la organización, teniendo en cuenta que éstos siguen siendo dos ejes importantes en la articulación entre el Estado y la ciudadanía, pero también la necesidad de explorar otras formas juveniles que pueden ser mediadas o no por las instituciones, e incluso entrar en contradicción abierta con ellas. Complementariamente, es importante dar cuenta de la heterogeneidad de los procesos organizativos de la población joven, bien sea por sus diferencias etáreas y generacionales, por contextos de vida y problemáticas asumidas, por intereses y medios de expresión privilegiados o por las maneras de relacionarse con el territorio, prestando atención a sus características: dónde se dan, cómo se articulan y en torno a qué.

En este sentido, se trata de enfocarnos en la micropolítica de los procesos organizativos para ver el reacomodamiento de los micropoderes que éstos van movilizando, mientras trazan otras formas de incidir en lo público y, por tanto, en la gobernabilidad de lo juvenil. Centrar la mirada en las prácticas cotidianas, sin dejar de lado sus conexiones con escenarios macro, tiene como propósitos entender cómo están incidiendo las y los jóvenes en la vida de la ciudad desde escenarios que no pasan necesariamente por estamentos de poder normados; cómo luchan en sus territorios y entornos de vida por una experiencia de juventud vivida desde la autonomía, en la que ser y hacer es posible porque se cuenta con una real escucha y espacios en donde “lo que hago” tiene sentido y efecto; y, en suma, cómo dar un real alcance al Estatuto de Ciudadanías Juveniles desde lógicas que no siempre se acoplan a la rigidez de la norma, pero que no por ello pierden legitimidad e incidencia.

123

FotografĂ­a: Edna Higuera

4.1. “Armemos parche”: de la participación al ejercicio de las libertades y el trabajo en red para la incidencia política y territorial La estrategia territorial Procesos Sociales “Armemos Parche” asume las libertades como derechos que hacen posible la decisión de cada joven sobre su proyecto de vida individual y social; por tanto, para los procesos sociales de carácter juvenil que hacen parte de la estrategia, la participación es subsidiaria de la libertades individuales, civiles y colectivas que permiten que el individuo decida si quiere pertenecer o no a un proyecto colectivo y la forma en la que quiere hacerlo.

Es por esto que si bien Armemos Parche se puede considerar como un escenario en el que los y las jóvenes participan a través de sus procesos organizativos, el objetivo de la estrategia no es garantizar el derecho a la participación, sino generar escenarios en los que el ejercicio de las libertades sea el mecanismo por medio del cual ellos y ellas activan y expresan al máximo sus subjetividades políticas y sus ciudadanías. Lo anterior puede sonar contrario al propósito de la mayoría de programas institucionales que se orientan hacia el fortalecimiento de la organización social como garantía del derecho a la participación; pero el IDIPRON considera que se constituye, más bien, en un avance en el reconocimiento de aquello que impide el goce efectivo del derecho a la participación y, en general, de los derechos civiles y políticos de los y las jóvenes de Bogotá.

Si se revisa la evolución de las políticas públicas de juventud en la ciudad, se puede observar que en las administraciones que corresponden al período comprendido desde la “Bogotá Sin Indiferencia” hasta la “Bogotá Humana” se le ha brindado una importancia central a los procesos organizativos, buscando fortalecer la participación ciudadana para que logre una mayor incidencia en los asuntos públicos. Sin embargo, esto ha estado mediado por la provisión de recursos económicos, tecnológicos y de formación por parte del Estado. Aunque esto no resulta del todo equivocado, sí es insuficiente para impulsar una relación más horizontal entre la administración y los procesos organizativos, lo que conduce en ocasiones al rompimiento de los últimos, dada la exigencia institucional que recae sobre ellos.

Existen diversos espacios formales para la participación de la población joven59, pero no suelen convocar ni representar a todas y todos los jóvenes de la ciudad, especialmente a quienes no encuentran en estos escenarios institucionalizados una real capacidad de decisión ni condiciones para el desarrollo de iniciativas que requieren miradas menos burocráticas y más creativas. Así mismo, se puede decir que los partidos y movimientos 59 Algunos de estos son los Encuentros Ciudadanos para la construcción de los Planes de Desarrollo Distrital y Locales, los cuales convocan a los ciudadanía a exponer sus propuestas pero sin certeza de que éstas queden plasmadas; los Consejos de Juventud locales y Distrital, reglamentados ahora por la Ley 1622 de 2013, que los establece ya no como instancia de participación, sino como mecanismo de participación; las Plataformas de las Juventudes, también establecidas por la ley; las mesas de juventud, que aunque son de carácter autónomo, responden generalmente a los lineamientos institucionales de las administraciones locales o las entidades de orden distrital; y los consejos de cultura, que tienen una presencia significativa de jóvenes que hacen parte de organizaciones artísticas y culturales.

126

Juventud, paz y política pública

políticos tampoco recogen todas las demandas y objetivos de las juventudes, en una sociedad en la que existen nuevas, diversas y múltiples formas de colectivización de las acciones juveniles.

En esto radica, entonces, la necesidad de comprender al proceso organizativo juvenil60 no sólo como acto de participación, sino como acto transformador en el cual el trabajo colectivo procura el empoderamiento en el territorio, teniendo en cuenta que no es la ciudad en su totalidad sino los múltiples espacios de vida que la componen donde los y las jóvenes desarrollan acciones colectivas muchas veces invisibilizadas por el ámbito institucional, pero reconocidas y legitimadas por las mismas comunidades locales.

Como se mencionó anteriormente, Armemos Parche es una de las respuestas del IDIPRON a la necesidad de hacer horizontal la relación entre los procesos organizativos juveniles y el Estado, y de reconstruir un tejido comunitario que permita a la institucionalidad movilizar acciones de política pública más acertadas en los micro territorios de la ciudad -especialmente en los que habitan grupos humanos en condición de vulnerabilidad- que conduzcan a la titularidad activa de derechos y el goce efectivo de los mismos.

4.1.1. Qué es Armemos Parche Armemos Parche es sobre todo un modelo de trabajo sustentado en la gestión pública participativa61 entre la institucionalidad pública, en este caso el IDIPRON, y los procesos organizativos juveniles, que se sustenta en la investigación acción participante y en la educación popular como metodologías para orientar la acción institucional. Su finalidad es aportar a la construcción de contextos territoriales positivos en los cuales menos niños, niñas y jóvenes sean expulsados hacia escenarios de vulneración de sus derechos por cuenta de la explotación sexual y laboral, el consumo de sustancias psicoactivas o la vinculación a grupos armados, pandillas y bandas criminales, entre otros.

Para lograr lo anterior, la estrategia desarrolla tres objetivos: primero, el fortalecimiento de los procesos sociales juveniles en su capacidad de incidencia política y social tanto en lo territorial como en lo distrital, respetando su autonomía organizativa y reconociendo su “saber hacer”. Segundo, la recuperación de tejidos comunitarios locales a través de la promoción del trabajo colectivo y en red62, lo cual permite generar intercambios de 60 Proceso social se refiere a la articulación de organizaciones formales o no formales, colectivos, parches, combos, crews y otras formas de organización social de la población joven, en una apuesta de trabajo conjunta desde la cual se generan interacciones e intercambios que tienen como fin realizar acciones colectivas y solidarias destinadas a incidir o transformar las realidades territoriales que afectan a los y las jóvenes en su calidad de vida y en su capacidad de gozar efectivamente de sus derechos (Gómez, 2013).

61 La gestión pública participativa se refiere a la concurrencia de las y los ciudadanos, en este caso representados en los procesos sociales juveniles, en las acciones tanto de planeación de los presupuestos públicos y su destinación según las necesidades expresas de la población, como en la ejecución y veeduría de los mismos. Así, la gestión pública participativa va más allá de la planeación del presupuesto público para convertirse en una herramienta que permite al ciudadano hacer ejercicio del poder soberano en las decisiones de gobierno, tanto a nivel local como institucional, a través de su involucramiento activo en la toma de decisiones públicas (Gómez, 2013).

62 Trabajo colectivo y en red se refiere al intercambio de experiencias, saberes, formas de hacer y recursos entre los diversos procesos sociales juveniles para lograr un mayor impacto en las acciones desarrolladas, obtener una mayor capacidad de

127

conocimientos, saberes y recursos entre los procesos sociales juveniles y entre éstos y las comunidades. Y tercero, la producción de conocimiento útil para avanzar en la construcción de propuestas institucionales que respondan de manera más efectiva a las necesidades reales de los y las jóvenes de la ciudad, permitiendo también que ellos y ellas sean artífices principales de sus proyectos de vida individual y social desde la titularidad activa de sus derechos y la organización social.

Armemos Parche, como modelo de gestión pública participativa, se sostiene sobre unos referentes teóricos construidos desde la sociología (más que desde la ciencia política) que permitirán en el corto plazo, consolidar el modelo y construir una batería de indicadores para su evaluación. En este marco, se ha dibujado un planteamiento a modo de pregunta de investigación: ¿es posible incidir en la transformación del capital simbólico de un territorio por medio de la interacción de los capitales culturales y sociales de la población juvenil que habita o permanece en éste?

Los conceptos ‘capital cultural’, ‘capital social’ y ‘capital simbólico’ han ido cambiando en el desarrollo de las teorías sociológicas que han pretendido explicar los factores que determinan las relaciones existentes entre diferentes actores sociales diferenciados y la movilidad tanto política como económica que se da en y entre éstos. Por tanto, para el desarrollo de la propuesta Armemos Parche se toman diferentes significados otorgados a estos conceptos, con el fin de adaptarlos a la realidad sobre la que se pretenden instaurar63.

Para el IDIPRON, el capital cultural se refiere a la apropiación y transformación por parte del individuo de los contenidos sociales, culturales y políticos que llegan a su conocimiento a través de su interacción en los diferentes contextos privados y públicos en los que desarrolla su cotidianidad. En tanto el capital cultural está en constante cambio, no es determinado por la pertenencia del individuo a una condición o nivel socioeconómico, sino por la forma en la que éste lo usa y enriquece, en sus relaciones sociales y políticas.

Al tiempo, la forma en la que este capital cultural transformado es vertido de nuevo por el individuo a sus contextos públicos, configura lo que se denomina capital social64, el cual, para lo que aquí interesa, se evidencia en las diferentes formas de expresión sociopolítica subjetiva de los jóvenes.

El capital social no se institucionaliza en un determinado contexto espaciotemporal, sino que se convierte en el cúmulo de experiencias colectivas capaces de ser apropiadas por el individuo. El capital social también está en permanente construcción, así que al incidencia en los escenarios sociales y políticos de nivel local y distrital, y crear y fortalecer el tejido comunitario (Gómez, 2013).

63 Para una mayor amplitud sobre el tema se puede consultar: Ramírez, J. Tres visiones sobre capital social: Bourdieu, Coleman y Putnam. Disponible en web: http://148.202.18.157/sitios/publicacionesite//periodo/republicana/pdf/ActaRep04/articulos21.pdf.

Consultado el 20 de diciembre de 2012.

64 Para Putnam el capital social es toda forma de relación social que abarca desde las formas organizadas que tienen fines e instrumentos específicos hasta los encuentros más simples, pero en los que se dinamizan la información y los conocimientos de los individuos involucrados; es una ventaja colectiva que si puede redundar en beneficios individuales, pero cuyos efectos más visibles son de orden macro social. Para Bourdieu y Coleman el capital social con las ventajas que un individuo moviliza en función de sus intereses, recursos que provienen del grupo al que pertenece. (Ramírez, X)

128

Juventud, paz y política pública

permitirse el diálogo entre los capitales culturales de los jóvenes y, por medio de éste, la concepción de un capital social enriquecido, es viable que las experiencias colectivas sean aprehendidas por los jóvenes en su capacidad de leer e imaginar nuevas realidades posibles en su territorio. Finalmente, el imaginar al territorio no como el lugar desde donde los jóvenes son expulsados, excluidos o segregados, sino como el lugar desde el cual el sujeto joven puede “ser” desde sus diferentes concepciones de la realidad y desde su identidad en permanente construcción, es lo que se propone como capital simbólico.

Desde la mirada de Armemos Parche, el capital simbólico no se basa en su capacidad de derivar poder, sino en la importancia que un símbolo u objeto representa en la construcción de factores de cohesión y gobernanza dentro del grupo social. Así, la concepción del parque o de la esquina como espacio de violencia y actividad delincuencial, por ejemplo, puede ser modificado por la acción colectiva de parches de jóvenes que desde el intercambio de percepciones sobre lo que para ellos representa este espacio, construyen e implementan acciones de apropiación territorial que inciden en la transformación simbólica del territorio como un lugar desde donde se construye colectividad.

4.1.2. ¿Cómo se arma parche?

Al momento de esta publicación, la estrategia Armemos Parche está conformada por diez procesos sociales de índole juvenil o que desarrollan acciones dirigidas a los y las jóvenes de Bogotá: PROCESOS SOCIALES TERRITORIALES EN ARMEMOS PARCHE Proceso social

La Redada Miscelánea Cultural

Red de organizaciones por la paz

Mesa ambiental “No le saque la piedra a la montaña”

Localidad

Líneas de trabajo

Integrantes

La Candelaria

Circulación, formación e investigación cultural y artística; fortalecimiento en doble vía de los procesos de auto-organización y de acción directa sobre el territorio.

Casa Entrecomillas, Tintas Libres, la Kcitta, Negra Xue, El Eje y Digna Rabia.

Ciudad Bolívar

Derechos sobre el territorio; derechos ambientales y culturales; identidad indígena y afro.

Cabildo Yocorobi Si Moros, Corporación Surcando Caminos, y Niños y Niñas constructores de sueños.

Derechos sobre el territorio; derechos ambientales y culturales.

Instituto Cerros del Sur - ICES, Colectivo Popular al Timón, Casa Cultural Mayaelo, Centro Social Liberata, Encauce Libre, Colectivo Soberanía y Naturaleza.

Ciudad Bolívar

129

Bosa - Usme

Promoción de la cultura hip hop como estrategia de formación política; intervenciones en el espacio público (talleres itinerantes, carnavales, tomas de grafiti y eventos); talleres formativos (grafiti, break-dance)

Autonomía y Respeto Propuesta Colectiva, C.U.P Grabaciones, Colectivo Libremente, BBC Grafiti y Tairona estudios.

Santa Fe - San Cristóbal

Acciones pedagógicas de investigación y de movilización para la incidencia política frente al proceso de centrificación que se viene adelantando en Bogotá debido al Plan Centro; reconocimiento y empoderamiento del territorio.

Corporación Hatuey, Recrearte, Escuela Deportiva “Al Depeporte” y Colectivo Teatral Luz de Luna.

Entre Redes

Rafael Uribe Uribe –Bosa – Kennedy Ciudad Bolívar

Educación popular; movilización y formación política; comunicación alternativa; y deportes.

Colectivo la Lechuza, Colectivo Por la Banda Izquierda, MELEOC, Grupo de Investigación Orlando Fals Borda, Colectivo Sin Virginidad, Dragones de la Cultura, Corponérico, Escuela Simón Rodríguez y Óigalo Radio.

Libre Mente

Bosa - San Cristóbal

Educación popular (Pre-Icfes y preuniversitario popular).

Colectivo conformado por docentes egresados de la Universidad Distrital y la Universidad Libre.

Esquizofrenia Crew

San Cristóbal Usme

Formación en valores y resignificación del proyecto de vida por medio de la práctica del break dance.

Colectivo conformado por jóvenes Bboys de la localidad de San Cristóbal.

La Candelaria

Talleres de formación en cultura hip hop para la incidencia territorial y la reducción de la violencia; campeonatos deportivos para niños y niñas; intervenciones artísticas y culturales.

S.A CLAN - Mulato Prod.

Distrital

Formación en comunicación alternativa y social; cartografías territoriales; visibilización y posicionamiento de los procesos sociales juveniles.

Colectivo integrado por comunicadores sociales y diseñadores gráficos que desarrollan acciones de apoyo para los procesos sociales que hacen parte de Armemos Parche.

Golpe de Barrio

El Movimiento de Unidad Territorial Mute

Egipto barrio con ilusión

Comunicaciones para el trabajo colectivo y en red

130

Juventud, paz y política pública

Las experiencias de incidencia territorial puestas en marcha por estos procesos sociales muestran cómo opera en la práctica la articulación de capitales culturales individuales para conformar capitales sociales que, en su accionar, producen transformaciones territoriales y sociales que constituyen nuevos capitales simbólicos. A modo de ejemplo, a continuación se narran dos de estas experiencias.

“Manos a la Carbonera”: recuperación y apropiación comunitaria del parque La Carbonera, localidad de Bosa65 El parque de La Carbonera, ubicado en la calle 55 sur con Avenida Ciudad de Cali, era un espacio en donde se arrojaban basuras y escombros producto de las construcciones aledañas, y que funcionaba como un gran expendio de sustancias psicoactivas; era, así, un lugar intransitable por la cantidad de basura y escombros apilados, y por el miedo y la percepción de inseguridad que generaba dicho espacio en la comunidad. Hasta que Golpe de Barrio, un proceso social que desarrolla acciones de incidencia territorial por medio del hip hop, decidió intervenir la situación metiéndole “Manos a la Carbonera”, en articulación con el proceso social la Redada Miscelánea Cultural, con los colectivos Arquitectura Expandida y Monstruación, y, posteriormente, con artistas del grafiti como Bosa Boyz, Lili Cuca, Lesivo, Ospen, FFAC, Saga y Aec. El acompañamiento del IDIPRON y su estrategia Armemos Parche, permitió que las actividades [planeadas] por los colectivos que participaron se hicieran realidad. El primer ejercicio de aseo comunitario generó cambios inmediatos y despertó el interés de quienes frecuentan el lugar. Así, ‘Arquitectura Expandida’, quienes diseñaron la transformación, tuvo manos para la limpieza total del espacio público, la construcción de graderías y la siembra de llantas recicladas para juegos infantiles66.

El parque la Carbonera se convirtió de esta manera en un espacio recreo deportivo en donde la comunidad puede ahora disfrutar de los juegos diseñados con material reciclado; de los partidos de fútbol que se observan desde las graderías construidas con llantas; de la posibilidad de acortar camino gracias a la limpieza que habilitó de la calle 55 sur con Av. Ciudad de Cali; y, en fin, de un capital simbólico positivo generado gracias a la conjunción de los capitales culturales de los y las jóvenes que conforman cada uno de los colectivos, parches y combos que conforman los procesos sociales (para este caso también denominados capital social) Golpe de Barrio y la Redada, así como de los otros actores juveniles hicieron uso de sus autonomías organizativas y libertades individuales y colectivas para desarrollar una acción de recuperación de un capital simbólico negativo que había sido abandonado por institucionalidad pública67.

65 Para conocer más de esta experiencia se puede ver el corto documental La Carbonera, disponible en https://www.youtube.com/watch?v=VnkH5KO0Gdo 66 Higuera, Edna. “El parque La Carbonera vuelve a ser de todos los bogotanos gracias al festival Golpe de Barrio”, Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud, 2015. Publicado en web http://www.IDIPRON.gov.co/index.php/ noticias/87-noticias-de-bogota/487-el-parque-la-carbonera-vuelve-a-ser-de-todos-los-bogotanos-gracias-al-festival-golpe-debarrio. Recuperado el viernes 02 de octubre de 2015.

67 Los vecinos de la Carbonera habían solicitado desde hacia años a diferentes entidades distritales relacionadas con movilidad, aseo, y recreación y deporte, la recuperación del espacio, según lo expresaron varios miembros de la comunidad que aportaron a la iniciativa.

131

Así como lo expresó Camilo Pinto, integrante del proceso social Golpe de barrio y quien es conocido en el medio de Hip Hop como Casi Nadie, “el proceso fue más importante que el festival mismo, pues todos estábamos seguros que lograríamos un cambio. Incluso un personaje que no era bien visto por la comunidad se sumó a la trasformación del parque y comenzó su proceso de rehabilitación gracias al IDIPRON”68.

William, un barco pirata en el barrio Ramírez: por el derecho de los y las niñas a jugar y a la libertad de expresión69 Ramírez es un barrio ubicado en la localidad de Santa Fe y en él habitan familias que sustentan su economía en el reciclaje. Sus viviendas están hechas de material reciclado y no cuentan con la infraestructura social que les permita unas condiciones de vida dignas; tampoco hay parques en donde las y los niños puedan ejercer su derecho al juego, así que, antes de la construcción del barco, jugaban entre los bultos y arrumes de escombros y de basura que rodeaban las casas del barrio.

Teniendo en cuenta lo que se logró en 2014 con la recuperación del parque la Carbonera en Bosa, los procesos sociales La Redada Miscelánea Cultural, el Movimiento de Unidad Territorial - MUTE, Skyzofrenia Crew y Golpe de Barrio iniciaron un trabajo de incidencia social en Ramírez, cuyo primer paso fue lograr que liderazgos naturales del barrio les ayudaran a generar los lazos comunitarios necesarios que permitirían hacer de la propuesta del Barco Ramírez una realidad. La creación de confianzas entre los jóvenes de los procesos sociales y la comunidad se hizo de a poco, con pequeñas acciones artísticas, culturales, deportivas y audiovisuales que permitieron ir sumando miembros de la comunidad a la iniciativa; los primeros en hacerlo fueron, precisamente, las y los niños del barrio.

Durante seis meses un grupo de aproximadamente veinte personas, entre jóvenes de los procesos sociales y personas de la comunidad limpiaron y drenaron el terreno, seleccionaron el material de reciclaje adecuado para la construcción del parque, pintaron, serrucharon, sembraron, martillaron, realizaron trueques y fiestas para conseguir recursos, gestionaron donaciones, pusieron en marcha la imaginación y lograron construir un parque en forma de barco (porque las y los niños así lo quisieron) de aproximadamente 2.5 metros de alto, 6 de largo y 4 de ancho.

Este ejercicio de incidencia territorial también se convirtió en incidencia política al lograr que el barrio, antes invisible, sea ahora un ejemplo de organización, apropiación y autodeterminación. Con la experiencia de Ramírez se evidencia que el trabajo colectivo y 68 Higuera, Edna. “El parque La Carbonera vuelve a ser de todos los bogotanos gracias al festival Golpe de Barrio”, Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud, 2015. Publicado en web http://www.IDIPRON.gov.co/index.php/ noticias/87-noticias-de-bogota/487-el-parque-la-carbonera-vuelve-a-ser-de-todos-los-bogotanos-gracias-al-festival-golpe-debarrio. Recuperado el viernes 02 de octubre de 2015.

69 Para conocer más de esta experiencia se recomienda consultar los siguientes links: http://armemosparche.net/blog/23tesoros-piratas-en-corferias-xpojovenes-en-el-mapa http://www.eltiempo.com/bogota/el-barco-que-saco-de-la-basura-a-ninos-del-centro/16049898

132

Juventud, paz y política pública

en red permite hacer realidad ideas que pensadas en solitario parecen imposibles o muy difíciles de realizar, especialmente cuando no se cuenta con los recursos económicos necesarios para hacerlo; en este caso, el intercambio de saberes y de formas de hacer, el trueque y la colaboración permitieron a las y los niños de Ramírez contar con un parque en su barrio y a la comunidad transformar un capital simbólico negativo a uno positivo.

Por medio de las dos experiencias narradas se entiende que Armemos Parche ha buscado no trabajar desde la individualidad de las organizaciones, como lo hacen otros proyectos institucionales, sino desde la construcción y desarrollo de agendas comunes, desde un trabajo en red y colaborativo para incidir en el territorio. El salto cualitativo de este enfoque debe ser el de dotar de autonomía, expresada en libertad, a los procesos sociales de los y las jóvenes de la ciudad, y no el de seguir respondiendo al parámetro de metas de cada sector de la administración distrital. Esto significa que el Estado pase de ser el condicionador y dador de recursos, a un garante real de los derechos de las juventudes, de su autonomía, y de sus formas de ser y estar en los territorios.

En la búsqueda de ese diálogo horizontal con los procesos sociales, el IDIPRON actúa como un miembro más de Armemos Parche, movilizando planes de trabajo por proceso social y agendas comunes que vinculen a varios procesos sociales alrededor de una propuesta de incidencia territorial. Para ello, resulta necesario acordar unos mínimos de trabajo y compromisos que deben ser cumplidos por parte de los procesos sociales y de la entidad. Así las cosas, no se trata de establecer una agenda orientada desde la institucionalidad, sino de la construcción colectiva de acuerdos que tendrán la corresponsabilidad de todos sus componentes. Dicho de otra forma, la agenda política y social es movilizada por los procesos sociales y sus integrantes, no por los intereses o apuestas institucionales.

Aunque no se constituye en un condicionante para el funcionamiento de la estrategia, lo anterior planteó la necesidad de establecer una forma de vinculación de integrantes de los procesos sociales a la entidad para dinamizar las acciones en los territorios; estos referentes territoriales tienen la responsabilidad de gestionar, planear y concertar las acciones, y definir conjuntamente los recursos que son necesarios para el cumplimiento de cada plan de trabajo y de las agendas comunes.

Lo anterior le aporta al fortalecimiento de cada proceso social y garantiza la autonomía de los mismos ya que reconoce su trabajo, sus comprensiones del territorio y la fortaleza de sus acciones; así mismo, permite que la institución llegue a lugares donde otras entidades no llegan, en la medida en que el ser parte del territorio y del proceso le brinda legitimidad. En suma, resulta difícil para un proceso social gestionar y desarrollar acciones si no tiene el respaldo de algún ente institucional, pero al ser sus propios jóvenes los referentes de la entidad en el territorio, el diálogo se da en otros términos.

Este fortalecimiento de los procesos sociales implica, no obstante, dejar muy claro hasta dónde se es institución y hasta dónde proceso social, por eso la necesidad de 133

establecer acuerdos concretos y en colectivo. Esta forma de acción también propone una dinámica de control y veeduría sobre lo que los demás hacen, lo que significa que quien incumple los acuerdos debe responder a la entidad y al resto de procesos sociales; por ello, resulta en un ejercicio de autonomía y de auto cuidado entre los procesos, sin señalamientos ni estigmatizaciones, sino enfatizando decisiones que se han tomado colectivamente.

Estas decisiones se sustentan en el intercambio de los saberes y experiencias de cada proceso social, pues se reconoce que entre éstos no existe uniformidad y que existen múltiples interpretaciones de la realidad social de cada territorio; por ello, el encuentro en el diálogo y el accionar para llegar a los acuerdos es fundamental. Estos acuerdos de trabajo se aterrizan en lo que se denominado Agendas de Acción Colectiva, las cuales integran las necesidades de incidir en la transformación estética, ambiental y social de un territorio. Se trata de acciones concretas que quedan en las comunidades y para las comunidades y los procesos sociales, no en el reporte de cumplimiento de metas de una institución.

3.1.3. Sobre la incidencia en los territorios Como se mencionó antes, la apuesta de Armemos Parche es construir colectivamente alternativas a los conflictos de las comunidades y sus territorios, identificando, primero que todo, los procesos sociales que trabajan articuladamente y las acciones que realizan en los territorios. Esta lectura de los procesos sociales evidencia que aunque no están presentes en toda la ciudad, sí tienen una fuerte tendencia a hacer presencia en aquellos territorios históricamente excluidos, estigmatizados, discriminados y segregados por la administración y por la sociedad. Lugares donde ni la Fuerza Pública ingresa como, por ejemplo, los barrios Egipto, en la Localidad de la Candelaria, o Ramírez, en la Localidad de Santa Fe; que, como consecuencia del abandono y el aislamiento, fueron tomados por la delincuencia y la ilegalidad, como el caso de la Carbonera en Bosa; o que a partir de la indiferencia de la sociedad han sido explotados indiscriminadamente en sus recursos, como la Cantera la Esmeralda en el barrio Potosí de la Localidad de Ciudad Bolívar.

Este trabajo desde los procesos sociales define un trazado que la ciudad debe consolidar para mejorar las condiciones de vida de sus habitantes, implementando acciones articuladas entre la sociedad civil y el Estado que en realidad impulsen cambios significativos en la realidad social. Por esto el IDIPRON, a través de Armemos Parche, ha logrado articular varios procesos sociales que asumen su responsabilidad con la ciudad y de allí derivan sus propuestas de transformación a través del trabajo colectivo y en red.

Estos procesos sociales, desde su autonomía, conocimiento del territorio y acción colectiva, promueven formas de participación que no están institucionalizadas y que no responden a ningún orden jurídico ni a las metas de entidades; en esa medida son legítimas y están orientadas a generar cambios reales alejados de los procesos electorales y de la representación política. Desde esta perspectiva, la participación toma un nuevo sentido 134

Juventud, paz y política pública

en la toma de decisiones autónomas que movilicen la transformación del territorio, y la apropiación y defensa de lo público.

Los procesos sociales, y más aún los procesos juveniles, son cambiantes y diversos; no están definidos desde las categorías con las que la administración pretende desarrollar sus procesos; definen sus temáticas según el contexto político de la ciudad y el territorio que habitan; y desarrollan prácticas que están ligadas a las condiciones de vida de sus entornos. El reconocimiento de estas formas de organización ha sido uno de los avances durante la Bogotá Humana, así como el posicionamiento en la agenda pública de ciudad de asuntos fundamentales como la inclusión de sectores sociales y poblacionales excluidos y estigmatizados, la defensa del territorio y de la naturaleza, y la protección de los derechos animales, entre otros.

En particular, la presencia territorial es uno de los aportes que Armemos Parche le ha brindado a la ciudad, haciendo del encuentro con la comunidad y del reconocimiento de sus dinámicas y de su autonomía los pilares transversales de una apuesta que, más que una intervención, es una apuesta política de transformación cuyo objetivo es construir rutas para un mejor vivir de las comunidades.

3.1.4. Armemos parche para rato Después de haber comprobado que el modelo de trabajo de la estrategia Armemos Parche sí se constituye en una forma de fortalecimiento de los procesos organizativos juveniles de la ciudad y que el respeto de su autonomía, así como el reconocimiento de sus experiencias y prácticas, son necesarias para complementar la acción institucional conducente a garantizar el goce efectivo de los derechos de todas las personas en sus territorios físicos e imaginados, las tareas que ahora quedan son: primero, aterrizar el modelo en el marco de la gestión pública para que pueda medirse con unos indicadores adecuados a la realidad de la intervención territorial; esto implica centrarse más en el proceso que en la meta de atención en número de población para que, de esta manera, puedan ser replicados sus aprendizajes en otras entidades de orden distrital y nacional.

La segunda tarea recae tanto en el IDIPRON como en el conjunto de la administración distrital y consiste en dotar de mayores recursos técnicos, humanos y fiscales a la estrategia para que ésta pueda articular más procesos sociales y extender el trabajo colaborativo y en red a más territorios de la ciudad. Finalmente, la tercera tarea, que le corresponde a los procesos sociales, es la de fortalecer los canales de intercambio de información, saberes, experiencias y formas de hacer, con el fin de conservar sus autonomías y de ir dotando de poder al movimiento juvenil de la ciudad, el cual ha perdido su capacidad de incidencia política por cuenta de la división y la desarticulación; esto es necesario para que el proyecto colectivo de ciudad y país evolucione, pues esas otras formas de leer la realidad de los territorios y, desde éstas, la generación de otras formas (más creativas y menos burocráticas) de transformarlas, han surgido y seguirán surgiendo desde los y las jóvenes.

135

FotografĂ­a: Edna Higuera

4.2. Semilleros Juveniles de Investigación: apropiando el carácter político del conocimiento desde la cotidianidad La actual administración del IDIPRON asumió la transformación del Instituto para que se ajustara a los retos que plantea trabajar con la población joven del siglo XXI. En el marco de la construcción de un proyecto pedagógico que fuera consecuente con este desafío, se optó por entender a las y los jóvenes como sujetos de derechos, generando con ellas y ellos pensamiento crítico a través de procesos de producción colectiva de conocimiento que privilegiaran sus voces y que, a partir de éstas, aportaran al quehacer institucional.

Esta fue la apuesta por el reconocimiento que planteó la Estrategia de Investigación.

Lo anterior partió de entender que en la ciudad el conocimiento sobre juventud que suele legitimarse como válido, y el cual ha orientado la formulación de políticas públicas, no ha sido construido por jóvenes, y que pocas veces ellas y ellos han participado en su producción, pues han sido considerados como una población “objeto” de estudio, antes que como sujetos de conocimiento. Y en los casos en que han producido conocimiento, han debido respetar los lenguajes hegemónicos para que sus hallazgos sean escuchados.

El conocimiento académico ha sido, en este sentido, puesto por encima del acervo de conocimiento elaborado por las y los jóvenes desde sus experiencias tanto individuales como colectivas.

En este escenario, el IDIPRON prefirió investigar con las y los jóvenes en sus territorios para aportar a la transformación de las condiciones de vida juveniles desde la misma acción de producir conocimiento, partiendo de sus cotidianidades e intereses, y con los recursos que ellas y ellos tienen al alcance. Sin embargo, al emprender las primeras acciones en esta dirección desde la estrategia-metodología Semilleros de Investigación, encontramos un fenómeno de fragmentación y estratificación en la población juvenil cuyo origen han sido las mismas representaciones estigmatizántes y excluyentes sobre la juventud que se han construido durante los últimos lustros y que aún están vigentes; esas que la consideran como una población vulnerable o en situación de riesgo y que, potencialmente, significa un foco generador de conflictos relacionados con la violencia y el delito. Es evidente, sin embargo, que en el imaginario social existen ciertas tipologías de jóvenes sobre quienes operan miradas excluyentes y sobre quienes recaen, además, las prácticas más fuertes de disciplinamiento. Son jóvenes que “nadie quiere ver”.

La propuesta que sentaría las bases de los Semilleros de Investigación sería, entonces, hacer de las ideas y propuestas de estos jóvenes un cuerpo de conocimiento que debería incidir en las acciones del IDIPRON, reconociéndolos desde el inicio como investigadores.

Partiendo de la premisa de que todo conocimiento parte de una pregunta vital que, por eso mismo, es simplemente importante, buscamos pasar de los imaginarios de negación, que se manifestaban en los mismos jóvenes a través de expresiones como “no soy nadie, tengo que salir adelante” o “soy un pillo, soy una rata”, a imaginarios de reconocimiento que se tradujeran en enunciados como “soy investigador”, “soy de semilleros”, “soy parte de algo”.

138

Juventud, paz y política pública

Igualmente, encontramos un escenario de desarticulación entre jóvenes, en la medida en que aunque se generaran espacios de encuentro dirigidos a producir conocimiento colectivamente y al reconocimiento entre las y los jóvenes, sus aportes no eran visibles ni tenidos en cuenta en la discusión pública de las políticas dirigidas a la juventud en la ciudad. En este sentido, otra apuesta a la que se apuntó por medio de los Semilleros de Investigación fue, por un lado, generar las condiciones para que jóvenes diversos se encontraran y reconocieran en su diferencia a través de la producción de conocimiento, y, por otro lado, involucrar a otros actores sociales en los procesos de investigación (familia, vecinos, adversarios), pues consideramos que esto tiene incidencia positiva en la forma como esos otros ven y actúan respecto a los jóvenes.

Otra de las problemáticas que se ha manifestado de forma visible durante los últimos años ha sido la exclusión de los jóvenes del espacio público: las limitaciones impuestas (muchas veces bajo la amenaza o el ejercicio de la fuerza por parte del mismo Estado y de otros actores) a la reunión, al encuentro, al tránsito de los jóvenes por la calle, a parchar, porque para algunos el hecho de que sus prácticas sean visibles genera incomodidad. La apuesta frente a esta situación ha sido resignificar las prácticas que se desprenden del estar, del parchar; del habitar el espacio público para apropiarlo a través de la investigación y de la interpretación crítica de papel que tienen los jóvenes en estos fenómenos. En otras palabras, si alguien no nos quiere en el espacio público, podemos interpelarlo desde la acción investigativa, podemos cuestionarnos y cuestionarlo. Esto implica que, antes de emprender un proceso de incidencia política en la definición de la agenda pública, desde las mismas prácticas juveniles se transformen las relaciones de poder que se dan en su territorio, en su cotidianidad, en el ámbito de la micropolítica.

Finalmente, se evidencia un escenario ampliamente conocido y discutido, pero sobre el cual desde el sector público no se han llevado a cabo acciones efectivas: la pérdida de confianza por parte de los jóvenes en el Estado. El abandono, la indiferencia y las promesas incumplidas por parte de los organismos públicos responsables de formular e implementar las políticas públicas de juventud frente a líderes sociales, organizaciones y colectivos, ha llevado a que la mayoría de los jóvenes de la ciudad que han adelantado iniciativas y han querido involucrarse en la discusión de la agenda pública sobre juventud, decidan no participar por medio de los canales formales y/o tradicionales.

4.2.1. ¿Cuál fue nuestro enfoque? De calles, etnografías y otros relatos En el último capítulo del libro “¿De quién es la calle? Ciudadanías juveniles/ Ciudadanías incómodas”, resumimos el propósito y los principios que han guiado nuestra acción: Orientados en la educación popular, en la Investigación Acción Participativa (IAP) y en las etnografías colaborativas, diseñamos una metodología de investigación que busca superar la simple recolección de información y el intervencionismo gubernamental, para aportar a la

139

formación de sujetos con miradas críticas y transformadoras del mundo social. La posibilidad crítico-pedagógica abierta a través de los Semilleros de Investigación entiende que habitar la calle no es un acto ajeno a las dinámicas de poder que constituyen la cotidianidad en la ciudad y que, por lo mismo, debemos ser capaces de reconocer allí las tensiones, pugnas y subordinaciones producidas entre diversos ejercicios de ciudadanía (IDIPRON, 2014: 132).

Retomando estas ideas, a continuación presentamos las categorías que dan forma a los Semilleros como una metodología de investigación: Sujeto de conocimiento: todos producimos conocimiento sobre la realidad y todos nuestros saberes son útiles. Como se señaló anteriormente, es fundamental pasar de considerar a los jóvenes como una población “objeto” de estudio, a situarlos como los verdaderos protagonistas del proceso de producción de conocimiento sobre sí mismos y sus realidades, independientemente de la edad, el territorio que habitan, la situación socioeconómica, el género y la orientación sexual, o el nivel de estudios que tengan.

Metodologías callejeras: consiste en hacer de la calle y los espacios públicos escenarios de investigación y para la investigación; en entender que la calle no es un espacio de tránsito, sino un territorio que ofrece una amplia gama de posibilidades educativas, de aprendizaje y de construcción de conocimiento; y en investigar con los recursos que estén a disposición. Esta apuesta parte de asumir la calle como el lugar donde se hacen más evidentes las tensiones que se presentan entre diferentes actores en la construcción de lo público y en el ejercicio de la ciudadanía, y la necesidad de romper las fronteras físicas y simbólicas que allí se han establecido.

Conocimiento situado: partir de las propias experiencias para orientar la producción de conocimiento, nos permite reconocer cómo cada situación personal se articula con problemas colectivos y con los factores estructurales de la exclusión. Esto implica la territorialización de las experiencias, es decir, la delimitación de territorios juveniles desde los afectos, los miedos, los sueños y las memorias de las y los jóvenes, así como un enfoque micropolítico que fortalezca la lectura de las relaciones de poder-resistencia que atraviesan las prácticas cotidianas y el reconocimiento de nuestro lugar en ellas.

Metodologías participativas: radican en la experimentación y creación de diversos enfoques e instrumentos de investigación para la producción colectiva de conocimiento, siempre en colaboración y para la transformación social, abordando los temas de interés que los jóvenes definen desde su cotidianidad y poniendo en condiciones de igualdad el conocimiento experiencial y el conocimiento teórico. Estas metodologías se sostienen en la construcción de lazos de confianza entre los sujetos partícipes del proceso de investigación, permitiendo el flujo de emociones, ideas, propuestas y apuestas, y el mutuo reconocimiento como interlocutores válidos.

Narración: se refiere a la elaboración de historias personales y colectivas para fomentar la reflexividad y el pensamiento crítico. En este marco son más importantes los procesos de producción narrativa y sus contextos que los productos finales, pues allí es donde se 140

Juventud, paz y política pública

gana perspectiva frente a las relaciones de poder que nos atraviesan y, en consecuencia, frente a los actos de resistencia que podemos activar. Son diversos los lenguajes usados en el proceso narrativo (visuales, sonoros, escritos, performativos) y aquí los entendemos no sólo como medios, sino, sobre todo, como formas de expresión que en sí mismas son apuestas políticas.

4.2.2. ¿Cómo hemos ido haciendo? Haciendo…

Los Semilleros de Investigación han sido, ante todo, una metodología que ha permitido producir conocimiento sobre la ciudad con niñas, niños y jóvenes, en sus entornos y su cotidianidad, y desde sus intereses investigativos y estéticos. En términos investigativos, el marco que ha guiado esta apuesta ha sido la construcción de memorias (territoriales y personales) permitiendo, por un lado, analizar el papel que los jóvenes han tenido en los conflictos que han surgido durante los procesos de conformación de sus territorios (traducidos en el trazo de fronteras, en la asignación de identidades, en la construcción de representaciones estigmatizántes) y, por el otro, reflexionar sobre las relaciones y los cruces que han tenido sus historias de vida con procesos estructurales que se han dado en la ciudad durante las últimas décadas. En otras palabras, se ha tratado de propiciar una reconstrucción crítica del pasado desde las voces jóvenes, haciendo conciencia en el presente para actuar y transformarlo hacia el futuro.

Este proceso se desarrolló por medio de cuatro fases o momentos: parchar, motivar y seducir, investigar, y publicar y circular. Parchar ha sido el momento de acercamiento y construcción de confianzas con los jóvenes, participando en sus actividades cotidianas.

Se trata de un momento crucial, pues su éxito radica en hacer posible que se rompan la indiferencia y los temores que están presentes al conocer a otras personas. Aquí ha sido central trascender la tradicional relación observador – objeto de investigación para construir relaciones más horizontales, más cercanas y más afectivas, así como conocer los espacios y territorios juveniles desde sus propias interpretaciones y trayectorias; en consecuencia, además de presentarnos, decir quiénes somos, de dónde venimos y qué nos proponemos, consideramos vital abrirnos y dejar que, así como vamos conociendo a los jóvenes, ellos nos conozcan.

La fase motivar y seducir está dirigida a profundizar en los intereses de investigación de los jóvenes, definiendo las preguntas orientadoras, las metodologías requeridas, los lenguajes narrativos seleccionados y los productos finales de un proyecto que siempre es diseñado colectivamente. La construcción de la pregunta de investigación se realiza a partir de ejercicios visuales, sonoros o escritos prácticos, de acuerdo con el lenguaje y el producto seleccionado por el semillero. Esto con la intención de aprovechar los medios con los que cuenten los jóvenes y de articular la indagación, el uso de las herramientas y la producción de contenidos de manera simultánea. En el marco de esta fase también se inicia el diseño de instrumentos de recolección de información tales como entrevistas, diarios de campo, grupos de discusión y cine foros. El cierre de este momento se da con la realización de encuentros entre semilleros, por medio de los cuales se busca discutir e 141

identificar elementos en común, de acuerdo con lo que se preguntan los jóvenes. El foco está puesto en el auto-cuestionamiento y en la reflexión crítica frente a la sociedad en la que vivimos.

Si bien lo que se ha descrito hasta aquí ya hace parte de un proceso de investigación, la fase investigar se diferencia de las anteriores porque el protagonismo de los jóvenes como investigadores es mayor. En este momento se busca que lleven a cabo un tránsito de participar en el proceso de producción de conocimiento a liderarlo; por esto, son ellos quienes definen los trayectos y las interacciones requeridas por su investigación, así como los caminos analíticos y las categorías centrales. En este punto es importante tener en cuenta la dificultad de re-conocerse y mirarse desde otras perspectivas, siendo autocríticos y superando el sentido común. Por eso cobra relevancia la reflexividad, es decir, el ser consciente del lugar que se ocupa y del rol que se juega en los contextos y las problemáticas que están siendo analizadas; de manera particular, nos interesa movilizar la reflexión en la acción, la capacidad de analizar la información “en caliente”, en el momento en que se produce.

El proceso de los Semilleros de Investigación finaliza con la fase publicar y circular. En este momento se pone en juego la decisión de qué se mostrará (y, en consecuencia, de qué se omitirá), cómo se hará y hacia quiénes se dirigirá lo publicado. Aquí sobresale, de nuevo, el carácter político y transformador de los semilleros, en la medida en que son los jóvenes quienes definen directamente la forma en la que quieren ser representados y visibilizados, por medio de discusiones, no pocas veces conflictivas, que buscan, sin embargo, construir consensos. Esto plantea una diferencia radical frente a lo que suele suceder con las publicaciones académicas relacionadas con la juventud. En esta fase se incluye también el proceso de postproducción de la investigación, el cual incluye llevar a cabo una exploración en los territorios para identificar escenarios donde se puedan presentar los productos elaborados, así como la gestión de los mismos y la preparación de las sesiones de exposición. Estas son tareas que lideran los jóvenes y en todos los espacios concertados se busca generar un diálogo entre los jóvenes investigadores y el público, como estrategia de retroalimentación y, sobre todo, de reconocimiento.

4.2.3. Algunas experiencias En este aparte se exponen algunas experiencias de los Semilleros de Investigación que dan cuenta de cómo operan en la realidad las fases anteriormente descritas.

32 talentos El semillero 32 talentos surge como una iniciativa de algunos y algunas jóvenes de la Unidad de Protección Integral - UPI La 32, del IDIPRON, quienes se organizan y deciden volcar sus vivencias juveniles en un ejercicio creativo de realización audiovisual. La idea de trabajar desde el audiovisual estaba reforzada por algunas experiencias previas: Santiago, Lorena, David, Jaser y Giorgi, habían participado como extras de televisión, 142

Juventud, paz y política pública

en obras de teatro colegial y haciendo videos y vines70 para redes sociales y algunas celebraciones en la Unidad. Estas experiencias, si bien habían sido fugaces, dejaron una profunda impresión en ellos y los motivó a consolidar proyectos de mayor envergadura.

Así, como equipo de investigación llegamos a acompañar una iniciativa que ya tenía bastante terreno abonado en términos de lenguaje narrativo y que sólo necesitaba un impulso investigativo y técnico.

Este proceso de investigación tuvo como punto de partida la relación de las y los jóvenes con las sustancias psicoactivas y con la construcción de su identidad y sexualidad; así mismo, analiza su confrontación personal al saberse y asumirse como “diferentes” ante la sociedad y sus instituciones, que crean imaginarios y estereotipos que los integrantes del semillero consideran erróneos y perjudiciales. Las preguntas, las intuiciones y la mirada crítica de esta investigación se construyeron, entonces, a partir de experiencias personales. Frases como “lo obligaron a salir del closet” o “los jóvenes del sur son unos ñeros71 y drogadictos”, que expresan el acoso que vivieron estos jóvenes por parte de sus compañeros y docentes de los colegios de los que fueron expulsados, son los detonantes para el desarrollo de una investigación que generaría una serie web, varios relatos escritos, fotografías, performances, muestras y ponencias académicas.

Después de un periodo de indagación y análisis, las y los jóvenes desarrollaron un guion de ficción que tiene como protagonistas a Verónica, Esteban y Samuel, jóvenes bogotanos provenientes de diferentes contextos sociales quienes, en un errar continuo, descubren su orientación sexual, construyen su identidad de género, prueban drogas, evaden la disciplina institucional y comparten como amigos “callejeando” en una ciudad que no reconoce abiertamente las vivencias y dinámicas juveniles actuales.

El contenido de 32 talentos es una abierta declaración de inconformidad del semillero ante una sociedad hermética que no permite el reconocimiento y visibilidad de ciertas prácticas juveniles, pero que es flexible con la discriminación, la violencia física y psicológica, el abandono y la marginación de quienes se alejan de lo desobligadamente llamado “normal”.

Por medio de actuaciones naturales, con un ritmo fresco y dinámico, a través de situaciones cómicas, con una banda sonora pegajosa, imágenes y planos coloridos y osados, la serie ha generado opiniones encontradas en los diferentes ámbitos en los que se ha socializado72.

Esto por la contundencia y crudeza de sus imágenes, la supuesta “amoralidad”, y el manejo de contenidos no edificantes ni delicados para jóvenes menores de edad, que, sin embargo, están basados en temas elegidos por ellos y en vivencias propias.

Además del contenido, el mismo desarrollo del proyecto ha sido inquietante y, a su vez, calificado por sus gestores como fortalecedor y reivindicador del papel de los jóvenes 70 Microvideos que muestran gags y situaciones absurdas o graciosas.

71 Complejo término se usa para reconocerse como amigos en términos populares pero que además es utilizado despectivamente para hablar de personas de clase social baja.

72 Espacios barriales, muestras culturales, espacios colegiales y escenarios académicos universitarios.

143

del semillero en los espacios que habitan. La performance de desenvolverse en lo público con cámaras y micrófonos, de organizarse en torno a procesos creativos y de retornar a espacios donde han sido discriminados, implica una confrontación desde un fortalecimiento personal y colectivo con los fantasmas traumáticos del pasado.

Revisitar un espacio hostil, representando públicamente un papel que es causal de rechazo, impulsa a los jóvenes a fortalecerse, a conversar e identificarse con otros compañeros que sufren de acoso por diversos motivos, a profundizar en las nociones de orientación sexual e identidad de género, a investigar y demostrar el talento y la capacidad de organización. Pero no desde la victimización, sino desde la problematización de la construcción identitaria juvenil, a partir de temas controversiales, fraternos y emotivos como la amistad y la rebeldía. Mientras los personajes de la serie construyen su identidad, los participantes del semillero reconquistan el espacio, no sólo reafirmándose como diferentes, sino volviendo ficción situaciones incómodas para su entorno y haciendo una doble presencia, un mise en abyme, de lo que antes era vergonzoso: una reafirmación de la identidad, del ser diversos, que a partir de la creatividad genera orgullo.

Re-conociendo el Samber73 Nuestra experiencia con los jóvenes del barrio San Bernardo, en el marco de la estrategia Semilleros de Investigación del IDIPRON, ha posibilitado la reflexión en la acción investigativa, la producción de conocimiento “al borde” y la movilización de procesos de transformación desde distintas subjetividades. Este proceso se nutre en dos escenarios: el callejero, en el ejercicio del día a día con los jóvenes en el Samber, y el académico, en el marco de la Maestría en Estudios Sociales de la Universidad Pedagógica Nacional, Línea de investigación Construcción Social del Espacio.

Los principales productos de la investigación son: el audiovisual “La esencia real del Bersam”, una videografía espejo y la tesis titulada “Miradas callejeras de ciudad.

Experiencias juveniles desde El Cartucho y El San Bernardo”. La reflexión en la acción investigativa asume elementos de la metodología callejera: recorrer y caminar como estrategias fundamentales para comprender la producción espacial desde nuestras experiencias, tanto las de los jóvenes durante toda su vida en el escenario de indagación, como las del equipo de investigación. En el ejercicio de parchar y caminar por las calles del barrio cobró importancia la sensibilidad para hacer investigación desde nuestras propias historias, relatos, sentidos y sueños.

La producción de conocimiento “al borde” se dio en la medida que la investigación se pensó desde los jóvenes y con ellos en el día a día, a partir de sus lenguajes, ideas y deseos. Por ello se incorpora por ejemplo en todos los productos la jerga callejera, con las palabras que ellos recrean y que develan su relación con el espacio. También nos atrevemos a decir “al borde” porque construimos con los jóvenes debatiéndonos entre 73 Para profundizar en esta experiencia ver https://www.youtube.com/watch?v=pPCv1QSXBFE

144

Juventud, paz y política pública

los marcos conceptuales de la academia y las experiencias callejeras. Siempre se habitó la frontera, jamás se encontró una técnica o metodología, siempre había mezclas que ponían el método y las teorías tradicionales en jaque y que producían nuevos retos para la investigación con juventudes.

Cuando hablamos de metodología callejera nos cruzamos entre las etnografías colaborativas y la Investigación Acción Participativa, y dado que entendemos la investigación como una acción transformadora, reconocemos que este proceso produce cambios en todos los que hemos participado. En particular, las transformaciones se han dado en los jóvenes como actores en el espacio que habitan por medio de las preguntas que se han comenzado a hacer y las preguntas que le han lanzado a su entorno y a la ciudad, así como en sus ejercicios de autocuidado y consumo responsable. Por ejemplo, no galearme74 más y solo fumar vareta.

Jóvenes del IDIPRON en la Universidad Javeriana: el Semillero de Políticas Públicas Distritales El encuentro de jóvenes estudiantes de la Pontificia Universidad Javeriana con jóvenes del IDIPRON vinculados a los Semilleros de Investigación, resulta ser un aprendizaje para la academia en las formas de leer, narrar y presentar las problemáticas juveniles en la ciudad. La invitación del profesor Juan Cristóbal Restrepo para conformar el Semillero de Políticas Públicas Distritales de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad fue acogida el segundo semestre de 2014 por parte del Equipo de Investigación del Instituto. Desde ese momento, cada semana se llevaron a cabo sesiones en las cuales se definían preguntas de investigación, se discutían textos y se programaban actividades de socialización de los avances del Semillero.

Por lo general, las reuniones se llevan a cabo en las instalaciones de la universidad y en dos ocasiones se han visitado Unidades del IDIPRON. El Semillero ha producido dos conversatorios sobre derecho a la ciudad, en los cuales se ha reflexionado frente a las formas de ser joven y habitar la ciudad, se han construido relatos de vida y se han presentado montajes artísticos de circo, break dance, graffiti y rap.

Por medio de la apuesta política que guía el hacer investigación en el IDIPRON, la Javeriana ha reconocido las implicaciones de construir preguntas de investigación en los contextos de las y los jóvenes, desde su cotidianidad y con la posibilidad de incidir en la transformación de entornos violentos y excluyentes a través de las artes y la cultura; estas últimas entendidas como parte de sus experiencias vitales y como mecanismos de participación, organización y expresión política. Las fases de investigación de la estrategia Semilleros han permitido que aflore lo político y lo juvenil.

Como un importante aprendizaje se reconoce que las y los jóvenes son capaces de traducir sus apuestas investigativas al lenguaje de derechos, reclamando a gritos una 74 Inhalar pegante tipo bóxer.

145

ciudad equitativa e incluyente donde sea posible construir su proyecto vital. Es así como en el escenario de la Javeriana se encontraron jóvenes con historias y contextos muy distintos para reconocerse en la diferencia, para dialogar desde sus formas de vida y para plantear modos de visibilizar las condiciones que los hacen diferentes.

Esta experiencia enseña que la investigación es un proceso vital y corporal, en el cual las preguntas se hacen para transformar los entornos inmediatos y en el que no se requiere de títulos académicos para asumirse como un investigador con voz legítima para hablar de políticas públicas, pobreza, exclusión, marginalidad o violencias, por ejemplo. En palabras del profesor Restrepo (2015), a este escenario “llegaron jóvenes del IDIPRON con todo lo que traían y se preguntaron por ellos mismos y por lo que les hace jóvenes y los diferencia. Ahí ya hay incidencia porque están reconociendo sus entornos y están pensando lo que para ellos se necesita y debe cambiar”.

Esta apertura a comprender lo político más allá de la militancia política, concebida de esta forma en el escenario universitario, hizo que para algunos jóvenes javerianos el escenario fuera “poco académico” y “poco riguroso”, al permitir que las expresiones investigativas de los jóvenes se ubiquen en el cuerpo y en sus vidas. Que las y los jóvenes de los semilleros del IDIPRON se sientan investigadores es, en sí misma, una situación transgresora. Es la posibilidad de empoderar la marginalidad y emprender luchas por valorar lo diferente; es ubicar en el centro un problema político: que los “diferentes” tengan condiciones simétricas de poder, es decir, que la diferencia esté empoderada.

De la discusión entre academia, institucionalidad y experiencias vitales/corporales juveniles resulta que una necesidad en términos investigativos es motivar a los jóvenes para que su producto de investigación sea la conformación una organización de base que les demuestre a ellos y a sus comunidades que la investigación es un proceso colectivo que conlleva a transformaciones y que en sus manos está darle continuidad.

Experiencia en “El Hueco” (El Codito III Sector) El Codito es reconocido por gran parte de sus habitantes como los cerros ubicados al oriente de la Avenida Séptima (Cerros Orientales), pasando la Calle 170 hacia el norte. Sin embargo, en términos administrativos, El Codito es un barrio situado en este cerro, que a su vez está compuesto por varios sectores. Llegamos al Codito III sector por invitación del equipo de la Escuela Popular Itinerante del IDIPRON, que venía adelantando un proceso con jóvenes del barrio, y junto a la Escuela Popular de Comunicación del Instituto, que llegaba con el propósito de iniciar y desarrollar un proyecto que integrara a los habitantes del barrio.

Este es un pequeño barrio de construcción informal conformado hace más de 15 años.

Sin embargo, el territorio que habitan los jóvenes y sus familias se extiende más allá de los límites físicos del barrio hacia las canteras, los barrancos, la avenida principal y otros espacios, pues las personas se desplazan hacia otros asentamientos o barrios 146

Juventud, paz y política pública

como La Capilla, La Aurora y Serrezuela por relaciones familiares, de vecindad, estudio o recreación (por ejemplo, las caminatas hacia quebradas y pequeñas lagunas).

Las caminatas fueron los primeros ejercicios que nos permitieron acercarnos a los jóvenes del territorio para empezar a construir confianza y a escucharlos, es decir, para empezar a parchar. Las primeras surgieron por iniciativa de los jóvenes, al ver que nosotros nos preguntábamos por qué algunos jóvenes que conocíamos “entraban” y “salían” del barrio con su parche mientras nos reuníamos. Nos contaron sobre las lagunas y quebradas que se encontraban cerca de allí y nos llevaron a la más próxima. Luego organizamos más salidas, a las que se sumaron otros habitantes del barrio (vecinos y familiares de los jóvenes), por senderos que nos llevaron a otros cuerpos de agua.

Mientras caminábamos fueron emergiendo las voces que hablaban sobre la memoria del barrio y de los jóvenes, sobre la cotidianidad, los acontecimientos importantes en las vidas de algunos y las prácticas que caracterizaban al grupo de amigos. Hablamos sobre los lugares en los que se reunían y se divertían, el árbol donde se encontraban y donde algunos se sentían a gusto compartiendo mientras fumaban un bareto. También conversamos sobre las lagunas (“la sucia”, “la que quedaba a media hora” o “la que quedaba a un hora y media” de camino), los senderos y las historias que se han escuchado sobre las fincas que rodean el barrio y sobre sus propietarios. El territorio habitado por los jóvenes no era entonces sólo el espacio de la “invasión”, donde residían, sino también el que recorrían, en el que se divertían, el que les permitía encontrarse y el que es contado y dotado de sentido por sus historias y las de otros.

En sus relatos aparecía una práctica que parecía que los identificaba aún más como un grupo de amigos. Varios contaron el plan que llevaban a cabo con frecuencia: salir juntos en la noche por uno de los senderos que comunican al barrio con las lagunas más cercanas y quedarse bajo un árbol escuchando historias de terror que se transmitían en un conocido programa de radio.

Estas narraciones nos enseñaron una forma diferente de ver la vida por parte de los jóvenes en un barrio de invasión. Los ejercicios de memoria que realizaron los jóvenes al hablarnos sobre la amistad que llegaron a construir, no nos mostraron las dificultades que implica vivir en un lugar relativamente aislado del resto de la ciudad y que, por el hecho de no ser reconocido como legal, no puede ser destinatario de la inversión púbica, sino la riqueza de poder disfrutar con espacios de encuentro, ocio y goce rodeados por el agua y la vegetación, y alejados del ruido y el caos de la ciudad que se ve abajo de la Avenida Séptima.

Sin embargo, en las conversaciones con los jóvenes y sus familiares surgió otro elemento que nos llamó la atención. Algunos de los jóvenes, en su mayoría mujeres, se refirieron al barrio como “El Hueco”. Al preguntarles la razón de este apelativo expresaron dos puntos de vista: por un lado, algunos empleaban este término porque este espacio era una invasión y lo consideraban un lugar aislado, ubicado en el rincón más alejado del cerro, al que no llegan el “progreso” ni las oportunidades, sino tan sólo sus propios 147

habitantes y, ocasionalmente, la Policía; por otro lado, algunos utilizaron esta expresión para referirse a su barrio como una “olla” porque, según ellos, allí existe un expendio de drogas al que también vienen personas de “afuera” del barrio a comprar y a consumir, y que ha provocado conflictos y problemas en la comunidad.

Prácticamente, en el instante en que nos preguntamos por el origen y los significados que los jóvenes dábamos al espacio “El Hueco” inició la fase motivar y seducir, y de forma casi simultánea, la fase investigar. Con cámara y grabadora en mano, con los jóvenes abordamos a familiares y vecinos indagando por los múltiples sentidos que esta noción ha cobrado durante el proceso de conformación del barrio. Posteriormente, ante la timidez de algunos entrevistados, los jóvenes optaron por grabar videos y audios de sus conversaciones con nosotros, es decir, por registrar el momento en que todos parchábamos, pues de esta manera las narraciones saldrían con mayor naturalidad.

Este video finalmente se editó bajo el nombre de “Conversaciones en El Hueco”. Sin embargo, no pudo ser socializado en el territorio, debido a que las jóvenes que lideraron el proceso tuvieron que cambiarse de barrio y no surgieron nuevos liderazgos que tomaran la bandera del proyecto.

La experiencia en “El Cerro” (Santa Cecilia y Cerro Norte)75 Entendemos este territorio, “El Cerro”, como el espacio conformado por los barrios Santa Cecilia, Cerro Norte y Arauquita, ubicados al nororiente de Bogotá en la localidad Usaquén, que habitan los jóvenes que conformaron este semillero de Investigación.

Consideramos, igualmente, como parte de este territorio a barrios aledaños como Villa Nidia, donde caminamos, grabamos videos y realizamos entrevistas.

Nuestra llegada a Santa Cecilia se dio gracias a la iniciativa que surgió en el IDIPRON de construir Pactos por la Garantía de los Derechos de Niñas, Niños y Jóvenes en diferentes territorios de la ciudad. El objetivo era realizar un diagnóstico participativo de la situación de derechos de niñas, niños y jóvenes (la primera de las etapas de este proceso) mientras, de forma simultánea desarrollábamos la estrategia de semilleros de investigación. Tanto para la estrategia de Pactos como para la conformación de un semillero necesitábamos conocer el territorio, y a sus habitantes y sus dinámicas, por esto optamos por contactar a educadores y jóvenes que asistían a la Unidad de Protección Integral de Servitá, ubicada a pocas calles de la entrada a Santa Cecilia y Cerro Norte por la Avenida Séptima con Calle 163.

Posteriormente, realizamos recorridos por Santa Cecilia acompañados por educadores del IDIPRON que tenían un amplio conocimiento del sector debido a la experiencia de trabajo en calle con jóvenes. Fueron ellos quienes nos presentaron a jóvenes egresados del Instituto que se encontraban liderando procesos sociales con otros jóvenes a través del hip hop y del break dance. De uno de ellos surgió la idea de hacer un video musical 75 Profundizar la experiencia en https://www.youtube.com/watch?v=ckXPaD7DiIs

148

Juventud, paz y política pública

con una canción que había compuesto en memoria de su madre, quien fue asesinada en uno de los momentos en que la violencia emergió con más fuerza en el barrio. Gracias a él aprendimos a ubicarnos en el territorio y conocimos a más jóvenes.

Entre recorridos y conversaciones nos comentó que algunos muchachos llegaban a su casa proponiéndole que les compartiera su experiencia en el hip hop por medio de clases de rimas y canto. Mientras tanto, en las jornadas de trabajo que realizamos con varios líderes comunitarios en el marco de la estrategia de Pactos, se vio la necesidad de revitalizar un espacio comunitario en el que, desde hacía un par de años, se venían adelantando actividades de formación dirigidas a todos los habitantes del sector; un espacio que era financiado por el Distrito y que estaba en riesgo de perderse por la falta de talleres y el bajo número de personas que asistía entre semana: la Casa de Atención Integral.

Entre las ideas de las clases de rima y canto y la urgencia de tomarnos este espacio con actividades, organizamos un evento de relanzamiento al que llegaron jóvenes raperos que invitaron los egresados del IDIPRON que nos abrieron las puertas de su territorio.

Allí, al ritmo de la música, los mismos cantantes que se presentaron socializaron las propuestas, y llegaron al acuerdo de formar un grupo cultural y de construir una escuela de hip hop. El joven con quien iniciamos nuestro trabajo se apartó de la iniciativa debido a las diferencias que tenía con otro de los líderes juveniles. Sin embargo, sin saberlo, nos abrió las puertas de lo que meses después sería el semillero de investigación. En este punto, podríamos decir que culminaba nuestra fase parchar.

El semillero de investigación de Santa Cecilia – Cerro Norte surgió en medio de la iniciativa de jóvenes del sector de formar un grupo cultural que inicialmente conformó una escuela de hip hop, a través de la cual se buscaba compartir y construir conocimientos sobre la creación de rimas, break dance y graffiti con otros jóvenes, niñas y niños habitantes del territorio. Esta idea fue socializada en un evento organizado entre líderes sociales y juveniles y el IDIPRON, que tenía como propósito hacer un relanzamiento de la Casa de Atención Integral de Santa Cecilia y fortalecer la programación de actividades de formación dirigidas a toda la comunidad. Allí confluyeron jóvenes de diferentes agrupaciones de Santa Cecilia, Cerro Norte y Arauquita que se interesaron por la iniciativa de la escuela y acordaron participar como educadores. Las clases iniciaron un par de semanas después en la misma Casa de Integración Social.

Como equipo de investigación decidimos acompañar el proceso de esta escuela y asistir a las clases. Durante las conversaciones que sostuvimos con algunos de los jóvenes educadores, en las que socializamos la estrategia de semilleros de investigación, acordamos apoyar la escuela de hip hop por medio de un audiovisual que registrara su proceso, pero que simultáneamente tuviera un carácter investigativo y que hablara del territorio, de los jóvenes y del hip hop: una mirada diferente a la de los medios de comunicación que insistían en mostrar a Santa Cecilia y Cerro Norte como barrios violentos.

149

Fotograf铆a: Nolan L贸pez

A partir de ese momento empezamos a grabar las clases de la escuela de hip hop y los eventos a los que asistíamos, y a realizar recorridos mientras registrábamos nuestras conversaciones sobre la vida cotidiana en el territorio y la relación de los jóvenes con el hip hop. Para ello fue de vital importancia la entrada al equipo de un compañero con formación en producción de audiovisuales, pues aprendimos algunos elementos básicos sobre el manejo de cámaras y grabadoras de audio y empezamos a familiarizarnos con la presencia permanente (a veces incómoda) de estos equipos en nuestras jornadas de trabajo.

El siguiente paso fue realizar algunas entrevistas, pero para ello debimos pensar en las preguntas que orientarían la investigación y la producción del audiovisual. Socializamos las ideas que cada uno tenía por medio de las redes sociales y luego, en un par de reuniones, definimos indagar sobre qué imaginarios existían sobre los jóvenes y el hip hop en el territorio y qué transformaciones se podían lograr allí a través de iniciativas culturales de los jóvenes desde el hip hop.

Desarrollamos esas preguntas en otras más específicas que utilizamos en las entrevistas que hicimos a otros habitantes del territorio, entre éstos a vecinos, familiares y amigos de los jóvenes integrantes del semillero. También realizamos entrevistas a otros jóvenes del territorio que de una u otra forma hacían parte de la cultura hip hop y tenían algún tipo de experiencia de creación y divulgación.

Este proceso de producción audiovisual derivó en un corto documental que se publicaría finalmente con el nombre de “Hip Hop de lo alto” y sería visto por las mismas personas que, de una u otra forma, fueron partícipes de su proceso de realización, por otros jóvenes que habitaban el territorio y por vecinos que vieron al semillero romper con la rutina del barrio, al caminar por las calles y los parques con cámara en mano, preguntando a propios y extraños.

4.2.4. Reflexiones sobre los aprendizajes y los retos de los Semilleros Por medio de los semilleros de investigación hemos logrado producir conocimiento colectivamente, haciendo de los espacios públicos (la calle, el parque, el potrero) escenarios de investigación y de reconocimiento de los jóvenes. Esta metodología nos ha permitido, igualmente, construir vínculos afectivos entre las personas participantes en los procesos de investigación y transformar, en cierta medida, la forma como éstas han sido vistas por otros jóvenes y actores en los territorios que habitan.

Los procesos y productos de investigación de los semilleros han sido, así mismo, un medio para pensar los problemas estructurales de la juventud en la actualidad y las relaciones de poder que los cruzan, desde sus vivencias personales y grupales cotidianas, y a través de los lenguajes que prefieren emplear para comunicarse. Los procesos seguidos por los semilleros han tenido incidencia en la forma como otros jóvenes actores ven a los jóvenes.

152

Juventud, paz y política pública

Con los semilleros hemos empezado a cuestionarnos ante situaciones que nos molestan o que nos indignan, pero que hemos asumido como “naturales” o “normales”, aunque a veces sean incluso violaciones a nuestros derechos. También a representar nuestras preocupaciones, nuestros intereses y a nosotros mismos, no por medio de las imágenes producidas por otras personas, sino a través de los lenguajes que se ajustan más a nuestros gustos y apuestas tanto políticas como estéticas.

En la ciudad, la invisibilidad de los conocimientos experienciales en la formulación de políticas públicas de juventud, así como la objetivación de los sujetos y cuerpos juveniles, han llevado a que las investigaciones sobre jóvenes se hayan tenido que legitimar en un lenguaje academicista hegemónico. Uno de los retos a futuro es fomentar la producción de conocimiento desde las prácticas y lenguajes que interesan a los jóvenes y generar canales para que ellas y ellos, por medio de este conocimiento, puedan incidir de manera más efectiva en la definición de la agenda pública. Retomando lo planteado, tras dos años de experiencia con los Semilleros de Investigación, seguimos creyendo que el reto es que estos conocimientos parciales, localizados y críticos posibiliten otras conexiones y conversaciones con otros jóvenes, con otros actores, con la diversidad de lecturas y propuestas que a diario buscan una ciudad que, efectivamente garantice los derechos de todas y todos.

4.3. Reflexiones para las políticas públicas de juventud La propuesta de la Bogotá Humana ha sido apoyar a las y los jóvenes en sus procesos organizativos, impulsándolos para que se apropien de los escenarios existentes y, desde allí, incidan políticamente en la construcción de agenda pública. Esto, por supuesto, supera a la institucionalidad, por ello el objetivo profundo ha sido motivar procesos de transformación de las realidades por parte de la población joven, apoyando sus liderazgos y aportando a su reconocimiento como sujetos políticos en sus territorios y en la ciudad.

Hablar de juventud hoy en Bogotá pasa por reconocer que los escenarios y mecanismos “no formales” de participación y de organización, es decir, de aquellos que no están necesariamente atravesados por la norma, han adquirido una importancia vital en la construcción de la experiencia de juventud y tienen fuerza en los territorios de la ciudad.

Así que es fundamental que las acciones de la Administración Distrital y la política pública centren su atención allí, teniendo en cuenta que los procesos independientes existen, sin necesidad de la institución, en tanto se movilizan desde acciones territoriales y cotidianas puntuales, respondiendo a asuntos inmediatos que tienen soluciones e impactos directos sobre las vidas en comunidad.

Comprendemos que es una necesidad para la gobernabilidad de lo juvenil contemplar la diversidad de formas en que las y los jóvenes pretenden incidir políticamente, sobre todo cuando se acepta una “crisis de representación” en los sistemas de participación 153

democrática y representativa, y cuando los escenarios de cooptación del Estado se limitan a ciertas dinámicas institucionales que deslegitiman ejercicios del poder juvenil por medio del principio de legalidad. Lo anterior pasa necesariamente por dar continuidad a la fractura de las representaciones estigmatizantes que hoy siguen existiendo sobre la juventud de la ciudad, estimulando procesos de escucha y de vinculación que vayan más allá de los límites de un gobierno particular, es decir, que no dependan de la administración de turno.

Es necesario tener en cuenta que si bien los espacios de participación no formales han ganado fuerza entre la población joven de la ciudad, los espacios formales también son importantes y que para algunos procesos organizativos hacer uso de ellos es clave como estrategia para la incidencia política, en tanto se entiende que los recursos públicos son de todos y deben responder a nuestras necesidades. La reflexión, entonces, tiene que ver con las formas como se gestionan articulaciones entre estas dos dimensiones de la participación, entendiendo para cada una sus particularidades y los propósitos que las definen.

Frente a la participación formal, uno de los aspectos a tener en cuenta es que las y los jóvenes no conocen a profundidad las herramientas con las que cuentan ni los procedimientos que deben seguir para hacer uso de ellas; o que, si las conocen, las perciben como lógicas cerradas que no permiten una amplia inclusión de la población joven. Esto marca un derrotero claro para la política pública en términos de formación e información.

Así mismo, es fundamental reconocer y legitimar institucionalmente los diferentes lenguajes y escenarios de la acción social y política juvenil, entendiendo también la participación como una forma de identificación colectiva con fines políticos que se expresa en las artes y el cuerpo. De hecho, son varios los procesos juveniles que a través de prácticas artísticas, culturales y deportivas, desarrollan acciones de incidencia territorial para promover entre niños, niñas y jóvenes nuevas formas de pensar y de sentir, así como condiciones para el desarrollo de las propias capacidades, deseos y conocimientos. Es de resaltar que estos proyectos, que se hacen generalmente con pocos recursos, logran entrar en territorios a los cuales la oferta institucional suele no llegar, o lo hace de manera limitada.

Son precisamente los procesos sociales los que poseen la experiencia vivencial de esos lugares de exclusión y, por lo tanto, son los que cuentan con el conocimiento del que la institución pública debe hacer uso para desarrollar sus acciones en dichos territorios.

Como lo ha mostrado la experiencia territorial del IDIPRON, tal conocimiento experiencial es, sin duda, uno de los mayores potenciales de los procesos juveniles, pues genera articulaciones entre jóvenes diversos, actores comunitarios e instituciones, así como formas y escenarios de trabajo que aportan al reconocimiento y la dignificación de otros jóvenes transformando las representaciones de la juventud existentes y desdibujando los procesos de dependencia que generan la institucionalización de la participación y el uso de ésta por parte de los gobiernos locales de turno.

154

Juventud, paz y política pública

El organizarse, entendido como una forma de actuar conjunta en torno a un propósito claro y para lograr un efecto más o menos controlado, sigue siendo una acción estratégica para el reconocimiento –de sí mismos, de otros y por parte de otros- y para el desarrollo de capacidades y solidaridades, especialmente cuando los recursos son limitados o difíciles de conseguir. De igual manera, es útil para la descentralización, en tanto se gana autonomía y control sobre los propios objetivos. En el marco de política pública, esto supone una apuesta por el trabajo colectivo, por el intercambio de recursos y experiencias, y por el fortalecimiento de redes juveniles que articuladas logran una mayor incidencia política, bien sea en la transformación de normas y representaciones, en la asignación presupuestal o en la movilización de cambios micropolíticos y territorializados.

Teniendo en cuenta lo anterior, es importante recordar que más que privilegiar los procesos organizativos que dan forma a las ideas y a las propuestas que se gestionan, lo que se debe priorizar son las temáticas o problemáticas que allí se evidencian, con un profundo enfoque territorial. Es decir, se debe garantizar que los recursos y las acciones de la política pública lleguen donde se necesitan e involucren a las y los jóvenes que lo requieren, sin depender del proceso juvenil que apoye su ejecución. En este sentido, el reto tanto del Estado como de los procesos organizativos juveniles es lograr que la política pública llegue de una manera incluyente a todas y todos los jóvenes de la ciudad.

En cuanto a la relación de los procesos juveniles con las instituciones del Estado, existen diferentes niveles de autonomía y de dependencia que también deben ser tenidos en cuenta. Así, mientras que para algunos jóvenes la decisión de mantener control sobre los propios proyectos es clara, para otros la posibilidad misma de la organización y la participación aún pasa por los recursos simbólicos y materiales del Estado. El tema central acá es aportar técnica y políticamente a la autonomía de los procesos y proyectos juveniles sin institucionalizarlos, pero con la claridad de que los recursos públicos deben invertirse en los territorios y en las prioridades definidas por la ciudadanía.

Esto implicará dar discusiones de fondo frente a la posibilidad del disenso, la contradicción abierta con las agendas definidas por el Estado y la independencia de los contenidos de las agendas juveniles (aun cuando las temáticas sean compartidas y concertadas con la institucionalidad). También implicará reconocer el carácter limitado de cualquier ejercicio participativo, en tanto es imposible recoger todos los intereses y lograr que todos participen. Por supuesto, lo que esto deja es una pregunta abierta frente a las formas de construcción de lo público.

Desde el IDIPRON y desde la Bogotá Humana, la invitación es al fortalecimiento de procesos organizativos que cuestionen y propongan, atendiendo al hecho de que la participación es posible desde el ejercicio de las libertades; de manera especial, es a la construcción de redes que articulen propuestas y fortalezcan tejidos comunitarios y sociales, y que permitan la acción colectiva e incidente desde la autonomía para la autogestión y la conjunción de resistencias, ampliando de esta forma el trabajo con 155

otros sectores poblacionales y escenarios de participación formales y no formales. Esta es una estrategia de formación y fortalecimiento desde la acción misma que muestra la posibilidad de construir proyectos comunes que nos aporten a todas y a todos.

Asimismo, se trata de dar continuidad al involucramiento y control social de los jóvenes sobre las políticas, programas e inversión de recursos dirigidos a esta población, como uno de los derroteros más importantes de la participación hacia la articulación y la transformación social. Como parte del fortalecimiento de lo público, ésta ha sido una de las principales apuestas de la Bogotá Humana.

La comunidad se va transformando permanentemente a partir de las dinámicas y acciones que la población joven desarrolla en sus territorios, donde no siempre media la participación directa del Estado, representado en la administración distrital, para la construcción de alternativas a las diferentes problemáticas que afectan a la juventud. De esta manera, la población joven de la ciudad va configurando, autónomamente y partir de sus experiencias, intercambios y vivencias en los territorios, acciones y propuestas de trabajo colectivo que no necesariamente responden a las disposiciones institucionales, ni a los indicadores con los cuales se mide la gestión de la administración pública. El salto cualitativo necesario para comprender los procesos organizativos juveniles, más allá de las consideraciones de legalidad e institucionalización de los procesos, es reconocer las diversas formas de agrupamiento y colectivización de las expresiones, manifestaciones y sentires de la juventud de la ciudad.

Por ello, se parte de la necesidad de establecer nos sólo nuevas categorías de análisis, sino de reconocer la emergencia de nuevas y viejas identidades culturales que desde su trabajo colectivo transforman sus territorios. Es decir, de reconocer al joven como sujeto político no en su individualidad, sino como sujeto colectivo que genera acciones en el territorio e incide en su trasformación, a partir de la investigación, la organización, y el trabajo colectivo y en red. Nuestra idea de una ciudad justa es, entonces, aquella en que todos y todas sean al menos reconocidos y, en términos de incidencia política, puedan participar desde su voces en la construcción de la agenda de ciudad.

Desde el IDIPRON nos volcamos a pensar las problemáticas y sus soluciones de la mano de las y los jóvenes, reconociendo sus voces, liderazgos en sus territorios y priorizando sus apuestas mediante procesos articuladores de otros actores poblaciones y de apuestas por la transformación social. Esto ha perfilado un enfoque de juventud que entiende a las y los jóvenes como activadores de soluciones y no como problemas, a la vez que ha permitido invertir donde la ciudad realmente lo necesita, proponiendo una gestión pública integral y participativa. Y, desde esta perspectiva, se ha reconocido a las y los jóvenes como ciudadanos desde una entidad de puertas abiertas que les responde con diálogos y la construcción de agendas compartidas, y no con represión. Que jóvenes antes invisibilizados hoy se sientan “parte de…”, bien sea a través del procesos directamente gestionados por el IDIPRON o de aquellos co-desarrollados con los procesos juveniles en sus territorios, es uno de los logros más importantes.

156

Juventud, paz y política pública

Capítulo 5

Visibilidad, restauración y apropiación territorial: ejerciendo el derecho a la paz La dificultad actual de vivir la experiencia de juventud a plenitud y con bienestar, dados diferentes factores de exclusión social, laboral, económica, educativa y política, así como el estigma social de peligrosidad con el que se marca a la población joven (por su misma condición de juventud), han dibujado una imagen predominante de las y los jóvenes como actores de/en conflictos. Sin embargo, en el marco de una esfera pública que está en movimiento, al lado de esta imagen también florecen otras representaciones que prefieren dar cuenta de sus capacidades como agentes de transformación social y como constructores de paz. Enfrentando esta tensión simbólica y asumiendo la necesidad vital de construir las condiciones de posibilidad para el ejercicio de derechos y libertades por parte de las y los jóvenes, ¿cómo podemos fortalecer su reconocimiento y agencia como sujetos protagonistas en el ejercicio colectivo del derecho a la paz?

Reconociendo que con sus prácticas políticas cotidianas muchas y muchos jóvenes apuestan en sus entornos cotidianos por construir soluciones a los problemas que viven, por enfrentar la ciudad con acciones que den forma a realidades sociales no excluyentes, por construir una ciudad justa y en paz. Por ello, cuando hablamos con ellas y ellos sobre las condiciones de posibilidad para la paz, sus narraciones se territorializan en el barrio, el colegio, la esquina, el parche, la casa, la pareja, sus cuerpos, y hacen énfasis en lograr las mismas oportunidades para todas y todos; en poder tener un trabajo digno y acceder a la educación superior con calidad; en que sus barrios no sean estigmatizados ni que ellos lo sean solo por vivir allí; o en que la policía no les maltrate, ni el ejército les detenga de manera arbitraria.

En el marco del actual proceso de negociación con las FARC y con la perspectiva del posconflicto marcando la agenda pública del país, la mirada sobre la población joven como constructora de paz cobra mayor relevancia. Aún no hay claridad sobre la forma en la que esto sucederá, y el lugar que se le ha dado a las y los jóvenes en el proceso de negociación ha sido casi nulo, pero diversas voces comparten la idea de que hablar de posconflicto y construcción de paz sin tener en cuenta a la juventud, es casi impensable.

De hecho, ya varios colectivos de jóvenes y múltiples actores sociales, a lo largo del país, están movilizando sus propuestas para darle forma a esta nueva etapa en la ampliación de nuestra democracia y participar activamente en ella. En Bogotá el escenario es similar.

Por ello, en medio de la generación de agendas para la paz y del debate público que 157

esto conlleva, es fundamental recoger y reconocer aquellas experiencias juveniles que desde tiempo atrás vienen apostándole a la construcción de la paz en los barrios de la ciudad, con otras y otros jóvenes que han sufrido la exclusión, usando los recursos que tienen a la mano, sin mayor ruido mediático pero con efectos profundos en sus entornos y realidades. Sin duda, sus experiencias son más que valiosas en este momento.

Por su parte, la Bogotá Humana, en un decidido compromiso con la paz y la justicia social, ha puesto en marcha diferentes estrategias que desde el re-establecimiento de confianzas en los territorios de la ciudad, dialogan con las prácticas y procesos juveniles aportando a su desarrollo y fomentando la necesaria superación del enfoque de riesgo, hasta ahora predominante en las políticas públicas de juventud; de lo que se trata, en términos generales, es reconocer a la población joven como actor central en la construcción de la paz y en el posconflicto.

En este marco, el IDIPRON ha asumido parte de la tarea de incidir en territorios a los que la oferta estatal suele no llegar, desarrollando sus acciones con jóvenes en condiciones de alta vulnerabilidad y cuando el daño producido por la exclusión ya está hecho, es decir, cuando se requieren acciones de reparación; pero también visibilizando y aportando a sus propias apuestas, capacidades y potencias. Es decir, incidiendo en la transformación de las condiciones de posibilidad de las violencias y en sus efectos, pero siempre reconociendo a las y los jóvenes como sujetos políticos, sociales y de derechos.

Lo anterior nos ha demandado apropiar la justicia restaurativa como horizonte, asumiendo la deuda social que existe con la población joven y experimentando metodologías de acción/intervención poco convencionales que recogen la experiencia histórica de la entidad y que proponen aprendizajes para la política pública. Las dos estrategias institucionales que se describen a continuación son muestra de ello y expresión de nuestra apuesta por la construcción de la paz con justicia social en los territorios, desde las cotidianidades y con la población joven de la ciudad.

5.1. La educación popular como apuesta educativa en los territorios de la ciudad: la Escuela Popular Itinerante76 Desde el enfoque de derechos asumido por el proyecto pedagógico del IDIPRON, en el marco de la Bogotá Humana, entendemos que el acto educativo puede aportar a la garantía de los derechos de la niñez y la juventud si en él se reconocen saberes plurales que integren lo territorial, lo corporal y lo experiencial, reconociendo durante el proceso a niñas, niños y jóvenes como sujetos productores –no receptores– de conocimiento. Desde esta perspectiva, creemos que el escenario pedagógico es un escenario para el intercambio de saberes y que lo que importa al final del proceso no son tanto los números que buscan encuadrar la multiplicidad de experiencias, sino los efectos logrados en las subjetividades y 76 Para una exploración detallada de la Escuela Popular Itinerante – EPI del IDIPRON se puede consultar: IDIPRON (2015), Texturas Barriales, Bogotá.

158

Juventud, paz y política pública

los entornos de vida de aquellos y aquellas con quienes trabajamos. Esta es la base general sobre la cual se ha puesto en marcha la Escuela Popular Itinerante – EPI del IDIPRON. 5.1.1. Construyendo comunidades aprendientes y protectores de los derechos de la niñez y la juventud La principal apuesta de la EPI ha sido avanzar hacia la restitución y el goce efectivo de los derechos de niños, niñas y jóvenes en sus territorios, consolidando con ellas y ellos procesos de aprendizajes colectivos tendientes a la transformación de sus realidades y construyendo, desde la educación popular y la creatividad, comunidades aprendientes y protectoras de los derechos.

Por ello, más que seguir el camino usualmente dispuesto por el sistema educativo formal –del cual han sido expulsados muchas de las personas con quienes trabajamos–, lo que nos interesa es partir de las experiencias particulares, tanto de las personas como de los territorios, para desde allí aportar con una mirada crítica y renovada a la solución de las problemáticas individuales, familiares y comunitarias que van siendo identificadas en el proceso. Así las cosas, trabajamos en la construcción de comunidades aprendientes que se enfocan no sólo en la producción de conocimientos, sino también en la construcción de efectos, solidaridades y mutuos reconocimientos.

De igual forma, buscamos que nuestras acciones pedagógicas movilicen cambios en quienes participan, impactando con fuerza a las comunidades en el marco de la defensa y protección de niños, niñas y jóvenes. En consecuencia, no sólo impulsamos escenarios cotidianos para la gestión de propuestas colectivas que aseguren un mejor vivir en el territorio y proyectos alternativos de vida, sino que también movilizamos alianzas entre personas, instituciones y organizaciones sociales con el propósito de proteger y garantizar el goce efectivo de los derechos. Para esto, la EPI mantiene una comunicación fluida y permanente con las diferentes estrategias del IDIPRON y con los actores territoriales, a la vez que participa de manera activa en los diversos escenarios locales de interacción institucional. Esta es la manera como hemos territorializado las políticas de infancia y de juventud –y aquellas que les son transversales– y, a la vez, abordado el carácter integral e indivisible de los derechos y la complejidad de los grupos poblaciones en quienes nos enfocamos.

Lo anterior solo es posible porque reconocemos a niñas, niños y jóvenes como sujetos de derechos, sociales y políticos que deben exigir sus derechos, que crean realidades y que inciden en sus territorios, abriendo caminos para que ellas y ellos se reconozcan a sí mismos y sean reconocidos por sus familiares y vecinos de igual forma.

En este sentido, uno de los propósitos centrales de la EPI ha sido construir escenarios intergeneracionales de creación y transformación, dando lugar a la palabra y la escucha atenta de todas y de todos los habitantes de los territorios, apoyando sus propuestas y aportando a la construcción de memorias locales. No obstante, es importante señalar que 159

se ha privilegiado el trabajo con la niñez de la ciudad, como una estrategia fundamental de prevención “para que en cinco años no estemos viviendo las mismas situaciones de conflicto que hoy atraviesan la vida de los y las jóvenes” (Entrevista con Ana Gómez, 2015).

5.1.2. Lenguajes múltiples, realidades diversas, diferentes acciones pedagógicas La propuesta metodológica de la EPI tiene como punto central la construcción de escenarios pedagógicos, entendiéndolos como: “un conjunto de tareas unidas por un objetivo principal y un proceso consistente en formular preguntas y dejar pistas para encontrar respuestas” (Entrevista con Ana Gómez, 2105). Esto significa que para nuestro equipo no existe un único camino metodológico a seguir, sino que en cada escenario se van dibujando rutas propias para la transformación de las condiciones de desigualdad, violencia o vulnerabilidad de derechos en las que viven niñas, niños y jóvenes, siempre en articulación con las comunidades, los territorios, y las alianzas interinstitucionales.

Es importante señalar que estos procesos de construcción de rutas de acción se inician con lecturas sociales y territoriales que ponen en relieve y en perspectiva aquellas situaciones sobre las cuales se quiere actuar, incluyendo luego un seguimiento continuo a las acciones desarrolladas para así hacer explícitos los cambios que se han logrado o movilizado. Gracias a esto, la EPI mantiene la mirada enfocada en los derechos de la niñez y la juventud desde la detección de su vulneración hasta el seguimiento a su garantía. Las acciones estratégicas de la EPI, entonces, son dos: Lecturas de territorio: esta acción parte de la formación de una mirada crítica del equipo de trabajo de la EPI que les permite a sus integrantes caminar re–conociendo el territorio e interpretando las modificaciones en él ocurridas, así como las realidades que afectan la vida de los niños, niñas y jóvenes; para esto, se han definido cinco preguntas fundamentales: ¿cuáles actores y liderazgos habitan el territorio?, ¿cuáles son las prácticas del territorio?, ¿cómo son sus relaciones?, ¿qué lugares protectores para niñas, niños y jóvenes se identifican? y ¿qué lugares de riesgo para ellas y ellos se identifican?

A través de estas preguntas, además, vamos visualizando y gestionando redes locales y distritales en las cuales se puedan inscribir las acciones de la EPI, entendiendo que esta estrategia no puede por sí sola responder a todas las problemáticas que atraviesan a la niñez y la juventud en los territorios.

En este marco, se realizan actividades como talleres, chocolatadas, ollas comunitarias, foros o caminatas, entre otras, con el propósito de que el equipo de trabajo de la EPI vaya estableciendo y fortaleciendo lazos de confianza con quienes habitan los territorios, mientras que se adentra en sus cotidianidades. De esta forma pueden identificar “desde adentro” las situaciones que vulneran los derechos de niños, niñas y jóvenes, y hacer seguimiento al estado de derechos a través del tiempo. Estas actividades también son importantes para potenciar relaciones sociales positivas y diversas prácticas de apropiación territorial.

160

Juventud, paz y política pública

Seguimiento a los procesos en torno a los ejes del proyecto pedagógico del IDIPRON: como pretexto para realizar los seguimientos y las acciones de prevención se construyeron algunas líneas alrededor de temáticas generales que responden al marco definido por el proyecto pedagógico del IDIPRON; éstas se enfatizan en cada territorio dependiendo de sus dinámicas particulares y de las prioridades establecidas por la comunidad. Las líneas temáticas son: • Artes: Las artes son una herramienta fundamental para transformar las realidades y construir memoria colectiva, ya que permiten generar acercamientos y encantamientos que fortalecen la autonomía y creatividad de niñas, niños y jóvenes.

• Cuerpo y Movimiento: el cuerpo escucha, actúa y emerge como un misterio encantador, pues cada vez que se afianza, está danzando a su propio ritmo. En la cotidianidad el cuerpo está presente en su movimiento: al caminar, al sentir, al respirar todo es un movimiento biológico infinito de los elementos en perfecta interacción; de ahí que los sentidos dejen de ser solo ventanas dispuestas para interactuar los unos con los otros y den un gran brinco para avanzar hacia la paz y la vida.

• Agua y territorio: ejercer del derecho a la ciudad desde el agua es fundamental para interactuar en la vida cotidiana, a través de un reconocimiento espacial y geográfico que de cuenta de la diversidad social y cultural.

• Tecnologías de la información y la comunicación: las TIC son una herramienta fundamental en el desarrollo de la estrategia de Escuela Popular Itinerante, la cual cuenta con un aula móvil de sistemas que recorre la ciudad llevando en su interior un equipo de cómputo mediante el cual niños, niñas y jóvenes construyen imaginarios y fortalecen aprendizajes.

• Derecho a la Educación: para el IDIPRON ha sido fundamental garantizar el derecho a la educación de niñas, niños y jóvenes que se encuentran en extra–edad escolar o que no culminaron sus estudios por diferentes factores sociales de discriminación, violencias sufridas en sus entornos de vida, desinterés individual por el estudio o deserción / expulsión del sistema educativo. Es decir, ha sido central garantizar el derecho a la educación de niños, niñas y jóvenes históricamente excluidos, dando prioridad a la puesta en marcha de prácticas metodológicas que, a través de diversos espacios y lenguajes cercanos a sus cotidianidades, intereses y experiencias, las y los reconozcan como agentes de crítica y transformación social.

Para ello, una prioridad ha sido fracturar aquellas representaciones sociales vigentes que las y los definen como “descarriados” o “problemáticos” y, por ello, como “casos perdidos”, entendiendo que su exclusión educativa radica, en gran medida, en las condiciones escolares y modelos educativos que los desconocen como sujetos. Como alternativa, la EPI ha propuesto un proyecto de aceleración de la básica primaria y básica secundaria anclada en el territorio y en la construcción 161

colectiva de conocimientos, en la que niñas, niños y jóvenes son reconocidos como protagonistas del proceso de aprendizaje.

Los procesos de aceleración escolar se desarrollan en diversos escenarios locales como casas comunitarias, salones comunales, sedes de organizaciones, comedores comunitarios, entre otros, lo cual fortalece los lazos de trabajo articulado entre el Estado y la comunidad. En ellos también participan personas adultas que se han vinculado a las redes intergeneracionales movilizadas por la EPI para la protección de los derechos de la niñez y la juventud, dando forma a comunidades aprendientes que son aliadas y parte activa en la garantía de derechos en los territorios.

En términos prácticos, estos procesos preparan a niñas, niñas y jóvenes participantes para que al final puedan presentar una prueba de suficiencia a través de la Escuela Pedagógica Integral del IDIPRON, o, en algunos casos, para que puedan ingresar de nuevo a la red de establecimientos educativos de la Secretaría de Educación Distrital.

• Cultura para la Paz: cada una de las líneas temáticas descritas está acompañada por la promoción de una cultura para la paz, entendida como una apuesta de construcción colectiva de valores, actitudes y comportamientos que rechacen la violencia en todas sus manifestaciones, y que busquen soluciones a los problemas mediante el diálogo y la concertación. Se trata de construir otras realidades con niños, niñas y jóvenes desde la no violencia, promoviendo la cooperación y el respeto por la vida.

En este sentido el IDIPRON, por medio de la EPI, aporta a la construcción de la paz en dos vías: por un lado, como ya se ha mostrado, incidiendo sobre las condiciones de posibilidad de las injusticias económicas y sociales de la ciudad, poniendo en marcha acciones en red encaminadas a la garantía de los derechos de la niñez y la juventud, sobre todo en las líneas temáticas señaladas; y, por el otro, aportando a la convivencia con la consolidación de comunidades aprendientes que hacen de los derechos y del reconocimiento sus principales ejes de acción, en territorios que han vivido a lo largo del tiempo historias de violencia que se repiten de generación en generación.

A través de la EPI, entonces, son las mismas comunidades de los territorios quienes definen su rumbo y le apuestan a transformar sus realidades, empoderándose y reconociéndose a través de la construcción colectiva del conocimiento. Esto, desde escenarios metodológicos orientados hacia la protección de los derechos de la niñez y la juventud, y configurados a través de procesos cotidianos y al alcance de todas y todos: Esto nos ha permitido trabajar sobre el territorio, con los lenguajes que las y los facilitadores de la EPI han venido descubriendo y desarrollando, como la danza, la música o las manualidades.

Por ello, el perfil ideal de un facilitador de la EPI es que tenga habilidad y vocación para crear con los niños, niñas y jóvenes; para generar destrezas en ellos, mientras va generando consciencia y nuevos hábitos en sus vidas, todo esto acompañado siempre de la observancia de lo que sucede con sus derechos (Entrevista con Ana Gómez, 2015).

162

Juventud, paz y política pública

En este marco, el juego y la lúdica se han convertido en recursos metodológicos importante para construir relaciones de no–violencia y de inclusión, dado que permiten reflexionar, en la acción misma, sobre la importancia de confiar en los demás y en uno mismo, de respetar al otro y la otra, de hacernos conscientes de nuestro propio valor y el de los demás, y de fomentar la comunicación mediante gestos y expresiones que logran exteriorizar pensamientos y sentimientos que en ocasiones se pretenden ocultar.

Vernos y escucharnos mejor, siempre con el ánimo de crear, proponer y hacer una ciudad justa: esa ha sido la cuestión.

5.1.3. La Escuela Popular Itinerante en clave de política pública de juventud Para el IDIPRON ha sido un reto poner en marcha estrategias que aporten a la garantía de los derechos de la niñez y la juventud, especialmente el derecho a la educación, en estrecha articulación con las realidades y capacidades de niñas, niños y jóvenes.

En este marco, el principal aprendizaje de la EPI es que lo anterior sólo es posible territorializando las políticas públicas, entendiendo el territorio no sólo como un escenario para desplegar acciones diversas, sino, sobre todo, como un escenario que en sí mismo puede ser protector de derechos. Esto requiere habitarlo para disponer al Estado como un actor más del mismo que, como tal, apropia y despliega sus dinámicas, sus memorias, sus formas de relación y sus lenguajes, bien sea para potenciarlas o para aportar a su transformación.

Transformar los territorios en escenarios protectores de los derechos de la niñez y la juventud implica asumir que estos últimos son integrales e indivisibles; por ello, es fundamental la articulación de diversos actores sociales e institucionales para la garantía y protección de derechos. Esto, además, supone aceptar que la sociedad en su conjunto tiene una responsabilidad moral con el bienestar de niñas, niños y jóvenes.

En tal sentido, territorializar las políticas públicas de niñez y juventud supone trabajar no solamente con las poblaciones a las cuales éstas van dirigidas de forma específica, sino también con quienes las rodean. Asimismo, supone que se articulen tanto las acciones sectoriales como las diferentes políticas públicas. La EPI, asumiendo esto, ha liderado la apropiación en los territorios de otras políticas poblacionales del Distrito, como la de mujeres y equidad de género, impulsando, al mismo tiempo, encuentros intergeneracionales que permiten que las personas adultas “vean de otro modo” a niñas, niños y jóvenes, y que estos últimos hagan lo mismo con los primeros.

En este marco, es importante también que la política pública enfoque la mirada en las y los educadores, entendiéndolos como sujetos políticos en la transformación de la ciudad. Construir relaciones educativas basadas en el mutuo reconocimiento implica que docentes y estudiantes actúen como pares, es decir, en los términos de la EPI, como aprendientes, rompiendo la autoridad del saber–poder vigente que excluye y estigmatiza al otro, y permitiendo, de esta forma, que los sujetos vivan y ejerzan sus derechos en las prácticas cotidianas.

163

Una dificultad que se ha encontrado en el camino es que aunque asumir el trabajo en el territorio como parte del mismo genera muchas fortalezas, también es difícil porque los conflictos que lo caracterizan afectan los procesos de la política pública. Por ejemplo, los procesos de territorialización deben tener en cuenta las “fronteras invisibles” que las prácticas violentas han ido imponiendo a lo largo de la ciudad, o los intereses de los poderes locales que a veces van en contravía de las apuestas de la institucionalidad y de la misma comunidad. Las lecturas del territorio que propone la EPI como una de sus acciones estratégicas son, en este sentido, otro aprendizaje para la ciudad, ya que éstas permiten no sólo hacer seguimiento al estado de derechos de la niñez y la juventud a partir de una línea de base clara (algo de lo que suelen carecer las políticas públicas del Distrito), sino también conocer las dinámicas territoriales a lo largo del tiempo (asumiendo que éstas son cambiantes) y la incidencia que éstas tienen en los proyectos de vida y entornos cercanos de niñas, niños y jóvenes.

Reconocer la multiplicidad de territorios habitados y corporizados por niñas, niños y jóvenes es también un asunto fundamental. Desde el aula escolar hasta la esquina del barrio; desde el propio cuerpo hasta el cuerpo colectivo que se configura cuando estamos junto a otras y otros; desde el taller de pintura o títeres que se hace en el salón comunal hasta el partido de microfútbol que se juega en el potrero. Esto, porque la política pública y sus acciones deben ser articuladas desde las realidades cotidianas de las y los ciudadanos, no al contrario. Al final de cuentas, los procesos locales de transformación de las condiciones de posibilidad de la exclusión y la injusticia son movilizados todo el tiempo por la gente, con, sin o a pesar de la política pública. Así que, en ocasiones, más que inventarnos nuevas prácticas y formas de relacionarnos, basta con visibilizar en lo público y potenciar desde la gestión institucional aquellas que tenemos al alcance de la mano.

En términos educativos, la EPI ha mostrado que es posible el aprendizaje del territorio con apuestas incluyentes de quienes participan en las comunidades. De esta manera, el IDIPRON ha aportado a la garantía del derecho a la educación “más allá del territorio escolar del cual muchas y muchos niñas, niños y jóvenes han sido expulsados, construyendo un nuevo territorio de reconocimiento, saber y creación fuera de las aulas, del encierro, de las lógicas de poder impuestas en la escuela” (Entrevista con José Miguel Sánchez, 2015). Este aprendizaje nos muestra que el territorio, al menos aquel por el cual hemos optado, está en la ciudad, no fuera de ella, y está en los barrios, no en los salones; por ello, comprender y usar pedagógicamente las relaciones existentes entre las particularidades territoriales, las prácticas educativas y las niñas, niños y jóvenes, es y ha sido un gran reto.

Desde una lectura de política pública, la EPI ha sido también importante porque ha trabajado en simultáneo dos niveles de atención: por un lado, la prevención, enfocándose de manera directa en la niñez y sus familias para aportar a la formación de sujetos críticos y políticos que participan en la definición de sus proyectos de vida y que son capaces de transformar la realidad porque apropian el conocimiento y lo ponen a rodar en sus propias experiencias y entornos cercanos; así mismo, movilizando redes sociales e institucionales comprometidas con la protección y garantía de sus derechos.

164

Juventud, paz y política pública

En uno y otro caso, la EPI ha apropiado y habitado los espacios comunales y públicos que existen en la ciudad, y en específico en los territorios, generando procesos de transformación social que surgen desde las mismas personas, y ha promovido reflexiones en los territorios que han desencadenado comunidades que se unen para proteger y cuidar a los niños, niñas y jóvenes, lo cual ha hecho que éstos sean valorados como parte fundamental de la comunidad.

Por el otro lado, la EPI ha trabajado en la restitución de derechos allí cuando el hecho de la exclusión ha sido producido; específicamente, se ha enfocado en niñas, niños y jóvenes excluidos del sistema educativo, lo cual ha permitido que muchos de ellos y ellas terminen sus estudios y puedan empezar a soñar con estudiar en la universidad o con acceder a trabajos dignos, pero siendo conscientes de aquellas condiciones que los excluyen y motivando su deseo de superarlas. Esto ha sido posible, entre otras cosas, porque el IDIPRON ha habitado territorios que estaban por fuera de la oferta pública distrital y nacional, dadas su formas propias (que parten de un legado institucional histórico) de conocer y acercarse a los territorios. No obstante lo anterior y los avances logrados por la Bogotá Humana, sigue abierto el reto para la ciudad de mitigar la exclusión / deserción escolar a través de pedagogías alternativas y de nuevas estrategias metodológicas que favorezcan un empoderamiento más fuerte y sólido de la ciudadanía.

Desde un enfoque de juventud, lo anterior implica reconocer los diversos procesos impulsados por las y los jóvenes en sus territorios, así como dar continuidad a su articulación con las agendas educativas y juveniles institucionales. De hecho, esta es una buena forma de fortalecer el vínculo entre las políticas educativas y las políticas de juventud, del cual depende, entre otras cosas, la posibilidad de que estas apuestas por la construcción colectiva de conocimiento en los territorios y desde lenguajes cotidianos tenga una incidencia real en los contenidos curriculares que son vigilados y avalados por la Secretaría de Educación Distrital (siguiendo los parámetros y contenidos del Ministerio de Educación Nacional), así como en las prácticas formales de las y los docentes de la ciudad.

En este sentido, sistematizar los aprendizajes de la EPI para avanzar en la comprensión de las formas en que se vive la educación en la ciudad, y transmitir las experiencias expresadas en los territorios, es importante para aportar a la construcción de políticas públicas que integren los procesos de educación popular que se desarrollan en Bogotá; también para repensar un sistema educativo integral que logre conectar sus contenidos con las cotidianidades y realidades infantiles y juveniles, potenciando en niñas, niños y jóvenes otras posibilidades de vida. Uno de los aprendizajes significativos de la EPI es que para que los procesos educativos aporten efectivamente a la transformación de la realidad de niños y niñas, deben ponerse a tono con las necesidades de la juventud en el siglo XXI; la educación debe tener en cuenta los contextos sociales y territoriales en los cuales se desarrolla, propiciando una conciencia crítica frente al aprendizaje y frente a la vida a través de procesos dinámicos y llenos de sentido. Para ello se requiere que los maestros y maestras sean agentes de cambio. De lo contrario, seguiremos replicando errores y la educación seguirá por fuera de la realidad de la vida humana.

165

Teniendo en cuenta esto, la EPI no sólo ha puesto su atención en el desarrollo de una propuesta alternativa de aprendizaje que aporte a la garantía del derecho a la educación, sino que también ha promovido nuevas formas de relación social y de empoderamiento de las comunidades para el buen vivir. Y aquí la construcción de una cultura para la paz en la cotidianidad ha sido un eje transversal en los procesos. Este es un enfoque fundamental para una política pública de juventud que –como la que ahora requiere la ciudad– se oriente hacia el postconflicto. El reto que así ha asumido el IDIPRON desde la EPI y que le señala a la ciudad, es la transformación de territorios en comunidades aprendientes de paz en los que las formas tradicionales de resolver los conflictos a través de la violencia sean superadas. Las prácticas educativas, por supuesto, tiene en esto un rol central.

5.2. La justicia juvenil será restaurativa, o no será. Aprendizajes del Centro de Atención a Adolescentes y Justicia Juvenil - CAAJJ En Bogotá solemos ser bombardeados por discursos que nos dicen que el principal problema de la ciudad es la inseguridad delincuencial y, por ello, que la principal solución es fortalecer la seguridad policiva. En este escenario, la idea de justicia que prima es aquella que se hace cargo de los delincuentes de una forma eficiente, es decir, castigándolos y alejándolos de los “ciudadanos de bien”.77 La justicia sería entonces un medir fuerzas en donde la más dura se impone sobre la otra no por su capacidad de mediación, sino por su capacidad de exclusión: el más duro, el más “enfierrado”78, impone su ley o su venganza. Las y los jóvenes bogotanos han sido arrastrados a interlocutar desde la exclusión porque la justicia, en tanto seguridad, tiende a privilegiar la defensa de quienes pueden garantizar la propiedad privada por sobre la defensa del bienestar del resto. Dentro de esta lógica policiva, se entiende que la respuesta de la fuerza es más efectiva que la de los jueces; y cuando no existe o se comprende el acceso a la justicia, a algunos no les queda –al menos, eso es lo que se cree- sino imponerla por sus propias manos.

Bajo esa lógica, por ejemplo, el grafitero que plasma su crítica del mundo en la pared es un “vándalo”; el rapero que dice las cosas como son cantando en la esquina, o los estudiantes que marchan por una educación gratuita, “perturban el orden en vía pública”; la skater que perfecciona su pasión en una plaza está efectuando una “contravención”; y quien es detenido y requisado por portar su dosis personal legal es un “traficante de estupefacientes”. Así, todas estas prácticas que los códigos de policía 77 Esta es una noción cercana a la doctrina de la “tolerancia cero”, importada durante el contexto de violencia de los años noventa, la cual entiende a los sistemas judicial y de seguridad pública como sistemas de control de la criminalidad. Ésta surgió en los Estados Unidos a finales de los ochenta, cuando la inversión privada en megacárceles se fundió con una aceptación tácita de la agresividad policial para ejercer “mano dura” en las ciudades asediadas por juventudes sin oportunidades. En Estados Unidos y en Europa, particularmente, resultó en un marcado segregacionismo étnico. Esta doctrina, supuestamente exitosa en Nueva York, se exportó a prácticamente todo el mundo, entrando en el argot político mundial y convirtiéndose en casi el referente único en materia de seguridad ciudadana en las grandes capitales (Wacquant, 2004).

78 Que tiene muchos fierros o armas. Entre más enfierrado estés, más fuerza tendrás y más miedo podrás ejercer.

166

Juventud, paz y política pública

y la “gente de bien” no contemplan, son automáticamente denominadas delitos. Ser joven en muchas de nuestras calles es, en consecuencia, un delito. Cuando el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar - ICBF nos dice que a octubre de 2014 la privación de la libertad es la medida que más aplica el sistema judicial sobre aquellos adolescentes que han sido aprehendidos, estamos viendo que ese medir fuerzas aislando y encerrando está teniendo algún efecto79.

5.2.1. El modelo de justicia tradicional es una justicia para jóvenes, no juvenil El modelo de justicia que prevalece en el accionar del aparato judicial se denomina de justicia retributiva - JR. Pretende que las penas reparen una falta a la Ley, es decir, una falta contra el Estado, que es el representante soberano del pueblo. Esta reparación debe ser proporcional a la infracción cometida: cantidad de tiempo de encierro en una cárcel, cantidad de dinero en forma de multa, cantidad de tiempo para trabajos forzados, entre otras, dependiendo de la gravedad de la falta y su correspondiente pena, cuestiones que decide el juez. Haciendo uso de sus conocimientos en derecho penal y de la investidura que le otorga la rama judicial, aquél escucha las partes involucradas, distantes y divididas entre sí, y toma la decisión más pertinente. Interesa el común acuerdo que pueda ser representado a través de un abstracto: una firma, una sentencia, una orden de arresto, una orden de caución. El daño, precisamente, se ha causado al Estado cuando se ha violado otro abstracto, que es la Ley. Notamos cómo una noción de justicia para jóvenes viene construyéndose a partir de la JR, siendo que se da por entendido que lo mejor ante una falta es “dar un mal por otro mal”, para desalentar la “mala voluntad” y “re-orientar” disciplinando cuerpos y mentes.80 Cuando hablamos de justicia y jóvenes en Bogotá, entonces, se pueden identificar enfoques que sostienen ciertas representaciones sobre la juventud. Por un lado se mantiene una postura policiva desde la JR, engendro volátil de la denominada situación irregular: todo aquel menor de 18 años debe ser vigilado y protegido por papá Estado, quien vela por sus derechos y necesidades, ya que no es ciudadano todavía. Sin cédula y/o sin libreta militar no puede trabajar o poseer bienes inmuebles, luego entonces no tiene por qué decidir en los asuntos públicos. Hasta 1989 la jurisprudencia internacional consideraba a este segmento de la humanidad como menores de edad, es decir, como personas que no podían dar cuenta de sus actos porque no habían desarrollado su juicio, luego entonces nunca estarían en sus cabales al responder por una falta. Un abogado diría: inimputables.

Por otro lado está la conquista que en 1989 representó la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño. Básicamente, esta declaración reconoce a todas y todos los 79 Sin mencionar que el encierro mientras sale la sanción, es la medida más utilizada para aislar a los “presuntos delincuentes”.

Consultado en http://www.ceacsc.gov.co/index.php/descargas1/category/19-sistema-de-responsabilidad-penal-paraadolescentes?download=18:enero-octubre-2014 Agosto 24 de 2015, 8:30 am. Pág. 11.

80 Un interesante contraste entre los modelos de justicia puede encontrarse en: http://datateca.unad.edu.co/contenidos/753003/ContenidoLinea/leccion_21_justicia_retributiva.html Consultado 24 de Agosto de 2015, 10:31 am.

167

menores de 18 como ciudadanos y como sujetos de derechos, es decir, como miembros integrales de una sociedad, la cual, por supuesto, tiene que velar por su bienestar, ya no con la responsabilidad del adulto dador, sino desde la responsabilidad de la sociedad garantista que privilegia el sentido de sus acciones. Esta postura se denomina de enfoque de derechos o de la protección integral.

Entramos entonces a imaginar, como tuvo que hacerlo el abogado en su momento, a una persona que tiene garantizada la representación técnico-jurídica en una audiencia acondicionada con lo que la ley espera para cualquier ciudadano: escuchar a un niño o niña como a cualquier adulto. ¿A su edad puede asumir los rituales de la ciudadanía plena? Sí y no. Sí, porque tiene derecho a la legítima defensa y a comprender las repercusiones de su acto; no, porque no se vale que una pena diseñada para resarcir un daño al Estado, se imponga allí en donde el mismo Estado no ha respondido con su rol de garante de los derechos. Una escuela ausente, por ejemplo, es un Estado ausente. Un hospital ausente es también un Estado ausente. Entonces, si el Estado no estuvo cuando el niño o niña estuvo demandando su apoyo, ¿por qué sí aparece cuando se le castiga?

Es importante ver que la JR nos arrastra de vuelta al paternalismo estatal, cuando insiste en que aquél debe hacerse cargo de todo y de todos, convirtiéndonos en receptores o beneficiarios de una estructura lejana. En Colombia, este pensamiento inspiró el Código de Menores anterior al vigente. Diversos esfuerzos organizativos ya venían trabajando para transformar este paradigma, disonante a su vez con la Constitución de 1991. Construir en el año 2000 la reforma al Código Penal fue una meta que estamentos como la Policía Nacional, la Defensoría del Pueblo, la Alcaldía de Bogotá, entre otros, se impusieron a través de la “Alianza por una política pública de infancia”. Seis años después, una segunda alianza, también conformada por estamentos públicos y privados, logró aterrizar en el papel ese cambio de paradigma en el Código de Infancia y Adolescencia o Ley 1098.81 Según esta ley, los actores que rodean al niño – Familia, Estado y Sociedad Civil – son simultáneamente garantes y responsables, entendiendo que cuando alguno falla es porque los otros también. La palabra clave es prevención: deben actuar en sus radios de influencia protegiendo integralmente a niñas y niños para que las omisiones del otro actor no afecten.

Ya se trata completamente de un asunto estatal en manos de jueces y procedimientos, ni tampoco tema de una política de control, sino de defensa de los derechos. El punto es que al país le tomó 15 años aterrizar ese mandato, que ya había refrendado al firmar la Convención del 89, a su vez vinculante con la Constitución según su Artículo 12. Es una 81 El Código surgió como la reglamentación de la responsabiliad del Estado, la familia y la Sociedad Civil con respecto a niños, niñas y adolescentes, a partir de los postulados de la Convención de 1989 y del enfoque de los derechos humanos, encaminados hacia la protección integral, es decir, hacia el cuidado de esta población en todas sus dimensiones y durante todas sus etapas de desarrollo psicosocial. Estipula también los procedimientos con los cuales funciona el Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente – SRPA – que rige actualmente para Colombia. Una referencia mayor sobre el escarpado camino de trabajo hacia el Código, puede leerse en su primera versión comentada, pág. 7, disponible en http://apps.mintrabajo.gov.co/siriti/info/codigo_infancia_y_adolescencia_ley_1098_de_2006_comentado.pdf Consultado Agosto 23 de 2015, 11:15 pm.

168

Juventud, paz y política pública

dificultad que enfrentó la voluntad política tradicional, producto del engendro policivo que mencionábamos: el paternalismo estatal – o mejor, el Estado enfierrado de la “Seguridad Ciudadana” – haciéndose cargo, esto es, manteniendo la seguridad.

5.2.2. Entre menores, niños, adolescentes y jóvenes Todo esto para mostrarnos lo complejo que un niño o un adolescente “pague un mal con otro mal” en un “patio” o correccional, cuando en realidad es la descomposición del entramado que le rodea lo que le arrastra a interlocutar en la posición del anulado, es decir, desde la necesidad de imponerse en ese medir fuerzas donde su libre desarrollo de la personalidad se considera cargado de “conductas punibles” o de “peligros para la sociedad”; la balanza no está de su lado. Es la urgencia de luchar donde se percibe la injusticia. Que hablemos de niño o niña o adolescente, sin embargo, resulta problemático en la vida cotidiana y bien caro le ha salido a la JR. La Convención de 1989 “entiende por niño todo ser humano menor de 18 años de edad, salvo que haya alcanzado antes la mayoría de edad” (Art. 1). Pero no veremos en los periódicos que “cayó banda de niños apartamenteros” o “capturado niño sicario de 16 años”. Evidenciamos que en el argot popular palabras como “adolescente” o “joven” tienen una carga valorativa diferente a “niño”, “niña” o “menor”. Nos indica también que sus representaciones tienen cargas valorativas diferentes. La lógica policiva imperante coloca a unos y otros como individuos pre-criminales o en riesgo mayor de hacerse delincuentes. Un dato duro es la promulgación de la Ley 1453 de 201182 – de “Seguridad Ciudadana” - que dio al traste con tantos esfuerzos de la Ley de Infancia de Adolescencia, puesto que redujo la edad para ser “judicializado” a los 14 años. Es la lógica operativa de la JR buscando por todos los medios al “chivo expiatorio” para castigarle porque el castigo todavía se entiende como control y como forma de disciplinamiento, allí donde “niño”, “niña”, “adolescente”, “chico” o “chica” menor de 18 años es alguien que no ha aprendido lo suficiente para vivir en sociedad.

Por medio de la acción pedagógica se promueven en el adolescente, espacios de reflexión que hacen visibles las acciones para el reconocimiento de responsabilidad sobre el delito, motivación para la aceptación y reparación de los daños causados a las víctimas, de tal forma que, se establece una relación educativa encaminada a desarrollar la plena conciencia como ciudadano activo y responsable. 83

Contemplada la responsabilidad, quedan las dificultades de comprender qué es un delito, quién los dice, cuándo debo asumirlo y por qué. Por eso una sanción pedagógica 82 Disponible en http://www.icbf.gov.co/portal/page/portal/PortalICBF/Bienestar/SRPA/Tab/L-S-C-Ciudadana-1453de2011.pdf Consultado Septiembre 3 de 2015, 09:13 pm.

83 La sansión pedagógica es una de las seis medidas que pueden ser impuestas penalmente a alguien menor de 18 años.

Este apartado corresponde a la definición del carácter pedagógico de la medida, según el lineamiento técnico administrativo del ICBF sobre el SRPA, disponible en http://www.icbf.gov.co/portal/page/portal/Descargas1/ATENCIONDEADOLESCENTESENELSRPAmarzo29de2010.pdf Consultado Septiembre 4 de 2015, 9:33 pm.

169

FotografĂ­a: Antonio Castillo

no pelea en la práctica con la “Seguridad Ciudadana”, porque se infiere que ese modelo de sanciones “re-educan”, “corrigen las conductas punibles” y “re-socializan” a los “desadaptados”, reemplazando los fallos del sistema educativo y de la familia, situándolo nuevamente en su lugar en la sociedad. Por esa vía podemos encontrar una tensión semántica al hablar de Ley de Infancia y Adolescencia versus el Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente - SRPA –, más no de juvenil o infantil. Mientras una habla sobre cómo legislar con ellas y ellos en todos los espacios de la sociedad, la otra organiza la manera en que las instituciones del Estado responden penalmente –es decir, castigan–, a través de unas medidas pedagógicas ejecutadas por unas entidades públicas y privadas especializadas en esa atención.

Recordemos que para la Convención del 89 la niñez es la única población vulnerable per se, lo que genera confusiones también a la hora de pensar una asistencia focalizada, vacío que aprovecha la situación irregular leyendo “adolescente” como “criminal en potencia”, “acciones para el reconocimiento de responsabilidad sobre el delito” como “alejarle del riesgo para protegerlo y disciplinarle en aislamiento”, y “relación educativa encaminada a desarrollar la plena conciencia” como “resocialización o reinserción para que pueda vivir en sociedad”.

Los y las jóvenes, a su vez, midiendo fuerzas desde la exclusión, deben entrar al juego de la justicia por las propias manos a partir de diversas estrategias. Que les toque “picar de malos” o que les perciban como “raticas” se hace necesario para sobrellevar dinámicas conflictivas en los barrios porque se entiende que “es más efectivo inspirar miedo que respeto”, por ejemplo, caminando por la noche o parchando en la esquina. En lo simbólico es posible apreciar estas estrategias comunicativas desde el lenguaje corporal, los apodos, el arte: los barristas visibilizan sus fronteras con grafitis; algunos suben fotos a Facebook con pistolas y cuchillos, así sea sólo para posar; o las letras de rap cuentan cómo el mundo duro de la calle y la “mala vida”84 endurecen la personalidad.

Cuando los jóvenes asumen que pueden interlocutar con el Estado a través de la justicia por la fuerza de los argumentos a partir de la interpretación de la ley, es muy difícil que la balanza se equilibre, pues como se mencionaba, se considera que es un momento de la vida en el que el libre desarrollo de la personalidad “no está acabado” o “está lleno de riesgos”. Por ejemplo, cuando sucedió la detención masiva de 13 funcionarios públicos del Distrito, que estaban entre los 19 y 27 años, porque se les culpaba de dos explosiones ocurridas en la ciudad, parte del material probatorio que, según los cargos, “justificaba su pertenencia a un grupo guerrillero” consistía en folletos contestatarios encontrados en sus casas. Es decir, la juez echó mano de la vida privada de los sindicados para demostrar que el proceso era necesario, a pesar de haber sido violatorio del derecho a la libertad de pensamiento y del derecho a la defensa. Aún con las garantías de una audiencia y de una defensa técnica, los 13 fueron encarcelados85.

84 Son clave varios testimonios de jóvenes que participan en los proyectos del IDIPRON, quienes denominan ‘mala vida’ a diversas formas de tortura perpetradas por policías en estaciones de policía. Se hace urgente sistematizar y documentar estos abusos violatorios de los derechos humanos.

85 Se pueden consultar a fondo los argumentos de la juez que ordenó la privación de la libertad en http://www.contagioradio.com/cuales-son-los-argumentos-de-los-abogados-para-que-los-13-jovenes-no-vayan-a-la-carcel-

172

Juventud, paz y política pública

El Estado enfierrado puede pasar por encima del debido proceso e incluso por encima de sí mismo porque está legitimado su accionar, puesto que una ciudad justa, en sus términos, es una ciudad segura. Cuando el grueso de la juventud recibe semejante ejemplo va comprendiendo que “picar de malo” es una forma estratégica (aunque no deseable) de entrar al juego de la justicia por las propias manos en la cuadra, el colegio o la casa.

Los mecanismos de representación tampoco están modelados para que un ciudadano menor de 18 años participe a nombre propio. Cuando sucedió la “tutelatón” para que los derechos políticos del alcalde Gustavo Petro fuesen restituidos, la tutela que logró el fallo a favor resultó siendo a nombre de un estudiante de derecho quien, en el momento de la elección a la alcaldía en octubre de 2011, tenía 17 años. Si bien el Tribunal Administrativo de Cundinamarca aceptó la demanda porque al interponerla ya tenía la mayoría de edad, la Corte Constitucional, máximo órgano de observación de las leyes, determinó que era improcedente debido a que “era menor de edad y no podía votar [en 2011] ni por él ni por otro candidato.”

Junto con la movilización popular en las calles – en donde las y los jóvenes fueron protagonistas – las tutelas lograron que se implementaran las medidas cautelares en contra de la inhabilitación del Alcalde ordenada por la Procuraduría. El estudiante sintió que esa orden había sido arbitraria y vulneraba sus derechos. Y ese sentir, en un principio, resultó incomprensible para el andamiaje jurídico nacional86. Más bien en las calles los mismos jóvenes pudieron presionar juntos, organizados, midiendo su capacidad de interlocución con la fuerza de los argumentos, sin intermediarios, más allá de los abstractos de la justicia retributiva, y claro, tomando las calles como altavoces.

De modo que “niñez” o “infante” y “adolescente” denotan fragilidad y son moldes que no permiten una identificación estratégica, ni para los jóvenes ni para las fuerzas del Estado. Más bien “juventud” se prestaría para eso, sin dejar de presentar cierta ambigüedad en la que, quienes se reconocen así, pueden tener una mayor capacidad de interlocución; pero al mismo tiempo esa palabra justificaría el accionar policivo de la fuerza pública más fácilmente. Este conflicto en el lenguaje puede apreciarse claramente en ciertos tabloides y emisoras amarillistas que están más cerca del acontecer “de esquina” en nuestros barrios y que construyen realidad a partir de relatos de crímenes verosímiles por su alto contenido de lenguaje explícito. Porque estos relatos amarillistas azuzan diariamente con noticias de asesinatos, robos y demás, la opinión pública es empujada a un clima generalizado de inseguridad, adicionado al contexto de violencia local. Papá Estado tranquiliza utilizando el populismo punitivo, entendido como el efecto de tranquilidad que busca producir con cifras de “cantidad de bajas y/o capturas”, “velocidad de procesamiento de culpables” y “cantidad de procesados”. Los falsos positivos judiciales serían una consecuencia87. articulo-11691 86 http://noticiasunolaredindependiente.com/2014/01/25/noticias/calderon-no-estaria-legitimado-para-interponer-tutela-afavor-de-petro/ Consultado Septiembre 4 de 2015, 8:46 am.

87 “Alertan que habría incentivos a policías por número de jóvenes delincuentes detenidos”. Noticia del 6 de Julio de

173

5.2.3. Una lectura capitalina Con este panorama de la ciudad segura del populismo punitivo, ¿es posible superar, en el seno mismo del Estado, la contradicción entre quienes escriben la ley y quienes la ejecutan? ¿Qué lugar ocupa la juventud bogotana, teniendo en cuenta que se le reconoce como “no apta para la justicia tradicional”? ¿Cómo situarnos en una ciudad que ha atestiguado la implementación del SRPA desde 2007? Para observar si de verdad el SRPA se comporta como versión focalizada del Estado enfierrado debemos remitirnos a los datos. En este marco, contrastando los monitoreos del Centro de Análisis y Estudios en Seguridad y Convivencia - CEACSC es posible notar tres comportamientos del SRPA desde 200788.

El primero es una tendencia al aumento de ingresos, causada principalmente por su gradual implementación en juzgados, comisarías de familia, estaciones de policía, centros del ICBF y operadores privados. El segundo es un pronunciado repunte de los ingresos desde 5782 en 2011 a 7856 en 2012, siendo el más alto hasta 2014; 2011 es el año de la Ley de Seguridad Ciudadana. El tercer comportamiento es un leve descenso en los ingresos entre 2013 y 2014 que, según confirman las lecturas realizadas en el primer semestre de 2015, se está convirtiendo en una tendencia por primera vez desde la implementación. Diríamos aquí que los papeleos y procedimientos de rutina pudieron afinarse – ya no sería encerrar por encerrar –, como también el accionar de la Alcaldía Mayor, a través de la Secretaría de Gobierno y de Integración Social, pudieron impactar en programas preventivos89.

Pero también, como relatan muchos ingresados, la justicia de la ciudad segura podría estar aplastando con su peso a “raticas” y “pillos” en las calles, en forma de venganza institucionalizada, antes de que puedan entrar al circuito penal90. ¿Qué pasa con quienes sí logran entrar? Javier Agüero (2010) habla de “la máquina de moler carne”. Plantea que las y los jóvenes en conflicto con la ley enfrentan situaciones en las que los contenidos represivos de las sanciones se disfrazan, aún ante quienes no quieren que así sea, usando el traje de las medidas “pedagógicas” que, en el marco de una expectativa “formadora”, reproducen mecanismos de control “centrípeto” que les atraen al poder –el marco jurídico, el orden institucional, el sentido común– que se articula a las vidas de cada 2015 . http://www.elespectador.com/noticias/politica/alertan-habria-incentivos-policias-numero-de-jovenes-de-audio-570671 Consultado Septiembre 4 de 2015, 10:36 pm.

88 Resultados de análisis comparados del Centro de Estudios en Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana CEACSC, disponibles en http://www.ceacsc.gov.co/index.php/descargas1/category/19-sistema-de-responsabilidad-penal-para-adolescentes Consultado Septiembre 4 de 2015, 9:41 am.

89 Según datos de la presentación pública del informe de la Defensoría del Pueblo sobre DD.HH. Y SRPA, el 6 de julio de 2015, durante el último año el principio de oportunidad – confesar – fue utilizado el 40% de las veces en juicios a menores de 18 años por hurto, es decir, unas 250 veces, mientras que en el Dpto. de Antioquia fue usado 9.

90 La venganza institucionalizada es la práctica extrema del Estado enfierrado. En muchas circunstancias, y acordando no pocas veces con escuadrones de autodefensas armadas, la fuerza pública “hace justicia por mano propia” escarmentando a quienes se consideran un peligro o a quienes han roto tratos criminales, usados como mecanismos de control. Ver Góngora & Suárez (2008).

174

Juventud, paz y política pública

quien a través de formas reguladas de participación. Si bien las y los jóvenes “habitan” el SRPA a través de resistencias y estrategias en donde pueden o no construir sus “caminos de cambio”, el peso del biopoder limita sus energías y engorda la maquinaria de procesamiento de voluntades individuales “descarriadas”, hacia una respuesta institucionalizada más dinámica y abierta, pero con la misma urgencia normalizadora.

Por eso decíamos que las sanciones pedagógicas no pelean con la responsabilidad penal.

Se trata de formas de habitar el SRPA donde la lucha por el reconocimiento está dada por la capacidad de los jóvenes de ceder lo suficiente como para montarse en una mediación que superaría la exclusión: ser una persona de bien, dejar los malos pasos, encontrar la redención. ¿Y las formas y los lenguajes y los símbolos y los consumos culturales en rebeldía? Quedan relegados a lo que alguna vez sostuvo Rafael Pardo cuando estuvo encargado de la Alcaldía Mayor: “paredes blancas son barrios seguros”.

El aceite de esa máquina debe ser la opinión pública. Para que el rol del Estado enfierrado pueda desplegarse, sobre todo sobre los jóvenes, se genera el populismo punitivo. Como el SRPA con su fuerza va curvando las trayectorias individuales hacia su centro –es centrípeto–, entonces tiene que alimentarse de instituciones que van curvando sus trayectorias también. Como narra Michael Moore (2010) en “Capitalismo, una historia de amor”, el negocio de las cárceles juveniles puede ser muy rentable91. Y ahí es donde tenemos las graves denuncias de los Centros de Atención Especializada –CEA–, que son edificaciones que albergan a jóvenes con medida de privación de la libertad. Como los veredictos previos a las medidas se demoran debido a la saturación de casos –cosa que devino en paro de abogados en 2014 y que retrasó aún más muchas sentencias– los CEA llegaron a un punto de hacinamiento que puso en riesgo la vida de muchas y muchos que, a la espera del veredicto de los jueces, dormían en escaleras y pasillos sin comunicación con sus familias ni con el mundo exterior, por días e incluso meses92.

Entonces, en un contexto urbano en donde los jóvenes en conflicto con la ley se ven arrastrados a escoger entre la menos peor de las terapias93 –o la venganza institucionalizada o la máquina de moler carne–, en donde, a su vez, el Estado se (re)presenta como una criatura ambigua –ayuda atacando, previene provocando–, y enmarcados en una ciudad hipervigilada que entiende “justicia” como “seguridad”, que es arena de luchas por el reconocimiento en tanto búsquedas por una ciudad justa –no vigilada– a la altura de nuestros deseos, nos preguntamos, parafraseando a Osvaldo Marcón (2011), ¿permite el SRPA vigente una resignificación de la posición cotidiana de las y los adolescentes 91 Un ejemplo interesante es el caso de las “correccionales juveniles” en Estados Unidos, que relata Michael Moore en su documental “Capitalismo, una historia de amor” (2010).

92 El mismo informe de la Defensoría del Pueblo corrobora la crisis humanitaria que ya venía denunciando la representante a la cámara Ángela María Robledo. http://www.elespectador.com/noticias/politica/el-sufrimiento-de-los-menores-infractores-de-ley-articulo-504792 Consultado Septiembre 4 de 2015, 10:00 am.

93 Procesos o momentos fastidiosos que los jóvenes consideran innecesarios, como un regaño, una llamada de atención, un trabajo adicional no aceptado, etc.

175

y jóvenes partiendo del contacto simbólico con la ley o su manifestación jurídica?

O, en otras palabras, ¿hasta dónde el SRPA en su laberinto garantizaría prácticas de reconocimiento dentro de su relación cotidiana con las y los adolescentes y jóvenes que habitan la ciudad vigilada? ¿Acaso las penas deben ser siempre unilaterales? ¿Puede ser posible superar esa tensión?

El IDIPRON ha dicho que sí, apostándole al desarrollo de un enfoque desde la Justicia Restaurativa, es decir, desde un modelo de justicia que tiene por valores el encuentro, la reparación, la reintegración y la participación o inclusión. En sintonía con el Art. 140 del Código de Infancia y Adolescencia, las medidas del SRPA deben orientarse con esos principios ¿Qué es la Justicia Restaurativa? Ampliamente, aquella justicia que debe garantizar procesos en donde víctima y victimario se sienten, den la cara, asuman la verdad y caminen juntos hacia la reparación del daño. El Estado debe garantizar un orden público justo y la misma comunidad se encarga por sus fuerzas de enmendar el daño a su propio tejido buscando la justa paz; así, la dinámica acusador-acusado ante un estrado cambia. Para que lo imaginemos, nos conviene pensar en un círculo donde todas las partes están equidistantes de las otras. El Instituto asume entonces un rol en la tensión dentro del Estado en la que unos fueron quienes concibieron la Constitución del 91, pero fueron otros fueron quienes la pusieron en marcha (Arles Nova).

Echando mano en la misma matriz, el IDIPRON acoge los principios restaurativos y apuesta por una justicia juvenil en donde papá Estado castigador suelte los fierros – pistolas, cámaras, abogados y leyes asfixiantes – y empiece a asumir un rol armónico con familia y sociedad civil, desde una postura de garantías sociales. Ya no se trata de qué tanto se haga sentir la ferocidad de la venganza institucionalizada, sino de cómo hace presencia el Estado en los hechos tangibles de los conflictos cotidianos, donde se pone a prueba la fuerza de la propia gente para interlocutar en el juego de la justicia.

5.2.4. No es nueva la necesidad de un Centro de Justicia Juvenil Para lo que aquí importa, un Centro, como su nombre lo indica, es un punto donde convergen las trayectorias de vida de jóvenes que han sido “tocados por el sistema”, es decir, que han tenido conflicto con la ley o que están teniéndolo, ya sea a través de un caso, una medida pedagógica o una pos-medida, es decir, la manera en que se termina de pagar, penalmente, un daño. Diferente, se supone, de los edificios que tradicionalmente han “impartido justicia” como los CAI, los juzgados o las comisarías de familia, pero siendo todas aquellas expresiones tangibles del Estado, ¿podríamos caer en la fuerza centrípeta de los dispositivos de justicia penal adolescente?

Una manera de evitarse lo anterior es obedeciendo al principio de voluntariedad que rige al IDIPRON, el cual propone un espacio de puertas abiertas en donde los jóvenes pueden entrar y salir según lo consideren, siendo estimulados a participar activamente de sus responsabilidades, entendidas ya no como “pagos por un daño” o “el adulto dador que se hace responsable”, sino como alternativas para responder, desde la propia perspectiva, 176

Juventud, paz y política pública

por unos actos que está en la libertad de asumir y defender como propios, dentro del marco de una interlocución que se propone equilibrada. No se trata de “corregirse” o de “salvarse”, sino de reconocerse como parte de un entramado social en el que sus deseos y necesidades cruzan y son cruzados por los del resto de la comunidad; así, la juventud rodea a la justicia y no al revés.

Apostar por un modelo así ha implicado que el IDIPRON ponga en marcha un proceso denominado Centro de Atención Adolescente y de Justicia Juvenil –CAAJJ– que tomó forma en las instalaciones de la Unidad Pedagógica Integral - UPI Perdomo desde enero de 2014. Por esos días, un equipo de profesionales en distintas disciplinas fue convocado para diseñar una estrategia de atención que pusiera en marcha, por primera vez en la ciudad, un centro inspirado en la justicia restaurativa. La labor ha sido ardua porque las cosas en el papel siempre chocan con la realidad. Con el CAAJJ, el Instituto retoma un debate que llevaba varios años y que comprometió a esta administración desde su arranque.

Para entender los nodos de esta discusión, puede decirse que la justicia que construye el IDIPRON se ubica dentro de las contradicciones inherentes a la justicia de Estado – justicia retributiva– y que, por ello, no está exenta de ambigüedades. Además de que no existe un órgano rector del SRPA. Como es una propuesta diferente de un no-operador del SRPA, que tiene la imagen de ser el Estado, no es raro que algunos jóvenes asistentes nos digan que el CAAJJ “es como una correccional pero relajada” y que otros usen su paso diario para espantar el guayabo o para pasar la traba. Pero también tenemos a quien se quiere alejar del güiro –pelea cazada con cierta gravedad– o quien llegó directamente después de cumplir los meses de detención; o quien llegó porque los profes del colegio le encontraron un “porro” en el bolsillo. Que haya tanta amplitud en los “conductas punibles” nos da a entender que no todo pueden ser agresiones o daños hacia la comunidad. Para el CAAJJ es importante el accionar hacia sí mismo sobre todo en un tema tan delicado como el consumo problemático de sustancias psicoactivas. Si se comprende que hay daños a mi interior, puedo comprender los daños hacia los otros.

Si bien la Ley 1098 ratifica el enfoque preventivo y de derechos hacia la población menor de 18 años, el SRPA organiza la manera en que las instituciones del Estado deben responder penalmente frente a niños, niñas y adolescentes, a través de unas medidas pedagógicas ejecutadas por operadores –justicia para jóvenes– pero no privilegiando el principio preventivo y el lugar de los propios jóvenes en sus medidas. En la ley y en la opinión pública el IDIPRON es una cara del Estado, pero no es un operador del SRPA; sin embargo, éste sí privilegia la prevención. Luego entonces propone una justicia que no asume la privación de la libertad como medida, articulándose sin embargo con el SRPA cuando abre sus puertas a las pos-medidas que estipula.

Aquí el desmarque fundamental tiene, por noción de juventud, una idea diferente a la de “problemática social”. Una apuesta por el reconocimiento es una apuesta por construir espacios en donde simbólicamente los jóvenes sean parte activa de sus propias medidas 177

pedagógicas, desde lo simbólico, lo sociopolítico y lo cultural, en un lugar donde las destrezas de cada uno pueden potencializarse a partir de lenguajes comunicativos tales como el hip – hop, el videoclip, el baile, la fotografía, las líricas. En fin, apostamos por voces, conocimientos y preocupaciones reales, por una justicia desde la mediación y no desde la exclusión en la que las medidas de responsabilidad no sean unilaterales y sean menos punitivas.

Los territorios para IDIPRON son puntos de partida para construir justicia juvenil y no lugares de riesgo del que deben sacar a la juventud para “protegerla”, como planteaba la situación irregular. Se entiende que es precisamente en sus barrios y territorios donde las redes que les envuelven deben fortalecerse, en una búsqueda por la prevención y la defensa a partir de la construcción de confianzas, pilar que orientó la concepción de seguridad humana durante esta administración.

Para las y los asistentes al CAAJJ pensar una ciudad justa y una justicia en general pasa por replantear geográficamente los lugares que habitan: “para que hagan justicia deberían mandar a la gente del sur a vivir en el norte y a los del norte al sur por un día, para que entiendan...” Pero también pasa porque el Estado se haga cargo de los jóvenes “dándonos plata y dejando de robar tanto”; “el gobierno debería dejar de robar tanto y darnos la plata en obras como jóvenes en paz... pero si sigue robando y nos sigue dejando plata, pues que lo siga haciendo, siempre y cuando se vean los subsidios” (Grupo focal realizado en el CAAJJ el 10 de agosto de 2015).

5.2.5. Así funciona el CAAJJ Concretamente, una primera diferencia con los Centros de Atención Especializada del SPRA tiene que ver con el enfoque médico-preventivo. Se entiende que prevenir durante la adolescencia el ingreso al Sistema es prevenirle del consumo y abuso de sustancias psicoactivas. Como han indicado ya varios estudios internacionales, existe una correlación marcada entre inicio del consumo e inicio de la actividad delincuencial94. Así, se privilegia la atención en salud porque se parte de una concepción ecológica del joven en tanto sujeto de derechos. La palabra clave, insistimos, es prevención. No podemos desconocer que las condiciones materiales de existencia determinan los entornos en donde podemos ser irradiados por las diversas convenciones culturales: no es lo mismo fumarse un porro en el Bronx que en una discoteca de la calle 82. Si se entiende que cuerpo y mente van como se desea, el entorno tendrá que ir así. No se trata de prohibir o esconder, sino de acompañar.

El Centro “se caracteriza por el apoyo psicoafectivo, sociolegal, de mitigación y reducción del policonsumo de SPA todo orientado al fortalecimiento de capacidades para la garantía 94 Véanse por ejemplo los hallazgos al seguimiento que se le hace a más de 1300 jóvenes tocados por el sistema de Justicia Juvenil estadounidense, en el reporte “The pathways of desistance” disponible en http://www.njjn.org/uploads/digital-library/Pathways-to-Desistance-Findings-and-Implications-9-11-12_FINAL.pdf Consultado Agosto 10 de 2015, 10:48 am.

178

Juventud, paz y política pública

y el ejercicio de los derechos de los NNA”95. No es un centro jurídico en el sentido estricto, pero sí articula la atención en justicia con un enfoque pedagógico. Es clave entender, por ejemplo, que el Centro no ofrece asesoría técnica a los casos penales, pero sí construye puentes de interlocución entre los diversos actores del SRPA, como también abre rutas de atención preventivas y de orientación para quienes están cerca a las realidades criminales y/o quienes ya están dentro, con voluntad de abandonarlas. Es un lugar donde las destrezas de cada uno pueden potencializarse a partir de los mismos lenguajes comunicativos de sus entornos, así como también desde sus conocimientos y preocupaciones. Es, en fin, una apuesta para construir una justicia juvenil, mas no una Justicia para jóvenes.

Su accionar pedagógico se enmarca en la denominada pedagogía de la presencia, que básicamente “reconoce que en el trabajo con los jóvenes el camino más fértil es hacerse presentes de manera constructiva, no invasiva ni autoritaria, rompiendo con sutiles formas de ejercer control y violencia. Se trata de propiciar experiencias positivas, de acompañar un crecimiento autónomo y de impulsar a los jóvenes en la construcción de su propia identidad personal y su poder emancipatorio que busca potenciar la capacidad de escoger, sobreponerse, adaptarse y recuperarse a las adversidades de la vida y reconstruir sobre ellas”96.

Como se trata de un ejercicio para des-criminalizar a adolescentes y jóvenes, se entiende que parte de los entornos de quienes asisten son sus círculos próximos: amigos/as, familia, vecinos/as. Particularmente se propone que la prevención sea universal, es decir, que también se reciban personas que no estén dentro del SRPA pero que, según sus realidades barriales y según la propia convicción de querer asistir, también entren en el foco de prioridades del CAAJJ. La o el joven que empiece un proceso dentro del Centro, debe acometer 4 pasos según sus necesidades: ingreso al proceso de atención preventiva, proceso de atención integral, acompañamiento y seguimiento, y egreso y apoyo a oportunidades.

En el primero, la persona conoce de qué va el CAAJJ, ubicándosele en su barrio, o en el colegio, o a la salida de Centro de Atención Especializada para Adolescentes – CESPA –, o por el voz a voz. Si logra acercarse por voluntad propia, se avanza al segundo estadio, en donde se registran a él o ella y a su familia. En adelante se invita a tomar el diagnóstico o tamizaje, en donde se verifica si existe riesgo leve o moderado de presentar consumo problemático.

De ser así, se puede incorporar a los espacios que ofrece el Centro por 3 meses (ciclo corto) o 6 meses (ciclo largo). Durante esos tiempos la idea es asistir diaria o semanalmente a la Unidad de Medicinas Alternativas –UMA–, como también a las actividades formativas y complementarias. Quien termina el proceso pasa a llamarse coloquialmente “egresado” y se va incorporando a otras estrategias del IDIPRON que se especializan en el apoyo a la sostenibilidad. Aquí es importante mencionar el trabajo en conjunto con otros dos frentes de acción del Instituto: Misión Bogotá y Jóvenes en Paz. Actualmente, y como respuesta a 95 Según presentación del “Balance gestión Proyecto 969 ‘atención integral y Preventiva a adolescentes en conflicto con la ley’”.

96 Ordóñez (2014). Pág. 61.

179

necesidades de los miembros de estos programas, el Centro abre sus puertas a participantes mayores de 18 años, entendiendo a su vez que aquellos espacios están priorizados para la recepción de personas interesadas en terminar sus estudios o trabajar.

El modelo preventivo y terapéutico de las actividades formativas consiste en participar en talleres de acompañamiento psicopedagógico. Los proyectos que resultan de cada taller deben tener un sentido pedagógico y deben estar ligados a una reflexión sobre la situación que atraviesan los jóvenes y las vivencias que les rodean. Por lo mismo deben orientarse hacia el impacto colectivo. Este accionar complementa el acompañamiento individualizado del Plan de Atención Integral –PAI–, puesto que se enfatiza la dimensión colectiva de los productos de taller y, en fin, del reacomodamiento de la vida que cada quien asume.

La estructura operativa del Centro, de acuerdo a los ejes de trabajo, se presenta como una red integral que recibe a las y los jóvenes de acuerdo al peldaño en el que estén, o de acuerdo a sus necesidades. Durante la asistencia al Centro ellas y ellos cuentan con el acompañamiento permanente del equipo de convivencia, encargado de mantener la interacción pacífica, el orden y la integridad física de todas y todos. Los profes de convivencia tienen contacto permanente, diario, con los asistentes en salones, zonas deportivas, talleres y áreas comunes en general; pueden organizar los grupos según necesidades, como también pueden acompañar los procesos individuales de cada quien en cada uno de los pasos de la atención preventiva.

La Unidad de Enlace se planteó inicialmente desde dos equipos: aquel que acompañaría las rutas de acceso a la justicia ubicando a las y los jóvenes en la etapa de su proceso y explicándoles las etapas que tendría entre otras tareas, el desarrollar talleres sobre derechos humanos y legislación juvenil; orientar temas referentes al abuso policial, batidas ilegales, objeción de conciencia, dosis personal; y, principalmente, conectar con espacios de interlocución alternativos con los actores del SRPA involucrados en los casos. El apoyo del equipo jurídico responde a la necesidad de solucionar dudas sobre el componente penal del sistema; por ejemplo, se orienta hacia quienes han huido de las citaciones o de las órdenes judiciales, que generalmente se van acumulando antes de cumplir los 18, convirtiéndose en pesados prontuarios que criminalizan antes de buscar cualquier empleo (Arles Nova) El segundo equipo trabaja principalmente en contactar a las y los jóvenes que se encuentran privados de la libertad en los CEA. A través de trabajos interinstitucionales con la administración de estos lugares –más cercanamente con los Terciarios Capuchinos Amigonianos– en donde los profesionales conversan con los jóvenes interesados sobre otras opciones para sus vidas una vez terminada la privación de libertad. Como es un equipo que ha venido conociendo de primera mano las realidades de los entornos de cautiverio, su trabajo también ha acompañado la denuncia de las condiciones de hacinamiento en el CESPA y en los CEA a nivel distrital. Es un equipo que trabaja, en fin, para prevenir la reincidencia97.

97 A mediados de 2015 varió la composición organizativa de la Unidad de Enlace, dado que el segundo equipo se incorporó al

180

Juventud, paz y política pública

Aunque, la Unidad de Referencia profundiza los servicios que ofrece el equipo jurídico, se ha desarrollado como otra unidad autónoma y compuesta exclusivamente por abogados especializados, en la que la referenciación de oferta institucional y la orientación jurídica son los ejes de atención. Siendo conscientes de los límites estratégicos del CAAJJ, esta unidad responde a la necesidad de plantearle al asistente al CAAJJ rutas de acceso a la oferta del Distrito una vez haya egresado de su proceso, o cuando lo esté sobrellevando y necesite atención jurídica en asuntos de defensa de su ciudadanía tales como: “maternidad y paternidad adolescente; servicios de salud y/o respecto de sus derechos como pacientes; servicios a víctimas de violencia doméstica o intrafamiliar; servicios a víctimas de desplazamiento forzado; servicios a víctimas de violencia y/o explotación sexual; servicios a población LGBTI; promocionar el acceso a una educación adecuada; orientar en materia de obtención de documentos de identificación y/o libreta militar; orientar en cuestiones de derecho de familia (pensión alimenticia, filiación, etc.); y orientar en materia de empleos” (Ordoñez, 2014; 76).

La Unidad de Círculos de Afecto ha sido inspirada por los “Círculos de Paz” de Costa Rica, en los cuales familia, vecinos/as y amigos/as del infractor se sientan en círculo junto con funcionarios públicos y miembros de la comunidad, para conversarle y escucharle, en un rito que no busca lo punitivo sino un acuerdo reparador entre las partes, como forma de curar ese daño al cuerpo social (Ordoñez, 2004; 76). Estos círculos buscan re-conectar igualmente a las y los jóvenes con sus barrios y entornos. Para aquel que entra en el proceso, se involucran dos equipos de profesionales que van ajustándose de acuerdo a sus necesidades: el primero participa en la construcción individualizada del seguimiento que se hará más en adelante, dándole un lugar central a la participación de las familias y/o allegados, con quienes se interactúa por medio de encuentros familiares y visitas a sus hogares. El segundo equipo, ‘estrategia de territorio’, opera directamente en los barrios como observador de entornos, interventor de los mismos a través de talleres de Justicia Restaurativa, y frente de contacto en la comunidad con quienes deseen participar en los Círculos de Afecto.

Siendo que no todas y todos los jóvenes tienen el mismo nivel de escolaridad ni los mismos entornos, esta Unidad actúa en los territorios si el desplazamiento al CAAJJ se dificulta por alguna razón, o si las alianzas con jóvenes organizados exigen acoplarse a las dinámicas territoriales de sus procesos. Aquí debe resaltarse la alianza estratégica que se mantiene con ‘Armemos Parche’, otra estrategia del IDIPRON que trabaja procesos sociales juveniles en los barrios: se contactan personas interesadas en ingresar al CAAJJ a través de ellos, y a su vez se fortalecen los procesos organizativos a partir de los Círculos (Ordoñez, 2014; 76).

La Unidad de Mitigación del Daño por Consumo de Psicoactivos (UMA) surge para atender principalmente a adolescentes con problemáticas de consumo de sustancias psicoactivas y quienes han entrado al SRPA por porte o consumo en áreas públicas. Como no existe una observación debida del derecho a la dosis mínima, muchos jóvenes son capturados naciente equipo de Justicia Restaurativa del IDIPRON, el cual consiste en la suma de profesionales y abogados en el tema que atienden casos de conflictos y faltas en las UPI y en el programa Jóvenes en Paz.

181

porque se les encuentra ‘algo’ en los bolsillos y no porque estén comercializando, por ejemplo, aunque aquí es clave reconocer, sin embargo, la existencia de los ‘carros’: personas que son utilizadas para entregar encargos de drogas y que generalmente son menores de 14 o 15 años porque se estima que no generan sospechas. De modo que para 2013, el 31% de las y los adolescentes en conflicto con la ley tenían cargos por “tráfico, fabricación o porte de estupefacientes”, siendo la segunda causa de ingreso en Bogotá (Ordoñez, 2014; 24)98.

La unidad entonces, fue desplegada para atender a jóvenes con situaciones de abuso de sustancias psicoactivas o de policonsumo, es decir, de abuso de dos o más sustancias mezcladas, o mediante el paso frecuente de una sustancia a otra. Esta la propuesta bandera del Centro en tanto innova desde los principios de un buen vivir juvenil junto con la dimensión de salud pública que acarrea el consumo, ya no entendido éste como un factor de inseguridad o de riesgo que debe reprimirse en los cuerpos y en las calles. El Centro comprende a las y los jóvenes como personas holísticas, diversas, plurales, no peligrosas.

El enfoque terapéutico se ha construido a través de un procedimiento de atención en el que por primera vez se han involucrado elementos de medicina tradicional china –MTCh– para enfrentar lo que se conocen como disarmonías energéticas o síndromes zheng, junto con elementos de la Medicina General occidental99. El procedimiento de atención consta de cinco momentos: tamización de riesgo para consumo de alcohol, tabaco y otras drogas con el instrumento ASSIST versión 3.1 (según la Organización Mundial de la Salud); valoración inicial por medicina general; valoración inicial por salud mental (psiquiatría, psicología); valoración inicial por medicina tradicional china; y valoración inicial por osteopatía craneosacra.

Como se trabaja desde la diversidad y la pluralidad, se enfatiza también en la prevención universal, es decir, en la posibilidad de retardar el inicio del consumo en jóvenes con o sin casos penales, para evitar afectaciones en procesos cognitivos que, en el intervalo vital de la adolescencia, están tomando forma tanto socioculturalmente como neurobiológicamente. La estrategia de mitigación, que inicialmente fue pensada para atender casos críticos de consumo, fue abarcando a población con estos perfiles. El trabajo fue ampliándose también a trastornos depresivos o tendencias suicidas, en un ejercicio que buscó nutrir el conocimiento sobre la drogodependencia y sus efectos, pero que no tiene por finalidad reemplazar el sistema de salud al que cada uno debe pertenecer por derecho (Ordoñez, 2014). Durante 2015 los procedimientos internos de la Unidad no sufrieron mayores ajustes respecto a la reorganización general, logrando articularse como centro de tratamiento al consumo ya no solamente de menores de 18 años, sino también para participantes del programa Jóvenes en Paz. 98 Los datos son obtenidos de las bases de datos del ICBF. 99 El enfoque de la MTCh ha demostrado ser efectivo en el tratamiento de ansiedades y síndromes de abstinencia relacionadas con el consumo de sustancias psicoactivas durante las últimas décadas a nivel mundial. Emplea técnicas terapéuticas tales como acupuntura, Tai Chi, hierbas, moxibustión, entre otras. Para profundizar remitirse a la presentación de Héctor Rojas, jefe de la Unidad de Mtigación del Consumo, disponible en http://issuu.com/acciontecnica/docs/IDIPRON_969_en_semana_spa_26-03-14 Consultada Agosto 14 de 2015, 12:40 pm.

182

Juventud, paz y política pública

La Unidad de Pedagogía es la encargada de acoger a las y los jóvenes en el enfoque preventivo, pero ya no desde el criterio de salud, sino de convivencia enfocada en la adquisición de conocimientos. Igualmente se concibe este enfoque como universal, es decir, como estratégicamente dirigido a jóvenes que estén y no en el SRPA. De este modo que se concertó una propuesta de trabajo con la Secretaría de Educación Distrital, que buscó acoger también a las y los estudiantes de colegios públicos que han incurrido en faltas graves o en prácticas socialmente dañinas, estipuladas como tales en los Manuales de Convivencia de los establecimientos educativos, y que son consideradas “de agresión escolar” de acuerdo a la Ley de Convivencia Escolar100.

Con esta estrategia se encontró que quienes tienen más conflictos de convivencia, tienden a encarrilarse en la delincuencia y/o a abandonar sus estudios (Ordoñez, 2014).

En este marco, la Unidad opera como una alternativa desde la justicia restaurativa frente al accionar los colegios y escuelas. Como se trata de complementar y no de reemplazar, un eje de trabajo sobresaliente tiene que ver con la elaboración conjunta de los manuales de convivencia que regirán para cada establecimiento, lo cual es un insumo fundamental para invitar a la reflexión sobre la legitimidad de las normas en el aula.

Finalmente, es importante señalar que los contenidos que se socializan en los talleres pedagógicos del Centro están sintonizados con los de la justicia restaurativa y se actúa en llave con el equipo jurídico con los talleres sobre derechos humanos, legislación juvenil, dosis personal y demás. Con esta orientación didáctica se ofrecieron durante 2014 talleres de oficios como carpintería, artes gráficas, sistemas, audiovisuales, composición de rap, culinaria, actividad física y lúdica con énfasis en artes orientales como el Tai Chi. A las y los participantes se les invitaba a elaborar proyectos colectivos inspirados en las reflexiones propuestas en estos espacios. En 2015 se reorientó la oferta debido a dos factores, principalmente: las desigualdades en los trasfondos educativos de los asistentes, y el advenimiento del programa Jóvenes en Paz, en donde el CAAJJ opera como una plataforma de recibimiento de futuros participantes.

5.2.6. Logros, retos, desafíos Existe una crisis en la forma como los jóvenes asumen la autoridad. Edgar Ardila (2015) nos insiste, por ejemplo, en que el poder es el principal emanador de ejemplo para las y los jóvenes. Si contamos con líderes políticos “con un estilo pendenciero” dice, también entenderemos que la autoridad debe imponerse rudamente a través del discurso y sin demasiada capacidad de interlocución pacífica. Lo otro es que “las mismas autoridades no se creen entre ellas, puesto que es imposible que una autoridad le colabore a la otra. Por 100 Promulgada en 2013, la Ley 1620 busca reglamentar el Sistema Nacional de Convivencia Escolar, que articula “mecanismos de prevención, protección, detección temprana y de denuncia ante las autoridades competentes, de todas aquellas conductas que atenten contra la convivencia escolar, la ciudadanía y el ejercicio de los derechos humanos, sexuales y reproductivos de los estudiantes dentro y fuera de la escuela.” http://www.mineducacion.gov.co/1621/w3-article-322486.html Consultada: Agosto 12 de 2015, 7:37 pm.

183

ejemplo, la policía le entrega un expediente a la Fiscalía y dicen ustedes verán qué hacen”.

Así, la policía queda como el órgano estatal que “sí cumple”, mientras que el sistema jurídico se percibe ineficiente, lento, e incluso intervenido por la guerrilla o los paras.

No es raro escucharles a los jóvenes en el CAAJJ que es necesaria una represión o una autoridad más fuerte, o incluso que “la justicia no existe”. Existe una confusión entre “garante de las normas” y “de quien emanan las normas”. El populismo punitivo y nuestro contexto local de profunda violencia, presionan a la opinión pública a percibir a las ramas del poder público –y el Estado que interlocuta a través del papel– como ineficientes o corruptas. Gana legitimidad el Estado enfierrado –el de la fuerza pública– porque asume su rol de “imponer justicia” por las armas para enfrentar las causas de la inseguridad, o sea, de la injusticia. En este marco, una ciudad vigilada se entiende como una ciudad justa; la protección se entiende no como prevención sino como control.

Con todo esto, un gran avance es que quienes van al CAAJJ han encontrado que considerárseles “raticas” o “pillos” es producto de una estigmatización, es decir, de una representación que atenta con ellos y que ellos no siempre quieren. Muchas veces estas etiquetas ayudan a sobrellevar dinámicas violentas en los barrios porque se juega a la justicia de la fuerza de las armas y no a la de los argumentos –justicia restaurativa–.

IDIPRON ha permitido que la palabra y la capacidad de argumentación sean formas de mediar y de exigir ante el sistema jurídico y ante la comunidad, por ejemplo a través del arte urbano, del teatro, de la recuperación de espacios públicos; entonces, “picar de malo metiendo miedo” es cada vez menos una opción para “hacerse respetar”.

Los jóvenes están conociendo que existen derechos que les defienden en el desarrollo de su personalidad, tales como la dosis mínima o la objeción de conciencia. Por esa vía, algunos elementos del desarrollo de la personalidad ya no los perciben como “conductas punibles” o “peligros para la sociedad”. Sin embargo, para muchos es confuso defender estas prácticas en la cotidianidad porque, en sintonía con la crisis de cómo se asume la autoridad del populismo punitivo, la responsabilidad y el cuidado individuales -más no necesariamente los colectivos- suelen privilegiarse allí donde el Estado enfierrado les interviene, por ejemplo, con requisas o con batidas: “Yo, Estado soberano, tengo el derecho y el deber de llevármelo por su propio bien y por el de la ciudad”. Son prácticas y expectativas aún vigentes del enfoque de situación irregular. “La pena” corre el riesgo de convertirse en una “venganza institucionalizada”.

Más bien, alertamos que el enfoque de derechos se encuentra erosionado y que así no será posible hablar de paz con nuestros jóvenes porque la credibilidad de los espacios de interlocución está rota. Un reto vigente para la ciudad sería, entonces, que las principales entidades en donde en el Estado debería manifestarse garantista y lo hace enfierrado, funcionaran como centros de justicia juvenil. Estamos hablando de las UPJ, las URI y los mismos CEA. Una ciudad que encierra se está devorando a sí misma y está generando en el cautiverio verdaderos criminales de profesión a edades cada vez más tempranas.

Quienes huyen de las sanciones durante su adolescencia, llegan a los 18 con un montón 184

Juventud, paz y política pública

de deudas con la ley, que les arrastra a ser judicializados ya como adultos, en condenas sumarias y privación de la libertad con el peso legítimo del Estado penal.

Igualmente, la respuesta articulada del Estado debería estar al servicio de cubrir necesidades de reconocimiento y redistribución allí donde las cosas cotidianas ocurren: cortes de agua, conflictos entre vecinos, abuso policial. Vale la pena advertir, sin embargo, que, aún con las entidades mencionadas funcionando como centros de justicia juvenil, la ausencia de un organismo rector impide que el SRPA actúe ordenadamente y se conecte con su principio restaurativo, en vez de simplemente guiar la respuesta penal de los operadores (Arles Nova 2015).

5.3. Las y los jóvenes como constructores de paz: uno de los grandes retos de la política pública de juventud La escritura de este capítulo se enmarca en el proceso de negociación para la firma de un acuerdo de paz con las FARC y en un momento en el que la esperanza está más viva que nunca. El pueblo colombiano reclama la finalización del conflicto armado, un proceso de justicia transicional acorde con los estándares internacionales, y la posibilidad de construir paz activamente, en lo que se denomina posconflicto, desde los territorios, sus procesos organizativos y, sobretodo, en la cotidianidad. Allí será vital el papel de todas y todos los ciudadanos sin prejuicios, sin censura, y con una apertura completa hacia su creatividad y capacidad transformadora.

En las reflexiones que le competen directamente a Bogotá y a su juventud, varios temas se van mezclando; cómo apoyar a las y los jóvenes que se desmovilizarán de la guerrilla; cómo responderle a las y los jóvenes que han sido víctimas del conflicto armado; cómo articular en estos procesos a las y los jóvenes que son víctimas de las violencias sociales y económicas vividas históricamente en el país; cuál debe ser el lugar de las y los jóvenes en las Fuerzas Armadas que ya no deberán articularse en torno a la guerra; cómo atender los entrecruces dados entre las violencias urbanas y las dinámicas del conflicto armado; cómo formar a las y los jóvenes para la solución no violenta de los conflictos; o cómo garantizar espacios para su real participación e incidencia en las agendas del posconflicto.

Como sea, lo que parece indiscutible es que la próxima política pública de juventud de la ciudad deberá encarar estos y otros retos, dibujándose como una política para el posconflicto, o, al menos, como una que lo incluya de forma decidida. En el marco de la Bogotá Humana, en la cual la lucha contra la segregación y la exclusión ha sido una estrategia básica para avanzar hacia la paz, las estrategias del IDIPRON que han sido presentadas en este capítulo y en el capítulo 2 (Programa Jóvenes en Paz) dejan algunas puntadas que creemos es importante retomar en la discusión tanto de esta política pública de juventud como de las agendas para la paz con enfoque de juventud.

185

Fotografía: Sergio Cárdenas

De manera especial y en relación con el conflicto armado, habrá que tener en cuenta que hay una fuerte fractura entre el contexto nacional y el entorno barrial bogotano, que desliga la lectura territorial local de factores como la presencia de grupos armados ilegales, el microtráfico y delitos como ejecuciones extrajudiciales, desaparición forzada, reclutamiento forzado y desplazamiento intraurbano por amenazas que afectan de manera profunda a la población joven.

Asimismo, habrá que recordar que la actual exclusión de la población joven de la ciudad de los procesos sociales, económicos y políticos está profundamente marcada por los sentidos dominantes que signan al sujeto joven con una marca de riesgo y peligrosidad, bien sea porque se le asocia con una vulnerabilidad innata o porque se le inscribe de facto como protagonista de las violencias y la criminalidad. Más aún, si este sujeto joven se asocia con la pobreza y la marginalidad. Esta mirada, que ha permeado las políticas públicas dirigidas a la juventud, otorgándoles un horizonte de contención, no sólo limita –o imposibilita- las articulaciones de este grupo poblacional con los otros, sino que fomenta prácticas de represión sobre las y los jóvenes, y dificulta que sus voces sean escuchadas en la esfera pública.

En las últimas décadas, la palabra joven se ha venido asociando indistintamente con fenómenos como el vandalismo, la delincuencia o el uso de sustancias psicoactivas; hoy en día, cuando se le pregunta a los ciudadanos comunes y corrientes sobre el origen de los problemas que los aquejan a diario, muchos no dudan en señalar a los jóvenes como sus responsables directos, la mayoría de las veces sin siquiera reflexionar. Su respuesta automática es un reflejo de la concepción errónea, injustificada, pero lamentablemente cada vez más arraigada, de considerar la palabra joven como un sinónimo de violencia (Cuervo, 2015, 10 de julio).

No obstante lo anterior, los actuales discursos sobre el posconflicto y la paz le dan un lugar central a las y los jóvenes, bien sea porque se enfatiza su condición de víctimas del conflicto armado y de las violencias estructurales que en últimas lo han sostenido, o porque se les presenta como los principales protagonistas en la ejecución de las agendas del posconflicto y en la construcción de la paz. En los dos casos, las condiciones de posibilidad para el posicionamiento de la población joven como actor de la paz requieren la transformación de esa mirada que los define desde el riesgo y la peligrosidad. En este marco, enfocar la política pública en la dimensión cultural es un asunto central.

Lo que el IDIPRON propone en su proyecto pedagógico y siguiendo los lineamientos de la Bogotá Humana, es reconocer a los y las jóvenes como sujetos de cambio social con quienes la institucionalidad debe interlocutar a través de relaciones horizontales y de cooperación, y, sobre todo, para quienes debe garantizar el respeto y ejercicio de sus derechos y las condiciones requeridas para el ejercicio pleno de su ciudadanía. Por ello, las estrategias institucionales que se han presentado llaman la atención ante la necesidad de articular las acciones de la política pública en al menos tres dimensiones, que adquieren características particulares cuando se ponen en relación directa con la paz: la prevención, la reparación y restitución, y la transformación o creación.

188

Juventud, paz y política pública

Previniendo violencias y la vulneración de derechos No como acciones dirigidas a la niñez o a los jóvenes en riesgo de… como medida de contención para que ellos no caigan en… o sean el problema, sino entendiendo que la solución de las problemáticas que dañan a las y los jóvenes o vulneran sus derechos es una responsabilidad social. Se trata, entonces, de una apuesta por la construcción de redes protectoras de los derechos que al movilizarse abren nuevos escenarios para la gestión de los proyectos de vida individuales y colectivos de las y los jóvenes.

En este escenario, enfatizamos la importancia de reconocer a los territorios y sus comunidades como constructores de paz, fracturando la estigmatización que se impone sobre ciertos territorios de la ciudad y la imagen de sus comunidades como amenaza permanente para las y los jóvenes que allí viven –o al contrario –. Si bien no se puede negar la existencia de conflictos y violencias que amenazan de manera directa a la población joven, la propuesta es hacer frente a ellas por medio de la movilización de otras formas de relacionamiento entre la población joven y los otros actores comunitarios; así como desde las y los jóvenes con sus territorios.

El torrente de demandas que van a abrirse en el posconflicto va a superar cualquier tipo de acuerdo que formule el Congreso. El aprendizaje puede ser una forma de decir que una sociedad está lista para reconocer y para encontrarse con los otros que así como los chicos de jóvenes en paz nos ha pasado a todos; esos otros que eran los excluidos, que era las caras que nos hacían cuando los llevábamos a la Alcaldía con expresiones como ¿ésta gente qué hace aquí? Y eso va a pasar y en escalas distintas y en magnitudes mayores cuando sucedan los acuerdos. El aprendizaje también es saber cómo nosotros hicimos para que la gente aceptara, o por lo menos los tolerara, y no los expulsara; esa es una lección mínima del tema de la convivencia frente a diálogos de paz que hay que abrir, pues es una cosa que ya estamos midiendo todos y todas y nosotros el papel de mediadores (Grupo Focal, 16 de julio de 2015).

El posconflicto implicará la transformación de la cultura y la sociedad, pues el conflicto prefigura deseos, sensaciones, formas de ver el mundo que los jóvenes han interiorizado a través de una “cultura mafiosa”. Así mismo, llamará a un conocimiento de derechos, a un proyecto de ciudadanía juvenil, a un proyecto de construcción de memorias.

De esta manera entendemos la paz en Colombia, esa que se debe aterrizar en el barrio y en el guetto, la que se construye sobre el reconocimiento de la diversidad y la diferencia de pensamiento, gusto, estéticas, visiones del mundo, sobre la destrucción colectiva de las barreras invisibles que nos confinan a la exclusión social y sobre la edificación de un tejido comunitario, que ofrezca a los niños y jóvenes un contexto que les permita pensar en futuro donde su realización dependa de sus capacidades y sentires y no de su capacidad económica (Ponencia Foro Jóvenes Actores de paz, septiembre 2015).

Reparando daños y restituyendo derechos Reconocer a las y los jóvenes que han sido afectados por las violencias múltiples y multicausales que atraviesan la ciudad como víctimas es importante para una agenda 189

de posconflicto y algo nuevo para la política pública, dado que ésta suele centrar su atención en la prevención. Esto también supone una transformación en la forma en que se representa actualmente al sujeto joven (pobre y marginado) como peligroso, delincuente o victimario, e implica un desplazamiento de la mirada para ya no enfocarse en estas y estos jóvenes como responsables de una falta o un delito (reales o potenciales), y, en consecuencia, en su señalamiento y en su castigo (ante un acto cometido o ante su posibilidad), sino en la transformación del conjunto de condiciones que motivan esa falta.

De manera especial, es importante que la política pública así entendida se fundamente en las particularidades de la experiencia de juventud para definir las acciones de restitución y reparación. Por ello, asuntos como el acceso a la educación –sobre todo la superior-, a un trabajo digno, a espacios de desarrollo artístico, tecnológico y cultural, y a escenarios de incidencia política son vitales.

Es desde la transformación de la forma como vemos a aquellos jóvenes que no suelen ser tocados por la política pública ni asumidos por la sociedad –porque su visibilidad pública sólo está dada a través de un estigma- y desde la creación de nuevas oportunidades para el desarrollo de sus capacidades, la construcción de sus proyectos de vida –los que realmente desean- y el ejercicio de sus derechos que los reconocemos como jóvenes constructores de paz.

La estrategia territorial de la Escuela Popular Itinerante (EPI) ha sido clave para pensar el acceso a la educación en y desde los territorios. Así mismo, Jóvenes en Paz y el Proyecto de Justicia Juvenil se han ubicado en la discusión frente a jóvenes con altos grados de vulnerabilidad, en conflicto con la Ley o en riesgo de estarlo; así, jóvenes con múltiples obstáculos para el acceso a sus derechos y sin mecanismos de exigibilidad son quienes se han visibilizado en el marco de esta gestión de política pública de juventud.

Los avances del IDIPRON en el trabajo con la juventud se convierten hoy un gran reto: el reto por construir una ciudad diferente, en la que todas y todos tengan cabida. Este capítulo expone y visibiliza la apuesta del Instituto por promover, respetar y garantizar los derechos económicos, sociales y culturales a través de la inclusión de jóvenes que han sido marginados de escenarios como la escuela y la familia, y quienes hasta el momento sólo habían recibido la represión como respuesta estatal. Así, las estrategias aquí presentadas dan cuenta de los esfuerzos institucionales por superar el enfoque de riesgo, posicionando a las y los jóvenes como actores constructores de paz con justicia social.

Transformando realidades y creando una ciudad justa A pesar de los avances normativos, en Bogotá las y los jóvenes aún carecen de un lugar protagónico en la construcción de la agenda y vida pública de la ciudad, que es, precisamente, lo que se les demanda en los discursos que actualmente circulan en perspectiva de posconflicto. De hecho, muchas de sus propuestas y prácticas de 190

Juventud, paz y política pública

transformación carecen de una real incidencia política en el nivel macro –en donde aún se decide por ellas y ellos- y son deslegitimadas socialmente en tanto no se consideran políticas. Esto, de nuevo, es más crítico con quienes se encuentran en situación de pobreza o de marginalidad.

Las respuestas de la población joven ante esta situación a veces son de reacción, de ensimismamiento o de abierto choque, lo cual también va limitando desde su lado las posibilidades de inclusión en la esfera pública y de articulación con otros jóvenes, actores sociales o grupos poblacionales. Así las cosas, es importante que desde la política pública se definan estrategias que fortalezcan el respeto hacia los otros, la posibilidad de construir acuerdos desde la diferencia, la capacidad de resolver conflictos de manera no violenta y la apertura a la creación de nuevas formas de vida colectiva. Reconocer al otro desde la creatividad, el debate, el trabajo en colectivo, la solidaridad y la divergencia son aspectos claves para una sociedad democrática y en paz. Esto pasa por entender que por medio de la movilización social juvenil y en sus prácticas cotidianas, las y los jóvenes se comprometen en luchas diversas, pues encarnan problemáticas y violencias en todos los niveles, pero también soluciones.

Es desde aquí que planteamos la importancia de posicionar un enfoque de reconocimiento como orientador de la política pública. Allí cobra sentido un proyecto pedagógico como el del IDIPRON que promueve la pedagogía crítica y la justicia restaurativa para pensar la paz con garantías sociales, y apoyando procesos liderados por los mismos jóvenes: “Para construir paz es necesaria una conciencia crítica, coherente con la acción, que evite la corrupción y la desigualdad que causa la guerra, es la necesidad de entendernos como un pueblo” (Jaguar Rojo, 2015).

Teniendo en cuenta lo anterior, habría que señalar un toque de “afecto” en todo lo que se ha hecho en el IDIPRON, que contrasta con la caridad pero se hermana con lo humano, el humanismo y lo sensible cuando se logra dejar de ver al enemigo como el objeto de la violencia y la muerte, para verlo en la dimensión de lo afectivo, del comunicar, de intercambio de objetos y de símbolos, de la cultura en ebullición. Ese ha sido un sello interesante porque nuestra sociedad está acostumbrada a construir desde el odio, la ira, la venganza; así cuando te miran a los ojos, o te ofrecen una mano, o te dan un beso muchas cosas cambian. Unas caricias semanales y unas dulces palabras de las médicas, los profes o los parceros ayudan a aflojar las tuercas de la guerra y de las violencias.

Las estrategias de Jóvenes en Paz y el CAAJJ fueron pensadas y construidas en contravía a lo existente, es decir, fueron pensadas para adelantar trocha frente a los renovados esfuerzos por la paz política, económica, social e integral. Las raíces del tema se encuentran en otras guerras seguramente similares a las condiciones actuales, pero estructurales en la sociedad y el Estado. Estado, sociedad e instituciones aceitadas con el óxido de la guerra y la exclusión. Tenemos a la mano las subculturas del facilismo, el truco, la muerte y la “mía”. Todas con sistemas complejos de reproducción y justificación.

Entonces, lograr que no se repita o se reduzca el impacto que deja desengranar algunas 191

estructuras de guerra limpia, sucia, legal, ilegal y todas juntas, requiere audacias, requiere que se lancen globos y se recojan las gotas condensadas en vasijas delicadas. Todo esto es un ejercicio de creer en las humanidades, en la construcción de sujetos que se rehacen y no sólo en agencias autómatas que reproducen los determinantes que otros diseñan.

Sí hay unos paradigmas que deben romperse y muchos de ellos a costa de la decencia del discurso y las formalidades.

192

Juventud, paz y política pública

Capítulo 6

Narrando las experiencias del IDIPRON desde las voces de sus gestoras y gestores Este aparte recoge las narraciones de las estrategias y programas del Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud – IDIPRON que fundamentaron los contenidos de este libro, desde las voces de quienes han liderado en los últimos cuatro años de gestión. Además de las especificidades de cada estrategia y programa, nos interesa dejar explícito el carácter de pluralidad y de construcción colectiva que da forma al proyecto pedagógico de la entidad.

6.1. Más allá de las cifras: una apuesta para que las y los jóvenes construyan paz Por: Sandy Viviana Morales Serrato La estrategia Jóvenes en Paz responde a la necesidad de reconocer a jóvenes que han habitado la ciudad desde los límites; desde las fronteras de la visibilidad/invisibilidad y de la legalidad/ilegalidad; desde el borde y su siempre difuso lugar de definición. Jóvenes en Paz nace como un camino que se construye desde la experiencia del IDIPRON, encaminada a la restitución de derechos y a la dignificación de las diversas formas de ser joven en Bogotá. La experiencia adquirida y el modelo pedagógico se ajustan a un nuevo reto: construir y poner a funcionar una plataforma de formación y acompañamiento integral para empoderar a jóvenes excluidos de la ciudad.

De esta manera inició el recorrido para darle un cuerpo robusto a Jóvenes en Paz, como una estrategia pedagógica que promueve capacidades y habilidades ciudadanas para responder a las problemáticas de segregación territorial, deserción escolar, estigmatización ciudadana, y marginación económica, social y cultural. Esta apuesta ha tenido como fin vincular a mujeres y hombres jóvenes, quienes en Jóvenes en Paz encontraron un lugar para SER; ser escuchados, ser tenidos en cuenta, ser activos, ser promotores de su propio destino. Seres que se han reconocido como sujetos con poder y con responsabilidad en sus vidas, relaciones y territorios.

Volver a los primeros días de la estrategia, recordar los rostros de los primeros jóvenes que se focalizaron; los pasos de los cuerpos sin interés que recorrían las Unidades del IDIPRON, las voces intimidantes y las miradas evasivas, nos invitan a reconocer y valorar 193

la decisión, la acción de hacer parte de y de construir cada día una estrategia que ha enseñado que los jóvenes de la ciudad son más que cifras, más que grupos organizados, más que parches o pandillas; son seres con historias de vidas familiares fragmentadas, con rupturas emocionales, desplazamientos y sucesivas exclusiones, pero así mismo sujetos con sueños, ideas y acciones que ha transformado imaginarios y espacios físicos en la ciudad. Jóvenes en Paz se (re) piensa y construye desde el respeto por la vida que habita un espacio y se encuentra con las y los otros para ser jóvenes que construyen paz.

La implementación a través de las prácticas cotidianas Jóvenes en Paz se diseñó e implementó con base en la práctica pedagógica cotidiana del IDIPRON y se reforzó con el establecimiento de unos procesos de identificación de los jóvenes y con un trabajo previo de caracterización y conocimiento a profundidad de las particularidades de cada participante/beneficiario de la estrategia, permitiendo construir un plan de trabajo y seguimiento desde el área de psicosocial y el área de pedagogía.

El ingreso de los jóvenes implicó el diseño de un primer proceso formativo: el módulo introductorio, donde se desarrollan contenidos e información básica sobre cultura democrática y temas relacionados con capacidades ciudadanas como la diversidad y la resolución no violenta de conflictos, entre otros, que reflejan el compromiso del IDIPRON por una juventud que asume y defiende sus derechos.

En un segundo momento de la estrategia los jóvenes avanzan con su formación académica primaria y secundaria en la Escuela Pedagógica Integral del IDIPRON, o en la vinculación a formación técnica mediante convenios, y seleccionan las Prácticas de Apropiación Territorial (PAT) que sean de su interés; previamente un profesional del equipo realiza una presentación de los campos de formación y práctica entre los que se destacan logística, semilleros de investigación, gestión del riesgo y cambio climático, gestión comunitaria, patrimonio, y gestión y producción cultural. Las bases conceptuales de las PAT se han venido construyendo bajo los lineamientos que la Bogotá Humana ha establecido para cada una de estas áreas. Es importante resaltar que en su inicio se realizaron articulaciones interinstitucionales que permitieran un mayor impacto de las acciones; sin embargo, un programa de la envergadura de Jóvenes en Paz genera temores porque rompe con lógicas tradicionales de segregación, estigmatización y asistencialismo.

En un tercer momento, se proyecta una formación para el emprendimiento y la empleabilidad que permita a los jóvenes contar con información básica y con herramientas para insertarse a las dinámicas productivas en sus territorios, con sus proyectos y/o a través de la oferta disponible. Simultáneamente y como parte del proyecto integral del IDIPRON, se realizan acciones y seguimientos para la garantía del goce efectivo de los derechos de los jóvenes en áreas de salud, psicosocial, mitigación de consumo, aspectos legales desde un enfoque de justicia restaurativa, y otras áreas que las mismas cotidianidades y dinámicas de las vidas de los jóvenes van develando.

194

Juventud, paz y política pública

De tal forma, la estrategia funciona a través de lo que podrían llamarse componentes pedagógicos y ejes transversales, que se articulan para darle cuerpo a un proceso constante de inclusión y fortalecimiento de capacidades ciudadanas. Los componentes responden a la identificación y filtros que la estrategia diseñó con el fin que los jóvenes participantes cumplieran con los criterios para la vinculación; éstos son: focalización, caracterización, pedagógico Inicial (pedagogía para la paz y la convivencia), pedagógico académico (primaria, bachillerato y técnica), pedagógico de apropiación territorial y pedagógico de emprendimiento.

Los ejes son los elementos de articulación y complementariedad de la estrategia, son las bases que el IDIPRON viene consolidando bajo su modelo de intervención y que en Jóvenes en Paz se fortalecen para hacer efectiva la garantía de derechos: eje psicosocial, eje de mitigación, eje de salud y eje de asesoría legal.

Cada componente ha sido liderado por equipos de profesionales que han estructurado, ajustado e implementado acciones que se vienen reconfigurando desde la práctica y las realidades de las y los jóvenes.

Una estrategia que hace visible a otros jóvenes Jóvenes en Paz se ha focalizado en jóvenes que no habían sido escuchados por la administración pública. Estos jóvenes han sido estigmatizados en sus territorios y marginados de diversos espacios públicos, y también se han auto-excluido, siendo víctimas de vulneración de sus derechos. Hombres y mujeres jóvenes con complejas situaciones familiares, con altos niveles de consumo y policonsumo de drogas, y vinculados a redes delincuenciales, o en riesgo de estarlo. Estas características de los jóvenes dan cuenta de un cambio de foco, de una voluntad política diferente que le apuesta desde la pedagogía a sujetos que se han auto-reconocido en las fronteras, en los márgenes sociales y territoriales.

Otro elemento que diferencia a Jóvenes en Paz de otros procesos en la ciudad es la apuesta por la construcción de una ciudadanía desde el respeto y el hacer en el territorio; un diálogo con los saberes del territorio, con nuevos conocimientos para la vida, con aprendizajes prácticos. Esta es una estrategia para la vida, para la vida en comunidad y para la vida desde el reconocimiento del otro; una estrategia creada e implementada por hombres y mujeres comprometidas con las transformaciones sociales y con las pequeñas oportunidades que se convierten en grandes enseñanzas.

La estrategia se articula a los territorios y a sus actores a través del modelo pedagógico en: Unidades de Protección Integral - UPI. La estrategia ha hecho posible que muchos más jóvenes desarrollen sus actividades pedagógicas académicas en las UPI. Esto ha implicado que para algunos casos hayan tenido que realizarse actividades de sensibilización en los entornos y acciones simbólicas para desestigmatizar a los jóvenes. Así mismo, desde el 195

aula la reflexión sobre la ciudad y las dinámicas territoriales ha sido continua; a través de metodologías y herramientas participativas se ha acercado la ciudad a los jóvenes.

Acciones territoriales de reconocimiento de la infraestructura y los servicios públicos.

Recorridos por circuitos culturales, patrimoniales o ambientales y salidas pedagógicas con foco en el derecho a la ciudad, son algunas de las acciones adelantadas por el equipo de la Escuela Popular Itinerante para acercar y establecer diálogos en un primer momento de reconocimiento de la ciudad por parte de los jóvenes.

Prácticas de apropiación territorial. Han sido el componente que se centró en articular conocimientos y acciones en los territorios. Cada práctica cuenta con un enfoque temático que comprende unas herramientas específicas para implementarse en los territorios y/o las comunidades, a través de intervenciones concretas o proyectos construidos de manera colectiva.

Balance institucional y retos para la ciudad Los principales obstáculos de Jóvenes en Paz están asociados con la resistencia de algunos actores externos al programa, quienes a través de diversas acciones buscan desacreditar esta iniciativa innovadora en contextos de paz e inclusión de las diversas ciudadanías. Así mismo, se han identificado obstáculos de carácter logístico, tales como disponibilidad y adecuación de espacios físicos y materiales para el desarrollo de actividades específicas.

Entre los principales logros que se identifican de la estrategia se encuentran: Reconocimiento de los jóvenes como ciudadanos con plenos derechos. Esta ha sido una de las mayores banderas de la estrategia. Para algunos puede sonar obvio, pero muchos de los y las participante de Jóvenes en Paz no sabían que tenían derechos, o que sus derechos estaban siendo vulnerados, o no llegaban a considerarse como ciudadanos.

Lo anterior ha demostrado cómo estos jóvenes son una generación con experiencias compartidas de des-información y segregación del escenario de lo público.

Reconocimiento de una ciudad y territorios para las y los jóvenes. Este ha sido un escenario pedagógico fundamental, pues ha permitido que un grupo de jóvenes con comportamientos distintivos, ligados a conflictos, delincuencia y consumo de drogas, interactúen como gestores o promotores en territorios con problemáticas que ellos desconocían haber generado. Hemos centrado la atención en el reconocimiento de nuevas/otras realidades que se viven en espacios de acción concreta y en experiencias colectivas.

Reconocimiento de sentimientos subjetivos de pertenencia y de identificación a colectividades, en algunos casos, con marcadas fronteras y, en otros, con borrosas diferencias. Jóvenes en Paz le ha aportado a la diversidad, al respeto y al reconocimiento de colectividades simbólicas que se definen y son definidas en relación a una temporalidad 196

Juventud, paz y política pública

como jóvenes, o por marcas identitarias como raperos, barristas, parches u otras denominaciones propias.

Jóvenes en Paz le imprime a la ciudad el reto de la inclusión y la continuidad de una mirada diferente y, sobretodo, de acciones novedosas dirigidas a jóvenes en alta vulnerabilidad social. Programas represivos y excluyentes han demostrado su ineficacia, su pobre proyección y las graves consecuencias en las vidas de las personas. Jóvenes en Paz le apuesta a la vida, a las oportunidades compartidas por aprender y por ser ciudadanos activos. El mayor reto es garantizar a varias generaciones de niñas, niños y jóvenes segregados, espacios donde sean más que cifras, más que indicadores, más que estudios.

Otro reto es ampliar la comprensión y el reconocimiento del sector juvenil desde los procesos organizativos, y hacerles los protagonistas en la esfera pública y los espacios de construcción de la política. Lo juvenil responde a un sector complejo y heterogéneo que supera las ideas simplistas de los jóvenes como un grupo etario, pues ya existen elementos concretos y cotidianos que desde lo territorial son elementos articuladores de sentido.

6.2. La experiencia de Jóvenes en Paz: otra mirada a la delincuencia Por: Felipe Chica Jiménez y Valentina Restrepo Ospina ¿Qué le dirá a Dios este bandido? Nada que Dios no sepa: que los hombres no matan porque nacieron asesinos, sino que son asesinos porque la sociedad en la que nacieron les negó el derecho a ser hombres.

Gonzalo Arango

Los esfuerzos por enfrentar la delincuencia común han girado siempre alrededor del castigo. El aumento de las penas y la creación de nuevos tipos penales han sido la constante: “durante los últimos 12 años, en Colombia se han aumentado las penas en más de 80 delitos y se han tipificado 45 conductas en el Código Penal”101. Por el contrario, se han reducido los beneficios dentro del proceso penal y se han dado pocos cambios frente a los subrogados penales y los mecanismos sustitutivos a la pena privativa de la libertad, lo cual ha hecho que estos últimos sean de difícil aplicación, dados los aumentos que han tenido las penas. Por medio de estas medidas el derecho penal ha dejado de funcionar como debería, de ser la última facultad sancionatoria criminal del Estado, cuando las demás alternativas de control han fallado, y ha pasado a ser la primera.

A pesar de las medidas anteriores, la delincuencia ha aumentado, así como la percepción de inseguridad que tenemos los ciudadanos. De 1993 a 2015, la población privada de la 101 Corporación Excelencia en la Justicia, “En los últimos 12 años han aumentado las penas” http://www.cej.org.co/seguimientoreforma/index.php/monitoreo-de-medios/231-en-ultimos-12-anos-han-aumentado-penas (Revisado el 15 de agosto de 2015).

197

libertad en establecimientos carcelarios a cargo del INPEC pasó de 29.114102 a 120.905103.

Las cárceles están hacinadas y en ellas se vive una constante violación a los derechos humanos. Los operadores judiciales no dan abasto con la cantidad de procesos que tienen por resolver. La ineficiencia de la justicia y el sentimiento de impunidad que queda en muchos ha llevado a que las personas empiecen a tomar la justicia por sus propias manos y, por ello, no es extraño ver cómo grupos de personas golpean con odio a un ladrón en la calle o linchan y piensan cómo asesinar a un violador.

Si ya es evidente que las formas planteadas no han dado los resultados esperados o que incluso han generado más problemas que soluciones, como sociedad es preciso empezar a pensar en nuevas formas de tratar este fenómeno social. El presente artículo tiene el fin de hacer un análisis de la experiencia que se ha tenido en el programa Jóvenes en Paz desarrollado en el marco de la Bogotá Humana, como una apuesta sui generis en Colombia para enfrentar la delincuencia por medio de la educación y las prácticas comunitarias en la ciudad, y para que jóvenes que viven en circunstancias de marginalidad y violencia o que se encuentran en conflicto con la ley, puedan llevar a cabo actividades distintas a la delincuencia y empiecen a tomar nuevas perspectivas para su vida.

El artículo está dividido en tres partes: en la primera se contará la otra mirada a la delincuencia que se propone desde la experiencia de Jóvenes en Paz, particularmente la que se ha obtenido mediante las orientaciones jurídicas que se realizan con los jóvenes que tienen un proceso penal. La segunda parte presenta una propuesta de trabajo comunitario como medida alternativa al encarcelamiento para quien ha cometido un delito. En tercer y último lugar, en la conclusión, se analizan los resultados, alcances y limitantes más importantes en esta experiencia, que hasta ahora ha sido principalmente empírica.

Otra mirada a la delincuencia En nuestra sociedad, el delincuente es visto como un ser extraño, asocial, peligroso, repulsivo, quien genera temor, alguien que representa una amenaza constante, un ser indeseable, un factor de inseguridad. El delincuente es quien comete un delito, quien perturba nuestra tranquilidad, el que nos hace daño. Popularmente se denomina “rata” a quien ha cometido un hurto, haciendo referencia a ese mamífero que, ante el menor descuido, toma comida para llevarlo a su guarida. Esta es solo una de las diversas denominaciones peyorativas respecto del delincuente, marcadas siempre por el desprecio social e impulsadas cada vez más por los medios de comunicación, que tratan temas de interés general en favor de agendas políticas como la seguridad ciudadana.

102 Relatoría de Prisiones (REP), Grupo de Derecho de Interés Público (G-DIP) y Facultad de Derecho, Universidad de los Andes. “Informe relativo a las personas privadas de la libertad en Colombia”, http://www.cej.org.co/seguimientoreforma/index.php/estudios-sobre-el-tema/doc_details/124-informe-relatoria-de-prisionesy-grupo-de-derecho-de-interes-publico-u-de-los-andes .pdf, P. 1 (consultado el 17 de agosto de 2015).

103 Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC), “Informe estadísitico junio de 2015” http://www.inpec.gov.co/portal/page/portal/Inpec/Institucion/Estad%EDsticas/Estadisticas/Informes%20y%20Boletines%20 Estad%EDsticos/INFORME%20JUNIO%202015_0.pdf, P. 13 (consultado el 10 de octubre de 2015)

198

Juventud, paz y política pública

Gracias a todo esto, viene crecido el llamado populismo punitivo arraigado en el odio hacia el delincuente común, ese ser que debe ‘podrirse en la cárcel’ o quien es válido eliminar.

En Colombia predomina esta posición y por ello es extraño que alguien se detenga a pensar o a comprender qué hay detrás de ese ser indeseable y peligroso y por qué ha llegado a ser lo que es. Muy pocas veces nos preguntamos cómo se siente, qué piensa y cuáles son las razones que inducen a alguien a cometer un delito. No sabemos ellos a quién le temen o quién les hace daño. Es tanto el temor que nos causa que llegamos a olvidar que también son seres humanos, quienes -igual que nosotros- responden a un contexto en el que nacieron y del que han sido parte.

En octubre de 2014 inició el programa Jóvenes en Paz con el cual se buscaba vincular a jóvenes de Bogotá que se encontraran en conflicto con la ley o en riesgo de estarlo, que en el momento de vincularse al programa estuvieran desescolarizados y cuyo lugar de residencia fueran algunas localidades priorizados por el Plan 75-100 del Centro de Estudios y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana de la Secretaría Distrital de Gobierno. Por medio de este plan se busca reducir las conflictividades, violencias y delitos de los 75 barrios donde más se presentan , mediante la intervención interinstitucional de las entidades que integran la administración distrital.

El diseño de Jóvenes en Paz contempló tres momentos. En el primero se llevó a cabo un acercamiento, principalmente, en los territorios seleccionados, para dar a conocer de forma personalizada la oferta de la institución con aquellos jóvenes que cumplieran el perfil antes mencionado. En un segundo momento se llevaron a cabo los ingresos al programa y, simultáneamente, las caracterizaciones de los jóvenes, con el fin de construir un perfil de sus condiciones sociales, económicas, familiares y psicológicas.

En el tercer momento se dio inicio al proceso pedagógico, que empieza con un módulo introductorio, en el cual los jóvenes comienzan a activar sus conocimientos, imaginarios y posiciones frente a temas de convivencia, género, ambiente y ciudad entre otros. Al terminar este módulo, los jóvenes que han cursado y aprobado noveno grado o han terminado bachillerato ingresan a una formación técnica de su interés. Quienes aún no han alcanzado esos grados asisten a clases tres días de la semana y, en los otros tres días, a prácticas de apropiación territorial.

Para los jóvenes que asisten al programa existe un incentivo económico que busca garantizar un mínimo de recursos para lograr su permanencia en las actividades formativas. Además de lo anterior, los jóvenes reciben apoyo en temas psicosociales, en la mitigación del consumo de sustancias psicoactivas, en el trámite de sus documentos y en orientaciones jurídicas frente a sus procesos penales, si los hay.

Con las orientaciones jurídicas se ha intentado que los jóvenes entiendan el proceso penal del que hacen parte y que causaron daño a una persona, el cual deben reparar.

De ser posible, se adelantan procesos en los que la víctima y el ofensor dialogan directamente y hacen un acuerdo para solucionar el conflicto presentado. Por otro 199

lado, el equipo intenta comprender quiénes son estos jóvenes, por qué cometieron el delito y cuál es el proceso que están viviendo en Jóvenes en Paz. El conocimiento de esta información resulta fundamental en el proceso penal por parte de los diferentes operadores, de manera que la decisión final que tome el juez contemple la situación particular del individuo.

El artículo 447 del Código de Procedimiento Penal establece que luego de haber emitido un fallo condenatorio o que se haya aceptado un acuerdo realizado con la Fiscalía, el juez le concederá la palabra al fiscal y luego a la defensa, para que se refieran a las condiciones individuales, familiares, sociales, el modo de vivir y los antecedentes de todo orden del culpable. Igualmente, pueden referirse a la posible determinación de la pena aplicable.

El artículo mencionado es de gran importancia, ya que este es el momento del proceso penal en el cual se analizan las condiciones particulares de quien ha sido ofensor, con el fin de buscar una pena que se ajuste a su situación. Lamentablemente, en los casos atendidos, se ha hecho evidente que se trata de un artículo que se queda en el papel del Código. Los defensores públicos están sobrecargados de procesos y su actuación suele ser mecánica y alejada del conocimiento de la persona que están defendiendo.

Si en los procesos penales no se mira a fondo la situación particular de cada ofensor, se omite información esencial y ello no sólo puede generar una sanción inadecuada respecto de los fines de la pena -de lo que se hablará más adelante-, sino que ésta también termina siendo una sanción que impide, como sociedad, buscar soluciones reales para el fenómeno delincuencial, pues nos basamos en supuestos ciertos o parcialmente ciertos, pero incompletos sobre estas personas.

En los casos que han sido atendidos se encuentran particularidades de la vida de cada sujeto, pero también condiciones que son generales para la mayoría de jóvenes que llegan para recibir orientación sobre su proceso penal. La mayoría viene de contextos muy pobres y marginales, con historias de vida complejas, marcadas por el abandono y la violencia, en los cuales, con frecuencia, la delincuencia prácticamente se impone como medio de subsistencia, bien sea para obtener alimento o para asegurar la sobrevivencia en territorios determinados.

También la gran mayoría de jóvenes ha estado vinculado de forma constante e intensa a la delincuencia desde muy temprana edad. Son pocos quienes llegan con su primer proceso penal y hay un número significativo que ya ha pasado por la cárcel o por el Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente, que ahora enfrenta un nuevo proceso penal. Los niveles de consumo de sustancias psicoactivas son muy altos y muchos de ellos tienen casos de consumo problemático, en los que claramente ya se puede hablar de adicción.

Es una población que ha tenido pocas oportunidades de realizar su potencial humano, igual que sus familias, por lo que es bastante bajo su nivel educativo y es precaria su apropiación de derechos así como de su posición en la sociedad. La figura del Estado ha sido algo ausente en sus vidas, salvo en la función de castigar algunas de las conductas punibles que han cometido.

200

Juventud, paz y política pública

Al tomar en cuenta las condiciones anteriores es muy interesante el proceso que han pasado muchos de estos jóvenes tras su ingreso al programa Jóvenes en Paz. Ahí se les ha brindado una oportunidad (para algunos, la primera), se los percibe y acepta por quienes son. Se trata de un contexto en el que no se justifican sus acciones delincuenciales, pero sí se trata de comprender su realidad y de plantear soluciones a sus necesidades básicas, que al no verse resueltas, son las que muchas veces los llevan a delinquir.

Entre los casos atendidos para recibir orientación jurídica, y a los que se ha hecho acompañamiento a lo largo de su proceso penal, son notables los cambios operados en un grupo mayoritario de jóvenes debido a su paso por el programa. Varios mencionan que por medio de la delincuencia habían logrado obtener muchas cosas en su vida, pero que lo que desconocían era un lugar en el que las puertas estuvieran abiertas para aprender.

Otros se sienten felices por la oportunidad que están teniendo de continuar sus estudios, lo cual fue algo que nunca imaginaron hacer. Muchos tienen nuevos sueños para su vida y temen volver al mundo delincuencial del que se arrepienten profundamente.

Entre las historias que cuentan los jóvenes es evidente que están teniendo nuevas formas de llevar su vida, de relacionarse con las personas e incluso con la ciudad. El simple hecho de tener un lugar en el que son bienvenidos, bien tratados y en el que encuentran oportunidades ya es de gran impacto para sus vidas. Por otra parte, volver al estudio y tener la posibilidad de ejercer una función social digna, al hacer prácticas comunitarias, abre nuevas perspectivas y alimenta nuevos sueños en estos jóvenes, que no llegarían a tener al estar involucrados exclusivamente en contextos delincuenciales.

Los cambios en muchos de los jóvenes y su separación de prácticas delincuenciales son evidentes; en muchos, esto incluso va de la mano de la disminución en el consumo de sustancias psicoactivas. Como decía Juan, uno de los jóvenes beneficiarios del programa, antes de ingresar a Jóvenes en Paz , él y su parche no estaban haciendo nada, por lo cual pasaba el día consumiendo y haciendo una que otra “vuelta” que se aparecía por ahí. Ahora tienen los días ocupados, están aprendiendo cosas nuevas y eso les genera sentimientos de logro y satisfacción.

Ver los resultados positivos de Jóvenes en Paz pone un debate importante sobre la mesa. Hasta ahora, ante la delincuencia, la principal solución que tenemos en el país es el castigo, principalmente las cárceles; pero, ¿es esta realmente una solución? Con la Constitución Política de 1991 se hace un tránsito en Colombia de un Estado de Derecho a un Estado Social de Derecho. Con ello se pasa de una forma de organización política en la que las actuaciones del Estado, además de inscribirse en el marco de la ley, también deben buscar la garantía de una vida digna para todos sus asociados, en el reconocimiento de una serie de derechos individuales y colectivos104.

En el Código Penal se establece que los principios para las sanciones penales son la necesidad, la proporcionalidad y la razonabilidad. La necesidad implica que la pena 104 Sentencia T- 426 de 1992. Magistrado Ponente: Eduardo Cifuentes Muñóz.

201

ha de servir para disuadir de la comisión de delitos, siempre tratando de generar un mínimo daño para el penado en el marco de la prevención. La proporcionalidad se refiere a la correspondencia entre la pena y la gravedad de la conducta cometida, de manera que las sanciones graves se destinen para los delitos más atroces. Por último, la razonabilidad se refiere a que se logre una pena equilibrada y adecuada a los fines perseguidos para restablecer el equilibrio de las relaciones entre ciudadano e infractor (Velásquez, 2004).

Ahora bien, además de los principios, el Código trae las funciones de la pena, que son las siguientes: la prevención general, la retribución justa, la prevención especial, la reinserción social y la protección del condenado. La prevención general se refiere a la disuasión que la pena debe producir en las demás personas frente a la comisión de conductas delictivas. La retribución justa busca que el sujeto sea castigado por la acción ilegal cometida. La prevención especial garantiza que el sujeto no siga delinquiendo al estar restringida su libertad y que esa restricción lo disuada de volver a delinquir en el futuro. La reinserción social lleva a que, después de cumplir la pena, el individuo pueda ser rehabilitado y reintegrado satisfactoriamente a la sociedad. Y por último, la protección al condenado se refiera a la obligación de los establecimientos carcelarios de proteger la vida, la integridad y la dignidad de las personas mientras cumplen su pena105.

El Código Penitenciario y carcelario agrega que la pena tiene una función protectora y preventiva, pero su fin fundamental es la resocialización.

Todo lo anterior se ajusta perfectamente a los fines garantistas de la Constitución Política.

El problema consiste, una vez más, en la gran brecha entre lo consignado en el papel y la realidad, lo que se puede constatar con solo mirar la situación actual de las cárceles en Colombia. Como se dice en la infografía “Cárceles y presos de Colombia”: La realidad que habita las prisiones es cruel debido al hacinamiento y los deficientes programas de resocialización. Los penales son llamados por los mismos reclusos la ‘Universidad del mal’, en donde las posibilidades de vivir dignamente son nulas. El problema carcelario en Colombia es mucho peor de que lo se cree106.

Para el año 2012, Colombia era el decimoquinto país del mundo con mayor población carcelaria total107, y el 69,7% de la población condenada se agrupaba en los estratos 0, 1, y 2108. Actualmente, hay 120.905 personas privadas de la libertad 105 Sentencia T - 286 de 2011 Jorge Ignacio Pretelt Chaljub.

106 El Tiempo, “Infografías: Cárceles y presos en Colombia.” http://www.eltiempo.com/multimedia/infografias/el-pais-detras-de-las-rejas-/14739475 (consultado el 10 de septiembre de 2015).

107 Relatoría de Prisiones (REP), Grupo de Derecho de Interés Público (G-DIP) y Facultad de Derecho, Universidad de los Andes. “Informe relativo a las personas privadas de la libertad en Colombia”, http://www.cej.org.co/seguimientoreforma/index.php/estudios-sobre-el-tema/doc_details/124-informe-relatoria-de-prisionesy-grupo-de-derecho-de-interes-publico-u-de-los-andes P. 1 (consultado el 17 de agosto de 2015).

108 Ibid. P. 9.

202

Juventud, paz y política pública

en establecimientos carcelarios a cargo del INPEC109, cuando en realidad solo hay capacidad para 78.044, por lo cual existe un índice de hacinamiento de 54,9%110. Se trata de un nivel muy alto de hacinamiento que imposibilita de entrada cualquier proceso de resocialización, ya que la gran mayoría de personas recluidas viven en condiciones deplorables y contrarias a la dignidad humana; y esto se presta también para escenarios de violencia y criminalidad contrarios a los que se deberían buscar en un Estado Social de Derecho.

En este contexto, tampoco se cumplen los principios o las funciones de la pena, pues no hay forma de hablar de penas basadas en principios de necesidad, proporcionalidad o razonabilidad; ni se puede afirmar que ésta cumple todos sus fines, pues no se dan la retribución justa, la reinserción social ni la protección al condenado; tampoco existe una prevención especial, pues si bien la persona es aislada de la sociedad y no puede cometer delitos en la calle, dentro de la cárcel se está formando en una carrera criminal. Como lo afirmó el defensor del pueblo, Jorge Armando Otálora, durante una audiencia pública de la Comisión de Derechos Humanos de la Cámara de Representantes: “Al no existir las condiciones adecuadas para resocializarse, las cárceles terminan siendo un aparato reproductor de la delincuencia en el país”.

A todo esto se le debe sumar que cuando una persona termina de cumplir su condena, queda con antecedentes penales. Esto hace que, además de no haber vivido un proceso resocializador durante el periodo en el que estuvo privado de la libertad, tampoco logre readaptarse fácilmente a la sociedad, pues para esa persona conseguir un empleo es prácticamente una misión imposible.

Con base en las condiciones mencionadas sobre la cárcel, se retoma la discusión planteada previamente: ¿es realmente la cárcel una solución o respuesta adecuada al fenómeno delincuencial? En la forma como funciona el sistema penitenciario, las cárceles no son una solución adecuada para el fenómeno delincuencial. Antes bien, se trata de una realidad que debe transformarse, no solo por las condiciones de indignidad a las que somete a seres humanos, sino también porque demanda una inversión económica cuantiosa que no aporta los resultados sociales propuestos sino, por el contrario, incentiva los comportamientos que debería erradicar. Someter a las persona a tales condiciones genera en ellas desequilibrios emocionales y grandes resentimientos que pesan negativamente en el momento en que esas personas se reintegran a la sociedad.

Si bien la situación de las cárceles en Colombia es bastante compleja, las políticas carcelarios y penitenciarias a nivel global presentan diversas problemáticas por lo cual se están posicionando, cada vez más, las propuestas de búsqueda de alternativas al 109 Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC), “Informe estadísitico junio de 2015” http://www.inpec.gov.co/portal/page/portal/Inpec/Institucion/Estad%EDsticas/Estadisticas/Informes%20y%20Boletines%20 Estad%EDsticos/INFORME%20JUNIO%202015_0.pdf, P. 13 (consultado el 10 de octubre de 2015) 110 Ibid. P. 18.

203

encarcelamiento. En Colombia ya fue creado un primer documento, “Informe Técnico Sobre Alternativas al Encarcelamiento para los Delitos Relacionados con Drogas”, por parte del Ministerio de Justicia con el apoyo de la Comisión Interamericana para el Control del Abuso de Drogas (CICAD), al considerar que: es necesario entender el delito como un fenómenos social y no un simple acontecimiento de la naturaleza. por consiguiente, la reacción del estado debe comenzar por el análisis de su origen dentro de la comunidad, porque solo determinando las razones que llevan a algunos de sus integrantes a desarrollar conductas desviadas se las puede combatir de manera adecuada.111

Dentro de la experiencia de Jóvenes en Paz se han visto muchos casos exitosos, incluso con jóvenes cuya vida ha estado marcada por fuertes vínculos con la delincuencia.

Otros casos han tenido un éxito parcial porque los jóvenes empiezan a tener nuevas perspectivas, pero sus contextos sociales y familiares marcados por la delincuencia hacen que el proceso sea complicado. También existe un grupo que no muestra interés por un cambio y cuyos procesos son mucho más lentos, pero aún en ellos es evidente que aunque sea muy pequeño algo positivo les ha dado el programa.

Si bien Jóvenes en Paz no fue creado directamente como un programa de alternativas al encarcelamiento como los que ya existen en otros países, sí nos da luces de lo que se podría llegar a hacer. Los cambios visibles que se han dado en los jóvenes participantes del programa nos muestran que la cárcel no es la única forma de luchar contra la delincuencia y que, por el contrario, el simple hecho de restablecer los derechos de una persona puede hacer mucho más que el estar encerrado en un lugar en condiciones infrahumanas.

Los jóvenes que hemos atendido que han pasado por la cárcel están en condiciones lejanas a la resocialización. Muchas personas más que ser castigadas, lo que necesitan es una oportunidad diferente a lo que la vida les ha puesto en el camino. Debemos dejar de invertir en cosas que evidentemente no están dando resultados sino que, por el contrario, están agudizando problemáticas de la sociedad.

Las desigualdades de nuestro país hacen que las condiciones en las que viven muchas personas en Colombia sean ajenas a quienes toman las decisiones de política pública.

Es necesario empezar a tomar conciencia de ello para dejar de dar soluciones de corto plazo en las que se criminaliza la pobreza y se debe pasar a erradicar la causa del problema y lograr soluciones reales así algún día obtener soluciones reales para toda la sociedad. Nada justifica el crimen y quien comete un delito debe responder por él.

Pero tampoco es justificable que dentro de un Estado existan personas que no tienen oportunidades de ser un sujeto de derechos y que deban acudir a la delincuencia como modo de subsistencia.

111 Secretaría Técnica del Grupo de Trabajo sobre Alternativas al Encarcelamiento, “Informe Técnico Sobre Alternativas al Encarcelamiento para Delitos Relacionados con las Drogas”. P. 5.

204

Juventud, paz y política pública

El trabajo comunitario como alternativa penal para jóvenes en conflicto con la ley: el caso del Plan Barrial de Gestión del Riesgo El 26 de agosto del 2015 el diario El Tiempo tituló una de sus publicaciones con el interrogante “¿Cree posible que presos en el país trabajen fuera de la cárcel?” La publicación contiene un breve repaso de los resultados que han tenido Brasil y Chile empleando sujetos privados de la libertad en trabajos como la construcción de infraestructuras públicas y restauraciones ecológicas. En ambos casos los resultados son interesantes y se suman a la experiencia frente a la posibilidad de establecer alternativas penales para los países de América Latina.

Hasta aquí hemos sugerido que el delito es, ante todo, una construcción social sujeta a las contrariedades estructurales de una sociedad como la colombiana; conflicto armado, segregación socioeconómica y pobreza estructural son escenarios en los cuales se determinan identidades ajenas a la legalidad, al punto que hoy emerge una nueva vertiente de los estudios del delito llamada ‘Criminología Ambiental’, la cual comienza a ganar cada vez más adeptos en tanto propone el estudio del lugar y los ambientes sociales como determinante del crimen.

Para efectos del presente texto, asumimos la noción de ‘ambientes criminógenos’ como esos contextos socio espaciales donde las condiciones de vida de la gente favorecen la acumulación de conflictividades sociales, derivada de la carencia sistemática de recursos económicos para la satisfacción de necesidades en medio de una sociedad capitalista. Bogotá no es ajena a dichos espacios, ya que cuenta con 17 localidades en las que se realizaron 10.844 vinculaciones de jóvenes en barrios con altos índices de homicidio y hurto. Un hecho institucional determinante para el programa Jóvenes en Paz que implica revisar estos escenarios como ambientes criminógenos que, a su vez, derivan en los escenarios de práctica de apropiación territorial, toda vez que se busca estimular en el joven el empoderamiento ciudadano en su propio territorio.

En ese orden de ideas, se propuso trabajar con dos casos de jóvenes en conflicto con la ley vinculados a la institución, y que habitan, lo que en adelante llamaremos entornos criminógenos.

El plan barrial de gestión del riesgo Las alternativas penales en los términos del programa Jóvenes en Paz se revisten de coherencia, en tanto una de las apuestas formativas y de trabajo territorial tiene como eje la gestión del riesgo de desastres. En ese sentido, el plan barrial no es otra cosa que un instrumento básico que tiene como objetivo generar y circular conocimientos en las comunidades para la toma de decisiones en materia de gestión del riesgo y adaptación del cambio climático.

205

Es menester aclarar que pese al acompañamiento del equipo interdisciplinario de esta práctica territorial, no se trata de un plan barrial hecho por profesionales en el tema, sino por jóvenes en conflicto con la ley quienes, a su vez, presentan deficiencias conceptuales.

Sin embargo el proceso ha podido iniciar un dialogo entre el joven y su propia comunidad, creando antecedente base para el abordaje de la gestión del riesgo a nivel barrial.

La práctica de apropiación territorial cuenta con toda una infraestructura de procesos y procedimientos planificados que buscan generar en el joven habilidades y actitudes en temas de gestión del riesgo, cambio climático y ordenamiento territorial. Para ello se han diseñado fichas metodológicas e instrumentos guía para la elaboración de productos formativos. El proceso de formulación del plan barrial gestión del riesgo como alternativa penal cuenta con un instrumento que guía el trabajo territorial del joven, el cual está seccionado por componentes: la reconstrucción de la memoria territorial para generar en el joven y su comunidad la noción del riesgo como consecuencia de decisiones sociales; un componente socioeconómico y sociocultural que enriquece el diagnóstico territorial; un componente técnico que permite al joven reconocer la ubicación espacial de las amenazas y vulnerabilidades de su barrio; y un componente propositivo de cara a la conformación de un comité barrial de gestión del riesgo liderado por el joven.

A continuación se resume el trabajo desarrollado durante un periodo de dos meses.

Los resultados esbozados hasta ahora dan cuenta de un proceso aún inconcluso. Para cuando este texto se haya publicado el programa Jóvenes en Paz y, por ende, la apuesta por un Plan Barrial de Gestión del Riesgo como alternativa penal, estará en proceso de cierre y sistematización. No obstante, se exponen los resultados iniciales de un proceso que se sabe complejo por definición.

Caso 1 El primero de los casos es el de un joven en conflicto con la ley, a quien llamaremos ‘Danilo’, de 28 años de edad. El joven fue autor de un hurto calificado en la localidad de Ciudad Bolívar hace alrededor de 4 años y por ello enfrenta la posibilidad de ser recluido en la cárcel. Según su historia de vida, Danilo tuvo una niñez marcada por la desintegración familiar y la desecación escolar. La carencia de recursos económicos lo situó en medio de un enclave de segregación socio espacial de la ciudad de Bogotá como lo es la Localidad de Ciudad Bolívar, donde ha vivido toda su vida.

Esta localidad, y en particular el barrio Arabia, donde Danilo ha residido siempre, es un asentamiento de origen informal que viene pasando por un proceso lento de consolidación con un claro déficit de vivienda, servicios públicos y equipamientos colectivos. La tipología de vivienda es irregular con ocupaciones de hecho que dan forma a la unidad residencial haciendo uso de materiales reciclados o transitorios, siendo un territorio espacialmente desconectado de los servicios urbanos que ofrece la ciudad.

206

Juventud, paz y política pública

Posterior al proceso de desmovilización masiva de los grupos paramilitares, en el marco de la llamada Ley de Justicia y Paz, barrios como Arabia pasaron a acelerar su densificación, en tanto fueron los principales receptores de esta población excombatiente, favoreciendo, al mismo tiempo, la emergencia de nuevas estructuras criminales vinculadas al tráfico de tierras que regularmente son vendidas a población en condición de desplazamiento forzado. Por otro lado, este asentamiento, catalogado por el urbanismo formal como ‘barrio pirata’, presenta una problemática ambiental generalizada que se manifiesta en el surgimiento de graves problemas de saneamiento básico y riesgo de desastre por deslizamientos.

Esta última manifestación de la problemática es de especial interés para la práctica de apropiación territorial en gestión del riesgo y cambio climático del programa Jóvenes en Paz. Pese a que la percepción del riesgo en la comunidad señala el narcotráfico y la violencia como principales factores de riesgo, es evidente que la condición de amenazas geotécnicas y la vulnerabilidad global en el lugar son objetivas y exigen ser intervenidas en aras de prevenir un futuro desastre. Por todas estas razones, la pertinencia de un trabajo comunitario en un entorno criminógeno como el que se presenta en el barrio Arabia se integra con la condición de riesgo de desastre y la situación generalizada de jóvenes que, como Danilo, crecieron en lugares complejos y cuya situación social hoy devienen en un conflicto con la ley.

La formulación del plan barrial para el barrio Arabia por parte de Danilo ha estado limitada por el nivel formativo del joven. Como primer resultado del proceso se ha logrado construir un inventario general de viviendas en condiciones de riesgo por deslizamiento. Sin embargo, este caso no ha sido lo suficientemente satisfactorio en tanto el joven presenta problemas de constancia con el trabajo, pese a manifestar comprender la importancia del mismo. Aún así, el joven ha ido enriqueciendo su lectura territorial, identificando como causas estructurales de vulnerabilidad el desplazamiento forzado y la pobreza histórica, lo cual se aborda desde el acompañamiento como un potencial para la conformación de un primer comité barrial de Gestión del Riesgo desde la representación misma de ‘víctima del conflicto armado’.

Caso 2 Yeison, de 24 años, vive en pleno centro de Bogotá en uno de los barrios populares de mayor conflictividad en la Localidad de La Candelaria, el barrio Egipto. Históricamente este lugar ha sido habitado por familias populares, cuya historia económica ha estado vinculada a actividades informales. El barrio se divide en dos calles y ha sido uno de los escenarios de violencia más complejo de la ciudad. En él hacen presencia dos bandos compuestos por familias que, año tras año, han ido reproduciendo una suerte de antagonismo generacional entre estas territorialidades construidas, desde los imaginarios del ‘otro’, como los ‘traídos’ o las ‘liebres112’. Hoy Yeison enfrenta un conflicto 112 Términos que hacen referencia en las calles bogotanas a las enemistades construidas entre individuos o grupos de jóvenes –parches- que incluso determinan la existencia de fronteras invisibles en los territorios urbanos.

207

con la ley por hurto calificado. Ha crecido en un entorno de violencia y pobreza histórica y al igual que Danilo habita en una zona de alto riesgo por deslizamiento, que se agudiza en cada temporada invernal.

Este caso cuenta con productos concretos que permiten dar forma y contenido a los componentes de un Plan Barrial para el barrio Egipto en la Localidad de la Candelaria.

Yeison identificó un total de seis viviendas en condición de riesgo por deslizamiento en las cuales “la mayoría de personas vulnerables son personas de la tercera edad que ante una situación de emergencia no pueden reaccionar de forma oportuna” (palabras textuales del joven). Así mismo, se identifica como un recurso comunitario frente al desastre la cercanía con tiendas y supermercados, lo cual sugiere que el joven desconoce los referentes institucionales para la atención del desastre, siendo esto un aspecto a trabajar a posteriori. Dicho inventario de viviendas en riesgo viene acompañado por una cartografía social en la cual se ubica las viviendas específicas que demandan de una intervención institucional dado su situación de riesgo.

Un segundo componente desarrollado parcialmente es la misma memoria territorial reconstruida. A través de ella, Yeison ha podido comprender que las condiciones de riesgo de su barrio han sido el producto de decisiones sociales. En ese sentido, se ha ido conduciendo la construcción de estrategias comunitarias para la intervención del riesgo de desastres en el barrio como elemento propositivo para una posterior formalización del Plan Barrial. Resalta como producto los esfuerzos del joven por conformar un comité barrial para la gestión del riesgo que asuma la interlocución comunidad-Distrito para la toma de decisiones en materia de prevención.

Conclusiones • Jóvenes en Paz no es como tal un programa de alternativas a la delincuencia común, sino una estrategia para la prevención del delito desde la restitución de derechos a jóvenes en riesgo de caer en redes delincuenciales. Los escenarios que han emergido al interior del programa llevan a pensar en la necesidad de encontrar respuestas alternativas al control social y el encarcelamiento, por no encontrar en las respuestas tradicionales un resultado positivo frente a los fines buscados.

• La experiencia del programa ha demostrado que los procesos de restitución de derechos para esta población son el punto de partida para el éxito de futuras alternativas penales. De igual manera, los resultados de las distintitas prácticas territoriales generan experiencia en torno a escenarios concretos de contrapartida territorial como opción de resarcimiento a la sociedad por un daño causado, lo cual, además de dar ideas frente a lo que se podría hacer, nos ubica en el marco de empezar a pensar una justicia cuyos medios no sean meramente punitivos sino también restaurativos y con intervenciones de las causas que construyen socialmente el delito.

208

Juventud, paz y política pública

• Las alternativas penales, para ser una realidad, deben estar enmarcada legalmente en una política criminal que articule la inclusión social con el ejercicio represivo por parte del Estado.

• Por muchos años el conflicto armado ha captado la atención y ha sido la prioridad dentro de la agenda pública de Colombia, dejando de lado temas como la delincuencia común, lo cual no implica que también sean problemáticas de alta complejidad que deben resolverse para llegar a una verdadera paz en el país.

• La desigualdad social y la no garantía de derechos fundamentales debe ser resuelta, pues en un contexto como el colombiano, enmarcado por la degradación institucional y cultural derivada del conflicto armado, de no tener una respuesta se seguirá manifestando como delincuencia.

6.3. La Escuela Popular Itinerante - EPI: territorialización afectiva de la política pública de infancia y de juventud Por: Ana Dolores Gómez Romero Para desarrollar las acciones de la Escuela Popular Itinerante – EPI, tomamos como base las realidades de cada territorio, de cada barrio, especialmente de aquellos que son habitados por ciudadanos y ciudadanas con diversas situaciones de vulneración, amenaza e inobservancia de sus derechos, y donde se encuentra una problemática social fuertemente arraigada en la niñez y la juventud. Trabajamos específicamente en las localidades periféricas de la ciudad que viven un constante crecimiento demográfico, producto de las dinámicas del desplazamiento operado desde otras regiones del país.

Entre las situaciones problemáticas que hemos encontrado vale la pena mencionar la falta de oportunidades para niños, niñas y jóvenes; disminución de valores de respeto y cuidado al interior de las familias; desarticulación entre la institucionalidad y la familia, así como falta de corresponsabilidad de la comunidad en el cuidado de los niños y las niñas; microtráfico y consumo de sustancias psicoactivas - SPA; deserción escolar y poca valoración de las actividades académicas por parte de los y las jóvenes y sus familias; entornos familiares violentos; desigualdades basadas en el género, así como replicación de roles machistas; y, en general, miedo al prejuicio social que sesga las oportunidades de las comunidades.

Estas situaciones se ven reflejadas en el aumento de la delictividad, el fortalecimiento de relaciones de poder opresoras, la configuración de “fronteras invisibles” y una amplia gama de condiciones desfavorables que terminan afectando el desarrollo de niños, niñas y jóvenes quienes, en tales escenarios, crecen con resentimientos, sumergidos en la marginalidad social y carentes de imaginarios de vida distintos a su cotidianidad.

209

Estas realidades no siempre son tenidas en cuenta al momento de proponer y elegir los programas de gobierno por parte de la ciudadanía, ya que ésta se deja convencer con propuestas poco viables o inmediatistas, basándose más en sus propias necesidades inmediatas que en un enfoque de derechos. Esto genera una desconexión entre la realidad que viven niños, niñas y jóvenes, y las políticas públicas, especialmente en las zonas periféricas de la ciudad.

En este marco, la Escuela Popular Itinerante enfoca su trabajo en aquellos sectores de las localidades donde hay poca presencia institucional, ya que es allí donde se propicia un clima difícil para la protección y la garantía de los derechos de la niñez y la juventud. Es desde estos escenarios donde promovemos una conciencia ciudadana alrededor de los derechos, abordando desde diferentes alternativas metodológicas y promoviendo la creatividad, la autonomía y la responsabilidad tanto personal como colectiva de avanzar hacia el goce efectivo de los derechos. Todo esto bajo el precepto de la educación como acción y ente fundamental para la emancipación de sujetos de derechos que promuevan la construcción de una sociedad responsable de su desarrollo y con incidencia en el territorio.

La EPI se articula con las otras estrategias del IDIPRON y con otras entidades que tienen presencia local para dar respuesta a las necesidades de niños, niñas y jóvenes en sus barrios e iniciar procesos de seguimiento de sus derechos que, a través de herramientas lúdicas y pedagógicas, sirven también para avanzar en el conocimiento, apropiación y re-significación de los territorios como nichos vitales en el desarrollo de la comunidad. Se busca, justamente, hacer un monitoreo permanente de los derechos en los territorios para territorializar la misionalidad del Instituto, ya que uno de los pilares de la Escuela Popular Itinerante es que sea la misma comunidad, en especial niños y niñas, quienes se conviertan en ciudadanos y ciudadanas garantes de sus derechos. El reto está en que se reconozcan como sujetos que apropian sus derechos, promoviendo y acompañando el surgimiento de nuevos liderazgos para generar condiciones donde puedan desarrollar todas sus potencialidades.

Mostrar otro horizonte de posibilidades significa que niños, niñas y jóvenes comprendan que por haber nacido en ese contexto no necesariamente deben reproducir las prácticas que sostiene los problemas estructurales del barrio. Por ello, buscamos conocer sus intereses para desde allí construir con ellas y ellos nuevos imaginarios; que si les gusta el baile, el fútbol, los computadores o el rap, por ejemplo, encuentren en esto nuevas maneras de relacionarse con el territorio y sus dinámicas, sin dejarse atrapar en ellas. En este marco, consideramos que es fundamental generar las fuentes de ingreso que les permitan modificar patrones de conductas arraigados.

Esto ha obligado a que la EPI esté presente en el territorio, haciendo un seguimiento real a lo que allí sucede y a los distintos casos de vulneración de derechos identificados. Algo bien importante es que en los territorios el IDIPRON no cumple una labor policial o de autoridad, lo que permite generar nuevas formas de relacionarse, acceder a fuentes más 210

Juventud, paz y política pública

confiables de información, construir confianza con la comunidad y conocer la realidad de niños, niñas y jóvenes desde sus propias voces.

Caminando y conociendo los barrios de la ciudad La EPI inicia con las lecturas del territorio, especialmente en aquellos barrios con mayor índice de problemáticas sociales y vulneración de derechos; así, a través del caminar y convivir se han ido cristalizando metodologías de abordaje, de acuerdo a las particularidades de cada sector. Por ejemplo, en el barrio Laureles Sur Oriental de la localidad de San Cristóbal, la problemática más fuerte son las “fronteras invisibles” establecidas a causa del microtráfico; allí la comunidad se veía afectada porque no podían transitar libremente por las calles por miedo a ser víctimas de grupos de jóvenes que permanecen en conflicto, producto de las prácticas del consumo y la violencia. Fue así como se comenzó a trabajar con niños, niñas y algunas familias en espacios seguros y, a la par, se comenzó la sensibilización en valores de convivencia en los sitios habitados por los y las jóvenes que consumían sustancias psicoactivas para armonizar y recuperar los espacios y así mitigar la estigmatización hacia estos jóvenes.

En los recorridos se identificaron espacios posibles que sirvieron de aliados para realizar los procesos de seguimiento, los cuales generalmente fueron algunas Juntas de Acción Comunal y las organizaciones de base comunitaria; así mismo, se identificaron las instituciones presentes en el territorio con el propósito de realizar articulación interinstitucional para el restablecimiento de los derechos que se fueran identificando como vulnerados. Se realizaron también actividades de impacto y de búsqueda afectiva de niños, niñas y jóvenes que presentan derechos vulnerados, amenazados o inobservados, quienes fueron orientados hacia las otras estrategias del IDIPRON o a las redes distritales.

A la par se realizó seguimiento a través de procesos en grupos, trabajando desde el juego, el arte, el cuerpo, el reconocimiento y la apropiación de su territorio, así como promoviendo una cultura de paz que permita generar lazos de confianza y acercamiento con las familias; de esta forma fue posible conocer sus entornos sociales y prevenir situaciones de vulneración de los derechos de la niñez y la juventud, construyendo herramientas prácticas para mejorar las relaciones interpersonales, su capacidad de relacionarse con el entorno y el acceso de la comunidad a sus derechos.

Una fortaleza que tiene el IDIPRON es la manera de abordar el territorio y realizar el acercamiento a niños, niñas y jóvenes; éste se realiza mediante el caminar por aquellos sectores de la ciudad con dificultades de acceso y por los barrios estigmatizados y/o declarados en alta peligrosidad, llegando casa a casa; escuchando las diversas situaciones de la ciudadanía, desde las problemáticas simples hasta las más complejas; respetando y guardando profesionalmente cada historia contada, ya sea ésta de un niño, niña, joven u otro integrante de la familia; brindando un trato digno, con respeto; visibilizándolos y socializando con la comunidad el aporte valioso 211

de ellos para lograr una sociedad y ciudad más justa e igualitaria, sin dejar de actuar y dando una respuesta oportuna.

Los seguimientos son constantes, lo que ha permitido recuperar la confianza de la ciudadanía hacia la Administración y fortalecer los lazos entre el IDIPRON y las comunidades para, de esta manera, realizar un trabajo mancomunado a favor de los derechos de la niñez y la juventud. Este trabajo cuidadoso en el territorio favorece la visibilización del Instituto entre las otras entidades distritales y genera un gran impacto en la comunidad. La articulación con las otras entidades distritales se realiza en los espacios locales de seguimiento a las políticas públicas como el Consejo Local de Política Social - CLOPS, el Consejo Local de Gobierno y el Comité Local de Infancia y Adolescencia - COLIA, a los cuales asiste la EPI en representación del IDIPRON. Por medio del reconocimiento de cada territorio ha sido posible encontrar dinámicas de organización y participación de base comunitaria, así como colectivos artísticos independientes, quienes se han convertido en aliados estratégicos para el desarrollo de la estrategia. Por medio de este accionar se ha identificado el arte como el escenario que más involucra a la comunidad.

Finalmente, la estrategia ha permitido ampliar la cobertura de atención hacia otros grupos en riesgo de vulneración de derechos, disminuyendo los índices de segregación y de violencia, y mejorando la calidad de vida de niños, niñas y jóvenes. La clave para realizar este trabajo cuidadoso ha sido el equipo de facilitadores y facilitadoras de la EPI, quienes son creativos y cuentan con experiencia y reconocimiento de la ciudad y sus dinámicas y problemáticas sociales; gracias a ellos y ellas y su profesionalismo, se han logrado identificar, de manera certera, las diferentes situaciones de vulneración de derechos de los niños, niñas y jóvenes.

Confianzas establecidas con quienes habitan los barrios: nuestro principal logro La inseguridad se ha convertido en un obstáculo no sólo para los facilitadores y facilitadoras del Instituto, sino también para los equipos de las otras entidades que realizan trabajo de campo. En algunos lugares, por ejemplo, los “jíbaros” se oponen a que los y las jóvenes ingresen a los programas porque pierden clientes para las prácticas del microtráfico. Los conflictos entre las “pandillas” han sido otro obstáculo que dificulta la interlocución con los y las jóvenes, ya que por su accionar han proliferado las “fronteras invisibles” que impiden a la juventud moverse libremente por la ciudad.

Por otro lado, la movilización dentro de las localidades suele ser bastante complicada debido a sus geografías y la distancia existe entre los sectores marginales. Así mismo, las condiciones logísticas de los espacios comunitarios, al igual que las expectativas de remuneración económica por la utilización de éstos, afectan el desarrollo de las actividades, ya que quienes administran estos lugares se olvidan de que el trabajo del Instituto beneficia a toda la comunidad del sector. A esto se suma la utilización de los programas 212

Juventud, paz y política pública

institucionales por parte de aquellas personas que aducen ser promotores de los procesos (políticos, ediles, presidentes de JAC, entre otros) y que sólo buscan beneficios personales.

Pero la confianza, credibilidad y reconocimiento de la comunidad en el trabajo que hace el IDIPRON ha facilitado el desarrollo de la estrategia y, en especial, de las acciones dirigidas a la restitución del derecho a la educación, por medio de procesos de aceleración de la básica primaria y básica secundaria, que vinculan a niños y niñas que se encontraban en extra-edad escolar y que habían desertado de la escuela.

También ha permitido habilitar espacios comunitarios mediante tomas culturales, ambientales y de comunicación alternativa, contando con el apoyo de diferentes colectivos artísticos que actúan en las zonas de influencia del Instituto y promoviendo así la participación barrial. De esta forma, se han usado la música, el muralismo, la radio, la serigrafía, el hip hop y otras manifestaciones artísticas y culturales como estrategias para resignificar la presencia de los y las jóvenes en los territorios, convirtiendo estos espacios en entornos de paz donde ellas y ellos pueden transitar libremente. Esto ha permitido que niños, niñas y jóvenes se apropien de sus espacios y de los procesos impulsados, fortaleciendo su autoestima y confianza, lo cual se ve reflejado en el cambio de actitud, en el fortalecimiento de sus capacidades y en el compromiso de participación en las actividades que se realizan con ellas y ellos.

Es necesario que se mantenga el seguimiento permanente a la garantía de los derechos de la niñez y la juventud en los territorios y que los y las jóvenes se vean a sí mismos como sujetos de cambio, generando otras estrategias de prevención y re-significación de los imaginarios sociales para disminuir las brechas de exclusión existentes. Para ello se requiere que el diseño de las políticas públicas sea acorde con la realidad de la niñez y la juventud y las dinámicas de los territorios, y que su territorialización se realice desde un enfoque de derechos y no desde un enfoque de necesidades.

6.4. Alternativas para la no criminalización de los adolescentes y la apertura de oportunidades para sus proyectos de vida ciudadanos: justicia juvenil restaurativa y mitigación del policonsumo en Bogotá Por: José Arles Nova Las lógicas para interpretar las problemáticas de los adolescentes y jóvenes fueron cambiando en Bogotá, a la par con los procesos de urbanización y, en consecuencia, con el crecimiento de la marginalidad urbana, y los fenómenos de exclusión, segregación y reducción de los espacios de la movilidad social.

La ciudad en pocas décadas pasó de mirar con ojos indulgentes las pilatunas de pelafustanes y gamines en las calles a enfrentar un deterioro de la dignidad de niñas,

213

niños y adolescentes vinculados a delitos con mayor impacto que el raponeo común y el hurto simple. Con la entrada del siglo XXI las dinámicas de violencia, delito e inseguridad en la ciudad fueron catapultadas por la consolidación de redes y sectores mafiosos y la contrapartida de una estrategia mediática de presentar las nuevas hordas de menores de edad, vinculados por adultos o por sí mismos, a delitos, inseguridad y violencia urbana.

Un sistema de bienestar familiar se vio impotente para mantener la perspectiva “paternalista” de la re-educación de los menores infractores, rezagada también ante los avances del Sistema Internacional de los Derechos Humanos (SIDDHH) que orientaba a las naciones en desarrollo bajo la premisa de construir futuro sembrando en niños y niñas el deber de la garantía y el ejercicio pleno de los derechos específicos y prevalentes.

En el 2006 se promulgó el Código de Infancia y Adolescencia113 encargado de fundamentar las bases de una acción social y estatal en favor de la acción pedagógica, las oportunidades y la prevención frente a la vulneración de derechos y vinculación al delito por parte de los niños, niñas y adolescentes. Pero, un año después la entrada en vigencia de la ley de seguridad ciudadana, una verdadera “histeria criminal” implementó una percepción errada sobre la justicia para los menores de edad y agigantó el problema de la delincuencia en los imaginarios colectivos sobre la amenaza a la seguridad ciudadana por parte de los menores delincuentes. Como consecuencia, los actores del sistema de justicia para adolescentes se vieron desbordados por la creciente cifra de menores de edad vinculados a procesos de protección o judicialización, la limitación de recursos y la escasez de espacios de confinación, atención y resocialización.

Pese a la filosofía y lineamientos garantistas y protectores de la legislación, y las fórmulas judiciales, las agencias del Sistema de Responsabilidad Penal de Adolescentes (SRPA) en cabeza de jueces de infancia y adolescencia, fiscales, defensores de familia, defensores públicos, y policía de infancia y adolescencia, se vieron involucrados en una plataforma sancionatoria para adolescentes que en la práctica dista mucho de ser “protectora de los derechos”, restaurativa, “pedagógica”, “diferenciada” e integral.

En 2011, el Distrito Capital formuló una política pública de infancia y adolescencia que subraya el sentido de la protección de los derechos de los menores de edad y el ejercicio ciudadano de los adolescentes, en contraposición con las exigencias del SRPA enfocadas, desde el ámbito nacional y distrital, para que Bogotá aportara recursos financieros destinados a atender las sanciones privativas en centros especializados. Por su parte, las medidas restrictivas de la libertad, la ideología del castigo y la punición, lentamente se fueron volviendo “aplicables” a todo tipo de contravenciones y delitos atribuidos a los y las adolescentes.

Prevención, oportunidades y alternativas Con la Bogotá Humana se hizo más evidente el rechazo a esa tendencia punitiva y simultáneamente se incrementó la presión de los actores del Sistema para que el 113 Ley 1098 de 2006.

214

Juventud, paz y política pública

Distrito concurriera prioritariamente con recursos para mantener sancionados, o mejor, “encerrados”, a los menores de edad infractores. En cambio, desde la formulación del Plan Distrital de Desarrollo se diseñaron programas, proyectos y estrategias orientadas a la prevención, el restablecimiento de derechos, la reducción de barreras de acceso al goce de derechos y la protección integral de los derechos de niñas, niños y adolescentes.

De manera específica, en el IDIPRON se posibilitó la convergencia de varias estrategias relacionadas con la atención de problemáticas de jóvenes barristas y jóvenes con vulneración de sus derechos, con un proyecto de inversión para implementar una experiencia piloto con énfasis en atención integral y preventiva para niños, niñas y adolescentes en conflicto con la ley. Estos nuevos retos para el Instituto se orientaron en la dinámica interna de actualización y plan estratégico del IDIPRON, de manera que, en conjunto con otras estrategias, se ha logrado configurar e impulsar una acción pedagógica, incluyente y de ciudad frente a las problemáticas de los adolescentes y jóvenes del Distrito, en la perspectiva de constituir un gran Instituto de la Juventud en Bogotá.

El planteamiento general de la atención integral y preventiva a adolescentes con alto riesgo o vinculación al SRPA se implementa en el IDIPRON entre enero de 2014 y lo corrido de 2015, articulando tres estrategias de atención diferenciadas: a) atención para la mitigación y reducción del policonsumo de sustancias psicoactivas - SPA; b) el apoyo psico-afectivo mediante la metodología de Círculos de Afecto; y c) el apoyo socio-legal para orientar y reducir las reincidencias, y acompañar en la post-sanción.

Desarrollar esta experiencia fue posible gracias al aporte de varias voces autorizadas en la justicia para los adolescentes. En esta dirección se enfocan varias apuestas, producto de un trabajo previo de análisis, discusión y concreción de perspectivas surgidas de un encuentro internacional realizado en 2012 sobre experiencias en el manejo de las problemáticas de justicia de los adolescentes en países latinoamericanos; de un trabajo de relatoría en un espacio institucional denominado Mesa Técnica Distrital del SRPA que sesionó durante todo el 2013; y de una lectura sobre el SRPA y los adolescentes en conflicto con la ley.

Se encontró así que en los últimos 10 años las presiones de una “histeria punitiva mediática” había generado una distorsión de las sanciones privativas de la libertad a puntos tan paradójicos que mientras la justicia transicional imponía una reducida pena privativa a muchos de los postulados a la Ley de Justicia y Paz, a quienes se imputaban muertes selectivas y masacres, un adolescente podía ser sancionado con igual severidad por hurtar una libra de chocolate en un almacén de cadena. O a la presunta convicción de que las medidas privativas de la libertad por sí mismas “educaban” al adolescente implicado y disuadía a otros de incurrir en conductas ilegales. Peor aún, desde 2013 se identificó que en las instalaciones del Centro de Servicios Jurídicos Especiales para Adolescentes – CESPA, los adolescentes estaban siendo “retenidos” en las escaleras del edificio, hacinados e incomunicados, sin procesos judiciales ni garantías procesales, por un mes o más, bajo el supuesto de estar siendo “protegidos”.

215

FotografĂ­a: Edna Higuera

Adicionalmente, se identificó que entre 2010 y 2014 el SRPA venía siendo reiterativo en sancionar casi a un 40% de adolescentes reincidentes, lo cual quiere decir que de cada 10 jóvenes, 4 son los mismos de siempre. Esto se evidenciaba en cifras de reingresos al Sistema de jóvenes que llevaban 15 o más ingresos por delitos de tráfico, porte y comercio de SPA, hurto simple y agresión a servidor público. Luego, al cumplir la mayoría de edad, estos mismos jóvenes continuaban su ciclo en la Cárcel Distrital, en La Modelo o en las penitenciarias de resto del país. Es decir, el SRPA estaba creando un círculo vicioso de adolescentes que no podían superar esa barrera por sí mismos con facilidad, sin la intervención estatal, social y familiar.

Los mismos jóvenes, entonces, resultaban víctimas de mayor exclusión y segregación, y de reducción de oportunidades para el ejercicio de sus derechos y para salirse del círculo vicioso de la delincuencia juvenil. Tres factores atendibles agravaban esa condición: a) el consumo de psicoactivos legales e ilegales, relacionado con la participación en actividades delictivas o con la utilización de la dependencia de consumo por parte de distribuidores y jíbaros; b) la adhesión de los jóvenes a bandas o agrupaciones de excluidos con mayor riesgo de vulneración de sus derechos; y c) las barreras de acceso a los servicios sociales que les brindaran opciones y alternativas para rehacer sus proyectos de vida y ciudadanía.

Finalmente, el hacinamiento, la vulneración de derechos de los adolescentes conducidos por la Policía de Infancia y Adolescencia y las debilidades de los procesos de resocialización se hacían más injustos al comprobar que la mayoría de jóvenes vinculados al SRPA provenían de los barrios periféricos más pobres y excluidos de las localidades populares y con mayor presencia de expendios de drogas y bandas delincuenciales. Jóvenes excluidos de los escenarios educativos, reducidos y marginados a territorios estigmatizados, ausentes de oportunidades legales de trabajo, recreación, cultura y afecto.

Romper con esta situación, no menos que paradójica, que reproducía imaginarios y formulaciones perversas de una política pública basada en una perspectiva de seguridad ciudadana limitada, resultó una de las primeras tareas de la Bogotá Humana y justificó un trabajo de articulación de las políticas y estrategias para orientar una transformación de la respuesta del Distrito a las necesidades y vulneración de derechos de los adolescentes en conflicto con la ley o en algo riesgo de vinculación a circuitos delictivos.

Desde el IDIPRON correspondió la tarea de generar y validar un modelo de atención preventivo e integrado que reforzara la vigencia de la filosofía de protección y goce efectivo de derechos, la construcción de oportunidades y el énfasis en la pedagogía como elemento esencial en la atención de los adolescentes, en consonancia con el Código de Infancia y Adolescencia vigente. El reto que se asumió puso en diálogo la estructura del proyecto “atención integral y preventiva a adolescentes en conflicto con la ley”, la experiencia del proyecto pedagógico del IDIPRON y la agenda múltiple de interacción con las realidades de los jóvenes en el Distrito Capital bajo la consigna de “justicia juvenil”.

218

Juventud, paz y política pública

Un referente diferenciado para niñas, niños, adolescentes y jóvenes vinculados al SRPA: el principal logro El modelo de atención integral y preventivo propuesto por el proyecto 969 e implementado a través del Centro de Atención a Adolescentes y Justicia Juvenil (CAAJJ), se estableció en la localidad de Ciudad Bolívar y en la UPZ Perdomo, la cual está geográficamente equidistante de los diferentes territorios que presentan indicadores negativos de convivencia, seguridad y consumo-expendio de SPA a menores de edad. Con el concurso de voluntades y la coordinación institucional con las dinámicas locales en los barrios se realizó inicialmente una búsqueda activa de los adolescentes en conflicto con la ley y de aquellos con mayor riesgo de ser absorbidos por la dinámica de delincuencia urbana en la zona sur del Distrito.

La dinámica de acceso de los adolescentes al programa ha cambiado notoriamente, pasando de una indiferencia incrédula inicial a un acercamiento cauteloso y, finalmente, a una participación condicionada. La percepción de la presencia del Estado para estos jóvenes sigue siendo paradójica, pues oscila entre la incredulidad y el recelo. Algunos padres de familia también se acercaron al CAAJJ a “dejarle” al Distrito a sus hijos “porque no podían más con ellos”. Otros, recelaban ingresarlos al programa porque el Instituto solo trabajaba con habitantes de calle y chicos “viciosos”. Y algunos educadores todavía alegaron que el CAAJJ era el lugar donde debían terminar sus años de formación los chicos “problema” de los colegios públicos del Distrito.

No obstante, a medida que se fue conociendo la experiencia y una vez comenzaron a visualizarse algunos logros por parte de familiares, los funcionarios implicados y los mismos jóvenes, la percepción sobre el modelo de atención, sus impactos y sus beneficios, así como la valoración de la tarea de los funcionarios del IDIPRON, fue cambiando hasta convertirse en confianza, consejo y afecto. Tanto el equipo de trabajo del CAAJJ como los nuevos aliados de la experiencia han enriquecido la interacción y las y los jóvenes han generado valoraciones y afectos hacia sus propios procesos individuales, colectivos y familiares.

La Unidad de Mitigación Alternativa (UMA) es la unidad de servicio que realiza la estrategia de mitigación y reducción del policonsumo, y de daños producidos por el consumo no responsable y temprano de SPA (incluyendo alcohol, cigarrillo, inhalantes y fármacos legales e ilegales). Un grupo de profesionales médicos, especializados en terapias de medicina tradicional china y medicina alternativa occidental, aplican protocolos de atención y refuerzo a consumos no problemáticos. Con el uso de acupuntura, electroacupuntura, terapia cráneo-sacra y técnicas de Tai Shi se apoya a las y los jóvenes en la reducción del policonsumo, y en el retraso en los tiempos de consumo, atendiendo el síndrome de abstinencia y la auto-sanación, y generando condiciones de mejoramiento del bienestar personal y colectivo. En el periodo 2014-2015 se realizaron 6.600 atenciones o citas de atención con cerca de 560 niñas, niños y jóvenes que han presentado una mayor adherencia a los efectos de las terapias de mitigación.

219

Esta atención se complementa con el apoyo psico-afectivo de profesionales de ciencias humanas, sociales y pedagogía que procuran el fortalecimiento de capacidades y competencias tanto cognitivas, de convivencia, de interacción y afectivas de los adolescentes participantes. En el periodo de ejecución del proyecto se vincularon a las jornadas de acompañamiento 1.684 niñas, niños y jóvenes.

Tales jornadas han permitido la apropiación de tecnologías de la comunicación, el trabajo sobre el territorio del cuerpo, la elaboración de proyectos de vida, la lúdica y la expresión artística, la convivencia y paz, el refuerzo en lecto-escritura y salidas pedagógicas que, en conjunto, logran producir transformaciones en sí mismos y en sus entornos afectivos (familiares o parejas) que les permiten visualizar salidas y alternativas de cambio.

Alrededor de 500 familiares (padres, madres, hermanos, abuelas) de los y las jóvenes se han integrado a las actividades de acompañamiento convocadas. Ellas y ellos han dejado constancia de los cambios de sus adolescentes y las bondades de la atención.

La estrategia de acompañamiento socio-legal o de justicia restaurativa se viene perfilando como una herramienta de intervención que se orienta hacia dinámicas de justicia restaurativa para reducir la afectación de los derechos de los jóvenes y, en sus territorios, de los de las personas víctimas de las acciones de los adolescentes. En esta línea de acción se ha procurado la apropiación y fortalecimiento de herramientas y competencias para la convivencia, la tramitación de conflictos, la mediación y la construcción de consensos.

Con el acompañamiento socio-legal y el énfasis en justicia restaurativa se logró vincular al CAAJJ durante los 18 meses transcurridos un total de 550 niñas, niños y jóvenes, quienes participaron de atención directa en sanción de privación (480), con libertad asistida (30) y con post-medida (150). Muchos de ellos fueron contactados, sensibilizados y canalizados desde su sanción privativa. ¿Cuáles han sido los principales obstáculos y los principales retos?

De entrada, la apuesta del proyecto y del CAAJJ fue subestimada respecto de sus posibilidades, el enfoque y la agenda de puesta en acción. Tanto interna como externamente al IDIPRON se le esgrimieron argumentos respecto del impacto que pudiera tener la experiencia y lo realmente alternativo de su carácter. Desde la Secretaría de Gobierno se pusieron diferentes objeciones a una perspectiva alterna, que finalmente, aporta a la discusión y a la acción institucional.

Por tanto, la principal dificultad y un reto para este tipo de iniciativas corre por cuenta de la debilidad institucional para adecuarse a cambios, lo que implicará enfocarse en una estrategia de fortalecimiento institucional relacionado con la coordinación y articulación de las instancias de gestión, por un lado, y, por el otro, con una mayor interacción con niños, niñas y jóvenes, en el sentido de retroalimentar las expectativas, necesidades y exigencias respecto de sus aspiraciones de movilidad, reconocimiento, oportunidades y apuestas.

220

Juventud, paz y política pública

El 80% de los niños, niñas y adolescentes que han buscado acompañamiento en el CAAJJ tienen necesidad de acceder a reales procesos de educación formal que cualifiquen su formación en educación básica y mejoren sus habilidades ocupacionales y laborales, y a opciones laborales creíbles. Educación y ocupación son una dupla fundamental para las oportunidades que aspiran a encontrar en el Estado los niños, niñas y jóvenes.

Las opciones laborales y de generación de ingresos, por demás, deberían contar con el apoyo decidido del sector privado, particularmente de comercio e industria, si quieren aportar a apoyar la prevención en lugar del castigo. Por tanto, hay aquí un reto a superar relacionado con el compromiso social de los comerciantes y empresarios para superar de fondo los obstáculos al ejercicio de derechos de niños, niñas y jóvenes en conflicto con la ley.

Durante el periodo de la experiencia se logró que el nivel de reincidencia o re-ingreso al SRPA se redujera: 550 jóvenes habían confirmado reincidencia en el Sistema -algunos llegaron con 15 ingresos y otros tenían el récord de 10 fugas de sanciones privativas. De ellos y ellas 17 tuvieron reincidencia, correspondiendo al 3,1% con sanciones más severas precisamente por el reingreso. Sin embargo, esta cifra puede compararse con el 27% que reporta Instituto Colombiano de Bienestar Familiar - ICBF en cifras generales de reincidencia durante 2015 y el histórico promedio de 35% nacional durante el periodo 2017-2014.

Pedagogía en justicia restaurativa La acción pedagógica está concebida para desencadenar múltiples experiencias cognitivas, sensoriales y afectivas. Las actividades artísticas permiten llevar a niños, niñas y jóvenes a estas dimensiones. Así mismo, estas experiencias son traducidas en nuevos conocimientos construidos a través de la experiencia propia y la reflexión que nace de la historia de vida de cada uno de ellos y ellas. En este sentido, en el CAAJJ se dan encuentros pedagógicos centrados en generar preguntas e interrogantes sobre la propia existencia. Además, la acción pedagógica tiene en cuenta la reflexión sobre la norma y la autoridad, mediante la construcción de acuerdos que tienen sentido para todos porque regulan la vida en comunidad y posibilitan la armonía y la cohesión.

El modelo pedagógico promueve salidas y recorridos por la ciudad para que niños, niñas y jóvenes accedan a los espacios culturales, recreativos, deportivos e institucionales con los que cuenta el Distrito y donde pueden realizar y disfrutar de sus derechos. Por otro lado, busca que los servidores públicos y representantes de las distintas instituciones se sensibilicen, faciliten los espacios y creen condiciones para dicho acceso, promoviendo de esta forma la inclusión y la participación social.

El acercamiento a los colegios distritales ha sido uno de los mayores aciertos, pues los maestros son los primeros llamados a respetar los derechos de niñas, niños y jóvenes porque con su realización se dignifica la labor docente. En este sentido, al reforzar su trabajo como integral, activo y participativo se refuerza su función social. Es en la 221

escuela donde se dan los procesos de socialización para asumir la vida adulta, pero, infortunadamente, el espacio escolar y su entorno se han convertido, en algunas zonas de la ciudad, en lugares peligrosos por la presencia de redes de micro-tráfico, de tráfico de armas y por hurtos, siendo los estudiantes los más vulnerables.

El paradigma sobre el cual se estigmatizó durante un tiempo a los adolescentes por el consumo problemático o la poli-adicción y drogodependencia, y que se mantuvo bajo la égida del castigo, ha venido transformándose en la política pública de Bogotá. Hoy en día, la administración distrital ha priorizado y sustentado el carácter de “problema de salud pública” de la adicción y el consumo problemático, llegando más allá de la política nacional o del problema de la adicción y el tema del consumo.

De acuerdo con los resultados que nos ofrece la Unidad de Mitigación y Reducción del Riesgo, los niños, niñas y jóvenes escolarizados presentan porcentajes de consumo bajos, especialmente de marihuana, que aún no llegan a ser problemáticos, por lo menos en las instituciones educativas atendidas. No obstante, el riesgo de incrementar el consumo son muy altas, dado la facilidad en el acceso a la oferta de psicoactivos, alcohol e inhalantes en los territorios.

Aunque falta escalar a nivel distrital el análisis de los datos, el mayor consumo está relacionado con la desescolarización, la alta presencia en calle y conflictos familiares. En las y los jóvenes que viven estas situaciones, el consumo ya se ha vuelto problemático y la vulneración de sus derechos cada vez es mayor. A la mayor parte de estos jóvenes se les vinculó al ciclo largo con presencia en el CAAJJ, además del acompañamiento a sus referentes familiares.

Con la implementación de la experiencia piloto se esperan de manera específica tres logros: a) consolidar un espacio de referencia en el Distrito para que niños, niñas y jóvenes en conflicto con la ley o en alto riesgo de estarlo encuentren apoyo, acompañamiento y orientación frente a sus problemáticas; b) garantizar y ofrecer un servicio al Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente para que niñas, niños y jóvenes vinculados por flagrancia y sanción de amonestación sean apoyados en trabajo social y, sobre todo, en el restablecimiento en medio familiar; c) consolidar un modelo de atención preventiva alternativo y creativo que permita a otras entidades territoriales -municipales y distritales- emular y aportar a la construcción de alternativas de tratamiento, prevención y sanción de las situaciones de conflicto con la ley. La apuesta ha sido planteada por el Alcalde Mayor y quedó consignado en el Plan de Desarrollo Bogotá Humana, en donde se manifiesta que la ciudad le apunta a la prevención, a la educación y a la atención a la mitigación y reducción de los consumos problemáticos.

Breve descripción de la operación del modelo de atención integral y preventivo del CAAJJ Luego de búsquedas y dificultades para conseguir espacios, el IDIPRON adecuó y entregó al proyecto 969 la sede actual para prestar los servicios a la población con mayor 222

Juventud, paz y política pública

necesidad; por su cercanía, atiende especialmente a niñas, niños y jóvenes de Ciudad Bolívar, Bosa, San Cristóbal, Tunjuelito y Rafael Uribe.

El Centro de Atención tiene su sede principal en la Avenida Villavicencio 60 B-05, barrio Perdomo, localidad de Ciudad Bolívar. Es un equipamiento dotado con las instalaciones y servicios completos para atender de manera ambulatoria hasta 100 adolescentes diariamente. En esta sede se realizan las actividades presenciales y prestan sus servicios los profesionales, técnicos y auxiliares del proyecto mediante unidades de servicio. Cuenta, igualmente, con una subsede (Oficina de Enlace) en la Unidad Pedagógica Integral -UPI La 32, localizada en la localidad de Puente Aranda y cercana a las instalaciones del CESPA, la Unidad de Reacción Inmediata - URI y la Unidad Permanente de Justicia -UPJ, desde donde se realiza un acompañamiento directo y constante a los adolescentes que han sido conducidos a estos centros de servicios judiciales y de protección.

El Centro de Atención a Adolescentes y Justicia Juvenil cuenta en su sede con espacios suficientes y adecuados para realizar las jornadas de atención y acompañamiento a los niños, niñas y adolescentes que de manera voluntaria, y mediante la modalidad ambulatoria, se acojan a la intervención. Funciona de lunes a viernes en el horario de 8:00 a.m. a 4:00 p.m. y los sábados para actividades de padres de familia, docentes y grupos de adolescentes en el horario de 8:00 a.m. a 12:00 m.

La infraestructura del CAAJJ se encuentra en muy buenas condiciones, cuenta con salón de coordinación y administración, sala de atención socio-familiar, cajero guardarropa de los adolescentes, tres salas temáticas (cine-foro, ludoteca, musicoteca), tres salones de clase, dos salas de computadores, tres talleres o ejes de proyectos creativos (artes manuales, arcilla, madera), centro médico (enfermería y unidad de mitigación y reducción), salón múltiple, restaurante, cocina, y canchas de micro (1), baloncesto (1), balón mano (1) y patinaje (1). Tiene, además, espacios para archivo documental, servicios generales y aseo, vigilancia y baterías sanitarias para hombres y para mujeres. Las oficinas, salas, talleres y salones se encuentran distribuidos en dos pisos que ocupan una tercera parte del área del Centro, mientras que en la otra parte se encuentran el salón, el comedor y las canchas. El perímetro del Centro de Atención a Adolescentes y Justicia Juvenil está suficientemente delimitado y asegurado para brindar las mejores condiciones de seguridad y permanencia de los funcionarios y adolescentes, y cuenta con una sala de visitantes y una zona de agricultura urbana.

Superada la discusión y los ajustes, el proceso de construcción colectiva del actual modelo de atención permite caracterizar un proceso tanto complejo como diferenciado, con perspectiva de garantía de derechos, enfocado a la prevención y complementario con otros modelos y paradigmas. El proceso general que comprende los pasos de ingreso, desarrollo de proceso y egreso, se ha adaptado a las necesidades de los adolescentes en la procura de acompañamiento y trámite de sus situaciones específicas.

223

Un sub proceso de ciclo corto ha sido diseñado para garantizar la inclusión de niños, niñas y jóvenes escolarizados, garantizando su permanencia en las aulas y facilitando espacios y tiempos para un trabajo complementario individual y colectivo. Este ciclo corresponde a una secuencia de actividades que se realizan en 12 semanas y que incluyen un ingreso fácil, refuerzo de selección de los jóvenes en los colegios y de acompañamiento a los familiares acudientes. Quienes son así vinculados, asisten en contra-jornada al CAAJJ dos veces a la semana.

Otro sub proceso, denominado ciclo largo, corresponde con la atención y el acompañamiento, particularmente desde la unidad de mitigación y reducción de consumo, que se ofrece a los adolescentes que están vinculados a los programas educativos del IDIPRON. Este ciclo, que puede durar 24 semanas, se realiza con la presencia de los jóvenes dos veces a la semana.

Un tercer sub proceso se realiza en territorio con los adolescentes que son conducidos al CESPA y se encuentran en los CETA1 y CETA2, con quienes se realizan procesos de consulta y de atención en los espacios de restricción a su libertad. La característica de estos adolescentes en que hacen parte del SRPA y con ellos se trabaja en la perspectiva de “prevención a la reincidencia” para aportar en la garantía del ejercicio de los derechos.

La orientación que se presta es socio-legal y eventualmente jurídica. En la mayoría de los casos se invita a los jóvenes a integrarse al CAAJJ, pero dado que muchos no pueden hacerlo por sus sanciones o la restricción a su libertad, el equipo de enlace realiza dinámicas / actividades y acompañamiento e intervención en territorio.

Finalmente, se identifica otro sub proceso realizado con los adolescentes que no asisten al CAAJJ y que tampoco están en restricción de libertad, pero que por condiciones múltiples permanecen en sus territorios y que pertenecen a instituciones educativas alejadas del CAAJJ o a grupos organizados de adolescentes interesados en vincularse a un trabajo de prevención extramural. La prevención en territorio hace parte de las variantes que se emplean para ampliar la cobertura de los servicios del CAAJJ y éste actúa eventualmente como soporte de los procesos facilitando a los jóvenes el acceso a la atención médica alternativa, a las instalaciones y a materiales de trabajo de la sede.

6.5. Construyendo nuevas experiencias juveniles a través de la formación para el trabajo Por: Luis Vicente Bermúdez El Proyecto 968, llamado “Generación de ingresos y oportunidades”, le ha apostado a la construcción de escenarios de formación para la vida laboral de las y los jóvenes, en el horizonte de la materialización de la Política Pública Distrital de Juventud 2006-2016 y en el marco del Plan Distrital de Desarrollo Bogotá Humana. Se trata de un conjunto de acciones que parten de reconocer el elevado porcentaje de desempleo juvenil que se encuentra 224

Juventud, paz y política pública

en las localidades periféricas de la ciudad, en comparación con los hogares de mayores ingresos en la ciudad; así como a las juventudes vulnerables de los niveles socioeconómicos más bajos, en su mayoría con deserción en la etapa escolar o sin acceso a ella, víctimas de las violencias sociales, políticas y culturales que marcan a esta sociedad, y con alta discriminación y estigmatización social por su forma de ser y estar. Juventudes, en suma, carentes de oportunidades de formación para la vida laboral y la generación de ingresos.

Es por esto que el objetivo de esta estrategia, que se ha desarrollado en compañía de un valioso equipo técnico y social, y de unas juventudes con deseos de cambio individuales y de transformación de todos los escenarios de sus vidas, ha sido, potenciar la adquisición de habilidades sociales, culturales y técnicas para la vida laboral en los-as jóvenes; desde un proceso que permite experimentar un escenario laboral como dinámica pedagógica para enriquecer su integralidad y su perspectiva de vida. Por esto, losas beneficiarios-as se encuentran con un proceso educativo, desde lo académico, el taller y las labores de productividad, que se engranan al desarrollo de habilidades y hábitos con el fin de incentivar y fortalecer procesos para el ámbito laboral y social en los individuos.

Este ejercicio se plantea, desde un escenario denominado práctica productiva, el cual se convierte en una extensión de formación que desde el proyecto 968, fomenta el IDIPRON, con el fin de alivianar las dinámicas que oprimen al sujeto. El desarrollo de este proyecto contribuye a potenciar líneas humanistas dentro de las lógicas del establecimiento de una sociedad que ha desprotegido a los sujetos, dejándolos configurar desde elementos apolíticos y ahistorizados, que sólo han dado cabida a entornos llenos de anti-valores sociales como la facilidad, la rapidez y el despropósito (IDIPRON, 2015a).

En ese sentido, es de reconocer que distintas administraciones locales de la ciudad han perfilado programas y proyectos relacionados con el derecho al trabajo de las y los jóvenes. No obstante, en el marco de la Bogotá Humana se perciben como hechos significativos que: 1) las y los jóvenes vulnerables de la ciudad accedan a escenarios de formación laboral con la posibilidad de finalizar sus estudios escolares o participar de talleres técnicos; 2) que adquieran aprendizajes sobre diferentes oficios como gestión documental, restauración de inmuebles tradicionales, gestión ambiental, técnicas de limpieza, mantenimiento e instalación de señales turísticas y de tránsito en la ciudad, limpieza de sumideros, y adecuación, recuperación y re naturalización de predios, entre otras actividades; 3) que reciban incentivos que les posibilitan proyectarse para el emprendimiento y la empleabilidad; y 4) que adquieran aprendizajes sobre cómo elaborar una hoja de vida, prepararse para una entrevista y entender la diferencia entre las trabajos formales y los informales, entre otros elementos.

Respecto a los logros generados en el marco de la política pública de juventud, sabemos que en el Distrito se han desarrollado distintas estrategias de gobernanza orientadas hacia las y los jóvenes vulnerables, especialmente enfocadas en participación política y organización social; sin embargo esta estrategia del IDIPRON es particular en tanto se encarga de la generación de ingresos juveniles, en diálogo con las situaciones de violencia y consumo que las juventudes viven día a día. Es decir, desde este escenario 225

se realizan procesos de formación en emprendimiento y empleabilidad, pero también acompañamientos sociales a las y los jóvenes para asegurar que les sea posible realizar las actividades propias de la práctica productiva. Lo anterior porque hemos entendido, desde una mirada holística, que cada una de las esferas de vida de los y las jóvenes es fundamental; por ello, nuestro proceso de formación pedagógica articula los siguientes ejes: potencial afectivo, potencial creativo-comunicativo, potencial ético-moral y potencial democrático-participativo.

El proceso pedagógico paso a paso Esta estrategia se encarga de la suscripción de convenios con otras entidades públicas de la ciudad, como el Instituto Distrital de Turismo, la Secretaría Distrital de Movilidad, la Secretaría Distrital de Ambiente, la Empresa de Acueducto de Bogotá y el Instituto Distrital de Gestión de Riesgos y Cambio Climático, entre otras; esto con el propósito que los y las jóvenes puedan realizar prácticas productivas como parte de sus procesos de formación pedagógica para la vida laboral.

Luego de la suscripción de convenios, las Unidades de Protección Integral - UPI y las estrategias territoriales del IDIPRON postulan a las y los jóvenes que deben ingresar a las prácticas productivas. Estas postulaciones se realizan teniendo en cuenta los avances en los procesos de formación de las y los jóvenes, así como las actividades requeridas para dar cumplimiento a cada convenio. Además, antes de dar inicio a la práctica productiva, el beneficiario presenta una prueba de ingreso que permita al equipo social del proyecto 968; Generación de ingresos y oportunidades analizar el perfil ocupacional de los-as jóvenes que desean ingresar a determinado convenio. Dicha prueba se realiza para generar un proceso de selección y de análisis de reciprocidad, entre la formación del joven y el cumplimiento de procesos, que minimice los riesgos o contratiempos que puedan presentarse en el desarrollo operativo de la práctica, teniendo en cuenta que esta puede marcar la perspectiva en el ámbito laboral y personal del beneficiario para la vida, y debe ser lo más satisfactoria posible.

En el ideal se plantea que los-as jóvenes permanezcan en el programa o su tiempo máximo para la culminación de su proceso sea de un año y medio o de un año y ocho meses. Sin embargo, cuando se identifica que un/a joven no ha concluido el proceso frente a sus habilidades o logros personales y se permite aportar desde otra serie de estrategias a considerar según el caso (IDIPRON, 2015a).

Posterior a la definición de las y los jóvenes que ingresarán a la práctica productiva, se realiza una inducción en donde se les precisan las recomendaciones sociales, técnicas y ambientales a tener en cuenta en la realización de sus prácticas productivas. Luego se revisa que su documentación esté completa y, finalmente, se firma el acuerdo de formación y corresponsabilidad en la práctica productiva. Durante la permanencia de las y los jóvenes en el Convenio se lleva a cabo un diálogo permanente con las UPI y las estrategias territoriales del IDIPRON, con el propósito de hacer acompañamientos sociales conjuntos; así mismo, se diseñan módulos pedagógicos y capacitaciones, entre otros.

226

Juventud, paz y política pública

Restablecimiento de derechos: camino hacia la empleabilidad Dentro de los logros generales de esta estrategia se pueden resaltar: • Avances en el uso de un vocabulario que minimiza la jerga de calle; la adquisición gradual de hábitos de puntualidad y de manejo correcto de horarios; adaptación a diferentes ambientes laborales; adecuadas relaciones interpersonales con pares y figuras de autoridad; concientización frente a la importancia del ahorro y la priorización de necesidades básicas con un enfoque de consumo cuidadoso; disminución gradual de prácticas inadecuadas como hurto y consumo de sustancias psicoactivas; y generación de auto-reflexión sobre la necesidad de capacitarse, de calificar y cualificar para eventuales procesos laborales y de ubicarse laboralmente en de entornos públicos y privados.

• Fortalecimiento de las habilidades del pensamiento económico en los y las jóvenes, quienes reciben formación de micro finanzas y cultura del ahorro para potenciar su proyecto de vida y de emprendimiento.

• Construcción de una ruta pedagógica que orienta el accionar institucional hacia los jóvenes.

• Vinculación de mujeres jóvenes a la estrategia, en igualdad de condiciones que los hombres jóvenes.

• Las y los jóvenes han asumido prácticas de ciudadanía, como el porte de documentos de identificación, ya que esto hace parte del seguimiento diario que se realiza en cada una de los grupos de jóvenes por parte de los profesionales sociales y técnicos de la estrategia.

• El apoyo de sostenimiento recibido por participar en la práctica productiva les sirve a las y los jóvenes para reparar los lazos familiares, hacer su proyección futura (por ejemplo, vinculándose a la educación formal) y sentirse parte de la ciudad, como ciudadanos activos y con derechos.

• Las y los jóvenes que participan en esta estrategia son reconocidos por parte de los habitantes de Bogotá, dadas sus actividades sociales y técnicas desarrolladas en el cuidado y protección de la ciudad; gracias a esto, ellas y ellos mejoran su autoestima al identificar que su actividad es importante para la sociedad.

Por otro lado, en el marco del Plan de Desarrollo Bogotá Humana, se pueden señalar los siguientes logros: • Las y los jóvenes han accedido a los equipamientos sociales y oferta cultural de la ciudad, principalmente en las localidades de la Candelaria, Teusaquillo y Chapinero.

227

También a la oferta eco-turística, realizando visitas a museos y parques naturales, lo cual les ha permitido conocer otros espacios para el uso del tiempo libre.

• Contacto directo y real por parte de las y los jóvenes con la ciudad y sus espacios, realizando embellecimiento de fachadas (en el centro histórico), limpieza de puentes, muros y postes, y mantenimiento del sistema de drenaje de aguas de la ciudad. Desde estas actividades se les han hecho visibles las problemáticas a las que algunos de ellos aportan, especialmente quienes, en su vulnerabilidad, agreden los espacios de ciudad.

• Articulación con otros actores sociales para incrementar la participación juvenil en nuevos escenarios para la apropiación de lo público.

• Gestión interinstitucional con la Secretaría de Integración Social, la Secretaria de la Mujer, la Secretaría de Gobierno, y la Secretaría de Desarrollo Económico, entre otras, ampliando así las redes de apoyo de las y los jóvenes .

• Los y los jóvenes aportan a la reducción de inundaciones en la ciudad, tomando conciencia de la responsabilidad que tienen en la disposición inadecuada de residuos en los sistemas de drenaje de la ciudad.

• Se han desarrollado capacitaciones, charlas, salidas y campañas con el ánimo de despertar en las y los jóvenes la apropiación del agua como un recurso vital que debemos proteger, así como el aprovechamiento de su mínimo vital.

• Fortalecimiento de la protección de zonas verdes, corrientes de agua e individuos arbóreos, gracias a las actividades realizadas en territorios de la ciudad que se encuentran en alto riesgo, con el fin de reducirlo por medio de acciones de bioingeniería que minimizan el consumo del suelo y del agua, y el impacto sobre el medio ambiente, a la vez que mejoran la calidad de vida de los residentes.

6.6. Misión Bogotá Humana: inclusión y formación para el emprendimiento Por: Diego Karachas Rodríguez El Plan de Desarrollo Distrital Bogotá Humana se propuso transformar el proyecto Misión Bogotá. Desde su creación en 1998114 y hasta 2006, éste se ubicó en la Secretaria de Gobierno con una agenda de seguridad. Entre los años 2007115 y 2013 la entidad encargada de liderarlo fue el Instituto para la Economía Social – IPES, con una agenda 114 Por medio del Decreto Distrital 927 de 1998 se adoptó, como campaña interinstitucional y comunitaria, la implementación del proyecto Misión Bogotá, a cargo de la Secretaría de Gobierno.

115 El Decreto Distrital 085 de 2007 asignó al Instituto para la Economía Social - IPES la función de adelantar el proyecto Misión Bogotá.

228

Juventud, paz y política pública

de empleabilidad. Finalmente, en 2014116 se trasladó al IDIPRON, donde se constituyó como un proyecto con una agenda de juventud para la ciudad, tomando su dinámica y espacios de intervención en los territorios, y orientándose a ser una posibilidad para que los y las jóvenes, personas pertenecientes a grupos sociales segregados y con menores opciones de inclusión productiva, puedan mejorar su calidad de vida y proyectarse de forma sostenible hacia el emprendimiento o la empleabilidad. A partir del enfoque de derechos se pretende su inclusión efectiva en la ciudad que habitan.

Misión Bogotá Humana está atravesada por los tres ejes del Plan de Desarrollo. En el primer eje, “Lucha contra la Segregación”, su mayor impacto se remite a la vinculación de jóvenes víctimas del conflicto armado, jóvenes afro, jóvenes de los sectores LGBTI117, mujeres jóvenes en alta vulnerabilidad, mujeres jóvenes en ejercicio de prostitución, jóvenes con discapacidad y jóvenes de los territorios definidos como “territorios de vida y paz”118, provenientes de grupos en conflictividad y/o delincuencia.

En el segundo eje, “Adaptar la ciudad al Cambio Climático”, se resalta el apoyo a campañas de la Secretaria de Ambiente principalmente relacionadas con la socialización del programa Basura Cero y con la promoción de afluentes hídricos; y, en una última etapa, el trabajo realizado con la Secretaria de Gobierno a través de presentaciones con el grupo musical y artístico Stomp Misión, el cual emplea materiales reciclados para transmitir diferentes mensajes lúdicos, como el del comparendo ambiental que se realizó en todas las localidades.

En el tercer eje, “Fortalecer el poder público”, Misión Bogotá Humana apoyó las convocatorias a los cabildos de participación, socializó todas las acciones estratégicas orientadoras de los “Gobiernos territoriales”119 y acompañó logísticamente más de 600 eventos públicos realizados por Secretarias, Institutos y Alcaldías locales de la ciudad.

A través de Misión Bogotá Humana se busca la inclusión de poblaciones segregadas, estigmatizadas y con altos niveles de opresión, promoviendo el empoderamiento social y político de las familias diversas, mujeres, grupos étnicos afrodescendientes, palenqueros raizales, indígenas y Rom, las personas lesbianas, gays, bisexuales, transgeneristas e intersexuales, LGBTI y con discapacidad y en general de los grupos poblacionales discriminados y segregados de modo que se avance hacia la igualdad de oportunidades; la protección y restitución de sus derechos, visibilizando y ampliando sus oportunidades y suscitando el respeto y cambio de imaginarios frente al género, la pertenencia cultural y étnica, la orientación sexual, la identidad de género, la apariencia y la discapacidad”120.

116 El Decreto 232 de 2014 asignó al Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud - IDIPRON, la función de adelantar el proyecto Misión Bogotá.

117 Siglas que designan colectivamente a Lesbianas, Gays, Bisexuales, personas Transgénero e Intersexuales.

118 Coordinación interinstitucional que compromete los 100 cuadrantes de la ciudad con las cifras más críticas de delincuencia. Ver: http://www.gobiernobogota.gov.co/lineas-estartegicas/territorios-de-vida-y-paz 119 Estrategia de gobierno desarrollada desde los diferentes territorios de la ciudad.

120 Acuerdo 489 de 2012 por el cual se adopta el plan de desarrollo económico, social, ambiental y de obras públicas para Bogotá D.C. 2012-2016 Bogotá humana. Artículo 5. Objetivos.

229

Otra armonización con el Plan de Desarrollo es la generación de trabajo decente y digno, a través de la construcción de competencias para el trabajo y siguiendo las orientaciones del Programa Global de Empleo creado por la OIT y las cuatro prioridades determinadas por la Red de Empleo de los Jóvenes de la misma organización121.

Asimismo, se acogen los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM)122, en los cuáles se estableció, entre otras, la meta de aplicar estrategias que proporcionen a los jóvenes la posibilidad de tener un trabajo digno y productivo, mediante la creación de oportunidades de empleo que mitiguen el problema del desempleo y la desocupación e insatisfacción juvenil.

Procesos de formación en competencias laborales Las y los jóvenes que participan en Misión Bogotá Humana tienen problemáticas de desempleo, desocupación, segregación social y consumo de sustancias psicoactivas SPA, razón por la cual el Alcalde Gustavo Petro justificó y orientó su ubicación dentro de la misionalidad del IDIPRON, reconociendo la experiencia de esta entidad en la formación a jóvenes en condiciones de alta vulnerabilidad para el fortalecimiento de sus competencias ciudadanas, y de sus capacidades laborales y productivas de emprendimiento o empleabilidad.

Los problemas de subempleo y desempleo en jóvenes están ligados a dificultades de inserción en el mercado laboral, debido a que carecen de experiencia o tienen una baja o diferente calificación a la exigida por el mercado. Igualmente, su nivel de formación, los largos periodos de desempleo y su participación en el sector informal influyen en los modos de inserción laboral de jóvenes en la ciudad.

Las y los jóvenes vinculados a la estrategia habitan barrios marcados por la violencia juvenil y la desigualdad económica. Sus viviendas están ubicadas en zonas de alto riesgo de desastres naturales y en barrios periféricos, lo que les obliga a recorrer diariamente grandes distancias para acercarse a los sitios de trabajo o entornos productivos de la ciudad, con la consecuente ocupación de sus tiempos vitales en movilidad, además de los costos de transporte que impactan directamente sobre la canasta familiar.

El Instituto brinda un proceso de formación en básica primaria, secundaria y media, así como de formación técnica laboral en áreas con mayores posibilidades para la creación de unidades productivas, la generación de ingresos o la vinculación al mercado laboral.

De esta manera, la estrategia Misión Bogotá Humana promueve en los y las jóvenes 121 Se trata de cuatro prioridades globales que deben tenerse presentes en las acciones nacionales para promover el empleo de los jóvenes: a) aptitud para el empleo; b) igualdad de oportunidades; c) espíritu empresarial; y d) creación de empleo. Ver: http://www.ilo.org/public/spanish/standards/relm/gb/docs/gb286/pdf/esp-1.pdf 122 Los Objetivos del Milenio son: 1) erradicar la Pobreza extrema y el Hambre; 2) lograr la enseñanza primaria universal; 3) promover la igualdad de género y la autonomía de la mujer; 4) reducir la mortalidad infantil; 5) mejorar la salud materna; 6) combatir el VIHSIDA, el paludismo y otras enfermedades; 7) garantizar la sostenibilidad del medio ambiente; 8) fomentar una asociación mundial para el desarrollo. Ver: http://www.pnud.org.co/sitio.shtml?apc=aBa020101-

230

Juventud, paz y política pública

vulnerables y segregados de la ciudad el desarrollo de competencias ciudadanas y productivas, generando las condiciones para que se incluyan en las esferas sociales, económicas, políticas y culturales de la sociedad capitalina.

Enfoque y metodología de Misión Bogotá Humana Su dinámica se inscribe dentro de la categoría de acciones para la formación y fortalecimiento de competencias para el trabajo y el desarrollo humano, que pretende incrementar la capacidad productiva de las personas vinculadas y transversalizar un enfoque de emprendimiento, a través de las siguientes competencias: competencias ciudadanas, competencias laborales generales y competencias específicas.

El IDIPRON, desde la estrategia Misión Bogotá Humana vincula a hombres y mujeres jóvenes vulnerables, entre los 18 y 28 años de edad, con un nivel mínimo de escolaridad de básica primaria y uno máximo de técnico, tecnológico o universitario interrumpido e inconclusa; también residentes en las zonas establecidas como primera categoría por sus condiciones de alta vulnerabilidad socioeconómica, de vivienda en condiciones urbanísticas informales y de concentración de expendios de SPA. Los criterios de focalización y selección son: jóvenes en riesgo por violencia o delincuencia de los territorios priorizados a ser intervenidos, jóvenes en ejercicio de trabajo sexual, jóvenes de los sectores LGBTI, jóvenes en condición de discapacidad sensorial o diversamente hábiles -cuya función les permita un adecuado desarrollo de su dimensión productiva y su relación con el entorno-, jóvenes en situación de desplazamiento, jóvenes víctimas de delitos contra los derechos humanos y jóvenes reincorporados a la vida civil.

La atención implica acompañamiento psicosocial, identificación del perfil ocupacional y vocacional para direccionar el proceso formativo hacia actividades de emprendimiento o empleabilidad y tendientes a la articulación con grupos de formación y capacitación, y apoyo al emprendimiento empresarial en el sector informal y en poblaciones específicas.

Su vinculación se concreta en un “acuerdo de corresponsabilidad y de permanencia”.

En su primer trimestre de vinculación participan en un módulo introductorio, en el cual reciben formación integral en competencias ciudadanas y en el funcionamiento de la ciudad, apoyados por profesionales del Programa Jóvenes en Paz y otras entidades.

Después se identifican dos ciclos: uno orientado a la intervención en la ciudad a través de diferentes actividades de apoyo a necesidades en establecimientos públicos, zonas públicas, Supercades, alcaldías locales y otros escenarios de orden distrital; y otro que da inicio a la formación específica, según el nivel académico de cada joven y de acuerdo a la oferta del IDIPRON y/o a una oferta complementaria bridada por las entidades de la ciudad, reconocidas en cantidades de tiempo proporcional a la intervención y formación.

231

A lo largo de la vinculación a la estrategia se desarrolla un programa de formación en competencias ciudadanas y laborales generales por parte de profesionales del IDIPRON o de otras entidades, quienes trimestralmente realizan una valoración y dan trazabilidad123 de lo desarrollado en el sistema misional de la entidad (SIMI). En todo el proceso se hace un acompañamiento y seguimiento psicosocial, según las poblaciones vinculadas.

Al terminar su participación en la estrategia se busca que las y los jóvenes continúen algunas de las tres líneas: intermediación para seguir estudiando, según ofertas y oportunidades existentes; intermediación laboral; e intermediación al emprendimiento.

Aportes de Misión Bogotá Humana al proyecto político de la Bogotá Humana La mayor presencia de jóvenes de la estrategia se ha ubicado en el sistema de transporte masivo Transmilenio, brindando orientación, información y disuasión frente al buen uso del servicio público, atendiendo las consultas de las y los ciudadanos, anunciando modificaciones de rutas, y controlando y ordenando el ingreso a los buses articulados. Un apoyo destacado fue la socialización, levantamiento de información y entrega de las tarjetas “Tu Llave” para el ingreso al sistema con beneficio de puntaje del SISBEN124 de los usuarios.

123 Se entiende trazabilidad como el conjunto de aquellos procedimientos preestablecidos y autosuficientes que permiten conocer el histórico, la ubicación y la trayectoria de un producto o lote de productos a lo largo de la cadena de suministros en un momento dado, a través de unas herramientas determinadas.

124 Sistema de Identificación de Potenciales beneficiarios de Programas Sociales (SISBEN) es una herramienta que clasifica a los individuos de acuerdo con su estándar de vida y permite la selección técnica, objetiva, uniforme y equitativa de beneficiarios de los programas sociales que maneja el Estado, de acuerdo con su condición socioeconómica particular.

232

Juventud, paz y política pública

De igual manera, se destaca el apoyo al Sistema Integrado de Transporte Público (SITP), ya que desde sus inicios se apoyó la socialización del nuevo sistema de pasajes, recaudo, tarjeta personalizada y puntos de recarga en 238 rutas a lo largo de la ciudad.

Las y los jóvenes guías de Misión Bogotá Humana contribuyeron también a la difusión del desarrollo y avances de la Administración Distrital por medio de la distribución del Periódico “Humanidad”, dándose a la tarea de repartir 54 ediciones que representan 15 millones de unidades.

Impacto social frente a la vinculación de jóvenes a Misión Bogotá Humana El mayor impacto en la Bogotá Humana se refleja en los jóvenes vinculados, en el cambio de sus vidas, en representar una alternativa para cambiar sus hábitos y su proyección a futuro para ellos y sus familias. Uno de los Objetivos del Milenio es erradicar la pobreza, objetivo que la Bogotá Humana trabajó por medio de la focalización de jóvenes y el fortalecimiento de sus competencias para el trabajo que impacten su calidad de vida en el presente y en el futuro.

Las y los jóvenes que participaron en la estrategia entre 2012 y 2015 fueron 5.589, destacándose quienes fueron vinculados de los territorios priorizados en la ciudad por temas de convivencia y seguridad, y donde se encuentran los más altos índices de conflictividad y delincuencia. De igual manera, la vinculación de jóvenes víctimas del conflicto armado interno del país fue considerable, cambiando para ellos sus proyectos de vida mediante el ofrecimiento de un espacio de oportunidades.

Las personas con capacidades diversamente hábiles fueron vinculadas y orientadas para generar competencias laborales, aprovechando sus habilidades y demostrando que merecen ser aceptados en comunidad; las personas con discapacidad visual se ganaron un espacio en los altavoces del Sistema Transmilenio al ser la voz de todos los portales; las personas con discapacidad física apoyaron la orientación dentro del Sistema; y las personas con discapacidad auditiva fueron muy hábiles en las actividades manuales y de carácter repetitivo, preparando y entregando los millones de volantes que se distribuyeron en la socialización del SITP por toda la ciudad.

La participación de los y las jóvenes de los sectores LGBTI les abrió reconocimiento dentro de los mismos grupos de Misión Bogotá Humana, tanto con los profesionales como con el personal de apoyo, dado que además de sus vinculaciones se requirió de capacitaciones para la implementación de la política pública LGBTI; también hicieron parte de las variadas actividades de apoyo realizadas por la estrategia, aportando a romper y transformar prejuicios sexistas y estereotipos de género.

De las jóvenes vinculadas se destaca la participación de mujeres en ejercicio de trabajo sexual, las cuales con el apoyo de la Secretaria de Integración Social fueron identificadas e invitadas a ser parte de Misión Bogotá Humana; la mayoría de ellas son madres y sus 233

hijos se encuentran en situaciones de alta vulnerabilidad. El trabajo de prevención con mujeres en riesgo de prostitución también ha sido representativo, pues ellas han logrado adelantar estudios académicos y proyectarse en el marco de la significación de sus roles y derechos en la ciudad.

Los diferentes equipos de trabajo del IDIPRON, que interactuaron con los y las jóvenes vinculados a la estrategia Misión Bogotá Humana, también narran los impactos de la estrategia en sus vidas académicas y profesionales, ya que aprendieron de las y los jóvenes vinculados, de sus experiencias, sus problemáticas y sus hábitos de vida, a la vez que influyeron en la construcción de nuevos conocimientos requeridos para presentarles a ellos y ellas otras alternativas de vida. Lo anterior se puede considerar un “laboratorio humano” y un espacio presto para investigaciones de orden social.

Para Bogotá, sus ciudadanos, las y los jóvenes que ingresaron a la estrategia en los cuatro años, el personal de apoyo, administrativos y directivos, y para el Alcalde Mayor, se evidenció la posibilidad de un modelo viable de ser desarrollado para la juventud vulnerable, donde el desarrollo humano basado en contar con una formación ciudadana y específica, sumado a una faceta desde lo público, en la atención al ciudadano, han permitido disminuir la segregación y la estigmatización hacia las juventudes. A través de su vinculación se reconocieron sus derechos, sus deberes, y se generó identidad ciudadana y amor por la ciudad, evidenciando que una política del amor es posible y que el mejor camino es el desarrollo humano, el de una ciudad humana, como el que vivió la Bogotá Humana.

6.7. La estrategia de procesos sociales Armemos Parche Por: Kelly Johanna Gómez Zapata La participación juvenil ha sido una preocupación de las políticas públicas de juventud tanto a nivel nacional como distrital, por lo cual se han hecho esfuerzos desde las entidades públicas por identificar los procesos organizativos de los y las jóvenes, reconociéndose su diversidad en las formas de organización que oscilan entre lo formal y lo no formal, en la manera en la que expresan su identidad y carácter político y en la variedad de prácticas y expresiones por medio de las cuales hacen ejercicio de su derecho a participar.

Sin embargo, dicho reconocimiento no ha contado hasta ahora con un referente en las estructuras institucionales que permiten el desarrollo de las políticas públicas de juventud; por ejemplo, se evidencia que a pesar del importante avance en la Ley Estatutaria de Ciudadanía Juvenil125 frente al reconocimiento de derechos y otras formas de organización de las y los jóvenes, que no estaban incluidos en su antecesora la Ley de Juventud 375 de 2009, el marco institucional que se propone 125 Ley 1662 de 2013.

234

Juventud, paz y política pública

para la participación de los jóvenes sigue siendo vertical y restringido a niveles de formalización de la participación a través de la representación. A la vez, no se generan lineamientos claros para que las decisiones de los jóvenes puedan no sólo ser “tenidas en cuenta”, sino que se conviertan en una posibilidad real para la incidencia en las decisiones que, sobre el proyecto de ciudad, se tomen en los niveles de gobierno.

Precisamente este marco institucional estructurado desde un modelo de democracia sustentada en la representación y no en la participación directa, ha reducido el ejercicio comunitario, social y político de los y las jóvenes a los espacios tradicionales y formales de participación, cuyas estructuras y dinámicas no permiten el desarrollo pleno de sus intereses organizativos, de sus prácticas construidas desde la experiencia territorial, ni de sus aspiraciones como sujetos políticos.

La extrema institucionalización de la participación, en cambio, permitió que a nivel distrital y local se hayan edificado estructuras de relacionamiento entre las entidades públicas y los procesos organizativos juveniles, sobre una base de dependencia de los recursos ofertados por las instituciones. Esto generó que por años algunos funcionarios hayan hecho uso de su posición para “ordenar” el proceso de participación de este segmento poblacional (en mesas, convenios o convocatorias de fortalecimiento, festivales, ferias, entre otros) desde sus intereses políticos electorales, o desde la necesidad de cumplimiento de metas, que se restringen únicamente la misionalidad de la entidad pública en la que trabajan y que se miden a través de listados de asistencia que corresponden al número de jóvenes atendidos en cumplimiento de una política pública de juventud.

Esto derivó en que únicamente los procesos organizativos que flexibilizaran su quehacer e intereses para poder acomodarse a los requisitos o temas impuestos por la institucionalidad local, estuvieran presentes en los espacios de participación. De esta manera, los procesos organizativos de orden juvenil empezaron a competir entre ellos por los pocos recursos puestos en los fondos locales de desarrollo o en las convocatorias de fortalecimiento ofertadas por las entidades. Los que decidían no entrar en dicha competencia, fueron excluidos del reconocimiento institucional como referentes de participación juvenil.

Esto en particular generó el rompimiento de lazos comunitarios locales que habían sido tejidos por los movimientos y procesos organizativos juveniles a partir de la década del 70 y hasta la década del 90, los cuales tenían una base discursiva politizada (no necesariamente electoral) que se reflejaba en las acciones comunitarias y sociales en los micro territorios barriales y rurales, y que desde unas relaciones de solidaridad y acción colectiva, generaron un tejido comunitario que permitió la construcción de barrios, colegios y parques en varias localidades de Bogotá como, por ejemplo, el barrio Policarpa o el Colegio Instituto Cerros del Sur - ICES.

235

FotografĂ­a: Edna Higuera

La participación planteada en esos términos no alcanza a contener la magnitud de lo que implica el ejercicio biopolítico y biosocial de los jóvenes, que se construye desde su individualidad y de acuerdo a las experiencias personales obtenidas desde sus grupos primarios como la familia, el colegio, el grupo de amigos, las cuales se van volcando a la sociedad por medio de su relación con otros individuos jóvenes o adultos, activando su subjetividad política al entrar en contacto con otras formas de ver, pensar y expresar la realidad que cada uno de ellos vive y comparte.

Como lo expresa Estanislao Zuleta “que la gente pueda opinar no es suficiente, es necesario que pueda actuar en aquello que le interesa en su comunidad, en su barrio, en su municipio. Pero para poder actuar tiene que tener bases, instrumentos culturales y materiales. La apertura democrática implica la creación de un mundo de instrumentos colectivos. A esto se le puede llamar participación”126. El que una persona pueda actuar sola o en conjunto con otras, desde las realidades de su territorio y de su comunidad, es un ejercicio de libertad pues, al final, la decisión de participar o no corresponde al fuero interno de cada persona.

Por lo anterior es que la estrategia Armemos Parche se fundamenta no en el derecho a participar, sino en el ejercicio de las libertades de los y las jóvenes, pues se considera que es desde éstas que se expresan al máximo como sujetos políticos y ejercen ciudadanías.

La participación entonces es subsidiaria de las libertades. Por ello, la estrategia reconoce la capacidad de incidencia real y efectiva que los y las jóvenes tienen la posibilidad de desarrollar en sus territorios, desde la recuperación de la confianza mutua en donde se ve al otro proceso organizativo no como otro competidor, sino como un par con el cual construir conjuntamente desde la colaboración, el intercambio de experiencias, la articulación para la gestión y el trueque de recursos.

Armemos Parche hace un llamado a la articulación de los procesos organizativos juveniles (organizaciones formales y no formales, combos, crews, parches, colectivos, líderes, entre otros) en procesos sociales que compartan una agenda conjunta para que desde ella realicen acciones de incidencia territorial, dirigidas principalmente a intervenir en los contextos de violencias y exclusión de los barrios de la ciudad, y evitando que más niñas, niños y jóvenes sean expulsados de sus territorios hacia otros físicos o imaginados, en donde el consumo de sustancias legales e ilegales, las bandas criminales y las pandillas, la explotación laboral y sexual, entre otros, son una realidad que limita el goce efectivo de sus derechos.

La estrategia Armemos Parche tiene como uno de sus principios la generación de acciones de política pública que reivindican las prácticas culturales, artísticas, deportivas, de educación popular, entre otras, como expresiones políticas que los jóvenes desarrollan desde sus libertades, y ponen en función de su quehacer social y comunitario como un proceso real 126 Zuleta, Estanislao. “Democracia y participación”. Disponible en web: http://www.estanislaozuleta.com/lectura-interesante/32-democracia-y-participacion. Recuperado el 24 de septiembre de 2015.

238

Juventud, paz y política pública

de incidencia política y no como meras formas en las cuales hacen uso de su tiempo libre127.

Un segundo principio es la construcción de acuerdos de trabajo entre los procesos sociales, quienes a partir de la identificación de intereses, lecturas de realidades y formas de hacer acuerdan de manera autónoma una agenda de acción colectiva que les permite orientar sus recursos, capacidades y experiencias hacia acciones territoriales comunitarias que, desde el trabajo colectivo y en red, generan mayor impacto frente a la transformación de contextos negativos en barrios y localidades.

El tercer principio corresponde a la autonomía del proceso social en el desarrollo de sus agendas de acción colectivas, las cuales son apoyadas por el IDIPRON con recursos o gestiones para que éstas puedan desarrollarse desde el reconocimiento por parte de la entidad de las capacidades y el conocimiento del territorio que tienen los procesos sociales; también del reconocimiento de éstos últimos sobre los alcances y limitaciones del IDIPRON, lo cual ha permitido recuperar la confianza perdida entre los procesos organizativos juveniles y la institucionalidad pública, desdibujando relaciones verticales y estableciendo una relación horizontal sustentada en el reconocimiento del otro, la construcción de confianzas y el respeto.

Aunque no es posible en este escrito definir con detalle el funcionamiento de Armemos Parche, sí es posible exponer el planteamiento teórico que fundamenta una estrategia que es considerada tanto por los y las jóvenes participantes como por referentes de otras entidades con las cuales se han generado articulaciones en el trabajo territorial, como una propuesta nueva y refrescante en materia de la gestión pública que va dirigida hacia la población juvenil.

Reconociendo las limitaciones de las políticas públicas de juventud vigentes, se vio la necesidad de buscar referentes teóricos desde la sociología que pudieran generar líneas de pensamiento diferentes a las plateadas por la ciencia política, para poder construir una salida viable a lo que los y las jóvenes habían expresado como una necesidad: la desestructuración de los procesos tradicionales de participación y su funcionamiento desde la visión de control de las entidades públicas.

De esta manera se reformuló el concepto de capital cultural propuesto por Bourdieu (1996), quien o define como los conocimientos que sobre un contexto social, y la forma de actuar en éste, son transmitidos a niños y jóvenes por su núcleo familiar, los cuales posteriormente son reforzados por la escuela. De la pertenencia de la familia a cierto nivel social se determinará el tipo de capital cultural heredado por el niño o por el joven; así, una familia con un nivel de ingresos bajo heredará a sus hijos un capital cultural 127 Desde la revisión de la evolución de las políticas publicas de juventud, se ha evidenciado que el ser joven ha sido subjetivado como un factor de riesgo social, al que se le deben ofrecer espacios educativos y recreo-deportivos a modo de entretenimiento y contención, para evitar de esta manera el uso de sustancias psicoactivas, que se unan a grupos criminales o incrementen el porcentaje de embarazos adolescentes. Esta visión reducida hizo que la oferta pública se volcara casi en su totalidad hacia la generación de espacios recreo-deportivos, dejando de lado la posibilidad de ver al joven como ciudadano activo capaz de aportar en la construcción de ciudad y perdiendo así la oportunidad de generar políticas públicas tendientes a posibilitarle un real acceso a educación formal, proyectos de emprendimiento económico, acceso a empleo digno, entre otras acciones tendientes a superar la moratoria social y económica que hay sobre este grupo poblacional, que contribuye a la pobreza histórica de la ciudad.

239

limitado en la capacidad de ofrecerles oportunidades en su ascenso socioeconómico, generando de esta manera la reproducción de un sistema social desigual.

Armemos Parche adapta dicho planteamiento a la realidad del proceso social juvenil, reduciendo al mínimo la intención de clases sociales presente en su planteamiento original y proponiendo así una nueva idea: el capital cultural se refiere a la transformación por parte del individuo, de los contenidos sociales, culturales y políticos que llegan a su conocimiento desde su interacción en los diferentes contextos privados y públicos en los que desarrolla su cotidianidad, los cuales son apropiados y transformados por las creencias y características identitarias del individuo” (Gómez, 2013).

En tanto el capital cultural está en constante transformación, no es determinante la pertenencia del individuo a una condición o nivel económico, sino la forma en la que éste hace uso de dicho capital en sus relaciones sociales y políticas. La participación, como una realidad colectiva y de libertades, requiere entonces otra construcción conceptual, dirigida precisamente a la creación de valor social y comunitario que generan esos capitales culturales en interacción.

En este sentido, Armemos Parche establece que la forma en la que este capital cultural transformado es vertido de nuevo por el individuo a sus contextos públicos y privados, configura lo que se denomina como capital social, el cual se evidencia en las diferentes formas de expresión socio-política subjetiva de los jóvenes (Gómez, 2013): prácticas de deportes urbanos, graffiti, tomas artísticas y culturales, conformación de parches, combos, pandillas, acciones individuales de demandas de derechos, marchas, expresiones individuales o grupales de nuevas estéticas, entre otras.

Para Putnam128 el capital social es entendido como toda forma de relación social, que abarca desde las formas organizadas que tienen fines e instrumentos específicos hasta los encuentros más simples, pero en los que se dinamizan la información y los conocimientos de los individuos involucrados, que en algunos casos puede llegar a ser el “lubricante que permite integrar a personas de [diversos sectores] sociales y puede generar identidades y reciprocidades más amplias… útil para difundir información y generar puntos de contacto” (Gómez, 2013).

Como el capital cultural, el capital social también está en permanente construcción; al generarse el diálogo entre los capitales culturales de los jóvenes y, por medio de éste, la concepción de un capital social enriquecido, es viable que las experiencias colectivas sean aprehendidas por los jóvenes en su capacidad de leer e imaginar nuevas realidades posibles en su territorio. El imaginar al territorio no como el lugar desde donde los jóvenes 128 “Para Bourdieu y Coleman el capital social se refiere a las ventajas que un individuo extrae o moviliza en función de sus intereses. Son recursos que provienen del grupo al que pertenece. En Putnam el capital social es entendido, entonces, como una ventaja colectiva que si bien puede redundar en beneficios individuales, sus efectos más visibles son de orden macro social”. Para ampliar información al respecto, consultar: Ramírez, J. Tres visiones sobre capital social: Bourdieu, Coleman y Putnam. Disponible en web: http://148.202.18.157/sitios/publicacionesite//periodo/republicana/pdf/ActaRep04/articulos21.pdf.

Consultado el 20 de diciembre de 2012.

240

Juventud, paz y política pública

son expulsados, excluidos o segregados, sino como el lugar desde el cual el sujeto joven puede “ser” desde sus diferentes concepciones de la realidad, y desde su identidad en permanente construcción, es lo que se propone en Armemos Parche como capital simbólico129, lo cual se sustenta en la importancia que tal símbolo u objeto representa en la construcción de factores de cohesión y gobernanza dentro del grupo social.

Así, la concepción del parque y de la esquina como espacio de violencia y actividad delincuencial puede ser transformada por la acción colectiva de parches de jóvenes, quienes desde el intercambio de percepciones sobre lo que para ellos representa este espacio, construyen e implementan alternativas de apropiación territorial que inciden en la transformación simbólica del territorio como un lugar desde donde se construye colectividad.

De esta manera, acciones de incidencia territorial colectiva desarrolladas por los procesos sociales juveniles, como la construcción de William el Barco Pirata como un espacio para la recreación, el aprendizaje desde el juego y el fortalecimiento del tejido comunitario en el sector de familias recicladoras del Barrio Ramírez, o la recuperación del Parque La Carbonera como punto de encuentro comunitario y familiar, permiten traer a la realidad los planteamientos teóricos que se desarrollaron con anterioridad y establecer que sí es posible incidir en la transformación del capital simbólico de un territorio, por medio de la interacción de los capitales culturales y sociales de la población juvenil que habita o permanece en éste (Gómez, 2013).

La alta segregación social y espacial que existe en ciudades con crecimiento económico inequitativo como Bogotá, impone a las entidades del Estado el reto de pensarse nuevas formas de gestionar los recursos públicos que permitan incidir realmente en los territorios de exclusión para garantizar el goce efectivo de derechos de los ciudadanos más vulnerables. Atendiendo a esto, en el año 2012 el IDIPRON pasa de ser un proyecto asistencial a ser un proyecto pedagógico basado en el respeto por la pluralidad, la diversidad y la libertad; proyecto que se materializa en estrategias territoriales como la de Armemos Parche.

El reto también es para el sistema político administrativo de la ciudad, pues la gestión pública tiene que abrirse a nuevas formas de leer el conocimiento generado desde la acción territorial y construir procesos de análisis y gestión del mismo que permitan retroalimentar la construcción de políticas públicas que se correspondan con las realidades macro y micro territoriales. Así, uno de los mayores retos del IDIPRON y de la estrategia Armemos Parche es generar una batería de indicadores de orden cualitativo, que trascienda la lectura de los impactos y resultados en forma de cifras, para evidenciar tejidos sociales e incidencia política juvenil territorial que conduzcan a la construcción de contextos generadores de paz y el goce efectivo de derechos.

129 Para la sociología, capital simbólico es el valor que se le da a un objeto, concepto o título, desde su capacidad de ejercer o derivar poder, el cual es legitimado por el imaginario colectivo existente sobre tal valor.

241

6.8. Experimentando nuevas posibilidades para producir conocimiento en la ciudad: la estrategia Semilleros de Investigación Por: Carolina Rodríguez Lizarralde y Ruth Vargas Rincón Como uno de los componentes del proyecto pedagógico del IDIPRON y en el marco del enfoque de derechos que caracteriza a la Bogotá Humana, una de las acciones del Equipo de Investigación ha consistido, principalmente, en trabajar directamente con niñas, niños y jóvenes de diferentes territorios de la ciudad para aportar, desde el ejercicio investigativo, a la garantía de sus derechos. Para ello, diseñamos la estrategia Semilleros de Investigación, la cual se sustenta en principios participativos que motivan una forma de investigación orientada no solo a producir conocimiento sobre los sujetos, sino, especialmente, a hacerlo con ellos, desde ellos, con metodologías acordes a sus realidades. En este sentido, los Semilleros fueron pensados como escenarios para la narración de historias en primera, segunda y tercera persona, asumiendo la producción de relatos como un punto central en los procesos impulsados y como método de investigación.

Durante cuatro años hemos dado forma a más de veinte Semilleros en varios escenarios urbanos y apoyamos la elaboración de igual número de narraciones audiovisuales, sonoras y escritas130, como aporte a la construcción de subjetividades juveniles en la ciudad y a la generación de escenarios donde las y los jóvenes se sientan reconocidos y visibilizados. La intención de crear con ellas y ellos una comunidad de conocimiento nos permitió establecer confianzas, afectos y libertades, en medio de relaciones horizontales en las cuales todas y todos nos reconocimos como investigadoras/es de nuestras vidas y territorios.

Nuestros procesos investigativos El diseño e implementación de los Semilleros de Investigación tuvo sus inicios en 2013, en el marco de un proceso investigativo sobre las historias personales y barriales de las y los jóvenes con quienes trabajamos, que luego darían vida a la publicación “¿De quién es la Calle? ciudadanías juveniles/ciudadanías incómodas” (IDIPRON, 2013), a través de la cual se analizó la tensión existente entre la apropiación del espacio público realizada por parte de las y los jóvenes, y las múltiples formas de control de ese mismo espacio que ejercen otros actores sociales e institucionales, sin comprender o, de plano, desechando, los procesos de territorialización que ellas y ellos realizan cotidianamente al habitar la ciudad.

Retomando los resultados de este proceso, en 2014 se realizó una investigación sobre el derecho a la ciudad y el buen vivir en la ciudad luchado desde las prácticas infantiles y juveniles. La existencia de varias ciudades en una misma Bogotá, así como la lectura de prácticas de visibilidad, cuidado y memoria nos permitieron insistir en la necesidad de reconocer y fortalecer la incidencia política de las y los jóvenes, como punto central 130 Para profundizar en la estrategia Semilleros de Investigación del IDIPRON y visualizar algunos de sus productos audiovisuales y escritos se puede consultar el siguiente enlace: http://www.IDIPRON.gov.co/index.php/investigacion-para-la-accion

242

Juventud, paz y política pública

para el desarrollo de su experiencia de juventud con autonomía. Con esta perspectiva, la estrategia Semilleros de Investigación se vinculó al Programa Jóvenes en Paz, como una práctica de apropiación territorial y como escenario para entender las formas en que las y los jóvenes habitan la ciudad, impugnando los imaginarios y prácticas de violencia y delincuencia que recaen sobre ellos.

A través de estos procesos y de la mano de niñas, niños y jóvenes, hemos habitado localidades de la ciudad como Usaquén, Santa Fe, Bosa, Ciudad Bolívar, Kennedy, Rafael Uribe Uribe, Usme y San Cristóbal, construyendo lazos con las comunidades, narrando historias territoriales, escuchando con atención múltiples voces, reconociéndonos con diversos actores y posicionado otras formas de vivir la ciudad. Los productos de investigación también han visitado varios espacios de la ciudad. Así, en 2013 y 2014 realizamos dos muestras itinerantes llamadas “Trazos de Ciudad” I y II, en articulación con los equipos de Armemos Parche y de la Escuela Popular Itinerante; allí se hicieron públicos los productos elaborados por las y los participantes de los Semilleros, los cuales incluyen libros objeto, video clips, documentales, obras de títeres, canciones, fanzines, obras de teatro, libros álbumes, cartografía de barrios y montajes fotográficos, entre otros. Algunos audiovisuales resultaron ganadores en convocatorias de la Cinemateca Distrital - Videoteca Local y en Bogoshort 2014.

Metodologías con incidencia política A través de los Semilleros el espacio público urbano se consolidó como nuestro principal escenario investigativo, no sólo porque allí ha sido posible encontrarnos (simbólica y físicamente) con las y los jóvenes con quienes trabajábamos, sino también porque en él se ubican gran parte de las inquietudes, preguntas y reflexiones por ellos propuestas.

En cualquier esquina, en esa calle que siempre se transita o en esa que mejor se evita, en el bus que sirve para atravesar la ciudad mientras se recogen algunas monedas o en el parque que se disputa y se goza con los vecinos, sacábamos la cámara y los jóvenes empezaban a grabar, a veces con aprehensión, a veces con confianza, y a darle forma a las historias que querían contar.

Así, el equipo de investigación participó en una jornada nocturna de graffiti, enfrentando más de un insulto y con la adrenalina atravesando sus cuerpos; acompañó una travesía de reciclaje por la ciudad desde la mañana hasta la madrugada, asumiendo miradas que se enfocaban en su “suciedad” y peleando contra el cansancio que les cerraba los ojos; disfrutamos más de una jornada cultural, entre rimas de hip hop, cables y equipos que se habían conseguido prestados; y nos adentramos en El Bronx, la zona más “pesada” de la ciudad, caminando entre cuerpos y rumores con los ojos bien abiertos y el corazón alerta. También sentimos los gestos de reproche cuando entrábamos a zonas vetadas para los jóvenes de los Semilleros o para nosotros, sentimos la impotencia de andar entre la miseria y no poder hacer nada, dejamos jornadas de trabajo a medio hacer porque la zona estaba “caliente” y debíamos salir corriendo, perdimos a más de un compañero en el camino, acogimos a otros 243

en momentos en los que no podían entrar al barrio y nos enfrentamos a la Policía cuando nos sentimos abusados.

En suma, hemos vivido el espacio público de la mano de los jóvenes, con toda la energía y en medio de sus batallas diarias, sintiendo cómo opera sobre nuestros cuerpos una vigilancia constante y también cómo éstos se configuran, en ciertos momentos, como territorios de resistencia. Esta metodología callejera se diferencia de otras formas de hacer investigación desde la academia o desde las entidades distritales, pues contempla que sean los mismos jóvenes, a partir de sus experiencias de vida, quienes coordinen y guíen los procesos de investigación, contando el apoyo del equipo de investigación del IDIPRON y entendiendo que los resultados deben retroalimentar procesos comunitarios y organizativos, así como impulsar su inclusión en las decisiones políticas sobre juventud.

De esto hablamos cuando planteamos la necesidad de que los procesos investigativos participativos incidan políticamente. Nos referimos entonces al ejercicio del poder por parte de las y los jóvenes desde la expresión de sus molestias e incomodidades, pero, sobre todo, desde el conocimiento crítico de los contextos que las producen.

Hacia otras formas de hacer y (re) hacernos en la investigación En el marco de esta estrategia las preguntas de investigación son preguntas vitales que ponen de presente los cuerpos jóvenes y lo que en ellos se inscribe (violencias, abusos, hambre, muerte, creatividad, deseos, ganas), y desde las cuales las propias biografías se inscriben en un marco social que debe transformarse. Así, los y las investigadoras del IDIPRON no investigan a las y los jóvenes, sino que trabajan con ellos y ellas en equipo reconociendo que todas experiencias son importantes y tienen un carácter público.

El principal reto de los Semilleros de Investigación siempre será devolver los resultados de estas investigaciones a las comunidades, dándoles visibilidad para que impulsen la movilización, los procesos juveniles y territoriales, y los cambios colectivos, pues estas experiencias vitales irradian en lo individual, lo familiar y lo social. En igual sentido, es importante fortalecer su circulación para que tengan incidencia tanto en los imaginarios sociales como en las políticas públicas. También es aquí donde radican los principales obstáculos de la estrategia, ya que a veces los productos investigativos de las y los jóvenes han recibido poca atención y acogida por parte de líderes barriales y de otros grupos de jóvenes en sus territorios. De hecho, han logrado más eco en escenarios académicos e institucionales, debido a su innovación metodológica y a que cuentan con la participación permanente de sus productores - investigadores.

Sin duda, esta es una estrategia importante para pensar procesos de investigación con jóvenes en la ciudad y aportará la próxima política pública de juventud en dos vías: 1) en el diseño de la política, como insumo para la discusión de las problemáticas y asuntos a incluir en la agenda pública; y 2) en su implementación, como metodología útil para el desarrollo de programas, la actualización de acciones y la renovación permanente de la agenda.

244

Juventud, paz y política pública

6.9. Luchas y retos de lo institucional a lo internacional: Explotación Sexual Comercial de Niñas, Niños y Adolescentes Por: Diana Rodríguez Pesca No podemos hablar de la Explotación Sexual Comercial de Niñas, Niños y Adolescentes - ESCNNA sin hablar de globalización y consumo, ya que en esta sociedad de consumo se les enseña a niños y niñas, desde edades muy tempranas y a través de los medios de comunicación, a comprar ropa o artículos de marca, a lucir cuerpos esbeltos, a usar maquillaje, joyas, perfumes, juguetes y demás elementos que se muestran como si hicieran parte del valor del individuo; así, la autoestima empieza a definirse por la forma como se visten, con aquello con lo que juegan, por lo que comen, lo que va generando una serie de imaginarios engañosos y difíciles de desmontar.

Dentro de las consecuencias del consumo está la sexualización de niños y niñas por parte de los medios masivos de comunicación, de la música, de los video juegos, entre otros, instaurando modelos y patrones a seguir. Igualmente, la globalización y el modelo económico actual no contemplan el cuidado de las familias, hoy marcadas por jornadas laborales extensas por parte de sus miembros, una alto costo de la canasta básica y pérdida del poder adquisitivo del dinero, de lo que resulta una mercantilización del individuo como fuerza de trabajo, sin importar el sistema en el cual está inmerso.

Por otro lado, la globalización nos ha acercado y conectado con el mundo en tiempo real mediante las nuevas tecnologías de la información y las telecomunicaciones (TICs), que mal empleadas se convierten en factores de riesgo para niños y niñas sin supervisión adulta, facilitando con ello la comisión de delitos como la ESCNNA, la trata de personas y el tráfico de estupefacientes.

Las dinámicas presentadas anteriormente predisponen a un niño, niña o adolescente a ser explotado sexualmente, más aún cuando están inmersos en entornos no protectores caracterizados por el abandono por parte de padres o cuidadores durante largas jornadas, necesidades básicas insatisfechas, desescolarización, falta de oportunidades, discriminación por su orientación sexual, maltrato intrafamiliar y trabajo infantil.

Dinámicas de la ESCNNA en Bogotá El proyecto de atención de la ESCNNA en el Distrito es entregado al IDIPRON a finales del año 2014, por parte de la Secretaria de Integración Social, con el fin de crear un servicio en modalidad internado y operar dos servicios en modalidad externado para niños, niñas y adolescentes víctimas o en riesgo. Esto también como estrategia para la atención y la prevención del delito.

Entre las problemáticas identificadas por el Instituto frente al tema se encontró que Bogotá no tiene una línea de base que de cuenta del estado de la ESCNNA en la ciudad; 245

además, este flagelo es difícil de evidenciar, pues los actores involucrados invisibilizan la práctica con estrategias como esconder a los niños, niñas y adolescentes, maquillar a las niñas y mujeres trans adolescentes para que parezcan mayores de edad, trasladarles dentro de la ciudad por diferentes zonas y a municipios aledaños, o llevar al “cliente” (abusador) a la habitación sin dejar salir al menor de edad. Los imaginarios sociales y culturales aportan a dicha invisibilidad, pues a menudo ni los padres, ni los niños y niñas víctimas reconocen estas dinámicas como parte de un delito. Frente a los ojos de las personas adultas ellas y ellos pierden su calidad de seres de protección y se vuelven objetos de comercialización para satisfacer cualquier deseo sexual.

La ESCNNA ocurre en el ámbito de la calle, así como en establecimientos como hostales, tabernas, estaderos, discotecas, chiquitecas, clubes privados, “amanecederos” y bares, que funcionan especialmente en corredores de prostitución también conocidos como zonas de alto impacto; allí el niño, niña o adolescente es tratado como un objeto sexual y vendido por demanda como mercancía. Igualmente, existen lugares de contacto donde no es fácil identificar el delito, tales como centros comerciales, plazas de mercado, entornos escolares, entre otros, para lo cual se requiere hacer visitas y recorridos de observación e identificación de las formas como se hace el contacto entre los actores participantes.

Otros sitios con escaso control en la calle son los locales de video, internet y video juegos, pues algunos son sitios de contacto y en otros se prestan toda clase de servicios sexuales, incluyendo la utilización de niños, niñas y adolescentes en pornografía. Los menores de edad, además, son engañados y seducidos con falsas promesas por medio de avisos de trabajo informal, agencias de modelaje o la idea de salir del país.

También se reconoce que hay explotación sexual y comercial en el ámbito comunitario, es decir, en el entorno diario de niñas y niños, el cual se supone como entorno protector y, por ello, hace más difícil evidenciar el delito. A menudo el contacto se da dentro del colegio, por internet, en tiendas de barrio y hasta en el mismo hogar, y es posible que participen familiares, amigos cercanos a la familia, compañeros de colegio y vecinos.

Adicionalmente, en el sector del Bronx niños, niñas y adolescentes están siendo explotados sexualmente como parte del tráfico y consumo de drogas, en razón a que la gran mayoría de las víctimas son consumidores de una o más sustancias psicoactivas. En este caso existe una normalización de la situación de la víctima, ya que se asume que si está en calle es porque “le gusta” o “se acostumbró a ganarse la plata fácil”, por lo que debe asumir las consecuencias.

Ante este panorama se hace necesario visibilizar la problemática y aunar esfuerzos con Organizaciones No Gubernamentales (ONG), entidades de orden distrital, nacional e internacional, así como fortalecer políticas públicas que permitan el abordaje adecuado de niños, niñas y adolescentes víctimas del delito de la ESCNNA, respondiendo a sus necesidades particulares, y al restablecimiento y goce efectivo de sus derechos.

246

Juventud, paz y política pública

El accionar del IDIPRON Frente al delito de la ESCNNA, el Instituto ha venido trabajando a través de cuatro líneas de acción: prevención, atención, investigación y articulación interinstitucional. En términos de prevención se han sensibilizado aproximadamente 400 funcionarios públicos de diferentes entidades como la Secretaría de Integración Social, la Policía de Infancia y Adolescencia, la Policía de Turismo, los defensores de familia del Instituto Colombiano de Bienestar Familia - ICBF, equipos territoriales de la Secretaría de Gobierno, Hospital Centro Oriente, Secretaria de la Mujer y participantes en los diferentes Comités Locales de Atención. Igualmente, se han realizado campañas de sensibilización en zonas como la Avenida Primero de Mayo, la Terminal de Transportes y la plaza de La Mariposa.

Mediante convenio con la Fundación Renacer, organización sin ánimo de lucro y con años de experiencia en el abordaje de la ESCNNA, se operan dos externados que funcionan en contra jornada académica de los colegios, a los cuales asisten 200 niños, niñas y adolescentes víctimas o en alto riesgo de explotación sexual comercial; a las victimas detectadas se les presta atención integral, según la ruta de atención a víctimas de violencia sexual, estudiando el caso de tal forma que si sus vínculos familiares son fuertes y no están involucrados en la explotación sexual, puede continuar con la familia con el apoyo de un plan de intervención individual y familiar. Si, al contrario, la víctima no tiene vínculos familiares protectores, se remite al Centro Especializado para Victimas de ESCNNA del IDIPRON. Con respecto a la atención, los dos externados cumplen también funciones de atención especializada en los casos requeridos. El Centro Especializado para Victimas de ESCNNA contempla un Plan de Atención Integral y un modelo de atención desde la perspectiva de género con enfoque de derechos, cuyo objetivo es prevenir, atender y acompañar en el restablecimiento de derechos vulnerados a esta población, a través de un programa en la modalidad centro de acogida y desarrollo. Esta modalidad, que ha sido definida por el ICBF y que comprende la atención de niñas, niños y adolescentes internos y externos, permite trascender en los procesos de resocialización y brindar la oportunidad de construir habilidades para la vida y la resignificar la problemática desde el principio de la corresponsabilidad, fortaleciendo capacidades para la formulación de un proyecto de vida empoderado desde los derechos y logrando el reconocimiento de la ESCNNA como un delito.

Al inicio del proyecto se realizó una geo-referenciación y mapeo de las zonas en donde se identifican casos de niños, niñas y adolescentes víctimas o en riesgo de ESCNNA y se realizaron visitas diurnas y nocturnas, con distintivos y sin distintivos del IDIPRON, con el fin de observar las dinámicas territoriales y determinar cómo desarrollar los recorridos y las medidas de seguridad a tener en cuenta para los mismos.

Cada vez que se encuentra una niña, niño o adolescente en la calle se realiza acercamiento, intervención e identificación del mismo, se recolecta información de contacto y 247

se brindan los datos telefónicos del Centro Especializado, motivando su ingreso y garantizando el seguimiento al menor de edad. Posteriormente, se programa un nuevo encuentro en un punto diferente al sitio de contacto (por razones de seguridad) y si el niño, niña o adolescente decide vincularse, se traslada de forma inmediata. De igual manera, se ha realizado una articulación con el ICBF con el fin de recibir remisiones de niñas, niños y adolescentes víctimas de explotación sexual comercial al Centro Especializado del IDIPRON. En el Plan de Atención Integral se encuentran descritas todas las actividades realizadas en el Centro Especializado, las cuales dan forma a un proceso de cuatro fases, con una duración máxima de 18 meses, al cabo de las cuales se da egreso por cumplimiento de objetivos. Sin embargo, comprendiendo las diferencias de las condiciones y situaciones de los menores de edad, el tiempo puede flexibilizarse.

La reflexión sobre las modalidades y las dinámicas de la ESCNNA en la ciudad han sido contempladas como un problema de investigación para el IDIPRON, con miras a entender las necesidades y proponer a la ciudad estrategias más efectivas para el abordaje de la problemática. Igualmente, en el marco del convenio con la Fundación Renacer se ha planteado un proyecto de investigación a través del cual se resalten los principales actores y escenarios de la explotación sexual comercial en la ciudad, y los imaginarios y representaciones sociales relacionados y presentes en los entornos familiares, sociales, barriales, comunitarios e institucionales, teniendo en cuenta las diversas voces al respecto.

Como parte de la articulación interinstitucional, durante la operación del proyecto por parte del IDIPRON se ha participado en diferentes espacios: el consejo distrital de víctimas de violencias y violencia sexual; mesa distrital ESCNNA; mesa interinstitucional para el manejo y control de los servicios de alto impacto referidos a la prostitución y actividades afines – ZESAI; mesa distrital sobre trata de personas; consejos locales de infancia y adolescencia: y mesa de sistemas de información.

Asimismo, se ha articulado trabajo con los siguientes actores institucionales: Registro Único Distrital para los casos de Violencia Sexual en el Distrito Capital – RUDPA, en convenio con la Secretaría de Gobierno con el fin de aportar a una línea de base real de la ESCNNA; estrategia RIO de Secretaria de Educación del Distrito, con el propósito de encontrar y referenciar situaciones de ESCNNA en entornos escolares; la Secretaria Distrital de la Mujer ha otorgado un espacio en la Casa de Todas de la Localidad de los Mártires para que el IDIPRON atienda a niños, niñas y adolescentes en condición de ESCNNA; con la Policía de Turismo se han realizado jornadas de sensibilización en diversos espacios, como el Terminal de Transportes, y con diferentes actores sociales, como taxistas y conductores de transporte intermunicipal; con la Secretaria Distrital de Gobierno se realizan recorridos en diferentes zonas de la ciudad para la identificación de menores de edad que se encuentran fuera de sus hogares a altas horas de la noche, con el fin de prevenir e identificar la ESCNNA; y con el ICBF la relación ha estado mediada 248

Juventud, paz y política pública

por el intercambio de conocimientos sobre el servicio de internado, la sensibilización a funcionarios y la remisión de casos desde los diferentes centros zonales de esa entidad al Centro Especializado para Atención a Víctimas del IDIPRON. Importancia de reconocer y visibilizar la ESCNNA en la ciudad Cabe anotar que es la primera vez que el Distrito asume la operación de este servicio sin la tercerización de los servicios sociales, obteniendo la experticia que le permite realizar recomendaciones de primera mano a la política pública. Entre los obstáculos que se han encontrado se destacan el desconocimiento sobre la problemática por parte del Estado, especialmente en las entidades de protección, lo que produce sub registro e invisibiliza la problemática; y el que no todas las victimas acepten iniciar o realizar un proceso de atención, en razón a que no se asumen como víctimas dada la invisibilidad del delito.

A pesar es estas dificultades, también se reconocen los siguientes logros: fortalecimiento de la experticia en la operación del servicio por parte de IDIPRON como entidad estatal; atención integral a más de 100 víctimas de ESCNNA; reconocimiento del Instituto en los territorios; operación de un internado especializado con cobertura completa, que ha sido reconocido por el ICBF; restablecimiento de vínculos familiares, en algunos casos; y una agenda articulada con otras entidades del Estado.

Como retos frente a las políticas públicas distritales, el primero y más importante es realizar un trabajo con las familias que permita prevenir que niñas, niños y adolescentes sean víctimas de explotación sexual y comercial. Para ello es importante la visibilización de la problemática, de sus actores, impactos, territorios de desarrollo y modalidades.

Frente a éstas últimas es clave comprender y ajustarse a los cambios de manera rápida y efectiva. Asimismo, es central asumir que en la prevención y atención de la ESCNNA se debe trabajar articuladamente con las diferentes entidades del Estado, así como con las ONG interesadas o expertas en el tema. De igual manera, se pueden y deben propiciar escenarios de interlocución con la academia y centros de pensamiento para elaborar estudios especializados que sirvan como insumo para la política pública y que aporten a la visibilización, conocimiento y toma de decisiones frente al problema.

249

FotografĂ­a: Edna Higuera

Capítulo 7

El IDIPRON, un proyecto pedagógico para la restitución de derechos y la inclusión social Martha Yaneth Sandoval Salazar El IDIPRON es un proyecto pedagógico y no exclusivamente un conjunto de acciones de política pública y lo es, porque para nosotros, la garantía de derechos además de crear condiciones para el acceso a bienes y servicios materiales, de crear las condiciones para que los niños, niñas, adolescentes y jóvenes disfrutaran de buena salud, alimentación sana, educación pertinente, vivienda digna, de la cultura, la recreación y el deporte, de protección, nos ha sido prioritario reconstruir su relación con el mundo que los excluyó, que los marginó, que los hizo invisibles, incluso para sí mismos. Ha sido prioritario reconstruir con ellos y ellas, el respeto, el afecto, la solidaridad, el amor propio, el valor de sí; ha sido prioritario convencerlos que sí es posible soñar y crear un proyecto de vida, que reconozcan que tienen derechos y responsabilidades, que son actores de su propia vida. No es el dar por el dar… es el dar que reconoce, el dar que construye, el dar que supone el amor y la solidaridad, no es el dar desde el pesar, es el dar que asume institucionalmente que no es ético que niños, niñas y jóvenes, aún anden deambulando por las calles sin red familiar, sin educación, sin esperanza de vida, sin trato digno y desde allí asumir la responsabilidad como estado, de las causas y consecuencias de un modelo de sociedad depredador y excluyente…se trata de justicia social (Martha Yaneth Sandoval).

La propuesta de Bogotá Humana fue un cambio de paradigma en el modelo de ciudad y por supuesto en las políticas públicas que dieron cuenta de su concreción; si entendemos que éstas expresan las aspiraciones de los gobernantes y por ende que su implementación prefigura el modelo de sociedad que se quiere edificar, dimensionaremos lo que para la ciudad significó Bogotá humana. Una propuesta y un hacer que centró todos los recursos públicos: humanos, institucionales y financieros en la búsqueda de la inclusión y la equidad de los seres humanos que habitamos en ella.

En clave de políticas públicas, Bogotá Humana supuso retos para trascender de políticas asistenciales a políticas de cambio estructural, de caridad a garantía de derechos, para devolver a todos y todas lo que es público, de evidenciar el modelo depredador de los ecosistemas y proponer alternativas, de hacer realidad los mandatos constitucionales sobre un país pluriétnico, multicultural y enriquecido por diversas ciudadanías, de hacer tangible para todos y todas un Estado Social y Democrático de Derechos.

Desde allí, en la implementación de las políticas públicas con enfoque de derechos que demandó Bogotá Humana, significó retos para el Distrito toda vez que los conceptos 252

Juventud, paz y política pública

de participación, integralidad, transectorialidad, universalidad, intergubernamentalidad y coordinación que supone el diseño e implementación de las mismas se encontró con rigideces de orden normativo algunas veces, y de cultura de los administradores y funcionarios públicos la mayoría de ellas.

Un aprendizaje y un tema a futuro por resolver, si la ciudad desea continuar con la senda de garantía de derechos, es que además de la voluntad política del Alcalde Mayor, se necesita de la permanente concertación entre los hacedores de políticas públicas en los distintos niveles del gobierno distrital, por supuesto con respeto a la autonomía y bajo los principios de la concurrencia, coordinación y subsidariedad de la acción pública. Menos técnicamente, se requiere de la voluntad política de todos los niveles de gobierno, del convencimiento y una suerte de refundación de lo que significa ser funcionario público, se requiere asumir la responsabilidad ética de estar al servicio de LA GENTE que es bien distinto a prestarle un servicio a la gente.

Desde allí, la perspectiva que orientó la propuesta de ajustes al IDIPRON, y que se desarrolló en la Bogotá Humana, exigió potenciar la misionalidad del Instituto, y desde la política pública redimensionar su quehacer para que respondiera a un proyecto pedagógico de inclusión social que desde la lógica contemporánea garantice a niños, niñas, adolescentes y jóvenes la prevención, protección y restitución en el marco del goce efectivo de sus derechos con dignidad humana, respeto por la pluralidad, la diversidad y la libertad. Es importante señalar que potenciar la misionalidad y redimensionar su quehacer, parten por reconocer el importante valor histórico del IDIPRON y la magnitud de sus aportes en los últimos cuarenta años. De hecho, potenciar y redimensionar, suponen un modelo existente, creado por el padre Javier de Nicoló quien muy acertadamente respondió a urgencias de niños y niñas de la ciudad, con las herramientas de las décadas 60 y 70, fundamentadas en el asistencialismo. Las realidades cambian, la calle de hoy no es la de los 60s y 70s.

El IDIPRON es un proyecto pedagógico y no sólo un conjunto de acciones de política pública. Lo es porque para nosotros la garantía de derechos además de crear condiciones para el acceso a bienes y servicios materiales, de crear las condiciones para que los niños, niñas, adolescentes y jóvenes disfrutaran de buena salud, alimentación sana, educación pertinente, vivienda digna, de la cultura, la recreación y el deporte, de protección, nos ha sido prioritario reconstruir su relación con el mundo que los excluyó, que los marginó, que los hizo invisibles, incluso para sí mismos. Ha sido prioritario reconstruir con ellos y ellas, el respeto, el afecto, la solidaridad, el amor propio, el valor de sí; ha sido prioritario convencerlos que sí es posible soñar y crear un proyecto de vida, que reconozcan que tienen derechos y responsabilidades, que son actores de su propia vida.

No es el dar por el dar, es el dar que reconoce, el dar que construye, el dar que supone el amor y la solidaridad, no es el dar desde el pesar, es el dar que asume institucionalmente que no es ético que niños, niñas y jóvenes, aún anden deambulando por las calles sin red 253

familiar, sin educación, sin trato digno y desde allí asumir la responsabilidad como estado, de las causas y consecuencias de un modelo de sociedad depredador y excluyente…Se trata de justicia social.

Con estas reflexiones, este texto en adelante abordará los elementos que determinan el quehacer de la institución y que resultan claves como experiencia para una agenda de políticas públicas para los y las jóvenes, iniciando con un contexto global que ubica cada una de las apuestas y acciones del IDIPRON, por supuesto en clave de política pública.

Este abordaje contextual, tiene acumulados teóricos pero también un acumulado de la experiencia del trabajo de estos cuatro años bajo la convicción que Bogotá Humana se constituye en la posibilidad de transformar la realidad y caminar hacia una agenda de desarrollo alternativa al modelo de sociedad imperante, excluyente económica y socialmente, depredador de los ecosistemas.

7.1. Contexto: las ciudades, la garantía de derechos y el ser humano una urgencia mundial por la justicia social La gestión del desarrollo en las ciudades como alternativa real de construir de manera más cercana a la gente otra sociedad –más justa, equitativa e incluyente-; el enfoque de goce efectivo de derechos como correlato en las políticas públicas, de una visión de ciudad incluyente y la apropiación de la gente de lo público como proceso consustancial a ambos, es una perspectiva de largo plazo y no sólo un tema meramente coyuntural.

Desde hace ya varios años, se ha venido hablando de la crisis del modelo neoliberal como alternativa de desarrollo. La crisis financiera de 2007, que nuevamente puso el tema de la crisis del modelo de desarrollo hegemónico fue un eslabón adicional de una sucesión de hechos que se han venido gestando desde los 90, y que han derivado en un caos en el estado de cosas y en sociedades cada vez más excluyentes e intolerantes.

Crisis que espaciosamente se están instalando en las agendas como “Crisis energética”, “Crisis ambiental”, “Crisis Alimentaria”, “Crisis Humanitaria”, “Crisis de la democracia”, “Crisis social, “crisis financiera”. No es pretensión de este texto, hacer un análisis de cada una de estas crisis, que por una década han venido siendo documentadas, se pretende llamar la atención sobre una agenda aún pendiente que no se debe invisibilizar por las coyunturas de crisis, ni es resuelta y mucho menos construida pensándola como fenómenos aislados y unidimensionales inscritos a la teoría de los ciclos económicos, tampoco se construye únicamente desde la macroeconomía y tampoco debe ser asistida con medidas compensatorias.

Por el contrario, estamos hablando de una crisis de reproducción “referida a la exclusión sistemática de amplios sectores de la población del acceso a los recursos indispensables para satisfacer sus necesidades de reproducción, biológica y social.

De ahí, para nosotros, que el sistema económico actual se encuentre en crisis, pese a que se intente situar esta crisis de reproducción exclusivamente en el ámbito social y 254

Juventud, paz y política pública

como externa a la economía. En América Latina esta crisis se expresa en un conjunto de situaciones que por la vía del desempleo, la pobreza, la precariedad y diversas formas de discriminación impiden a amplios sectores de la población tener capacidad de acceder a los recursos necesarios para garantizar el desenvolvimiento de su vida personal y familiar, y su inclusión como ciudadanos con plenos derechos. Esto se ha convertido en una característica estructural de la relación sociedad-economía como resultado de las últimas décadas de política neoliberal”131 .

Entender de qué crisis estamos hablando, permite formular las preguntas correctas, identificar los responsables, establecer los retos reales y asignar los compromisos y roles en la construcción y trámite de agendas de transición.

Conscientes de lo anterior, desde diversos escenarios, se ha venido construyendo ya hace varios años lo que se ha llamado una agenda post-neoliberal por la justicia social, que parte de la convicción que cualquier posibilidad transformadora empieza por “deconstruir” el economicismo predominante, y “reinventar” un nuevo orden mundial que dé cabida a nuevas formas de organización económica, política y social que resuelvan desde el buen vivir la calidad de vida; viabilicen alternativas de desarrollo que organicen a la sociedad según la lógica de que la dignidad humana y la realización efectiva de sus derechos prevalecen sobre las nociones económicas de costo-beneficio.

Estas reinvenciones se han centrado en al menos cuatro cosas: Una agenda pos-neoliberal por la justicia social debe comenzar por reconstruir el concepto de la dimensión social del desarrollo Desde el referente neoliberal lo social se ha reducido a lo básico: qué es lo que el ser humano necesita para subsistir, qué es lo mínimo que requiere en educación, salud, vivienda, alimentación, etc.; eliminando toda posibilidad para que el ser humano pueda potenciar en un marco de libre elección todas sus capacidades. Lo social visto desde allí adquiere una connotación de marginalidad, de subsidariedad, que bajo la lógica del mercado le resulta improductivo.

Es por esto que el modelo generó una clara dicotomía entre lo social y lo económico profundizando la visión dual del desarrollo y derivando en la omisión de responsabilidades por parte de los gobiernos con los derechos de ciudadanía, reduciendo lo social a metas muy estrechas en un contexto en el que la desigualdad de las sociedades (políticas, económicas ingresos, de oportunidades) son cada vez más crecientes en América Latina y afectan la vida personal de los individuos, coartan las posibilidades de potenciar sus capacidades y finalmente deterioran cualquier posibilidad de desarrollo democrático.

131 Quiroga Díaz, Natalia. Economías feminista, social y solidaria. Respuestas heterodoxas a la crisis de reproducción en América Latina. 2009. pp 7789. En Iconos. Revista de Ciencias Sociales. Num. 33, Quito, número 2009, pp. 77-89 © Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales-Sede Académica de Ecuador. ISSN: 1390-1249

255

En este sentido, en una nueva construcción del desarrollo lo social debe ubicar a un ser humano determinado por su entorno económico, político, cultural, ambiental, en conjunto y no bidireccionalmente como se ha pretendido hasta ahora; en el que sus necesidades trasciendan el concepto del “mínimo necesario” para dárseles el estatus de DERECHOS, por lo que se requieren políticas públicas integradas que no sólo den cuenta de algunas de las dimensiones del desarrollo, sino que desencadenen otras realidades hacia el futuro, realidades que garanticen a los ciudadanos el pleno disfrute de sus derechos.

Una agenda pos-neoliberal debe comenzar por reconstruir la dimensión ambiental del desarrollo Lo ambiental en la tradición economicista neoliberal se ha reducido a lo sustentable, escondiendo criterios de utilidad, en la medida que la preservación del medio ambiente y los recursos naturales se hacen en función de garantizar a las generaciones futuras los medios de producción suficientes para sostener una sociedad de consumo. Así se han entendido las condiciones de sustentabilidad ecológica desde la dinámica del capital, lo que ha generado una relación perversa entre los hombres y la naturaleza.

En la reconstrucción del desarrollo lo ambiental debe trascender estas lógicas de mercado para comenzar a ver la naturaleza y los ecosistemas como importantes y necesarios, no para la reproducción del capital, sino para la supervivencia del planeta tal como lo conocemos hoy.

Una agenda pos-neoliberal debe comenzar por reconocer que en el desarrollo también hay diversidad de espacios y temporalidades diferentes: el territorio Es necesario reconocer las restricciones del espacio y la simultaneidad entre distintos aquí y ahora, que se manifiestan en la territorialidad y que hacen que las relaciones económicas, políticas y culturales se traduzcan en códigos y normas que difieren de un territorio a otro, de un país a otro, de una jurisdiccionalidad a otra, de un municipio a otro, de una localidad a otra, de un barrio a otro. Estos distintos aquí y ahora significan reconocer la existencia de la diversidad de culturas: que existen las comunidades indígenas, que existen las comunidades negras, etc, que coexisten realidades distintas en el Cauca, en el Chocó, en Bogotá –En La Candelaria, en El Codito, en Ramírez.

Es por esto que, las políticas públicas deben ser una construcción colectiva que desde la lógica de la diferencia y con criterios de inclusión no sólo resuelva las urgencias presentes, sino que garantice los sueños del futuro. Así, las políticas públicas no son potestad ni exclusividad de técnicos de planeación, sino que en un marco de corresponsabilidad, de construcción de ciudadanía y profundización democrática, la sociedad civil participe desde la construcción de su propia visión y de cada una de sus etapas de instrumentalización, planificación, gestión, control y evaluación.

256

Juventud, paz y política pública

Una agenda pos-neoliberal debe comenzar por posicionar a todos los actores del desarrollo: una nueva relación de lo público, la institucionalidad y la gente.

Como producto de los debates históricos sobre los que se construyeron gran parte de las políticas neoliberales y que giraron en torno a “si más Mercado o menos Estado”, e incluso los generados recientemente desde el pensamiento neo-institucional sobre “tanto Estado, como la sociedad lo requiera”, han dado un rol protagónico en la construcción del desarrollo a tan sólo dos actores: el Estado y el Mercado, desconociendo el rol de la sociedad civil, de las diversas ciudadanías, de las diversas formas de organización, en la construcción del desarrollo, generando un déficit democrático y social: democrático, dado que se ha limitado la participación de los ciudadanos en la toma de decisiones que los afectan, y sociales porque ni el Estado ni el mercado han logrado garantizar los derechos económicos, sociales y culturales.

En este sentido, un punto clave en la construcción de agendas alternativas lo constituye habilitar y fortalecer la participación de la sociedad civil, de construir otra relación en aras de lograr una incidencia directa en la construcción de su propio desarrollo y en las políticas públicas. Lo anterior deriva en cuatro reconocimientos importantes: por un lado crear y tramitar agendas alternativas requiere la reconfiguración de las relaciones de la institucionalidad con la ciudadanía; por el otro, los ciudadanos en tanto componen el sistema social determinan el proceso de desarrollo, y pueden y deben ser co-gestores del mismo; también que, los ciudadanos y ciudadanas tenemos también una responsabilidad social y política en la garantía de los intereses públicos, que implica además de exigir transparencia y rendición de cuentas, el diseño e implementación de propuestas y alternativas. Por último, que lo público debe ser entendido como lo común, como lo que es de todos; esto significa que pese a que los gobiernos, el mercado, la ciudadanía y los diferentes actores de la sociedad civil –organizada y no organizada-, y la ciudadanía cumplen misiones y roles diferentes, todos tienen responsabilidad y compromiso con edificar una sociedad incluyente.

Esta es la agenda que a largo plazo permite rescatar dos temas de crucial importancia: el territorio o la territorialización de la acción pública, y la participación ciudadana, como puntos clave en la construcción de agendas alternativas de desarrollo; no es sólo un tema de moda, es una agenda de muy largo aliento que en la práctica ha encontrado su correlato en el diseño de políticas públicas con enfoque de derechos.

7.2. El enfoque de goce efectivo de derechos en las políticas públicas El Enfoque de los derechos en las políticas públicas es el resultado de procesos políticos y sociales por la lucha por el derecho, es la conquista realizada por sujetos colectivos. Su implementación ha sido desigual a lo largo del mundo; los países desarrollados cuentan con mayores garantías en el conjunto de los de derechos, mientras en América Latina, si bien se ha alcanzado algún grado de cumplimiento de los derechos civiles y políticos, 257

no ocurre lo mismo con los derechos económicos sociales y culturales a los que les hace falta mucho trabajo aún. En Colombia particularmente, la realización de estos derechos se ha logrado más que, por la implementación y ejecución de una política pública, por la vía de mecanismos de protección constitucionalmente consagrados, como la tutela.

El enfoque de derechos tiene diversas conceptualizaciones, sin embargo hay coincidencia en por lo menos tres aspectos, los cuales resultan determinantes al momento de pensar, tramitar y evaluar la política pública.

Se define en contraposición al enfoque de necesidades o carencias. Mientras el primero reconoce a las personas como sujetos portadores de un conjunto de derechos civiles, políticos, económicos, sociales, ambientales y culturales, que son indivisibles, universales, interdependientes e irrenunciables, en un marco de ampliación de sus capacidades y libertades; el segundo, desde necesidades, las personas son objeto de caridad.

Más que el incremento de la riqueza, el desarrollo promueve la expansión de las libertades, capacidades, oportunidades, potencialidades y el despliegue de las facultades de los individuos, para lograr aquello que la sociedad, las diversas identidades colectivas y cada uno valora como objetivo de vida deseable.

Desde allí las políticas públicas no se subordinan a la economía sino al bienestar de las personas. En el enfoque tradicional, las políticas públicas privilegian el crecimiento económico y la estabilidad fiscal bajo el supuesto que al ser garantizados, por defecto se garantizaría el bienestar de las personas.

Define la responsabilidad y obligación de los Estados no sólo en la protección, respeto y garantía de estos derechos, lo que en concreto se manifiesta en la firma de pactos internacionales; sino también en la restitución de éstos cuando son vulnerados. Dicho de otra forma, los estados deben respetar los derechos, realizar los derechos y proteger los derechos. El alcance de la responsabilidad de los gobiernos, esta demarcada por cuatro atributos fundamentales de los derechos, definido por el sistema de la 4A132: la asequibilidad, la accesibilidad, la aceptabilidad y la adaptabilidad.

ATRIBUTO

Asequibilidad

DERECHO DE LOS Y LAS CIUDADANAS

A la disponibilidad

OBLIGACIONES DEL ESTADO El Estado debe garantizar todas las condiciones para que exista disponibilidad de infraestructura adecuada, de profesionales adecuados, de materiales etc. Es la responsabilidad Estatal de garantizar servicios, insumos, información y herramientas especializadas que tengan por función ayudar y apoyar a los individuos para identificar y acceder a los derechos.

132 Sistema elaborado por el Comité DESC de la Comisión de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.

258

Juventud, paz y política pública

Accesibilidad

Al acceso

Garantizar la no discriminación, la accesibilidad económica y la accesibilidad geográfica. Asegurar un trato preferente a poblaciones tradicionalmente excluidas, la obligatoriedad y gratuidad.

Aceptabilidad

A la calidad

Garantizar que la garantía del derecho se ajuste a criterios de calidad, aceptados por la comunidad.

Adaptabilidad

A la permanencia

Protección de los derechos

Redefine la relación gobiernos – sociedad civil, y trasciende a esta última como reivindicativa de los derechos o ante la ausencia de Estado, a ser garante de los mismos.

Y le da un nuevo lugar como co-gestora de las políticas públicas. El enfoque de los derechos puede ser entendido como una nueva perspectiva para concebir y diseñar políticas públicas tendientes al desarrollo humano en el marco de un proceso de concertación entre Estado y sociedad civil.

Por último, para trascender la retórica en la que podría caer la política pública y no dejar su cumplimiento a la merced de la buena voluntad de gobernantes, la lógica de los derechos impone un rasgo vital a la ejecución de planes y programas: la exigibilidad de su cumplimiento por parte del titular de éstos.

7.3. El proyecto pedagógico del IDIPRON El proyecto pedagógico del IDIPRON, es un proyecto para la construcción de oportunidades para la vida, y parte por crear las condiciones para que a niños, niñas, adolescentes y jóvenes se les pueda garantizar sus derechos en unos casos, o la institución garantiza la totalidad del derecho en otros. Pero cruza a todo el quehacer un trabajo de pedagogía para la vida, con el fin de rehacer la mirada y relacionamiento con el mundo y la sociedad que los excluyó, y de sí mismos fundamentalmente. Este proyecto inicia en los territorios, en el algunos casos se desarrolla exclusivamente en ellos, y en todos los casos el objetivo final es que ellos y ellas retornen a él.

El proyecto pedagógico para su concreción aborda cuatro componentes, que se implementan en todas las estrategias y proyectos133, atendiendo a las especificidades de cada uno: 1) el componente pedagógico académico; 2) el componente pedagógico para la vida, el cual tiene en sus lenguajes y formas pedagógicas la cultura y el arte; 3) el componente sicosocial, desde el cual se abordan las realidades territoriales, familiares, económicas, sociales y emocionales como condicionantes necesarias para la comprensión y configuración de un proceso pedagógico exitoso, que le permita transformar y dignificar su entorno; y 4) el componente de justicia restaurativa. Este 133 Las estrategias y proyectos a los que se hace referencia son: Protección de derechos en Unidades de Protección Integral internados, Jóvenes en Paz, Misión Bogotá, Economía para la vida, Escuela Popular Itinerante, Armemos Parche, Habitante de y en calle, Explotación Sexual y Comercial de niños, niñas y adolescentes.

259

documento no pretende detallar cada una de ellas, pues esto ha sido ampliamente desarrollado en los capítulos anteriores. Sino más bien rescatar elementos de reflexión para las políticas públicas juveniles.

Proyecto pedagógico IDIPRON

7.3.1 Para quiénes: inadmisibles realidades en vidas invisibles.

Como todo quehacer en política pública, se hace necesario precisar para quiénes, no obstante las líneas que siguen no pretenden recitar las poblaciones objeto de cada proyecto del IDIPRON, que en todo caso se resumen en el cuadro siguiente y fueron ampliamente descritas en los capítulos anteriores, sino más bien dejar algunas reflexiones sobre la situación de la niñez y juventud bogotana.

260

Juventud, paz y política pública

Población objetivo de la acción del IDIPRON INTERNADOS: 8-18 AÑOS 1.

Situación de violencia Física, Psicológica, Sexual.

2.

Habitanza en calle.

3.

Condiciones de habitabilidad precarias (no cuenta con servicios de saneamiento básico, hacinamiento, entre otros).

4.

Explotación laboral.

5.

Explotación Sexual Comercial.

6.

Abandono y/o familia no protectora.

7.

Estar desescolarizado por una o varias de las siguientes condiciones: situación económica vulnerable, violencia intrafamiliar, acceso a zonas marginales (no hay oferta institucional de educación), expulsado del sistema de educación.

8.

Ser referido por otra Institución distrital y/o nacional (ICBF, Comisarias de Familia, Policía de Infancia y Adolescencia).

EXTERNADOS: 14-28 AÑOS 1.

Programa Habitante de Calle: Además de las citadas en el ítem 1. Con habitanza en calle

2.

Programa Jóvenes en Paz: Situación socioeconómica vulnerable y condición de alto riesgo de participar en actividades delictivas o estar en riesgo de conflicto con la ley. Extra-edad escolar

3.

Misión Bogotá: en situación de desplazamiento, víctimas del conflicto, en ejercicio de la prostitución, LGBTI.

4.

Centro de Justicia Juvenil: Con edad entre 10 a 17 años 11 meses con sanciones judiciales como: La amonestación, la imposición de reglas de conducta, la prestación de servicios a la comunidad, la libertad asistida, la internación en medio semi-cerrado que presenten condiciones de vulneración de derechos.

5.

Centro de Acogida y Desarrollo ESCCNA: Explotación sexual y comercial de niñas, niños y adolescentesESCNNA que incluye prostitución, pornografía, actividades vinculadas al turismo sexual, matrimonios o uniones serviles, explotación sexual por grupos armados organizados al margen de la ley, trata de personas con fines sexuales; con medida de protección, emergencia adoptada por Comisaría o Defensoría de Familia.

6.

Madres mujeres para la vida: • Ser Madre Adolescente o Joven, Madre o familiar de beneficiario(a) del IDIPRON, Compañera sentimental de joven beneficiario del IDIPRON, Madre en condición de vulnerabilidad económica y/o social, cuidadora de Niño, Niña o Adolescente en condición de vulnerabilidad económica y/o social o Mujer transgenerista en condición de vulnerabilidad económica y/o social.

• Tener una edad igual o superior a los 14 años • En caso de tener algún grado de discapacidad, que esta le permita la independencia en el desarrollo de sus actividades cotidianas.

• Que ella o sus hijos se encuentren en vulnerabilidad de derechos tales como desescolarización, y/o habitabilidad en calle.

• Quien habiendo recibido este servicio, desertó sin haber culminado todo el proceso de formación con una razón justificable.

ARMEMOS PARCHE: 14 a 28 años 1.

Procesos y redes juveniles.

261

Si sólo tenemos en cuenta a la población en la que en 2015 el IDIPRON centró sus esfuerzos, estamos hablando de cerca de 25.000 niños, niñas y adolescentes cuyos derechos han sido vulnerados, o nunca se les han concedido, o están desprotegidos.

Una niña que está en el internado de la 27: tiene 12 años, vivió en el Bronx, es policonsumidora y ha sido explotada sexualmente desde los 8 años ¡está excluida!, al igual que lo está un niño trans del centro de explotación sexual y comercial, quien además no cuenta con redes de apoyo o una adolescente de Luna Park-Oasis II, que es habitante de calle desde los 6 años, que ha sido violada en más de una oportunidad y por ser habitante de calle, el acceso carnal violento en su humanidad estaba más que naturalizado; o un joven de la Unidad de Protección de la 32, huérfano de padre y madre, cuya familia ha sido su pandilla de barrio y los pocos familiares consanguíneos que le quedan están en la cárcel.

Una lectura rápida, sugeriría que se trata de vidas y problemáticas distintas, cada quien se enfrenta a una serie de circunstancias y afectaciones diferentes, cada uno pareciera debe superar obstáculos diferentes. Sin embargo, cada uno de ellos y ellas tienen tres cosas en común: la primera están excluidos de la sociedad, no tienen acceso a salud, educación, vivienda digna, no se les ha protegido contra la explotación, la violencia, los malos tratos y el abandono; la segunda, son invisibles ¡si, así! invisibles para la política social.

Invisibles en las estadísticas oficiales Si nos atenemos a la retórica técnica de la política pública, para determinar la población objetivo se parte de diagnósticos y líneas de base, los cuales a su vez, se basan en estadísticas oficiales. Sólo algunas, la encuesta de Calidad de vida (ECV), Pobreza y desigualdad, Encuesta Longitudinal de Protección Social - ELPS, Ingresos y gastos de los hogares, Necesidades básicas insatisfechas (NBI), Déficit de vivienda, Encuesta de goce efectivo de derechos (EGED), Pobreza de tiempo e ingreso, todas ellas se basan en las encuestas a los hogares y los hogares y se define que el “hogar”: está constituido por una persona o grupo de personas, parientes o no, que viven (duermen) en la totalidad o en parte de una vivienda, y comparten generalmente las comidas. También constituyen un hogar las personas que se asocian para vivir bajo el mismo techo, aunque no compartan las comidas134”.

Gran parte de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes de los que habla el IDIPRON, ni techo, ni comida. Duermen en las calles, donde la noche los coja, a quienes mejor les va en paga diarios, en cambuches, o intermitentes en casas de conocidos; con seguridad no son parte ni de las estadísticas oficiales con las cuales se toman decisiones de política pública social. Deambulan por las calles invisibles para acciones concretas del Estado pero muy visibles para una sociedad que se incomoda, que se siente insegura de ver tanto ñero, tanto pandillero.

134 DANE, BOLETÍN DE PRENSA Bogotá, D.C., 17 de Abril de 2012 ENCUESTA NACIONAL DE CALIDAD DE VIDA 2011.

262

Juventud, paz y política pública

Invisibles sin identificación Puede que no tener la tarjeta de identidad o la cédula e incluso su registro de nacimiento, no sea considerado prioritario, o de la mayor importancia, incluso puede tratarse sólo como si fuera una formalidad jurídica; sin embargo, la carencia de los mismos, deriva en quedar excluidos del acceso a la educación, la salud y la seguridad social. En ser reconocidos como ciudadanos y ciudadanas. Gran parte de nuestra población al llegar al IDIPRON no cuenta con alguna de esta documentación, por ello desde el equipo sicosocial, la tarea con ellos y ellas inicia por recuperar dichos documentos.

Visibles para el sistema penal, invisibles de la política social Otra parte de ellos, visibles en las esquinas para el camión de la policía, para las batidas ilegales, para las detenciones preventivas, para el ya desbordado sistema de responsabilidad penal adolescente, para las UPJ, visibles para las acciones de política pública, coherentes con el sistema penal colombiano, pero invisibles desde la política social. Y con esto, no se pretende eximir de responsabilidad ante hechos tipificados en la ley como ilegales o punitivos.

Se trata de ver las dos caras de la moneda, y asumir las responsabilidades que en un caso u otro se derivan. El microtráfico por ejemplo, atrapa en sus redes a jóvenes sin oportunidades de ingreso, expulsados del sistema escolar, buena parte de ellos padres o madres de al menos 2 menores. El microtráfico, en su estructura macro, ubica estructuras delictivas difíciles de romper, no obstante los esfuerzos parecen dedicarse a los y las jóvenes que no son más que víctimas de sus soledades, abandonos, carencias y sistemática exclusión.

Como bien lo expresó el plan integral de convivencia y seguridad ciudadana: “(…) Sabemos que no existen ciudades de ¨riesgo cero¨ en conflictividades, violencias y delitos; sin embargo, desde un enfoque integral de la seguridad humana -seguridad ciudadana-, resulta imprescindible conocer los factores multicausales de las violencias y los delitos, el grado de identidad de la sociedad con la ciudad, el nivel de confianza en la administración pública, la cohesión social fundamentada en la solidaridad y no en el miedo, así como los contextos globales, locales y microterritoriales para avanzar eficiente y eficazmente en la reducción de los riegos de los ciudadanos(as) de ser víctimas de violencias y delitos. Los retos que se tienen en materia de (in)seguridad nos lleva a profundizar en otras formas de pensar y actuar mediante la formulación de nuevos paradigmas. Un ejemplo es la visión que se tiene sobre los consumidores de drogas psicoactivas desde la perspectiva de un problema de salud pública y no simplemente de seguridad.

Desigualdad, discriminación y segregación son componentes sociales, económicos y culturales que explican, en parte, las expresiones de conflictividades que se resuelven de forma violenta y delictiva. Por este motivo, la inclusión social en especial desde la niñez y juventud, es primordial en una política pública de convivencia y seguridad de largo plazo. Si bien es cierto, se requiere tomar acciones inmediatas de control para reducir las vulnerabilidades de ser víctima de la inseguridad, no es menos cierto que en este proceso se debe involucrar la educación, la salud, el empleo, la

263

protección del medio ambiente y la utilización adecuada del tiempo libre, entre otras condiciones.

Dentro de la concepción de seguridad humana como fundamento de la seguridad ciudadana, no hay ciudadanos(as) amigos(as) o enemigos(as) sino cumplidores o contraventores de la ley135”.

En IDIPRON hoy día hay cerca de 6.600 jóvenes, vinculados o en riesgo de vincularse a escenarios de conflicto con la ley. Unos 3.000 de ellos y ellas, están hoy estudiando en la Escuela Pedagógica Integral IDIPRON, culminando en extraedad sus estudios de primaria y bachillerato. Estamos hablando de 3.000 jóvenes que fueron expulsados del sistema escolar o nunca accedieron a él. De los 6.600 jóvenes, cerca de 1.200 no contaban con seguridad social, 268 jóvenes tienen 3 hijos, 46 jóvenes son padres de 4 hijos y 2 jóvenes tienen 6 hijos. Datos que develan la realidad sobre la paternidad y maternidad a tempranas edades, pero también de las dinámicas económicas y familiares que ellas suponen, una explicación a la deserción escolar y a desplazar todas sus agendas por priorizar la consecución de recursos económicos para sí mismos y sus hijos, ¿Qué ciudadanía juvenil estamos construyendo entonces?

Invisibles, sin familias protectoras en un mundo de adultos Buena parte de nuestros niños, niñas y jóvenes no cuentan con familia, o si la tienen, ella misma se constituye en la generadora de las situaciones de violencia, maltrato y abandono. Entonces, al no contar con redes protectoras se les hace invisibles y para una gran parte, la ayuda nunca llega por lo que tienen que sobrevivir por su cuenta en el mundo de los adultos. Ante la carencia de redes protectoras, ellos y ellas no sólo se ven obligados a asumir responsabilidades de sus propias vidas, sino también las de sus hermanos y hermanas, con alto riesgo de ser explotados laboralmente y sexualmente.

Es justamente con esta población que el IDIPRON llega con su proyecto pedagógico a esa niñez y juventud invisible. Sin son invisibles invisibles ¿cómo los ubica? El IDIPRON los busca, los ve en la oscuridad de la noche, en las calles que no se recorren cotidianamente, literalmente los ve hasta debajo de las piedras. ¡El territorio, principio y fin de nuestra acción!

7.3.2 la territorialización de la acción.

En general, la interacción entre territorio-política pública puede ser definida como una forma de actuar de la sociedad en procura de la materialización de los derechos de sus miembros, mediante la coordinación, articulación, complementariedad y simultaneidad de acciones para internalizar los derechos, propiciar la participación responsable de la comunidad, crear una actitud reflexiva y dinámica sobre los fenómenos sociales y permear la estructura sectorial, fomentar la equidad en la distribución, la calidad y el acceso a los servicios para la materialización de los derechos136.

135 PLAN INTEGRAL DE CONVIVENCIA Y SEGURIDAD CIUDADANA . BOGOTÁ D.C. 2013 -2023. Pág 20.

136 Gestión Social Integral- Estrategia de Gestión Pública Propuesta de la mesa técnica de infancia, adolescencia y juventud para la articulación de políticas públicas en el territorio.

264

Juventud, paz y política pública

En particular, la acción del IDIPRON tiene un referente concreto no sólo poblacional: Niños, Niñas, Adolescentes y Jóvenes, sino también territorial, como es el mandato de la Bogotá Humana; entendiendo lo territorial como escenario de construcción social, económica, política, cultural y ambiental, que no siempre coincide con los límites y fronteras físicas, lo cual exige al IDIPRON realizar lecturas del territorio sistémicas y multidimensionales, lecturas de la complejidad de las dinámicas que inciden sobre las condiciones de vida de las personas que son objetivo de la gestión pública del IDIPRON, la identificación de actores, redes, intereses, etc.

El ser humano como opción pedagógica, para nuestro caso, los niños, niñas, adolescentes y jóvenes han sido el centro de todas nuestras preocupaciones y son la prioridad de la gestión pública del IDIPRON, gestión que se concreta, inicia, pasa y culmina en el territorio, siendo éste su marco -no único- pero si más inmediato de vida, su espacio contextual y escenario de construcción social, política, ambiental, cultural y económica de ellos, ellas y sus familias. La niñez y juventud, más allá de categorías etáreas, como sujetos sociales y de derechos, tienen identidades, valores y simbologías indisociables del territorio que habitan y les habita.

El territorio que habitan, las calles son el hogar de muchos de nuestros jóvenes, las esquinas de los parques su espacio de aprendizaje, es allí donde también sufren las mayores vulneraciones, allí se expresan múltiples relaciones, y es justamente en el desarrollo de esas relaciones donde el territorio -las calles-, les comienza a habitar, a crear sus identidades.

Esta territorialización de la acción tiene tres concreciones: 1. La búsqueda afectiva o la focalización, la diferenciación de los nombres atiende a la especificidad de cada proyecto pero se refiere a la búsqueda e identificación de los niños, niñas y jóvenes. Se trata de salir a recorrer las calles, leer los parques, las equinas, buscándolos para proponerles otra forma de vida garante de sus derechos.

2. La restitución en el territorio, y es llevar el quehacer del Instituto, el que se hace en las unidades, también a los barrios donde no las tenemos. Es buscar juntas de acción comunal para convertirlos por algunas horas diarias en salones de clase, es activar la red distrital para que la salud llegue a los niños, niñas y jóvenes, es que los procesos y redes juveniles monten una carpa en el parque para enseñar a otros jóvenes, para motivarlos a que desarrollen sus expresiones artísticas, es que los jóvenes sensibilicen a otros sobre la importancia de proteger los ecosistemas o acerca del patrimonio cultural de la ciudad.

3. El retorno al territorio, donde el principal reto es que una vez el IDIPRON ha restituido sus derechos, los niños, niñas y jóvenes3. , cuando regresen los niños, niñas y jóvenes no les vuelvan a ser vulnerados.

265

7.3.3 Pedagogía para la vida.

Con las realidades expuestas, las vulneraciones a las que son sometidos nuestros jóvenes y la exclusión sistemática de la sociedad, con estas realidades es que nuestros niños, niñas y jóvenes crean sus identidades. Algunos aspectos positivos se potencian sobre todo cuando estos entornos agresivos han desencadenado en ellos y ellas actitudes y aptitudes de resiliencia. Sin embargo, hay otros aspectos de sus identidades que se buscan superar, transformar o resignificar, algunas de ellas son madurez temprana, pasividad, apatía, agresividad. Como producto del maltrato, desarrollan actitudes a la defensiva frente a las personas y la agresividad es una forma legitimada de socialización, de interacción y de reconocimiento del otro.

Como producto de la estigmatización social, son jóvenes que también han aprendido a vivir en y con la frustración, generando un bajo nivel de aspiraciones, sin expectativas de muy largo plazo, aprendieron a vivir en la desesperanza, profundizando dificultades graves que impiden que se desarrollen sus potencialidades.

La agenda psicosocial permite reconocer la particularidad de los y las jóvenes, entender sus múltiples contextos barriales, familiares, económicos, sociales, culturales y políticos que le determinan su identidad, su mundo emocional y la forma de relacionarse consigo mismo y los demás. Con esto en mente, para el quehacer del IDIPRON, el acompañamiento psicosocial es eje central y vital en los procesos con ellos y ellas; este acompañamiento tiene tres objetivos fundamentales: el primero, crear las condiciones para que accedan a distintos servicios de la red distrital que les permiten ir hacia la garantía de sus derechos, tales como documentación, afiliaciones a salud, ingreso de sus hijos e hijas a los jardines infantiles, así como, el restablecimiento de sus redes de apoyo. El segundo, acompañar a las y los jóvenes en la elaboración de un plan de corto plazo que garantice el buen uso de la garantía de permanencia. Y el tercer objetivo, construir un proceso reflexivovivencial, sobre sus redes sociales, familiares y de apoyo para que estas le contribuyan a la resignificación de su realidad, a reconocerse como sujeto de derechos y a vivirse como actores de su propia vida.

La agenda sicosocial se acompaña de otras acciones como la Escuela Musical La Favorita, las prácticas de apropiación territorial, las campañas de pares, que buscan desde el arte, la cultura, las diversas expresiones juveniles, la fotografía, el video para que ellos y ellas aprendan, creen o mejor recreen nuevas realidades. El arte y la cultura, transversal a todo el proyecto pedagógico, parte por reconocer en las artes un valor que potencia los procesos de aprendizaje. Por ello, han sido compromisos del IDIPRON: 1) implementar procesos pedagógicos que desarrollen las capacidades de niños, niñas, adolescentes y jóvenes, en los que prevalezca una relación armónica entre cuerpo, emociones y saber 2) recrear en y con el cuerpo docente del Instituto nuevas formas y prácticas pedagógicas coherentes con las apuestas fundamentales de transformación 3) el fortalecimiento de la escuela musical La Favorita, la cual se dedica a la formación musical de alto nivel para que niños, niñas, adolescentes y jóvenes en condición de vulnerabilidad y fragilidad mejoren su calidad de vida.

266

Juventud, paz y política pública

El proyecto pedagógico del IDIPRON incorpora múltiples pedagogías que reconoce las diferentes discapacidades, que da cuenta de las diversidades culturales, respeta las identidades y sin ningún tipo de discriminación permite a los niños, niñas, adolescentes y jóvenes vivir su identidad de género. Por ello, dentro del proyecto es vital el Equipo de Investigación para la acción pedagógica, el cual junto con el conjunto del IDIPRON, trabaja en dos vías: la producción de conocimiento para la acción pedagógica y la investigación en sí misma como acción pedagógica.

El proyecto pedagógico del IDIPRON es sistémico. El acompañamiento sicosocial por sí mismo sin pedagogía para la vida, o sin la restitución de derechos, no transforma vidas.

El proyecto pedagógico comprende la complejidad de los procesos de aprendizaje y asume, sobre todo, la complejidad de las relaciones humanas. Este proyecto pedagógico busca permanentemente que los niños, niñas y jóvenes aprendan a vivir, creen otras realidades, otros sentidos, nuevas formas de relacionarse con el mundo que los excluyó pero sobre todo consigo mismos, desde el amor, la solidaridad y el respeto.

267

Conclusiones

Puntadas generales para la política pública de juventud La realidad social es comprendida -y también producida- a través de procesos de interpretación. También lo somos los sujetos, a quienes podríamos asumir, en los términos de Preciado (2014)137 como “ficciones políticas vivas” que se encarnan en contextos históricos específicos. Por ello, pensar los mecanismos por medio de los cuales se construyen tales interpretaciones y desde donde se realizan es un asunto importante, sobre todo si tenemos en cuenta que las interpretaciones dominantes –que son las que adoptamos con mayor facilidad como verdaderas y las que, en consecuencia, definen nuestros comportamientos e identidades- le cierran la puerta a otras interpretaciones posibles y operan, de este modo, desde la exclusión. La decisión que hemos tomado a lo largo del texto de posicionar nuestra lectura de la juventud bogotana y de las políticas del IDIPRON en el ámbito simbólico –de producción de representaciones e imaginarios-, entonces, busca trazar una cartografía de las técnicas de normalización de la subjetividad juvenil que actualmente operan en la ciudad para impugnarlas y construir, desde allí, otras “ficciones políticas vivas” no violentas (Preciado, 2014).

A lo largo de este recorrido hemos ido dibujando la idea de que las representaciones sociales de juventud que dominan la esfera pública de nuestra ciudad, sostienen la invisibilización de ciertos jóvenes –pobres, periféricos, vulnerables- y la visiblización de la población joven desde el riesgo y la peligrosidad. Pero, por otro lado, también hemos propuesto ver, en todo el sentido de la palabra, las prácticas juveniles, sociales e institucionales que ponen en jaque ese marco de sentido dominante. Entendemos así que la esfera pública, en tanto escenario en el que se tramitan los asuntos que nos competen a todos y en el que, por ello, deberían tener cabida todas las perspectivas, es un escenario de visibilidad o, lo que es lo mismo, de existencia política (Arendt, 1993). En tanto escenario de lo político, la esfera pública es delimitada por relaciones de poder que definen lo que es allí visible y audible, y a quién se le otorga o se le reconoce existencia.

Es este entramado de relaciones de poder lo que asumimos como régimen de visibilidad, mientas que la pugna (que es permanente) por decidir el carácter de ese régimen (sus criterios, sus legitimadores, sus límites) es lo que entendemos como políticas de visibilidad. Tanto régimen como políticas son aquí claves para enfocar los procesos de exclusión de la esfera pública que viven las y los jóvenes bogotanos, así como las resistencias que en este escenario operan.

137 Conferencia “Las subjetividades como ficciones políticas”. https://www.youtube.com/watch?v=R4GnRZ7_-w4

268

Juventud, paz y política pública

¿Cómo puede aportar la política pública a la ampliación de la esfera pública o, en otras palabras, a disminuir su carácter excluyente? Primero, se podría decir que motivando la expresión del dolor y la indignación frente a las condiciones de vulnerabilidad / vulneración de los derechos de la población joven, relacionadas con pobreza, carencia de empleo y educación, violencias de todo tipo, abusos de autoridad, entre otras; no obstante, su expresión no es garantía de recepción por parte de “otros”, es decir, de visibilidad y audibilidad en la esfera pública. Para que esto suceda debería proceder un marco de sentido que represente esas vidas (las de las y los jóvenes) como vidas que deben protegerse y cuidarse, en tanto vidas que importan (Butler, 2009). Es decir, debe haber interpelación con el fin de desbloquear las representaciones dominantes de juventud que dibujan a la población joven como nodos problemáticos para el conjunto social.

Pero tampoco será suficiente que el otro (como conjunto social) reconozca esas vidas jóvenes como vidas que requieren cuidado. También deberá producirse una respuesta moral, la cual es ante todo una respuesta y conexión afectiva, por parte de ese otro, que está sustentada en la indignación y la fractura vital que produce la pérdida de una vida (Ibid). En este sentido, es importante tener en cuenta que la esfera pública es el lugar de las narraciones plurales y que en ella deben tener lugar aquellas que se hacen tanto en primera persona como en segunda y tercera persona. Es decir, que la historia compartida que allí nace requiere no sólo de la narración que hacemos en calidad de protagonistas de un hecho, sino también nuestra capacidad de ser destinatarios de las narraciones hechas por “ti o ustedes” y por “ellos”. Asimismo, la pluralidad exige que lo público tenga diferentes lenguajes políticos y formas de comunicación (como las propias de la población joven), así como del disenso y la crítica (Rincón, 2005).

En este sentido, y teniendo en cuenta que la memoria colectiva de la ciudad justifica (y a veces produce) la invisibilidad de los daños producidos sobre ciertos jóvenes, en tanto no las incluye, las subestima o las justifica, es importante preguntar si las políticas públicas logran restaurar cierto dominio interpretativo y modificar las formas de rememoración de la ciudad. Esto abre la puerta a la construcción de otras memorias colectivas de ciudad que asuman las prácticas mediante las cuales las y los jóvenes se auto-representan, poniendo en jaque la simpleza y jerarquización propuesta por binarios como bueno-malo, inocente-culpable, correcto-incorrecto, y haciendo de sus propios cuerpos y experiencias un campo de batalla por la representación.

Recogiendo las experiencias del Instituto Distrital para la Protección de la Niñez y la Juventud - IDIPRON en el marco de la Bogotá Humana y asumiendo que, en tanto cuestiones morales y políticas, la posibilidad de vivir una experiencia de juventud a plenitud y la garantía de los derechos de las y los jóvenes son asuntos que nos involucran a todos, a continuación presentamos algunas puntadas que, creemos, ayudarán a ampliar la esfera pública, en los términos antes señalados, desde una política pública de juventud que enfrente, de fondo, la necesidad de una transformación cultural que de vida a otros formas de representación.

269

Una política para construir una ciudad justa Como lo planteamos en la introducción, creemos que la Bogotá Humana es, entre otras cosas, una apuesta por una ciudad justa. Una ciudad justa para el siglo XXI: en la que sean remediadas las prácticas que ponen a unas personas en desventaja frente a otras de manera histórica y sistemática. Nos hemos acercado a la noción de justicia haciendo énfasis en su dimensión simbólica desde el enfoque del reconocimiento, asumiéndolo, en principio, cómo otorgarle igual respeto a las distintas subjetividades y perspectivas sin que éstas deban asimilarse a las normas culturales dominantes, y garantizando que puedan desplegar con libertad sus afectos y deseos. En este caso, la injusticia se sostiene en patrones sociales de representación, interpretación y comunicación y puede expresarse en mecanismos de dominación cultural, de invisibilización y de irrespeto138 que constriñen la libertad de acción de los sujetos y los lastiman, impidiéndoles tener una comprensión positiva de sí mismos (Fraser, 2009).

Teniendo en cuenta que las soluciones para la justicia cultural pasan por el cambio cultural o simbólico, en el marco de la política pública de juventud esto implica transformar aquellas prácticas que imposibilitan el reconocimiento de las y los jóvenes como jóvenes –por parte de otros y de sí mismos- y, por tanto, la formación de su autonomía139. Se trata de incorporar una dimensión subjetiva que de cuenta de las percepciones de injusticia que ellas y ellos sienten, así como un énfasis en la forma como movilizamos socialmente respuestas morales y afectivas ante lo que consideramos injusto, enfocándonos en cómo operan, especialmente desde la población joven, las luchas por el reconocimiento.

Esto se podría perfilar en dos niveles: por un lado, desde las formas como los cuerpos jóvenes viven el espacio público, enfocando las acciones de vigilancia y disciplinamiento que se ejercen sobre ellos –de manera diferencial-, así como las maneras en las que éstas se inscriben y resisten –estética, corporalmente-, dando vida a prácticas de sujeción – resistencia140. Y, por otro lado, como ya hemos dicho, en las representaciones sociales que producen ciertas imágenes sobre la población joven y que afectan de manera directa los mecanismos de visibilidad que operan en sus subjetividades141.

Es importante considerar que las luchas por el reconocimiento se llevan a cabo en un mundo de marcadas desigualdades materiales que, en consecuencia, requiere de 138 Por ejemplo, las formas identitarias del movimiento Hip Hop en Bogotá han estado marcadas por estereotipos de riesgo y peligrosidad que estigmatizan su música, su baile y su expresión por medio del grafiti. Esto, incluso, ha costado vidas, vidas jóvenes.

139 Para Honeth (…) los sujetos no reconocidos pierden su integridad y su autonomía moral y personal. Así que sin reconocimiento, simplemente, no hay derechos. En este sentido, existen prácticas juveniles de exclusión y auto-exclusión evidenciadas en que ciertos jóvenes se niegan a tener/portar documentos de identificación. También hay espacios de la ciudad desconocidos por jóvenes y marcados por la estratificación socioeconómica, lo cual crea fronteras que inciden en sus formas de habitar el espacio público, o en el acceso/ingreso a algunos espacios privados como los centros comerciales.

140 La política pública debe prestarle atención a la forma como se lucha el espacio público: entre grafitis, parchar, practicar algunos deportes extremos o cantar; todas estas, acciones políticas que pueden generar conflictos con los vecinos e incluso abuso policial.

141 Algunas de las muertes violentas de jóvenes han sido visibilizadas como muertes de “delincuentes”, legitimando de esta forma las pérdidas de la población joven. Sobre esto también tiene que actuar la política pública.

270

Juventud, paz y política pública

la puesta en marcha de profundas políticas de redistribución que aporten a la “justa distribución” de recursos y bienestar, y que, a la vez, den cuenta de las formas como se entrecruzan y apoyan mutuamente dos formas de injusticia: las desventajas económicas y el irrespeto cultural –que es al que nos llama el enfoque de reconocimiento- (Fraser, 2009). La primera incluye, según Fraser, múltiples formas de explotación, de marginación económica y de ausencia de los bienes materiales necesarios para llevar una vida digna142.

Entre los mecanismos que la política pública de juventud puede operar para resolver estas injusticias, asumiendo una restructuración política, económica y social de fondo que, entendemos, no le compete de manera exclusiva, se encuentran acciones para la redistribución del ingreso, el acceso a la educación, emprendimiento, el trabajo digno, y la decisión democráticamente consensuada sobre la inversión pública143.

Al lado de la cultural y la socioeconómica, está la dimensión política de la justicia que da cuenta de la representación, es decir, de la posibilidad que tienen todas y todos de participar, en condiciones de igualdad, en la decisión sobre el marco de referencia de la justicia y de la garantía de los derechos y las libertades (Fraser, 2009). Retomando los aprendizajes del IDIPRON, hablamos en este punto de incidencia política juvenil para relevar los efectos de su representación – participación en las políticas públicas y como estrategia para incrementar los impactos y la fuerza normativa de las acciones por ellas y ellos emprendidas, mientras se potencian su acción colectiva y su rol como sujetos sociales y políticos que son así reconocidos en la esfera pública. No se trata sólo de reconocer a la población joven en su especificidad y diferencia, sin tocar las relaciones asimétricas de poder que sostienen la injusticia, sino de que las y los jóvenes tengan poder para crear otras cosas y promover transformaciones (Entrevista con Juan Cristóbal Restrepo, 2015).

En este sentido, es importante reflexionar sobre el horizonte actual de las acciones juveniles, recogiendo la tensión existente entre suplir las deficiencias del Estado como garante de los derechos –en lo cual siempre se quedarán cortas por el carácter limitado de los recursos de los que disponen-, poner en marcha acciones complementarias –de la mano de las institucioneso movilizar actos transformadores –incluso en contravía de o sin la institucionalidad. Es importante que la población joven haga parte del diseño, implementación y evaluación de las políticas públicas; quizás no se trate únicamente de que la población joven las ejecute desde sus procesos organizativos y prácticas políticas, sino de que las dinamice, las alimente y las cuestione, para lograr cambios sociales profundos, en alianza con el sector público144.

En este escenario, la política pública debe incorporar acciones que brinden herramientas a las y los jóvenes para actuar, de manera competente y también autónoma, en el campo 142 La población joven tiene desventajas en términos de inserción al mercado laboral, como lo muestra el que la tasa de desempleo juvenil sea casi el doble a la tasa global de desempleo. Así mismo, su ubicación en el mercado informal les ha llevado a condiciones precarias en términos de la seguridad social y a condiciones de vida indignas.

143 Si bien el programa Jóvenes en Paz, por ejemplo, está concebido como un subsidio condicionado, que podría entenderse como asistencial, es una propuesta por la redistribución de los ingresos de jóvenes excluidos y marginados de las políticas públicas para la juventud, que le apuesta, de manera preferente, a procesos de formación que compensan y disminuyen brechas sociales entre la población joven.

144 Los avances del IDIPRON con la estrategia Armemos Parche, por ejemplo, han posibilitado encuentros entre los procesos organizativos juveniles y la institucionalidad, devolviendo confianzas, autonomía y libertades para el ejercicio de la incidencia política.

271

político, a la vez que recojan las prácticas y mecanismos propios de la juventud. Esto para fortalecer, desde la pluralidad, las condiciones de posibilidad de su incidencia política en la toma de decisiones, en la creación de la agenda de juventud y de ciudad, y en el diseño, implementación, control y (re) adecuación de las políticas.

Y, finalmente, la justicia tiene una dimensión restaurativa centrada en la reparación de los daños causados, en este caso, por la injusticia (o la exclusión) y que, al lado de las otras dimensiones e involucrando a diferentes actores, aporta a la transformación de las condiciones materiales, simbólicas y políticas que la han hecho posible histórica y estructuralmente. Con base en la experiencia del IDIPRON, proponemos que la política pública de juventud adopte la justicia restaurativa, en al menos dos escenarios, allí donde un hecho violento o de exclusión ha sido producido: por un lado, con relación a aquellas medidas de reparación requeridas cuando jóvenes han sido dañados y, por otro lado, frente al tratamiento otorgado a jóvenes que han producido algún daño145. Esto supone, en términos de Ardila (2015, 13 de julio), pensar políticas que asuman que las causas, los factores contextuales y los círculos sociales que sostienen el hecho de daño deben transformarse para que éste no vuelva a cometerse, mientras fomentan formas de justicia capaces de resolver los problemas de convivencia mediante la consolidación de una seguridad incluyente y no de medidas punitivas, o de justicia por cuenta propia.

Lo anterior implica la puesta en marcha de procesos continuos y con alcances de corto, mediado y largo plazo, que se sostengan en la articulación de diversas instancias, redes y actores sociales que respondan integralmente ante problemáticas concretas. En esto es fundamental tener en cuenta lo que las y los jóvenes desean, haciendo muy visibles los factores que inciden en su potenciación o en su frustración, así como los límites que la exclusión misma ha impuesto a su capacidad de soñar otros mundos, otras vidas, y de poner en cuestión las condiciones que actualmente les perjudican. Se trata, en suma, de construir una ética pública y mecanismos de control social que aporten a una ciudad humana en la que la justicia se sitúa en un escenario comunitario, social y colectivo, y en donde el imperio de la ley es consecuencia de que el orden de las cosas tiene un sentido adecuado para la sociedad (Ardila, 2015, 13 de julio).

Retomando, lo que estamos proponiendo para la política pública de juventud es un énfasis en la justicia desde diferentes aristas que en la práctica están entrelazadas y se refuerzan mutuamente, así como lo hacen las diversas formas de injusticia – exclusión que vivimos como sociedad. Si bien creemos en que se requiere tener en cuenta los cuatro asuntos señalados, entendemos que en unos casos será necesario enfatizar uno sobre otros146.

Eso se deberá resolver en el camino, a partir de lecturas profundas de la realidad.

145 Desde el componente de justicia restaurativa del programa Jóvenes en Paz, por ejemplo, se ha evidenciado que existe falta de conciencia de las y los jóvenes sobre los daños por ellos producidos en sus comunidades, y, de igual manera, un rechazo comunitario hacia ellos, en muchos casos violento.

146 Por ejemplo, en el caso del IDIPRON algunos programas y estrategias se han diseñado de acuerdo a ejercicios de focalización, o de acuerdo a las demandas de diferentes sectores de la población joven de la ciudad. Una estrategia como Economía para la Vida ha hecho énfasis en la formación vocacional y ocupacional mediante talleres, dirigiéndose a jóvenes que desean vincularse al mercado laboral; mientras que la Escuela Popular Itinerante se ha dirigido a jóvenes que desean nivelar sus estudios de primaria o bachillerato, incidiendo en su entorno barrial inmediato desde prácticas de apropiación que surgen de sus necesidades e intereses.

272

Juventud, paz y política pública

Una política con un enfoque de juventud para el siglo XXI Es importante que la política pública de juventud recoja la discusión sobre las nociones de juventud que la fundamentan y, en consecuencia, del enfoque de juventud que traza su horizonte. Para el IDIPRON pensar a la población joven es dar cuenta de una subjetividad particular, es decir, de una construcción política y social que, no obstante, es encarnada por sujetos concretos a través de experiencias siempre contextuales e históricas. De esta forma, la subjetividad se presenta como aquello que diferencia y hace único a este grupo poblacional y, en consecuencia, como aquello que, más allá de sus múltiples expresiones, les permite a las y los jóvenes una mutua identificación. Al relacionarse con la producción de identidades, la subjetividad también se asocia con las desigualdades o subordinaciones que en éstas se sostienen; por ello, lejos de asumirla como un conjunto de rasgos esenciales e inmutables, es importante entenderla como resultado de procesos históricos de dominación y resistencia. Así, la subjetividad se manifiesta como efecto, como intervención permanente, como escenario de relaciones de poder y de acciones políticas.

Hablamos de la “experiencia de juventud” como foco de la política pública, asumiendo que se configura en la tensión permanente entre lo dispuesto por el mundo adulto y lo deseado por las y los jóvenes, haciendo de la autonomía un asunto fundamental.

En términos de política pública, es importante entender que aunque el Estatuto de Ciudadanías Juveniles vigente en el país reconoce al/la joven como sujeto de derechos, el reto central es lograr, en la práctica, un cambio de enfoque más cercano a las nociones de seguridad humana, de derechos y de desarrollo humano que lo fundamentan. Esto supone nuevas elaboraciones conceptuales sobre la población joven que, alejadas de estereotipos y visiones preconcebidas, y aterrizadas en las formas contemporáneas de la experiencia de juventud147 y sus potencialidades, den forma a otras relaciones entre la juventud y el Estado, y, sobre todo, (re) direccionen la inversión pública actualmente centrada en las políticas de seguridad (Colombia Joven, 2015, 7 de julio).

Lo que importaría a la política pública, entonces, sería generar y cuidar las condiciones de posibilidad para que las y los jóvenes vivan su experiencia de juventud a plenitud, con bienestar y desde la autonomía (Acosta, 2015, 3 de julio), más que “contener” aquellos riesgos que, según las representaciones dominantes, amenazan a la población joven o son encarnados por ciertos jóvenes. Esto requiere hacer viable la toma de decisiones y la gestión de proyectos de vida por parte de la población joven y, sobre todo, lograr que las y los jóvenes crean que éstos son realizables y que les permitirán vivir dignamente.

La pregunta base para reducir posturas adultocéntricas –que suelen privilegiar el riesgo como enfoque- es cuáles son sus apuestas, qué sienten y qué desean, y, desde allí, el horizonte debería ser construir condiciones para evitar y enfrentar situaciones de exclusión, asumiendo la responsabilidad social que ello supone.

147 “Aunque aún hablamos del rasta, del metalero, del rapero, etc., no hemos visto como sociedad e institución que eso se ha transformado, pues hay nuevas comunidades de sentido; por ejemplo, ya no se habla de tribus urbanas sino de grupos identitarios. Los grupos identitarios no definen a la juventud, sino que son expresiones de las condiciones de los jóvenes”.

(Colombia Joven, 2015, 7 de julio).

273

Esto no implica desconocer las condiciones contextuales que obstaculizan el ejercicio de los derechos por parte de las y los jóvenes, o que sostienen su exclusión y los daños así producidos, sino promover un enfoque que al dar centralidad a la vivencia plena de la experiencia de juventud las y los reconozca como sujetos de transformación social. De esta forma sería posible, además, transitar de políticas para (ciertos) jóvenes -aquellos que son socialmente leídos como “al límite” o en “el borde”- hacia políticas de juventud para todas y todos, fundamentadas en lo que hace socialmente significativo a este grupo poblacional (Acosta, 2015, 3 de julio).

Así las cosas, desde los aprendizajes del IDIPRON en la Bogotá Humana entendemos que la ciudad actual necesita enfrentar la injusticia enfocando la marginalidad de otra forma, esto es, con perspectiva restaurativa. Se trata de escuchar a las y los jóvenes que han sido excluidos, visibilizando sus subjetividades en la esfera pública, reivindicando su agencia política y canalizando sus frustraciones y energías hacia prácticas afirmativas o transformadoras de sus entornos inmediatos o mundos de vida, con la convicción de que los derechos les pertenecen y, por ello, se exigen y no se ruegan. Es con esta lógica de inclusión, que no “regala” sino que garantiza, que podemos potenciar su reconocimiento –por parte de otros y de sí mismos- y su incidencia política, incorporando en las políticas públicas sus reivindicaciones frente al “ser joven” y sus cuestionamientos –corporales, estéticos, cotidianos, políticos- a la violencia y la exclusión148. “Cómo empoderar la marginalidad, es decir, darle poder al que no tiene poder”, ha sido el reto de la Bogotá Humana, en términos culturales y, sobre todo, políticos (Restrepo, 2015, 21 de julio).

Una política que da centralidad a los territorios y a las territorialidades juveniles Para el IDIPRON ha sido importante territorializar la política pública de juventud en tres sentidos: el primero, reconociendo el territorio como construcción social y, a la vez, escenario de las relaciones sociales, en uno y otro caso atravesado por relaciones de poder que hacen que los actores tengamos posibilidades desiguales de crearlo y apropiarlo. El territorio se presenta así como móvil, mutable, transformable y también en permanente conflicto. En este marco, los territorios de vida de la población joven han sido centrales en el desarrollo de la política pública, reconociendo, de manera especial, que allí se realiza la cotidianidad, es decir, ese espacio-tiempo donde las relaciones sociales operan produciendo experiencias (como la de juventud) y estableciendo o impugnando el orden del mundo social.

Desde aquí, la tarea ha consistido en movilizar acciones en los territorios para aportar al mejoramiento de la calidad de vida de la población joven y a la transformación de las condiciones de posibilidad de la injusticia (o exclusión), siempre en articulación con otros actores sociales e institucionales y adaptando la política pública a las realidades 148 En la estrategia Semilleros de Investigación se ha experimentado una forma de incidir políticamente desde las experiencias vitales y corporales de las y los jóvenes, reconociéndolos como investigadores de sus propias realidades, cuestionando las lecturas que la academia y la institucionalidad han hecho de ellas y ellos, y proponiendo otras maneras de ser representados, de manifestarse y expresarse desde sus lenguajes, así como de pensar la transformación de las problemáticas por ellas y ellos identificadas.

274

Juventud, paz y política pública

territoriales. En este marco se ubica un segundo sentido de territorialización de la política, que tiene que ver con asumir al territorio no sólo como un escenario para su desarrollo, sino también como objeto de (re) evaluación y diseño de la misma. Teniendo en cuenta que ciertos territorios también han sido foco de estigmatización social, en tanto se representan como zonas de amenaza, violencia e inseguridad, la apuesta ha sido por cambiar la mirada sobre ellos para entenderlos como “actores” claves en la garantía de los derechos de las y los jóvenes. Por ello, trabajar con la niñez, con las familias, con los vecinos, con las redes de poder local, y no sólo con las y los jóvenes, ha sido un mecanismo útil para promover la construcción de territorios protectores.

Finalmente, teniendo en cuenta que todas las relaciones sociales y los sentidos identitarios adquieren existencia mediante la apropiación territorial y la consecuente producción de identidad, para el IDIPRON ha sido central vincular el reconocimiento de las territorialidades juveniles con la política pública, siguiendo los itinerarios corporales de las y los jóvenes, y dando prioridad a sus percepciones y formas de apropiación territorial. Por ello, la calle, el parque, la plaza, la esquina, los muros, los cuerpos, se han incorporado en las dinámicas institucionales como territorios políticos y de la política149.

Creemos que estos sentidos no son incompatibles con una división político - administrativa de la ciudad, pero sí la superan, entrecruzándose todo el tiempo en la práctica y pidiéndonos formas dinámicas y creativas de leer la realidad y poner en marcha la política pública desde un enfoque de juventud que esté marcado por experiencias vitales y corporales del “ser joven”.

Una política de acciones multidimensionales El IDIPRON propone enfocar la política pública de juventud en, al menos, dos dimensiones de acción que dependen del lugar que ocupa el daño resultado de la injusticia/exclusión: en tanto puede producirse, o cuando ya se ha producido. En este marco y siguiendo a (Hampton, 2007), entendemos que los daños son interferencias en el bienestar de las personas, sean éstas expresadas en el cuerpo, en el estado psicológico, en los planes de vida o en aquello que nos permite reconocer a un sujeto como tal; que son, en suma, disrupciones que operan sobre lo que “le pertenece” a una persona. No deben ser espectaculares ni masivos para ser daños; al contrario, también son posibles en los niveles más cercanos, difusos, cotidianos y “naturales” de nuestras vidas.

La primera dimensión de acción de la que hablamos es la dimensión preventiva, la cual tiene el objetivo de evitar que los hechos de la injusticia (o exclusión) tengan lugar. Sin embargo, para evitar el enfoque del riesgo que reposa sobre la juventud, asumimos que las acciones de prevención deben incidir en las condiciones de posibilidad del daño, reconociendo que aunque éstas se encarnan en sujetos concretos no siempre dependen de ellos. De lo que 149 La mayor parte del trabajo del IDIPRON se hace en la calle y desde los territorios. Los ejercicios de apropiación territorial del programa Jóvenes en Paz, por ejemplo, dan cuenta de las constantes luchas de poder que enfrentan las y los jóvenes al disputarse el espacio público de un parque o de una huerta. De igual manera, muestran cómo por medio de sus cuerpos ellas y ellos han transformado a la ciudad y los territorios que habitan, mediante el circo callejero, el break dance o el acroyoga, entre otras prácticas.

275

se trata, entonces, es de desplegar redes protectoras de los derechos de las y los jóvenes, mediante acciones integrales que, a la vez, vayan tocando las causas de su vulneración.

Por otro lado, hablamos de una dimensión restaurativa que entra en operación cuando el hecho de la injusticia (o exclusión) ha sido producido y el daño consecuente debe ser reparado. En principio y en palabras de Fraser (2009), las acciones de reparación pueden ser afirmativas o transformadoras, dependiendo de si, además de corregir los resultados injustos del acuerdo social, buscan reestructurar el marco general que los origina. Desde nuestra perspectiva, sin embargo, siempre se debe dibujar un horizonte de cambio que garantice no sólo la reparación del daño, sino también su no repetición150. Esto es lo que se llama “enfoque transformador”, desde el cual asumimos que el fin de la reparación no debería ser restaurar a las víctimas pobres a su situación previa de precariedad material y de discriminación, sino “transformar” esas circunstancias, que pudieron ser una de las causas del conflicto y que, en todo caso, son injustas. En ese sentido, las reparaciones en estos contextos transicionales deberían ser comprendidas no sólo como un instrumento para saldar cuentas con una injusticia que ocurrió en el pasado, sino como una oportunidad de impulsar un mejor futuro. Deberíamos verlas como una oportunidad, modesta pero no despreciable, de avanzar a una sociedad más justa y de superar situaciones de exclusión y desigualdad que resultan contrarias a los principios básicos de la justicia distributiva. Por eso, hablamos de reparaciones transformadoras (Uprimny & Guzmán, 2010; Pág. 253).

En las dos dimensiones propuestas se deben articular acciones de corte estructural con acciones inmediatas que protejan rápidamente los derechos de las y los jóvenes. Así mismo, en los dos casos enfocamos las condiciones de posibilidad de la injusticia y a los sujetos jóvenes, entendiendo que ellos no son el problema pero sí parte de la solución y, sin duda, los principales actores de cambio social. Así, reconocer lo que ellas y ellos ya están haciendo en diferentes niveles para avanzar en este sentido, es vital para una política pública que comprenda que no parte de cero.

Una política que fortalece la gestión pública participativa Retomando las ideas del capítulo 4, relevamos la importancia de incidir territorialmente trabajando de la mano de los procesos organizativos, ya que son los habitantes de los territorios quienes mejor conocen las situaciones negativas que hay que intervenir para generar cambios, y las positivas las que deben acompañarse para que se fortalezcan. La experiencia del IDIPRON deja aprendizajes sobre las formas como se pueden articular la institucionalidad y los procesos organizativos juveniles para trabajar en pro de las comunidades territoriales y, específicamente, en pro de jóvenes vulnerados. Asimismo, muestra que a través de la construcción de confianzas es posible reposicionar la presencia 150 Entender esta dimensión restaurativa implica contemplar mecanismos para evitar la revictimización de las y los jóvenes que han sufrido daños, así como garantizar que las vulneraciones no se repitan por acción u omisión de quienes encarnamos el Estado. Un ejemplo de ello está relacionado con las víctimas del conflicto armado interno, quienes al llegar a la ciudad esperan encontrar reparación y a quienes se les debe garantizar las posibilidades para el desarrollo de sus proyectos de vida. La estrategia Misión Bogotá del IDIPRON vincula a jóvenes víctimas del conflicto armado y contempla un enfoque transformador, buscando no sólo superar las desigualdades estructurales, sino también brindar herramientas para la vinculación laboral en condiciones dignas y deseables.

276

Juventud, paz y política pública

institucional, incluso en territorios hostiles hacia ella, ganando cierta permanencia y, con ello, una experiencia y un conocimiento más profundo de las condiciones a intervenir.

Movilizar agendas compartidas entre los diferentes procesos territoriales, fracturando las competencias usualmente impulsadas por las convocatorias públicas y estimulando, al contrario, las solidaridades y los liderazgos colectivos, es otro de los puntos centrales de la gestión pública participativa. Además, aporta a la construcción de comunidad, en tanto articula los esfuerzos de diferentes actores hacia la transformación del territorio que es, en el fondo, el centro de las acciones. De esta forma, las prácticas juveniles inciden en la población joven e irradian sus efectos hacia el conjunto social, en el marco de una relación colaborativa con la institucionalidad. Esta es una forma clara de incidencia política que empuja a la institucionalidad a reconocer las capacidades de las y los jóvenes no solo en el discurso, sino también brindándoles los recursos necesarios para que ellas y ellos las desarrollen en la práctica151.

Así entendida, la gestión pública participativa evidencia en su máxima expresión que el territorio –que es la vez el centro, el alcance y el escenario de su acción- es un producto social, político y simbólico, mientras que posibilita la construcción de política pública y, a la vez, de una territorialidad compartida entre quienes participan en la elaboración de la agenda local. Definir el territorio de la política es, entonces, no un prerrequisito de corte técnico, sino una consecuencia muldimensional.

No obstante lo anterior, es importante tener en cuenta los límites de este instrumento de gestión pública para poder maximizar su potencia. Un primer asunto a tener en cuenta es que se trata de procesos de largo aliento, que requieren tiempos que no siempre se ajustan a las dinámicas burocráticas de las instituciones. Tienen también un alcance territorial que debe encontrar caminos para lograr una incidencia macro, lo cual requiere transformaciones institucionales de fondo. Así, por ejemplo, es importante que quienes trabajamos en las instituciones asumamos la participación juvenil de un modo menos convencional, dinamizándola y fundamentándola en relaciones horizontales que la configuren, no como un dispositivo de control, sino como una capacidad para construir poder popular: poder de vivir, de estar, de decidir, de crear. No le podemos imponer a los procesos organizativos juveniles nuestras misionalidades ni nuestras prioridades; de lo que se trata, más bien, es de aprender a negociar y apoyarnos mutuamente para que ellos cumplan lo que desean y nosotros nuestros objetivos institucionales, fortaleciendo su autonomía y adaptándonos a lo que va sucediendo y sin modelos tiesos y preestablecidos (Gómez, 2015, 15 de julio).

En cuanto a las particularidades de cada territorio, es importante tener en cuenta las diferentes relaciones entre los actores que lo habitan, las cuales son móviles, cambian a lo largo del tiempo y condicionan sus posibilidades de acción. De manera especial, es 151 Por medio de la estrategia Armemos Parche, el IDIPRON ha apoyado el desarrollo de las actividades de los procesos sociales juveniles, brindando recursos simbólicos, humanos y materiales; estos últimos, ejecutados por los mismos “parches” juveniles donde y para lo que consideren, en el marco de sus acciones de apropiación territorial y de sus agendas colectivas.

277

clave reconocer que todos los actores no tienen la misma capacidad de actuación pública ni de incidencia y que tienen intereses diversos que los movilizan. En este contexto, las estrategias de gestión pública participativa tienen el desafío de equilibrar relaciones de poder desiguales para garantizar una real intervención en las condiciones de posibilidad de la injusticia (o exclusión).

Una política que amplía y articula la agenda pública de juventud Retomando lo planteado en el capítulo 1, es posible decir que ciertas temáticas tienden a ser unas constantes en la política pública de juventud. No obstante, en aras de actualizar su análisis y contenido, es importante repensarlas con un enfoque de juventud para el siglo XXI. En relación con el derecho a la educación, por ejemplo, habría que hacer un mayor énfasis en la educación superior, pero entendiendo que no todos los y las jóvenes desean ingresar al sistema educativo formal, e incorporando sus demandas en términos de oferta educativa, metodologías acordes con sus capacidades, espacios de formación y bienestar. Es decir, brindando opciones de decisión y espacios de autonomía. Asimismo, es clave la tensión existente entre educación y trabajo, reconociendo que la necesidad de generar ingresos es innegociable y que la educación para el trabajo es central para lograr vinculaciones laborales que mejoren la calidad de vida de la población joven.

La generación de programas de primer empleo y la oferta de trabajos dignos bien remunerados son otros dos asuntos que deberá abordar la política pública de juventud.

En relación con el derecho al trabajo, habría que reconocer que para algunas y algunos jóvenes el arte, la estética, la creatividad y las prácticas culturales son opciones vitales que deben encontrar formas de expresión y de fortalecimiento como fuente de ingresos.

Pero éstas son también prácticas políticas que desde el cuerpo manifiestan, cuestionan y proponen; se esperaría, entonces, que, tal y como lo ha hecho la Bogotá Humana, sigan siendo reconocidas como tales. En este sentido, sería importante ampliar los espacios y los lenguajes de la participación política rompiendo el adultocentrismo e integrando las prácticas juveniles en sus propios términos y diversidad, mientras se movilizan escenarios para que quienes han sido históricamente excluidos entren en el juego político152.

Lo anterior, sumado a otras temáticas relacionadas con familias, salud, movilidad, medio ambiente o sexualidad, por ejemplo, va dando forma a una agenda pública que, desde la experiencia del IDIPRON, proponemos ampliar para dar cuenta tanto de las demandas de coyuntura como de otras realidades juveniles no siempre visibilizadas en la ciudad.

Esto permitiría superar algunos de los vacíos de la política actual, así como asumir de frente algunos de los retos que nos dibuja el futuro. Siguiendo el recorrido de este libro, hablamos de incluir en la agenda de juventud la explotación sexual y comercial, la incidencia política juvenil y las luchas por el reconocimiento, y la construcción de la paz (o la garantía del derecho). Incluir estas temáticas en la agenda pública de juventud 152 En el marco de la práctica Gestión y producción cultural del programa Jóvenes en Paz, se cuestiona la falta de apoyo que desde los adultos, así como desde las comunidades y la institucionalidad, reciben las y los jóvenes que desean sostenerse por medio de actividades artísticas y culturales, no sólo porque se duda que efectivamente generen ingresos, sino también porque se cree que en el caso de los hombres jóvenes estas prácticass ponen en duda su masculinidad.

278

Juventud, paz y política pública

de la ciudad es un primer paso para impulsar la respectiva asignación presupuestal y la continuidad de las acciones que en estos sentidos vienen siendo desarrolladas.

De igual forma, dada la coyuntura actual, la agenda pública de juventud deberá asumir una perspectiva de posconflicto, entendiendo la paz en una dimensión amplia. Habrá que diseñar acciones en, al menos, tres frentes: primero, para construir las condiciones de “recepción social positiva” de las y los jóvenes que dejarán las armas; esto, además de poner sobre la mesa la necesidad de asegurar las condiciones materiales requeridas para una vida digna, nos llama la atención sobre la necesidad de desarrollar estrategias para la reconciliación. Segundo, para reparar los daños sufridos por las y los jóvenes víctimas del conflicto armado, en un marco de política que apropia los avances que la teoría sobre la justicia transicional ha tenido en materia de reparación integral y justicia restaurativa.

Y tercero, para ampliar la agenda del posconflicto hacia la construcción de una sociedad democrática, justa y en paz, incluyendo a las y los jóvenes que han sido víctimas de violencias estructurales que, en primer lugar, han sido uno de los motores del conflicto armado. En los tres, será vital retomar las experiencias desarrolladas por organizaciones sociales y por las y los jóvenes en sus territorios, con y sin el apoyo de la institucionalidad.

Lo anterior releva la importancia de la articulación entre las agendas de juventud –una articulación que no borre sus especificidades, pero que sí logre puntos en común- y entre éstas y las diferentes políticas públicas –no solo la de juventud-. Esto haría posible transitar hacia horizontes colectivamente construidos; poner en diálogo las agendas de las diferentes instituciones –con una relación clara entre la política pública y los respectivos planes de desarrollo de cada gobierno-; y avanzar hacia la consolidación de un enfoque de juventud que atraviese el conjunto de agendas públicas de la ciudad.

Una política con acciones y presupuestos integrales Todo lo anterior requiere poner en relieve la tensión existente en la política pública con enfoque poblacional y una administración pública que opera de manera sectorial.

De hecho, este es el núcleo de una de las principales discusiones sobre las políticas públicas de juventud, ya que, por una parte, se les exige diversificar y ampliar la cobertura de sus acciones y estrategias, mientras que, por otra, se requiere garantizar la articulación entre las instituciones que, de manera directa o indirecta, trabajan con la juventud y tramitan sus necesidades que son siempre de carácter multifactorial (IDIPRON, 2015).

Lo que se presenta en este marco es la formulación de documentos de política pública de juventud que operan como formulaciones muy generales que, además de carecer de metas medibles y de partidas presupuestarias asignadas para su ejecución, no definen las diferentes responsabilidades institucionales con claridad. El resultado es una bolsa de acciones y soluciones fragmentadas que parten de una visión de la realidad también fragmentada, que imposibilita atender el carácter integral de los derechos y, de paso, reconocer efectivamente a las y los jóvenes como sujetos de derechos. Asumir el cambio de esta situación

279

implica que la institucionalidad del Distrito camine hacia el enfoque multidimensional que requiere el enfoque de derechos, definiendo con claridad y sin miedo quién debe hacer, cómo hacer y frente a qué. Otro reto es aprender a llamar las cosas por su nombre y sin temor, así quedaría más claro qué es lo que se debe hacer y quién tiene la responsabilidad de hacerlo, modificando la acción emprendida cuando sea necesario para que realmente funcione (Sandoval, 2015, 3 de agosto).

En este sentido, es fundamental mejorar la gestión diaria de las instituciones, evitando disputarse a la población para cumplir la respectiva misionalidad y entendiendo que una sola entidad no puede garantizar derechos153. Asimismo, es importante que los planes de desarrollo se articulen con la política pública de juventud, asegurando con ello no sólo presupuestos concretos para trabajar con la población joven –más allá de la voluntad política del gobernante de turno-, sino también la incorporación del enfoque de juventud en esas agendas de ciudad.

Las agendas institucionales de juventud se han “burocratizado”, generando tensiones entre las miradas sobre lo juvenil que tienen las diferentes entidades distritales e invisibilizando otras experiencias y expresiones. En este sentido, es importante recordar que la política pública produce cuerpos sociales y cuerpos individuales, esto es, sujetos de política, contemplando a unos más que a otros, modificando permanentemente la lectura sobre estos sujetos, y priorizándolos y focalizándolos de acuerdo a intereses y necesidades usualmente particulares. La velocidad con la cual se producen cambios culturales y la velocidad de los cambios en la política pública deben ser equiparables; de lo contrario, la producción de realidades estará en una tensión constante por lograr un equilibrio en y para el ejercicio del poder.

Finalmente, se podría pensar en un ente coordinador de los temas de juventud para el Distrito que convoque a las y los jóvenes como sociedad, y mediante el cual se supere la actual dispersión de esfuerzos institucionales; esto, entendiendo que la concentración de las agendas de juventud posibilita los procesos de diseño, implementación y evaluación de la política pública. Sin embargo, sabemos que esta propuesta no deja de generar tensiones entre las propuestas institucionales de las distintas entidades que abordan temas de juventud.

Una política que evalúa procesos y mide transformaciones Una política pública sin una línea de base multidimensional, una batería de indicadores y herramientas de medición, y un sistema de información actualizado, se queda a medio camino. Eso plantea un reto central en la actualidad de la ciudad, dado que la mayoría de problemáticas juveniles no tienen diagnósticos, mientras que las lecturas y cartografías institucionales de la población joven siguen siendo fragmentadas y carecen, en gran medida, de un foco que dé cuenta de la experiencia de juventud de manera general o particularizada. En este marco, y para los ejercicios investigativos que deberán ponerse en marcha, señalamos algunos asuntos que recogen el aprendizaje del IDIPRON. 153 “El IDIPRON tiene un alcance y de nada sirve lo que hacemos si los chicos luego no pueden incorporarse en la dinámica económica de la ciudad. Se deben abrir espacios de primer empleo para estos chicos, ya que los jóvenes lo que más reclaman es el tema de ingresos. Ese es un reto para la política pública y para la ciudad que desborda el IDIPRON. Asimismo, el IDIPRON no tiene un trabajo profundo frente al consumo de sustancias psicoactivas. Recientemente abrimos la Unidad de Mitigación y los semilleros de consumo responsable, pero aunque dejamos el camino abierto entendemos que la problemática nos desborda” (Sandoval, 2015, 3 de agosto).

280

Juventud, paz y política pública

Habrá que tener en cuenta, en primer lugar, que la juventud no es un grupo poblacional homogéneo, dado que hay diversas formas de ser joven, es decir, diferentes vivencias, identificaciones y sinergias encarnadas por individuos heterogéneos cuya subjetividad es transformada y delimitada por las condiciones del contexto, pero también agenciada por su vitalidad y carácter transformador (IDIPRON, 2015). Esto significa que aunque se tomen decisiones analíticas para abordar a la juventud desde alguna de sus aristas –por ejemplo, según género, edad, nivel socioeconómico, escolaridad, identificación étnica o adscripción territorial- o para enfocar una problemática y potencia específica, se debe asumir la dificultad de copar su integralidad. Por ello, la producción de conocimiento y de información deberá articular diversos enfoques, metodologías y herramientas.

También habrá que tener en cuenta la necesidad de sistematizar y hacer públicas las experiencias de las entidades que trabajan con juventud, más allá de cifras que muestran metas cumplidas y a modo de lecturas de proceso y aprendizajes que van quedando del desarrollo de acciones específicas, y que brindan insumos para su reorientación y para el diseño de nuevas apuestas. En tal sentido, será importante vincular a diferentes actores en la producción del conocimiento requerido por la política pública de juventud, aprovechando la experticia de la academia y de los procesos organizativos juveniles, por ejemplo, cuyas experiencias también es clave sistematizar y circular en espacios institucionales, así como por medio de las TIC y las redes sociales para permitirle a las y los jóvenes movilizar ideas, recursos y acciones colectivas.

Teniendo en cuenta esto, habrá que mejorar los procedimientos y canales de acceso a la información sobre juventud, favoreciendo su circulación y su carácter público. Se trata, por ejemplo, de construir un repositorio de información compartido distritalmente que sirva a múltiples actores y sea alimentado por los diferentes sectores de la administración y la ciudadanía, favoreciendo así la ejecución, evaluación y reorientación de la política pública, así como la articulación ínterinstitucional, su relación con la sociedad y el posicionamiento del Estado y de sus programas ante la opinión pública, especialmente ante la población joven a la cual van dirigidos.

Finalmente, será clave que la población joven participe en la evaluación de la política y el control de los recursos, así como en la producción del conocimiento y la información que la sostiene. Esto, además, aportaría a su incidencia política y a su reconocimiento, al movilizar espacios para que interroguen a sus entornos vitales, sus territorios y sus corporalidades, desde sus propios intereses y lenguajes154. Esta es la posibilidad de cambio que abre una forma de investigación ligada a la experiencia y parte de un proceso que así puede adquirir tonos colectivos (Restrepo, 2015, 21 de julio).

154 Con la estrategia Semilleros de Investigación, por ejemplo, hemos aprendido a darle importancia a los procesos investigativos, especialmente a aquellos diseñados para que sean las y los jóvenes quienes, desde sus experiencias vitales, construyan conocimientos y planteen cómo ejercer sus derechos en la ciudad. Entenderles como investigadores de sus propias vidas y espacios vitales, para transformarlos en el hacer investigación, facilitaría los procesos de intervención de las políticas públicas, desde su puesta en agenda y diseño hasta su evaluación.

281

FotografĂ­a: Edna Higuera

Bibliografía

Agüero, J. (2010). La máquina de moler carne. Notas biopolíticas para comprender la reforma al sistema de justicia adolescente. Revista de la Academia, No. 15., 61 – 70.

Alape, A. (1999). La hoguera de las ilusiones. Bogotá: Planeta.

Alda, E. & Beliz, G. (Eds.). (2007). ¿Cuál es la salida?. La agenda inconclusa de la seguridad ciudadana. New York: Banco Interamericano de Desarrollo.

Alertan que habría incentivos a policías por número de jóvenes delincuentes detenidos.

(2015, 6 de julio de 2015). Obtenido el 4 de septiembre de 2015, de http://www.elespectador.com/noticias/politica/alertan-habria-incentivos-policiasnumero-de-jovenes-de-audio-570671 Alpizar, L. & Bernal, M. (2003). La construcción social de las juventudes. Última Década, 19, 105-123.

Arendt, H. (1993). La condición humana. Barcelona: Paidós.

Armemos Parche (2015). Ponencia presentada en el Foro Jóvenes Constructores de Paz. Bogotá: Universidad de la Salle.

Barbero, J. M. (1998). Jóvenes. Des - Orden Cultural y Palimpestos de Identidad. En Margulis, M. y Laverde, M. C. (Eds.). Viviendo a toda: jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades (pp-29). Bogota: DIU - Universidad Central.

Behar, R. (2009). Cuéntame algo aunque sea una mentira. Las historias de la comadre Esperanza. México, D.F: Fondo de Cultura Económica.

Benhabib, S. (2006). Las reivindicaciones de la cultura: la diversidad en la era global.

Buenos Aires: Katz Editores.

Bogotá. Alcaldía Mayor. (s.f.). Víctimas del conflicto armado prioridad para la Bogotá Humana. Obtenido el 25 de septiembre de 2015, de http://www.bogota.gov.co/content/v%C3%ADctimas-del-conflicto-armado-prioridadpara-la-bogotá-humana Bogotá. Secretaría de Educación Distrital (2014). Caracterización sector educativo de Bogotá, año 2013. Bogotá: SED.

Juventud, paz y política pública

Bogotá. Secretaría Distrital de Integración Social. (2011). Modelo de atención integral a niños, niñas y adolescentes víctimas o en riesgo de explotación sexual comercial. Bogotá: Equipo Infancia y Adolescencia- SDIS. Bonvillani, A. (2010). Jóvenes cordobeses: una cartografía de su emocionalidad política.

Obtenido el 22 de septiembre de 2015, de http://biblat.unam.mx/es/revista/nomadas/articulo/jovenes-cordobeses-una-cartografiade-su-emocionalidad-politica Bourdieu. P. & Passeron, J. (1996). La reproducción: elementos para una teoría del sistema de enseñanza. México: Distribuciones Fontanamara.

Borja, J. & Muxí, Z. (2000). El espacio público, ciudad y ciudadanía. Obtenido el 23 de agosto de 2015, de http://sistemamid.com/panel/uploads/biblioteca/7097/7128/7129/El_espacio_p%C3%BAblico,_ ciudad_y_ciudadan%C3%ADa.pdf Borja, J. (2003). La ciudad conquistada. Madrid: Alianza.

Butler, Judith (2006). Vida precaria. El poder del duelo y la violencia. Buenos Aires: Paidós.

---------------- (2009). Dar cuenta de sí mismo. Violencia ética y responsabilidad. Buenos Aires: Amorrortu Editores.

Calderón no estaría legitimado para interponer tutela a favor de Petro. Obtenido el 4 de septiembre de 2015, de http://noticiasunolaredindependiente.com/2014/01/25/noticias/calderon-no-estarialegitimado-para-interponer-tutela-a-favor-de-petro/ Cárceles y presos en Colombia. Infografía. Obtenido el 10 de septiembre de 2015, de http://www.eltiempo.com/multimedia/infografias/el-pais-detras-de-las-rejas-/14739475 Carrera, M.V. & Lameiras, M. (2013). Heteronormatividad, cultura y educación.

Intersexiones, 46-76.

Castañeda Gómez, G. (2008). Los enfoques de juventud y los modos de intervención.

Obtenido el 26 de agosto de 2015, de http://virtual.funlam.edu.co/repositorio/sites/default/files/repositorioarchivos/2012/03/ mod18_enfoquesjuventud.1388.pdf Centro de Estudios y Análisis en Convivencia y Seguridad Ciudadana – CEASCSC (2014).

Descripción de la situación general de los jóvenes que ingresan al Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes en Bogotá D.C. Balance de enero a octubre de 2014 - Balance primer semestre de 2015.

Colombia. Consejo Distrital de Política Social. (2004). Lineamientos generales para política social en Bogotá 2004-2014. En IDIPRON. Programa de Atención Institucional para ESCNNA. Bogotá: IDIPRON. Colombia. Defensoría del Pueblo. Sistema de Alertas Tempranas. Informe de Riesgo No. 006-15, mayo 4 de 2014.

Colombia. Defensoría del Pueblo (2015). Informe defensorial: Violaciones a los Derechos Humanos de adolescentes privados de la libertad. Recomendaciones para enfentar la crisis del sistema de responsabilidad penal para adolescentes. Obtenido el 15 de septiembre de 2015, de http://www.defensoria.gov.co/public/pdf/ViolacionesDDHHadolescentesprivadoslibertad.pdf Colombia. Gobierno Nacional - Sistema de Información en Juventud y Adolescencia de Colombia, JUACO, http://obs.colombiajoven.gov.co/Observatorio/ObservatorioInicio.aspx Colombia. Grupo de Trabajo sobre Alternativas al Encarcelamiento. Informe Técnico Sobre Alternativas al Encarcelamiento para Delitos Relacionados con las Drogas. Obtenido el 15 de agosto de 2015, de http://www.cicad.oas.org/fortalecimiento_institucional/dtca/publications/ InformeSobreAlternativasEncarcelamiento_SPA.pdf Colombia. Instituto Colombiano de Bienestar Familiar, ICBF (2010). Lineamiento técnicoadministrativo para la atención en el Sistema de Responsabilidad Penal Adolescente.

Obtenido el 4 de septiembre de 2014, de http://www.icbf.gov.co/portal/page/portal/Descargas1/ ATENCIONDEADOLESCENTESENELSRPAmarzo29de2010.pdf ---------------http://www.icbf.gov.co/portal/page/portal/IntranetICBF/organigrama/Proteccion/ Cifras%20SRPA Colombia. Instituto Nacional Penitenciario y Carcelario (INPEC). Informe estadísitico, junio de 2015. Obtenido el 10 de octubre de 2015, de http://www.inpec.gov.co/portal/page/portal/Inpec/Institucion/Estad%EDsticas/Estadisticas/ Informes%20y%20Boletines%20Estad%EDsticos/INFORME%20JUNIO%202015_0.pdf Constitución Política de Colombia (1991).

Corporación Excelencia en la Justicia (s.f.). En los últimos 12 años han aumentado las penas. Obtenido el 15 de agosto de 2015, de http://www.cej.org.co/seguimientoreforma/index.php/monitoreo-de-medios/231-enultimos-12-anos-han-aumentado-penas Cortés, S. Conferencia V Seminario “De la Javeriana a La Habana”. 3 de septiembre de 2015.

Juventud, paz y política pública

Cubides Martínez, J. & Galindo Ramírez, L. (2010). Jóvenes y política ¿De objetos a sujetos de política?. Obtenido el 30 de agosto de 2015, de http://www.ulibertadores.edu.co:8089/?idcategoria=5270# Dammert, L., Karmy, R., & Manzano L. (2004). Ciudadanía, Espacio Público y Temor en Chile. Obtenido el 30 de agosto de 2015, de http://www.biblio.dpp.cl/biblio/DataBank/843.pdf Desde abajo (2015). Entrevista a Gustavo Petro. Balance de gestión de la Alcaldía de Bogotá, 2015. Obtenido el 02 de octubre de 2015, de https://www.youtube.com/watch?v=jJIhjnyirP0 Díaz. (2006). La explotación Sexual de los Niños en Cartagena y Bogotá, Colombia. Revista Infancia, Adolescencia y Familia, 247- 258.

Discurso de Gustavo Petro (2015). Graduación del primer grupo de beneficiarios del programa Jóvenes en Paz. Obtenido el 5 de octubre de 2015, en https://www.youtube.com/watch?v=YSPtAXXoyqM Elizalde, S. (2004). “¿Qué vas a hacer con lo que nos preguntes?”. Desafíos teóricos y políticos del trabajo etnográfico con jóvenes institucionalizados/as. KAIRÓS, Revista de Temas Sociales, Año 8 – Nº 14.

Estudio Distrital de Juventud EDJ, 2014. (2015). Bogotá: Idipron.

Fraser, N. (2009). Scales of justice: reimagining political space in Globalizing World. New York: Columbia University Press.

Fundación Renacer (2015). Qué es la ESCNNA. Obtenido el 30 de Julio de 2015, de https://fundacionrenacer.org/?cat=6 Gaviria, P. Conferencia V Seminario “De la Javeriana a La Habana”, 3 de septiembre de 2015.

Grajales. (2009). Explotación sexual de Niños, Niñas y Adolecentes en Bogotá: Pertienecia de la política pública Distrital 2001- 2009. Bogotá: Tesis de grado Pontificia Universidad Javeriana.

Góngora, C. & Suárez, A. (2008). Por una Bogotá sin mugre: violencia, vida y muerte en la cloaca urbana. Revista Universitas Humanística, No. 66, 108 – 135.

Gómez, K. J. (2013). Estrategia Procesos Sociales Armemos Parche. Documento interno de trabajo. Bogotá: Idipron.

Hampton, J. (2007). The instrinsic worth of persons. Contractarianism in moral and political philosophy. New York: Cambridge University Press.

Harvey, D. (2013). Ciudades rebeldes. Del derecho a la ciudad, a la revolución urbana.

España: Ediciones Akal.

Higuera, Edna (2015). El parque La Carbonera vuelve a ser de todos los bogotanos gracias al festival Golpe de Barrio. Obtenido el 02 de octubre de 2015, de http://www.idipron.gov.co/index.php/noticias/87-noticias-de-bogota/487-el-parquela-carbonera-vuelve-a-ser-de-todos-los-bogotanos-gracias-al-festival-golpe-de-barrio.

Recuperado el viernes 02 de octubre de 2015.

Honneth, A. (1995). The struggle of recognition. The moral grammar of social conflicts.

England: Polity Press.

---------------- (2007). Reificación: un estudio en la teoría del reconocimiento. Buenos Aires: Katz.

--------------- (2010). Reconocimiento y menosprecio sobre la fundamentación normativa de una teoría social. Buenos aires: Katz.

Honneth, A. & Fraser, N. (2003). Redistribution or recognition?. A political – philosophical Exchange. New York: Verso.

ICBF, UNICEF & OIT. (2006). Plan Nacional de Acción Nacional para la Prevención y Erradicación de la Explotación Sexual Comercial de Niños, Niñas y Adolescentes menores de 18 años 2006-2011. Bogotá: ICBF, UNICEF, OIT y Fundación Renacer.

Innerarity, D. (s.f). Políticas del reconocimiento. Obtenido el 30 de julio de 2015, de http://www.raison-publique.fr/article342.html III Congreso mundial ESCNNA. (2008). III world congressagainst sexual exploitation of children and adolescents . Obtenido el 30 de julio de 2015, de http://www.ecpat-spain.org/empresa.asp?sec=6 IDIPRON. (2013). 960 Protección integral a niñez y juventud en situación de vulneración de derechos. 2014 Bogotá Humana. Obtenido el 01 de agosto de 2015, de http://www.idipron.gov.co/index.php/servicios-de-informacion-al-ciudadano2/85idipron/sic/474-960-proteccion-integral-a-ninez-y-juventud-en-situacion-de-vulneracionde-derechos-2014-bogota-humana IDIPRON (2014). Estrategia Jóvenes en Paz, documento técnico, propuesta plan de trabajo Convenio Interadministrativo Secretaría de Gobierno, Secretaría de Educación e Idipron.

Bogotá: IDIPRON. IDIPRON (2015). ¿En qué estamos? Percepciones juveniles, conflicto y paz. Semilleros de Investigación. Obtenido el 15 de septiembre de 2015, de https://www.youtube.com/watch?v=6H5dLO_KvZQ

Juventud, paz y política pública

IDIPRON (2015a). Informe de Gestión 2014-2015 Jóvenes en Paz. Subdirección de Métodos Operativos y Pedagógicos. Bogotá: IDIPRON. IDIPRON (2015b). Informe ejecutivo sobre el proceso de caracterización en el marco de la estrategia de Jóvenes en Paz. Documento inédito. Bogotá: IDIPRON. IDIPRON. (2015c). Programa de Atención Institucional de Víctimas de ESCNNA. Bogotá: IDIPRON .

IDIPRON (2015d). Ruta Pedagógica - Formación en la práctica productiva para la generación de Ingresos y Oportunidades. Proyecto 968. Documento inédito. Bogotá: IDIPRON. Lacarrieu, M. (2012). Los “nuevos lugares” de la ciudad entre condiciones territoriales, mecanismos de visibilidad/invisibilidad y procesos de disputa por el reconocimiento sociopolítico. Terra Plural, vol. 6, núm.2.

Lindón, A. (2005). El imaginario suburbano: topofilias y topofobias. Revista Científica, vol.

2, núm. 5, pp. 289-314.

Lindón, A.; Aguilar, M. & Hiernaux, D. (2006). Lugares e imaginarios en la metrópoli.

Anthropoos – UAM – I. Lindón, A. (Coord.) (2000). La vida cotidiana y su espacio-temporalidad. Anthropos -CRIMEl Colegio Mexiquense.

Maluf, N.A. (2002). Las subjetividades juveniles en sociedades en riesgo. Un análisis en contextos de globalización y modernización. Buenos Aires: Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales Editorial.

Marcón, O. A. (2011). Jóvenes en situación de conflicto penal. ¿Cómo relatan sus historias?.

Bogotá: Teseo.

Margulis, M. &Urresti, M. (1998). La construcción social de la juventud. En Margulis, M. y Laverde, M. C. (Eds.). Viviendo a toda: jóvenes, territorios culturales y nuevas sensibilidades.

Bogota: DIU - Universidad Central.

Cárdenas, A. (2007). La justicia restaurativa versus la justicia retributiva en el contexto del sistema procesal de tendencia acusatoria. Obtenido el 15 de septiembre, de http://www.redalyc.org/pdf/876/87602012.pdf Massey, D. (1995). The conceptualization of place. En Massey, Doreen y Jess, Pat (eds.), A place in the world? Place, Culture and Globalization (pp. 45-85). Oxford: Oxford University Press.

MOORE, Michael (2010). Capitalismo, una historia de amor. Obtenido el 21 de julio de 2015, de https://vimeo.com/44007400

Nussbaum, M. & Sen, A. (Comp.) (2004). La calidad de vida. Un estudio preparado por el Word Institut for Developmend Economics Researsch (Wider) de la United Nations University. México: Fondo de Cultura Económica.

Ordoñez, P. (2014). Una experiencia piloto de intervencion para la prevención del delito y la promoción de justicia restaurativa con jóvenes de Ciudad Bolívar. Sistematización correspondiente al CAAJJ en el periodo 2013 - 2014. Documento inédito.

Organización de las Naciones Unidas (1989). Convención sobre los derechos del niño.

Obtenido el 28 de septiembre de 2015, de https://www.unicef.es/sites/www.unicef.es/files/CDN_06.pdf Organización Internacional del Trabajo & Instituto Costarricense para la Atención, Educación e investigación de la Masculinidad, Pareja y Sexualidad. (2004). Explotación Sexual Comercial y Mascuinidad: Un estudio Regional Cualitativo con hombres de la población general. Obtenido el 1 de septiembre de 2015, de file:///C:/Users/Internet.cpe-PC/Downloads/2004_lar_sexexpl_masculinidad_es.pdf Palabras al Margen (2015). Recuperación de la democracia y populismo de izquierda. Una conversación con Chantal Mouffe. Obtenido el 21 de julio de 2015, de http://www.palabrasalmargen.com/index.php/articulos/item/recuperacion-de-lademocracia-y-populismo-de-izquierda-una-conversacion-con-chantal-mouffe?category_ id=766 Plan de Desarrollo Bogotá Humana 2012 – 2016. Obtenido el 19 de julio de 2015, de http://idrd.gov.co/sitio/idrd/Documentos/PLAN-DESARROLLO2012-2016.pdf Preciado, B. (2014). Las subjetividades como ficciones políticas. Obtenido el 22 de julio de 2015, de https://www.youtube.com/watch?v=R4GnRZ7_-w4 Rabotnikob, N. (2005). En busca de un lugar común: el espacio público en la filosofía política contemporánea. México: UNAM. Ramírez (s.f.).Tres visiones sobre capital social: Bourdieu, Coleman y Putnam. Obtenido el 20 de diciembre de 2012, de http://148.202.18.157/sitios/publicacionesite//periodo/republicana/pdf/ActaRep04/ articulos21.pdf.

Reguillo, R. (2000). Los laberintos del miedo. Un recorrido para fin de siglo. Revista de Estudios Sociales, No. 5, 63 – 72.

--------------- (2002). El otro antropológico. Poder y representación en una contemporaneidad sobresaltada. Anlisi. Quaderns de comunicació i cultura, núm. 29.

Juventud, paz y política pública

----------------- (2002b). Jóvenes y esfera pública. En Pérez Islas, J. A. (Coord.) Jóvenes Mexicanos del siglo XXI. Encuesta Nacional de Juventud 2000. México: Centro de Investigación y Estudios sobre Juventud, Instituto Mexicano de la Juventud.

---------------. (2003). Ciudadanías juveniles en América Latina. Última Década, núm. 29.

----------------. (2007). Horizontes fragmentados: una cartografía de los miedos contemporáneos y sus pasiones derivadas. Diálogos de la Comunicación, No. 75, 1-10.

-------------- (2008). Saber y poder de representación: la(s) disputa(s) por el espacio interpretativo. Comunicación y Sociedad, núm. 9.

Relatoría de Prisiones (REP), Grupo de Derecho de Interés Público (G-DIP) & Facultad de Derecho, Universidad de los Andes. Informe relativo a las personas privadas de la libertad en Colombia. Obtenido el 17 de agosto de 2015, de http://www.institutowemcr.org/articulos/articulos/Explotaci_sexual_comercial_ masculinidad.pdf Rincón, T. (2008). Pluralidad en la esfera de lo público político. Medellín, Universidad de Antioquia, Congreso de Filosofía.

Rodríguez Lizarralde, C. (2014). Cuerpos Femeninos Callejeros: Hacia una construcción de política social con enfoque de género en Bogotá. Bogotá: Tesis de Maestría. Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá.

Rodrigez, Orlando. (2006). Un rato en la vida de los niños explotados sexualmente: Aproximación a la naturalización del fenomeno de la explotación sexual comercial de niños, niñas y adolescentes en Bogotá. Una mirada desde las subjetividades y la cotidianidad del hecho. Bogotá: Tesis de Maestría en antropología. Universidad de Los Andes.

Rotker, Susana (ed.). (2000). Ciudadanías del miedo. Caracas: Editorial Nueva Sociedad.

Sánchez, J.M. y Vargas, R. (Comp.). (2014). ¿De quién es la calle?. Ciudadanías juveniles / Ciudadanías incómodas. Bogotá: Imprenta Distrital.

-------------------------------- (2014a). Niñez, Juventud y Derechos. Bogotá: Imprenta Distrital.

Sandoval, M. (2002). Jóvenes del Siglo XXI: sujetos y actores en una sociedad de cambio.

Santiago de Chile: Ediciones UCSH. Sarlo, B. (2002). Violencia en las ciudades. Una reflexión sobre el caso argentino. En Moraña, M. (ed.). Espacio urbano, comunicación y violencia en América Latina. Pittsburgh: Instituto Internacional de Literatura Iberoamericana.

Scarnatto, M. & Díaz, J. (2010). Nuevas prácticas, patrimonios motrices y formas de socialidad. En actas 4° Jornadas de Investigación en Educación Corporal. FaHCE. U.N.L.P. Scarnatto, M. & Villagrán, J. (2007) Más allá de las fronteras. En busca de los cuerpos “tatuados”. Novedades Educativas, año 18, Nº 198.

Sen, A. (2010). La idea de la Justicia. Colombia: Editorial Taurus.

Velásquez, F. (2004). Manual de Derecho Penal. Bogotá: Comlibros.

Vizcaya, J. et. al. (2010). La medida pedagógica como sanción en el Sistema de Responsabilidad Penal para Adolescentes (Ley 1098 de 2006). Estudio Socio-jurídico. Serie Observatorio SRPA. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia - Sede Bogotá.

Wacquant, L. (2004). Las cárceles de la miseria. Bogotá: Manantial.

Young, I. M. (2000). La justicia y la política de la diferencia. Madrid: Cátedra.

Zuleta, E. (s.f.). Democracia y participación. Obtenido el 24 de septiembre de 2015, de http://www.estanislaozuleta.com/lectura-interesante/32-democracia-y-participacion.