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LA TRÁGICA PISCINA

Paula y Andrea. Así se llaman esas dos hermanas. Era un viernes 14 de mayo. Pasaron todo el día en la piscina municipal, al igual que hacían de pequeñas. Ese pabellón era un sitio oscuro, frío y sombrío, aunque de día era muy familiar. Ya era tarde, concretamente las 20:28 de la noche. Todas las familias ya se habían marchado, pero solamente quedaban ellas. Cuando decidieron salir, a una de las hermanas se le cayó un anillo en el fondo de la piscina. En ese momento el director del centro empezó a cerrar todo sin saber que quedaban dos personas dentro del recinto. Cuando las hermanas se dieron cuenta, ya era demasiado tarde. La cubierta ya estaba completamente cerrada y el viejo ya estaba fuera, y lo peor de todo es que era viernes y eso significaba que hasta el lunes a primera hora no se volvería a abrir. Enseguida se dieron cuenta de que no había una salida. Empezaron a gritar y hacer fuerza contra la cubierta, pero todo eso fue en vano. Trataron de empujar la tapa de la piscina para abrirla de nuevo, pero por mucho que lo intentaran, la cubierta no se movía. Decidieron mirar a su alrededor para intentar encontrar una salida. Finalmente, pudieron encontrar un pequeño hueco en la parte sur de la tapa. Ese agujero era tan pequeño que lo único que cabía era una mano. Tal y como iban las cosas, lo único que pensaban era en poder sobrevivir hasta el lunes.

iera los códigos y se le ocurrió volver a la garita, donde tal vez encontraría algo. Y se le ocurrió lo peor. El modo lavado de la piscina. Eso se convirtió en una lavadora gigante. Después de que vieron lo que podía llegar a hacer la empleada por conseguir lo que quería, finalmente les dio las contraseñas y junto a ellas, el anillo, con el cual había empezado toda esta pesadilla.

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Ya había pasado un tiempo desde los muchos intentos de escapar. Ya era de noche y eso lo único que trajo fue subir la temperatura del agua. Pero en ese momento apareció su solución, la limpiadora del centro.

La luz de la linterna hizo que las dos chicas se dieran cuenta de que aún tenían una esperanza. Se pusieron a golpear la cubierta hasta que la limpiadora se dio cuenta de que había alguien dentro de la piscina. En cuanto la limpiadora vio eso, decidió no ayudarlas y, en cambio, se preocupó más por sus pertenencias, las cuales estaban fuera de la piscina. Cuando la mujer cogió todos los objetos de valor de las hermanas, se dirigió a la garita de la piscina donde estaba el panel de control del centro. La garita estaba llena de suciedad y humedad. Había muchos productos químicos y diferentes claves de acceso de todo el centro, pero la limpiadora solamente le prestó atención a las pantallas de seguridad. Decidió apagar esas pantallas, por si alguien aparecía, no pudiera encenderlas.

Las dos hermanas estaban bastante desesperadas, ya que sabían que nadie más aparte de esa mujer podría sacarlas de allí.

Una vez apagados los monitores y sin ninguna ayuda externa, la mujer se acercó a ellas con sus respectivos teléfonos. Empezó a pedirles los códigos de seguridad, entre ellos, los del teléfono y los de las tarjetas de débito.

En ese instante, las dos chicas sabían que aunque les dieran todos sus códigos, no la salvarían, y decidieron callarse y no darle nada.

Ante ese silencio, la limpiadora vio que no le darían nada y para conseguirlo volvió a la garita y apagó el aire acondicionado. Eso significaba, que en pocos momentos la temperatura del agua bajaría, y eso hizo que la situación de las dos chicas empezará a empeorar y a tener un frío horroroso. Las hermanas confirmaron su teoría de que no las ayudaría y siguieron sin decir una palabra. La empleada enojada ya no sabía qué hacer para que les diera los códigos y se le ocurrió volver a la garita, donde tal vez encontraría algo. Y se le ocurrió lo peor.

El modo lavado de la piscina. Eso se convirtió en una lavadora gigante. Después de que vieron lo que podía llegar a hacer la empleada por conseguir lo que quería, finalmente les dio las contraseñas y junto a ellas, el anillo, con el cual había empezado toda esta pesadilla.

Finalmente, cuando la trabajadora consiguió todo lo que quiso, cedió y aceptó ayudarlas. Cuando fue al panel de control para abrir la cubierta, su código de acceso era erróneo. Eso fue el resultado de que en jornadas de trabajo de la empleada, el mismo viejo que dejó encerrada a las chicas en la piscina, la pilló rebuscando en pertenencias ajenas a su persona y decidió cambiar todos sus códigos de acceso.

Ante ese inconveniente, la mujer se rindió y dejó a las dos hermanas sin nada.

Paula y Andrea ya habían perdido completamente la esperanza hasta que se les ocurrió la última opción para no morir en esa alberca. Andrea bajó hasta el fondo de la piscina para romper la tapa del desagüe, lo intentó varias veces hasta que por fin pudo quitarla para romper la cubierta de plástico. Cuando pudieron salir de la piscina, abrió los ojos y despertó otra vez en la litera sola.

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