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Patrimonio

¿Qué son unos por Graciela de Kuna metros cuadrados más ? Dra. Arq.

El tema del obligatorio confinamiento familiar en las viviendas, es decir, la posible permanencia encerrados a raíz del coronavirus de la población urbana y rural, en sus hogares durante un tiempo bastante prolongado, pone en crisis ¿cuándo no?, el concepto de vivienda Porque qué es una vivienda finalmente si no aquel filtro ambiental que no sólo nos aloja, sino que, además, nos protege del exterior Esa condición de protección y de cobijo que involucra a la arquitectura desde sus inicios, pensemos sino en aquel hombre que por primera vez se refugió debajo de un árbol, conformando así un espacio virtualmente protegido del resto. Ello puede ser relevado en este caso en particular, es decir en el aislamiento que necesariamente está generando esta nueva epidemia que a diferencia de otras (ébola, dengue, etc.) se desarrolló en la zona central del “mundo civilizado”. Pandemia en la que nos vemos inmersos como sociedad global y que pone justamente en crisis esta cuestión de lo global y lo local. O de cómo lo local se hace cargo de la injerencia de la conflictividad global y que, por ello, obviamente, nos involucra a todos. En este caso el problema de la confinación obligada sea familiar o individual en las viviendas pone de manifiesto algunas cuestiones peliagudas en cuanto a relaciones. Es referido a aquello que en algún momento escribió Nicholas Negroponte, informático y arquitecto fundador del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts, USA) en el que sigue siendo profesor. En su libro Ser Digital nos adentraba acerca del tema informático en la década de los 90, particularmente se publicó en 1995. En él, abre el panorama por venir con una anécdota por demás ilustrativa y simple que le sucedió cuando al cruzar una frontera con su computadora le piden que informe el valor y él pone alrededor de 3000 dólares, pensando en que si tuviera que informar acerca del coste de su contenido sería de miles de millones de dólares… En ese libro, Negroponte planteaba que dentro de 50 años (escrito a comienzos de los 90s sería alrededor del 2040) y decir ahora que no falta

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mucho, las costumbres de las sociedades iban a cambiar rotundamente a raíz de la digitalización, en cuanto a los efectos de la informática sobre la sociedad global y la sociedad informatizada. Decía entonces, que estos avances se iban a manifestar directamente a lo interno de cada vivienda y no iban a ser necesarios demasiados espacios sociales, es decir de puestas en común debido a la escasa vocación por reunirse que para ese tiempo tendría la población, más acostumbrada a permanecer en sus viviendas con todas las comodidades en vez de arriesgarse con actividades en el exterior de las mismas. Decía que más allá de aquellos mínimos e imprescindibles espacios que refieren a la vida cotidiana, por ejemplo, en Italia permanecen aún abiertos y con futuro incierto sólo los bancos y los supermercados… pero que allí suponían que a la brevedad también serían cerrados hasta nueva oportunidad. En España están comenzando a hablar de por lo menos cuatro meses de confinamiento… Y que siendo ese el caso planteado por Negroponte, el modo de habitar en la situación global debido a la cotidianeidad de vida a lo interno, y que presenta de alguna manera como “introspectiva”, con excepcionales ocasiones de vivencias fuera de ellas, las viviendas deberían cumplir con una serie de requisitos que hasta ahora no están pensados, excepto en casos puntuales de alto nivel adquisitivo y que básicamente involucraría espacios de recreación, de deportes y de estudio. No es la primera vez que la organización habitual de las viviendas (acceso, estar, comedor, cocina, sanitarios y dormitorios) relacionada con el modo de habitar o el paisaje cultural, se ve cuestionada, reconducida o más aún, reducida. Uno de esos sacrificios sucedió a instancias de los efectos de la Revolución Industrial, los slums conjuntos habitacionales con una pobre calidad de vida, generados a su alrededor por las propias fábricas para alojar a sus obreros y tener garantizada la asistencia a los lugares de trabajo, para ahorrarse metros construidos y también evitar reuniones, sacrificaron en esas viviendas al estar como lugar de encuentro. Y luego siguieron sacrificando habitabilidad por las mal llamadas “buenas prácticas”. Permitiendo un hacinamiento atroz que se ve claramente cuando al observar las fotos satelitales, podemos ver la densidad existente en los barrios de pobres en relación con la de los sectores de viviendas de ricos. ¿Cuánto tiempo iba a llevar descubrir que tal densidad era perjudicial y hasta mortífera? ¿Es inocente el confinamiento de grandes sectores de la sociedad en zonas cercadas cual campos de concentración que empobrece la calidad de vida de nuestros congéneres? No aprendemos de la historia, en donde la sucesión de muertes y pestes fue una constante. Siempre se desataba desde los sectores portuarios y marginales, pero luego arrasaba con todos sin discriminar posición económica. Con las del siglo XIX comienza a ponerse atención en lo que luego se llamó la arquitectura higienista corriente surgida a comienzos del XX con serie de postulados acerca de las buenas prácticas en el diseño promoviendo una particular atención en la iluminación y la ventilación de los edificios, y desde ya, su limpieza. El hacinamiento fue uno de los factores más evidentes que contrarrestarían los nuevos planes urbanos surgidos en ese tiempo. Pero entonces, ¿qué pasó que un siglo y medio después, estamos en las mismas situaciones complejas y peligrosas? Debemos recuperar esa forma de hacer arquitectura que nos aleja del peligro inminente de la gran concentración de personas en espacios mínimos. Es entonces que, en este nuevo período de abstinencia de las puestas en común, de las restricciones en nuestros lugares de intercambio y de interrelación, la llamada inteligencia corporal o inteligencia espacial de los diseñadores debe ponerse más al servicio de la reconfiguración de los modos sanos del habitar, que rara vez están diseñados para la convivencia sostenida de sus convivientes en un tiempo continuo y con cierto grado de permanencia-encierro, sino en función de los intereses políticos, de clase o sencillamente especulativos. Es decir, una forma de inteligencia proyectual más involucrada con los usuarios, los objetos y la pequeña escala. En distinción por contraste con el conocimiento lógico-matemático, que concluye su trayectoria creciente de desarrollo con la abstracción, la inteligencia espacial se desarrolla ligada en lo fundamental al mundo concreto, el de los objetos, sus interrelaciones y préstamos de usos y su ubicación en el mundo. Quizá, ciertamente, con esta nueva situación internacional debida al coronavirus encontramos otra razón del “poder de permanencia” de esta inteligencia tan relacionada con nosotros los diseñadores. Pero el desafío que nos plantea sería el de pensar los objetos en función del uso y el disfrute y no sólo de la necesidad y la conveniencia

MaríaAraceliDuette-MaestroMayordeobras-EstudiantedeArquitectura-duettearaceli@gmail.com-IG@araceliduette