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La tela de la araña - by Yuchen Ge

La tela de la araña

by Yuchen Ge

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Cada vez que yo escuchaba la palabra fracaso, el interior de mi corazón temblaba como si estuviera chocado por un relámpago inesperado independientemente de las personas a que este vocablo se dirigía. Este sentimiento tal vez proviniera de mi preocupación constante por la incertidumbre de lo que le espera. Hay que reconocer que, desde la infancia, mis padres me enseñaron que la manera de vencer en la vida era trabajar duro y tener una actitud correcta ante todos los desafíos. No obstante, en lugar de dudar la efectividad de la manera propia, me sentía inseguro de la consecuencia desconocida de estos esfuerzos. ¿Para qué debíamos luchar tan arduamente por la victoria intangible si siempre teníamos que enfrentarnos a las dificultades más universales en la vida? Para mí, era una paradoja tan ubicua y espantosa que aún no había pensado en quitarla de mi mente.

A pesar de la ansiedad por el fracaso que jamás dejaba de importunar me interiormente, en público yo intentaba mostrar una imagen diferente. Consciente de la inseguridad corriente en el mundo actual, yo solía contener mis emociones y mantener una apariencia impasible en mi vida. Curiosamente, esta indiferencia externa lograba ocultar la mayoría de mis pensamientos sobre el miedo de fracasar. El efecto de tal modo era tan fuerte que hasta para los que me conocían bien, una vez que determinaba mis metas, me empeñaba en conseguirlas sin ni siquiera considerar las dificultades o las repercusiones posibles. Por eso, a sus ojos, yo era un joven recto y tenaz que no titubeaba en ejercer al máximo. A veces sus evaluaciones positivas de mi desempeño incluso me sorprendían y, quizás contrario a sus expectativas inocuas, me humilló. Para romper esta lucha que me cargaba, decidí refugiarme en algo que pudiera divertirme. La solución era muy simple: la historia. Al asistir a la clase de mi asignatura favorita, me gustaba sentarme en la esquina del aula para disfrutar del fresco otoñal. Mirando una araña pequeña y negra tejiendo su tela fuera de la ventana polvorienta en silencio, yo, un amante de la historia desde la infancia, podría tener una distracción breve del complejo de inferioridad. Y cada vez que volvía a sumergirme en el océano de conocimientos y luego miraba hacia arriba, la araña había roto la tela y estaba tejiendo una nueva. Sin ser notada por nadie salvo yo en la sala, ella bailaba libremente sobre su obra maestra que sería destruida por su descuido en el próximo segundo. Un día después de presenciar que la criatura pequeña quebró su tela por cinco veces consecutivas, me froté los ojos y bostecé profundamente por aburrimiento. “¡Qué tonta es esta araña!” dije en voz baja. “¿Acaso ella no sabe cuidar su producto tras terminarlo?”

A veces la vida te trata tan cruelmente que ni siquiera le permite a una de tus únicas alegrías que dure un poco más por algunas razones extrañas. Por la duración del mes de septiembre, yo trataba de prestar atención a esta nueva profesora de mediana edad que solía hablar en una voz monótona y ronca, seca como la arena. Pero tenía que admitir que solo no podía. Era tan difícil seguir la enseñanza tediosa cuando casi todo el mundo en la sala bochornosa estaba de

humor adormilado en medio del calor sofocante. Como se esperaba, en el primer examen saqué una nota pésima sin precedentes: 70%. La hoja de examen en mis manos pesaba como una losa de tres toneladas que casi arrastró mi cuerpo entero al suelo del aula. Como un amigo fastidioso que no se veía hacía mucho tiempo, el miedo al fracaso volvió a llamar a mi puerta. Sabiendo que yo sería regañado por mis padres de nuevo en la noche, me arrojé a la silla y miré hacia el cielo con plena impotencia. La araña, pequeña y negra como siempre, había tejido una tela nueva bajo el alero, esperando que la siguiente presa viniera para su fiesta nocturna.

Al instante, un gorrión gordo y gris voló rápidamente por la ventana. Sus alas eran tan fuertes que con un golpe suave lograron destrozar la obra maestra que la araña acababa de crear con todas sus energías. Casi derribada por el pícaro gigante ornitológico, la araña se escondió rápidamente detrás de un gancho oxidado en el alero. De repente, me di cuenta de que no era la araña propia sino los intrusos externos que destruyen las telas una y otra vez en los días recientes. Lo que esta criatura pequeña hizo después me impresionó de todo corazón. Silenciosa pero resuelta, ella subió por la tela restante y volvió a tejer sin vacilaciones. Me parecía que, a su juicio, no había nada más que una tarea que hacer: lo que consideraba la cosa más correcta para alcanzar su meta. Tras seis intentos fallidos de cazar, el animalito admirable finalmente capturó una mosca cuyo tamaño era casi igual al suyo. Bajé mi cabeza y me quedé absorto ante la lección de vida que la Profesora Araña me dio. Igual a mi miedo de fracasar, esta clase de historia era como un leviatán que intentaba impedir mi camino de progreso. Estaba claro que ambos obstáculos eran bastante temibles al parecer. Sin embargo, no eran en ningún sentido inconquistables con tal de que yo tuviera la perseverancia y la fuerza de voluntad para superarlos como hizo la criatura pequeña fuera del aula. Después de todo, en una vida acosada por una infinidad de adversidades, solo tú puedes abrir la puerta de éxito para ti mismo.

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