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De la Cercanía y la Amistad al Dinero y los Intereses

No les falta razón a quienes sostienen que “poderoso caballero es Don Dinero”. O a quienes argumentan que en cuestiones los “Estados no tienen amistades, solo intereses”. Un par de verdades que deberían ayudarnos a poner en perspectiva y matizar el desmedido interés que hoy provocan términos como el “nearshoring” y su concepto hermano, el “friendshoring”. Dos slogans acuñados en países del primer mundo para denotar, el primero de ellos, el proceso de relocalización de las grandes inversiones en capacidad productiva que migraron hacia Asia y, el segundo de ellos, para referirse al interés de relocalizarse en jurisdicciones políticamente estables, amigables con la inversión y, hasta cierto punto, “aliadas” a los intereses de las grandes potencias occidentales. Amistad y cercanía, dos conceptos con poderosa carga simbólica en el mundo de las relaciones interpersonales, sobre todo cuando existe de por medio algún vínculo familiar, étnico, religioso o de cualquier otra índole que modula la búsqueda del interés propio de las partes. Conceptos que, como metáforas del nuevo apetito de las compañías transnacionales, ayudan poco a comprender las dimensiones y profundidad de lo que implica esta reconfiguración global del capitalismo.

El valor simbólico que estos dos concep- tos tienen en el mundo de las relaciones humanas, no necesariamente puede extrapolarse al mundo de los negocios globales. Al mundo del comercio mundial impersonal, en donde la consideración más importante de inversionistas y empresas es la búsqueda de ganancias y la protección de sus intereses. Muy amigos podemos creernos de E.U.A., México y Canadá y muy cerca estar de los dos primeros países, que mientras las condiciones políticas, productivas, regulatorias, políticas y de la infraestructura no sean las mejores para los intereses de los inversionistas y compañías internacionales, difícilmente se sacará el máximo provecho al nuevo entorno mundial. Descarnadamente hablando, en términos de cercanía y amistad, México le gana por mucho a cualquier país de la región. En términos de la estabilidad política y social, la región ofrece nada muy distinto a México. En términos de cercanía, no hay forma de competir con la región de la Frontera Norte o del Centro de México. En términos de la calidad del ambiente para hacer negocios y disponibilidad y calidad de la e infraestructura productiva y logística, nuestro vecino del Norte nos lleva la ventaja. Para bien o para mal, cuando de hacer negocios se trata, más puede Don Dinero y la protección de los propios intereses, que la amistad y cercanía.

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Danilo Parrinello

Idoneidad

“En estas épocas cálidas místicas en que los clérigos suele rezar…” como dijera el “huelgero” Walter Sosa, los Chapines en general no solemos rezar sino hablar de política, partidos y candidatos todo el tiempo. Para entrar en materia en relación al título de esta columna transcribiré el artículo 113 de nuestra Constitución Política, que dice: “Derecho a optar a empleos o cargos públicos. Los guatemaltecos tienen derecho a optar a empleos o cargos públicos y para su otorgamiento no se atenderá más que razones fundadas en méritos de capacidad, idoneidad y honradez.” Aparece allí la palabra idoneidad que en los otorgamientos de cargos públicos es vital e indispensable, pero antes ilustremos un poco el tema. Estimados lectores, voy a asumir que ustedes son miembros de la Junta Directiva o Consejo de Administración, de una gran empresa, y se ven en la necesidad de contratar a un nuevo Gerente General. ¿A qué méritos apelarían ustedes para que se viera que es notable o recomendable el candidato? Creo yo que debiera tener reconocimiento digno de alabanza en su gremio. Además sus cualidades y su conducta harían al candidato digno del cargo al que aspira. El que quiera ser Gerente deberá tener un currículo de estudios que lo haga destacar, hablar varios idiomas, ser “viajado”, tener varios grados académicos, mejor si tuviera un Doctorado (PhD). No se escogería a un iletrado o alguien sin reconocimientos por su intelecto, se escogería al más capaz. El individuo que ustedes elegirían debiera tener además capacidad o sea la aptitud para ejercer el cargo de Gerente General, empatía con todo el personal con el que trabajará, conocimiento total del ámbito en que se desarrolla la entidad que dirigirá, apto con talento y cualidades para ejercer los derechos de la empresa y el cumplimiento de las obligaciones. Que evidentemente sea el más capaz de desempeñar el cargo.

El candidato deberá demostrar su honradez no sólo con documentos legales que acrediten la carencia de antecedentes penales y policíacos, sino su currículo laboral lo reflejará además de las recomendaciones que de él se reciban.

A todo lo anterior debemos preguntarnos con absoluta sinceridad si es el candidato idóneo para el puesto. Creo yo, que como dijera el diestro más elegante que ha producido el mundo taurino, Rodolfo Gaona: “Para ser torero primero hay que parecerlo”. ¿Parece Gerente de la empresa a quien escogeremos?

Si no estamos para rezar “en estas épocas cálidas místicas…”, debemos estar para investigar ya que también son épocas electorales y como que fuera invierno han aparecido no hongos sino candidatos al más alto cargo de la República, ese que todos nosotros tendremos que elegir, el Presidente de nuestra Patria, de nuestra Guatemala.

Escuelas y pandemia: de vuelta a clases

impidió una oportuna y certera continuidad de labores durante la pandemia. Esto no es único a Guatemala, pues muchas naciones enfrentaron un desafío afín. De hecho, aun en aquellos casos de localidades más aventajadas, en que se contó con recursos adecuados y oportunos, se registra un rezago en los aprendizajes y en el desarrollo de las competencias de los estudiantes. No sabemos todavía el impacto que esta interrupción tendrá en los próximos años.

Los estudiantes vuelven a clases formales en las aulas, luego de ausentarse desde marzo del 2020, cuando surgió el primer caso de COVID. La educación es uno de los sectores que más se vieron afectados por la crisis de salud. Vemos con gran expectativa el progresivo retorno de todos los centros educativos oficiales y de buena parte de los colegios a la presencialidad, luego de la ausencia física de millones de niños y jóvenes por casi tres años. Muchos investigadores han resaltado el tremendo impacto que este fenómeno ha tenido en los aprendizajes de los estudiantes, muchos de los cuales no pudieron acceder a recursos para continuar adecuadamente su formación. No solo es algo que afecta a los involucrados, sino que acentúa las enormes brechas de cobertura y calidad, preexistentes en nuestro sistema educativo.

Lamentablemente, aunque una pequeña parte de los estudiantes contaron con los recursos y el acompañamiento para un adecuado seguimiento a distancia o híbrido, debemos reconocer que un altísimo porcentaje no tuvo los medios para continuar el proceso satisfactoriamente durante esta etapa. La falta de acceso a tecnología, recursos digitales y conectividad, por ejemplo,

Qué hacer para recuperar el tiempo perdido debiese ser el punto focal del esfuerzo de todos. Es claro que los indicadores antes de la pandemia ya evidenciaban serias limitaciones en la educación nacional. Ahora, no sólo se trata de enmendar la plana e identificar modalidades innovadoras, más efectivas y pertinentes, sino de hacerlo de forma acelerada, pues las brechas se han abierto aún más en este impase. Por ello, los guatemaltecos debiésemos revisar nuestras decisiones para que la educación, que siempre debió estar en un pedestal, reciba la debida atención y cuente con todos los recursos para tomar un camino renovado, que asegure que todos los niños y jóvenes, sin discriminación, reciban la atención que merecen, que se traducirá en el mejoramiento de su calidad de vida, la de sus familias y la de las comunidades a las que pertenecen.

Lamentablemente, pronto hemos perdido de vista la relevancia del retorno a clases y las oportunidades que ello presenta. La lupa se usa de inmediato para magnificar las carencias del sistema e identificar culpables. Una cacería de brujas no conducirá a nada constructivo.

Lvaro Castellanos Howell

Un contraste desgarrador

El iusnaturalismo es una de las visiones filosóficas del Derecho más relevantes, y sin duda, la más antigua.

En esencia, sostiene que el Derecho vale, y, por lo tanto, genera obligaciones a su vez, no porque lo haya creado un legislador soberano o porque tenga su origen en cualquiera de las otras fuentes formales (como la costumbre o la jurisprudencia), sino por la “propia bondad o justicia intrínsecas de su contenido” (E. García Maynez).

Así, el Derecho, para el iusnaturalismo, es el resultado de ejercer o poner en práctica las virtudes del ser humano (templanza, prudencia, fortaleza y justicia – visión platónica, o sabiduría, templanza, justicia y coraje – visión estoica).

Por eso, Miguel Villoro Toranzo, en su Introducción al Estudio del Derecho, afirma que “El Derecho es, como el hombre, espíritu y cuerpo: su cuerpo son las instituciones de Derecho positivo; pero estas deben ser animadas por un espíritu, que son los principios del Derecho natural (justicia, bien común, seguridad jurídica, predictibilidad, etc.).

Visto entonces desde esta perspectiva del iusnaturalismo, ¿cuál es la relación entre

Estado y Derecho?

Jean Dabin (Doctrina General del Estado) afirma que para esta corriente filosófica, el Estado consta de cuatro elementos: pueblo, territorio, autoridad y fin.

Y Dabin los divide cada uno a su vez, así: A) Elementos ANTERIORES al Estado, que son el pueblo como elemento humano y el territorio, que es aquel espacio en el que está asentada esa comunidad de personas; y B) Elementos CONSTITUTIVOS del Estado, que son el bien público (fin) y la autoridad.

El fin del Estado, entonces, no es un fin histórico cualquiera: se trata del bien común o bien público. Si las personas se unen, se asocian, no lo hacen para un mal, sino todo lo contrario.

Si seguimos el ejemplo del cuerpo y el alma, el territorio y el pueblo son lo corpóreo, y el fin y el poder público para lograr alcanzar dicho fin, son la parte etérea. Y el Derecho es a su vez la que conforma y limita ese poder.

Todo esto, para entrar a hacerme varias preguntas: Nuestro débil Estado, o cuasi-Estado, ¿lo es porque no hay una unión o asociación real de personas; o porque no obstante habiéndola, no hay un fin último, que es lograr el desarrollo y la paz a nivel social?

¿Si no tenemos lo primero, - el cuerpo- es porque ni siquiera existimos) - ¿Guatemala es realmente “un país”? o ¿solo es un territorio ocupado por una gran cantidad inconexa o desarticulada de personas? Ahora bien, si tenemos “cuerpo estatal”, ¿lo que nos falta es el alma? ¿De verdad queremos el bien común?

Nuestro endeble Estado y sus cada vez más frívolos gobiernos, ¿se deben a que no nos hemos conformado en una verdadera nación?

Es por eso la importancia de refinar y destilar la materia prima, cuál ron de primera categoría debería ser la crema y nata de nuestra sociedad, sentando el ejemplo de lo que significan los valores y la ética profesional.

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