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Lo peor de salir: entrar. Crónica de una noche en Rakata

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Desazón perpetua

Desazón perpetua

Puebla

Un miércoles de febrero de 2023 salí con unos amigos a Rakata. Sé que desde el nombre ya vamos mal, porque qué canción tan corriente; pero se pone peor. Rakata Puebla está en la Isla de Angelópolis, considerada la zona de los antros fresas, en el local que hasta hace no mucho era República, y antes solo dios se acuerda qué. Hoy por hoy hay cinco establecimientos, los más importantes, con mayor afluencia y los más nice, son Bar 27, Mallet y Rakata. The People es nuevo, me parece medio rarito y generalmente no se le paran ni las moscas. El último es Beirut, más bien un bar y, por lo que entiendo, a donde van los menores de edad o los de… otro código postal.

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Fue difícil encontrar un miércoles en que todos pudiéramos salir; es un día complicado por las clases y los permisos (aunque ya tengamos más de 20 años). Sofía hizo la reservación con su RP para el “miércoles de Rakata” por los poderosísimos “rakapoints”. Está cool porque pagas tu cóver, que es opcional, 100 pesos el de mujeres y 300 el de hombres, y te dan 300 o 600 rakapoints con los que puedes pagar la cuenta.

Estaba emocionada, me tomó como hora y media arreglarme, porque yo quería devorar. Nos juntamos para el pre en casa de Andy, éramos cuatro chicas y tres chicos. Acabamos llegando al antro medio tarde, como a las 11. Error, ya había un chingo de gente y todos para Rakata, el único de la Isla que abre los miércoles. Nos formamos en esa fila que no es una fila: el montón de gente rodeando la cadena.

Rakata y Bar 27 tienen una escalera exterior para acceder al recinto; me parece a propósito porque, así, los que esperan afuera ven ascender a quienes ya dejaron entrar. La dinámica para ingresar a Bar es la más peculiar de la Isla: el famoso Zúñiga es el jefe de los cadeneros y trabaja de pie en las escaleras observando a los formados; el Panda, su segundo, cerca de él. Si te reconoce, te le haces muy bonito para estar formado, siente que ya esperaste lo suficiente, te ves bien mamón, tu outfit está súper aesthetic, le guiñas el ojo, gritas ¡SHAZAM! o whatever, te apunta, no miento, con una lucecita verde. Si Zúñiga no te alumbra con su rayo láser, no entras, punto. El chiste es llevarte bien con ellos, o con alguien muy pudiente, popular, que vaya muy seguido o conozca al dueño para entrar rápido. Otra vez que salí con

Sofía íbamos a unirnos a un amigo suyo que había reservado la mesa VIP. El fulanito este, lit un morrito, salió por nosotras y entramos de volada. No sé cuál es el consumo mínimo de esa zona; por lo que entendí, el amigo se gastó como diez mil esa noche. Obvio lo dejan pasar como rey.

Esperamos una media hora en la fila de Rakata acercándonos poco a poco a la cadena, mis amigas y yo al frente para entrar más fácil. El guardia, un tipo alto, corpulento, moreno y barbón, nos preguntó cuántos éramos; –siete –dijo Sofía y nos señaló; –tenemos reservación a mi nombre –. Él asintió y se fue. Pensamos estar cerca de que nos dejaran pasar, pero no, nos fue dando larga tras larga. Comencé a desesperarme porque qué hueva.

–Si quieren, pasen ustedes cuatro –nos señaló a las mujeres.

–No, joven, venimos juntos y la reservación es para siete –contesté.

–Y ellos pagan –mintió Sofía.

¿Por qué no podemos entrar todos juntos? Suponía que, en la mente retrógrada de quienes llevan los antros, éramos un buen grupo: más mujeres y “los hombres pagan” (la neta, ojalá). Es común que los hombres paguen mayores cantidades que las mujeres en los antros, pero es mucho más fácil entrar solo niñas, porque nos consideran objetos de consumo. Pues “if you’re not paying for the product, then you’re the product” y sí está culero pero equis, la neta prefiero que me salga gratis. También por eso casi nunca pagamos cover, y en caso de que sí, el costo es menor. Sofi y yo seguimos insistiendo, yo razonable y ella mamona, sin lograr nada. No era al cadenero a quien teníamos que convencer, sino a Javi, el jefe de la seguridad de Rakata; pero lit no teníamos de otra más que convencer al barbón porque el otro cabrón está bien lejos de la cadena. A la de mil, el cadenero nos dijo la verdadera razón:

–Miren, su amigo de blanco no va con el lugar.

Sofía y yo nos volteamos a ver sorprendidas y algo asqueadas. Pinche Javi, cómo me repudia, por no decir que me caga la madre. Su juicio dictaminó que Luisito no era lo suficiente ¿rico?, ¿guapo?, ¿blanco?, ¿de la jai ? Wey, aparte viene con nosotras ¿what the fuck? Ni que fuera el antro más mamón de las Lomas o de San Pedo, que no mamen. Volteé a ver a Luis para analizar qué lo hacía diferente. Dado que ahora los hombres salen con jeans, tenis, t-shirt y sudadera, no iba informal: polo blanca, jeans, anillos, cadena y un arete. Quizá resaltaba por su estilo medio chakalón, no aceptable para el lugar. La neta, o sea, no es una camiseta de Armani, o whatever, y su playera no es de marca, pero tampoco estaba tan mal.

Pensándolo ahora, también pudo ser su color de piel, pero es prácticamente igual de oscura que la mía. Lo comparé con mi hermano, él ha entrado varias veces y tiene la tez aún más oscura que la de Luis. Es posible que fuera una mezcla de racismo y clasismo: mi hermano es un brownxican, tiene el capital, habla, se viste y comporta como un whitexican y eso podría compensar su color de piel. Por otro lado, Luis se sale de la norma y los códigos fresas, al menos en cuanto a vestimenta, y posiblemente ello junto con su color de piel lo vuelven inadecuado para el lugar. Al mismo tiempo, quizá no solo se fijen en la tez, tal vez también tenga que ver con los rasgos faciales, entre más caucásicos mejor. Lo último que se me ocurre es que hayan señalado a Luis porque no es guapo. No me convence porque la discriminación estética me parece más común en mujeres; aunque en este caso, es bastante plausible que el identificarse como hombre le haya hecho más difícil el acceso. Es, entonces, una mezcla de todo: clasismo, racismo, género, vestimenta, apellido, poder, etc.

De esta forma, se puede pensar que el criterio de entrada se basa en el valor que le dan al individuo: las mujeres valen más, y entran más fácil y rápidamente, si son guapas, flacas y/o blancas y los hombres valen más si tienen más dinero, llevan ropa de marca y son blancos. Con la condición, claro, de que las personas no de la high, los nacos, no valen, y tendrían que compensarlo siendo súper atractivos y blancos o parientes de políticos o narcos para poder entrar. Tipo new rich bañados en logos súper tacky y de mal gusto pero que gastan un chingo en el antro y por eso los dejan entrar.

La segregación en la entrada de los antros, aparte de ilegal, es medio paradójica, porque los que determinan quiénes pueden entrar, casi nunca cumplen esos mismos requisitos. Aunque claro, los cadeneros no son quienes lo decidieron, ni siquiera sus jefes; son los dueños de los establecimientos los que demandan esa discriminación en la entrada. Los cadeneros, morenos y nacos, solo se divierten con el poder que no tienen fuera de ese contexto y por el que, en la mayoría de los casos, reciben una paga insuficiente. Temporalmente pueden oprimir a sus opresores. Según un artículo de VICE1, para el director de la ANIDICE (Asociación Nacional de la Industria de Discotecas Bares y Centros de Espectáculos), la discriminación en discos mexicanos comenzó en los años 80 cuando se reformaron los clubes y se quería un ambiente más exclusivo. Entonces crearon, no solo

1 https://www.vice.com/es/article/yww7xg/la-gente-es-como-la-basura-hay-que-separarla-cadeneros-de-antros-en-mexico las salas VIP, los RP y las membresías, sino requisitos de entrada además de la mayoría de edad y el cóver. Aunque, posiblemente la discriminación en lugares previos a las discotecas existió desde antes, como en los clubes de jazz o speakeasys. Lo que logran con esta exclusividad es que quienes sí tienen acceso se sientan especiales y mejores que el resto que sigue formado. Se les da un estatus que los distingue, un ascenso social; por ello, el trabajo del cadenero es uno por el que se paga y los antros con estos servicios son los más cotizados y mitificados. A quienes llevamos esperando horas, en cambio, nos da mil pena.

Pero… si me sueltan 500 varos, lo dejo pasar.

Sofi dijo que lo íbamos a pensar. Hablamos entre nosotras: sugerí irnos, ella contestó que había sido un pedo organizar el plan y que ya estábamos allí. Aparte, no podíamos decirle a Luis la verdadera razón. Propuso comentarle la situación a su RP a ver si podía hacer algo, pero dado que ni su pinche reservación funcionó, y lit ese su único trabajo, yo di la situación por perdida. Realmente es increíble que en pleno siglo XXI te puedan negar la entrada a un lugar por cualquiera de esas razones y que, encima, menores de edad sí puedan pasar. No mucho antes de ese miércoles fui con mi hermana, de 17 años, e ingresamos juntas, ella usando mi licencia y yo mi INE. Dejaron entrar a dos Ana Paula Campos de 23 años con la misma foto juntas porque les vale madre la ley.

Les dijimos a los demás que nos estaban pidiendo mordida (omitiendo el porqué). Ed dijo que 500 entre siete no era tanto, que lo dividiéramos para ya no perder tiempo y todos lo apoyaron. Yo estaba muy ofendida y no quería darle ni un peso a los cadeneros; pero ya estábamos ahí, no me iba a pelear con nadie ni me iba a quedar sola afuera en lo que me recogían. Aparte, la neta qué FOMO, sí tenía ganas de entrar.

Ed le dio un billete de 500 a Sofía y quedamos transferirle después. Las dos abogadas volvimos al frente y Sofi pagó con discreción. El cadenero se guardó el dinero, volteó, recibió la confirmación de Javi y nos separó en dos grupos. Primero ingresamos las niñas; me dio cosa que, después de todo, se la hicieran de pedo a Luis. Subimos las escaleras, nos revisaron las bolsas y nos hicieron el cacheo rutinario. Cruzamos el túnel de luces neón y esperamos a los niños junto al puesto de la hostess. La fila para los rakapoints ya estaba cerrada, eran las 12:10. Estaba que me llevaba la chingada: una hora de espera con reservación, sin rakapoints, posiblemente sin mesa porque estaba llenísimo, faltaba que el cadenero se clavara los 500 y no los dejara pasar.

Luego de 10 minutos, los vi subir. Nunca he vuelto ni creo volver. La neta ni me la pasé bien; el ambiente está pesado y ponen puro reaggetón, es too much. Qué irónico, el antro más elitista y segregador de los tres importantes de la Isla es también el más naco. Me arrepentí de haber entrado, de no haberle mentado la madre al cadenero y, sobre todo, de haberle pagado. No dejar pasar a una persona a un antro podría parecer equis o el pan de cada día, pero es absolutamente inaceptable. Está heavy. Se lo comentaré a Zúñiga la siguiente vez que vaya…

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