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Mempo Giardinelli (Argentina

Mempo Giardinelli

Argentina

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Es escritor y periodista. Nació y vive en el Chaco. Exiliado en México (19761984). En 1986 fundó la revista literaria Puro Cuento. Es autor de una docena de novelas, entre las que destacan Santo Oficio de la Memoria (1991) y Luna caliente (1983). Las dos más recientes son La última felicidad de Bruno Fólner (2015) y ¿Por qué prohibieron el circo? (2013). También publicó ensayos, varios libros de cuentos y relatos para niños. Cuentos de sus libros Vidas ejemplares, El castigo de Dios, Estación Coghlan y Luminoso amarillo han sido incluidos en numerosas antologías en diversas lenguas y países. Su narrativa está traducida en 26 idiomas. Su más reciente libro de cuentos es Chaco For Ever (2016).

Recibió el Premio Rómulo Gallegos (Venezuela, 1993). Mucho antes obtuvo el Premio Nacional de Novela (México, 1983). También fue galardonado con el Premio al Mérito Literario Internacional Andrés Sabella (Chile, 2013), el Grinzane-Montagna (Italia, 2007) el Giusseppe Acerbi (Italia, 2009) y el Premio Grandes Viajeros (España, 2000), entre otros. Fundó y preside una fundación dedicada al fomento de la lectura, a la que en 1996 donó su biblioteca personal, y desde la cual trabaja en educación y lectura con comunidades de pueblos originarios del Chaco.

Credo

Creo que mi vida de narrador se sintetiza, ante todo y felizmente, en un arduo trayecto lector durante el que escribí cuentos y novelas, a la par de todo lo que leía y vivía con pasión. Porque para mí lo que verdaderamente inspira y estimula la escritura es vivir intensamente, y leer a lo bestia.

Necesariamente eso implica movimientos, circulación de ideas, vivir experiencias que resignifican el propio posicionamiento frente a la literatura. Me gusta pensarlo así y quizás por eso he tenido una vida itinerante. Hoy sólo sé que mientras escribo experimento, viajo y leo. Y escribo novelas y sobre todo cuentos porque adoro este género, aunque apenas escribo uno o dos cuentos por año.

Soy demasiado autoexigente y nada permisivo conmigo mismo, y por eso generalmente prefiero terminar releyendo a los clásicos. Y está bien así, me digo, porque un gran cuento es un milagro. Y uno debe saber esperarlo, agazapado y paciente, pero leyendo a los grandes y con plena conciencia de que seguramente el milagro propio no se producirá jamás.