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QUÉ PODEMOS ESPERAR DEL 2023

Por años nos hemos convencido que para lograr un país desarrollado, necesitamos un gobernante capaz, competente y honesto. Es lógico pensar que si se cumple con una buena gobernanza nuestro país saldrá a flote y que la sociedad se organice como debe ser, y logre su bienestar. Pero, antes que nada, es mucho más importante que el gobernante y los gobernados sean honrados. En estos días la población se pregunta si existe alguien capaz, inteligente, pero sobre todo honrado y transparente para conducir el destino del maltrecho país en que vivimos. Son tantos los candidatos y cuales mejores. No existe un líder a quien seguir. Habrá muchos puntos de vista y algunos ya están convencidos, llevados por la foto del candidato, la cancioncita y los símbolos, y, todo lo que la propaganda nos ha metido en la cabeza. Pero ha llegado el momento de encarar la situación de otra manera. Es importante que tanto el presidente como cabeza de la nación y los funcionarios hasta del más bajo nivel den muestras de honradez. Ya que tenemos la experiencia de años, que todos los gobernantes corruptos que hemos tenido fácilmente pierden la vergüenza y la dignidad porque saben que pueden perderla y al final no pasa nada. Ahí es donde los gobernados resultan ser más corruptos. Son los que guardan silencio, los que no desean meterse en problemas, los que saben que, con mantener la boca cerrada y su pasividad, podrán mantenerse y escalar posiciones en el puesto. Un país como Guatemala, en donde las cosas funcionan de esa manera, es un país que no saldrá jamás de la corrupción. Por muy buenos gobernantes que nos dirijan. Cada cuatro años cambiamos presidente. Y para algunos eso causa esperanza, mientras que a otros se las quita. Cuando lo que sucede en la realidad es que lo que tenemos que ver muy claro es que solo nuestra honradez cuando se muerdan la lengua ante la corrupción, sea de quien sea, cuando esa corrupción se grita a todo pulmón, a los cuatro vientos, cuando la denuncia es publica y no se tolera, entonces es cuando somos ciudadanos probos. El día que nos eduquen a todos para reaccionar así ante la corrupción, ese día se acaban los corruptos. Habrá más igualdad. Y lograremos ver las cosas de otra manera. No nos engañemos. Y mucho menos tranquilicemos la conciencia culpando a los demás. Ante ello, reinarán como siempre los gobernantes ilegítimos, aquellos que no representan los intereses de las mayorías populares. Los gobiernos van adoptando diferentes caracteres apenas disimulando por una delgada capa de mentiras publicitarias de la mercadotecnia. Todo hace pensar que estas tendencias se acentuarán. Realmente la situación, aun en su gravedad, no da chance al pesimismo. La memoria de la construcción social, la proyección de un posible futuro existe y actúan en el imaginario social, más allá de la insensatez del poder y el oportunismo acomodaticio de sus sirvientes. Poseemos una herramienta política: el sufragio en las urnas que debemos emitir responsablemente. Nuestro voto es personal e intransferible y secreto, es uno entre el total de más de ocho millones de empadronados. No podemos actuar sin conocer a los candidatos, es necesario examinar a quienes se postulan para presidente, diputados o alcaldes, bajo la lupa económica. Nuestras decisiones políticas dañan la economía familiar. Ojo, mucho ojo por quienes votamos. Es necesaria nuestro sentido de responsabilidad y firme decisión, para provocar un cambio, una dinámica social capaz de resolver con lucidez y resolución para hacer realidad ese cambio social. Así como la roca rueda cuesta abajo, siempre habrán millones de manos dispuestas a emprender nuevamente el ascenso. La articulación novedosa del pueblo y la unidad en la diversidad marcarán sin duda el sendero de las nuevas revoluciones por venir. Y que mejor que nos agarren confesados por inconscientes y pasivos. Se acabucho.

“Ojo, mucho ojo por quienes votamos. Es necesaria nuestro sentido de responsabilidad y firme decisión, para provocar un cambio, una dinámica social capaz de resolver con lucidez y resolución para hacer realidad ese cambio social.

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