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SILVIA GARCÍA
Habla tango por vos.
Coge aire el bandoneón y grita, decidido, valiente y libre. Tímidas gotas de niñez tintinean en un piano que parece contestarle. En medio de la charla, lloran violines, que desconsolados reclaman el sitio de un corazón.
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Se ha roto el silencio, ese que a algunos duele, a otros reconforta, a muchos ordena, a tantos incomoda y a todos pone en evidencia. Una boca cerrada habla tanto o más que aquella que padece de inevitable incontinencia verbal. Es cuestión, una vez más, de ver, de leer y de querer.
Alzo la mirada, como quien abandona el secuestro de un letargo, como quien no quiere volver a él. Es la sencillez del entendimiento la que orienta mis pasos con la elegancia de una prudencia decidida. Y allí, en la obnubilación de una conciencia inconsciente, me encuentro arropada en nuestro abrazo.
Baila la armonía entre notas y acordes, bailan nuestras almas entre alegría y dolor. Es tu iniciativa la que me propone, es mi decisión interpretar y continuar. Es el respeto el que convierte a dos en uno. De negro satinada está la nostalgia. De blanco nobleza caminan tus pies, con oníricos reflejos de luna juegan los míos. Y en esa encrucijada de sentir a color, es el rojo la pasión que tajante y generosa, se empeña en inundar el baile de la vida.
Acaricia cada letra la tierra, huele su voz a hogar. Hogar, hogar que es amor. Amor que duele, amor que duda, amor que sonríe en tus ojos, amor que no entiende, amor que se confunde, amor que se anhela, amor que se niega, amor que no duerme, amor sincero como es el amor. Canta Varela la historia de un amor y a Ledesma le atormenta tu silencio que le dice adiós. Por suerte, esconde Gardel toda la fortuna de su corazón, con la esperanza de volver.







