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El triunfo de un dorsal

Por Sergio Murillo Rivero

Gianluigi Buffon con el dorsal 88 en el Parma | Daily Star

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Algunas camisetas pesan más que otras. El escudo del equipo hace mella en la actuación de los futbolistas, pero no se haría justicia a la verdad si se obviase el dorsal que luce cada uno. La historia del fútbol ha dejado en evidencia que el número es mucho más que una nota en la libreta del árbitro.

Messi es el 10 y Cristiano Ronaldo el 7. Con esa ley de vida han crecido los niños del siglo XXI. Cuando el astro argentino aterrizó en París portó el 30 a la espalda, como hizo otrora en una Barcelona ilusionada con la magia de Ronaldinho, el mundo dio un vuelco al darse cuenta de que aquello que parecía inamovible era, realmente, cambiable. Cristiano regresó a Manchester y Cavani, como el apostador que conoce la norma y admite gustoso en silencio, otorgó el siete de los devils a su antiguo dueño. Ambos casos reflejan el juego de relevancias que tiene el dorsal.

Shevchenko con el 76 y Ronaldinho con el 80 en el Milan | Ilsussidiario

Es lógico que surjan decepciones cuando se comparan futbolistas en base a su número de referencia en el campo. La realidad es que el número genera expectativa. Sin embargo, en algunas ocasiones es difícil establecer precedentes por la rareza de la cifra escogida. Iván Zamorano, el mítico killer chileno, fichó por el Inter de Milán en 1996 procedente del Real Madrid. Él solía jugar con el 9, y así lo hizo durante dos años. En 1998 llegó Ronaldo -el fenómeno- y perdió su cifra favorita. Brilló su ingenio. El delantero decidió llevar el 18 otras dos temporadas más, pero le añadió el símbolo ‘+’ entre ambos números para que nadie olvidase quién mandaba en el área.

La leyenda de Buffon se construyó en Turín, pero se gestó en Parma. Por esa razón ha vuelto al nido: para retirarse donde dio sus primeros pasos. Con todo, el comienzo de su carrera no fue tan bonito como se puede imaginar. Gigi quería llevar el 00 a la espalda, y como no estaba disponible eligió el 88. Italia no olvida. La polémica estalló cuando la simbología se aplicó a su dorsal. En terminología nazi, ese número es atribuido a la letra que le corresponde por orden en el alfabeto: HH (Heil Hitler). Buffon fue acusado de fascista y tuvo que cambiar de dígito forzosamente.

No muy lejos de allí, en Milán, se inició en 2008 una curiosa tradición. Ronaldinho, que había triunfado en su paso por la ciudad condal española, fichó por el club italiano bajo el telón de traspase histórico. Él quería el 10. No le dejaron porque la política de rossonera impide el cambio de dorsal y en aquel momento pertenecía a Clarence Seedorf. Dinho optó por el 80 haciendo referencia al año de su nacimiento. Poco después, Andriy Shevchenko volvió cedido a Milán -años atrás había sido su delantero insignia- y en lugar de recibir el mítico 7, que había sido adoptado a un brasileño jovencísimo, Alexandre Pato,

apostó por el 76 en honor, también, a su año de nacimiento; y lo mismo hicieron Mathieu Flamini con el 84 y El Shaarawy con el 92. En tierras escocesas no está permitido portar el 0. Hicham Zeroudi, quien fuera delantero marroquí del Aberdeen, forzó esta normativa al lucirlo durante la primera temporada del nuevo siglo. Ocho años después tuvo lugar otro extraño episodio en el país de Outlander y los castillos abandonados: Derek Jordan volvió al club de sus amores, el Hibernia, donde portó el 10. De nuevo, ya estaba en posesión. Él, empeñado en adquirir ese número, no quiso cambiar la cifra. Lo que hizo fue permutar los dígitos y lucir el 01 a la espalda. Para el 2012 Edgar Davids ya estaba más que retirado. El feroz centrocampista que había asombrado al mundo en los años noventa jugaba en un equipo poco conocido de Inglaterra donde, incluso, llegó a ser técnico a la vez que futbolista. Quizá por ello el holandés decidió llevar el 1; quién sabe si para disgusto del portero. Una camiseta sin dorsal no luce de la misma forma. Maradona, Pelé, y el Monte Rushmore del fútbol dejaron una huella que sobresale el terreno de juego y que solamente puede rastrearse en la espalda. Los niños quieren ser como sus ídolos, jugar en los mismos equipos y, que nadie olvide, llevar su mismo número.

Cristiano Ronaldo con el número 7 en los Red Devils | Manchester United

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