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Ética universitaria: El papel de la universidad en los valores de la integridad académica

Armando Alemán Juárez | aalemanj@up.edu.mx | Coordinador de Innovación Educativa del CIE - Universidad Panamericana

La discusión sobre el tema de deshonestidad ha incrementado actualmente en distintos espacios. El aumento en el fraude educativo, la crisis profesional y la falta de ética en las sociedades son, en parte, causa de ello (De Ruyter y Schinkel, 2017). De manera continua, puede observarse a través de los medios de comunicación y en las noticias la falta de integridad de los seres humanos. La raíz de la problemática podría estar en los valores, pues ciertas características presentes en la actualidad, como el fácil acceso y apropiación de la información, el Internet y los altos niveles de corrupción en algunas sociedades (Ellery, 2008; García-Villegas, Franco- Pérez y Cortés-Arbeláez, 2016; Medina y Verdejo, 2012), han causado una descompensación axiológica en algunas personas, como la relativización de valores (González, 2016). ¿Cuál es el papel de la universidad en todo esto?

Es importante entender que la universidad, desde sus inicios, ha representado una fuerza idealizadora del mundo, pues los ideales o valores dentro de ella configuran concepciones de vida y diferentes perspectivas que organizan a la sociedad. En ese sentido, parte de su misión primaria es formar el carácter ético de una persona, mediante valores que contribuyan al bien común (Howell, 1906). Estos deben ir más allá del deseo personal: tienen que ser éticos (González, 2016).

Es imperativo que la universidad promueva valores como la honestidad, la justicia, la responsabilidad y el respeto. Sin embargo, en algunas partes del mundo han surgido instituciones de educación superior que, debido a presiones externas como el alto costo, los sistemas de acreditación y el incremento en el número de alumnos, entre otros (Heller, 2004), hoy funcionan como un modelo de negocios y de competencia (De Ruyter y Schinkel, 2017). Por ello, cabe recordar que la universidad debe fundamentarse en el humanismo centrado en la persona, en donde sea:

Protagonista de un papel en torno al desarrollo de nuevas formas de convivencia humana que responda a las exigencias de una realidad social cada vez más polarizada entre ricos y pobres, y cada vez más desentendida de valores como el bien común y la justicia. (De la Torre, 2013, pp. 43-44).

De este modo, se recupera la idea de que la universidad es el espacio ideal para la educación ética y una fuente para el entrenamiento moral (Howell, 1906). Hablar así de la universidad también implica pensar en sus deberes y quehaceres en torno a cómo enseñar sobre la moral y sobre el comportamiento humano, haciendo énfasis en la instrucción de lo que tiende al bien, y la distinción entre lo que es correcto y lo que no. Esta formación, sin embargo, no debe basarse únicamente en la enseñanza de la moral como materia disciplinar; es necesario concebirla como un proceso de desarrollo integral en donde se encuentren inmersas todas las actividades y los actores académicos.

Ruyter y Schinkel mencionan dos premisas que la universidad debe tener respecto a la educación ética, además de la enseñanza tradicional de la disciplina o de la introducción al estudio de la ética profesional: a) Fomentar la formación de la ciudadanía académica e b) impulsar que los alumnos busquen tener una vida buena y plena. La primera significa, de acuerdo con los autores, crear conciencia, entre estudiantes, de que pertenecen a una comunidad y que de ello se desprenden ciertas responsabilidades, derechos y obligaciones, pero sobre todo fraternidad y sentido del bien común. La segunda se refiere a cómo los alumnos quieren vivir sus vidas con significado y cómo contribuyan al bienestar social (2017). El planteamiento sobre la educación ética es, entonces, que la universidad no debe vivir alienada de los sueños y objetivos de cada estudiante. Parte de su finalidad última es que las personas trasciendan en sus propias vidas al considerar, del mismo modo, la cuestión ética del buen vivir.

REFERENCIAS

De Ruyter, D. y Schinkel, A. (2017). Ethics education at the University: From teaching an Ethics module to education for the good life. Bordón, 69(4), 125-138.

De la Torre, M. (2013). La universidad, institución milenaria en busca de sentido: La crítica y el humanismo como finalidades universitarias. En M. De la Torre (Coord.), La universidad que necesitamos: Reflexiones y debates (pp. 21-48). México: Juan Pablos Editor.

Ellery, K. (2008). An investigation into electronic-source plagiarism in a first-year essay assignment. Assessment & Evaluation in Higher Education, 33(6). https://doi. org/10.1080/02602930701772788

García-Villegas, M., Franco-Pérez, N. y Cortés-Arbeláez, A. (2016). Perspectives on academic integrity in Colombia and Latin America. Handbook of Academic Integrity.

González, A. (2016). Formación en Valores Éticos: ¿Posibilidad o Utopía? Escenarios,14(2), 120-128. doi: http:// dx.doi.org/10.15665/esc.v14i2.936

Heller, D. E. (2004). State funding for higher education: The impact on college access. Presentado en Symposium on Financing Higher Education. Illinois State University, Normal.

Howell, C. (1906). Ethical Influences in University Life. International Journal of Ethics, 16(2), 145-157. Recuperado de https://www.jstor.org/stable/2376073

Medina, M. R. y Verdejo, A. (2012). Plagio cibernético: Situación y detección. Cuaderno de Investigación en la Educación, (27).

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