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El pobre Tiburcio
from elCaribe
Al emitir una sentencia, siempre trataba de que la ley estuviera en consonancia con la justicia, lo que en ocasiones se complicaba por tecnicismos o errores de abogados; pero me esforzaba hasta llegar al límite para cumplir ese propósito, buscando que mi conciencia se impusiera.
mada “asistencia económica”, que eran unos pocos pesos.
Al enterarme de su historia de inmediato la escribí, no porque la podía olvidar, sí para que quedara tatuada en letras en mi alma. Algunos la encontrarán muy simple, pero para un servidor tiene un mensaje extraordinario. Inicio.
mil, irrigada con sal de marrón sudor; funcionan sus sentidos cuando el instinto, incontrolable, reclama; tiene tan poco, que solo asimila dos necesidades: orinar y defecar.
PEDRO DOMÍNGUEZ pdominguez@dominguezbrito.com
Reflexionaba Sir Francis Bacon que “el juez debe tener en la mano el libro de la ley y entendimiento en el corazón”. Durante casi 7 años fui juez de la Segunda Sala Laboral del Distrito Judicial de Santiago. Fue una experiencia maravillosa, donde tuve el honor de estar al lado de muchos de los que hoy representan dignamente al Poder Judicial.
Créanlo: juzgar no es sencillo, una decisión puede repercutir de forma abrumadora en la vida de alguien, en su entorno, patrimonio y paz… También el magistrado se adentra en algunas demandas y las sufre, especialmente cuando tiene las manos atadas para imponer lo que entiende es la verdad.
Conocí cientos de casos en los que en la ley y el corazón fueron siameses. Entre los que más recuerdo está el de Tiburcio, un “guachimán” que fue despedido. Como murió, uno de sus nietos demandó para que se le pagara a su abuelo la lla-