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Asesinato de Guillermo Cano

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Referencias

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tad de Prensa –FLIP, 7 de febrero de 2018), el 16 de julio de ese año se convirtió en el primero de los periodistas asesinados a manos del Cartel de Medellín.

La arremetida contra este medio de comunicación tenía un trasfondo, “la fachada de Escobar empezó a derrumbarse en 1983, cuando El Espectador publicó una serie de notas que revelaban lo que realmente se ocultaba detrás de la creciente fgura pública” (Sotomayor, 2014). Esta violencia no se detendría y el 17 de diciembre de 1986 cobraría la vida de Guillermo Cano, director de El Espectador y le seguiría en 1989, el 29 de marzo, el asesinato del apoderado de su caso Héctor Giraldo Gálvez. El 2 de septiembre del mismo año [1989], una bomba sacudió la sede principal del periódico en Bogotá dejando 73 heridos, y un mes más tarde, el 10 de octubre con espacio de hora y media fueron ultimados en Medellín, Martha Luz López y Miguel Soler, los gerentes administrativos y de circulación de ese diario.

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Además de estas muertes selectivas, otro modus operandi consistió en poner bombas en la sedes de los diarios que defendían la extradición, “el propósito de Escobar con el terrorismo era doblegar la voluntad de la sociedad y las instituciones para llevar al Gobierno a pactar unas condiciones favorables para su sometimiento a la justicia” (Duncan, 2013) así, Escobar también atentó contra las instalaciones de El Colombiano en Medellín, el 10 de marzo de 1988, el Noticiero Mundo Visión, el 16 de mayo de 1989. Ese mismo año el director de este último diario, Jorge Enrique Pulido, fue víctima de un atentado en las instalaciones de Inravisión en Bogotá, el 29 de octubre. Aunque salió ileso, falleció poco tiempo después. También sufrirían las retaliaciones de sus denuncias el diario Vanguardia Liberal en Bucaramanga, el 16 de octubre de 1989, y la Cadena Radial Colmundo en Medellín, el 23 de mayo de 1990.

Asesinato de Guillermo Cano

Este acontecimiento generó consternación entre la ciudadanía, al tratarse de uno de los periodistas más representativos y emblemáticos del país. Llevaba una larga trayectoria profesional dedicada al periodismo, pero fue asesinado vilmente cuando tenía 61 años. A partir de este hecho se pondría en frme una campaña de asedio contra los grandes representantes del periodismo nacional. La neutralización de esta fgura pondría en la mira de los ataques a funcionarios y directivos del periódico El Espectador, lo que luego se hizo extensible a otros sectores de la prensa.

Breve descripción del hecho

Tipo de acción Asesinato a cargo de sicarios motorizados

Escenario temporal

17 de diciembre de 1986 (7:57 pm) Ubicación geográfca Bogotá, Avenida 68 (Occidente de Bogotá) Afectaciones humanas Asesinato de Guillermo Cano Isaza Responsable(s) Cartel de Medellín

Desarrollo de los acontecimientos. El periodista fue asesinado luego de haber salido en las primeras horas de la noche de las instalaciones del periódico. Abordó su automóvil Subaru en dirección a su residencia y al dar un giro en “u” sobre la Avenida 68 con Calle 22, fue atacado por un individuo propinándole 8 impactos de bala, luego de hacer un disparo de ráfaga con su ametralladora. Fue llevado al hospital después de recibir el rápido auxilio de sus compañeros de trabajo, pero murió en menos de una hora a pesar de la ayuda brindada por los médicos. Las reacciones no se hicieron esperar:

En el momento en que se conoció la noticia del crimen del ilustre periodista, empezaron a proliferar mensajes de rechazo y solidaridad con los miembros de la familia Cano. Los expresidentes de la República, las directivas de todos los sectores políticos, la prensa, la iglesia, los altos mandos militares, los sindicatos, nadie faltó por pronunciarse. El presidente Virgilio Barco expidió un comunicado ofcial para rechazar el magnicidio de Guillermo Cano: Es el narcotráfco sin ley, sin moral, sin Dios, que no se detiene ante nada…Colombia está de luto.

Luego del asesinato de Guillermo Cano, todos los medios de comunicación del país se solidarizaron y se manifestaron contra el asesinato de periodistas en manos de los narcotrafcantes. Se denominó “El día del silencio”, día en el cual ningún periodista ejerció su trabajo, lo que signifcaba que ningún medio de comunicación de prensa, radio y televisión en 24 horas podían publicar información alguna. En la misma edición se escribió una columna de opinión referente al asesinato del director del periódico, Guillermo Cano. Fue titulado “Su lucha frente al narcotráfco” (Castillo, 1986; Gama, 2014, p. 5)

Respecto a los responsables del hecho, más allá de quienes accionaron el arma, se encuentra la actuación del Cartel de Medellín a través de sus bandas de sicarios. Según las investigaciones de los organismos de seguridad, quienes cometieron el delito hacían parte de la banda Los Priscos. Las cabecillas del grupo fueron David Ricardo Prisco Lopera y Jaime de Jesús Muñoz

Garcés, quienes, para la época, se presumían estaba al servicio del llamado Cartel de Medellín o del grupo de Los Extraditables.

Detonantes del suceso. Guillermo Cano fue reconocido por denunciar las acciones e intereses del narcotráfco. Particularmente, cuando reveló que el prontuario de Pablo Escobar y los Ochoa había sido borrado de los estrados judiciales y de la prensa, y se dedicó a luchar para que los organismos de control, la sociedad y las autoridades hicieran algo al respecto.

Fue frontal su lucha contra los carteles empleando el ofcio periodístico. La corrupción y la mafa fueron dos temas centrales que abordó Cano en la primera mitad de los años ochenta, incomodando la posición de un sector infuyente en Colombia.

De tal forma que varios individuos de la mafa consideraban como una seria amenaza la postura de Cano para el desarrollo de sus actividades ilegales y apelarían a la fórmula de la violencia para silenciarlo. Desde su columna “Libreta de Apuntes” hizo todas las denuncias y luchó incansablemente para que Colombia tuviera una prensa libre e independiente. Todos los domingos los colombianos se acostumbraron a encontrar en el periódico El Espectador sus apreciaciones, a través de las cuales ejercía una verdadera procuraduría de opinión contra el narcotráfco o los funcionarios y particulares que estaban constantemente en torno a ellos para obtener alguna clase de benefcios económicos.

Desarrollo del caso. El asesinato de Cano oscila entre la impunidad y algunos avances judiciales con miras a esclarecer la verdad de este hecho. En su momento, se generó la captura de Molina Yepes como responsable directo, pero hay una campaña de la prensa por la verdad que va más allá de estos avances concretos, apuntando a revelar actores y causas estructurales que desembocaron en esta acción violenta. Aun cuando por estos hechos hay dos condenas. Castor Emilio Montoya Peláez fue condenado en 1996, pero nunca lo capturaron, era cómplice del sicario de Cano, pero este fue asesinado en una vendetta del crimen en Palmira, Valle. La otra sentencia es la de Luis Carlos Molina Yepes, que era una especie de prestamista del cartel y pagó desde su cuenta la moto que usaron los sicarios, Molina quedó libre en el 2004, tras pagar siete años de una condena de 16, y después de una fuga inexplicable de la sede del desaparecido DAS en Medellín (FLIP, 2016).

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