Edición 250

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ncendemos, Señor, esta luz, como aquel que enciende su lámpara para salir en la noche, al encentro del amigo que ya viene. En esta primer semana de Adviento queremos levantarnos para esperarte preparados. Para recibirte con alegría. Muchas sombras nos envuelven. Muchos halagos nos adormecen. Queremos estar despiertos y vigilantes, porque tu traes la luz más clara, la paz más profunda y la alegría más verdadera. ¡Ven, Señor Jesús!, ¡Ven, Señor Jesús!.

Semanario de la Arquidiócesis de San Luis Potosí Año 5

No. 250

Semana del 01 al 07 de diciembre de 2013

“La esperanza infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio en voz alta y en todo tiempo y lugar” (Evangelii Gaudium) “Aquí dejo las penas, aquí se quedan las penas” Se llama Vinicio Riva, italiano, tiene 53 años y padece de neurofibromatosis desdé los 15 años. Hace unos días conmovió al Papa Francisco en un encuentro que dio la vuelta al mundo, y tiempo después narró lo que ocurrió y sintió ese 6 de noviembre. Vinicio protagonizó una de las imágenes más impactantes de este pontificado. Su enfermedad le ha generado una serie de deformaciones en la cabeza y el rostro, ahora afirma que su inesperado encuentro con el Pontífice le ayudó a aliviar el dolor. Oriundo de la localidad de Vicenza cuenta que al encontrarse con el Papa “primero le besé la mano, mientras él con la otra me acariciaba la cabeza y las heridas. Luego me acercó y me abrazó fuerte, me dio un

beso en el rostro. Mi cabeza estaba contra su pecho y sus brazos me acogían. ¡Me abrazó fuerte, fuerte!”. “Intenté hablar, decir cualquier cosa, pero no pude: la emoción era muy fuerte. Ha sido poco más de un minuto, pero a mí me ha parecido una eternidad. Luego he girado para ver a mi tía y le he dicho: aquí dejo las penas, aquí se quedan las penas”. “Sus manos eran suaves y bellísimas, su sonrisa era limpia y abierta. Pero lo que más me ha impresionado es que no se puso a pensar si abrazarme o no. Yo no contagio pero él no lo sabía. Lo ha hecho y ya: me ha acariciado todo el rostro y mientras lo hacía solo sentía amor”, agregó.

Vinicio recuerda con emoción y asegura que el gesto de amor del Papa le ayuda a afrontar mejor el dolor que le provocan las heridas que tiene en todo el cuer-po, causadas por la enfermedad de Recklinghausen, un extraño mal conocido como neurofibromatosis de tipo 1. La piel de Vinicio ha perdido toda elasticidad y las heridas le cubren los ojos pero puede ver. Los pies se le han deformado y están “devastados” por las llagas. Tiene mucha comezón y cada mañana amanece con la malla de algodón empapada de sangre. La tía que lo acompañó en la Plaza de San Pedro recuerda que desde el comienzo de su enfermedad veía cómo la gente se alejaba de él con temor. Vinicio recuerda también que “una vez, en el hospital, entró un médico africano. Me miró y se puso rígido, alterado. Después de un rato se me acercó y me pidió perdón. Dijo que en África tuvo que lidiar con enfermedades terribles, pero nunca había visto algo tan devastador. Sus palabras me tocaron mucho”.


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