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Alejandro Páez Varela

Nadie en la izquierda debería menospreciar la toma del Zócalo de la Ciudad de México. Mucho menos quedarse pasmado. Todo lo contrario: debería servir como un aliciente para mejorar los gobiernos, corregir lo que está mal e ir a fondo donde se ha sido superficial. Esa sería una reacción inteligente. La movilización de la derecha es incluso una buena justificación para apretar el acelerador.

En junio de 2021, en las elecciones federales intermedias, el PAN obtuvo ocho millones 969 mil 288 sufragios; el PRI, ocho millones 715 mil 899; el PRD, un millón 792 mil 700. Juntos conforman Va por México, la alianza convocada por Claudio X. González. No ha pasado mucho desde entonces: apenas un año y nueve meses. Aunque la tendencia dice que estos partidos, los más antiguos de México, han perdido votantes, cualquiera que diga que siguen con los mismos niveles de aceptación podría no estar equivocado.

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Con esos números en mente se podía adivinar que llenarían el Zócalo de la Ciudad de México. No son mil, ni diez mil. Son muchos más. Son millones y piensan distinto. Son millones y no quieren al Presidente ni su proyecto de Nación. El mismo Andrés Manuel López Obrador decía el viernes que nadie debería menospreciar “a los conservadores”. La convocatoria de los grupos afines al PRI, al PAN y al PRD fue un éxito y era previsible que lo fuera. Echaron toda la carne al asador y no querrán, bajo ningún motivo, apagar la braza. Buscarán cualquier oportunidad para volver al Zócalo. Tomarán la plaza todas las veces que se pueda, con los ojos puestos en 2024.

El problema de la oposición, sin embargo, no es llenar un Zócalo, como ya dijimos. El problema es distinto: es moral. El problema son los líderes y sus partidos que cohesionan. Para disfrazar a las fuerzas políticas anquilosados que han defraudado a México una y otra vez, la oposición se llama a sí misma “ciudadana” y esconde sus verdaderos colores. Usa el rosa del INE para convocar y no tener que vestirse de amarillo, de azul o de rojo. Y se entiende: ¿cuántos habrían salido de su casa vestidos de amarillo, rojo o azul si esa hubiera sido la invitación? Mejor el rosa, que sirve de coartada.

El problema para la oposición no es, dados sus números, llenar un Zócalo. El problema es la carnita; que quienes mueven sus hilos son los mismos líderes impresentables del pasado: los Enrique Peña Nieto, los Vicente Fox Quesada, las Elba Esther Gordillo, los Roberto Madrazo o “Los Chuchos” y los jefes del Cártel Inmobiliario del panismo capitalino.

El problema de la oposición es moral, insisto: es Felipe Calderón, es Margarita Zavala, son los que lanzaron una guerra inmoral e injustificada que nunca podrá disociarse de Genaro García Luna, preso en Estados Unidos. La tragedia electoral logró que la oposición se reagrupara bajo el pretexto de la “destrucción del INE” y la supuesta “dictadura”. Sin embargo, cualquier votante podría preguntarse cuál es el proyecto que plantea como alternativa al de la izquierda, y si votar otra vez por PRI-PAN-PRD significa devolver el poder a un Calderón, a un Peña, a un Fox o a sus herederos legítimos: una Lilly Téllez, un Gabriel Quadri, un Javier Lozano, un Francisco Javier García Cabeza de Vaca o un Ricardo Anaya.

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