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El Fundador Editorial

La emergencia como estado natural

El desafío que enfrenta la humanidad entera frente al coronavirus es inédito; una emergencia sanitaria que no se vivía hace un siglo, una situación que se creía absolutamente superada ante los avances de la ciencia, con el agregado de la interconexión del globo que llevó al virus de una remota ciudad china al mundo entero en pocas semanas. En unos pocos días, la pandemia se convirtió de una lejana noticia a una realidad palpable, que alteró la vida diaria a una escala desconocida para la sociedad argentina y geselina. En nuestra ciudad, nos enfrentamos a una situación semejante por primera vez, con una infraestructura que ya era insuficiente para la vida diaria, y se enfrenta a una dura prueba para lograr atravesar esta crisis. Por supuesto que los faltantes, especialmente a nivel sanitario, son generales y ya crónicos; en la cuestión salud, la Provincia está ausente, y los prestadores privados han casi desaparecido. Así, todo recae en el viejo Hospital “Arturo Illia”, que tuvo que incorporar tres espacios externos (todos cedidos con gran espíritu comunitario por instituciones y vecinos) y realizar masivas compras de equipamiento a fin de prepararse de la mejor manera posible para la casi inevitable llegada de la pandemia. Es destacable el enorme esfuerzo de organización y compromiso que se está desplegando entre la Municipalidad, la Policía, los Bomberos y las empresas de servicios para mantener la ciudad a flote y controlada ante la emergencia; pero por otra parte, esta emergencia se superpone al estado de “emergencia permanente” al que la ciudad se ha acostumbrado (basta reparar en las numerosas declaraciones de emergencia realizadas por la Municipalidad en la última década). Las insuficiencias de todo tipo de infraestructuras y equipamiento se notan en todos los ámbitos; no hay transporte público, los cajeros y bocas de pago de servicios son absolutamente insuficientes, la Policía no tiene medios ni personal, el Partido es un “colador” de accesos clandestinos, grandes sectores de la ciudad están desatendidos en uno u otro sentido… Muchas de estas falencias se están solucionando, o al menos atendiendo, en el marco de una emergencia que permite desatender otras cuestiones que por imperio de la emergencia quedan en un segundo plano, pero otras forman parte de un déficit de arrastre que no puede solucionarse en el corto, o siquiera en el mediano plazo. Algunos ejemplos; el nuevo hospital está hoy claramente entre las necesidades más acuciantes. No estará listo, por supuesto, para esta emergencia, pero si para un futuro próximo. Es necesario señalar, no obstante, que el anuncio de un nuevo nosocomio tiene más de una década. El déficit habitacional es otro; si finalmente la pandemia nos alcanza, será la hora de los lamentos por la cantidad de geselinos que viven en condiciones precarias. Allí siguen, desde el año 2009, los esqueletos de más de doscientas viviendas a medio construir, por no hablar de los planes de loteos municipales que sufrieron incomprensibles retrasos y recién ahora presentan una docena de viviendas, cuando ya tendrían que ser barrios totalmente habitados. Por no hablar del fallido “barrio Procrear”… Apenas dos muestras de las faltas de una ciudad que se acostumbró a vivir en emergencia.

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