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Un cambio de paradigma: sus comienzos
Los modelos bigeneracionales o de dos generaciones no son una idea nueva. En la década del 1980 se conceptualizó la idea de combinar la educación temprana con apoyo a las familias, cuidado parental, educación, apoyo para obtener desarrollo educativo general (GED, por sus siglas en inglés) y acceso a beneficios públicos. Esto es lo que Lindsay Chase-Lansdale y Jeanne Brooks-Gunn (2014) articulan como “Two-Generation 1.0” (Eckrich Sommer et al., 2018, p. 121). Los primeros ejemplos se remontan a mediados de los años 60, con el lanzamiento de Head Start (Chase-Lansdale y Brooks-Gunn, 2014), uno de los programas de dos generaciones más conocidos. Head Start fue creado hace más de 50 años con la idea de apoyar las necesidades de desarrollo de niños y niñas en su primera infancia y, al mismo tiempo, apoyar la capacidad de sus padres y madres con destrezas de cuidado parental y mejorar su sustento (Shimt, Matthews y Golden, 2014).
Los programas bigeneracionales perdieron su auge a finales de la década del 1990 debido a cambios importantes en políticas económicas sobre “work first” las cuales dominaron la conversación y, en lugar de brindar apoyo para adiestramiento laboral sectorial y para la educación, se centraron en colocar a las personas directamente en el empleo (Chase-Lansdale y Brooks-Gunn, 2014, p. 15) En la década del 2000, a medida en que la competencia global, la tecnología y el alza en los niveles de pobreza infantil se intensificaron en los Estados Unidos, la necesidad de más educación formal resurgió y con ella se reintrodujeron muchos servicios bigeneracionales. Chase-Lansdale y Brooks-Gunn (2014) nominan esta reivindicación de las estrategias bigeneracionales como “dos generaciones 2.0” En esta versión de los modelos se busca rectificar los defectos de los esfuerzos anteriores, en gran parte para construir fuertes conexiones entre los componentes para niños, niñas y adultos, garantizando así que reciban servicios de igual duración e intensidad, e incorporando avances en la educación y el desarrollo de la fuerza laboral (Haskins, Garfinkel y McLanahan, 2014).
Chase-Lansdale y Brooks-Gunn (2014) aseguran que los resultados prometedores de estos modelos sugieren que su justificación teórica es fuerte. Estas autoras entienden que ha llegado el momento de la innovación, la experimentación y de más estudios El nivel de experimentación para mejorar este concepto se ha acelerado rápidamente en los últimos años impulsado por inversiones de fundaciones como la Fundación Bill y Melinda Gates, la Annie E. Casey Foundation y la Red Ascend del Aspen Institute, e incluso agencias federales como el Departamento de Educación de los Estados Unidos, a través de su programa Promise Neighborhoods y la Administración para Niños y Familias del Departamento de Salud y Servicios Humanos de los Estados Unidos (Scott, Popkin y Simington, 2016).
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