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Elecciones, pero la solución en el aire

La democracia es el sistema político en el que el predominio del poder radica en el pueblo. La fórmula que se encontró para que pudiera ordenar y delegar esa facultad, fue por selección de sus autoridades por la vía electoral, lo que significa que quienes hacen gobierno, tienen la obligación de responder a los intereses de quienes los eligen, sin olvidar, por ningún momento, que se deben a la población en su conjunto.

Los partidos políticos se convierten, dentro del sistema democrático, en los canales de expresión de las diferentes corrientes de pensamiento.

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Las distorsiones a la democracia devienen del irrespeto a ese principio fundamental. En el caso de Guatemala, hay que tener claro que los partidos políticos no responden a ese fin y, por el contrario, se han convertido en vehículos para llevar a personas al poder o para el enriquecimiento ilícito de sus dirigentes.

Estamos entonces ante una crisis de la democracia guatemalteca. Si bien es cierto que llevamos 37 años en este proceso –el período más largo de nuestra historia–, también es cierto que no han surgido partidos políticos sólidos ideológicamente, sólidos en sus principios, ni sólidos en su soporte popular.

Los partidos en Guatemala nacen –para llevar a alguien al poder–, crecen –pero solo en la riqueza de sus dirigentes– y mueren –por su traición al pueblo–. Esa es la historia de la mayoría de organizaciones que han llegado al poder desde 1985, y por eso nuestra democracia vive en crisis. Los partidos políticos no han buscado el rumbo correcto para atender las necesidades de la población.

Los guatemaltecos hemos acudido a las urnas una y otra vez cada cuatro años, pero la historia simplemente se ha repetido. Grupos diferentes llegan al poder, pero sin cambios significativos entre unos y otros. ¿La razón?: todos son más o menos lo mismo; es decir, se han convertido en una dictadura multipartidaria que abusa de la voluntad popular.

En México existió una dictadura de más de 60 años –Partido Revolucionario Institucional (PRI)–. Para muchos mexicanos era una democracia, pero finalmente sin alternancia en el poder; lo que había en la práctica era un partido que gobernaba a su sabor y antojo. Hasta que el cambio llegó.

Anabella Giracca

salias, censura o sanción posterior. Sin interferencias. Sin racismo, indignidades, exclusiones y desigualdad. Hablo de entender la defensa de la palabra como clave vital para trabajar los derechos humanos desde la resignificación de la independencia y la búsqueda de la paz. Porque todo es voz.

Y nosotros no terminamos de hacernos ni hemos tenido el valor de contarnos. Shhh.

Incontables atrocidades las que ha vivido la humanidad a lo largo de su historia. Y hago énfasis en América Latina (el mundo es tan grande). Incalculables víctimas de invasiones, atroces esclavitudes, incesantes explotaciones, imposiciones culturales aberrantes. Impensables genocidios, éxodos constantes. Guerras desalmadas, desapariciones forzadas a mansalva. Tanta tragedia se debe, en parte, al miedo. Sí, al pánico histórico de unos cuantos a perder hegemonía y poder. Terror a no mandar. A ceder control. Y quizá todas las luchas por la libertad desembocan, de muchas formas, en la palabra. Callados se ven mejor. Callados, sí, shhh. ¡Silencio!

Una fuerte lucha de la humanidad está justo en el derecho a expresare. Hay consenso en ello. A decir, a pronunciarse, a diferir, a alegar. A gritar si es necesario. Todo sin correr el riesgo a ser silenciados. Porque la palabra es un hilo que lo une todo.

Hablo de la libertad de articular opiniones e ideas sin peligro a repre-

Comprender que la lucha por la dignidad de la vida es un patrimonio de la humanidad que ha estado presente en todas las culturas: lucha que se une al verbo, al sustantivo, al artículo de múltiples formas. ¿Al pronombre?

Que las ideas circulen con sus propias alas, que la prensa tenga aire libre para elevarse, y que todos cuenten con acceso a la información, sin talanqueras. Sin muros, barreras, ni abismos. A eso se le llama vivir bien. Transitar libre de campos minados. Sin ser perseguido, encarcelado o expulsado.

Las raíces de la identidad están en la voz. En la valoración del pensamiento propio como proyecto liberador de formas soterradas de colonialismo cultural, social, económico o académico.

Pues a pesar de que hay consenso mundial en esto, siempre afloran quienes imponen su sombra. La del terror.

PD: Si se dice es porque se piensa. He ahí el miedo: a toda forma diferente de pensar. (Y de ser).

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