14 minute read

Lo que los olímpicos nos pueden enseñar

Por: Emilio Pineda Sotelo

www.comunicreando.com

Advertisement

efinitivamente los juegos olímpicos de Tokio 2020 fueron un hecho inédito. Las condiciones en las que fueron realizados no tienen precedente en otras épocas de la historia de la humanidad. Es por esto que se vuelven especiales, ya que pusieron a prueba una gran cantidad de situaciones, y sobre todo, la toma de decisiones por parte de los organizadores de los países involucrados.

Es inevitable hablar de la pandemia en prácticamente cualquier actividad humana. El coronavirus cambió definitivamente nuestras vidas, no importando nuestra actividad profesional, empresarial o personal. Es por ello que tal parece que tenemos que reaprender una gran cantidad de cosas que ya dábamos por sentadas. Lo que ya sabíamos parece que ya no está vigente y lo que ignorábamos se nos presenta como una nueva realidad.

De entrada, parece curioso que los juegos olímpicos de Tokio 2020 se están realizando en pleno 2021. Ya sabemos lo que pasó: estos juegos estaban previstos para realizarse el año pasado, y debido justamente a la pandemia tuvieron que retrasarse un año, con todos los costos políticos y financieros que ello implicó.

Es por esto que de pronto puede parecer que los juegos olímpicos de Tokio no tienen que ver nada con nuestro negocio de la salud visual y la óptica, sin embargo, hay muchas cosas que tenemos que aprender tanto de los organizadores de estos juegos, como de los atletas que participaron en los mismos. Por ello, en esta ocasión vamos a analizar algunos de los aspectos más importantes que pudimos observar en los olímpicos y que podemos aplicar de inmediato en los criterios para manejar nuestro negocio.

El rescate del ser humano:

Muchas personas quedamos maravilladas con la ceremonia de inauguración de los juegos olímpicos en Tokio, sin embargo, a mí me quedó un pequeño sinsabor que me

daba la sensación de que algo faltaba. Tal vez muchos esperábamos ver un despliegue impresionante de tecnología en la ceremonia inaugural, después de todo se trataba de Japón, una nación conocida siempre como la punta de lanza en el desarrollo tecnológico en prácticamente cualquier ámbito. Quizá yo hice demasiadas fantasías y esperaba ver pantallas impresionantes, robots o cualquier otra manifestación que nos dijera que Japón siempre lleva la delantera en la innovación tecnológica mundial. Si bien lo que presentó la ceremonia inaugural en el ámbito tecnológico fue muy impactante (me impresionó y me encantó la coreografía de los drones en el aire), me parece que lo que Tokio quiso resaltar fue el factor humano. Las imágenes que nos presentaron fueron esencialmente seres humanos creando un contexto global en el que las personas son lo más importante. Vimos símbolos de sus tradiciones más antiguas, vimos el énfasis que le dieron a la diversidad y a la inclusión, en la que no importan las preferencias, las naciones o el color de la piel, todos conformamos juntos una humanidad. En pocas palabras esta ceremonia inaugural nos dijo a todo el mundo que lo fundamental somos las personas y la esencia que llevamos con nosotros mismos. De esta manera me parece primordial retomar la idea de que las personas en nuestro negocio siguen siendo la esencia y lo más importante. Desde luego nos debemos enfocar mucho en nuestros clientes. Sobre esto ya he dedicado varios artículos aquí en Imagen Óptica resaltando que es el cliente el que hace funcionar a nuestro negocio. Y no importa si tenemos grandes instalaciones o los aparatos de última generación, si no le damos una atención de calidad y calidez a nuestro cliente en realidad estamos fallando en el motor mismo de nuestro negocio. Pero también es muy importante resaltar que además de nuestro cliente, es nuestro personal ese eslabón fundamental que también debe funcionar correctamente. Si pensamos en el mensaje de Tokio debemos considerar que entre mejor capacitado se encuentre nuestro equipo de gente, es mejor; pero además hay que considerar sus emociones. Trabajemos fuertemente en una motivación genuina para que nuestra gente se sienta orgullosa de pertenecer a nuestro equipo y de portar nuestra marca. También consideremos sus anhelos, sus preocupaciones, contribuyendo a que encuentren el por qué y el para qué de lo que hacen diariamente. No en vano muchos expertos en negocios han escrito en una gran cantidad de libros que el primer cliente al que hay que convencer de nuestra calidad y de la grandeza de nuestro negocio es justamente nuestro equipo de trabajo. Convivamos con ellos, fomentemos una relación armoniosa entre cada integrante de nuestro personal, y desde luego, tengamos una comunicación constante para que los podamos conocer y para que ellos también tengan presente el camino que hemos trazado como negocio, el cual ellos también puedan recordar todos los días.

La disciplina sí paga:

Esto parece un cliché porque se menciona en todos los juegos olímpicos que se realizan cada cuatro años, pero definitivamente es una gran verdad que los atletas olímpicos nos comparten siempre: la disciplina tarde o temprano trae resultados positivos. Todos los locutores y narradores deportivos mencionan este factor, que si lo pensamos bien es impactante: hay atletas que han trabajado toda su vida para ver un resultado concreto en una prueba que puede durar unos cuantos segundos. Hay gimnastas que llevan trabajando desde su niñez para finalmente jugarse sus medallas y su carrera deportiva en un salto que dura unos cuantos segundos o en una prueba en piso que puede durar dos o tres minutos. Ellos saben que para obtener ese resultado es necesaria la disciplina, que lleva consigo la constancia y el enfoque en una meta concreta. Yo siempre he dicho en mis cursos y conferencias que la disciplina es aquello que tenemos que hacer en el momento en que hay que hacerlo, aunque no tengamos ganas de hacerlo. Es algo que hacemos de manera constante sin necesidad de que haya alguien detrás recordándonos que tenemos que hacerlo. Por esto la disciplina es una decisión, y más allá, es una convicción. Hay personas que hacen las cosas por obligación, pero esto lleva consigo fuertes resentimientos, un alto nivel de estrés y gran frustración, porque tienen la sensación de que podrían estar haciendo algo mejor. La diferencia es semántica pero profundamente humana: la diferencia entre “querer” o “tener que” hacer algo. ¿Qué nos gustaría más, que nuestros hijos tengan que estudiar o que quieran estudiar? ¿Que nuestro personal tenga que trabajar o quiera trabajar? En el argot laboral se dice constantemente que el trabajo es tan malo que hasta nos pagan por hacerlo. Queda claro que este enfoque parte de aquellas personas que no son felices haciendo lo que hacen. Hay estadísticas muy bien estudiadas en las que se demuestra que más del 70 % de las personas en este momento están haciendo algo que no les gusta. Por eso la disciplina lleva consigo una motivación, una convicción y una decisión. Este principio lo podemos aplicar en nosotros mismos y en la gente que trabaja con nosotros, desde luego también con nuestros seres queridos. Si somos capaces de transmitir esta motivación a nuestro personal, descubriremos que hay gente muy valiosa y con mucho talento que puede hacer que el negocio crezca de una manera muy positiva. Pero este trabajo debe reflejar resultados concretos, y así como los atletas reciben medallas, nuestra gente debe recibir aplausos, palabras

de reconocimiento, expresiones de agradecimiento, y el constante refuerzo de que son personas valiosas y que son tomadas en cuenta en nuestro negocio. Por cierto que a esto muchos expertos lo llaman el “salario emocional”. Porque no consiste en un aumento de sueldo, ni en dinero extra necesariamente, sino en el reconocimiento, motivación y agradecimiento para con nuestra gente. Conozco una persona que me dice convencida: “Emilio, yo sólo trabajo en uno de dos lugares: en donde me pagan bien o en donde me tratan bien“. Yo pienso de una manera muy convencida que ambas condiciones pueden estar presentes en nuestros negocios.

La adaptación:

Una de las fórmulas que permitió a las especies evolucionar, según la Teoría de la Evolución de Darwin, fue la adaptación. Normalmente en conferencias motivacionales llego a poner el siguiente texto en una de mis últimas láminas: “adáptate, adáptate, adáptate”. Si algo nos enseñaron estos juegos olímpicos de Tokio es justamente que aunque nuestros planes se traducen en un marco ideal en que nada cambia y todo se mantiene estable, la realidad de la vida es que se pueden presentar circunstancias que no esperábamos y para las cuales no estábamos preparados. Los costos económicos que implicó la cancelación durante 2020 de estos juegos olímpicos fueron enormes. Al parecer ya se habían vendido más de 4 millones de entradas para una gran cantidad de competencias deportivas. Los espectadores ya saboreaban estar en primeras filas observando las diferentes disciplinas. Sin embargo, el aplazamiento no solamente implicó los gastos naturales de postergar los juegos, sino que las condiciones de salud mundial no permitieron que hubiera personas presentes en las gradas de los estadios. Además, las protestas de los ciudadanos japoneses fueron muy firmes: no querían visitantes extranjeros en los juegos olímpicos. El miedo era natural, la gente tenía la creencia de que los extranjeros podrían llevar al virus a su país y provocar una ola muy grande de contagios. Esta creencia desde luego no es descabellada, ya que hemos visto que la propagación del virus a nivel mundial fue sumamente rápida, y hasta la fecha no sólo no logramos reducir estas olas de contagios, sino que el riesgo se vuelve mayor debido a la aparición de nuevas variantes del virus original. Es probable que muchos de nosotros nos enteramos que el comité olímpico internacional consideró muy seriamente cancelar los juegos olímpicos apenas 48 horas antes de su acto inaugural. ¡Qué decisión tan fuerte, y de consecuencias tan graves! Sin embargo, la decisión final fue dar el banderazo verde a todas las actividades olímpicas, con todo y las posibles consecuencias que pudieran presentarse alrededor de la salud de los atletas. Los juegos olímpicos se han realizado con total dignidad y con la frente en alto. Del mismo modo nuestros negocios se enfrentan cotidianamente a situaciones inesperadas o para las cuales no nos hemos preparado. Y si bien la reacción lógica sería tirarnos al drama, maldecir nuestra mala suerte o buscar culpables, la lección justamente nos dice que vale la pena prepararnos ante todos los escenarios adversos posibles, y si aun así no pudimos ver llegar el golpe, reaccionar de una manera más constructiva. Hay situaciones que sólo pegan a nuestro negocio, mientras que hay otras que nos pegan a todos como país o como planeta, lo estamos viviendo aún. Por eso, para poder adaptarnos adecuadamente vale la pena que ampliemos nuestras herramientas, especialmente las del conocimiento. A estas alturas no podemos quedarnos atrasados con el desarrollo de las tecnologías de la información, con nuevas estrategias de mercadotecnia, con nuevas formas de trabajar a distancia, con nuevas estrategias de capacitación para nuestro personal y para nosotros mismos, y sobre todo, estar permanentemente informados acerca de novedades que nos pueden ayudar y que funcionan como aliados de nuestro negocio.

Aprender de los errores:

Y si algo nos han enseñado los atletas olímpicos es justamente el aprendizaje a partir de los errores. Cuando vemos a estos atletas desempeñarse de la forma más espectacular, con una precisión que parece no existir en la realidad y con un resultado impecable, en realidad lo que no estamos viendo es todo el proceso de aprendizaje y perfeccionamiento que implica ese resultado de pocos segundos. En el proceso de perfeccionamiento lo que ocurren son una gran cantidad de fallas e imprecisiones. Los atletas van tomando nota de esto y se van dando cuenta en qué momento se pueden tomar malas decisiones o se puede caer en fallas que perjudican al resultado. Si estas fallas ocurren los atletas se levantan, se sacuden y toman nota del error, con la idea de que éste no se presente en el futuro. Los errores enseñan mucho de lo que somos capaces de lograr y obtener, pero solamente si los tomamos como una lección que hay que aprender, y no como una fatalidad que hay que lamentar todo el tiempo. El error no significa que seamos malos, torpes o tontos, sino que ahí hay algo que tenemos que observar y en lo que debemos poner toda nuestra atención. En mi vida profesional tengo anécdotas muy divertidas acerca de los errores cuando trabajaba con mi equipo de producción, ya que cuando estos ocurrían mi gente aprendía y se convertían en personas excelentes. Uno de los errores más comunes en que incurría mi equipo

de trabajo era el relacionado con fallas técnicas. Cuando cometían este error yo podía ver sus caras de susto al darse cuenta de lo que había sucedido, sin embargo, mi actitud fue siempre el decirles que no había problema, que afortunadamente este tipo de errores no le costaban la vida a nadie ni incurrían en pérdidas para otras personas. A veces el susto que se llevaba mi gente era tan grande que ellos mismos se ponían señales, marcas o tomaban apuntes para que el error no volviera a suceder. Y en efecto no sucedía. Y no sólo eso sino que lograban ser excelentes operadores técnicos de los servicios que estábamos ofreciendo. Al final egresaban a otras empresas llevando un nivel de excelencia bastante alto. Eso a mí siempre me ha dejado muy satisfecho. Por eso siempre he insistido en que debemos tener una libreta que puede funcionar como bitácora, en la que registremos todo lo que hacemos, y un área para nuestra creatividad, en donde anotemos todas aquellas ideas que se nos puedan ocurrir y que podamos implementar en el futuro cercano. Solamente anotando nuestras observaciones es como realmente podemos mejorar todo lo que hacemos. Por eso no debemos dejar nada simplemente a la memoria, esperando que en el futuro nos acordemos de esas ideas que se nos acaban de ocurrir. Si lo anotamos, si lo ponemos en un lugar al cual podemos acudir más adelante y recordar todas estas ideas, lograremos mejores resultados. Los errores son maestros y justamente nos enseñan a no verlos nuevamente. Aprender de los errores también es un acto de humildad, porque nos recuerda que somos falibles y que tenemos la posibilidad de empezar nuevamente pero con un poco más de sabiduría.

No involucrar las emociones en la toma de decisiones:

Esto parece contradictorio ya que en artículos anteriores de Imagen Óptica siempre he insistido en dar una experiencia emocional gratificante a nuestros clientes. Sin embargo, esto es algo muy distinto. Cuando vemos a los atletas competir podemos notar un muy especial estado de concentración profunda en ellos. Su nivel de enfoque es excepcional y muy pocas personas logran esto. Ellos están enfocados en la meta y en el proceso para alcanzar dicha meta. Podemos observar su mirada, la postura de su cuerpo y sus movimientos precisos para vencer a sus adversarios en la competencia en que participan. Hay deportes tan competitivos, que le permiten al oponente realizar expresiones o asumir posturas retadoras que intentan establecer una superioridad. No obstante, el atleta no se amedrenta ante esto y nada rompe su enfoque. En nuestros negocios existen muchos momentos en que podemos sentir miedo, enojo o incertidumbre ante las circunstancias que se nos presentan. Pero lo importante, atendiendo a esta lección, es mantenernos enfocados, concentrados y con la convicción suficiente de que lo que estamos haciendo es para lograr nuestros resultados anhelados. Mantener el enfoque nos permite tomar decisiones mucho más asertivas, ya que si nos dejamos influenciar por la emoción que sentimos en ese momento, podríamos estar tomando decisiones erróneas que nos pueden llevar a resultados adversos y a que las cosas nos salgan mal. Apartar las emociones de nuestras decisiones es una gran estrategia para nosotros, para nuestro negocio y para la gente que trabaja en él. Recordemos que el resultado de nuestras decisiones se refleja también en consecuencias para otras personas.

Estar preparados para lo peor:

¡Pero qué pesimista es esta frase! La verdad es que esto hacen los grandes negocios y los deportistas también. Tanto los organizadores de los juegos olímpicos como los atletas tenían la conciencia clara de que todo podría suceder, tanto lo bueno como lo humano. Y ante esto hay que estar siempre preparados. ¿Qué pasa si las cosas nos salen bien? ¿Qué pasa si las cosas nos salen mal? Siempre hay que considerar ambos escenarios. Parece increíble que cuando Tokio salió triunfador en el sorteo de la próxima sede de los juegos olímpicos nadie iba a imaginarse lo que ocurrió en 2020. Los organizadores de Tokio celebraban jubilosos que su ciudad albergaría los juegos olímpicos de 2020. La sensación de triunfo, de orgullo y la oportunidad para presentarle al mundo lo mejor de su país y su cultura estaban presentes. Sin embargo, ocurrió lo peor de lo peor. No se trataba de un terremoto ni de un tsunami, eventos catastróficos que podrían suceder de manera común en Japón, sino de una pandemia que alcanzó niveles mundiales, que efectivamente salió de Asia pero que afectó a todo el planeta. Nadie vio venir esto, nadie. En años anteriores Bill Gates nos advertía de pandemias futuras, pero nadie imaginó el año exacto en que sucedería. La pandemia se convirtió en realidad y se hizo presente en 2020. Japón y los organizadores de los juegos olímpicos tuvieron que tomar decisiones ante escenarios no imaginados. Así nuestros negocios deben prepararse para situaciones adversas, no porque tengamos deseos de ello sino porque vivimos en un mundo real en el que todo podría suceder. Estar lo mejor preparados posible es la mejor inversión de tiempo, dinero y esfuerzo que podemos hacer. Así, queridos lectores, es la forma en la que los juegos olímpicos pueden darnos algunas pequeñas lecciones para aplicarlas en nuestros negocios. ¿Qué tan dispuestos estamos para aprenderlas? Sus comentarios son bienvenidos en: comunicreando@gmail.com