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EL PEPINO DE MAR EN VENEZUELA: UN RECURSO POTENCIAL PERO DESCONOCIDO

Ana Carolina Peralta – Laboratorio de Biología Marina, Universidad Simón Bolívar (20 de Febrero de 2019

Los Pepinos de Mar (Phylum Echinodermata, clase Holothuroidea), conocidos también como “holoturias”, son invertebrados marinos con forma de gusanos, emparentados con los erizos y estrellas marinas, que se distribuyen en todas las latitudes, desde las aguas cálidas en el trópico hasta las aguas frías cerca de los polos; tanto en zonas someras como en zonas profundas. Son organismos que se alimentan filtrando su alimento de los sedimentos (filtradores); es decir que separan los microorganismos del material que conforma el fondo, con lo cual lo oxigenan al remover las capas de sedimento y devuelven nutrientes al medio a través de su materia fecal (Hendler G. y col., 1995, Hyman 1955, Pérez-Ruzafa 1984).

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Los Pepinos de Mar han sido utilizados ampliamente como fuente de alimento, ya que contienen alto contenido proteico, además que se le atribuyen propiedades afrodisíacas (Chen 2004, Bordbar y col., 2011). Una creciente demanda y desorbitantes precios (desde 8 a 80 $/Kg en fresco y de 300 hasta 1.000 $/Kg procesado en 2017) ha llevado a la disminución mundial de muchas de sus poblaciones; siendo la sobrepesca uno de los principales problemas que ha contribuido al su declive como recurso pesquero.

Según estadísticas de la FAO (2019), la extracción mundial de los pepinos ha decaído de 140.000 toneladas, para finales de 1990, a 90.000 toneladas para el 2007 (Lodeiros y col., 2013). Para la región del Caribe, se ha incrementado el interés y la actividad de su pesca, envirtud de que las poblaciones del Pacífico han sido agotadas y la región aparece como una nueva fuente del recurso; pese a no existir una cultura de consumo. Sin embargo, desde el 2016 y en el marco del III Congreso Latinoamericano de Equinodermos, celebrado en la Universidad de Costa Rica (UCR), se señalaba que el recurso en los países centroamericanos ya se encontraba entre “completamente explotado” y “sobreexplotado” y se recomendaba más investigación para manejo sostenible de la pesquería (La Nación, 2016).

En Venezuela existen aproximadamente 53 especies de Pepinos de Mar de las cuales solo dos han sido de interés comercial desde los inicios de los 90, época en la que el Servicio Autónomo de los Recursos Pesqueros y Acuícolas - SARPA, (actual Instituto Socialista De La Pesca y Acuicultura - INSOPESCA) otorgó unos permisos temporales para la extracción de hasta 200 kg/semana por embarcación. Estos permisos fueron luego suspendidos y el entonces Ministerio de Agricultura y Cría (MAC) declara una veda permanente “hasta tanto no se realicen los estudios técnicos necesarios, que demuestren la factibilidad de su explotación racional y sostenible” (Artículo 1⁰, Resolución MAC/ Nº 195/1997, publicado el 14-07-97 en Gaceta Oficial Nº 36.247). Hoy en día, este artículo mantiene su vigencia, por lo que la pesca del Pepino de Mar en Venezuela está prohibida.

En el oriente de Venezuela, más específicamente entre la Península de Araya y la Isla de Cubagua se han registrado 5 especies de pepinos de mar (Tabla 1); de las cuales se sabe que al menos 2 son de interés comercial y son capturadas ilegalmente para empresarios coreanos. Estas son: Isostichopus badionotus y Holoturia mexicana (Figuras 1 y 2) (Peralta, 2017).

Figura 1.- El Pepino de Mar Chispas de Chocolate (Isostichopus badionotus)

Figura 2.- Pepino de Mar Michelin o Estiércol de Burro (Holoturia mexicana)

De acuerdo con los antecedentes registrados para otros países, el pepino de mar podría ser un potencial recurso que se pudiera extraer en Venezuela, siempre y cuando se conozcan los parámetros biológicos y pesqueros básicos; evaluando cuánto tenemos y cuánto podemos extraer sin poner en riesgo la sostenibilidad poblacional. Adicionalmente, tener reparo especial en las modalidades de pesca, puesto que algunas de ellas pueden ser altamente impactantes sobre los hábitats de estas especies.

En virtud de lo anteriormente expuesto, es necesario colectar suficiente información acerca de su biología reproductiva (datos de fecundidad, edad de madurez sexual); estimar las tasas de crecimiento anual (tanto individual como poblacional) y de mortalidad natural, para precisar la capacidad de recuperación de las poblaciones. Igualmente, es esencial evaluar los eventuales modos de extracción, desde el punto de vista del impacto y las amenazas que representan sobre las mismas especies objetivo, sobre la comunidad bentónica y sobre su entorno ambiental.

La literatura científica registra que, en general, los Pepinos de Mar tienen una tasa de renovación poblacional lenta; por lo que una elevada demanda y altos valores de comercialización han hecho que, a nivel global, su captura sea indiscriminada. Aparte de unos pocos países desarrollados, solo unas cuantas pesquerías de Pepinos de Mar están siendo manejadas de manera sostenible (Purcell, 2010). Las pesquerías tropicales de estos organismos son las que contribuyen a la mayoría de las capturas en el mundo e involucran muchas especies (generalmente entre 10 y 35) con rasgos ecológicos y biológicos variados (Purcell, 2010). En la región del Caribe, la pesca del pepino se inició en los años 90 pero no se ha logrado hacerla sostenible, por lo que en varios países se tomó la decisión de prohibir su captura (p.e. Costa Rica, Ecuador y México). Solamente Cuba mantiene un buen manejo de la pesca de pepinos, siendo aún sostenible (Purcell, 2010). Otros países de la región ya están tomando la iniciativa de aplicar medidas que permitan el aprovechamiento sostenible del recurso, siempre teniendo en cuenta la evaluación biológica y técnica. Tal es el caso de Nicaragua (medidas de ordenamiento desde el 2016), de México (plan de manejo pesquero de pepino de mar Isostichopus badionotus y Holothuria floridana en la península de Yucatán desde 2015) y de Honduras (mediante el “nuevo Protocolo de Evaluación Biológica y Monitoreo Pesquero de Pepino de Mar”). Es muy importante advertir, sin embargo, que dentro de las 11 especies comerciables en la región del Caribe, 10 se encuentran en la lista roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, 2019), por lo que las evaluaciones y decisiones sobre su extracción debe ser aún mucho más cuidadosas.

De la breve y rápida revisión presentada en los párrafos anteriores, se deriva la condición inapelable de una evaluación previa del potencial real y objetivo de los pepinos como recurso pesquero en nuestras aguas. Esto significa también invertir esfuerzos y financiamiento en el levantamiento de información sobre la biología y pesquería del Pepino de Mar en Venezuela; así como en estudios sobre la viabilidad de su cultivo.

Una formal preocupación, de parte del sector científico venezolano, ante las recientes declaraciones de la ministra venezolana de Comercio Exterior (Yomana Koteich), en presencia del ministro de Pesca y Acuicultura (Dante Rivas) y en el marco de la Primera Exposición Internacional de Importaciones de China, en las que destacó especialmente la potencialidad de la exportación venezolana en pesca, donde incluyó también "el tajalí; el pepino de mar (holoturia) y una gran cantidad de productos pesqueros que son demandados por China" (El Universal, 2018); aunada a la aparición de “Notitia Criminis” (Correo del Orinoco, 2016; Ultimas Noticias ,2016; REDIMAIN/ESGMA, 2017; Globovisión, 2018) y de investigaciones científicas ya existentes (León y Cabrera, 1994; Peralta y Betancourt, 2016) que da cuenta de la existencia de una creciente pesquería ilegal sobre estos organismos, ha motivado la conformación de un grupo de investigadores científicos a los efectos de generar conciencia y presión publica para que sean oídas las advertencias de la explotación indiscriminada de estas especies, adicional a generar lineamientos, sugerencias y recomendaciones para estudios, normas y protocolos para administrar una pesquería que amenaza este recurso; así como generar propuestas en el área de la acuicultura.

En nuestro país, contamos con la capacidad técnica en las instituciones académicas (Universidad Central de Venezuela, Universidad de Oriente y Universidad Simón Bolívar, entre otras) para realizar las investigaciones requeridas; por contraposición ha sido patente, sobre todo durante la última década, la debilidad institucional del Estado para establecer mecanismos de supervisión y control de las pesquerías ya establecidas en el país. En la actualidad, el conocimiento científico resultaría altamente insuficiente para asegurar sostenibilidad a largo plazo y minimización de los impactos ambientales de esta nueva pesquería, desde el organismo rector de las políticas pesqueras; aunado a que no hay eficacia logística y profesional para diseñar y aplicar medidas efectivas de seguimiento biológico del recurso, vigilancia de la actividad pesquera e imposición de las sanciones eventuales. Mientras estas condiciones mínimas no puedan ser cubiertas, la única alternativa segura es la norma precautelar de mantener la veda permanente y la prohibición absoluta de la pesca del Pepino de Mar en aguas territoriales venezolanas.

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