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Mi generación vivió varias revoluciones. Llamo revolución a un cambio súbito, transformación radical de impacto grande y general; no devaluaré la palabra usándola para cualquier cambio menor. Las revoluciones más grandes de las que he sido testigo se dieron en el conocimiento.

Acá me referiré solo a algunas que estudié y en las que trabajé: las de la química de la vida.

Cuando empecé a estudiar había varias en curso. Un año antes de entrar a la Universidad, Watson y Crick habían recibido el premio Nobel por su descripción de la doble hélice de ADN. Terminaban su artículo breve advirtiéndole al lector que no se les escapaban las implicaciones que ese modelo tenía. Efectivamente eran muchas. El modelo por primera vez explicó cómo se transmitía la información genética y cambió radicalmente el mundo.

Un día, cuando empezaba el doctorado, se armó un bullicio en el cuarto del café. El grupo de Paul Berg había publicado la construcción de la primera molécula híbrida de ADN: una ‘quimera’ mitad virus bacteriano, mitad virus de mono. Fue el principio de la ingeniería genética. Cambió la producción de alimentos en el mundo, permitió el desarrollo de nuevos fármacos y vacunas, abrió las puertas al estudio de genomas, a la medicina predictiva y hasta a una arqueología y una antropología extraordinariamente precisas. Le dio un nuevo sentido a la evolución.

El primer semestre que dicté un curso de bioquímica en la Universidad Nacional (1980) usé un texto de 1976 que decía que la elucidación de una secuencia de ADN era un problema tan complejo que seguramente nadie podría nunca secuenciar un gen. El semestre siguiente cambié de texto. Hoy, por cien dólares puede uno obtener la secuencia de todos sus genes.

Recientemente se reportó un sistema de inteligencia artificial que permite, con precisión, prever la estructura y la función de una proteína, solo a partir de su secuencia. Era impensable hace poco. Con eso se logra la traducción del idioma genético lineal al de proteínas, tridimensional y funcional. Se abren horizontes para una nueva ingeniería biológica.

Mis revoluciones científicas fueron éxitos maravillosos que cambiaron la vida en el planeta.

Fuente: https://www.eltiempo.com/opinion/columnistas/moises-wasserman/mis -revoluciones-columna-de-moises-wasserman-767676

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