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EL HIPERCENTRO: EL CENTRO COMERCIAL VIRTUAL DE LAS EMPRESAS DIDÁCTICAS

EL HIPERCENTRO: EL CENTRO COMERCIAL VIRTUAL

DE LAS EMPRESAS DIDÁCTICAS

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Por Jorge Eduardo Mesa

Jamás habría imaginado que veintiocho años después de vivir una linda experiencia en el SENA, como aprendiz del programa Auxiliar de Contabilidad, volvería a encontrarme en la situación de involucrarme con las empresas didácticas, en esta oportunidad del otro lado de la mesa. De aquella época, recuerdo bien, existía en donde es hoy la sala de instructores del Centro de Comercio y Servicios de la regional Risaralda una gran empresa didáctica que estaba dividida en tres unidades de negocio: dos empresas comercializadoras que eran la Papelería y Multiservicios, más el Banco Didáctico. En mi empresa didáctica existían todos los cargos que hacen parte del sector real de la economía, y era lugar perfecto para los tres programas de formación que efectuaban las prácticas empresariales simuladas de la época. Los programas eran Secretariado General, en donde se formaban jóvenes para ser asistentes administrativas, su fuerte era la mecanografía, para lo cual lo más avanzado en el mercado eran las máquinas de escribir eléctricas. Para desgracia de las aprendices, en los ambientes de formación solo había máquinas de escribir mecánicas, pero era para mí hasta cierto punto agradable escuchar el ruido producido por el tecleo veloz de aquellos dedos ágiles que contrastaba con el tecleo de nosotros, los del grupo de Contabilidad y Finanzas, que solo utilizábamos los dedos índices para hacer cualquier texto, movimiento al que se le llamaba chucigrafía. Por supuesto ellas tenían muchas competencias aparte de la mecanografía. Otra que me llamaba poderosamente la atención era la taquigrafía, era en ese entonces para mí una especie de escritura en chino, pues se trataba de muchos símbolos que representaban frases enteras y que servían para que las secretarias tomaran dictados de cartas de sus jefes. Debo recordar que para el año de 1981 no existían computadores ni celulares, el mundo digital todavía no estaba en la mente de ninguno de nosotros.

El tercer programa era Secretariado Auxiliar Contable. Este programa, palabras más, palabras menos, era una mezcla de los otros dos, entre el programa de Secretariado General y el de Auxiliar Contable. Siempre pensé que esta carrera tenía una gran desventaja con respecto a las otras, y es que no salían ni expertos en contabilidad, como tampoco expertos en secretariado; sin embargo, Silvio, mi mejor compañero, me decía: ―¡Usted sí que es bobo, Mesa! ¡Al contrario! Ellos tienen más oportunidad de conseguir la práctica que nosotros, mire que le apuntan a dos perfiles laborales. Su argumento tenía sentido, mas nunca se lo reconocí. Para la época, la carrera tenía una duración de dos años: uno de etapa lectiva y de etapa práctica. Ala empresa didáctica llegábamos en el segundo semestre de la etapa lectiva. La empresa comercial didáctica funcionaba dos días a la semana. Mi primer empleo fue en la empresa Multiservicios. El día en que nos citaron a todos para decirnos a qué empresas seríamos asignados, había un nerviosismo general, lo que era comprensible, pues estaba la expectativa de separarse de nuestros compañeros más próximos, hoy en día llamados parceros, los cuales, entre muchas otras cosas, han tenido siempre una misión muy particular y es la de estar justo ahí al lado de uno en todos los ambientes de formación. Me dio mucha alegría mi designación como el contador de la empresa comercial didáctica Multiservicios. Mi primera gran experiencia laboral comenzó desde el momento mismo en que nuestra instructora Carmen Gloria nos presentó a cada uno sus cargos. Fue un acto sencillo al cual la instructora le fue imprimiendo un grado tal de solemnidad que nos fue llevando a cada uno de nosotros a concientizarnos de los nuevos roles que asumiríamos desde aquel momento. Me sentí privilegiado cuando me asignaron una secretaria y cuatro auxiliares contables al departamento, fue una sensación indescriptible: «¿Jefe, yo?». Las sensaciones siguieron porque acto seguido nos presentaron a nuestro jefe, Gildardo Kiza, como gerente de la empresa. Me dio alegría su designación pues era de mi grupo, el C-260, que es como el número de ficha de grupo hoy en día. En síntesis, tuve la impresión de que todos quedamos contentos con nuestros roles y, sobre todo, con nuestros jefes, pares y subalternos. La experiencia de verse inmerso en los diferentes niveles jerárquicos de una organización fue, sin duda, un lindo aprendizaje. Lejos estaba yo de pensar que esas primeras sensaciones y ese primer aprendizaje solo sería el comienzo de una serie de tardes maravillosas llenas de calor humano, de encuentros y desencuentros producto de las presiones propias de la actividad laboral.

En la empresa comercial didáctica se trataba de engranar diferentes actividades comerciales, de manera tal que las tres empresas que allí se encontraban instaladas interactuaran mediante operaciones comerciales, que eran dirigidas por nuestras instructoras. Es así como Multiservicios compraba en la Papelería y viceversa, y a su vez ambas tenían sus cuentas en el Banco Didáctico. Cualquier compra o venta iniciaba todo un proceso interno que involucraba cada uno de los puestos de trabajo asignados a cada uno de nosotros, era como jugar pero en serio. Lo más maravilloso es que a lo largo de mi vida laboral he podido observar que no obstante de los múltiples cambios en los procesos, muchos de ellos jalonados por el avance vertiginoso de la tecnología, nada de lo humano que viví en aquellas jornadas en la empresa comercial didáctica ha cambiado. Siempre encuentro en cada compañero, en cada equipo de trabajo, las sonrisas, las preocupaciones, el afán y, sobretodo, las ganas de acertar. Uno de los procesos que más recuerdo por el gran aprendizaje fue la preparación y elaboración de la hoja de trabajo, elemento que consistía en una hoja que tenía múltiples columnas y que se doblaba como un acordeón para poderla archivar en alguna parte. En ella se preparaban los estados financieros de la empresa, labor que me correspondía por ser el contador, para ello debía contar con el concurso de varios compañeros que desde sus cargos me enviaban la información que se necesitaba para alimentar el instrumento. Desde mi cargo debía velar porque cada uno de los datos que me llagaran efectivamente fueran confiables para evitar reprocesos, pero más que adquirir una gran agilidad en el manejo de las calculadoras y sumadoras de la época, el otro gran aprendizaje estuvo en la responsabilidad de cumplirle a mis jefes con la información actualizada, y para ello no solo debía hacer la cosas bien en mi puesto de trabajo, sino también estar pendiente de las responsabilidades de los otros hacia mí, fue aprender y entender que todos no manejan los mismos tiempos, tampoco los mismos niveles de responsabilidad, que todos dependíamos de todos. Cómo olvidar aquellas frases a portas de entregar informes a los superiores: «Me falta un pedacito», «Hermano, hoy amanecí medio enfermo», «Esto no me quiere cuadrar», «Jorge, mire que Zapata no vino hoy y me tiene varada, no sé en dónde dejo la carpeta». Frases como estas me hicieron entender el significado de la palabra responsabilidad y recordé a mi madre solucionando problemas, dando vueltas afanosamente en la cocina, preparando, improvisando ante la llegada inesperada de comensales nuevos a una de las tantas comidas ofrecidas en aquella casa aristocrática, lugar en donde trabajó muchísimos años en el servicio doméstico, en donde no solo alimentó a lo más alto de la sociedad pereirana, sino también mi educación y mis sueños.

Eché mano de esa enseñanza materna y empecé a dar vueltas en cada puesto aportando ideas, ayudando, reemplazando, todo con tal de cumplirle a mis comensales. En este proceso aprendí muchas cosas, entre otras a no ofuscarme, así lo hacía mi madre. Yotra, más importante, no tomar decisiones con la cabeza caliente, con mayor razón si en ese momento en mi mente estaba la de «¡Voy a matar a Zapata!». Después de presentar estados financieros, fui nombrado gerente del Banco Didáctico. Entendí que era un premio a la labor realizada en la empresa Multiservicios. Recuerdo bien que mi primera decisión después de una reunión a la que convoqué en donde hicimos las presentaciones de rigor, fue la de suspender la atención al público de manera temporal, con el fin de organizar al interior algunas cosas que no cuadraban, especialmente la caja. Fue en esos momentos cuando apareció en frente de mi escritorio una chica que me pedía el favor de autorizar el cambio de un cheque, pues necesitaban un efectivo en su empresa, a lo cual le respondí que me diera unas dos horas, mientras poníamos en orden algunas cositas. Me contestó con cierta resignación que en efecto volvería más tarde. La vi retirarse y no pude evitar quedar pensando en ella, era una niña realmente hermosa. Inmediatamente se retiró nuestra cliente, seguí el proceso de cuadre de caja con mi compañera Luz Stella López, que había sido designada como cajera. Estando en esas me avisaron que la instructora Lucy, jefe a cargo de toda la empresa didáctica, me necesitaba con urgencia. Tuve la amarga premonición que siempre lo acompaña a uno cuando lo manda a llamar el jefe. Efectivamente, me había llamado a halarme las orejas porque intempestivamente yo había cerrado el banco: ―¡Como si los bancos pudieran cerrar cuando les da la gana! ―me dijo y acto seguido acotó― ¿En qué estaba pensando usted? Apesar de explicarle mis motivos, al final tuve que salir de allí con aquella frase lacónica: ―Tiene usted razón... voy a ponerme en eso. Fue otra gran lección en la empresa didáctica, aprendí que la toma de decisiones implica no solo pensar en el objetivo que se quiere alcanzar, sino también en las implicaciones colaterales que se darían al momento de ejecutarlas. Fue un gran año, pletórico de emociones y de aprendizajes, de conocer nuevos compañeros y compañeras. Pero el momento triste llegó con la culminación de la etapa lectiva y tocaba despedirnos de todos aquellos con los que compartimos días enteros, de aquella gran familia en donde todos éramos hermanos, primos, novios y nuestros instructores e instructoras hacían de padre y madre. Padres como Euclides Hincapié, instructor de contabilidad; Simón, de educación física; madres como Miriam Gómez, de legislación laboral, y otros que iré agregando.

Amuchos de aquellos compañeros no volvería a ver, pues al salir a etapa práctica el trabajo en cada una de nuestras empresas nos absorbió de tal manera que nos fue alejando. En mi caso, por ejemplo, perdí la pista de Silvio, mi amigo inseparable quien quedó en una fábrica de Dosquebradas. Solo seguí teniendo algo de contacto con algunos que quedaron en el sector bancario, y por allí coincidíamos en eventos comunes. Cuán útil habría sido un Whatsapp o un Facebook en aquellos días, pero ni modo, aquel que siquiera tenía teléfono fijo era un privilegiado. Las empresas didácticas de ese entonces considero fueron la estrategia más afortunada a la hora de prepararnos a la vida laboral, tuve la fortuna de encontrar instructores comprometidos con la metodología, así mismo la regional Risaralda, pues a falta de una instructora contábamos con dos de ellas de manera permanente, durante las seis horas de la formación, direccionando el accionar de cada uno de los roles dentro de la empresa didáctica. Un saludo a mis amigos aprendices e instructores del SENA, 1981.

SECTOR LABORAL REAL: APLICANDO LO APRENDIDO

Luego de haber pasado las pruebas de selección en el Banco Central Hipotecario de la ciudad de Pereira junto a otros dos compañeros, Arlex y Libia, asistí a mi primera jornada de trabajo, obviamente con el nerviosismo de la primera vez en una empresa tan grande. Ya las instalaciones como tal me abrumaban; era un edificio de catorce pisos que aún existe con algunas modificaciones interiores, pues allí hoy en día funciona el Banco Agrario.

Fui asignado a la señora Gloria de la sección de cédulas, que eran básicamente dos productos financieros, las cédulas de capitalización, que consistían en que los ahorradores se comprometían a llevar una cuota mensual hasta alcanzar el monto que se había propuesto ahorrar, y las cédulas hipotecarias, una especie de bonos que el gobierno obligó a comprar a los empresarios con la finalidad de financiar la construcción de vivienda. Doña Gloria era una señora muy dulce, tenía acento costeño, su origen era samario, de figura delgada que se movía muy lentamente, esto debido en parte a su avanzado embarazo. Las funciones del cargo no eran difíciles. Había que atender público y, obviamente, mantener toda la documentación al día, lo complicado estaba en el manejo de tablas de conversión de intereses según los montos y el tiempo que el cliente estimaba para su cedula de capitalización.

Mi gran prueba de fuego fue cuando doña Gloria se fue a su licencia de maternidad, que por aquella época era algo así como de dos meses. Me dije a mí mismo: «Mijito, ahora sí a probar madera». Yes que la experiencia que adquirí en el banco didáctico del SENAme dio la seguridad de poder hacer bien las cosas. 34

Tanto cuando atendí mi primer cliente solo, sin doña Gloria atrás, y cuando mi supervisor, Jairo Higuita, me aprobó la liquidación que había hecho, sentí una alegría indescriptible, a pesar de siempre haber estado seguro de que saldría bien. El instructor Euclides Hincapié siempre me enseñó que las operaciones había que hacerlas mínimo dos veces, eso hice y eso he hecho siempre. Fui ganando reconocimiento en la entidad durante el año de la etapa práctica. Cuando regresó doña Gloria fui transferido al departamento de crédito, mis compañeros me dijeron: —Jorgito, vas para las grandes ligas. ¿Era un cumplido? ¿O era solo para asustarme? Recuerdo bien que lograron lo segundo y que no era para menos; las cédulas de capitalización eran un juego de niños comparado con la liquidación de créditos por grandes sumas para adquisición de vivienda, el estudio y la liquidación de un crédito podían durar tres o cuatro horas. Días después, cuando el crédito era aprobado, se hacían las escrituras del inmueble, que eran mamotretos de quince a veinte páginas, el banco quedaba con una copia del documento y la oficina de registro con otra, pero como para la época no existía la posibilidad de imprimir dos documentos iguales, alguien se encargaba en una máquina de escribir de hacer dos escrituras iguales y no podía haber ninguna diferencia entre las dos; era y sigue siendo un documento muy importante. Aeste proceso de comparación de escrituras se le llamaba leer de escrituras. Recuerdo bien que «Toño», compañero del primer piso, cuando se enteró que yo iba para el departamento de crédito, me colocó la mano en el hombro y, acompañado de una sonrisa socarrona, me dijo: —Chino, ¿usted qué tal es para leer? —Una tarde somnolienta en el departamento de crédito leyendo escrituras entendí el sentido de la pregunta. En el banco fueron cinco años y luego en una empresa de lácteos ya desaparecida, Central Lechera de Pereira, fueron dieciséis años más. Durante todo ese tiempo no hubo un solo día que no recordase al SENAcomo mi formador en el campo laboral. Todos los puestos de trabajo por los que pasé en las dos empresas fueron de grata recordación, pues en cada uno de ellos imprimí un sello muy personal basado en las técnicas y las habilidades aprendidas, y aun algo más importante fue la enseñanza de nuestros instructores acerca de la actitud siempre positiva con la que debíamos de iniciar siempre cualquier tarea, sin importar el cargo o el oficio, esto para mí ha sido una regla de oro. Mi primer oficio en la empresa de lácteos fue almacenista en el cuarto frío; a los siete meses estaba en oficinas controlando inventarios.

DE REGRESO AL SENA: ROL INSTRUCTOR

Después de mi último empleo en la empresa de lácteos, decidido a trabajar de manera independiente y a hacer mis propios emprendimientos —uno de ellos en la producción de yogurt, en provecho de la experiencia adquirida en el sector—, pasé por todas las penurias que sufre un emprendedor en Colombia. Tras nueve años de sobrevivir entre triunfos y fracasos, finalizando el 2010 se me presentó una oportunidad de oro y fue la de trabajar en el SENAcomo instructor de sistemas en la modalidad virtual, eso gracias a que aparte del Tecnólogo en Contabilidad y Finanzas también tenía un título como Tecnólogo en Sistematización de Datos de la Universidad Antonio Nariño. Estuve poco tiempo en la virtualidad. En junio del 2012 ingresé al programa de la Articulación con la Media apoyando en el tema contable a los grupos, aquí llamadas fichas, del Técnico en Asistencia Administrativa. Para el año 2013, ya como jefe de grupo, me fueron asignadas varias fichas, dos de ellas eran de la institución educativa María Reina de Guática, un pequeño municipio al norte del departamento de Risaralda, del cual no tengo sino buenos recuerdos por todo lo vivido en los dos años que estuve viajando a dar formación, esta vez, ya en mi especialidad en el programa Técnico en Contabilización de Operaciones Comerciales y Financieras. Lo más importante para destacar fue, sin lugar a dudas, el tratar con nuestra gente del campo, transparente, amigable, franca, respetuosa y, sobre todas las cosas, honesta; no podía encontrar otra cosa en mis aprendices que eran el fiel reflejo de las enseñanzas de sus padres.

MIS PRIMERAS EMPRESAS DIDÁCTICAS

Trascurrieron los primeros meses. Había pasado por la inducción en el tema de creación y formalización de empresas didácticas. Tenía claro que la formación en el programa de Articulación tiene los mismos dos componentes fundamentales de siempre, uno es el desarrollo de la etapa lectiva y el otro el desarrollo de la etapa práctica. Me surgió entonces una gran preocupación con esta última fase, porque en una localidad tan pequeña como Guática, con vocación a la agricultura, en donde los negocios son pocos y casi todos emprendimientos son familiares, no habría espacio para un aprendiz haciendo pasantía, solo quedaban tres lugares posibles que eran la Alcaldía, el hospital y la Policía. Pero las pasantías en estas instituciones tenían varios inconvenientes, entre ellos que solo podían recibir unos pocos aprendices; entonces, ¿qué hacer con los otros sesenta aprendices? Otra cosa que me preocupaba, y me sigue preocupando hoy día, es que en esas pasantías muchos chicos no entran a las empresas a desarrollar tareas propias de la especialidad, sino que terminan actualizando archivos, atendiendo en la recepción, o entregando documentos entre dependencias.

Fueron varios días pensando en la estrategia para el desarrollo de la etapa práctica. Tenía claro que utilizaría la estrategia de las empresas didácticas, que yo conocía y había vivido en 1981. Incluso, esta decisión se respaldaba con el hecho de que en el programa de la Articulación con la Media se estaba empezando a implementar esta misma estrategia. Mi problema radicaba en cómo hacer para que su práctica no ocupara mucho tiempo de mi espacio con ellos en el aula desarrollando los conceptos teóricos. Mientras buscaba la solución, hice que formaran empresas en la actividad económica que quisieran, muchas veces aproveché los mismos emprendimientos que desarrollan desde octavo o noveno en las instituciones educativas. Las empresas no tendrían más de tres integrantes, pues siempre he tenido la convicción de que en grupos más numerosos siempre trabajan uno o dos, mientras el resto ve como los anteriores trabajan, y no porque siempre existan los perezosos, sino porque no siempre las tareas asignadas ocupan a todo el grupo. Otra razón para preferir este número de aprendices por empresa didáctica es que resultan al menos diez empresas por cada ficha, lo cual se acomoda perfecto a mi estrategia didáctica, la que consistía en la compra de bienes y servicios en fechas específicas que involucraran, no solo a las empresas, sino además a los aprendices como personas naturales; así habría un buen volumen de facturación. Por esos días asistí a un evento llamado I Rueda de Negocios en la Institución Educativa María Auxiliadora del municipio de Dosquebradas, Risaralda, organizado por la instructora Sol Beatriz Ramos, obviamente apoyada por el líder de la época, el señor César Augusto Cano. En esa rueda de negocios las empresas fueron constituidas de tal manera que los productos o servicios que ofrecían los necesitara una o varias empresas de la misma institución. La organización fue estupenda y como evento me pareció muy acertado. Sin embargo, de aquella rueda de negocios me surgieron varias inquietudes. Una de ellas fue el hecho de que la actividad económica de las empresas fuese direccionada con el propósito de que se prestaran los servicios entre ellas mismas, cosa que me pareció limitante en el accionar y creatividad del aprendiz. Otra de las cosas que me llamaron la atención fue que la facturación era escaza, por lo tanto no había manera de que las empresas generaran los ingresos suficientes para soportar la carga prestacional y de gastos mensuales. Finalmente, considero que, aunque este tipo de eventos es supremamente importante en la interacción de los aprendices, pues son encuentros de manera personal, también pienso que necesitan una gran inversión de tiempo que no se ve compensada con el insumo que estos eventos producen de cara al programa técnico.

NACE EL HIPERCENTRO COMERCIAL VIRTUAL

Cierto día que salí de la iglesia, caminaba de regreso a mi casa y en mi mente seguía dándole vueltas a la idea de cómo lograr una interacción entre las empresas didácticas de aula de manera tal que fuera una actividad ágil, que no consumiera mucho tiempo en su organización y que también produjera un buen volumen de facturación, con el que estuviera más cerca de lo que realmente factura una empresa en la vida real. Entonces fue cuando llegó a mi mente la palabra mágica: ¡comercio electrónico! Apartir de allí me concentré en aterrizar aquella idea y fue así como diseñé la estructura de la actividad que hoy todavía funciona. Primero, las empresas didácticas de aula deberían tener una página web. Inicialmente cada empresa haría su página, para eso se trabajó con páginas fáciles de editar y encontré en la plataforma WIX una gran aliada por su versatilidad. Sin embargo, la plataforma no dejaba hacer pedidos, por lo que fue necesario trabajar con otra plataforma, la argentina Webnode, que aunque menos amigable sí permitía la creación de tiendas online indispensables para hacer los pedidos. El enlazar estas dos páginas nos permitió desarrollar toda la estrategia. Segundo, las empresas didácticas serían creadas con libertad en cuanto a su actividad económica, con la única condición de que si la empresa era de prestación de servicios, también debería vender algunos productos relacionados con el servicio, esto con el fin de no dejar por fuera el manejo del kardex (control de entradas y salidas de mercancías). Tercero, se crearía una página web a la que se le llamaría Hipercentro Virtual. Esta página sería la encargada de alojar todas las demás páginas de las empresas didácticas de aula, en diferentes categorías de acuerdo a su actividad económica. Se convertiría entonces en una empresa didáctica que cobraría el alojamiento mensual y también el diseño de las páginas web. Cuarto, se crearía una página que simulara un cajero automático en donde los aprendices pagarían las compras hechas a través del Hipercentro. Esta página dio origen al Banco Comercial Virtual que funciona en llave con el Hipercentro. Estas empresas son administradas por los mismos aprendices, quienes además del manejo de sus empresas y mediante un proceso de rotación, también prestan sus servicios en estas dos empresas didácticas. Quinto, antes de la fecha designada para las compras, se haría el pago de nómina a empleados. Esta nómina mediante simulación de transferencia electrónica se colocaría en el Banco Comercial Virtual, a nombre de cada uno de los empleados.

Sexto, las compras se harían en dos categorías: personas naturales y jurídicas. Las personas naturales entrarían al Hipercentro y harían compras en cada una de las empresas a nombre propio, y los representantes legales de cada empresa asignarían el número de compras que cada miembro de la empresa haría a nombre de la empresa misma. Séptimo, una vez hecha la actividad, los resultados inmediatos eran que al correo de cada empresa deberían llegar los pedidos hechos por los clientes, con esos pedidos las empresas iniciaban la facturación, la que en promedio contaba cuarenta facturas. Esto desencadenaría el resto del proceso contable, como era la contabilización de las ventas, luego de los pagos, la actualización del kardex, la compra de mercancías para restituir las que se habían vendido, sin talleres, ni ejercicios pensados, todo era producto de un efecto dominó generado a raíz de la jornada de comercio electrónico. Octavo, los aprendices que prestaban sus servicios en el banco se encargaban de abonar a las empresas los pagos hechos por los clientes y, por ende, de hacer los cargos a cada una de las cuentas de ahorro de las personas naturales, para posteriormente enviar los respectivos extractos que servirían de insumo a las empresas para realizar las conciliaciones bancarias.

*** Todo este proceso, que nace con los aprendices de la institución educativa María Reina de Guática, se sigue realizando hasta ahora y no hay un día en que no piense en la dedicación de aquellos jóvenes que se entregaron a sacar adelante el proyecto y que fueron fuente de inspiración para mejorarlo constantemente, son muchos los nombres que vienen a mi mente: Paula Andrea Peláez, Alexandra Hoyos, David, Ximena, John Alexander, Julieth... Para ellos y todos sus compañeros de la época, mi reconocimiento, ha sido para mí una experiencia gratificante en todos los sentidos. Habíamos logrado construir una actividad práctica que abarca casi todo el mes, esto encaja a la perfección con el imperativo institucional del aprender haciendo. Las evidencias se daban por sí solas, pues no solo quedaban en medios electrónicos, como correos y páginas web, sino también en medios físicos, como las carpetas con los soportes contables producidos cada mes.

2018: EL AÑO DE LA RENOVACIÓN

El Hipercentro Virtual logró sus objetivos y alcanzó punto óptimo en el año 2016, cuando conseguimos alojar en la página alrededor de 140 empresas provenientes de 15 instituciones educativas. Establecimos una gran alianza con los aprendices del Técnico en Ventas de Productos y Servicios, aprovechando mi designación como apoyo en la institución educativa San Nicolás, donde se ofertaba este programa que incluye competencias de marketing. En concordancia los capacitamos para desarrollar las páginas web, relevando de esta labor a los aprendices de los demás programas de formación. Para el año 2017 fui designado para apoyar diferentes técnicos, pero sin ser líder de fichas se me dificultó el trabajo en el Hipercentro Virtual, que quedó reducido a su mínima expresión. Para el año 2018 asumió el liderazgo la compañera Diana Cacante, a quien ya conocíamos, particularmente yo que trabajé muy de la mano con ella en la Articulación, tiempo en el cual tuvo información de primera mano sobre mi proyecto en Guática. Alguna vez estuvo evaluando el proceso, recuerdo que sus comentarios fueron muy motivadores. Bajo este nuevo liderazgo, de nuevo volví a ser jefe de fichas en las instituciones educativas Lorencita Villegas de Santos y Santa María Goretti, ambas ubicadas en el municipio de Santa Rosa de Cabal, en Risaralda. Allí renacieron el Hipercentro y el Banco Comercial Didáctico. Rescatarlos me llevó seis meses mientras se estructuraban las nuevas empresas. Al momento de esta crónica ya contamos con 48 empresas didácticas. En Santa Rosa de Cabal existe un proyecto liderado por la compañera Paula Marcela Valencia, que ha sido muy exitoso. En cierta oportunidad me pidió el favor de que recibiera unas contabilidades, pues su proyecto ya tenía demasiadas a su cargo. No sería ningún problema, pensé yo, sino fuera porque las tres fichas mías eran de grado decimo y, por lo tanto, apenas estaban empezando a ver contabilidad. Entonces me devolví al año 2013, en donde debía fabricar una estrategia para preparar a estos aprendices lo más pronto posible. Fue cuando se me ocurrió una idea, para el momento disparatada, que era la de «Hago, después aprendo», un poco el revés de Descartes para formular que «Existo, luego pienso». Este curioso razonamiento nace de la certeza de que los técnicos son inherentemente prácticos, ellos están formados para el hacer, es por eso que los comparé con un técnico electricista, al cual el ingeniero le indica que coja unos cables de determinado color y los instale de cierta manera, así mismo que efectúe los empalmes de cierta forma y que la cantidad de cable deba sumar ciertos metros. Pensé que las preguntas del porqué del color, la manera de los empalmes, la cantidad el técnico electricista podría resolverlas perfectamente después de realizado el trabajo y entendería aún mucho mejor teniendo como experiencia el haber realizado la obra.

NACE EL CENTRO DE ENTRENAMIENTO CONTABLE (CEC) Tomando en cuenta el perfil de un técnico contable se me ocurrió que debía entrenar lo más pronto posible a aquellos chicos de grado décimo, de manera tal que pudieran recibir los soportes contables de las empresas a las cuales se les llevaría la contabilidad. Era simplemente entrenarlos en el conocimiento de los documentos que les llegarían y, por supuesto, qué hacer con ellos una vez los tuvieran en su poder. Para ello debía saltarme mucho de la teoría que en principio se da en contabilidad acerca de los tipos de empresas, los principios de la contabilidad. Tal vez blasfemo al decir que debía saltarme esos temas y en general todo lo teórico —pues no excluí la teorización sobre la naturaleza de las cuentas—, para concentrarme primero en explicarles a mis aprendices qué hacer con las facturas, recibos de caja, comprobantes de egreso, novedades de nómina que recibirían. Pero no lo dudé, esta sería otra revolución, como lo fue el Hipercentro Comercial Virtual, ¡Sí señor! Se llamaría Centro de Entrenamiento Contable, al fin y al cabo eso era, un entrenamiento bajo presión. El cuento del electricista no era gratuito, en realidad funcionaba. Hoy día puedo decir que de los 70 aprendices que pertenecen al CEC, 25 de ellos dominan el tema. ¿Cuál tema? ¿Qué hacen? Cómo es el proceso? Son dos simples pasos. Lo primero es explicarles los soportes contables que recibirán. Lo segundo, más difícil y más importante, enseñarles a interpretar lo que nos dice ese documento, cual es la transacción comercial que se está realizando mediante ese soporte contable. Fue gracioso ver que las cuentas Ttambién me las había saltado, pues ellos aprenden a cuál cuenta llevan los valores según el concepto por el cual se realiza el recibo de caja o el comprobante de egreso. En cuanto a las facturas, puedo decir que fue el momento álgido, pues todas las facturas se titulan como facturas de venta, por lo que los aprendices enfrentan la dificultad de saber cuándo están comprando o cuando están vendiendo y, aun más, qué están comprando o qué están vendiendo. Aquí termino mi historia y quiero finalizar con una invitación a mis colegas. Esta es a pensar que si bien es cierto que hay pedagogías que apuntan a la forma de hacer las cosas, también hay maneras de hacer las cosas que construyen pedagogías.

SOBRE EL AUTOR:

Jorge Eduardo Mesa es Contador Público y Tecnólogo en Sistematización de Datos. Se ha desempeñado como instructor en el SENA desde el año 2010, en la modalidad virtual y en la de Articulación con la Media. Contacto: jemesa@sena.edu.co.

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