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/arquitectura entre medianeras
“Estoy convencido que las separaciones y los divorcios, la violencia familiar, el exceso de canales de cable, la incomunicación, la falta de deseo, la abulia, la depresión, los suicidios, las neurosis, los ataques de pánico, la obesidad, la contractura, la inseguridad, el estrés y el sedentarismo, son responsabilidad de los arquitectos y empresarios de la construcción”.
Largometraje Medianeras de Gustavo Taretto
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Desde su concepción, el objetivo de la arquitectura ha sido crear espacios que se adapten a las necesidades humanas y brinden un entorno comprensible y funcional, pero es en la contemporaneidad donde se entiende a la arquitectura, no como espacios definidos o técnicas constructivas, sino como un espacio abstracto abierto al cambio y la propuesta.
Nos resulta interesante el concepto de Max Bill de inteligibilidad, donde establece que la arquitectura debe poder ser comprendida, no sólo por los arquitectos o personas que diseñan los espacios, si no por quienes los habitan. Consideramos que una arquitectura es comprensible, cuando está compuesta por espacios fáciles de interpretar, sin usos preasignados donde es el usuario quien termina de definirlos. Al contrario, cuando no ocurre esto las personas de alguna u otra manera buscan transformar su medio para lograr un lugar más ameno haciendo del mismo un espacio inteligible.
A través del diálogo entre “Medianeras”, de Gustavo Taretto, y el concepto de inteligibilidad encontramos una crítica a la ciudad. Qué pasa cuando la arquitectura y/o la ciudad no comprende o no contempla a las personas y a su vez, cómo estas actúan frente a ello.
Medianeras describe la ciudad de Buenos Aires, como las personas adaptan y transforman los espacios a su manera. Las transformaciones y sucesiones a través del tiempo, van conformando una irregularidad urbana, heterogénea, y cambiante. Las ciudades, que cuentan y contienen historias personales, en cada edificio y en particular en cada casa o departamento.
“Buenos Aires crece descontrolada e imperfecta, es una ciudad superpoblada en un país desierto. Una ciudad en la que se yerguen miles y miles y miles de edificios. Estos edificios que se suceden sin ninguna lógica, demuestran una falta total de planificación. Exactamente igual es nuestra vida. La vamos haciendo sin tener la más mínima idea de cómo queremos que nos quede.”
Observamos distintos elementos que conforman la ciudad, los edificios, los departamentos, las medianeras, que no son simplemente objetos arquitectónicos, sino que son lugares donde se expresan las subjetividades de la cultura.
Dentro de la ciudad, los edificios como objeto empiezan a marcar una diferencia entre los unos y los otros. Las distintas morfologías como torres, edificios de departamentos o casas, implican una estratificación dentro de la sociedad. El frente y el contrafrente, los bajos y los altos, las vistas y luminosidad, o mismo la ubicación con vista al norte se transforman en privilegios que ofrece la construcción y no en una prioridad necesaria para transcurrir la vida urbana.
En estos edificios que se yerguen de manera indiscriminada en la ciudad, encontramos espacios de apropiación, como lo son los departamentos, que se rebelan a la alienación impuesta condicionados por sus características y categoría. Hogares que se llenan de identidad, diferenciados por los gustos y posibilidades de cada habitante. Luces cálidas o frías, colores, mandalas, muebles heredados o cuadros pintados por alguna tía marcan cierto valor simbólico.
El sujeto comienza a adaptarse a las oportunidades que la ciudad le da, a la forma de vida que puede tener, pero a su vez los sujetos adaptan la ciudad a su manera, formando así un vínculo de interdependencia, para lograr la supervivencia y realización personal.
Los edificios configuran el tejido de la ciudad, le dan altura y le prestan también una imagen de progreso, aunque signifique peores condiciones para sus ciudadanos. Terminan siendo irregularidades tanto estéticas como éticas, edificios más chicos para hacer más edificios. Edificios vecinos de edificios, unos pegados a los otros sin siquiera dejar un poco de aire que los separe. Esa separación, o capaz unión, que se genera aparece bajo el término de medianera, un muro que delimita el principio y/o fin de lo construido, que puede coexistir con otro como no.
La ciudad se construye entre medianeras, que aparecen como un elemento que limita, ocupa, y a su vez, define. Aunque al mismo tiempo terminan siendo lugares y propiedad de nadie, no es ni tuya ni mía pero es de los dos. En parte muestran nuestra coexistencia urbana, la densidad y la gentrificación. Como cajitas apiladas, convivimos pegados intentando encontrar alguna vía de escape.
Las intervenciones de los ciudadanos en las medianeras resultan en la materialización de una búsqueda de supervivencia ante el impedimento de lo construído. En contravención con el código urbano, que en teoría organiza y ordena a la ciudad, pero a su vez la restringe. Pequeñas perforaciones u orificios aparecen de manera antirreglamentaria convirtiéndose en ventanas, mientras que por fuera son insignificantes o incluso irrelevantes para el que las ve, dentro pueden hacer la diferencia y también ser la cualificación de ese espacio interior.
/caos
La apropiación de los objetos construídos, que determinan, establecen y limitan las maneras de habitar dentro de las ciudades, generando intervenciones policausales, que se van desencadenando sin regulaciones y construyen así un paisaje urbano diverso y caótico.
Existe algo poético en el caos también, es parte del construir ciudad y a su vez, es el
A pesar de que la arquitectura o las ciudades no contemplen el paso del tiempo, las subjetividades, la experiencia urbana y las manifestaciones de la cultura suceden inevitablemente, a menos que el espacio construido sea a la vez adaptable o, en parte, indeterminado. Dar lugar a la irregularidad que conllevan las diversidades entre ciudadanos genera que la ciudad sea un hecho temporal que se estructura en el