

Gonzalo Celorio: un Cervantes memorioso
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• Redacción ¦ Viaje al pasado

HISTORIA
VIVA DE LA CIUDAD
DESDE 1592, ESTE PASEO ARBOLADO
REFLEJA TRANSFORMACIONES POLÍTICAS, ESTÉTICAS Y SOCIALES DE LA CAPITAL MEXICANA A LO LARGO DE LOS SIGLOS
EPor Redacción cupula@elheraldo demexico.com
n la Alameda Central se superponen capas de ciudad: bajo los árboles han pasado carruajes virreinales, el desfile del Ejército Trigarante en 1821, la entrada de Benito Juárez en 1867 y las multitudes que hoy cruzan diariamente el Centro Histórico. Durante más de cuatro siglos, este espacio ha funcionado como jardín, paseo, escenario de fiestas cívicas, mercado y laboratorio de formas de convivencia en la capital. La historia de la Alameda comienza en 1592, cuando el virrey Luis de Velasco, marqués de Salinas, pidió al Ayuntamiento crear un paseo arbolado para embellecer la ciudad y ofrecer un lugar de recreo a sus habitantes. Se eligió un terreno que había sido tianguis, al poniente de la traza, y se plantaron álamos blancos que dieron nombre al sitio. Pronto se consolidó como el primer jardín público de la Nueva España y, con el tiempo, como el parque urbano más antiguo de México y del continente americano.
A lo largo del siglo XVII, inundaciones y cambios en el trazado obligaron a replantar árboles y reorganizar senderos, mientras cronistas y viajeros describían el paseo como uno de los lugares centrales de sociabilidad de la capital. En el siglo XVIII, bajo los virreyes Carlos Francisco de Croix y Antonio María de Bucareli, la antigua
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DATOS CLAVE
En el siglo XVIII la Alameda amplió su traza y añadió plazuelas, fijando la forma que tiene hoy.
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En el siglo XIX la Alameda se vinculó a nuevos ejes urbanos y tuvo mejoras que ajustaron su uso.
traza cuadrada se amplió sobre las plazuelas de Santa Isabel y San Diego, incluyendo el área del antiguo quemadero de la Inquisición. La Alameda adquirió su forma rectangular, con aproximadamente 513 metros de largo por 259 de ancho, calzadas simétricas y fuentes en las glorietas.
Durante la guerra de Independencia, el lugar sufrió deterioros, pero siguió siendo punto de reunión. Desde sus jardines, la población vio el paso del Ejército Trigarante en 1821 y, más tarde, los festejos republicanos y las principales celebraciones cívicas del siglo XIX. Con la expansión de la ciudad, la Alameda se integró a nuevos ejes urbanos como el Paseo de la Reforma y fue objeto de mejoras en iluminación, mobiliario y fuentes, en sintonía con el proyecto de modernización impulsado por el régimen porfiriano.
En ese mismo entorno se construyó el nuevo Teatro Nacional, después Palacio de Bellas Artes, cuya edificación inició en 1904 y redefinió el vínculo entre el jardín y la vida artística del país. En el costado de la Alameda se levantarían también el actual Museo Franz Mayer, el Laboratorio Arte Alameda y el Museo Nacional de la Estampa, conformando un corredor cultural que acompañó el crecimiento de la ciudad a lo largo del siglo XX.
Desde la segunda mitad del siglo XX, el parque enfrentó la presión del comercio informal y la reducción relativa de áreas verdes frente a la expansión urbana, pero mantuvo su función como espacio público central. Investigaciones recientes sobre su cubierta arbórea han documentado la evolución de sus especies y las implicaciones ambientales de su conservación en una megalópolis.
En 2012 se realizó una intervención integral que renovó pavimentos, fuentes, bancas y alumbrado, e incorporó mármol para dialogar visualmente con el Palacio de Bellas Artes. Años después se efectuaron trabajos de conservación en 2019 y 2024. Autoridades culturales subrayan que la Alameda Central es un espacio en transformación constante que refleja la historia urbana de México. De origen antiguo conserva usos diarios y memoria.
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Redacción ¦ Viaje al recuerdo

La larga travesía cultural DEL FAX
De inventos decimonónicos a oficina global, la transmisión facsimilar marcó un puente hacia lo digital; hoy resiste en ciertos ámbitos
Redacción cupula@elheraldodemexico.com
Desde el siglo XIX, cuando las ciudades seguían el pulso del telégrafo y la escritura viajaba más despacio que las ideas, comenzó a delinearse un artefacto que transformaría discretamente la comunicación institucional: el fax. Su historia puede leerse como un intento persistente por fijar y transportar la superficie del mundo —un trazo, una firma, una fotografía— en forma de señales eléctricas capaces de viajar a distancia. Aquella ambición atrajo a inventores de distintos países que, sin saberlo, prepararon el tránsito entre la era analógica y el horizonte digital. En 1843, Alexander Bain obtuvo la patente de un “telégrafo impresor eléctrico”, hoy considerado en organismos de telecomunicaciones como el antecedente directo de la facsimilar. Poco después, Frederick Bakewell presentó un sistema de transmisión de dibujos basado en cilindros sincronizados.
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OTROS PUNTOS
Aunque es una tecnología antigua que ha sido reemplazada por el email, aún es útil para ciertas aplicaciones.
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Su sistema convirtió textos en señales transmitidas por línea fija y agilizó trámites comunes.
Hacia 1880, el británico Shelford Bidwell construyó el primer aparato capaz de escanear cualquier imagen plana, y, ya en el comienzo del siglo XX, Arthur Korn perfeccionó la transmisión de fotografías a gran distancia. La facsimilar se integró a la radiocomunicación en los años 20, cuando la RCA logró enviar por radio la fotografía del presidente Calvin Coolidge de Nueva York a Londres.
Con el avance de la telefonía, el fax moderno tomó forma: en 1964 Xerox presentó el Long Distance Xero graphy y, en 1966, el Magnafax Telecopier, que redujo el proceso a pocos minutos por página. La estandariza ción de la Unión Internacional de Telecomunicacio nes en los años 70 y 80, especialmente con los equipos de grupo 3, permitió la interoperabilidad global y consolidó su expansión.
Durante esa década, el fax se convirtió en herra mienta habitual de oficinas, bancos, instituciones públicas, redacciones y universidades. En las universi dades fue una tecnología utilizada para enviar tareas y documentos entre docentes y estudiantes. Su perma nencia en algunos sectores, incluso cuando el correo electrónico se generalizó, se explica por su validez jurídica en trámites que exigían firmas en papel. En países como Japón, su uso continuó extendido bien entrado el siglo XXI.
La historia del fax queda así como un puente entre épocas: un dispositivo nacido de experimentos deci monónicos que encontró su auge a finales del siglo XX y que hoy resiste en ciertos ámbitos específicos.
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• Luis Carlos Sánchez ¦ Conversaciones
La vida privada y la pública unidas, “sin fisuras”. Como si ese Gonzalo Celorio (Ciudad de México, 1948) de la alcoba fuera el mismo de la comparecencia pública, el mismo en la intimidad familiar y el mismo frente a los lectores. Un escritor que ha hecho de la memoria su materia prima, un hombre empecinado en rescatar del olvido lo vivido, lo sufrido, lo gozado, “vestido con su propia desnudez”.
Así se revela el séptimo mexicano en obtener el Premio Cervantes, profesor, funcionario cultural, “un escritor integral”, apasionado de Julio Cortázar, rumbero, gran amigo y gran conversador. Celorio fue el undécimo hijo de un padre al que le tocó ver ya grande, miembro de una familia numerosa con la que hubo que amarrarse el cinturón. Convertido en padre siendo muy joven debió esperar para vivir una segunda adolescencia en la que la literatura ya se había instalado completamente.
Aquejado por una artritis reactiva, diagnosticada aún en juventud, sobreviviente de un cáncer en la garganta que le adelgaza la voz después de hablar por varios minutos, a sus 77 años Celorio extiende ese ejercicio memorioso que ha sido su literatura y amplía, no sólo a nivel literario sino personal, su anterior Mentideros de la memoria
Los últimos versos del poema “Cambridge”, de Jorge Luis Borges, sirven a Celorio para titular sus memorias: Ese montón de espejos rotos (Tusquets, 2025). “Es un libro fragmentario realmente, no es una autobiografía como podría pensarse, sino una sucesión de textos distintos que más o menos dan cuenta de las diferentes etapas de mi vida y, quizás, con un hilo conductor importante que es la palabra y la literatura”, cuenta.
¿Con la edad crece la necesidad de escribir sobre uno mismo?
Mis textos siempre han tenido una fuerte carga memorística, incluso los tempranos, pero ahora, con la edad, esto se hace más apremiante, llega un momento en que viene la recapitulación.
En su caso, ¿cuánto pesa la vida privada en la vida pública?
No son entidades tan distintas, están absolutamente entreveradas, no haría una división tan tajante, no siento que sean dos entidades distintas, sino que se entreveran y parten del mismo ser.
¿Cuánto ha actuado en este recuento el pudor, la censura?
No creo que la censura, sí hay una administración literaria de diferentes etapas de mi vida y una literatura de carácter confesional donde salen a reducir mis intimidades. Pero como alguna vez dije, ‘me visto con la propia desnudez’, que es una paradoja, pero la desnudez me permite, una vez asumida, conversar o escribir de una manera más libre y menos autocensurada. Y bueno, hay facetas que de todas maneras la literatura misma cubre, por más que esa literatura sea la que exprese esta intimidad. En este libro he tratado de vincular la vida privada y la vida pública, sin fisuras, como si se tratara de una realidad unitaria, no puedo separarme en dos modalidades distintas: soy la misma persona para el ejercicio de la vida privada y de la vida pública.
¿Tuvo una infancia feliz?
Sí, yo creo que sí. Como todas las infancias ha de haber habido momentos tristes o críticos, pero
‘SOY LA MISMA PERSONA EN PRIVADA Y EN LA PÚBLICA’ LA VIDA
ELEGIDO PARA RECIBIR EL PREMIO CERVANTES 2025, EL ESCRITOR MEXICANO GONZALO CELORIO ENTREGA SUS MEMORIAS, GÉNERO QUE SIEMPRE HA SIDO MOTOR DE SU EJERCICIO LITERARIO
Por Luis Carlos Sánchez cupula@elheraldodemexico.com
podría decir que fui realmente un niño feliz. Viví en un contexto familiar muy disciplinado, pero al mismo tiempo muy amoroso y tuve condiciones realmente muy privilegiadas de muchos tipos, aunque procedía de una familia modesta y muy numerosa. Cuando yo nací, mi padre estaba a punto de jubilarse, de ma los recursos financieros de la casa eran muy parcos, pero también es verdad que mis hermanos mayores adoptaron una actitud muy responsable para la manutención de nuestra familia, y tal vez por eso tengo una muy manifiesta devoción por mis hermanos mayores.
Tras la paternidad, llegó una vida entregada a la fiesta…
Sí, la verdad sí. Tuve una segunda adolescencia después de haber tenido una carga laboral muy fuerte con mi primer matrimonio y el nacimiento de mis dos hijos. Tuve una separación matrimo-

nial y eso implicó recuperar una adolescencia perdida, porque mi adolescencia no me resultó muy duradera, puesto que tuve un matrimonio y una paternidad muy tempranas. Después sí, fui muy gozoso de la fiesta, de la música, sobre todo la época en que viví durante 18 años en Mixcoac, pero toda fiesta tiene su contrafiesta, toda gran alegría tiene su resaca de alguna manera, y después de esa etapa tan festiva, vino otra etapa más madura, más reflexiva, más calmada, más serena e igualmente fecunda. En las etapas distintas de mi vida he podido ser fiel a lo que es el común denominador y el hilo conductor de mi vida: la literatura.
¿Hay algo que le hubiera gustado hacer que no hizo?
La verdad no, soy una persona muy satisfecha con mi vida, creo que ha sido muy rica, polifacética y he tenido una columna vertebral literaria, pero que también ha podido tener una serie de otras riquezas que han enriquecido mi vida literaria. ¿Se arrepiente de algo?
La verdad no, no me arrepiento de nada.

PRESENCIA.
Gonzalo Celorio y el escritor cubano Leonardo Padura en la edición 29 de la FIL Guadalajara. Foto: FIL de Guadalajara.
Luis Carlos Sánchez ¦

Una vida vertiginosa
¿Cuál de sus libros lo deja más satisfecho hasta ahora?
No lo sé, la verdad no me es fácil decirlo porque es el equivalente a cuando a una señora se le pregunta cuál de sus hijos es el consentido o el más importante. Todos mis libros han implicado un trabajo, un gusto, una disciplina, un esfuerzo, a veces muy arduo. El más doloroso, sin lugar a dudas, es “Los apóstatas”; el que tiene un arco que va de la ilusión a la decepción más fuerte es “Tres lindas cubanas”; y el más divertido fue mi primer libro “Amor propio”.
¿El fin de una vida pasa por la cabeza?
Evidentemente el futuro se va acortando conforme pasan los días, además, hay algo que me resulta particularmente penoso: no tener la salud suficiente para emprender una serie de actividades que mucho me gustan. Soy, por un lado, muy sedentario, muy casero, soy de muchos rituales, muy doméstico, pero también al mismo tiempo, muy viajero y ahora me resulta más difícil viajar porque no tengo suficiente movilidad; algo que mucho me ha pesado es que este cáncer en la garganta y está artritis, me impiden prácticamente caminar. Esas dos condiciones lamentablemente me impidieron seguir ejerciendo la docencia, y tuve, después de 49 años de dar clase, la penosa necesidad de jubilarme, cuando yo no quería jubilarme, porque todavía sentía que tenía muchas cosas que decir y muchas cosas que aprender. Pero bueno, así es la vida, uno se va limitando en sus facultades y hay que asumir que el tiempo pasa y que el cuerpo lo resiente
Durante años, Celorio combinó su escritura con una intensa vida institucional: formó parte del equipo editorial de la UNAM, dirigió publicaciones académicas y participó en proyectos dedicados a estudiar la tradición literaria hispánica. En la Academia Mexicana de la Lengua ha coordinado programas de investigación y actividades públicas que buscan acercar el español a nuevas generaciones de lectores, convencido de que la lengua también se cultiva como una experiencia compartida. Sus lecturas, afectos y discusiones —tejida a lo largo de décadas— acompaña ahora la publicación de sus memorias, donde cada fragmento parece dialogar con la vida que lo sostuvo y con la palabra que aún le da sentido al porvenir.

FOTOGRAFÍAS ZOMBIES
CYNTHIA MILEVA
@cynthiamileva ESCRIBIR CON LUZ
LA SATURACIÓN DE IMÁGENES DIGITALES TRANSFORMA LA MEMORIA EN UN ARCHIVO DISPERSO, FRÁGIL Y CADA VEZ MÁS DIFÍCIL DE DESCIFRAR
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Gonzalo Celorio nació en la Ciudad de México el 25 de marzo de 1948.
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Desde febrero de 2019 es director de la Academia Mexicana de la Lengua.
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4 MÁS SOBRE EL ESCRITOR
De 2000 a 2002, fue director del Fondo de Cultura Económica. Empezó en la literatura con el ensayo y su primera novela es Amor propio (1992).
En un acto de nostalgia, decidí recuperar una fotografía de un antiguo trabajo de prensa. Lo que creí que sería cuestión de unos minutos terminó en un trabajo, francamente, sisífico. Esa inocente búsqueda se transformó en una expedición arqueológica por el territorio salvaje de mi propia historia digital. Encontré de todo: fotos de proyectos inacabados, eventos de ninguna importancia, repeticiones obsoletas, capturas de pantalla sin contexto… En fin. Entre cámaras y aquellos primeros teléfonos de lacrimosa calidad, suman miles de fotos dispersas aquí y allá. Después de un rato, el interés por la foto original se perdió entre tantas carpetas y me quedé pensando en la paradoja de la memoria digital.
LA FOTOGRAFÍA
DIGITAL HA PERMITIDO UNA PRODUCCIÓN FRENÉTICA DE IMÁGENES
La era de la fotografía digital, no solo ha permitido una producción frenética de imágenes; también ha convertido el acto de guardar recuerdos en una acumulación de datos. Una situación de la que ya se han desarrollado términos como Estética de la abundancia o Basura digital, transformando nuestros dispositivos y la nube en vertederos virtuales. Al guardar todo —desde el selfie fallido hasta el apunte irrelevante—, irónicamente, logramos el efecto contrario al original: “amnesia digital”. Una especie de tranquilidad ilusoria del “todo está guardado”, una certeza que pasa fácilmente a una tarea abrumadora si necesitamos extraer algo de ese pozo sin fondo. La degradación de estos archivos abandonados, pero aún “vivos” en algún lugar del limbo virtual consumiendo recursos, pero sin aportar un significado real casi como “fotos zombies”: imágenes que existen sin propósito, sin memoria y que solo ocupan espacio.
Desafortunadamente, en esta ocasión las líneas no me alcanzaron para compartirles un video que me devolvió la esperanza ante mi expedición fallida y que casualmente no se resuelve comprando dispositivos de almacenamiento cada vez más grandes… pero continúo la próxima entrega y les platico de la Maestra Paulina Lavista.
TERRITORIO celoriano
LOS LIBROS DE GONZALO CELORIO RECORREN GENEALOGÍAS , CIUDADES, AFECTOS Y EXPERIENCIAS LITERARIAS QUE PERMITEN COMPRENDER LA AMPLITUD DE SU OBRA
Redacción cupula@elheraldodemexico.com
TRES LINDAS CUBANAS TUSQUETS
● En 1921, Miguel Celorio vio entrar al cine a tres jóvenes cubanas; la mediana lo conquistó y comenzó una correspondencia de 13 mil cartas. Paralelamente, los viajes de Gonzalo Celorio a Cuba permiten reconstruir etapas del siglo XX cubano.
ENSAYO DE CONTRACONQUISTA TUSQUETS
● El autor explora el tránsito del barroco español al barroco americano y sus derivas neobarrocas, articulando memoria personal y reflexión literaria. El libro recorre sus vínculos con Cuba, la tradición hispanoamericana, la poesía mexicana y la literatura fantástica.

ESE MONTÓN DE ESPEJOS ROTOS TUSQUETS
● Estas memorias revelan la vida privada y pública del autor: vocación literaria, formación intelectual y trabajo institucional, junto con su gusto por la música popular, el Bar León, los rituales domésticos y la fiesta.
AMOR PROPIO TUSQUETS
● Ramón Aguilar, Moncho, atraviesa celebraciones y momentos decisivos que lo forman como adulto. La novela ofrece una mirada íntima al movimiento estudiantil de 1968 y mezcla ficción, canción, humor y manifiesto literario. En torno a mujeres y amigos que apostaron por la utopía, Celorio construye un relato donde la fiesta es rito de paso y donde memoria y afectos sostienen la identidad del narrador.
MENTIDEROS DE LA MEMORIA TUSQUETS
● Entre ficción, ensayo y testimonio, Celorio retrata facetas de escritores que conoció: Arreola, Cortázar, Rulfo, Fuentes, Monterroso, García Márquez, Loynaz, Eco. Predomina la admiración crítica sobre la anécdota y la valoración de sus obras sobre el yo del autor.