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Buenas y Malas en la Reducción de la Pobreza
Valeria Moy
Qué difícil parece ser para unos y para otros el reconocimiento de los avances y de los retrocesos. Algo así está pasando con la discusión sobre los resultados de pobreza que Coneval presentó el jueves pasado.
En México tenemos varias definiciones de pobreza. La pobreza multidimensional -que a su vez se divide en pobreza moderada y pobreza extrema- y la laboral ocupan buena parte de la agenda mediática sobre el tema.
¿Quiénes califican como personas en situación de pobreza en esta medida multidimensional?
Aquellos que tengan un ingreso total menor al que Coneval determina como el ingreso de la línea de pobreza por ingresos -que incluye el valor de una canasta alimentaria y no alimentaria y que en junio de 2023 rondaba los 4,280 pesos en zonas urbanas- y tener al menos una carencia de los seis satisfactores (acceso a salud, a educación, a seguridad social, a vivienda, a que la vivienda tenga ciertas características mínimas y a alimentación nutritiva).
Es decir, si una persona manifiesta tener un ingreso menor al que corresponda en el momento que se levanta la encuesta y además tiene alguna de estas carencias, es considerado en situación de pobreza. Si tiene un ingreso menor, pero ninguna carencia, no se le considera así, pero sí se le considera vulnerable por ingresos; y si tiene un ingreso mayor y alguna carencia de las señaladas, se le considera vulnerable por carencias sociales.
En esta situación a la que se suele llamar únicamente pobreza se encontró en 2022 36.3% de la población, equivalente a 46.8 millones de personas, 8.85 millones menos que en 2020 y 5.09 menos que en 2018. Un logro, sin duda. Para ser ubicado en situación de pobreza extrema, el ingreso del hogar tiene que ser menor que el de una canasta únicamente alimentaria y no tener acceso al menos a tres de los satisfactores mencionados. En esta situación se ubicó 7.1% de la población en 2022, equivalente a 9.1 millones de personas, 1.69 millones menos que en 2020 y 410,000 personas más que en 2018. Un retroceso, sin duda. Si bien la medición multidimensional de la pobreza incluye ingresos y acceso a satisfactores, y así hay que leer el avance, el rezago en ciertos indicadores es francamente grave. En términos de acceso al sector salud, 39.1% de la población —más de 50 millones de personas— expresan no tenerlo. Son 30 millones más que en 2018 y 14.7 más que en 2020 —en plena pandemia. No coincido con el presidente en que el problema radica en cómo está planteada la pregunta. Tampoco coincido con quienes consideran que fue un problema de comunicación entre los sistemas anteriores y el sistema nuevo. Además del retroceso en materia de salud está el retroceso en el tema educativo. En 2022, 25.1 millones de personas dijeron no contar con acceso a educación. La educación, junto con la salud, es uno de los factores que más puede contribuir a igualar las oportunidades en una sociedad. No hay rezago en este tema que pueda o deba ser considerado marginal.
Ahí están dos graves problemas que no pueden ocultarse con la disminución en la pobreza multidimensional. No hay que escatimar el logro, pero no hay tampoco que minimizar los retrocesos. Sun