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El misterio del fortín "Paso de los Cuatreros"

Dirección editorial Cnl (R) Omar Locatelli

Coordinación editorial Lic. Juan Ignacio Cánepa

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Diseño y diagramación Alejandro Arce

Corrección Ximena Riera

El misterio del fortín “Paso de los Cuatreros”

Primera edición 2020

© Editorial Universitaria del Ejército (EUDE) Cabildo 65, Ciudad Autónoma de Buenos Aires www.iese.edu.ar/eude/ Queda hecho el depósito que establece la ley 11.723. Libro de edición argentina. No se permite la reproducción total o parcial, el almacenamiento, el alquiler, la transmisión o la transformación de este libro, en cualquier forma o por cualquier medio, sea electrónico o mecánico, mediante fotocopias, digitalización u otros métodos, sin el permiso previo y escrito del editor. Su infracción está penada por las leyes 11.723 y 25.446.

Las imágenes son meramente ilustrativas, sin fines de lucro, los créditos de esta imagen pertenecen a sus respectivos dueños.

EL MISTERIO DEL FORTÍN “PASO DE LOS CUATREROS”

Ira PARTE

UN HISTORIADOR HOLANDÉS INTERESADO EN LOS FORTINES

En 1945 el historiador y escritor holandés Gerlach Van der Berg, de 25 años, fue comisionado por la National Geographic Society (en español: Sociedad Geográfica Nacional) para investigar el desarrollo y evolución de los fortines argentinos con el objetivo de trazar un paralelismo con los fuertes estadounidenses. Por este motivo, realizó distintas visitas a las unidades militares que antaño se crearon con ese fin.

Gerlach Van der Berg quedó muy intrigado con una leyenda — relatada por descendientes europeos— que circulaba en el sur de la provincia de Buenos Aires. En ella se describía un hecho desconocido para él, llamado “malón fantasma”, que algunos lugareños veían bajo determinadas condiciones climáticas. Además, no entendía cabalmente el significado de la palabra “malón”. ¿Era un gran hombre malo? ¿Era una acción grandilocuente mucho más que mala? ¿O, simplemente, era un nombre toponímico de la zona?

Para develar este misterio, el 1.º de octubre de 1945 se dirigió a la estación Constitución para abordar el tren que lo llevaría a un alejado pueblo, llamado General Cerri. Según la información obtenida de la gran base de datos de su empleador (National Geographic), esta localidad fue fundada el 27 de mayo de 1876 y está ubicada en el partido de Bahía Blanca, a 15 km al sur de su ciudad capital homónima del partido y a 698 km de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

Ilustración 1. Estación “General Daniel Cerri

Ilustración 1. Estación “General Daniel Cerri

La razón de iniciar su investigación en General Cerri radicaba en que un descendiente del coronel Rauch —que fue asesinado por el cacique Arbolito 1 en cercanías de Bahía Blanca— contaba que años después de su muerte otro oficial había salvado la vida de un recién nacido. No obstante, al igual que Arbolito, el cacique creyó que buscaba capturar al niño como prenda de cambio. En el caso de Rauch, su cabeza fue expuesta en una pica (costumbre de la época) y la leyenda indicaba que seguía gritando por ayuda, a fin de vengar su asesinato, en las serranías cercanas a la localidad. En el caso posterior nunca se supo cuál fue el fin de la historia.

Van der Berg arribó a la estación General Cerri, inaugurada en agosto de 1897. La primera sorpresa que tuvo al llegar fue darse cuenta de que el nombre anterior había sido “estación Cuatreros”, en concordancia con el nombre del poblado adyacente, que evocaba el robo de ganado por los pobladores originales de la zona, descendientes del cacique Arbolito.

Cuando descendió del ferrocarril lo sorprendió la presencia del capitán Rosales (ver il. 2) quien, al enterarse de su nueva investigación, con autorización superior, fue a esperarlo en la estación. Ambos se habían conocido recientemente, en el Regimiento de Caballería de Tanques 2 “Lanceros General Paz” y Van der Berg le había solicitado ayuda para investigar ese extraño suceso que lo tenía muy perturbado. Rosales oficiaba tanto de compañero de ruta como de controlador de una nueva investigación realizada por un periodista europeo, curioso y muy vinculado a las altas esferas militares.

Para comenzar, Van der Berg le pidió a Rosales más datos sobre qué era un “malón fantasma”, pues entendía lo de fantasma; mas no así lo de malón. Rosales intentó traducirlo como una acción de un grupo numeroso de miembros de diversas tribus de naturales del lugar para obtener recursos mediante el robo de ganado vacuno y caballar, atemorizando a grupos de pobladores indefensos. A tal fin, se establecieron guarniciones militares con diferente cantidad de soldados, junto a sus familias, quienes heroicamente defendían ese terruño y colaboraban en la defensa ante los ataques de los malones.

A partir de comprender la base de la investigación comenzaron a entrevistar a pobladores y estancieros del lugar, con el propósito de ampliar y cotejar los detalles que estos guardaban en su memoria, relacionados con las visiones del supuesto “malón fantasma”.

Ilustración 2. Encuentro de Gerlach Van der Berg con el Capitán Rosales

Ilustración 2. Encuentro de Gerlach Van der Berg con el Capitán Rosales

De sus investigaciones recientes, Gerlach supo que, entre 1736 y 1870, los diversos gobiernos y autoridades que se sucedieron a través de estos 134 años, dispusieron la construcción de fuertes, fortines, guardias y comandancias que estaban guarnecidos en algunos casos por tropas regulares o por milicianos “a ración” que no percibían un sueldo, pero el Estado les proveía los víveres e insumos para su manutención.

Desde 1752, cuando se creó la primera compañía de Blandengues, estas agrupaciones fueron responsables de resguardar vidas y bienes para defender los poblados y establecimientos ganaderos que se fueron instalando en los territorios que se iban conquistando. La primera frontera fue el río Salado, utilizado como límite natural entre las noveles poblaciones al norte y la pampa grande al sur en manos de los diferentes aborígenes. La lucha implicaba comenzar a poblar tierras que las congregaciones indias consideraban ancestralmente suyas; para afianzar la posesión soberana de los extensos territorios de una nueva nación en formación.

Además, averiguó que habían sido muy pocos los casos en los que el enfrentamiento se había llevado a cabo por aborígenes autóctonos de estas tierras, pues la mayoría de los caciques y capitanejos que encabezaron acciones hostiles eran araucanos y mapuches que habían cruzado la cordillera en búsqueda de buenos pastos para su ganado y mejores oportunidades para sobrevivir, cansados de la lucha cruel a la que los obligaba la aridez y los rigores del clima, que eran la característica de sus tierras, al otro lado de la cordillera.

Al mismo tiempo, Van der Berg sabía que la mayoría de los fortines no eran exclusivos de la provincia de Buenos Aires, ya que se alineaban en toda la línea “fronteriza” desde Carhué (Buenos Aires), a Villa Mercedes (San Luis), pasando por Choele Choel (Río Negro) y hasta Malargüe (Mendoza), donde las cercas de troncos en general se ponían en posición inclinada sobre la zanja circundante, para evitar que el enemigo las trepara. Estas construcciones, al ser muy precarias, no pudieron resistir la violencia de los malones y varios desaparecieron consumidos por las llamas o por los ataques de quienes se resistían al avance de la civilización. No obstante, los que lograron sobrevivir fueron el origen fundacional de gran cantidad de pueblos y ciudades que hoy conforman el territorio de la República Argentina.

Sin embargo, cada entrevista mencionaba una leyenda diferente; pero con un denominador común: en todas aparecía una nube fantasmal y una voz clamando en medio de ella.

QUIÉN FUE EL ENIGMÁTICO GENERAL CERRI

Más allá de esa característica en particular que sobresalía en todas las entrevistas, otro nombre surgía como elemento aglutinador de la investigación: el general Francisco José Daniel Cerri.

El 20 de setiembre de 1841 María Zanelli dio a luz a Francisco José Daniel, hijo de Gaetano Cerri, en la ciudad de Bérgamo, Lombardía (Italia), quien siendo muy joven e intrépido perdió un ojo en una excursión realizada en las cercanas montañas de su ciudad. Se piensa que a raíz de este accidente y por su temperamento, en mayo de 1858 escapó de su hogar y se embarcó rumbo a la ciudad de Buenos Aires, donde arribó el 26 de agosto de ese año. Así, el versátil Cerri concurrió al centro de reclutamiento de la Legión Italiana y se enroló como Legionario. El sargento que lo atendió en la Oficina de Enrolamiento lo anotó como “soldado Pietro Fascio” —que había desertado— en lugar de anotarlo con su verdadero nombre, pues no deseaba informar ese caso a la superioridad y así cubrió el puesto faltante. Con 17 años recién cumplidos, el soldado Pietro Fascio (Cerri) se dirigió a Bahía Blanca y, en octubre de 1858, junto a varios camaradas, desembarcó del bergantín Río Bamba en el muelle del arroyo Napostá donde fue recibido por el Jefe del Batallón, coronel Antonio Susini (ver il. 3).

Posteriormente, el soldado Pietro combatió heroicamente contra las huestes de Calfucurá cuando el 19 de mayo de 1859 la Fortaleza Protectora Argentina había sido atacada por 3000 guerreros al mando de ese cacique.

Los habitantes de ese lugar guardan un gran recuerdo de Cerri, ya que pudo rescatar muchos cautivos y recuperar una importante caballada, además de haber sido este el último malón que atacó a la ciudad de Bahía Blanca. Vale señalar que en esa época Calfucurá tenía 6000 guerreros: 1500 ranqueles, 2000 pampas, 1000 araucanos (que eran sus seguidores y los caciques Cañumil, Quentriel, entre otros) que la historia no guardó sus nombres, más otros 800 araucanos (traídos desde el otro lado de los Andes) y 700 pehuenches.

Más tarde, Cerri participó en varias acciones militares. En 1861, en la Batalla de Pavón y, cuando finalizó este conflicto, se incorporó a la Legión de Voluntarios de la Libertad en Azul (Buenos Aires) y más tarde al famoso Batallón 3 de Línea.

Ilustración 3. Coronel Antonio Susini

Ilustración 3. Coronel Antonio Susini

En 1864 se inició la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay en la cual Cerri participó en la recuperación de la ciudad de Corrientes, en 1865. Por su actuación en ese conflicto fue promovido al grado de subteniente y se lo registró en los libros del Ejército con su verdadero nombre. Después luchó en varias acciones de esa guerra, destacándose en la batalla de Curupayty, el 22 de septiembre de 1866. Por sus méritos, en 1869 fue promovido al grado de sargento mayor. Finalizada la guerra regresó a Bahía Blanca con el grado de teniente coronel y, en 1875, fue nombrado Comandante de la Guarnición Bahía Blanca.

Vale señalar que Daniel Cerri fue el único legionario que llegó al grado de General (ver il. 4 y 5) y jamás tomó participación en las distintas agitaciones políticas, manteniéndose siempre fiel al gobierno central y cumpliendo estrictamente con su deber cada vez que reclamaron sus servicios.

Ilustración 4. General Francisco José Daniel Cerri con uniforme

Ilustración 4. General Francisco José Daniel Cerri con uniforme

Ilustración 5. General Francisco José Daniel Cerri en 1948

Ilustración 5. General Francisco José Daniel Cerri en 1948

Cerri fue ascendido al grado de general de brigada el 27 de julio de 1890 y se retiró del servicio activo en 1903, a los 62 años. Después, se dedicó a la vida familiar con su esposa Amalia Aguilar, con la que había tenido cinco hijos. Murió a los 72 años el 4 de marzo de 1914, en la Capital Federal, rodeado de la máxima consideración colectiva. Actualmente, sus restos descansan en el cementerio de la Recoleta y una calle del barrio de La Boca lleva su nombre. En 1933, los hijos de Daniel Cerri donaron al museo histórico local la espada y la faja de general que usó su padre en el Ejército Argentino.

EL FORTÍN “PASO DE LOS CUATREROS”

Durante la presidencia del doctor Nicolás Avellaneda, se intensificó la lucha contra los aborígenes ladrones de ganado considerados como “cuatreros” 2 . Por este motivo, el 16 de marzo de 1876, desde el cuartel general ubicado en Olavarría, el Ministro de Guerra Adolfo Alsina dio órdenes e instrucciones a los mandos militares para que marcharan sin demoras a ocupar los lugares por donde se debía trazar la nueva línea de fronteras.

Entre las órdenes que recibió el teniente coronel Cerri, una fue situarse con sus efectivos entre Bahía Blanca (Fortaleza Protectora Argentina) y Fuerte Argentino (Paso de los Chilenos) y otra fue construir, sobre las márgenes del río Sauce Chico, una nueva línea de fortines, nueve a la izquierda y cuatro a la derecha.

Gerlach Van der Berg señala que el primer fortín construido al oeste de Bahía Blanca para cerrar el paso de las invasiones provenientes desde Carmen de Patagones fue el fortín “Paso de los Cuatreros” y algunos de los fortines restantes fueron: “Farías”, “Piran”, “Manuel Leo” y “General Iwanoski”. También se reacondicionó el fortín “Nueva Roma” y se reconstruyó el fortín “Borges”. Estos fortines, generalmente, tenían dos estructuras circulares, una contenía el rancherío y la otra formaba el corral.

Desde “Cuatreros” a “Nueva Roma” se utilizó el cauce del río Sauce Chico como zanja, y de “Nueva Roma” hasta la provincia de Córdoba se continuó manualmente con la construcción de la zanja, luego conocida como la Zanja de Alsina.

Dando cumplimiento a las órdenes impartidas por la superioridad, el teniente coronel Cerri ordenó construir un fortín en un sector del río

2 Dícese del ladrón de ganado o abigeo, tanto sea de caballos, vacas y hasta ovinos. Se lo denomina cuatrero por la cantidad generalizada de personas que realizaban el robo.

Sauce Chico con el objetivo de cerrar el paso de las incursiones provenientes desde Patagones. Esta decisión había sido tomada debido a que los indígenas y cuatreros realizaban distintas correrías que se concentraban en el robo de ganado del poblado, que después se llevaban con facilidad aprovechando un vado por el cual se podía cruzar el Sauce Chico, lugar al que se conocía, precisamente, como “Paso de los Cuatreros”. Este río conforma parte del límite de los partidos de Coronel Suárez, Coronel Pringles y de los partidos de Bahía Blanca y Villarino (en la cuenca baja) para desaguar en el estuario “de la bahía Blanca”.

Este fortín estaba ubicado a 10 km al oeste de la ciudad de Bahía Blanca (ver il. 6). La construcción comenzó en los primeros meses de 1877, en cercanías del pueblo de Cuatreros y se realizó con algunos materiales provenientes de la Fortaleza Protectora Argentina, erigida por el coronel Ramón Estomba en 1828.

Ilustración 6. Mapa de la zona

Ilustración 6. Mapa de la zona

La edificación, que era de piedra, contaba con zanjas perimetrales de cuatro varas de ancho por tres de profundidad. En su interior había dos ranchos: uno de seis por siete varas y otro de cinco por seis. Disponía de un alto mangrullo de rocas desde el cual se divisan grandes distancias. (Cerri, 1877). Tenía otro círculo de veinte varas de diámetro, construido a sus espaldas, que estaba fabricado con un cerco de troncos, que llevaban sus puntas aguzadas y se utilizaba como el corral.

La dotación militar estaba integrada por dos oficiales: un capitán y un teniente; dos suboficiales: un sargento y un cabo (veteranos de la Guerra de la Triple Alianza), más veinte soldados fortineros. Los soldados que fueron destinados a este fortín llevaron a sus familias y dieron origen al primer núcleo poblacional que tomó el nombre de ese primer fortín “Paso de los Cuatreros”.

Además, para resguardar las estancias ubicadas en la zona rural del partido de Bahía Blanca se construían las casas azoteas, o casas fortalezas, que eran una construcción más económica y funcionaban como unidades defensivas y de albergue para la peonada. Una de esas unidades, que perteneció a la “Estancia Sansinena”, actualmente está en al “Museo Fortín Paso de los Cuatreros” (ver il. 7).

Ilustración 7. Museo “Fortín Paso de los Cuatreros”

Ilustración 7. Museo “Fortín Paso de los Cuatreros”

LA PATRULLA DE EXPLORACIÓN

Con los datos recogidos de sus investigaciones, Gerlach Van der Berg comenzó a entender los acontecimientos que dieron origen a la leyenda del “malón fantasma”.

En la gélida mañana del 1º de junio de 1877, el teniente Rudecindo Cáceres Llorente presidió una formación en el Fortín Cuatreros y, al finalizar, le ordenó al sargento Estanislao Guaymas que reuniera cuatro soldados para que realizaran una patrulla de exploración (ver il. 8).

Después de diez minutos, el sargento Guaymas presentó ante el teniente Cáceres a los soldados reunidos en semicírculo. “Permiso mi teniente, estos son los cuatro hombres elegidos para la misión: los soldados Martín Aranda, Jacinto Hurteaga, Benito Varela y Lisandro López” —dijo, y agregó—, “todos tienen el equipo completo: Tercerola Remington con cincuenta cartuchos, sable y lanza”. El teniente pasó revista para verificar el estado de sus uniformes y armamento, y se aseguró de que los víveres para dos días estuvieran cargados en las alforjas (si bien la patrulla tenía previsto regresar al atardecer). Realizadas estas comprobaciones se presentó al comandante, capitán Nicanor Sebastiano Molina y le pidió autorización para iniciar la patrulla. Con las órdenes recibidas regresó a la formación y luego ordenó montar.

Con el teniente Cáceres a la cabeza de la columna salieron del fortín a las 8:00 h con rumbo sur. La marcha se realizaba al paso y todos los integrantes de la patrulla iban mirando para los cuatro lados, tratando de divisar algún movimiento entre los pajonales.

Después de marchar unas tres horas el teniente Cáceres decidió poner rumbo al este para inspeccionar la zona de la bahía, suponiendo que en esos lugares próximos al mar se podrían albergar algunos campamentos de indios o cuatreros, que habían asolado la zona con gran salvajismo.

Ilustración 8. La patrulla de exploración

Ilustración 8. La patrulla de exploración

La marcha continuaba al paso y el frío se hacía sentir. Para estimular el ánimo de la patrulla el teniente ordenó echar pie a tierra. El sargento Guaymas reunió a los cuatro soldados, quienes aflojaron las monturas de sus caballos para dejarlos pastorear. Al rato prepararon un fogón y cuando todo estuvo listo comenzaron una rueda de mate acompañada con galleta que había sido horneada el día anterior (ver il. 9).

Ilustración 9. Los integrantes de la patrulla hacen un alto en la marcha

Ilustración 9. Los integrantes de la patrulla hacen un alto en la marcha

LA FORMACIÓN DE UN GUERRERO

Lo que sabía la patrulla era que a unas leguas de ese lugar se hallaba una toldería. El teniente Cáceres conocía la historia de Rauch y su mal interpretada ayuda, con lo cual estaba muy atento a las circunstancias y cómo serían entendidas. También sabían todos los integrantes del fortín que en una tribu cercana vivía el nieto preferido de Calfucurá (ver il. 10) llamado Eluney (que significa regalo del cielo), pues se esperaba que fuera un gran guerrero.

Ilustración 10. El cacique Manuel Namuncurá en Buenos Aires, después de su entrega voluntaria; vistiendo el uniforme militar que le habían obsequiado (1884)

Ilustración 10. El cacique Manuel Namuncurá en Buenos Aires, después de su entrega voluntaria; vistiendo el uniforme militar que le habían obsequiado (1884)

En las cercanías del mencionado fortín estaba asentado un caciquejo de Calfucurá, llamado Aukán, quien obtuvo esa condición por su desempeño cuando integró el malón que había asolado esa zona en 1870. Aukán para congraciarse con el cacique le prometió que iba a hacer que Eluney hiciera honor a su nombre. Así fue que cuando Eluney cumplió sus 17 años, Aukán se lo llevó, con 200 guerreros más un grupo de mujeres aborígenes y cautivas, para instalarse en la zona y así enseñarle las habilidades que los guerreros a caballo manejaron con inigualable destreza.

Sus famosas chuzas, utilizadas tanto por los pampas como por araucanos, llegaban a medir hasta 3,60 m de largo. Estas “armas y herramientas” estaban fabricadas con caña coligüe o tacuara y tenían un fierro o moharra de ese mismo material, enastado en uno de sus extremos que, generalmente, a una cuarta abajo de la moharra, ataban un manojo de plumas de color, como adorno o distintivo de los diferentes grupos.

Además, se valían de sus largas lanzas en otras muchas circunstancias, no solamente como arma de combate, y eran utilizadas como herramientas cuando tenían que vadear un curso de agua, sin bajarse del caballo, introduciéndolas en el agua y avanzando despacio iban midiendo la profundidad y la fuerza de la corriente, para hacerlo con seguridad. Cuando dormían montados permanecían apoyados en ellas, atentos, aún en el sueño. También, las clavaban en el suelo y, extendiendo ponchos y mantas encima, fabricaban rápidos toldos, muy necesarios para el desierto. También, utilizaban sus chuzas para medir la hora, sirviéndoles de jalón entre la línea del horizonte les bastaba inmovilizar la lanza, poniéndola perpendicular al suelo, para saber si un objeto muy lejano tenía movimiento o estaba quieto, según las vibraciones que ella les trasmitía.

Se valían de técnicas primitivas para detectar algún movimiento en esas inmensidades. Por ejemplo, cuando apoyaban una oreja en la tierra “escuchaban” y distinguían el galope de una tropilla o la marcha de una partida. Vale señalar que, generalmente, los caciques y capitanejos también utilizaron como símbolo de mando y jerarquía, sables y espadas que lucían orgullosos atados a su cintura.

Fue así que Eluney aprendió a domar caballos y a utilizar otras herramientas tales como cuchillos, boleadoras, lanzas y el fusil Remington, el cual, aunque sin muchos cartuchos para la práctica de tiro, era de uso muy preciso. Al mismo tiempo, completó su entrenamiento participando en pequeñas incursiones, saqueando algunas estancias vecinas y robando ganado con el propósito de aprender algunas tácticas y habilidades que algún día podría utilizar para dirigir a su tribu.

Coincidentemente, esa mañana del 1º de junio de 1877, Aukán pensó que Eluney ya estaba listo para liderar a un grupo de guerreros solo y le propuso que realizara una incursión por alguna de las estancias vecinas que ya habían visitado alguna vez. Además, le dio a elegir a cincuenta revoltosos que estarían bajo sus órdenes y decisiones. Eluney recibió este ofrecimiento de Aukán con gran alegría, pues era la primera vez que él mandaría un malón y sabía que cuando su abuelo recibiera la noticia se pondría muy feliz.

La patrulla nunca supuso que cuando se toparan con los aborígenes formarían parte de una leyenda.

UN ENCUENTRO INESPERADO

Así fue que la indiada se puso en movimiento. Ellos no se desplazaban en columna como los militares, más bien marchaban en total desorden y el cacique, o quien dirigiera el grupo, podía ir ubicado en cualquier lugar. En este caso se movilizaban muy distendidos, formando una especie de “V” invertida. La marcha continuó al paso mientras iban oteando el horizonte para elegir el lugar de su ataque.

Mientras tanto, la patrulla de exploración comandada por el teniente Cáceres apagó el fuego, ensilló los caballos y se puso en mar-

cha haciendo el recorrido previsto por su comandante. Cuando llevaban recorridas unas dos leguas se detuvieron, pues divisaron una gran polvareda en el horizonte. Era la caballada indígena que venía al galope gritando desaforadamente y cargaba en grupos compactos (ver il. 11), pero manteniendo una distancia prudencial entre cada jinete para que estos pudieran evolucionar y hacer con sus chuzas las cabriolas necesarias, sea en “molinetes” por arriba o en los costados, más que nada para infundirse ánimo y causar pánico en el enemigo. En la primera fila estaban los caciques y capitanejos, en tanto que Aukán y Eluney iban mezclados entre los guerreros para conducir y liderar de manera más conveniente el combate.

Ilustración 11. Los atacantes se acercan al galope

Ilustración 11. Los atacantes se acercan al galope

Ante esta situación, el teniente Cáceres, al ver que él y sus hombres serian masacrados inexorablemente debido a la diferencia numérica, reaccionó con gran rapidez. Se afirmó en su montura y efectuó un certero disparo con su carabina Remington. El impacto dio en un jinete que cayó sobre el lomo de su caballo y luego se precipitó al suelo. Entonces, el grupo de atacantes emprendió la retirada con la misma rapidez con la que había llegado (ver il. 12), dejando al caído en el piso sin explicación alguna. Cuando llegaron a la toldería, Aukán amenazó bajo pena de muerte a todos sus guerreros, diciéndoles que no podrían revelar jamás los hechos ocurridos para, de este modo, esconderle la muerte de Eluney a Calfucurá que, de enterarse, tomaría alguna cruel y sanguinaria venganza sobre todos los integrantes de esta desdichada correría.

Ilustración 12. Los atacantes en retirada

Ilustración 12. Los atacantes en retirada

LA SOLIDARIDAD DE LA SOLDADESCA

Los soldados quedaron sorprendidos por la actitud del malón que, en circunstancias normales, hubieran arremetido contra ellos para aniquilarlos, pero, sin embargo, se habían retirado velozmente de la escena, sin una explicación lógica. Los cinco militares se acercaron al guerrero caído y, con sorpresa, vieron que era un jovencito que apenas tendría 16 o 17 años. El teniente Cáceres lo interrogó en idioma mapuche, el que comprendía y hablaba a la perfección pues su abuela había sido cautiva del último gran malón que, al mando el cacique Calfucurá, había arrasado Bahía Blanca el 9 de mayo de 1859. Le preguntó cómo se sentía, a lo que el joven le respondió kutrhan che (estoy enfermo), entonces el teniente con la ayuda del sargento Guaymas le quitaron el poncho para revisarlo y vieron la herida del proyectil en su hombro derecho. Ante esta situación, lavaron la herida con agua, mientras que los soldados habían comenzado a montar una “pequeña camilla” para poder trasladarlo a un refugio y, de ese modo, poder atenderlo mejor.

En ese momento Cáceres recordó el episodio de Rauch y caviló si debía llevarlo al fortín o dejarlo a la buena de Dios, y salvar a su patrulla. Su corazón de soldado, enseñado a tender una mano hasta al enemigo abatido, pudo más que el temor de una represalia que le valiera su vida y la de sus subordinados.

Cuando lograron estabilizar al joven guerrero lo subieron a la improvisada camilla y, con mucho cuidado, comenzaron a desplazarlo. Así, se dirigieron a un rancho abandonado que se encontraba en las cercanías del lugar (ver il. 13).

Ilustración 13. Los soldados atienden a Eluney en un rancho abandonado

Ilustración 13. Los soldados atienden a Eluney en un rancho abandonado

Cuando arribaron al rancho los cinco soldados se acomodaron en su interior y acondicionaron un sector. Lo limpiaron con gran prolijidad para acomodar al joven herido en un camastro improvisado con espartillo y lo cobijaron con sus ponchos. Entonces, el teniente Cáceres volvió a lavar su herida, pero esta vez con un poco de agua caliente, mientras lo tranquilizaba diciéndole en idioma mapuche “kutrhan tulei küme felen kutrhan” (está dolorido, pero estará bien). Acto seguido, Cáceres sacó su cuchillo y lo limpió con ginebra. Mientras le decía a Eluney que tomara unos buenos tragos de esa bebida, le pidió a Guaymas que le hiciera morder un trozo de tela, para poder comenzar a realizarle una pequeña cirugía de campaña con el objetivo de extraer el proyectil, que por suerte no estaba a gran profundidad y salió con facilidad.

Mientras tanto Guaymas les indicó a los tres soldados que realizaran un recorrido en busca de posibles merodeadores que podrían ser hostiles (ver il. 14). Estos regresaron al anochecer sin novedades y después fueron a juntar leña para mantener el fuego encendido durante la noche, que presagiaba ser muy fría.

Ilustración 14. Los tres soldados recorriendo la zona

Ilustración 14. Los tres soldados recorriendo la zona

Cáceres, a despecho del final de Rauch, siguió adelante para cuidar la vida del recién abatido. A raíz de ello y con la presunción de que los compañeros de Eluney podrían regresar para rescatarlo, realizaron los turnos de guardia hasta la mañana siguiente (ver il. 15).

Ilustración 15. Centinelas apostados durante la noche

Ilustración 15. Centinelas apostados durante la noche

Cuando aclaró el día, el teniente Cáceres pudo apreciar que Eluney estaba mejor. Sin embargo, tenía un leve dolor en la herida, lo que era normal debido al calibre del proyectil que lo había impactado y la posterior “cirugía”. No obstante, parecía no tener fiebre.

Entonces, Cáceres le dijo en idioma mapuche amukan (que iban a realizar el viaje para ir con su tribu), Eluney le respondió belei o felei (está bien, de acuerdo) y agregó pchi atrheg ngei (hace un poco de frío). Por lo que el sargento Guaymas comenzó con los preparativos previos, antes de emprender la marcha.

Cuando el sol comenzó a calentar hicieron que Eluney montara en el caballo del sargento Guaymas y así iniciaron la marcha hacía la toldería. Después de tres horas Eluney le dijo al teniente que los toldos que se divisaban en el horizonte pertenecían a los suyos (ver il. 16).

Ilustración 16. Los toldos de Aukán

Ilustración 16. Los toldos de Aukán

Cuando se acercaron vieron el comité de recepción que los esperaba (ver il. 17). Este grupo estaba encabezado por Aukán, que no podía entender la situación, pues creía que el nieto de Calfucurá estaba muerto. Eluney desmontó con dificultad, ayudado por Kimey quien lo saludó con un mari-mari (buenas tardes), y se dirigió a un toldo para descansar. Antes de irse les dijo a sus benefactores chaltu (gracias) y luego se despidió chaliwedan.

Aukán, que no salía de su asombro, le dijo al teniente Cáceres si quería permanecer con ellos para descansar y comer, pero Cáceres agradeció “su hospitalidad” y se despidió con las mismas palabras mapuches con las que se había despedido Eluney, retirándose de la toldería con sus hombres. La imagen de Rauch seguía rondando su cabeza por lo cual apresuró su marcha de regreso.

Ilustración 17. Aukán y varios guerreros los reciben

Ilustración 17. Aukán y varios guerreros los reciben

Ilustración 18. La patrulla arriba al Fortín

Ilustración 18. La patrulla arriba al Fortín

LA PAZ EN “CUATREROS”

Posteriormente, la situación de beligerancia se fue reduciendo en toda la zona y, por este motivo, la vida de ese fortín fue efímera. En 1878 había comenzado su desactivación y para mediados de 1879 ya estaba deshabitado, pues la frontera se había extendido hasta el Río Negro con la campaña del general Roca.

Vale señalar que desde 1886 los habitantes del lugar trataron de modificar el nombre “Paso de los Cuatreros”, con el argumento de que honraba a delincuentes y bandidos. Pero recién en 1943 se modificó la denominación y fue rebautizado con el nombre de general Daniel Cerri.

Finalmente, Calfucurá se enteró de la deslealtad de Aukán y lo maldijo a él y a todos los integrantes de ese malón condenándolos, supuestamente, a vagar por toda la eternidad en los lugares donde se había producido el abandono de Eluney (ver il. 19).

Ilustración 19. Visión del malón fantasma

Ilustración 19. Visión del malón fantasma

Por este motivo, algunos pobladores de la zona comprendida ente Bahía Blanca y Azul podían ver, en algunas circunstancias, las imágenes espectrales de varios jinetes cabalgando por las noches. ¿Sería la imagen de Rauch pidiendo venganza, más allá de su buena acción? ¿O acaso serían Aukán y sus guerreros buscando rescatar a Eluney? ¿O tal vez Calfucurá buscando ajusticiar a quién abandonó a Eluney? Cualquiera fuera la respuesta, Gerlach y Rosales estaban sobre estimulados para encontrarla. También podría ser una imagen de la figura del teniente Cáceres, que quizás Calfucurá imaginara, de quien fuera (ver il. 20) el salvador circunstancial de su nieto preferido, Eluney.

Las investigaciones llegaron a su fin cuando terminó el financiamiento de la National Geographic sin que la razón del malón fantasma tuviera solución. No obstante, el instinto de Gerlach se mantuvo alerta ante cualquier otra posibilidad de volver a la investigación “in situ”.

Ilustración 20. Teniente Cáceres Llorente

Ilustración 20. Teniente Cáceres Llorente

IIda PARTE

EL PASADO SE ENCUENTRA CON EL PRESENTE

Cuando Gerlach Van der Berg recopiló toda la información obtenida en sus investigaciones, regresó a Holanda para continuar con sus tareas habituales. En los ratos libres pudo escribir un libro que se tituló Historia de Fuertes y Fortines en América. Además, siempre mantuvo contacto con el capitán Evaristo Rosales, fomentando una amistad que perduró a través del tiempo con las interminables conversaciones que tenían por teléfono y la información que intercambiaban por fax.

A fines del año 1946, el capitán Evaristo Rosales se recibió de Oficial de Estado Mayor y con el paso del tiempo obtuvo varias distinciones militares que le fueron otorgadas por su desempeño profesional. Después se retiró del ejército con el grado de coronel, para continuar trabajando en la actividad privada.

El tiempo pasó y en 1982 Gerlach Van der Berg viajó a la Argentina para concluir una investigación que había realizado con Rosales en 1945, sobre una extraña operación de difícil resolución. En recuerdo de esos momentos vividos, Gerlach respondió a una nueva investigación del ya coronel Rosales para visitar, una vez más, las unidades blindadas argentinas para una nueva forma de ejercitaciones.

Entre los años 1991 y 1993 el Ejército Argentino comenzó a realizar los ejercicios “Mata Negra” que fueron desarrollados en los campos de Tandil y que reunía a todos los Puestos Comando de los Elementos Orgánicos de la Brigada Blindada 1 (ver il. 21). En ese momento, el mayor Alberto Maren era el Jefe del Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada 1 “Isidoro Suarez”, con asiento en Arana, provincia de Buenos Aires (ver il. 22).

Ilustración 21. Elementos Orgánicos de la Brigada Blindada 1

Ilustración 21. Elementos Orgánicos de la Brigada Blindada 1

Ilustración 22. Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada 1

Ilustración 22. Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada 1

Cuando el mayor Maren inició los preparativos para transportar los blindados de su escuadrón hasta la zona de operaciones (ver il. 23) recordó a su “viejo” instructor, el coronel retirado Evaristo Rosales, y pensó que podría interesarle presenciar alguno de los ejercicios militares que desarrollaría el escuadrón, pues como él había revistado en esa unidad podría “revivir” los tiempos pasados en ella. Cuando realizó un alto en sus actividades preparatorias lo llamó por teléfono para invitarlo formalmente (ver il. 23 a). Después de los saludos protocolares el diálogo continuaba con la formalidad habitual. Rosales, quien buscaba la forma de participar en las nuevas ejercitaciones, se sintió halagado por el llamado. En virtud del vínculo oficial instructor-cadete le preguntó si también podía ir acompañado de su amigo, Gerlach Van der Berg, que estaba de visita en Buenos Aires. Maren le respondió que sí y que les reservaría una habitación en el Casino de Oficiales de la Brigada, así no tenían que desplazarse desde el pueblo.

Ilustración 23. El mayor Maren supervisa los procedimientos para transportar los blindados

Ilustración 23. El mayor Maren supervisa los procedimientos para transportar los blindados

Ilustración 23 a. El mayor Maren habla con el coronel Rosales

Ilustración 23 a. El mayor Maren habla con el coronel Rosales

Rosales recibió el llamado de su antiguo cadete con gran alegría, ya que esta invitación le permitiría volver a tomar contacto con su profesión, pues desde que se había retirado del Ejército solamente concurría a las ceremonias de algunos actos que se realizaban para las fechas patrias, porque sus actividades empresariales no le dejaban mucho tiempo libre.

Esa noche Rosales invitó a su amigo Gerlach para cenar en su casa. Durante el transcurso de la cena le contó los pormenores de la invitación que le había formulado el mayor Alberto Maren y le pareció fantástica, porque regresaría otra vez a la ciudad de Tandil, que había visitado en el año 1945. Además, le explicó que a Maren lo había conocido desde muy joven, cuando era liceísta y con 17 años se presentó para rendir los exhaustivos exámenes de ingreso al Colegio Militar de la Nación, los que había aprobado de manera sobresaliente y que, debido a sus excelentes calificaciones, le habían permitido ingresar como cadete de segundo año.

Rosales continuó con su relato expresándole que en esa época se desempeñaba como Oficial Instructor del Escuadrón de Caballería y que siempre le había llamado la atención la capacidad intelectual y la contracción al trabajo que manifestaba el cadete Maren, atributos que lo destacaban entre sus pares y que le habían permitido egresar a los 20 años como subteniente, siendo distinguido con uno de los primeros puestos de su promoción.

Ilustración 24. Rosales esperando a Gerlach

Ilustración 24. Rosales esperando a Gerlach

El viaje comenzó con el excesivo tránsito que se producía habitualmente en las salidas de los accesos a la Capital Federal, pero sin embargo no les molestaba, pues, al final, era un paseo (ver il. 25). Como la densidad de tráfico no disminuía, Gerlach sacó su equipo de mate para compartir una mateada con su amigo para amenizar el viaje.

Ilustración 25. Los dos amigos emprenden el viaje

Ilustración 25. Los dos amigos emprenden el viaje

Cuando habían transcurrido dos horas de marcha, se detuvieron en una estación de servicio para reponer combustible, estirar las piernas y tomar un café (ver il. 26). Después de unos quince minutos, continuaron el paseo con mayor serenidad, pues la ruta ya estaba más despejada.

Ilustración 26. Rosales y Gerlach tomando un café

Ilustración 26. Rosales y Gerlach tomando un café

ENCUENTRO CON VIEJOS CAMARADAS

El viaje continuó sin dificultades. Comenzaron a visualizar las estribaciones de la serranía hasta que llegaron al acceso de Tandil a las 12:00 h (ver il. 27) y se dirigieron al Comando de la Brigada Blindada 1 para encontrarse con el mayor Alberto Maren.

Ilustración 27. Llegando a Tandil

Ilustración 27. Llegando a Tandil

El mayor los estaba esperando en la Guardia de Prevención y se produjo el reencuentro esperado de los “viejos camaradas”. A continuación, luego de los saludos formales, Maren los acompañó hasta el alojamiento que les tenía reservado y les preguntó qué planes tenían para estas noches. Rosales le contestó que no tenían nada previsto. Entonces, Maren realizó varios llamados telefónicos para coordinar la reunión con los amigos que había frecuentado Rosales cuando estuvo destinado en la Brigada.

Cuando llegaron al lugar, acomodaron sus cosas en la habitación y se fueron a la cantina de la unidad para almorzar. Después de finalizado el almuerzo se fueron a descansar, pues a la noche Maren los había invitado a cenar en un restaurante del pueblo.

A las 20:00 h sonó el teléfono de la habitación. Rosales atendió la llamada y luego de colgar el teléfono le dijo a Gerlach que ya los venía a buscar Maren. Los dos amigos salieron del casino y se dirigieron al encuentro del mayor que los estaba esperando con su vehículo (ver il. 28). Cuando Rosales le preguntó a dónde iban, Maren le respondió que iban al viejo restaurante “La Tablita” que él frecuentaba. Rosales le contestó que le parecía muy bien, porque en ese lugar siempre servían muy buena comida.

Ilustración 28. Maren pasa a buscar a Gerlach y Rosales

Ilustración 28. Maren pasa a buscar a Gerlach y Rosales

Cuando llegaron al lugar, este parecía vacío, sin embargo, Rosales se quedó fascinado cuando vio que en el fondo del local había una mesa preparada, ocupada por todos los viejos amigos que todavía lo recordaban con gran afecto (ver il. 29).

Ilustraciones 29. Encuentro con los viejos amigos

Ilustraciones 29. Encuentro con los viejos amigos

La cena fue muy amena. Estaban hablando de las viejas historias y tradiciones del lugar cuando Diego Juárez recordó que en algunas noches los vecinos de la zona todavía podían ver al “malón fantasma”, que se presentaba cabalgando velozmente por los campos, visión que algunos comensales decían que ya habían experimentado. Sin embargo, Maren se mostró incrédulo y no hizo comentarios. Cuando finalizó la cena, el mayor llevó de regreso a sus amigos. Durante el trayecto le dijo a Rosales: “mi coronel mañana toca ‘diana’ a las 6:00 h y los voy a llevar al campamento de la Brigada para que puedan observar las instalaciones”.

De acuerdo con lo previsto, ese domingo Rosales y Gerlach se vistieron con unos uniformes de combate que les había entregado Maren, así estarían más cómodos con esa indumentaria. Desayunaron en la habitación unos mates y tostadas para poder llegar puntualmente al galpón del parque automotor de la Brigada. Allí se encontraron con Maren, que los invitó a subir a un vehículo M-113 A1, que él conduciría, y comenzaron su desplazamiento hasta el campamento que la brigada tenía en los campos de Tandil (ver il. 30).

Ilustración 30. Maren y sus dos amigos rumbo al campamento

Ilustración 30. Maren y sus dos amigos rumbo al campamento

Cuando llegaron a las instalaciones de campaña (ver il. 31) Rosales se pudo sentir como en sus viejas épocas y con Maren se acordaban de los tiempos del Colegio Militar de la Nación, que tantos recuerdos les traía a los dos.

Ilustración 31. Vista del campamento

Ilustración 31. Vista del campamento

Con la guía de Maren, comenzaron la recorrida del predio viendo las instalaciones de sanidad, las cocinas para preparar el rancho y los alojamientos para el personal, finalizándola en el Puesto de Comando. Entonces, Maren les comentó que un oficial lo estaba esperando para presentarle una exposición de las previsiones que se estaban realizando (ver il. 32). Pues, en estos campos se reunirían más de 1200 efectivos, 200 vehículos a rueda y oruga, equipos de Ingenieros y Comunicaciones, y los sistemas de las armas de dotación, para ser utilizados en los ejercicios. Por estos motivos se debían ajustar todos los detalles logísticos y de seguridad.

Ilustración 32. Un oficial brinda su exposición a Maren

Ilustración 32. Un oficial brinda su exposición a Maren

Cuando la recorrida finalizó, emprendieron el regreso a la Brigada. Rosales le comentaba a Maren lo impactado que estaba al ver los preparativos y el detalle de los procedimientos que se instrumentaban para garantizar la seguridad del personal y los equipos que se utilizarían en estos ejercicios. Cuando llegaron a la Brigada, como ya eran las 14:00 h, Maren los invitó a almorzar junto al personal de su escuadrón. En este almuerzo conversaron de generalidades y, además, el mayor los puso al tanto de las distintas misiones que realizaría su Escuadrón. Al finalizar, les comentó que mañana saldrían al terreno a hacer una práctica para ver cómo funcionaban los vehículos y la coordinación del personal con el objetivo de tener todo el material humano y mecánico “puesto a punto” para el jueves, cuando él Comandante daría inicio al Ejercicio “Mata Negra”. Además, les dijo que lo iban a poder acompañar en un jeep, detrás del Panhard AML-90 que él utilizaría como cabeza de la columna. Ambos le contestaron que sí, pues ya tenían prevista alguna actividad de este tipo.

Más tarde, Rosales y Gerlach se retiraron a su alojamiento y dieron por finalizado el día. Aprovecharon el resto de la jornada para descansar porque, al día siguiente, las actividades comenzarían otra vez muy temprano y con sus años debían reponerse del cansancio que les había generado las extensas caminatas realizadas por el campamento.

DE NUEVO AL COMBATE

Rosales y Gerlach se vistieron con sus uniformes de combate, de acuerdo con lo pactado, y desayunaron en la habitación unos mates y tortas fritas que les habían traído del casino. Después fueron al parque automotor de la Brigada, donde Maren, que, ya los estaba esperando con los vehículos en marcha. Así, a la hora prevista, se dirigieron a la futura Zona de Operaciones con el Panhard a la cabeza de la columna (ver il. 33) para que pudieran ver al resto de los vehículos que la precedían (ver il. 34).

Ilustración 33. A bordo del Panhard AML-90

Ilustración 33. A bordo del Panhard AML-90

Ilustración 34. Columna desplazándose

Ilustración 34. Columna desplazándose

Las prácticas se realizaron de acuerdo con lo previsto por Maren y regresaron al cuartel pasadas las 17:00 h, sin novedades de personal ni de vehículos. Después de un día plagado de emociones y aventuras, Maren se ocupó de sus labores militares, mientras que Rosales y Gerlach se dedicaron a actividades recreativas para no interferir con las del mayor, que bastante trabajo tenía para finalizar el alistamiento de su Escuadrón, con la inspección del material rodante que ya estaba estacionado en un predio del campamento de la Brigada (ver il. 35).

Ilustración 35. Vehículos estacionados en el campamento

Ilustración 35. Vehículos estacionados en el campamento

1877-1991 LA LEYENDA SE MANTIENE VIGENTE

Como estaba previsto, el día jueves se realizó una formación en la “plaza de armas” del Comando de la Brigada. Al finalizar (ver il. 36), el comandante de la Brigada Blindada 1 dio inicio a los ejercicios “Mata Negra” diciendo su frase característica: “la flota zarpa”. Todos los Puestos Comando de los elementos orgánicos de la Brigada comenzaron sus movimientos para dirigirse a los campos destinados para realizar estas actividades. Pero, aunque el día amaneció con sol, cuando partían las columnas de blindados comenzó una llovizna persistente (ver il. 37).

Ilustración 36. Formación en la brigada

Ilustración 36. Formación en la brigada

Para cuando llegaron al terreno, el clima había cambiado radicalmente, pues había salido un tímido sol que bañaba las sierras y, de este modo, se pudieron apreciar con claridad los desplazamientos de los blindados (ver il. 38). Con este clima, el personal involucrado pudo trabajar con mayor comodidad. Esto facilitó que los invitados también pudieran observar las actividades de los blindados a una mayor distancia, por seguridad.

Ilustración 37. Los blindados desplazándose

Ilustración 37. Los blindados desplazándose

Ilustración 38. Columna de blindados en el terreno

Ilustración 38. Columna de blindados en el terreno

Después de cinco días de actividades continuas, que implicaban levantase muy temprano y acostase muy tarde, durmiendo en carpa, Gerlach estaba exhausto y no quería volver al terreno, por lo que Rosales se quedó con él en las instalaciones del casino de Oficiales del Comando de la Brigada. Más tarde aprovecharon para hacer mini turismo en la ciudad y por los alrededores de Tandil. El paseo incluyó visitas a los distintos lugares turísticos como la “Piedra Movediza”, el Parque Independencia, la Sierra del Tigre, la Cascada, el Cerro del Libertador, el Cerro La Virgen y distintos museos. Durante el recorrido, el guía mencionó una leyenda originada en los malones de la zona. El “malón fantasma” volvía a resurgir. Cuando llegó el último día de los ejercicios “Mata Negra” que se realizaban ese año, Maren invitó a Rosales y a Gerlach para que lo acompañaran, así podían ver unos ejercicios de tiro. Antes de retirarse les dijo que “como siempre, diana temprano”. Al otro día se repitió la escena matinal que Rosales denominaba “zafarrancho de combate”. Se vistieron con los uniformes de combate y desayunaron unos mates con tostadas en la habitación que no habían abandonado desde su última noche en las carpas del terreno. A las 6:00 h Maren los pasó a buscar por el alojamiento de la Brigada con su vehículo particular y se desplazaron a la zona de maniobras. Una vez en el lugar, los invitó a subir a un M-113 A1, VCTP (Vehículo de Combate de Transporte de Personal), que Maren utilizaba como vehículo de comando, y comenzaron la marcha para dirigirse a la zona donde se realizarían los ejercicios de tiro. El desplazamiento se inició con el vehículo de Maren a la cabeza de la columna (ver il. 39).

Detrás del mayor iba el resto de los vehículos que integraban la columna del Escuadrón de Exploración de Caballería Blindada 1 “Isidoro Suarez” (ver il. 40). Cuando llegaron al “campo de tiro”, que tenía un perímetro establecido de 5000 m 2 , para mantener las medidas de seguridad se realizaban patrullas aéreas y terrestres que evitaban la intrusión de personas o animales en la zona antes de iniciar las prácticas de tiro. Además, los disparos se realizaban contra una ladera de un cerro. Estas actividades se desarrollaron exitosamente y superaron los parámetros establecidos por él (ver il. 41).

Ilustración 40. Rumbo al campo de tiro

Ilustración 40. Rumbo al campo de tiro

Ilustración 41. Desarrollo de las prácticas de tiro

Ilustración 41. Desarrollo de las prácticas de tiro

Cuando culminó la jornada de tiro, con el objetivo de preservar el medio ambiente, el personal interviniente realizó un rastrillaje de la zona para juntar las vainas vacías y todo rastro de los materiales utilizados. Al finalizar esta tarea, el mayor Maren le ordenó a su segundo jefe que procediera para replegar a todo el personal hacia el campamento, y se quedó con otro blindado más para recorrer nuevamente todo el sector de tiro. De este modo, verificó que no quedaran rastros de materiales que pudieran ser contaminantes, a fin de poder volver a utilizar el campo para distintas ejercitaciones. Estas tareas demandaron dos horas de trabajo y una vez cumplidas los dos blindados emprendieron el regreso, pues ya comenzaba a oscurecer.

Entonces se escucharon varios truenos, pero sin relámpagos. El horizonte se tornó resplandeciente y los tripulantes de los blindados vieron azorados una bruma dentro de la cual se dibujaban imágenes espectrales de varios jinetes que se desplazaban al galope en la lejanía (ver il. 42).

Ilustración 42. Las tripulaciones observan al malón fantasma

Ilustración 42. Las tripulaciones observan al malón fantasma

Cuando llegaron a la Brigada, Maren les dijo a Rosales y a Gerlach que los esperaba en el Casino de Oficiales para cenar después de cambiarse de ropas, debido a que los tres estaban saturados del polvo que los blindados habían provocado al desplazarse por esos caminos de ripio. A las 21:00 h se encontraron en el comedor y disfrutaron de la cena que se inició con una picada surtida con los típicos “salamines tandileros” y, después, continuó con un exquisito asado, acompañado con una ensalada y papas rusticas.

En el transcurso de la cena Maren, Rosales y Gerlach compartieron sus opiniones sobre la extraña visión del grupo de jinetes que habían observado en el horizonte. Los tres coincidían, aunque calladamente, que habían comprobado una imagen o una ilusión de leyenda. Sin embargo, café de por medio, el mayor Alberto Maren rompió el silencio afirmando que tenía que haber otra explicación para este suceso.

Al día siguiente, para tratar de resolver la intriga llamó al encargado de Escuadrón, suboficial mayor Lisandro Pangui (que era el nieto de un natural de la zona), y cuando este llegó al recinto lo invitó a sentarse a la mesa y le convidó un café. Después de una conversación rutinaria le relató la visión que habían tenido. Pangui, que se había quedado abstraído, le dijo: “Vea mi mayor, recuerdo que cuando yo era muy pequeño mi papá me contó que cuando él y mi tío estaban realizando un arreo comenzó a anochecer, entonces se detuvieron y comenzaron a preparar las carpas y el fuego para cenar y pasar la noche. Pero, repentinamente, el viento se detuvo, el horizonte se iluminó y tuvieron una visión similar a la de ustedes. Observaron como varios hombres a caballo corrían por el horizonte y que un jinete con uniforme fortinero, separado del grupo, gritaba algo inentendible”. Su padre siempre tuvo la duda de qué era lo que había presenciado.

Luego de la charla con el encargado de Escuadrón, Maren acompañó a sus dos amigos hasta su alojamiento y mientras caminaban les preguntó si al otro día iban a emprender el viaje de regreso o si habían cambiado de opinión y querían quedarse más tiempo. Entonces, Rosales le contestó que tenían previsto partir después de la formación, porque Gerlach quería realizar unas compras en la Capital Federal antes de regresar a su país. Cuando llegaron al lugar se despidieron hasta la próxima, visita pues, al día siguiente, Maren tenía que organizar la partida de su Escuadrón para Arana.

Maren, luego de la formación, le dio la novedad de lo visto al oficial de Inteligencia de la Brigada, que sin inmutarse le dijo: “Mi mayor esta es una vieja leyenda muy conocida en la zona, pero que pocas personas pudieron experimentar”. Además, le contó que la NASA había explicado este fenómeno meteorológico describiéndolo como un “cielo remoto”, un fenómeno meteorológico similar a un terremoto en el cielo. Como en la tierra los movimientos sísmicos se producen a causa del choque de las placas tectónicas, en el cielo se producen movimientos similares por el choque de masas de aire, calientes y frías. Los cambios de temperatura son de gran magnitud y se desarrollan en muy poco tiempo, haciendo que el movimiento del aire resulte extremadamente violento y de este modo se genera una onda de choque que a su vez produce un ruido poco conocido. Pero, sin embargo, aceptó que la visión de los jinetes en el horizonte no tenía explicación lógica.

UNOS MATES CON GINEBRA

Cuando llegaron a la Capital Federal, Rosales se fue a su casa para descansar y Gerlach, a su hotel. Al día siguiente, Rosales lo pasó a buscar a las 7:00 h, con el propósito de llevarlo al aeropuerto de Ezeiza. En ese instante, se miraron. Ambos se habían dado cuenta que las explicaciones que le había dado el oficial de Inteligencia de la Brigada al mayor Maren tenían un sentido lógico, pero ellos habían visto a los jinetes en el horizonte y este punto no estaba resuelto. Además, se acordaron del avión (fuera de su tiempo) que habían encontrado en 1945 y esto les hizo pensar que la visión que habían protagonizado podía tener otra explicación.

Entonces, Rosales llamó por teléfono a Maren para volver a Tandil ese mismo día, aunque Gerlach perdiera el pasaje de regreso a Europa. En aquel momento los dos se dirigieron al aeroparque Jorge Newbery para contratar un vuelo privado que los llevase hasta el Aeroclub de Tandil.

Maren se quedó muy sorprendido por la decisión de sus dos amigos, pero él también quería confirmar que no habían tenido una alucinación colectiva. Con autorización de la Brigada los recibió en la Unidad y, a la mañana siguiente, se dirigieron al lugar. Allí encontraron una piedra con una pluma fosilizada, similar a las usadas en las chuzas de los indios. Este hallazgo les hizo pensar que las visiones podrían generarse en esa zona por algún motivo particular. Entonces, regresaron a la Brigada para almorzar y descansar un rato.

Maren, que continuaba con los preparativos para embarcar los vehículos del escuadrón, después de finalizar sus tareas militares preparó una tienda de campaña, unos emparedados, un termo con agua caliente, yerba mate y una botella de ginebra para mitigar el frío de esa noche y fue al encuentro de sus dos amigos, ya que habían acordado regresar por la noche al lugar del avistamiento.

Como las previsiones de Maren se cumplieron y esa noche estaba muy fría, comenzaron armando la tienda de campaña. Después iniciaron una interminable rueda de mates con el agregado de unas gotas de ginebra. Tras varias horas de espera, cuando se produjo la bruma de la salida del sol, advirtieron azorados que, sobre la loma, comenzaba una bruma inesperada. Dentro de la misma se escuchaba como un griterío explicaciones que le había dado el oficial de Inteligencia de la Brigada al mayor Maren tenían un sentido lógico, pero ellos habían visto a los jinetes en el horizonte y este punto no estaba resuelto. Además, se acordaron del avión (fuera de su tiempo) que habían encontrado en 1945 y esto les hizo pensar que la visión que habían protagonizado podía tener otra explicación.

Entonces, Rosales llamó por teléfono a Maren para volver a Tandil ese mismo día, aunque Gerlach perdiera el pasaje de regreso a Europa. En aquel momento los dos se dirigieron al aeroparque Jorge Newbery para contratar un vuelo privado que los llevase hasta el Aeroclub de Tandil.

Maren se quedó muy sorprendido por la decisión de sus dos amigos, pero él también quería confirmar que no habían tenido una alucinación colectiva. Con autorización de la Brigada los recibió en la Unidad y, a la mañana siguiente, se dirigieron al lugar. Allí encontraron una piedra con una pluma fosilizada, similar a las usadas en las chuzas de los indios. Este hallazgo les hizo pensar que las visiones podrían generarse en esa zona por algún motivo particular. Entonces, regresaron a la Brigada para almorzar y descansar un rato.

Maren, que continuaba con los preparativos para embarcar los vehículos del escuadrón, después de finalizar sus tareas militares preparó una tienda de campaña, unos emparedados, un termo con agua caliente, yerba mate y una botella de ginebra para mitigar el frío de esa noche y fue al encuentro de sus dos amigos, ya que habían acordado regresar por la noche al lugar del avistamiento.

Como las previsiones de Maren se cumplieron y esa noche estaba muy fría, comenzaron armando la tienda de campaña. Después iniciaron una interminable rueda de mates con el agregado de unas gotas de ginebra. Tras varias horas de espera, cuando se produjo la bruma de la salida del sol, advirtieron azorados que, sobre la loma, comenzaba una bruma inesperada. Dentro de la misma se escuchaba como un griterío ininteligible y el sonido de cascos galopando. De repente vieron una clara figura india montada a caballo que adelantaba a un uniformado galopando en la misma dirección. Por último, escucharon como un grito que decía Chaltú moviendo su cabeza y agitando su mano. (ver il. 43).

Ilustración 43. Los tres aventureros creen ver a Eluney saludándolos

Ilustración 43. Los tres aventureros creen ver a Eluney saludándolos

Nunca supieron si fue el cansancio, el efecto de los mates con ginebra que bebieron por el frío o una caballada que apareció siguiendo el cencerro de una yegua madrina montada por un arriero con un cuchillo de marca “Arbolito” en su cintura. No obstante, los tres amigos interpretaron que Eluney seguía agradeciendo a los soldados fortineros que fueron sus salvadores. La duda quedaba si le agradecía a Rauch por su gesto o a Cáceres por su hombría de bien. Tampoco nunca supieron si “Arbolito” seguía buscándolo a Rauch para enterrar definitivamente su imagen.

Durante el regreso al comando, Maren les recitó el viejo dicho popular: “Dicen que las brujas no existen, pero que las hay, las hay” —y aclaró— “Así reza un refrán popular que parece sintetizar ese sentir del hombre contemporáneo, que quiere ser racional ante ciertos aspectos que le parecen primitivos o infantiles, vanas supersticiones, pero que, no obstante, en el fondo le generan cierto temor”. Los tres se saludaron entre risas con los fraternales abrazos de despedida.

Nota aclaratoria: Esta es una historia de ficción enmarcada en un contexto histórico real y como tal; algunos nombres, personajes, sucesos y ciertos lugares son ficticios. Sin embargo, es un sincero homenaje a los valientes soldados fortineros que hicieron la patria grande, cumpliendo las órdenes del gobierno central, a despecho de sufrimientos, angustias y soledad.

Instituciones

Imágenes obtenidas de: Comisión del Arma de Caballería “San Jorge” Fundación Soldados Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado 1 Archivo histórico municipal de Punta Alta https://www.freepik.com/

Libros

CUTOLO, Vicente Osvaldo, Nuevo diccionario biográfico argentino (1750-1930), Buenas Aires, Editorial Elche, 1968.

FRIGERIO, José Oscar y OLIVIERI, Silvino, “La Legión Valiente y la fundación de la Nueva Roma, Todo es Historia, N.º 266, Buenos Aires, agosto de 1989.

HUX, Minorado, Caciques huilliches y salineros, Buenos Aires, Elefante Blanco, 2004.

MARTÍNEZ, Benjamín D. y PODESTÁ, Manuel T., Biograf ía anecdótica del General Daniel Cerri, Buenos Aires, Instituto Geográfico Militar, 1920.

MÚSICO, Ana María, “La Legión Agrícola Militar creada por el Estado de Buenos Aires”, Revista del Mar, N.º 120, Instituto Browniano, Buenos Aires, 1983.

PUPIO, Alejandra. Malones, fortines y estancias en la identidad de General Daniel Cerri, Bahía Blanca, Ediuns, 2013.

VIOLA, Miguel Navarro y QUESADA, Vicente Gregorio, La Revista de Buenos Aires, Tomo VI, Buenos Aires, Imprenta de Mayo, 1865. YUNQUE, Álvaro, Historia de los argentinos: Calfucurá, la conquista de las pampas. Tomo IV. Buenos Aires, Ediciones Ánfora, 1970.

Páginas de internet

Sitio Web de la Comisión del Arma de Caballería “San Jorge” General Daniel Cerri - Wikipedia, la enciclopedia libre https://es.wikipedia.org › wiki › General_Daniel_Cerri mhistorico.bahiablanca.gov.ar › fortincuatreros https://www.academia.edu › Malones_fortines_y_estancias_en_la_ identidad_... https://www.lanueva.com › nota › 2018-4-15-6-30-5--cuantas-personas-m. Blog Archive» Nicolás Granada - Revisionistas www.revisionistas.com.ar › ... Pobladores Autóctonos - Archivo Histórico Municipal http://historiasdeaviones.blogspot.com/ https://www.turismopractico.com.ar/Paseos/BsAs/Navarronuevo.htm https://elarcondelahistoria.com/fuertes-fortines-guardias-y-comandancias-1736-1870/ https://www.welcomeargentina.com/sierradelaventana/fortin-pavon. html https://www.flickr.com/photos/bahiablanca/3803308251 https://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Infanteria_de_linea.jpg https://www.infobae.com/opinion/2017/04/16/campana-del-desiertouna-guerra-no-es-un-minue/ http://fotosviejasdemardelplata.blogspot.com/2014/05/la-conquista-del-desierto.html https://www.welcomeargentina.com https://es.wikipedia.org/wiki/Estación_General_Daniel_Cerri https://migueldiel.pagesperso-orange.fr/bahia.htm https://www.wikiwand.com/es/José_Lamberti

Las investigaciones que el historiador y escritor holandés Gerlach Van der Berg comienza en 1945, para escribir un libro sobre los fortines argentinos, lo conectan con una leyenda sobre extrañas aparicion es que circulaba en la localidad de General Daniel Cerri. Años más tarde, en 1991, junto con el capitán Evaristo Rosales y el coronel Maren intentará develar el misterioso suceso.

Esta es una historia de ficción enmarcada en un contexto histórico real y como tal; algunos nombres, personajes, sucesos y ciertos lugares son ficticios. Sin embargo, es un sincero homenaje a los valientes soldados fortineros que hicieron la patria grande, cumpliendo las órdenes del gobierno central.