LA MISTERIOSA CASA DE LA NIEBLA
Envueltos en la niebla de la mañana, los escarpados acantilados de kingsport, destacaban entre la niebla elevándose sobre las ondulantes olas. De toda aquella línea de rocas, una sobresalía en particular. Lúgubre y solitaria, parecía suspendida en el cielo.
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A menudo desaparecía entre las nubes, y aunque a las gentes de la zona les gustaba dar nombre a las roca, esta la evitaban.
–Es demasiado extraña –aseguraban en el pueblo.
–Escalarla sería un peligro mortal –señalaban otros.
Los marineros compartían estas sensaciones y cuando se aproximaban desde el océano hacían la señal de la cruz al pasar.
Sin embargo, en la cima de ese pico sin nombre se encontraba una cabaña solitaria y todas las tardes desde la orilla se podían distinguir las luces que brillaban tras las ventanas…
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UN AIRE GÉLIDO
Una soleada tarde el horror alcanzó el pequeño apartamento. Un periodista había conseguido alquilarlo con su modesto salario. Era una sola estancia en el penúltimo piso de un típico edificio de ladrillo oscuro de Nueva York. Tiempo atrás la construcción era lujosa y elegante, pero ahora quedaba poco de su antigua gloria, y por todas partes había humedad y olor a moho. La dueña era una señora de origen español, de pocas palabras.
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El joven reportero no podía permitirse nada mejor, pero se consolaba pensando que era un lugar de paso.
Llevaba tres semanas allí cuando escuchó un chorro de agua en el piso superior y luego el olor acre del amoníaco. Miró hacia arriba y notó una mancha húmeda en el techo extendiéndose paulatinamente hasta donde alcanzaba la vista.
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