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Cría manual de AGAPORNIS

Una decisión acertada con uno de los psitácidos más comunes en los hogares.

teresa Masuet psittacus catalonia

www.psittacus.com Imágenes cedidas por la autora

Los loros son animales de compañía muy apreciados. Posiblemente su belleza fue uno de atractivos principales que motivó al ser humano a manifestar su predilección hacia ellos. La belleza y el colorido de sus plumas es el aspecto más destacado.

Su inteligencia es, sin lugar a dudas, otro de los atractivos de este grupo de animales. Además, su predisposición a interactuar con los humanos les convierte definitivamente en una de las opciones más interesantes a tener en cuenta para quien desea tener un ave de compañía en casa.

Si tuviéramos que indicar los tres psitácidos más comunes que se encuentran en nuestros hogares, estaríamos de acuerdo en que son los periquitos, las ninfas y los agapornis. Y, entre ellos, tenemos que destacar de forma especial los agapornis. Sus múltiples coloraciones, su tamaño y dulzura de facciones lo convierten en uno de los favoritos. La percepción que recibimos los humanos de los agapornis es que son “simpáticos”. Este atractivo viene de sus movimientos, sus rasgos faciales y su carácter.

¿Cría manual?

Es importante no precipitarse en seleccionar el tipo de ave que vaya a adquirirse al optar por tener un agapornis en casa. Es posible que se desee adquirir ejemplares pensando en destinarlos a ser reproductores, y en este caso las aves van a tener muy poca interacción con los humanos. Pero si la opción es tener un ave de compañía con la que compartir juego y entrenamiento, la mejor opción es adquirir un agapornis papillero (y enseguida debe pensarse en tener más de uno).

La cría manual de psitácidos es un recurso que hoy tenemos a nuestra disposición de forma normalizada. Si bien en la década de los años 80-90 esta era una práctica no exenta de riesgo, los recursos de los que disponemos en este momento permiten abordarla no sólo con éxito, sino con resultados excelentes.

Como en cualquier ámbito, lo más importante es conocer la responsabilidad que se adquiere al optar por esta opción. Lo imprescindible es disponer de las herramientas necesarias y de la información adecuada que permitirá tener éxito.

Puntos clave

No son muchos los puntos clave que hay que controlar en la cría manual. Intentaremos jerarquizarlos:

Como en cualquier ámbito, lo imprescindible es disponer de las herramientas necesarias y de la información adecuada para la cría.

Sanidad

Es importante tener la certeza de que los pequeños agapornis son hijos de padres sanos. Así sabemos que su salud y crecimientos posteriores solamente dependerán del acierto en la alimentación suministrada y del protocolo de cría seguido, no de una enfermedad heredada subyacente.

Alimentación

Posiblemente el segundo punto más decisivo sea la alimentación. Seleccionar una papilla de cría manual adecuada es fundamental. El correcto desarrollo del agapornis dependerá de la calidad de este producto. En la actualidad, los fabricantes hemos podido desarrollar productos de alimentación cada vez más específicos y ponemos a disposición de nuestros clientes papillas que pueden cubrir las necesidades

nutricionales de los polluelos de la mayor parte de especies de psitácidos en sus sucesivas etapas de crecimiento.

En cuanto al agapornis, nosotros aconsejamos la utilización de la papilla Mini porque está pensada para cubrir las demandas nutricionales de especies de talla pequeña como ninfas, periquitos y agapornis. Todas estas aves tienen un crecimiento muy acelerado. Esta papilla permite criar de forma excelente estas especies de psitácidos desde el momento en que les empiezan a despuntar las plumas. Una edad adecuada para iniciar la cría manual de estas aves es alrededor de la tercera semana de vida, momento en el cual el pequeño agapornis ya está un poco emplumado.

Protocolo de cría

El tercer punto que debe tenerse en cuenta es el que habitualmente llamamos “protocolo de cría”. Aquí englobaríamos muchos aspectos: temperatura adecuada, humedad, contenedor, cantidad de papillas al día, volumen de papilla que se suministra... Todos estos aspectos están muy vinculados entre sí, y especialmente al ritmo de crecimiento del ave. Debe tomarse como guía el patrón de crecimiento de los polluelos criados por unos buenos progenitores. La cría manual exitosa tiene que conseguir los mismos crecimientos y el mismo ritmo de crecimiento que consiguen los reproductores, y no hay que conformarse con tasas de desarrollo mediocres.

Un agapornis de tres semanas de vida debe tomar tres papillas al día (mañana- mediodía-noche). Aconsejamos utilizar la sonda blanda de látex de punta redondeada para alimentarles porque consideramos que es el método más seguro y limpio, y el que garantiza conocer con certeza la cantidad de papilla suministrada. Lejos de ser un método invasivo, este tipo de sondaje es un método práctico y amable para todos, humanos y loros. Los agapornis, igual que los demás psitácidos, aprenden a agarrar y tragar la sonda por sí mismos voluntariamente. Es muy importante que el material de la sonda sea látex natural. Otros materiales se endurecen con el tiempo y los lavados, y pueden ser motivo de lesiones en el buche. El detalle de que la sonda tenga la punta redondeada es un factor

de excelencia en el utillaje seleccionado. El sondaje permite que el agapornis no se ensucie y se evita que la pluma se estropee a causa de los constantes lavados del plumaje que otros métodos de alimentación comportan.

La cantidad de papilla que ha de suministrarse la indica la capacidad del buche y la confirmación de que en la toma siguiente el buche del animal está vacío.

Cuando el ave ya no está ganando peso, se retirará la papilla del mediodía para poner a su disposición alimento sólido y que empiece a comer por sí solo. En este momento es importante tomar la decisión de optar por habituarle a comer un alimento completo. Existen piensos completos que garantizan a los agapornis una óptima atención nutricional de por vida.

Pronto se retirará la toma de papilla de la mañana. Esto se hace evidente porque el agapornis ya no manifiesta interés por la sonda. ¡Ya está comiendo solo! A pesar de ello, aconsejamos mantener la toma nocturna de papilla todavía durante un tiempo. No hay que preocuparse en calcular durante cuántos días hay que mantenerla: él va a marcar el ritmo. Seguramente este es uno de los momentos más placenteros; el agapornis ya vuela por casa y cuando nos ve llegar con la sonda, se acerca raudo hasta nosotros dispuesto a recibir su toma nocturna (aconsejamos utilizar este truco como inicio del entrenamiento del nuevo miembro de la familia).

No es necesario ni aconsejable mantener a los pequeños agapornis ya un poco emplumados en una cámara caliente. Si la temperatura ambiente de la habitación oscila entre los 22-25 ºC es suficiente. Es preferible el aire limpio de una habitación a una criadora con los animales sobrecalentados. Esta costumbre de mantener sobrecalentados a los polluelos es siempre una posible fuente de problemas.

De acuerdo con su edad, debe seleccionarse el contenedor más adecuado. En fases en las que el pichón no se mueve del nido, un recipiente pequeño va a ser suficiente. Progresivamente, cuando empieza a interactuar con el entorno, aconsejamos utilizar contenedores de talla “generosa” que le permitan explorar los elementos que estén a su disposición: comida, juguetes, ramas para que trepen… Y enseguida debe tener a disposición una jaula o voladora. Cuanto mayor talla tenga esta, y cuanto más contemple sus necesidades de encaramarse, subir, bajar, volar, etc., mejor. La socialización

Tal y como hemos comentado anteriormente, el hábito más extendido es criar a mano ejemplares a partir del momento en que ya están un poco emplumados. Esta es la edad más recomendable, ya que el agapornis ha compartido sus primeras fases neonatales de desarrollo con sus padres y se ha imprintado de su especie.

Si en este punto los retiramos del nido, es importante continuar la cría de los loros en contacto con otros individuos, siempre de forma preferente con miembros de su especie. Desaconsejamos criar ejemplares aislados.

Coincidiendo con la etapa del emplume, los psitácidos se encuentran en la fase de socialización. Es en esta etapa de desarrollo cuando se adquieren más aprendizajes y cuando los estímulos del entorno se integran como “normales”. A falta de estar con los padres, que serían sus tutores, los otros individuos de su misma especie actúan de modelo. Los aprendizajes que hacen los otros psitácidos con los que comparten hábitat se convierten en sus modelos. Así que olvidemos la práctica de mantenerlos encerrados en una instalación de pequeñas dimensiones a fin de, pretendidamente, “facilitar” el proceso de emancipación. Tenemos que ser conscientes de la importancia de crear una instalación en la que puedan desarrollar sus habilidades locomotrices: subir, bajar e incluso revolotear (o bien permitirles a diario salir a volar por el hogar).

La convivencia con las personas en esta etapa va a permitirles que asuman como algo “normal” su relación con los humanos. Pero abandonemos la idea de que para conseguir que un loro sea dócil hay que criarlo aislado, solo en contacto con los humanos; esto únicamente daría lugar a animales emocionalmente inestables y a menudo hiperdependientes.

Tan importante es seleccionar una papilla de cría manual adecuada que garantice la buena salud física del agapornis, como ser consciente de que la responsabilidad de un criador incluye también garantizar su salud psicológica. Los agapornis en la naturaleza viven en grupos y se desplazan juntos. Esta necesidad social está indeleblemente grabada en sus genes. Si tenemos la oportunidad de criar un pequeño grupo de agapornis, observaremos que actúan en camarilla en sus desplazamientos. Si uno de ellos marcha volando hasta un punto alejado, pronto el resto del grupo volará hasta él. No en vano se les llama inseparables. Es muy divertido hacer pequeños juegos de vuelo con ellos y enseñarles, por ejemplo, a volar hasta nuestro brazo. Eso sí, ¡en una formación impecable!

Hoy en día es posible criar desde el primer día utilizando una “leche de buche” (papilla de alta concentración).

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