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NOSCE TE IPSUM*

«¡Dios mío! ¡Qué cosas tan extrañas pasan hoy! Y ayer todo pasaba como de costumbre. Me pregunto si habré cambiado durante la noche. Veamos: ¿era yo la misma al levantarme esta mañana? Me parece que puedo recordar que me sentía un poco distinta. Pero, si no soy la misma, la siguiente pregunta es ¿quién demonios soy? ¡Ah, este es el gran enigma!».

Conócete

Las palabras de Alicia nos invitan a preguntarnos quiénes somos y este interrogante es una puerta de entrada al recorrido por el itinerario interior. Para empezar, señala tres ideas, plantea dos preguntas y crea una metáfora de lo que significa el conocimiento propio.

Conocerse es una manera de afrontar la propia realidad y un camino para aceptarse, ponerse delante del espejo y reconocer que quien está enfrente es uno mismo. El conocimiento propio, como dijo santa Teresa de Jesús, es el «camino de la verdad». Es necesario recorrer ese camino para encontrarse con Dios.

A veces, nos da miedo encontrarnos con nosotros mismos porque lo que vemos no nos gusta o no queremos afrontarlo en nuestra vida. Damos largas a la tarea del conocimiento y no somos capaces de enfrentarnos a nosotros mismos.

Imaginemos que nos miramos en un espejo e intentamos elevar una acción de gracias por lo que Dios nos ha dado, por lo que somos, por lo que refleja el espejo y por lo que no se ve, por lo visible y lo invisible.

Relaciónate

Los demás son fuente de conocimiento para nosotros, y nuestra relación con ellos y ellas nos ayuda a ahondar en nuestro propio interior. Nos encontramos a personas en el camino, compartimos con ellas la vida y elegimos quiénes queremos que nos acompañen. Así, nos hacemos conscientes de que poner atención en cada una de ellas nos ayuda a comprendernos y a aceptarnos.

Trasciende

Pasamos de nosotros mismos y de los demás, al encuentro con Dios. La conexión es triple a la hora de conocernos y entendernos. Terminamos este taller escuchando la Palabra de Dios porque significa ponernos al alcance del Espíritu y, a la vez, es una oportunidad para poder continuar en ese camino de interioridad. Lo hacemos con el pasaje de Zaqueo, donde Jesús invita al publicano a que comparta el camino con él y, así, salvar al que estaba perdido. Igualmente lo hace con cada uno de nosotros: ¿seremos capaces de reconocerlo? Escuchamos el texto con atención y hacemos silencio al terminar.

«Entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: “Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa”. Él se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”. Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: “Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más”. Jesús le dijo: “Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”».

Actividades

1 Divide una hoja de papel en tres partes e intenta reflejar cómo vives el conocimiento propio en los tres niveles que hemos trabajado: contigo mismo, con los demás y con Dios. Construid un collage con las aportaciones.

2 Después de haber hecho el recorrido del conocimiento, revisa las ideas, las preguntas y la metáfora que planteaste al principio del taller. Compara tus ideas iniciales con las que tienes después de haberlo realizado. ¿Se han modificado? ¿Por qué?