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Un gobierno progresista con fuerza de mujer

Colectivo Memorias Queer. El cuidado en la agenda de gobierno.

UN GOBIERNO PROGRESISTA CON

FUERZA DE MUJER

Con la llegada del primer gobierno colombiano que se reconoce abiertamente antipatriarcal, teniendo a Francia Márquez Mina como vicepresidenta, nuevas preguntas y retos se abren para el movimiento feminista, una fuerza política decisiva en estas elecciones presidenciales.

TEXTO Y FOTO: FONDO LUNARIA MUJER

U

n nuevo panorama se abre con la llegada de Francia Márquez Mina y Gustavo Petro Urrego como vicepresidenta y presidente de la República de Colombia. El 7 de agosto de 2022 inicia el primer gobierno progresista en la historia del país: una indiscutible victoria del movimiento social, étnico, agrario, feminista y popular; una deuda histórica con las generaciones enteras de víctimas del conflicto armado y con una juventud que decidió ponerle punto final a la historia que le dio la espalda al Acuerdo Final de Paz.

Una victoria de estas dimensiones supone, además, la infinidad de retos que conlleva una primera vez. Sin embargo, a este gobierno no se le concederá el margen de maniobra del aprendiz. El 7 de agosto inicia una cuenta regresiva de cuatro años que tiene la posibilidad de cambiar la tendencia conservadora y oligárquica del Poder Ejecutivo o, por el contrario, de regresar al progresismo a una oposición que no dio la talla. Las mujeres feministas, en toda nuestra diversidad, tenemos una enorme tarea que desempeñar.

La campaña electoral que culminó con el triunfo de Márquez y Petro puso sobre la mesa cuestiones estructurales que han relegado a los territorios periféricos a la pobreza y la exclusión, y que el movimiento social ha denunciado desde todos los frentes: el racismo estructural, la misoginia institucional, el colonialismo extractivista; en pocas palabras, el modelo político económico de acumulación que durante siglos enriqueció a una clase política a costa del trabajo y la vida de los cuerpos racializados, feminizados y precarizados. De estos temas y luchas, las mujeres jóvenes feministas hemos alimentado nuestro discurso y organización: sus impactos nos han atravesado el cuerpo y la existencia, tenemos en nuestra agenda alternativas sostenibles que pueden dar la vuelta a la situación.

Francia Márquez Mina, nuestra vicepresidenta, da cuenta de ello. Su voz y su experiencia de vida, que avanzó a pasos agigantados en una representación pendiente para niñas y mujeres negras, también es el cuerpo de la lucha feminista popular que no solo aboga por la justicia de género, sino que tiene una propuesta de país, esa que cobró palabra en la consigna afrocolombiana del ”vivir sabroso”, y que se compone del entendimiento interseccional de los ya mencionados elementos estructurales que nos han arrebatado la posibilidad de vivir en armonía con nuestro entorno, la naturaleza y todos y todas aquellas que nos rodean.

Que el programa de gobierno de Márquez y Petro lleve como nombre “Colombia, potencia mundial de la vida” es la continuidad de dicha consigna. Que su primer apartado se titule “El cambio es con las mujeres” lo es también. Las apuestas por la participación política de las mujeres, la ga-

rantía de nuestros derechos sexuales y reproductivos, la igualdad e independencia económica y la defensa de una vida libre de violencias, entre otras contenidas en el Programa, no son sino el reconocimiento de décadas de trabajo organizativo de mujeres y disidencias sexuales en todo el territorio nacional. Las organizaciones de la Red Lunaria han enarbolado estas y más iniciativas por la vida digna y la paz con justicia social.

Sin embargo, la llegada al poder no solo de estas iniciativas, sino con seguridad de muchas de las mujeres que las han liderado y construido desde la oposición, tiene un riesgo desmovilizante para la naturaleza activista del movimiento social. Sabemos que quienes hemos construido estas apuestas políticas somos las llamadas a liderar su implementación desde todos los escenarios, pero tampoco somos ajenas a que, incluso en escenarios progresistas, la participación y agenda feministas han sido vistas con desconfianza. Allí, en la defensa de nuestros mínimos no negociables, se encuentra el que es probablemente nuestro mayor desafío como parte del sector social de gobierno.

Durante décadas, incluso siglos, hemos fortalecido nuestra capacidad de respuesta y defensa ante las violencias que esperamos desaparezcan bajo el nuevo gobierno: la persecución institucional, la estigmatización de la oposición, el aparato militar que viola derechos humanos, etc. Pero somos bastante más inexpertas en el control político de un poder que aparentemente se alinea de nuestro lado.

No somos ajenas a que tendremos que construir este nuevo modelo de país junto a algunos y algunas que, en ocasiones pasadas, y seguramente en otras futuras, han replicado violencias en nuestra contra. Sabemos que el machismo, el racismo, el capacitismo, el colonialismo y el clasismo son estructuras que también habitan en el progresismo, pero el camino recién inicia y la esperanza que ha generado la victoria de Márquez y Petro nos arroja a la confianza en el otro y la otra, en la voluntad de reconocernos desde el cuidado y la transformación. Tal vez ese sea el mayor aporte que las feministas podremos hacer a este nuevo escenario: creímos siempre en la vida, en el perdón, en preguntarnos cómo sanar más allá del punitivismo. Y estamos dispuestas a continuar haciéndolo, ahora desde el poder. FM

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