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ANTÍGONA Y CREONTE: EL TRÁGICO DILEMA ENTRE LEY DIVINA Y LEY HUMANA
from Enero/2023
El desencadenante más explícito del desacuerdo y la confrontación entre Antígona y Creonte es el edicto que éste proclama tras la guerra fratricida. Dice así el v. 191:
[…] he hecho proclamar un edicto a los ciudadanos acerca de los hijos de Edipo. A Eteocles, que murió luchando por la ciudad (πόλις) tras sobresalir en gran manera con la lanza, que se le sepulte en su tumba y que se le cumplan todos los ritos sagrados que acompañan abajo a los cadáveres de los héroes. Pero a su hermano -me refiero a Polinices-, que en su vuelta como desterrado quiso incendiar completamente su tierra patria y a las deidades de su raza, además de alimentarse de la sangre de los suyos, y quiso llevárselos en cautiverio, respecto a éste ha sido ordenado por un heraldo a esta ciudad que ninguno le tribute los honores postreros con un enterramiento, ni le llore. Que se le deje sin sepultura y que su cuerpo sea pasto de las aves de rapiña y de los perros, y ultraje para la vista. Tal es mi propósito, y nunca por mi parte los malvados estarán por delante de los justos en lo que a honra se refiere. Antes bien, quien sea benefactor para esta ciudad recibirá honores míos en vida igual que muerto.4
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Así, este edicto proclamado por Creonte prohíbe dar sepultura a Polinices quien traicionó a Tebas irguiéndose como rival de la guerra de parte de los argivos. A raíz de esta deslealtad, Polinices ya no es considerado como ciudadano tebano sino como un extranjero y entonces no existe la obligación de enterrarle siguiendo los ritos tradicionales que dictan las divinidades para que su alma pueda descansar en paz en el inframundo. Este edicto inmediatamente se presenta ante Antígona, en tanto que hermana de Polinices, como un elemento externo que entra en lucha con sus valores familiares entre los que se encuentra el deber de dar digna sepultura a sus dos hermanos independientemente de su estatuto político en tanto que ciudadanos. De esta manera Sófocles anuncia el dilema trágico de la obra: ¿a qué ley debemos atenernos en esta extrema situación? ¿debemos acatar la ley humana recién establecida mediante el ejercicio de poder de Creonte como nuevo rey de Tebas o, por el contrario, debemos permanecer fieles a la ley divina en la que se basan los valores tradicionales que dictan que todos los muertos deben ser honrados debidamente?5 En esta ocasión ¿cuál de ellas prevalece? Esta disyuntiva no sólo resulta problemática para Antígona e Ismene, sino que anteriormente y fuera de escena ha debido serlo para Creonte pues a la proclamación del edicto le precede una decisión entre las dos mismas opciones que se le presentan a Antígona. ¿Los ritos fúnebres de Polinices deben darse en virtud del carácter político de su persona, es decir, en tanto que traidor de Tebas o bien esos ritos deben tener lugar en virtud del parentesco familiar entre Creonte y él, es decir, en tanto que es su sobrino?6
Si bien el dilema ante el que se encuentran es esencialmente el mismo, Creonte y Antígona responden de manera radicalmente opuesta. Creonte opta por la ley humana mientras que Antígona le desafía optando por la ley divina: he aquí el conflicto (πολεμός) entre dos aspectos definitorios de la vida humana (naturaleza versus cultura). Así pues, las bases de la forma de entender la ciudadanía de
Creonte, donde ciudadanía se identifica con lealtad, empiezan a temblar ante la perspectiva presentada por Antígona. Ella no niega que Polinices haya cometido traición contra Tebas, pero no es ésa su única conexión con dicha ciudad, sino que él, a pesar de su deslealtad, mantiene lazos familiares con Tebas y es en ese aspecto que debe ser enterrado de la manera correspondiente. En otras palabras, Creonte piensa la ciudadanía como un contrato que ciertas circunstancias o comportamientos pueden romper, i.e. una ciudadanía “por ley”. De manera opuesta, Antígona concibe la ciudadanía como algo absoluto, inalienable, innegable; como una ciudadanía “por naturaleza”.
Otro de los aspectos interesantes de los personajes protagonistas de la tragedia es que su enfrentamiento se mantiene gracias a la firmeza de espíritu y la sólida creencia en sus valores. El mismo empeño que muestra Creonte en defender los valores políticos conformados por las costumbres de la πόλις lo tiene Antígona por defender los valores tradicionales de la familia y las divinidades; uno hasta el punto de dejar cruelmente insepulto a su sobrino y matar a su sobrina, y la otra adoptando una actitud muy socrática muriendo en nombre de la ley que defiende. Ambas figuras son más cercanas entre sí de lo que parece en un primer momento: supongo que hay algo de cierto en aquel refrán que dice que los extremos se tocan.
De un lado, Creonte se yergue como símbolo de poder y autoridad en tanto que gobierna Tebas ejerciendo un régimen tiránico por lo que sus decisiones y actos en la medida en que son suyos se convierten en ley. No es necesario decir que todo aquello que contrarie esta ley será acusado de insolencia e insubordinación y será castigado consecuentemente, como es el caso de Antígona. Por su parte, el espíritu de Antígona sólo se ve turbado ante la posibilidad de que Polinices no sea enterrado debidamente, pero, una vez hecho eso, se muestra imperturbable ante las consecuencias que sus actos traen. Ella acepta su destino pues sabe que es inevitable luchar contra él como bien demostró su padre Edipo, sus hermanos y como, más tarde, también demostrarán Ismene y Creonte. Es por esto por lo que como si del súperhombre de Nietzsche se tratara Antígona dice:
Así, a mí no me supone pesar alcanzar este destino1. Por el contrario, si hubiera sentido que el cadáver del que ha nacido de mi madre estuviera insepulto, entonces sí sentiría pesar. Ahora, en cambio, no me aflijo. Y si te parezco estar haciendo locuras, puede ser que ante un loco me vea culpable de una locura (v. 465).
Antígona es en todo momento consciente de la situación, pero nada ni nadie consigue sembrar la duda sobre la benevolencia que ella misma atribuye a sus acciones. En tanto que actúa siguiendo firmemente sus valores, la ley divina, lo que ella cree que es correcto, no hay en su ánimo ni un ápice de arrepentimiento. Es imposible no ver el carácter heroico en sus actos pues, a la postre, su muerte constituye un sacrificio en honor a la ley divina y en defensa de los valores familiares, de todo aquello que es naturaleza y que no es construido por el hombre. Así, Antígona da muestra de su convicción a lo largo de toda la obra: “La interrogábamos [los guardianes] sobre los hechos de antes y los de entonces, y nada negaba.” (v. 434); [Creonte] […] “¿Confirmas o niegas haberlo hecho?” (v. 442); [Antígona] “Digo que lo he hecho y no lo niego.”; [Creonte]
[…] “¿Sabías que había sido decretado por un edicto que no se podía hacer esto?”; [Antígona]
“Lo sabía ¿Cómo no iba a saberlo?” (v. 448). Asimismo, resulta fundamental incidir sobre el carácter racional de la decisión de Antígona puesto que Creonte intenta desacreditarla en varias ocasiones mostrando así su lado más misógino7. El rayo que le cae acusándola de insolencia no es el de Zeus sino el de la ley humana configurada en este caso por Creonte:
[Antígona] no fue Zeus el que los ha mandado publicar ni la Justica
(Δίκη) que vive con los dioses de abajo la que fijó tales leyes para el hombre. No pensaba que tus proclamas tuvieran tanto poder como para que un mortal pudiera transgredir las leyes no escritas e inquebrantables de los dioses. Éstas no son de hoy ni de ayer, sino de siempre, y nadie sabe de dónde surgieron. No iba yo a obtener castigo por ellas de parte de los dioses por miedo a la intención de hombre alguno. (vv. 450-460)
A este respecto Creonte intenta argüir que su edicto interpreta la voluntad de los dioses: “no puede ser que los dioses den honra a alguien malvado” (v. 288). En síntesis, Creonte exige obediencia absoluta a la ley humana, es decir, por encima de cualquier otra consideración y sin preguntarse sobre la moralidad de dicha ley: «no existe un mal mayor que la anarquía» (v. 671) todo ello en virtud de mantener el orden de la pólis. La respuesta de Antígona es que la ley estatal no es absoluta: puede ser quebrantada en términos de desobediencia civil en casos extremos, como es el de Polinices y el de honrar a los dioses, cuyo gobierno y autoridad sobrepasan la de Creonte.
II.
ANTÍGONA E ISMENE: DOS REPRESENTACIONES FEMENINAS
DE LOS VALORES TRADICIONALES Y LA LEY DIVINA
La tragedia da comienzo con un emotivo e intenso diálogo entre Antígona e Ismene. Para Ismene la muerte de sus dos hermanos resulta tan atroz que le imposibilita tener una percepción rigurosa del mundo exterior. Y bajo la influencia de esta alteración de su espíritu, a diferencia de Antígona, decide respetar el edicto por miedo a Creonte e intenta convencer a su hermana de que haga lo mismo, pero sus esfuerzos resultan vanos. Lo trágico de la relación entre estas hermanas radica en que ambas creen en la preeminencia de la ley divina y se rigen por los mismos valores, pero reaccionan de manera radicalmente opuesta ante la muerte de sus hermanos y el edicto de Creonte. Como decíamos, el choque entre la ley humana y la ley divina resulta estremecedor e incapacitante para Ismene pues “somos mujeres y no podemos enfrentarnos al poder” (v. 60). Ismene tiene miedo de correr el mismo destino que sus parientes pues después de todas las desgracias que han asolado a su familia, a sus abuelos, a sus padres y ahora a sus hermanos… con cuánto mayor infortunio pereceremos nosotras dos, solas como he mos quedado, si, forzando la ley, transgredimos el decreto o el poder del tirano. Es preciso que consideremos, primero, que somos mujeres, no hechas para luchar contra los hombres, y, después, que nos mandan los que tienen más poder, de suerte que tenemos que obedecer en esto y en cosas aún más dolorosas que éstas. Yo por mi parte, pidiendo a los de abajo que tengan indulgencia, obedeceré porque me siento coaccionada a ello. Pues el obrar por encima de nuestras posibilidades no tiene ningún sentido. (vv. 49-68)
Ismene en tanto que no se rebela contra la ley humana de Creonte por miedo a las consecuencias es igualmente víctima de un destino trágico, diferente al de Antígona, pero me atrevería a decir que más fatal aún. Además de todo lo ya sucedido Ismene se ve obligada a presenciar la ejecución de la última de sus hermanos y a vivir sabiendo que no pudo hacer nada para remediarlo y que, si sigue con vida es, como le recrimina Antígona, porque no se atrevió a honrar debidamente a Polinices. Es más, Antígona le priva de la posibilidad de morir y huir de ese dolor: [Ismene] “¡hermana, no me prives del derecho a morir contigo y de honrar debidamente al muerto! Antígona no quieras morir conmigo, ni hagas cosa tuya en lo que no has participado, será suficiente con que yo muera” (v. 545). Así pues, Ismene se ve inevitablemente abocada a un desgraciado destino, pero sin haberlo elegido: ahí radica lo trágico de este personaje. El fatal destino (μοῖρα) de la familia de Edipo sigue cumpliéndose: vemos que las actitudes de cada hermana frente a la situación son completamente opuestas (Ismene acata la ley humana; Antígona actúa en contra8) pero ambas son víctimas de una trágica moira a cada cual peor que la anterior.
Por otra parte, el hecho de que los dos primeros personajes en aparecer en escena en toda la tragedia sean las dos hermanas no es ninguna casualidad. Éstas aparecen como representación femenina de la familia pues al principio de la tragedia, a pesar de la muerte de Eteocles y Polinices, aun cabe hablar de familia pues aún hay una familia que salvar: recordemos que Creonte es el tío de ambas y Hemón su primo y también prometido de Antígona. Ellas, en tanto que encarnación de la ley divina y de los valores tradicionales sienten el deber de otorgarle los honores a Polinices tras su muerte; sienten que deben actuar como buenas hermanas y no en tanto que ciudadanas o súbditas del rey. Pronto nos percatamos que su relación fraternal es el único vestigio de familia que queda en la tragedia pues Creonte parece haber dejado completamente de lado estos valores excepto en lo que a su hijo se refiere. Es por esta razón que la muerte de Antígona resulta tan desoladora: no solamente porque muere como una heroína defendiendo los valores en los que firmemente creía, sino porque con su muerte cualquier esperanza para Tebas basada en lo que la idea de familia representa se desvanece como un suspiro.