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Un nuevo episodio de una saga interminable
Ernesto Antonio Michel Guardiola
Experto en asuntos internacionales y Profesor del itam
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En 2021 se cumplen 200 años del reconocimiento de Estados Unidos a México, tras su independencia. A partir de ese momento, inició una relación enmarcada en una saga muy compleja: conflictos armados, cesión de territorio, invasiones, acuerdos políticos, cooperación económica, comercio, migración y problemas compartidos de crimen organizado. Dos aliados, divididos por la frontera más transitada del mundo, cuya política interna difícilmente puede ignorar lo que ocurra con el vecino. El paso de la estafeta de gobiernos ha sido el cor-

te de muchos de estos episodios. Algunos han encendido fuegos, otros los han apagado. Además de coincidir con la celebración bicentenario del primer capítulo, este año representa el comienzo de otro con la toma de posesión de Joe Biden como presidente de Estados Unidos. Cabe recordar que su predecesor se caracterizó por ser voluble, impredecible, visceral y populista, lo cual provocó turbulencias en la relación y obstaculizó el diseño de una agenda conjunta de mediano y largo plazo. La política exterior hacia ese país se tornó muy reactiva. La trama de este tomo parece cambiar hacia un tono más institucional, estable y apacible. El prólogo no parece favorecedor, pero sirve para conocer el punto de partida y saber hacia dónde pavimentar el camino.
Preludio
Inmediatamente tras el anuncio por parte de los medios de comunicación estadounidenses respecto del triunfo de Biden, la mayoría de los mandatarios y líderes mundiales extendieron una felicitación. México se encontró en la lista de aquellos que no lo hicieron en ese momento. La sorpresa no está en la reacción de López Obrador: es consistente con la política exterior mesurada, además de hacer alusión a la historia que atravesó él mismo en la contienda presidencial de 2006. Lo que llamó la atención fue uno de los argumentos que utilizó, con el que indicó que esperaría a que fuera oficial la victoria y se resolvieran los asuntos legales para determinar el triunfo. Cabe recordar que, a diferencia de México, donde hay un instituto que determina el resultado de los comicios, en Estados Unidos es el conteo de cada estado y los medios de comunicación quienes lo anuncian. Los comentarios de López Obrador podrían haberse interpretado como que el triunfo era legítimo. Tomó más de un mes, hasta el 14 de diciembre, para extender el esperado reconocimien-







to por parte de López Obrador, cuando el Colegio Electoral validó el triunfo de Biden. A la par, la embajadora Martha Bárcena presentó su renuncia. López Obrador inmediatamente indicó que Esteban Moctezuma llegaría en su lugar. Más allá de contar con una amplia experiencia en el gobierno mexicano, Moctezuma no destaca por el conocimiento sobre ee. uu., ni es experto en los temas críticos para la relación bilateral. Por otro lado, el subsecretario para América del Norte, Jesús Seade, dejó su cargo y el área quedó a cargo del director general para la región, lo cual envía una señal de menos prioridad, aunque sea nuestro socio más importante. En los 20 días antes de la toma de posesión, los tropezones continuaron. López Obrador ofreció asilo político a Julián Assange, fundador de WikiLeaks, personaje polémico por revelar información confidencial de Estados Unidos. Después, López Obrador decide no pronunciarse en torno a la irrupción en el Capitolio el 6 de enero. Encima, condenó la censura que impusieron algunas plataformas de redes sociales a Donald Trump. Finalmente, la Fiscalía General de la República (fgr) publica los documentos enviados por la Administración de Control de Drogas (dea, por sus siglas en inglés) referentes al caso del general Salvador Cienfuegos, lo cual merma la confianza por parte del vecino del norte, sobre todo en temas de información compartida, además de violar el Tratado de Asistencia Legal Mutua. Washington expresó su decepción y las autoridades mexicanas reciprocaron con amenazas de enfrentar a la dea en tribunales, lo cual añade tensión. Esto fue la antesala del 20 de enero, cuando tomó posesión Biden.
La trama
El cambio de gobierno implica un giro positivo. A México le convenía que ganara un candidato que reconstruyera el país. Biden ofrecerá una gestión más estable, institucional y empática. Un liderazgo más predecible facilitará el diseño de una estrategia conjunta de largo plazo. Además, cabe resaltar que el Congreso está ahora bajo el control de los Demócratas, con una mayoría en la Casa de Representantes y la mitad de los asientos en el Senado, pero con la vicepresidenta Kamala Harris como la encargada de tomar la decisión en caso de empate. Esto dará pie a que puedan consolidar legislaciones de manera más fluida, consensada y efectiva. Biden y su gabinete cuentan con mucha experiencia y una gran preparación. En política exterior y asuntos internacionales, la diferencia será muy notoria respecto del equipo anterior.
Política exterior
En sus primeros días de gobierno ya han establecido metas claras sobre política exterior: recuperar el liderazgo internacional, cambiar de posicionamientos en torno a temas delicados, como Irán y la relación con China; fortalecer presencia en foros internacionales y enaltecer la diplomacia. Hay temas en los que claramente estarán en sintonía con México, como una migración más humanitaria, el acceso equitativo a servicios de salud pública y la cooperación hacia Centroamérica. Sin embargo, habrá que mantener ciertas reservas sobre la facilidad con la que colaborarán en algunos otros.
Migración
Al parecer, migración será uno de los temas donde podría haber más oportunidad de entendimiento, consenso, unión y colaboración. Desde la campaña, Biden anunció que velaría por más de 11 millones de personas indocumentadas en ese país. De hecho, una gran parte de las órdenes ejecutivas firmada por Biden en sus primeros días, tenían que ver con temas migratorios. Una decisión con intención
de contrastar las acciones del predecesor fue anunciar el fin de los lineamientos de «Permanecer en México» (MPP, por sus siglas en inglés). Las medidas y el proceso completo no están muy claros aún, pero sí marca una oposición al proyecto iniciado por Trump para hacer que los solicitantes de asilo permanezcan en México en lo que aguardan su turno. Es importante tener claro que, la mayoría de las decisiones y acciones ya puestas en marcha en lo que va de esta administración, se tomará sobre una base de política nacional más que exterior.
Comercio
Cerca del 80% de las exportaciones mexicanas se dirige hacia el vecino del norte. Se comercia un millón de dólares por minuto a través de la frontera entre estos países. El t-mec entró en vigor el año pasado. Tomó un par de años y múltiples reuniones intersectoriales bilaterales para llegar a la versión final. La guerra comercial con China benefició a México en algunos aspectos, pero las miras económicas de este gobierno no virarán hacia el sur necesariamente. Lo más importante ahora para Biden es levantarse de los estragos de la pandemia, ofrecer empleos nuevos y estimular la economía interna. Hará lo que sea por proteger, sanar y levantar la economía de ese país, por lo que México no estará en la cima de prioridades. Por lo tanto, salvo que algo drástico pasara, es poco probable que hagan una modificación de fondo al t-mec. De hecho, es probable que promuevan el diálogo en distintos niveles, de tal forma que se favorezcan los canales de comunicación entre más grupos, y así restar la dependencia en la relación con el Ejecutivo.





Seguridad
La seguridad en ambos lados de la frontera será crucial. A Estados Unidos le preocupa la militarización que atraviesa México. Washington no está totalmente en favor de la Guardia Nacional, además de haberse fragmentado la confianza tras el Culiacanazo, el caso LeBarón y, recientemente, el manejo del caso Cienfuegos. Por su parte, México será renuente a cualquier acción que pudiera leerse como un intento de tener injerencia en asuntos internos. Los dos batallarán para resarcir las heridas, compartir información y coordinar estrategias para hacer frente a problemas comunes. Comparado con Trump, que solía actuar unilateralmente en temas de seguridad, Biden seguramente será más conciliador y diplomático. Biden fue vicepresidente de Obama, con muchos miembros de ese equipo que ahora ocuparán puestos estratégicos en su gabinete, por lo que se esperará que actúe en esa misma línea y busque más cooperación que confrontación con México por estos temas. Un Congreso menos divido facilitará proponer estrategias bilaterales de responsabilidad compartida para combatir al crimen organizado.
Energía


Desde el día uno, Biden ha denotado mucho interés en fortalecer la acción climática, regresar al Acuerdo de París, avanzar en el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo Sostenible, promover energías limpias y desincentivar el uso de combustibles fósiles. En paralelo, el presidente López Obrador utilizó un recurso legal para presentar una iniciativa preferente para modificar la Ley de la Industria Eléctrica a fin de otorgar más poder a la Comisión Federal de Electricidad (cfe), cambiar el orden de prioridad en el despacho, desalentar las energías renovables y priorizar estabilidad a costo de producción. La centralización de



las decisiones, el retroceso hacia combustibles convencionales y la opacidad en los contratos generará dudas y rispidez con las contrapartes estadounidenses.
Medio ambiente
De la mano de las tendencias en el sector energético van las preocupaciones por el medio ambiente y la lucha contra el cambio climático. Modificar las repercusiones resonará también en el exterior. Cambiar el orden del despacho de electricidad repercute directamente en el capítulo 24 del t-mec, además de contaminar más y alejar a México de los objetivos, principios y tendencias internacionales. Desde una óptica multilateral, el distanciamiento del Acuerdo de París será más evidente para México, lo cual puede convertirlo en un socio no tan atractivo.
Temas laborales
Los legisladores demócratas presentaron reservas respecto de los asuntos laborales en las negociaciones del t-mec. Les preocupaba que los estándares, los salarios, los esquemas sindicales y los derechos fueran homogéneos en la región, sobre todo por la asimetría en las condiciones de los trabajadores en las empresas mexicanas. Insistieron hasta incluir algunas cláusulas alusivas en el t-mec, además de impulsar la iniciativa de contar con inspectores que vigilen el cumplimiento de estos requisitos por parte de México.
Otros personajes en la historia
Una lección que México debe tener clara, en cuanto al acercamiento al gobierno entrante en ee. uu., es comprender que —a diferencia de otros países—, la relación bilateral debe ocurrir en dimensiones diversas y con actores distintos, no solo depender del Ejecutivo. Es menester comprender que el enfoque hacia





Washington debe ser descentralizado. Al analizar las negociaciones del acuerdo comercial, es muy notorio que el éxito emanó de la buena comunicación y los encuentros de negociación entre las cámaras empresariales, órdenes de gobierno y los distintos poderes. Los demócratas suelen buscar más cooperación con México, además de que una forma más institucional para gobernar dará espacio a que legisladores, gobernadores, empresarios u otros grupos se sientan con la libertad de hacer acuerdos y establecer estrategias bilaterales con sus contrapartes, sin que necesariamente sea una directriz que emana de la Casa Blanca. El camino al próximo tomo
La saga de dos siglos ha estado plagada de altibajos, pero la constante es la cercanía, tanto por la frontera como por la gama de temas en común. El comienzo de este tomo reveló desencuentros y tropezones, pero ninguno desmantelará el marco que envuelve a una relación tan compleja, diversa e integral. La narrativa podrá padecer fluctuaciones, pero en los personajes está interactuar y dialogar para mantener la historia lo suficientemente entretenida para propiciar otro tomo.


