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La dama de media noche Kuro Iztac

LA DAMA DE MEDIA NOCHE

Justo en la mitad de la noche, el dolor en mis sienes y la garganta seca me arrancaron de mi descanso. No sabía qué hora era, seguramente de madrugada. A lo lejos se escuchaban algunos perros aullando, tal vez saludando a los espíritus. Esa idea me hizo estremecer. El apagado grito de un viejo tren se anunciaba a muchos kilómetros de mí. En mi casa reinaba el silencio, como si lo absorbiera todo y esperando a devorar más. Arrojé mis sábanas a un lado, tomé mis lentes de la mesita de noche y descalzo salí de mi habitación para bajar a la cocina. Necesitaba tomar una aspirina. El sonido de mis pisadas penetraba la oscuridad. Tras bajar las escaleras, mis ojos ya adaptados a la poca luz observaron la sala. Las fotos de mi familia habían cobrado vida. Bailaban, cantaban y reían, recreando todos esos bellos momentos del pasado. Ni una foto me prestó atención cuando crucé la sala, pero, antes de llegar a la cocina, unos reflectores se encendieron en alguna parte del techo y apuntaron hacia mí. Por un momento pensé que se trataba de algún despistado OVNI que me había confundido con una vaca y trataba de abducirme. Antes de adaptarme a la nueva luz, un reflector extra alumbró mi comedor. Había frente a mí un enorme caballo. Se veía musculoso y noble, su crin azabache chocaba contra el techo. A su lado lo acompañaba un anciano de blancas y largas barbas y cabellera. Vestía lentes de media luna, vaqueros, pantuflas cafés y una sudadera de lana tejida. Apuesto a que le picaba mucho en la piel.

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-mmmm. ¿Hola?, ¿Qué están haciendo en mi casa?, ¿Qué es lo que quieren?- Les dije con una voz tímida, que, para mi sorpresa, me resultó ajena.

El caballo y el anciano se voltearon a ver al mismo tiempo. De pronto el caballo comenzó a reírse, parecía que la situación le era muy cómica, ya que no paraba de perder el aliento en carcajadas. El anciano se limitó a sacar de su bolsillo un cubo de Rubik para después manipularlo ruidosamente, sin separar sus opacos ojos sobre mí. No sabía qué pensar de esto, era bastante

inusual, bueno, por lo menos nunca antes me había visto en una situación tan peculiar. Me sentía muy incómodo. De un momento a otro, el silencio se manifestó en toda la sala. Ahora nadie hacía nada. Hasta que, del reloj en la pared comenzó a gritar el pajarillo cucú...

-cucú cucú, cucú, cucú-

El reloj cucú marcaba las cuatro de la mañana. Antes de que el silencio se manifestara de nuevo, el negro caballo se abalanzó contra el viejo, con su hocico le mordisqueó el abdomen hasta rasgarlo. De entre la sangre y vísceras del viejo el animal se alimentaba, pero el anciano no parecía sentir dolor. Simplemente estaba cantando en notas graves, y muy animosas. Parecía como si quisiera ensayar para una ópera o tal vez para un recital.

-¡¡laaaaaa, oooo, laaaaa!!-

Mi estómago dio un vuelco, sentía una creciente necesidad de volver el estómago. Cuando creí que no podía ser peor, tras mi espalda, los rostros impresos de mis familiares comenzaron a vociferar risas e insultos. Ya no resistía más, me encogí en forma de ovillo, tapando mis oídos mientras gritaba, anhelando que esta absurda situación cesará.

- ¡Basta! ¡Basta por favor! ¡He dicho que basta! ¡Todos, lárguense de mi casa!

Una persona tocó mi frente con ternura. -Cariño, cariño despierta, estás teniendo una pesadilla-Sí, sí, lo siento,- me despierto enseguida

-Ten. Tomate este vaso de aguaMi esposa me colocó un vaso de cristal en la mano y sin abrir mis ojos bebí de él.

-Has tenido una mala noche, duerme de nuevo, si vuelves a soñar feo, tu linda esposa te despertará-Sí, gracias, duerme con los angelitos, hermosa-

Me acurruqué en mi cama individual y antes de quedarme dormido, recordé que yo no estaba casado y que vivía solo.

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