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DESPEJAR MISAEL TAMAYO NÚÑEZ

De manera abierta, el Padre Solalinde, quien se ha identificado en México como defensor de los derechos de los migrantes, dijo ayer en Acapulco que México ya está preparado para ser gobernado por una mujer, y se sumó al “Va Claudia Sheiumbaum”.

Solalinde estuvo este fin de semana en Acapulco, rodeado por morenistas de diversas corrientes, y que no necesariamente apoyan a Claudia, por lo que matizó que se apoyará a quien resulte ganador de la encuesta que realizará el partido para elegir a su candidato presidencial.

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El religioso trajo a colación un momento que sucedió antes de la elección presidencial de 2018, cuando el presidente Andrés Manuel López Obrador reunió a todo su equipo en Tijuana. Comentó que ahí mismo él dijo que la siguiente sería para una mujer.

Pero no olvidar que el candidato presidencial de Morena resultará de una encuesta, y que el partido tendrá que cuidar mucho ese proceso, hacerlo de manera transparente y escrupulosa, para evitar inconformidades y obvias rupturas, porque como hemos ya dicho en otros momentos, en el partido lópezobradorista para nada está “planchado” el proceso.

Desde el momento en que el presidente AMLO canceló el clásico juego del Tapado”; y, al contrario, abrió el proceso de selección a la sociedad, colocó a Morena en una ruta bastante peligrosa, pues lo que debe ser algo interno, algo propio del partido y sus militantes, se convirtió en un asunto público.

Claro, los partidos son instituciones de interés público, para nada son clubes privados -aunque así se manejen- pero por estatutos internos las decisiones las toman sus consejos políticos, nacionales y estatales, integrados por consejeros electos por sus militantes. Ahí, pues, se cumple el principio de la democracia participativa.

De esa manera, además, los partidos políticos y concretamente las cúpulas de poder que los manejan, se blindan ante la intromisión de otras fuerzas, como suele suceder en los procesos abiertos.

El partido más blindado, de hecho, es el PAN. Los panistas tienen estatutos que no sólo los protegen de intervenciones externas, sino incluso de intervenciones internas excesivas. Ellos tienen un proceso bastante rígido para aceptar a nuevos militantes, y por años los tienen como “adherentes”. Pueden hacerlos hasta alcaldes, diputados o darles cualquier cargo, pero no serán militantes, distinción que sólo alcanzan los que pasan las pruebas estatutarias.

Es por eso que el PAN en Guerrero no ha crecido lo suficiente para ser una fuerza política atractiva, y su dirigencia está siempre conflictuada entre sí.

El PRI, por su parte, aunque tiene una amplia base social, no se arriesga mucho porque sabe que en los procesos abiertos se corren riesgos, como los que vivió al inicio de este siglo, durante el gobierno de René Juárez Cisneros, cuando ensayaron precisamente la democracia participativa y terminaron muy divididos, pues los que no resultaban favorecidos en las elecciones internas, denunciaban fraude y se iban a otros partidos, generalmente la chiquinada o el mismo PAN, que todavía suelen esperar a definir sus candidatos hasta el último momento, en espera precisamente de los tránsfugas. A partir de entonces, el

PRI se blindó y toma sus decisiones por Consejo Político.

Pero la campaña presidencial de 2024 no sólo será la prueba para Morena, sino también para el proyecto de gobierno de Andrés Manuel López Obrador, denominado la Cuarta Transformación, y que se plantea como un plan de varios sexenios, a fin de mantener al país en la misma ruta, hasta lograr desmantelar los cimientos del viejo régimen prianista, de carácter neoliberal.

De ahí que el candidato de Morena no sólo debe tener aceptación hacia dentro del partido, sino sobre todo hacia afuera. Mientras la sociedad se involucre lo suficiente en la selección del candidato, lo verá como propio y no como el candidato del presidente en turno, como sucedía con el prianismo. Luego entonces, la campaña estará cimentada lo suficiente en la base social, como para garantizar el triunfo del candidato.

Volviendo al tema, los equipos de los presidenciables morenistas están movilizándose en todo el país, como también las mismas “corcholatas” están haciendo presencia en foros y mítines cada vez que pueden.

Claudia Sheimbaum, por ejem-

plo, estuvo recientemente en Estados Unidos, rompiendo la barrera de las fronteras, en la que Marcelo Ebrard le lleva amplia ventaja.

Y ayer domingo, desde Veracruz, Ebrard volvió a exigir que el partido garantice una encuesta clara y transparente, y que se demuestre que Morena respeta la decisión de sus militantes sin dedazos ni imposiciones.

Por primera vez, el canciller habla abiertamente de “dedazos” y de “imposiciones”. Sabe que aunque se haga una encuesta abierta, el presidente de la República sigue siendo un termómetro precisamente para los electores, quienes estarán poniéndose en sintonía por sí solos con la inclinación de López Obrador.

El presidente tendrá que demostrar su temple y su liderazgo si no quiere que la Cuarta Transformación quede abortada, no tanto por una eventual derrota de Morena, que no se avizora por lo menos en la siguiente elección, sino porque se elija al menos comprometido con la ruta que él marcó desde 2018.

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