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LA POESÍA COMO UN ACTO DEL HABLA (UN DECIR QUE SE INSTALA EN LOS BORDES DEL LENGUAJE)

POR GALO LÓPEZ ZÚÑIGA

Académico, administrador público y cientista político

UNA BREVE EXPLICACIÓN DE ESTE TEXTO

En la actualidad me encuentro escribiendo un texto sobre el valor y la profundidad de lo humano. Un libro en donde, entre sus múltiples dimensiones y aspectos de aquello que nos constituye y distingue, me adentro en las cualidades del lenguaje. Ahí, siguiendo la línea de pensamiento de Rafael Echeverría, se destaca el valor de la comunicación y el lenguaje, entendiendo su doble significación. Por una parte, la comunicación como un proceso que parte por cumplir como mínimo una función contable, por cuanto nos sirve para nominar la realidad, es decir, dar cuenta, contarla a otro o a uno mismo para comprenderla. Así, referirnos al lenguaje como una herramienta necesaria para dar cuenta de lo que la realidad observada es. En tal sentido, el lenguaje cumple una función mediática e instrumental, útil para nombrar las cosas que percibimos y comprendemos.

Sin embargo, el lenguaje como característica de lo humano, en cuanto a su estructura y contenido simbólico, adquiere otra dimensión distinta y superior de esa cualidad contable o mediática de la realidad, ya señalada. Aquí, el lenguaje adquiere otra potencialidad, en donde toda posibilidad y acción lo es primero en el lenguaje. En efecto, primero pensamos haciendo uso del lenguaje, es decir, de todas las palabras, estructuras y la sintaxis que el lenguaje nos proporciona. Por lo tanto, el lenguaje es posibilidad y acción, en cuanto el acto mismo se funda en su origen, se ejecuta y se desarrolla en el lenguaje, pues el lenguaje es el que le da forma, sentido y estructura a la acción.

En esta segunda acepción del lenguaje, ha surgido esta reflexión respecto de la poesía como acto creativo y fundacional que surge desde el lenguaje. Y aquí lo curioso, un acto que emerge desde las limitaciones de lo humano y de ese recurso narrativo de que se dispone. En efecto, un recurso limitado y sujeto a sus propias reglas (de la gramática y la sintaxis), para que lo humano se adentre hacia los misterios de la creación, irrumpa en la muerte y su vinculación con la vida, devele lo que se oculta y revista lo que se ha vestido para ocultar una verdad silenciada. En este sentido, vaya esta reflexión sobre el alto valor de la poesía como acto del habla.

La Poes A Un Decir Desde Los Bordes Del Lenguaje

En su caso, la poesía podría entenderse como una actividad solo expresiva, en tanto que el hablante (el poeta) podría no tener un interlocutor y tan solo valerse de sus versos como vehículos de la comprensión y de la expresión de aquello que moviliza su decir. Sin embargo, aun en este caso, la poesía mantendría su impronta comunicacional; en tanto que el interlocutor pudiera ser el mismo poeta que requiere establecer una voz consigo mismo o con la imaginación creativa de hablar con algo o alguien que lo trasciende. En otros términos, comunicarse con un destinatario imaginario que está más allá -incluso- de su propio tiempo, de su propia existencia, de su propia finitud o de su propia comprensión. Simplemente, un destinatario a quien comunicar esa pulsión comprensiva, expansiva y expresiva que lo moviliza.

Por ello, quizás la poesía sea el acto comunicacional en su esencia, ya que expone e impone el drama de adentrarse hacia lo nuevo, pero evidenciando las limitaciones de la herramienta de que dispone el hablante para cumplir con su cometido comunicacional, es decir, las limitaciones del lenguaje. Una herramienta que muestra su modestia y sus restricciones, ante la infinitud multidimensional de los misterios, de lo invisible y de lo inconsciente que es la realidad y que son las emociones que simplemente nos exceden. Con ello, la paradoja del lenguaje, pues a pesar de la prisión de la gramática, de las estructuras lingüísticas y de las limitadas palabras encerradas en sus específicos idiomas, la poesía descubre en sus talantes oblicuos e indirectos, nuevas formas interpretativas de aquello que estaba más allá de la comprensión, llevándonos de la mano de las emociones hacia un estado distinto -y por qué no también superior- al ver lo nuevo y lo renovado. Un avance en la dirección de aquello que está más allá de los bordes comprensivos de lo humano. De esta forma, el poeta es un peregrino que va en la avanzada de la historia y de las emociones, abriendo múltiples formas comprensivas de ese misterio que se oculta y que se devela a la fuerte fragilidad de sus metáforas, de sus analogías, de sus formas interpretativas. a “Amo el amor de los marineros que besan y se van” (Pablo Neruda), a “Yo quiero ser llorando el hortelano de la tierra que ocupas y estercolas” (Miguel Hernández), a “Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada” (Jaime Sabines), a “Toda naturaleza es un anhelo de servicio. Sirve la nube, sirve el viento, sirve el surco” (Gabriela Mistral). a “Piececitos de niño, azulosos de frío, ¡cómo os ven y no os cubren, Dios mío!” (Gabriela Mistral), a “Ganaremos nosotros, los más sencillos, ganaremos, aunque tú no lo creas, ganaremos” (Pablo Neruda, a “Caminante, son tus huellas el camino y nada más; Caminante, no hay camino, se hace camino al andar” (Antonio Machado), a “No te quedes inmóvil al borde del camino, no congeles el júbilo, no quieras con desgana, no te salves ahora, ni nunca, no te salves” (Mario Benedetti).

Y así, tantas formas que traen hacia la vida nuevas formas de verla, de sentirla y de vivirla, a la luz de una nueva interpretación que devela lo que no estaba a la vista.

Aunque también, el poeta es el rebelde que desafía e incomoda al poder cuando éste quiere ocultar en su realidad interesada la verdad y el dolor de los otros.

Y aquí también, nuevas voces que convulsionan a la consciencia adormecida en la pasividad cómoda en la que se está. Ahí, el poeta denuncia los pactos de silencio y los interpela evidenciando la injusticia cancelada por los que se tienen que someter. En todos estos casos, la poesía se adentra en lo desconocido y en lo incómodo, para traer con nuevas y con las viejas palabras, con nuevas interpretaciones o con nuevas relaciones lingüísticas, las metáforas que permitan despertar una nueva y superior consciencia para comprender de otra forma la misma realidad en la que se vive. En todo ello, la poesía va más allá de lo meramente causal y racional, es decir, de la lógica de los antecedentes que explican los consecuentes. A diferencia de esa secuencialidad, la poesía abre la imaginación hacia mundos que van desde lo explícito hasta lo supuesto; siendo así, un acto creativo de nuevas realidades por sentir y comprender, extrayéndolas desde el silencio para darles la sonoridad y el ritmo que las haga evidentes.

Sin embargo lo curioso de este acto creativo, en tanto que la poesía nos permite superar la contradicción limitativa del lenguaje como recurso explicativo. En efecto, ante la agonía del lenguaje que se agota frente a una realidad tan extensa, la poesía hace germinar a las palabras con una nueva potencia comprensiva. Así, reconociendo las limitaciones del lenguaje ante la inmensa, infinita e indescifrable realidad, la poesía vuelve al mismo lenguaje que renace desde sus bordes con nuevas interpretaciones de aquello que la comprensión necesita capturar.

De ahí, la potencia creativa de la poesía que vemos en los desafíos que esta asume, a saber: El primero, la pulsión expresiva que demanda la comprensión, como fuerza o pasión expansiva de la consciencia de querer referirse a algo que se necesita concebir de manera diferente y nueva, yendo a su esencia. Un ir hacia algo que es necesario desvestir, para revestirlo con nuevos significados que muestren esa misma realidad como algo inédito. Algo así como redescubrir al deshojar una realidad que es necesario develar, pero a la vez revistiéndola con nuevas hojas que le muestren su nueva o renovada identidad. El segundo, en tanto que ese anhelo comunicacional nos lleva hasta el borde de los recursos narrativos del habla. En efecto, la poesía, aunque se vale de los medios formales y lógicos del lenguaje y la comunicación, el objeto hablado es llevado hacia sus bordes o traído desde más allá de ellos, es decir, en donde ya no existen términos habituales o los adecuados para dar cuenta de esa voz inédita que reclama esa realidad que es necesario comprender. El tercero, que nos adentra en el misterio de realidades infinitas que claman por ser asumidas por los recursos limitados del lenguaje y la comunicación, es decir, nos muestra las limitaciones de lo humano para comprender lo que nos excede. El cuarto, hacer de la voz, de la armonía y de los silencios, una narrativa que interpela a la conciencia. Y el quinto, el desafío que la poesía asume al buscar la alegría o la esperanza que necesita despertar, iniciando el amanecer de la vida con los nuevos significados que requiere el vivir.

En síntesis, quizás la poesía, que suele -curiosamente- volcarse hacia la vida, sea la actividad humana que más se aproxima a la muerte. Y ello, en tanto que la misma poesía pudiera hacernos comprenderla como la gran liberadora, al mostrarnos desde los límites del lenguaje aquello trascendente que nos excede. Así, hace visible y accesible al entendimiento lo que no era evidente desde la estrecha inmanencia de nuestra existencia finita. De esta forma, la muerte como aquello que está más allá de la vida y que, como tal, bien podría ser aquello que nos libera del cuerpo y sus vicisitudes, del tiempo y su linealidad y, por cierto, del lenguaje y sus limitadas estructuras y vocablos. En ello, la poesía nos lleva hacia aquello que nos excede, ampliando los límites de la vida al permitirnos ver esa dimensión superior a la comprensión.

En otros términos, la poesía nos amplía la vida desde los bordes del lenguaje, como si le rebatara los misterios a la muerte. A la muerte como aquel estado que ya no requiere siquiera de la consciencia, es decir, del desdoblamiento o separación de un sujeto que comprende, ante una realidad que lo interpela por su comprensión. Por ello, la poesía podría ser el desafío que urge al poeta por empujar desde el lenguaje los límites de ese mundo del cual se es parte y que, curiosamente, el mismo lenguaje le impone sus límites. Simplemente, un sujeto limitado que desafía esas limitaciones, teniéndose que valer de formas oblicuas, tangenciales y de borde que, haciendo uso de las mismas reglas que le impone la cárcel de la gramática, se adentra en lo desconocido para desvelar los misterios que han llevado a lo humano a ver lo que no está a la vista de su limitada existencia.

En resumen, la poesía es así la habilidad Interpersonal en esencia, en tanto que asume el desafío comunicacional desde los bordes, valiéndose aún de los limitados recursos lingüísticos de los que dispone. Abre mundos y nuevas formas para comprender la complejidad de lo humano y de los misterios que llevan a nuevas formas de comprensión, incluida por cierto, la rebelión ante las ataduras de su tiempo y lugar.

ANOCHE CUANDO DORMÍA

Antonio Machado

Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusión!, que una fontana fluía dentro de mi corazón.

Di, ¿por qué acequia escondida, agua, vienes hasta mí, manantial de nueva vida de donde nunca bebí?

Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusión!, que una colmena tenía dentro de mi corazón; y las doradas abejas iban fabricando en él, con las amarguras viejas blanca cera y dulce miel.

Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusión!, que un ardiente sol lucía dentro de mi corazón.

Era ardiente porque daba calores de rojo hogar, y era sol porque alumbraba y porque hacía llorar.

Anoche cuando dormía soñé, ¡bendita ilusión!, que era Dios lo que tenía dentro de mi corazón.