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Sequías Juan Carlos Sánchez Magallán
Opinión
El mundo reconoce el Día de Lucha contra la Desertificación y la Sequía el 17 de junio de cada año. Esta fecha, establecida por las Naciones Unidas, tiene como objetivo generar conciencia sobre la grave amenaza que la desertificación y la sequía representan para la sustentabilidad de nuestros ecosistemas y la vida humana.
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Las cifras son alarmantes. Según el informe de la ONU de 2022, más de 2 mil millones de personas, de los 8 mil millones en todo el mundo, están siendo afectadas por la desertificación y la sequía, y se estima que para 2030, estas cifras podrían aumentar hasta 23% debido a los crecientes efectos del cambio climático.
Para entender estos números, es importante comprender qué es el cambio climático y el calentamiento global. El cambio climático se refiere a las al- teraciones a largo plazo en los patrones de temperatura y clima típicos de una región. Este fenómeno está estrechamente vinculado con el calentamiento global, que es un aumento constante de las temperaturas de la superficie terrestre debido a las actividades humanas, principalmente la quema de combustibles fósiles que liberan gases de efecto invernadero, como el carbón, el petróleo y el gas natural, que son gran parte del problema de las emisiones mundiales. La mayor parte de la electricidad que consumimos se produce de esta manera, y sólo una cuarta parte proviene de la energía eólica, la solar y de otras fuentes renovables.
La sequía y la desertificación están intrínsecamente vinculadas a estos fenómenos.
La sequía se produce cuando una región experimenta una disminución significativa de precipitaciones, mientras que la desertificación es el proceso mediante el cual la tierra fértil se convierte en desierto, típicamente como resultado de sequías prolongadas, prácticas agrícolas deficientes y la deforestación de los bosques; la tala de árboles sigue siendo una práctica mundial.
Estos fenómenos están interconectados con el aumento de las temperaturas globales y las tormentas intensas. El calentamiento global intensifica el ciclo del agua, lo que puede llevar a periodos de sequía más largos e intensos en algunas áreas y a precipitaciones extremas en otras. Así, los polos continúan deshielándose, los niveles del mar siguen incrementándose, las especies de peces siguen extinguiéndose, los océanos siguen acidificándose y los megaincendios son cada vez más frecuentes y peligrosos. Sólo en Canadá inició la temporada de incendios con la quema de cuatro y medio millones de hectáreas, más del doble de la superficie de Nueva Jersey y más de 800 mil hectáreas, sólo de Quebec (CNN).
El daño causado por la sequía y la desertificación es profundo y variado, y afecta a la biodiversidad, reduciendo la capacidad de la tierra para almacenar carbono y perjudicando la economía al disminuir la productividad agrícola. Además, estos procesos exacerban la inseguridad alimentaria, los conflictos por recursos y la migración forzada.
La situación actual es crítica. En la última década, hemos observado un aumento de la desertificación en regiones previamente fértiles. Los pronósticos a corto y mediano plazo indican un incremento en la frecuencia e intensidad de las sequías debido al cambio climático. En el largo plazo, si no se toman medidas significativas para mitigar el cambio climático, estos fenómenos podrían volverse irreversibles.
Para pronosticar la sequía, los científicos utilizan una variedad de herramientas y tecnologías, incluyendo satélites y modelos climáticos avanzados, para monitorear patrones climáticos, niveles de precipitación y la humedad del suelo.
La desertificación y la sequía no son sólo consecuencias del cambio climático, sino también factores contribuyentes.
En este Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y la Sequía es crucial que todos tomemos conciencia del problema y trabajemos en conjunto para implementar soluciones sostenibles y resilientes, que ayuden a preservar nuestro precioso planeta para las generaciones futuras.