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Eliécer Cohen Daza

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Eliécer Cohen Daza “Se tituló con elogios como ingeniero mecánico en 1970” Testimonio de Lydaines Oliviella

¿Quién era? Eliécer y yo teníamos 27 años de casados, de convivencia continua. Él había estudiado en la Universidad Nacional, se tituló con elogios como ingeniero mecánico en 1970. Él armó y trabajó en una empresa que se llamaba Laser Lisaca que funcionaba en Soacha- Él era ingeniero mecánico de la fábrica. Fabricaban flos y tanques de almacenamiento, como los que portaba el tren, los que están todavía en la autopista norte en la acera occidental, hay unos flos de almacenamiento, todavía están ahí creo yo; hace muchos años no paso. Muchos tanques de almacenamiento que hay en Colombia los armaba la empresa de mi esposo, porque él salió de Laser Lisaca, se asoció con Rafael Amado Gutiérrez, un pensionado de Ecopetrol, ingeniero de petróleos, y comenzaron ellos dos en su empresa a trabajar.

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Vivimos 27 años, tuvimos tres hijos varones, el mayor se murió de 4 años. Sobreviven Édgar, que es un ingeniero de sistemas y Eliécer que es un médico, ambos de la Nacional. Eliécer armó su empresita, su frma era: Amado Cohen y compañía Ltda. Ingenieros. Ese día, por circunstancias de la vida, el socio de mi esposo, Rafael, estaba de cumpleaños y este optó por no ir con Eliécer a Cali. A Eliécer no le tocaba ir en ese avión, a él le tocaba el avión subsiguiente; sin embargo, como quedó el cupo desocupado, porque se bajó el político que sabemos que se bajó ¡sin avisar! Si a él le avisan de una bomba, pues… César Gaviria, yo lo señalo, debió bajarse del avión, pero avisar que revisen el avión; pero no le importaba sino cuidarse él solo. Eso él a Dios le rendirá cuenta, pero en su espalda lo tiene.

Mi esposo se subió a ocupar la banca desocupada, porque le correspondía, creo yo, yo considero; yo soy creyente de Dios y considero que a él le tocaba morirse ese día bajo esas circunstancias, porque no había nada en el panorama que tocara a Eliécer, a mí o a mis niños. Ya sucedió el evento.

Vivíamos asombrados, trabajábamos, los niños estudiaron en el Colegio Americano de Bogotá, excelentes estudiantes gracias a Dios, pero en ese tiempo en que vivíamos, hacíamos lo imposible por no dejar solos a nuestros niños, ese era nuestro enfoque vital, por tanto desorden, por tanta situación

violenta que se vivía en Colombia. Mientras no te afectara a ti directamente era aceptable, como se ve todavía. ¡Qué lástima que hayan violado a la niñita indígena siete hombres como ha sucedido hace poco!

Se sabe, y yo, Lyda Inés, sé de fuente cierta desde mi humildad, desde mi pobreza, pero yo sé de dónde ha provenido todo el desastre colombiano, por la avaricia de un solo hombre que no creció porque sus neuronas estaban ocupándole todo el cuerpo. Si ese personaje le hubiera hecho un solo bien a Colombia, no habría mejor país en el universo que Colombia, pero… bueno.

Sucedieron muchos eventos, yo me acuerdo cómo llorábamos con mi esposo, mis niños y yo, viendo en televisión las imágenes de Luis Carlos Galán. Lo conocíamos, habíamos almorzado con él, no por política, porque nos caíamos bien, dos, tres, cinco ocasiones; y ver cómo se acabó una vida que prometía tanto al país. Me acuerdo de Rodrigo Lara que también lo conocimos mi esposo y yo. No es deducible cuánto daño, […] le ha hecho “el paisa” al resto de Colombia, toda la “mondá” sobreviene “del paisa”. No escondo a “Jorge 40” que es de Valledupar, yo no lo conozco, no es mi pariente, pero sé que “Jorge 40” y “Simón Trinidad” pues eran nombres que adquirían del mismo “chiquitico”, de acuerdo.

Era una época violentísima, yo trabajaba en Ecopetrol, mi esposo trabajaba, mi ofcina estaba en la calle 33 con carrera 13, y mi esposo tenía su empresita en la calle 39 con carrera 18, entonces era un paso, y de ahí quien […] se desocupara primero, para el Colegio Americano a recoger a los niños e ir a casa. Vivíamos en el edifcio antiguo del norte en el barrio Bella Suiza, allá vive ahora mi hijo menor, porque trabaja con la Fundación Santa Fe hace muchos años, vive allá por cercanía a su trabajo.

Él era complicadísimo, vivíamos en ascuas permanentemente, no queríamos ni siquiera salir a almorzar, preferíamos quedarnos en la ofcina y comer, comenzaban a verse las toallas de papel para secarnos las manos que había en la empresa, y eso era nuestro mantel, nuestro individual para almorzar. Sí podíamos caminar, o nos poníamos un punto intermedio de encuentro mi esposo y yo y almorzábamos, o no podíamos por razones de que él estuviese ocupado, él más que yo, porque yo era una asistente secretaria de una jefe de departamento, cuando se murió mi esposo.

Pero de todas maneras nos esmerábamos por mantener y no ocultábamos a nuestros niños, pero tampoco les mostrábamos pues como masoquistas a que vieran los desastres. Sin embargo, ellos recuerdan algunas mañanas que yo los dejaba en la puerta del colegio, los veía que entraban y yo me iba para mi trabajo, para Ecopetrol, subía por la 45 a la 13 y ahí llegaba a Ecopetrol. Al llegar a Ecopetrol a parquear mi carro, tenía que salir inmediatamente porque escuchaba en la radio que habían matado a un padre de familia que acababa de abandonar a su niño en la puerta principal del Colegio Americano, y yo corría otra vez a confrmar que los niños estuvieran bien. Al enterarme quién había sido el papá muerto, no recuerdo el nombre, pero era un señor que se dedicaba a la lavandería, y fue a dejar a sus niños. Era un Renault 4 que le adicionaban una especie de cabina cerrada atrás, y mataron al señor, lo mataron, pasó alguien y le disparó sin problema; eso me impactó sobremanera.

Yo lloraba mucho, afronté esa situación, no me dejaron ir, Rafael Amado me hizo ir. En Ecopetrol me atendieron súper bien, me dieron el día libre y me fui para la empresa de mi esposo, en donde tuve que comenzar a ponerle frente a la situación. Yo soy sola en Bogotá. Por primera vez logré darles la noticia a mi par de muchachitos que ya se habían desayunado ese lunes 27 de noviembre del 89, yo llamé a mis niños, me contestó el que hoy es médico, el menor de 14 años, y le dije: –tu papá acaba de dejarnos para siempre, hubo un accidente, explotó el avión y él no alcanzó a llegar a Cali, y me dijo: –mamá con esas cosas no se juega; él todavía se acuerda.

Se bañaron, se vistieron formales y se vinieron en un taxi. Primera vez que yo corría el riesgo de dejar a mis hijos, pero era una necesidad imperiosa, yo tenía que estar en la empresa de mi esposo, porque casualmente la empresa de mi esposo se había liquidado el sábado anterior, yo no sabía. Solo la hermana de mi esposo, que ahora vive en Tenjo, ella fue quien, como abogada, ayudó y acompañó a su hermano. Dios y ella saben si se benefció, pero mis hijos y yo, gracias a Dios, a pesar de las circunstancias, yo seguí trabajando en Ecopetrol, mis dos niños fueron becados, terminaron su bachillerato, después se presentaron a la Universidad Nacional, ambos pasaron. Fui realmente bendecida, muy pobreteada, muy humillada, muy envidiada porque creían que había quedado navegando. ¡Nos pasó a todos! Todos creyeron que Avianca nos había bañado en oro puro. Eso fue difícil, bastante desesperante, porque esa situación y la violencia colombiana no ha terminado.

Pertinencia de las medidas de reparación. Yo tengo credibilidad absoluta, y no me la va a cambiar nadie. Yo sé que Avianca, entre las personas que la representaban, mi caso particular, por ejemplo, Avianca me hizo frmar. En aquella época se acostumbrada a que el cheque tenía copia original, tenía papel carbón y tenía comprobante de egreso que daba la copia original de lo que se había escrito en el cheque. Yo frmé sin ver el comprobante de egreso, donde la copia del carbón decía que Avianca me entregaba como indemnización a mí como viuda, como cónyuge supérstite y en representación de mis dos menores hijos, me entregaban treinta y dos millones de pesos, ($32.000.000). Yo frmé el comprobante de egreso en original, le puse la huella dactilar, la persona cogió el comprobante de egreso, lo guardó en su maletín, y de otro lado sacó el cheque a mi nombre por veinticuatro millones de pesos ($24.000.000), perdí ocho millones de pesos ($8.000.000), entre frmar el original del comprobante de egreso y recibir el cheque. Ahí me robaron. ¿Quién? No tengo idea, ni me importa, pero ahí perdí ocho millones de pesos.

En esa época yo te digo lo que hice, todavía tengo el apartamento, yo pedí cesantías que tenía guardadas en Ecopetrol, auxilios por muerte de mi esposo que me dio Ecopetrol, fue para mí una empresa que no me dejó caer gracias a Dios, pero muy bueno para la empresa o muy bueno para mí, yo completé un dinero sufciente, y quizás, no fue de hecho mi plan, pero alimenté a la gente a quien le desperté envidia, porque me compré un apartamento de contado, me fui a vivir a mi apartamento tan pronto hice el negocio y lo puse a nombre de mis dos niños.

Pasé por muchas difcultades, pero no le debía un peso a nadie nunca. Asistí a la liquidación de la empresa de mi esposo, donde también noté corrupción, pero yo cuidaba que mis hijos no afectaran la imagen del papá, era lo que les quedaba, la imagen, y la cuidé.

¿Cómo han construido memoria? Se creó la Fundación Colombia con Memoria, en dirección de Gonzalo Enrique Rojas, se dedicó con alma, vida y sombrero. Que yo me acuerde, Juan Francisco Vargas, y otros dos jóvenes que nos ayudaron sobremanera, trabajaron, lo que existe de la historia de 31 años de la Fundación Colombia con Memoria. Está sostenida en los hombros de Gonzalo Enrique Rojas gracias a sus buenas maneras y que gracias a que en los ochos años de gobierno de Juan Manuel Santos, fue el único que se enfrentó al “chiquitico malandrín” que tenemos, y quiso ayudarnos, quiso

que el Gobierno reconociera su responsabilidad, no lo ha hecho la Aerocivil, pero el Gobierno… fue nada, pero fue un reconocimiento que a todos los que hasta ahora lo recibimos ya, fueron veintiséis millones de pesos, que nos dio de reconocimiento. Pero todo iba funcionando bien hasta cuando el “chiquitico” puso al títere y hasta ahí llegó, quedaron muy poquitas familias que no han logrado obtener lo que les debe el Estado. Porque al “chiquitico” se le dio porque es mejor que con esa platica que nos quita a quienes tanto lo necesitamos… Pero él está haciendo lo que puede, de pronto pagando un avioncito cargado de lo que ya sabemos, él lo necesita, no sé para qué, no tendrá vida para gastar todo lo que ha robado, pero su robo es siempre legal.

Sé que es pequeño el número de familias que no han logrado recibir su reconocimiento estatal.

Barreras para acceder a la verdad. A Gonzalo Enrique ya le están saliendo canitas por dedicarse a sacar adelante. Lo apoyo con mis oraciones, le reconozco, admiro su entrega absoluta a su trabajo. Pero me sostengo en que hay una sola persona, una sola, que es responsable, porque lo escuché de viva voz de esa persona, me refero al “chiquitico innombrable”, que tiene una serie de apelativos de los alias que usa, no importa, pero yo escuché la conversación en el teléfono fjo de la mamá del piloto del avión de Avianca, y escuché la voz del “chiquitico” cuando le dijo: –¡Hombre! yo no sabía que tu hijo estaba manejando, hoy me estaría piloteando ese avión, lo lamento profundamente. Eso lo escuché, no tengo pruebas, porque eso lo eliminaron, escuché exactamente cuando –también creo que lo acabaron— una flmación, un audio, donde el “chiquitico” le pone a Pablo Escobar su mano derecha sobre el hombro izquierdo, y le dice: –Usted quiere arremeter a Colombia, explótese uno que otro avión y verá.

Si alguien alguna vez dijo algo en la historia colombiana fue “Popeye”, y ya “Popeye” se murió. Cuando “Popeye” nos dijo, nadie le hizo caso, y como el pueblo está entregado a la corruptela del “chiquitico”, puede uno haber escuchado la radio, pero lo borran. Eso es lo que pasa, se han perdido pruebas valiosísimas, pero mientras el “chiquitico” viva con todos los alias que se merece, pues no se puede hacer nada, este país está sometido hasta por quienes queremos ver a Colombia hace 31 años libre de esa humanidad, nos

toca aguantárnosla y continuar. Toda mi familia, no sé, no sé qué le envió ese “chiquitico”, pero toda mi familia, no hay uno, me quedan ocho hermanos y todos babean literalmente por ese “chiquitico”.

Algún día la historia pasa la factura de cobro, yo no lo voy a ver, no me alcanza la edad para eso, pero tal vez mi única nieta tenga que aprender la verdad de la historia colombiana, que hasta ahora está envuelta en el manto de corrupción.

Importancia del informe. Te pongo por ejemplo a Felipe. Cuando cualquier ser humano consigue a un alguien que es lo más parecido a secretos de confesión, primero va la tristeza, lo que te invade, lo que te estruja el corazón, los sentimientos, el espíritu, el pensamiento, y tú te desahogas un poco. Luego viene el aporte, generalmente la persona que te ha escuchado te da palabras de aliento, y entonces tú sales con una tranquilidad, con nada distinto a la descarga. Pero esa misma tranquilidad ya descargada te conduce a seguir viviendo con esa expectativa esperanzadora de conocer la verdad.

La reparación no se sabe si la logremos tener, nos dio Juan Manuel Santos y la extraordinaria funcionaria Paula Gaviria, Dios la bendiga donde esté, porque es una persona que ha actuado para colaborar con la Fundación Colombia con Memoria, para ayudarnos a todos.

El “chiquitico” siempre frena, y no deja que nada se complete, pero esto no es eterno. ¿Qué hay? Esperanza, porque Colombia naturalmente sin el ser humano, Colombia y su naturaleza es espléndida, bellísima. Nos regala todo lo que se necesita: plantas, animales y humanos; siempre hay el lunar en la cara que se llama el “chiquitico”. Sin embargo, para las futuras generaciones, entre las que ya conocía mi nieta que tiene 9 añitos, espero yo que, si ella llega a la edad que tiene su papá, ahora de 46 años, ya ella conozca la real historia de lo que pasó en Colombia, y de lo bonito que nos espera, que a ella ojalá le toque. Ustedes los jóvenes actuales aportan por encima de las expectativas que tenemos nosotros los viejos, yo creo que ustedes los jóvenes aportan cada uno el balde más grande de granos de arena, nosotros podemos solo aportar historias tristes.

Mis reconocimientos para ustedes los jóvenes, agradecimiento absoluto para ustedes los jóvenes que están aportando expectativa esperanzadora para que esa fragmentación de la corrupción que rige a nuestro Colombia, algún día ustedes logren que sea visible, reconocida para la generación que los sigue a ustedes. Tiene que haber ese pequeño grupo de jóvenes que no se corrompen, que no se venden por un tamal, porque no cambian su expectativa de mejorar la calidad de vida histórica de Colombia para benefciar las nuevas generaciones. Como sí lo están haciendo ahora los comunicadores más reconocidos, reciben su cheque o su transferencia, entonces es una pena, pero los hijos de esos comunicadores van a tener que seguir tragando lo que no quieren oler de sus papás, porque yo te digo, hago lo imposible por decir mi verdad total.

No fue una vida de reina, fue una vida que trabajé, la viví. Yo soy mamá, pero mi apellido es “Leona Brava”, para enfrentar a quien atente contra mis hijos, así sea mi familia o la familia paterna de mis hijos. Yo sé que estoy sola para defender a mi par de hijos, que ya son unos mayores adultos, pero obvio me dan ganas, siento energía siempre para defenderme, y así defendo la verdad de Colombia.

Lo que tú haces, tu interés a dedicar tiempo en búsqueda de la verdad, no podemos pagártelo ni a ti, ni a tu grupo de trabajo, ni a Paula Gaviria, ni a Juan Manuel Santos. Pueden decir de ese señor lo que quieran, pero es el único presidente que está en la historia de Colombia por haber hecho un mínimo esfuerzo a través de Paula Gaviria de abrirnos la posibilidad de resarcirnos un poquito. Pero mientras estemos envueltos en esta corrupción no podremos respirar aire limpio, no se puede.

Hay mucha más gente, yo sé, por unas llamadas de una persona de Cali, que en el avión perdió tres miembros de su familia. Yo a ella le dije que se contactara con Gonzalo Enrique, y ella a su manera está buscando un abogado que haga algo, pero a mí me parece, a mí, mi personal concepto, me parece que esas ramifcaciones dispersan la verdad fragmentada, ¿entiendes?

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