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28.EL SANTO DE LOS VENEZOLANOS

28. EL SANTO DE LOS VENEZOLANOS

Para la gente común no hay duda de que José Gregorio es un santo. Lo sienten como un hombre que está muy cerca de Dios y desde allá ayuda a la gente como lo hizo en vida, especialmente a los más pobres y a los que más sufren problemas relacionados con la salud. Se recurre a él con una fe y una confianza que pocas otras figuras de la Iglesia han sabido despertar. Se le piden favores relacionados en primer lugar con la salud, pero también con otras necesidades.

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El rasgo de José Gregorio que más atrae a la gente del pueblo es la caridad y generosidad con que trató a sus pacientes, especialmente a los pobres. La religiosidad de José Gregorio, su acercamiento constante a los sacramentos, su continencia y sublimación sexual, su práctica de la oración diaria, las admiran pero las sienten lejanas a su vida cotidiana. Lo ven muy

elevado y al mismo tiempo muy cercano, con capacidad de ayudar. Esto es lo atractivo en él.

Por otra parte, José Gregorio es un seglar, un profesional, no vinculado a los estamentos eclesiásticos. Los hombres de Iglesia son los que por oficio representan a Dios y deben estar llenos de virtudes. José Gregorio fue un laico, un hombre común, no revestido de la aureola que se atribuye a los sacerdotes o religiosos. Esto es otro rasgo atractivo en su figura.

La veneración a José Gregorio se manifiesta a lo largo y ancho del territorio nacional en capillas, monumentos, cruceros, altares domésticos, placas y exvotos, nombres de hospitales, escuelas, instituciones y establecimientos, imágenes en casas privadas y comercios, santuarios populares, estampitas, calcomanías y pinturas en los vehículos, bailes, danzas y celebraciones en su honor, oraciones, estampas, peticiones de favores y prácticas de santería. José Gregorio ha ingresado en el panteón de los héroes nacionales, cualquiera que sea el nivel cultural o la orientación religiosa de quien lo venera. Se ha convertido en un santo no sólo de la religión católica, sino de todas las expresiones religiosas del pueblo venezolano. Los panteones de María Lionza han incorporado a José Gregorio como espíritu luminoso con poderes de sanación.

Los devotos han colocado miles de placas en la Iglesia de la Candelaria, donde reposan actualmente los restos de José Gregorio, en Isnotú (Santuario del Niño Jesús, casa natal), algunas todavía en su antigua tumba del Cementerio General del Sur, y en otros lugares, que testimonian los favores recibidos. La mayoría sirven para pagar las promesas hechas por los devotos, costumbre muy arraigada en el pueblo venezolano, prometer algo al santo si le concede un favor, que puede ser sanar de alguna enfermedad o accidente, un parto sin problemas, o resolver un apuro económico.

También los intelectuales, aunque no sean religiosos, han testimoniado desde su muerte el aprecio en que le tienen. “’No era un muerto a quien se llevaba a enterrar; era un ideal humano que pasaba en triunfo, electrizándonos los corazones; puede asegurarse

que en pos del féretro del doctor Hernández todos experimentábamos el deseo de ser buenos’. Esto lo dijo nada menos que Rómulo Gallegos”. (Caldera, p. 64).

Tomás Polanco Alcántara lo considera una figura nacional, no por haber sido un gran médico, catedrático o científico, sino por su alto valor espiritual. Es un modelo de conducta que atrae a todos. “Es un orgullo para el país, no porque haga milagros, cure gente o haya sido médico, sino por su valor espiritual” (Citado por Suárez y Bethencourt, p. 431).

Ramón J. Velásquez lo considera un hombre excepcional, arraigado espontáneamente en el pueblo como fenómeno único en la historia venezolana:

“Hasta 1936 el único santo era Juan Vicente Gómez, porque Venezuela era un país mudo y miedoso, la gente no quería ir a la cárcel y la forma de no ir era callando... En la Venezuela de ese entonces lo que no venía del púlpito no se hacía y los únicos santos eran los que estaban en el santoral. El movimiento para santificar a José Gregorio en ese contexto histórico surge de la calle; alguien seguramente dijo que hizo un milagro, otros recordaron quién había sido él, otro dijo que le había puesto una vela y que había recibido un favor... y estos hechos se fueron propagando. El país encontró en él a una persona más del pueblo, un venezolano a quien acudir en el plano espiritual, en el plano de la fe, en el plano de las creencias... Por primera vez en el seno de la fe católica en Venezuela ha surgido un personaje a quien la gente considera que tiene las virtudes y la aureola suficiente para elevarlo del nivel mortal a un nivel superior”. (Citado por Suárez y Bethencourt, p. 438-9).

Yolanda Salas propone una teoría interesante sobre el surgimiento de las devociones populares a los santos:

“Yo he dicho que hay dos maneras de ver la historia, sea colectivamente, es decir, el colectivo asume sus santos y los crea, o de acuerdo a la política del Estado, cuando éste propone los suyos. La Virgen de Coromoto fue propuesta por el Estado y asumida por

el pueblo. José Gregorio fue propuesto por el pueblo, por lo que es una creación colectiva de la religiosidad. En cambio, la hermana María de San José es la santa del Estado, es una forma de santidad que quería el Estado. Era la santa caritativa, de los pobres, ella los recogía y les daba caridad. José Gregorio, dentro de ese proceso democratizador y modernizante, es un santo que quiere sanar a la sociedad, es un santo que quiere higienizarla.” (Citado por Suárez y Bethencourt, p. 440).

Roberto Briceño León resume el parecer de lo que mucha gente de las clases medias y profesionales piensan de José Gregorio:

“Definitivamente, él es el santo de los venezolanos, y además de una manera muy linda, porque representa lo bueno de los venezolanos. Las figuras y los símbolos de alguna manera también representan lo que nosotros somos, porque nos identificamos con ellas. Él es un laico, un profesional, es un hombre, y en términos de espiritualidad y bondad hay un nexo entre la espiritualidad etérea y la espiritualidad terrena. Logró la santidad por su trabajo, por su profesión, por su humildad. Él es el alma de los venezolanos” (Citado por Suárez y Bethencourt, p. 444).

El Papa Juan Pablo II, en su segunda visita a Venezuela en 1996, quedó sorprendido del arraigo que la devoción a José Gregorio tiene en el pueblo venezolano. Le entregaron varios volúmenes con cinco millones de firmas pidiendo su elevación a los altares, algo inusitado en un país de 22 millones de habitantes. La ovación de cinco minutos que interrumpió el discurso del Papa cuando mencionó a José Gregorio ante los científicos en el teatro Teresa Carreño también impresionó al Pontífice. Definitivamente, el reconocimiento de la santidad de José Gregorio por parte de la Iglesia católica es cuestión de poco tiempo. Mientras tanto, el pueblo ya lo ha canonizado y lo ha convertido en el primer santo de la modernidad no sólo de Venezuela, sino de todo el mundo cristiano occidental.

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