2 minute read

La hora azul

La hora azul

Esperanza Tirado

Advertisement
Acurela de Manuel Bocanegra

Acurela de Manuel Bocanegra

NUESTRO MOMENTO vino y se fue. Como van y vienen los días, los amaneceres y esas puestas de sol que nos gustaba contemplar. Intentando distinguir a Venus y Júpiter, que tomaban el relevo del Sol en ese momento en que el día y la noche se juntan, y parecen besarse, queriendo unirse de modo imposible. Permanecíamos en silencio, aspirando cada segundo, juntando nuestros cuerpos. Diciendo adiós y agradeciendo al Universo por un día más en la Tierra.

Teníamos nuestra canción, Fly me to the Moon, a la voz suave y al piano de Diana Krall; nuestro libro, El Demonio Vestido de Azul, con el que siempre soñamos hacer la ruta de aquellos clubes nocturnos de jazz llenos de humo azul, mujeres sensuales y hombres seductores; y nuestra película, El Gran Showman, un poco a regañadientes, sobre todo cuando yo alababa las capacidades artísticas y las otras de Hugh Jackman. Aunque Lobezno te encantaba, tenías ese resquemor cuando yo hablaba encandilada de «mi Hugh». Mío eras tú. Yo era tu Mística, azul y de carácter mutante, poderosa pero adorable. Una combinación azul y perfecta.

Y digo eras mío y digo era tuya porque la magia de nuestro mundo se perdió en algún lugar del arco iris. Quizás en el azul, que era nuestro color.

Siempre reservábamos un momento azul entre Júpiter y Venus, como lo llamábamos, para arreglar lo que hubiéramos roto a lo largo de la semana. Para devolver el azul del océano en calma a nuestras ajetreadas vidas.

Y arreglada la grieta, azul te veía. Azul me veías. Yo era tu cielo azul; tú, mi puro azul. Todo era sublime y auténtico. Como la música, las películas, nuestros personajes favoritos, las historias de los libros…

A veces la grieta se hacía visible y no sabíamos, no podíamos, o, simplemente, no queríamos arreglarla. Y tú te volvías azul acero, frío y cortante en tus palabras. Y yo, eléctrica y azul, me enfurecía y te las devolvía cargadas de tanta tensión acumulada. Una versión horrenda de tu Mística. Y nos olvidábamos de canciones, películas, libros y hasta de nuestro punto azul entre Júpiter y Venus, que se difuminaba y se hacía borroso y diminuto.

Los fines de semana nuestra hora azul regresaba plácida, justo cuando el sol de la mañana se colaba entre las rendijas de la persiana que no bajaba del todo. Y nos mirábamos, nos tocábamos, susurrábamos caricias, amor, deseo, recuerdo de nuestros cuerpos, en azul y en naranja del sol que nos calentaba. Imitando a las historias de aquellas películas de amor en azul que veíamos juntos. Y la grieta desaparecía entre sábanas revueltas y ganas perdidas y reencontradas de nuevo.

Pero llegó un duro momento azul piedra que se tropezó por nuestro camino, en forma de desajuste laboral y bajada de salarios, en que aquellas mañanas de azul y templado sol no bastaron. Y el azul glacial fue enfriando nuestros cuerpos hasta la temperatura en que todo se cubre de dura y áspera escarcha.

Y entre Júpiter y Venus no quedó más que un desangelado cielo azul cerúleo que no presagiaba nada bueno para la noche que se nos echaba encima.

Con una piedra azul y fría tras otra en nuestros caminos que se bifurcaban sin remedio, en forma de horarios a destiempo, llamadas sin responder, el sol se enfrió y se volvió de hielo. Y nos hizo olvidar la cadencia de nuestros cuerpos en aquellas mañanas de sábado. Y el ambiente azul ártico se vio cargado de miradas frías, silencios altivos de azul pavo real y resentimientos gritados a los cuatro vientos. Gélidos y grises. Olvidando melodías de luna blanca y clara, historias, romances y sueños azules. Perdida la esperanza. El verde ahogado en el azul, que también se disolvía sin remedio.

Y nuestra hora azul se fue esfumando, convirtiéndose en algo borroso, un azul ultramarino rozando a negro. Tan negro que todo, pesado como las piedras contra las que nos tropezábamos, nos terminó hundiendo en el fondo.

Y sin los superpoderes de aquellos mutantes azules y poderosos, que tanto admirábamos, fuimos incapaces de rescatarnos.

Esperanza Tirado Jiménez (España)