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PSYCHE: Nov - Dic 2022

En los últimos años se ha puesto foco en la relevancia y la consciencia sobre la salud emocional, sin embargo, para algunas personas todavía existe cierto temor y/o resistencia a iniciar un proceso terapéutico, y esta sensación incrementa cuando hablamos de ir en pareja, pues para algunos sigue siendo tabú Se cree que la terapia de pareja puede tener sólo dos resultados: resolver los problemas, o la separación definitiva, y aunque esta idea no es del todo equivocada, reduce el trabajo real que deriva hacia la transformación verdadera, en la que el camino que se recorre en cada sesión, resulta aun más importante que el fin con el que se llega a terapia. Es más, el motivo de consulta que se expone en ese momento, suele modificarse durante el proceso psicoterapéutico, ya que en las relaciones -como en la vida- nada es tan simple como decir blanco o negro, juntos o separados. Para lograr esa trasformación, primero se busca que los pacientes identifiquen y asuman la responsabilidad de lo que aportan a la relación y el conflicto, para entonces poder avanzar en el proceso terapéutico. Es muy común que insistamos en creer que los problemas son detonados por causas externas u otras personas, por la pareja misma, el medio ambiente, el gobierno o hasta los genes y cuesta trabajo asumir que la responsabilidad es individual, pues como diría Sartre: "Somos los autores de nosotros mismos”

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Entonces surge una pregunta: si el trabajo de introspección es tan personal ¿para qué llevar a cabo un proceso en pareja? Y la respuesta la podemos encontrar si pensamos al otro como verdaderos maestros de vida Esa persona que nos permitirá descubrir nuestra sombra y a través de la cual lograremos tener una visión completa de nosotros mismos, cual espejos.

El poder conocerse y reconocerse en el otro y con ello evolucionar, hace que el foco ya no esté en "quedarse juntos o separase", ni siquiera en mantenerse enamorados, si no en lograr llegar al inevitable desenamoramiento y aun así, encontrar en él un terreno fértil para trabajar y alcanzar el amor real. Como terapeutas, no hay fórmulas para lograr este objetivo. La terapia es un proceso creativo y espontáneo que cada psicoterapeuta personaliza para cada uno de sus pacientes, basándose en su experiencia de vida, su estilo personal y la corriente terapéutica en la que se enfoquen. Sin embargo, hay algunos aspectos básicos para comenzar a trabajar con las parejas 1

Lo primero es tener claro el motivo de consulta y mantenerlo actualizado, saber para qué nuestros pacientes están yendo a la terapia y mantener los canales de atención abiertos para poder entender la relación, identificar y desmenuzar las distintas maneras en las que interactúan , los roles que juegan, cuáles son sus creencias, historias, etc Tener claro el “espacio interaccional”, (este aspecto sumamente importante con el que trabajamos los terapeutas junguianos) y significa poder identificar en dónde está el origen del conflicto de cada pareja cuando llegan a terapia Trabajar y ser observantes siempre de nuestra contratransferencia como parte de nuestra ética terapéutica, es decir, no perder de vista y revisar qué

nos hace sentir lo que escuchamos, identificarlo y hacer que no interfiera en el proceso. Fina Sanz dice “Querámoslo o no vivimos pérdidas, nos enamoramos, nos desenamoramos, establecemos distintos vínculos afectivos, atravesamos cambios, sentimos miedos, confiamos en la vida y sentimos el amor o tememos nuestras propias posibilidades y a los demás en su acercamiento nos acercamos, nos alejamos, rompemos vínculos, los transformamos, repetimos esquemas, creamos nuevas posibilidades, tenemos deseos sexuales, fantasías amorosas, nos sentimos en soledad o acompañados, con amor o con carencias afectivas”. Es así que dependiendo del proceso que transita cada pareja, es importante reconocer el papel que

tomamos con nuestros vínculos afectivos, poder identificar nuestros propios roles, lo que asumimos, lo que necesitamos trabajar y entonces, tomar acción.

4. Poner en claro que en la terapia se brindan herramientas para llegar a acuerdos, para que exista el diálogo y la escucha entre la pareja, pero que no se toma partido y mucho menos, se les dirá qué es lo que se debe o no hacer. Un psicoterapeuta no toma decisiones por sus pacientes, y muchas veces, sucede, que al haber un tercer elemento en el espacio, los pacientes buscan una reacción o alianza por parte del terapeuta, convertirlo en una especie de moderador y/o juez para sus conflictos y es nuestra responsabilidad evitar caer en ello.

Me gusta pensar que cada paciente es como un velero en medio del mar, en donde no se es capaz de controlar si habrá calma o tormenta, oleaje en contra o viento a favor, pero que ante cualquier circunstancia se pueden ajustar las velas y entonces aliarse al proceso que toca vivir en ese momento, fluir en él. En pocas palabras, hay muchos factores que no se pueden controlar, pero podemos proveernos de herramientas y práctica para maniobrar el velero. Aprender el cómo nos afecten las situaciones depende de uno mismo más no las situaciones en sí mismas. Como terapeutas, nuestro papel es lograr que conozcan las herramientas y llevar a los pacientes a identificar su poder como “maniobradores" de sus propias velas

"Somos los autores de nosotros mismos" Jean Paul Sartre

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