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HISTORIA DE VIDA
Considerado una de las más grandes promesas de la música costarricense, Luis Rodríguez era muy amado por sus seguidores y escaló rápidamente en el ambiente musical, pero en su interior se sentía vacío y sin amor, al punto de querer acabar con su vida; hasta que Dios le llamaría para su redil. LUIS, EL SEÑOR TE PROTEGERÁ

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ERA UNA NOCHE de lluvia intensa, cuando Luis Guillermo Rodríguez Villalobos, más conocido en el mundo musical como “Chispita”, caminó largas cuadras para acabar con su vida. Había salido presuroso luego de tres presentaciones en una sola noche. Llegó a un puente y pensó terminar con su vida allí mismo. No soportada la aguda depresión que padecía desde muy niño, pese a que era aclamado y amado por sus seguidores; sentía vacío en su corazón y su única manera de alivianar su soledad y tristeza, eran los cigarros. A su corta edad, había logrado la fama que mu-
ELISEO AQUINO/ FOTOS: ARCHIVO FAMILIAR
chos principiantes y prometedores cantantes no habían obtenido. Sin embargo, pese a su voz admirada y el arte para tocar la guitarra, su vida estaba por acabar en un trágico desenlace. Escaló dos pasos del puente Villa Bonita, en la ciudad de Alajuela, Costa Rica, mientras el ruido de los vehículos le ponían nervioso. Retrocedió temeroso y se sentó en el piso mojado a llorar su desgracia.
Promesa musical
Con solo quince años, Luis Guillermo Rodríguez Villalobos, había logrado escalar en el mundo de la música; era altamente cotizado por sus atributos con la guitarra, pero más por su increíble manera de cantar, una voz que cautivaba del más pequeño al más grande. Los críticos de la música lo calificaban como una prominente promesa y que en el futuro sería un reconocido cantante a nivel nacional e internacional. Por eso, los integrantes de la orquesta musical “Cris-



tal Musical”, le habían prometido darle educación y sustento económico a su familia para tenerlo en sus filas. Le compraron ropa, zapatos y demás enseres para que se sintiera cómodo; también le pusieron su nombre artístico “Chispita”. Asimismo, le cambiaron su vieja guitarra que le había comprado su mamá, por una más moderna. Gracias a esa pequeña guitarra que pudo conocer a la banda musical. Cuando, una tarde salió por las calles de su pueblo se quedó parado frente a un garaje, había un grupo de personas ensayando con diferentes instrumentos musicales. Luis al ver la impotente banda entró al garaje, en medio del espectáculo que presenciaba vio una guitarra y se puso a tocar apasionadamente, el representante de la banda salió a observar la escena y quedó atrapado por el talento del muchacho. Desde ese momento, se volvió parte del equipo musical y tuvo un debut de ensueño. Era un niño magistral con la voz y la guitarra; bastó solamente una presentación para esa noche concretar varios contratos en toda la región. Su menuda apariencia le daba un toque especial a la banda, viajó por todos los pueblos de la provincia de Punta Arenas. Los integrantes lo veían como un joven responsable y sin vicios; pero a escondidas fumaba. Pasaron muchos meses y los contratos musicales no paraban. Luis era la estrella de la banda musical. En cada pueblo o evento que iba, era aclamado. Sin embargo, en su interior se sentía vacío. Hubo ocasiones en qué terminaba una presentación y se encerraba en su camerino a llorar y lamentarse de su vida. Recordaba su triste infancia y los maltratos que recibía de su padre.
Un pasado tenebroso
Luis Guillermo Rodríguez Villalobos nació en el pueblo de San Vito Coto Brus, provincia de Punta Arenas. Desde su niñez observaba el maltrato de su padre hacia su madre y sus cinco hermanos. Era obligado a trabajar en la elaboración de puros de marihuana, que luego era usado por su padre para venderlo o uso personal. En las mañanas asistía a la escuela regularmente para, más tarde, ir al campo a sembrar frijol, maíz o café. El poco dinero que lograba obtener y llevar a su casa, era malgastado por su progenitor en las cantinas. En su corazón nació un odio a su padre; no lo po-


día ver porque recordaba los golpes y maltratos que le daba a su madre. A los pocos meses, el padre los abandonó por completo y los dejó en la más miserable miseria. Con seis niños pequeños y la responsabilidad diaria de llevar alimentos al hogar, su madre Marielena se dedicó a trabajar en las casas vecinas, en el campo y en el mercadillo. Por otro lado, Luis se volvió adicto a los cigarrillos; dejó el colegio y se enfrascó en el trabajo. Creció con el trauma de un padre maltratador y un vacío en su corazón.
Pasado tormentoso
Su penoso pasado acompañado del vicio que tenía le había llevado a una terrible depresión. Dejó a la banda del cual se había hecho famoso, para poder trabajar y sacar de la pobreza a su familia, en la ciudad de Alajuela. Con el dinero que ganó, trajo a sus madres y hermanos a vivir con él; pero ni su familia y la fama obtenida podían llenar su corazón. Entonces, con veinte años, decidió acabar con su vida. Sentado frente al puente, intentó muchas veces arrojarse, pero le faltaba valor. Luego de muchos los minutos, miró fijamente el abismo e intentó abalanzarse, cuando de repente sintió que alguien lo detuvo. Aturdido, volteó a mirar, pero no había nadie; caminó sin rumbo por largas horas para llegar a su casa y descansar. No entendía aún el propósito de Dios para su vida. Decidió dejar la música y buscar un poco de paz en su pueblo natal, donde vivía su abuela materna. Al llegar la noche, junto a otros muchachos salió para olvidar sus penas, cuando de repente desde lejos escuchó una música diferente a la que solía cantar. Su corazón se inquietó y buscó aquel sonido especial. Al final de la calle se realizaba una gran campaña evangelística y aquella música especial, eran los cánticos que exaltaban el nombre de Dios.
El llamado de Dios
Una presencia especial se sentía en el lugar y Luis Guillermo Rodríguez Villalobos entendió que la única paz que podía tener se la iba a dar Jesucristo; rendía su vida a sus pies. Se sentó en una de las primeras bancas y comenzó a escuchar la Palabra de Dios. Una paz inigualable había entrado a su corazón, entendió que todo el sufrimiento que pasó desde niño le impedían ser feliz, además le traían problemas y soledad. Cuando terminó el mensaje, pasó al altar y entregó su vida a Jesucristo. Desde ese entonces, el vacío, los miedos y los traumas de su niñez, desaparecieron por completo. Al enterarse del cambio, su abuela lo echó de la casa y se volvió para Alajuela. Luis ya no tenía miedo de contar la gran transformación de su vida. Buscó una iglesia para congregarse; aunque asistió a muchas, algunas no predicaban la sana doctrina. Cierto día se encontró con un joven cristiano, quien le habló de la obra del Movimiento Misionero Mundial. No dudó dos veces y fue a la iglesia. Desde ese momento se afirmó en la obra y comenzó su camino ministerial. Hoy en día, el reverendo Luis Guillermo Rodríguez Villalobos, junto a su esposa Jenny Arroyo, y sus tres hijos sirven a Dios en la zona de Sarapiquí de Heredia. Son más de 27 años al servicio de Dios, donde ha pasado por diferentes áreas ministeriales como el trabajo evangelístico en las calles, la música y el servicio misionero.