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Misael Tamayo Núñez
nada por el estilo. Mientras los padres de los 43 buscaban a sus hijos, exigiendo justicia y pugnando porque se los regresaran con vida, los cetegistas se apoderaron de oficinas de la Secretaría de Educación Guerrero, boicoteando el trabajo de esa dependencia.
Quien terminó por confesar cuánto dinero les entregó fue el mismísimo gobernador interino, cuando lo mandaron a traer los senadores de la República, para que expusiera las razones del caos social que se tenía en la entidad y por qué no había sido posible avanzar en ese tenor.
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Obviamente no podía, porque las agendas de la CETEG, que era uno de los grupos más recalcitrantes, era muy distinta a la de Ayotzinapa, pues mientras estos pedían la aparición con vida de los muchachos, al grito de “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”, los líderes cetegistas se enriquecían o, como algunos, aceptaron cargos públicos a cambio de deponer sus movilizaciones.
Para nadie es un secreto que las agendas de la lucha social, aunque aparentemente son las mismas, divergen cuando se trata de negociar cada quien lo suyo. Ahí vienen los golpes bajos, las traiciones y lo que acostumbra hacer el sistema de gobierno: dividir para vencer. ¿Y cómo lo logra? Cada quien tiene un precio y es suficiente con pagarlo, suelen decir.
Traigo a colación estos hechos tan lamentables del pasado inmediato, amable lector, para que se entienda que hay un cierto romanticismo cuando se habla de “lucha social”. Y no olvidemos que el ex gobernador Zeferino Torreblanca, quien era bastante puntilloso, los rebautizó con el mote de “lucradores sociales”.
No es que su agenda sea mala, falsa o improcedente. No es un asunto de necesidades ni cosas por resolver, que sí existen y es una realidad para todos los sectores, trátese de cual se trate: campesinos, obreros, ganaderos, comerciantes, médicos, profesores. Cada sector padece sus propios rezagos. Ese no es el problema a la hora de construir una agenda común.
El problema viene cuando se confunde la amnesia con la magnesia y se mete todo eso en un mismo costal, y se trata de negociar todo a la vez, sabiendo que es imposible, porque cada sector tiene también su propia dinámica.
Ahora bien, si se trata de hacer montón, bien pueden ponerse de acuerdo y salir cuantas veces quieran a colapsar la autopista del Sol o las avenidas de la capital, que al fin eso es el pan de cada día. Y para eso la CETEG se pinta sola, no en balde sus dirigentes estatales tienen carpetas de investigación por el bloqueo total de la autopista, durante todo un día, en 2022.
No en balde también los estudiantes y miembros del comité estudiantil de Ayotzinapa sufren porque ya no pueden robar dinero con la toma de casetas de la autopista, a donde llegaban cada que se les pegaba la gana, para cobrar ellos el peaje, lo cual se traduce en cientos de millones de pesos, quizás miles, por año. Por lo tanto, dejemos de ser almáticos. La lucha social ya no es algo romántico, si es que alguna vez lo fue. Ya no es aquel tiempo en el que los luchadores sociales morían por su causa y eran perseguidos por el Estado, por las fuerzas estatales o federales, a la orden de “mátenlos en caliente”.
Simplemente el estado ha transitado hacia otra realidad, ha habido cambios de gobierno, se han ido modificando las formas de gobernar, y las viejas agendas también se han ido actualizando, algunas para mal, como la de Ayotzinapa; otras para bien, como la de los maestros, que ya dependen del gobierno federal, excepto los 3 mil que aún no han sido integrados al Fondo Nacional para la Educación (Fone), pero por razones que ellos conocen muy bien, dado que sus plazas les fueron entregadas fuera del techo presupuestal que manejaba el gobierno estatal y partiendo de criterios políticos.
La integración de este sector data desde 2015, merced a la reforma educativa de Enrique Peña Nieto y se había dicho que al fin del sexenio de Héctor Astudillo ese asunto quedaría resuelto. No fue así. Se atravesó la pandemia y los recursos federales se enfocaron en enfrentar este desafío con un sistema de salud colapsado y sumido en la corrupción, peor que el sector educativo.
No se le pueden pedir peras al olmo, sobre todo cuando los problemas son tan añejos, que el gobierno estatal tiene en las espaldas una deuda de más de 20 mil millones de pesos heredada de los últimos gobiernos estatales, desde 1995 a la fecha.
Por temas como eso debieran marchar cetegistas y centistas, apoyados por sus aliados. Al contrario, han callado, pese a que se trató de la depredación de los dineros de seguridad social, a través del ISSSTE y el Fovissste y el robo de sus impuestos federales. Valga este recordatorio para ayudarles a construir una una agenda real, no simulada.