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El agua en La Divina Comedia (2)

Por Daniel Martinez Rubio

Purgatorio

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•Cuando Dante y Virgilio terminan su ascensión por la caverna que se inicia alrededor de las piernas de Lucifer (la cabeza de Lucifer está en el centro de la Tierra, los pies apuntan al hemisferio austral) llegan al punto donde se iniciará otro ascenso, el de la montaña del Purgatorio. El agua se transmuta aquí en un poder benéfico, salvífico y purificador, que el poeta indica ya en los primeros versos (Purg. I, 1-3):

Per correr miglior acque alza le velePara navegar aguas mejores iza ya las velas omai la navicella del mio ingegnola barca de mi entendimiento che lascia dietro a sé mar sì crudele.que deja atrás mares tan crueles.

•El primer río del Purgatorio (en realidad, un ruscelletto, un riachuelo o arroyo) no tiene nombre; aun más, Virgilio y Dante no pueden verlo (debido a la oscuridad de la caverna por la que ascienden) y solo oyen el rumor del agua que desciende por la roca, sonido que los guía hasta la playa desierta que rodea la montaña del Purgatorio (che non per vista, ma per suono è noto / d’un ruscelletto che quivi discende. Inf. XXXIV, 129-130). ). Algunos hacen notar que este arroyo —que baja del Edén o Paraíso Terrenal ubicado en la cima del Purgatorio— no puede ser otro que el Leteo, que Virgilio y Dante encontrarán más adelante.

En las Escrituras, los ríos del Edén son cuatro: Fisón, Geón, Tigris, Eufrates. En la Commedia, en cambio, Dante los reduce a dos: Leteo y Éunoe (o Eunoé).

•Otro río que tiene relación con el Purgatorio de Dante es el Tíber (Tevere), el río de Roma. Las almas destinadas al Purgatorio se reúnen en la desembocadura del Tíber (lugar elegido seguramente por ser Roma la sede de la Iglesia), y allí son embarcadas en un navío piloteado por un ángel barquero (l’angelo nocchiero). El navío transporta raudamente las almas hasta la playa que rodea la montaña del Purgatorio.

Cuando Dante y Virgilio arriban allí, provenientes del Infierno, ven una barca conducida por el ángel barquero, que descarga almas que deben purificarse (Purg. II, 25 y ss.).

El Leteo y el Eunoé

El Leteo (o Lemosina) era en la mitología clásica el río del olvido (gr. lete: olvido) que transcurría por el Hades (el inframundo); quien bebía sus aguas perdía la memoria. En la Divina Comedia, el Leteo está en la cima del Purgatorio, en el Edén; allí sus aguas permiten a las almas ya purificadas olvidar los pecados cometidos1.

La primera referencia al Leteo (Leté) aparece en la Commedia en boca del alma del poeta Guido Guinizzelli, creador del Dolce Stil Novo, a quien Dante llama «padre» y reconoce como su maestro: (Ed elli a me: «Tu lasci tal vestigio, / per quel ch’i’odo, in me, e tanto chiaro, / che Leté nol può tòrre né far bigio». Purg. XXVI, 106-108)2.

El encuentro de Dante con el Leteo se produce en el Paraíso Terrenal, la parte más elevada del Purgatorio, donde un río pequeño, de aguas excepcionalmente límpidas, le impide seguir adelante (…ed ecco più andar mi tolse un rio… Purg. XXVIII, 25).

Inmediatamente después ocurre su encuentro con Matelda (Matilde), personaje cuya significación alegórica aún se discute. ¿Es acaso la condesa Matilde de Canosa, mecenas generosa? ¿Acaso es Matelda la felicidad? Casi al final del Canto (Purg. XXXIII, 128), Matelda parece ser un espíritu que conduce a las almas (no solo a Dante) a los dos ríos. A pesar de que el río es pequeño, Dante no puede cruzarlo para alcanzar la orilla donde está la mujer.

Matelda/Matilde le explica que el origen del río no está en la evaporación del agua y en su posterior precipitación, como los ríos terrestres, sino que su fuente invariable es la voluntad inmanente de Dios (Purg. XXVIII, 121-126):

L’acqua che vedi non surge di vena El agua que ves no surge de manantial che ristori vapor che gel converta, que recibe el vapor convertido en lluvia, come fiume ch’acquista e perde lena; como el río que toma fuerza y después la pierde ma esce di fontana salda e certa, sino que sale de fuente segura e inmutable, che tanto dal voler di Dio riprende, que toma el agua de la voluntad de Dios, quant’ella versa da due parti aperta. y la vuelca después en dos direcciones.

«La vuelca en dos direcciones». Esta fuente, en realidad, es el origen de los dos ríos del Paraíso Terrestre, el Leteo y el Eunoé: uno hace olvidar el mal, el otro hace recordar el bien:

Quinci Letè; così dal altro lato Eunoè si chiama, e non adopra se quinci e quindi pria non è gustato (Purg. XXVIII, 130-132)

Esta es la explicación que Matilde le da a Dante: de la fuente edénica nacen dos ríos: Leteo y Eunoé (De este lado es Leteo, del otro Eunoé se llama…). Leteo produce por sí mismo el olvido de los pecados cometidos, pero Eunoé no hace efecto (non adopra), si primero no se bebe del Leteo (para recordar las buenas acciones, primero deben olvidarse los pecados)3. Parte de las aguas del Leteo (las que llevan las culpas lavadas de la Humanidad) filtran hacia la caverna del Infierno, y forman ese ruscelletto que guía el tramo final de Virgilio y Dante en su ascenso para salir del Infierno y llegar a la montaña del Purgatorio. Es así que en el Infierno confluyen las aguas de los ríos infernales (Aqueronte, Estigia y Flegetonte, que llevan el dolor humano) con las del Leteo, que lleva las trazas residuales de la culpa. En cuanto a Eunoé (gr. buena memoria), su existencia se debe solo a Dante, quien acuñó su nombre. Olvidar el mal; recordar el bien. Se refleja aquí el concepto medieval que el alma salvada olvidaría sus pecados y recordaría solo sus buenas acciones. El Leteo, para Dante, señala el confín entre el estado de pecado y el estado de gracia.

Paraíso

·Así como al inicio del Purgatorio Dante utiliza la metáfora del mar y la navegación («la barca de su entendimiento deja atrás mares tan crueles»), el Paraíso abre con una referencia a «lo gran mar de l’essere» (Canto I, 113), y el Canto II comienza con una metáfora de navegación:

O voi che siete in piccioletta barca, Oh ustedes que en pequeñas barcas desiderosi d’ascoltar, seguite deseosos están de escuchar, sigan dietro al mio legno che cantando varca…tras mi navío que cantando marcha…

Par. Canto II, 1-3

·En el Paraíso va a verse que Dante intercambia continuamente las impresiones del agua con las del fuego y la luz. Ya en el Canto I (Par. I, 79-81) nos dice que ve una extensión de cielo —encendido por los rayos del sol— tan inmenso que nunca ni la lluvia ni los ríos hicieron un lago de tal tamaño: …parvemi tanto allor del cielo acceso della fiamma del sol, che pioggia o fiume lago non fece alcun tanto disteso…

·Los ríos y mares que aparecen en los versos son traídos por Dante para una analogía, una metáfora o un contraste: El Nilo ardiente (il Nil caldo, VI, 66), el Simeonta (que atravesaba la llanura de Troya), el Ródano y el Danubio, el Ebro y el Magra, el Sena, y muchos otros… O aparecen como introducciones «geográficas» de los encuentro de Dante, como con San Francisco (canto XI). ·En el Canto XXX aparece la visión de Dante del «río de luz entre dos orilllas». La luz de las almas bienaventuradas fluye como el agua por el cauce de un río rodeado por una maravillosa primavera (Par. XXX, 61-63):

…e vidi lume in forma di rivera fulvido di fulgore, intra due rive dipinte di mirabil primavera

Los ríos ya no son más ríos terrestres, están transfigurados por la presencia de la Divinidad. Pero aún pueden «beberse», bien que con los ojos, no con la boca. Así le dice Beatriz a Dante (Par. XXX, 73-74):

«…ma di quest’acqua convien che tu bei «mas de esta agua conviene que bebas prima che tanta sete in te si sazi…» antes que tanta sed en ti se sacie…»

Y así lo hace Dante, bebiendo con los párpados la luz que fluye (Par. XXX, 88-90):

«…e sì come di lei bevve la gronda « …y no bien el borde de mis párpados de le palpebre mie, così mi parve hubo bebido de la corriente, me pareció di sua lunghezza divenuta tonda…» que su extensión se volvía redonda…»

·Ya cerca del fin del Canto XXXIII y de la Divina Comedia, Dante trae la figura (inesperada) de Neptuno observando desde el fondo del mar la sombra de la nave donde viajan Jasón y los Argonautas. La nave aventurera es equiparada por Dante a su propia poesía, que se ha aventurado a ir donde ningún poeta ha ido antes.

1 Una de las características del Infierno es que a los condenados no les está dado olvidar los pecados cometidos, porque el castigo, la culpa y el remordimiento deben ser eternos. En el Purgatorio, después del ascenso purificador, se concede a las almas el olvido de los pecados cometidos (Leteo) y el recuerdo del bien (Eunoé).

2 Y él me dijo: «Por lo que he oído, tú dejas tal impronta en mí, y tan clara, que el Leteo no puede quitarla ni oscurecerla…» Las palabras del Guinizzelli seguramente hacen referencia al río de la tradición clásica, que transcurría por el Hades y cuyas aguas borraban toda memoria (el Leteo del Dante tiene propiedades amnésicas más modestas, ya que solo borra la memoria de los pecados cometidos).

3 Subrayemos de paso que las aguas de los dos ríos hacen sus efectos cuando son bebidas (se quinci e quindi pria non è gustato). En muchos comentarios se dice que los portentos se producen al bañarse en las aguas, pero Dante habla de beberlas. Más adelante (Purg. XXXIII, 94-96) también se lo dice Beatriz: E se tu ricordar non te ne puoi, / sorridendo rispuose, or ti rammenta / come bevesti di Letè ancoi… (Y si tú recordarlo ya no puedes, / respondió sonriendo, haz memoria ahora / cómo bebiste del Leteo hoy…)

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