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Jefe de Policía (Manuel Fernández Arenas

Mi amigo y su perro

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Me contaba un amigo mío que después de una larga jornada de trabajo cada día al llegar a su casa se siente recompensado. Mi amigo, que tiene una gran y numerosa familia, dice que es muy gratificante cada día cuando llega a su casa ver cómo su perro lo recibe como si no hubiera más días.

El animal, al cual dice querer como a uno de sus hijos, lo recibe con caricias, arrumacos y halagos propios del mejor de sus amigos, mostrándole su fidelidad por encima de todo. Me dice entre bromas que de algún miembro de su familia en algún momento puede dudar, pero que del perro está seguro: es el más fiel.

Últimamente un perro en una casa se considera como un miembro más de una familia, con todas las atenciones que se deben de tener. Desde luego esto no es nuevo, aunque hoy en día creamos que los valoramos más que en otros tiempos. Tiempos atrás, por ejemplo, en una población como la nuestra, las viviendas eran distintas, las casas tenían sus grandes patios, corrales y cuadras y rara era donde no había un animal, perros, gatos, conejos, gallinas y, por supuesto, cerdos, algunos de compañía y otros para subsistir. Hoy y con las normas actuales no podríamos tener cerdos, gallinas ni conejos, pero en cambio sí alguna iguana o serpiente compartiendo el mismo salón, el sofá e incluso la cama. Los tiempos han cambiado tanto que algunos de nosotros no llegamos a entender cómo las atenciones y derechos de los animales son superiores a los de las personas.

Personalmente estoy totalmente de acuerdo en que un animal merece el mayor de los respectos, el que lo adquiera o lo tenga tiene que ser consciente de que es una gran responsabilidad, responsabilidad esta que pasa por respetar al animal, al medio ambiente y a los demás vecinos que viven alrededor de él.

Volviendo a mi amigo, me decía que su perro era su mejor aliado, me reconocía que le fastidiaba bastante tener que madrugar y levantarse por la mañana para sacar al animal a la calle para hacer sus necesidades, pero era la única manera de evitar que el perro lo hiciera en su casa. Ante esta situación y aprovechando mi curiosidad, le pregunte qué es lo que hacía con los excrementos: “Me figuro que los recogerás”, le pregunte; me miró, y entre sonrisas y haciéndome cómplice, me contesto: “La bolsa la llevo; si me miran lo recojo; si no hay nadie, la dejo”.

Buff… Me dejó perplejo; desde ese momento empecé a respetar más a su perro que a él mismo. Y además se lo hice saber, él se lo tomó a broma. Este es el gran problema de muchos de los amantes de los animales: “Te quiero mucho pero tus cacas que las pisen otros”.

Algunos dueños de los perros, no todos, son probamente los ciudadanos que más quejas suscitan a lo largo del año en esta policía. Parece una tontería pero encontrarse a diario excrementos de perros en el suelo, paseos, jardines, aceras, etc. crea un malestar en contra de los animales que los amantes se lo tenían que mirar y hacer campañas y luchar para que estas cosas no pasen. No son los perros, claro que no, ellos desconocen las normas, son los… de sus dueños o dueñas los que tenían que reflexionar si tanto quieren a su canes.

Hay quien dice y piensa que la policía debería poner multas, ¡hay amigos…! Ya se cuidan estos… de sacar la bolsa si algún policía los sorprende, porque eso sí, la bolsa siempre va con él o con ella.

Otros dicen que los ayuntamientos deberían de adecuar zonas para que los perros hagan sus necesidades; yo creo que todo seguiría igual: verdaderamente la mayoría de los ayuntamientos, mayores y más pequeños están preocupados por esta ola de cacas en todas las calles, en algunos han contratado detectives con súper cámaras de fotos y vídeos, en otros hacen registro con ADN, y bajo mi punto de vista solo existe una forma que a los seres humanos nos cuesta reconocer:

No hacer lo que no nos gustaría que nos hicieran: RESPETO A LOS DEMAS

Manuel Fernández Arenas Oficial-Jefe de la

Policía Local de Almagro

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