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LA ECONOMÍA GUATEMALTECA

PADECE UN TRASTORNO DISOCIATIVO DE IDENTIDAD.

La semana pasada, la calificadora Fitch mejoró la nota de Guatemala, reconociendo la resiliencia y capacidad de recuperación de nuestra economía ante los shocks provocados por la pandemia. Es una buena noticia para el país ¡enhorabuena! Sin embargo, al leer cuidadosamente el reporte de Fitch se evidencia que la economía guatemalteca tiene dos caras, como si padeciera de una doble personalidad que recuerda el Extraño Caso del doctor Jekyll y el señor Hyde. La célebre novela de R.L. Stevenson describe las infames consecuencias de padecer (por decisión propia) de un trastorno psiquiátrico que hace que una misma persona tenga dos identidades opuestas entre sí: Jekyll es un amable científico que, cuando bebe su pócima maligna, se convierte en Hyde, un salvaje capaz de las peores atrocidades. El reporte de Fitch revela con claridad que la macroeconomía guatemalteca es una verdadera fortaleza… es, digamos, nuestro Dr. Jekyll. La mejora en la calificación de riesgo-país refleja la sólida recuperación de la producción del país y de sus cuentas fiscales. Esa resiliencia se ve apoyada por el creciente flujo de remesas familiares y por una política monetaria ortodoxa, dirigida por un banco central autónomo (esperemos que se mantenga así siempre) que no solo ha logrado mantener un nivel robusto de liquidez externa (reservas internacionales), sino que ha resistido relativamente bien las enormes presiones de la inflación mundial. Y, por si esto fuera poco, los déficits fiscales, aunque en aumento, aún son relativamente bajos y, por lo tanto, permiten que la deuda pública sea muy sostenible.

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Pero está también, por desgracia, nuestro Sr. Hyde. Fitch subraya dos características de la personalidad más obscura de nuestra economía: por un lado, el crecimiento potencial del PIB no supera el 3.5% anual, que no solo es absolutamente insuficiente para mejorar los pobres indicadores sociales del país, sino que sus perspectivas de mejora son bajas debido a la pobre calidad del capital humano y de la infraestructura; por el otro, las probabilidades de que la calificación del país mejore se frustran por la cada vez más débil gobernanza, afectada por el deterioro en el control de la corrupción y en el imperio de la ley. La debilidad institucional de Guatemala es una pócima que envenena su desarrollo a largo plazo.

En la novela de Stevenson las dos personalidades conviven hasta que, fatalmente, una llega a dominar a la otra. Otras economías con doble personalidad -pensemos, por ejemplo, en Chile, Colombia o Perúhan sucumbido ante los hechizos de los populistas cuando su Hyde finalmente avasalla a su Jekyll.

AUNQUE NO TRABAJEN

ADECUADAMENTE DURANTE TRES AÑOS, EN EL AÑO ELECTORAL, LOS ALCALDES HACEN OBRAS Y PROMOCIONAN UNA Y MIL MARAVILLAS PARA EMPUJAR SU REELECCIÓN CON EL DINERO DE LOS VECINOS.

La reelección continuada, contemplada en la Constitución para alcaldes y diputados, ha provocado que muchos jefes ediles y parlamentarios se conviertan en virtuales caciques y logren su reelección con relativa facilidad, llegando a crear –incluso–, feudos familiares, como si el municipio o departamento les perteneciera.

Además de la reelección, es común ver que alcaldes pasan a candidatos a diputados y viceversa, sin importar con qué partido participan, porque una vez pueden ir con una organización política y a los cuatro años con otra. No son extraños los casos en que se reeligen o ganan con tres y hasta cuatro partidos distintos. Esta práctica, que está ya en mar - cha para el actual proceso electoral, se ha venido sofisticando con el paso del tiempo y la suma de elecciones. Hoy no queda nada por descubrir en la forma de trabajar de la llamada vieja política, arraigada a profundidad en todo el país. Este, como muchos otros de los problemas, o mejor dicho defectos, de nuestro sistema político, se ha venido enraizando y haciéndose más grave en la medida en que la clase política comprueba que la sociedad lo mira como algo normal dentro del quehacer político. Como mucho de lo que sucede, es producto de la apatía, desconocimiento o falta de entendimiento de la gente, situación que aprovechan los politiqueros.

Guardando distancias, de forma parecida a cómo surgió y evolucionó en la época de la Unión Soviética la llamada Nomenklatura –grupo élite gobernante, incluyendo burocracia– funciona en la Guatemala de hoy esta clase política. En primer lugar, se tiene al Estado como una especie de vaca lechera de la cuál ese grupo privilegiado saca beneficios, hace negocios y, en otras palabras, se harta de tanto mamar.

En casi todos los departamentos han surgido una especie de mafias familiares que se apoderan de los cargos y puestos públicos, dirigen con beneficios las obras y negocios de las instituciones estatales y se convierten en auténticos capos que deciden hasta el futuro de las comunidades, lamentablemente no para el bienestar colectivo.

MARÍA JOSÉ LARA

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