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MIÉRCOLES DE LA SEGUNDA SEMANA DE CUARESMA
El reemplazo más común del legítimo sufrimiento del ser es el ilegítimo sufrimiento de los demás Jeremías 18,18-20; Mateo 20,17-28 Si hay un tema constante y recurrente en la mitología, la literatura y el teatro, es que los seres humanos que intentan evadir el cambio propio (una invitación que se manifiesta normalmente como un “humillante conocimiento de sí”) siempre se empeñan en tomar un camino destructivo por el cual intentan cambiar al mundo, a los demás y hasta Dios mismo. Es el clásico tema del teatro griego, el orgullo excesivo, y siempre parece residir en el corazón de toda tragedia. Claro está que, en su forma más dramática, incluso insiste en la muerte de otros y toma así la forma de asesinato, catástrofe o guerra. ¡Cualquier cosa antes de tener que cambiar uno mismo! El psicólogo suizo C.G. Jung dice que para evadir el “sufrimiento legítimo” de ser humano, nosotros infligimos tremendo sufrimiento a los demás y, a fin de cuentas, de todas formas nos ocasiona más sufrimiento propio. En todo esto descubro una verdad profunda. Podemos ver estos patrones en las dos lecturas de hoy. En la primera del profeta Jeremías, vemos a “los hombres de Judá y a los habitantes de Jerusalén” tramando en contra de su vida. La verdad que él 50